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Capitulo 15 "La Novia de la Guaira"

       Los muchachos iban llegando de regreso a Caracas.
       —¿Cómo vas Henry? —preguntó José.
       —Estoy bien, no te preocupes. —contestó Henry tranquilamente.
Manuel voltea a su derecha viendo a Andrea. —Andrea... —dice.
       Ella voltea y lo mira atenta.
       —¿Estás bien? —preguntó.
Andrea lo miró y asintió. —Si, estoy bien. —contestó ella.
       —¿Segura? —preguntó Manuel. —Porque esa cosa te golpeó muy fuerte y... —dice.
       —Manuel... —dice Andrea interrumpiendolo. —No tienes de que preocuparte, estoy bien. —dijo mostrándole una sonrisa.
       Manuel al mirarla le sonrió de vuelta, luego apartó la mirada y ella también, de pronto Andrea comenzó a sentir nervios, su piel se erizo y frunció el entrecejo, bajó la cabeza, mirando la carretera iluminada por los postes, los edificios y casas, su respiración comenzó a agitarse, su corazón se aceleró, un sentimiento de pánico la invadió, Henry de pronto comenzó a sentir un dolor en la cabeza y frunce el ceño del dolor y voltea mirando a su derecha, llevando la vista a todos lados.
       —¿Pasa algo Henry? —pregunta José.
Henry voltea y lo mira. —No. —contestó.
       Andrea cerró los ojos respirando profundamente y exhalando por la boca, volvió hacerlo y la sensación de pánico cesaba, su corazón aún latía rápido y los nervios seguían, los bellos seguían erizados, Andrea se mantuvo con los ojos cerrados.
       —Andrea... —dice Manuel, pero su voz se escuchaba lejana.
       Ella seguía con los ojos cerrados, respirando y exhalando.
       —Andrea... —dijo Manuel, y su voz se escuchaba un poco más cercana.
       Pero Andrea se mantuvo con la cabeza baja y los ojos cerrados.
       —Andrea... —dijo nuevamente.
       Andrea levantó la cabeza exaltada.
       —Andrea. —dijo.
       Ella volteo y lo miró.
       —¿Segura que estás bien? —preguntó.
       —Sí Manuel, ya te dije que no tienes de que preocuparte. —dijo ella.
       —Tienes la piel de gallina. —dice Manuel.
       —Llevamos un rato volando, la brisa me dió algo de frío. —dice Andrea.
       —Ya estamos llegando, deberíamos bajar. —dijo Manuel.
Andrea asintió. —Okey. —dijo.
       Manuel voltea hacia atrás viendo a José y a Henry.
       —¡Chicos...! —exclamó.
       José y Henry lo miraron.
       —Mejor bajemos, ya estamos cerca. —dijo.
       —Sí, es mejor. —contestó José.
       Los cuatro descendieron y aterrizaron, Henry apartó el brazo de la nuca de José.
       —Yo... me iré a mi casa, nos vemos mañana. —dice Henry.
       —Espera Henry, ¿Te sientes bien? —pregunta Andrea.
       —Tranquila, me siento mejor que hace rato. —contesta Henry.
       —No creo que sea buena idea que vayas solo para tú casa. —dice Manuel.
       —Tiene razón, mejor te acompaño. —dice José.
       —No te preocupes, no tienes porque. —contesta Henry.
       —Henry, es mejor que te acompañe. —dice Manuel señalando a José.
       —Sí, para estar seguros... —dice José.
Henry los mira a los tres inexpresivo, luego muestra una leve sonrisa levantando la comisura de los labios. —Esta bien, vámonos. —dice.
       —Bien, nos vemos. —dice Manuel.
       —Adios. —dice Andrea.
       —Adios. —dijo José.
       —Hasta luego. —dijo Henry.
       Manuel y Andrea se fueron por la izquierda, mientras que José y Henry por la derecha. Manuel volteo a mirar a Andrea, sin decir nada, en silencio la observaba sintiendo y pensando que no había ninguna otra persona igual a ella, cautivado y temeroso a la vez, sentía como las palabras se estancaban en su garganta, sin poder salir, trataba de memorizar cada detalle de su rostro.
       —Me estás asustando. —dice Andrea.
Manuel se estremecio y volteo rápidamente al frente. —Dis... discúlpame... —dijo tartamudeando avergonzado.
Andrea soltó una risa nerviosa al mirarlo. —Tranquilo, no me molesta que me mires... aunque si resulta un poco extraño. —dice vacilando.
       —Disculpame... yo no soy así... —dice Manuel con una sonrisa nerviosa. —Queria... darte las gracias por salvarme y curarme. —agregó.
       —No pude soportar ver cómo esa cosa te lastimaba. —dice Andrea. —Tenia que hacer algo. —agregó.
       Manuel se detuvo y rápidamente la tomó de la mano, Andrea se detuvo y lo miró, Manuel dió un paso para posicionarse enfrente de ella, sus miradas cruzadas era uno de esos momentos en que los dos olvidaron su alrededor quedando solo ellos dentro del mundo en que ahora estaban sumergidos, Manuel subía su mano derecha hasta acariciar las suaves y tibias mejillas de Andrea, con el torso de sus dedos, luego con las yemas, deslizando suavemente hacia la nuca, asegurando su cabeza, comenzó a acercarse a ella, su corazón latía con intensidad, sus manos sudorosas y la respiración se agitaba, ella se ruborizó, su corazón también se aceleró y su respiración se agitó a medida que sus labios se acercaban, los labios inferiores se separaban de los superiores y una vez los labios de él llegaron a los de ella, el beso sello tal emocionante momento.

       Henry y José seguían caminando por la calle, que en algunas partes se iluminaba por los bombillos encendidos y conectados a los cables de electricidad que cruzaban los postes.
       —Gracias por acompañarme hasta mi casa. —dice Henry.
       —Esta bien, siento que aún no quiero llegar a la mía. —contesta José.
       —José... ¿Te pasó algo hoy? —preguntó.
       José se mantuvo callado con la mirada en frente pensativo.
       —Solo cosas Henry... solo, cosas. —contestó indiferente.
       —Esas cosas pueden perturbar si no las sacas. —dice Henry.
       —Son cosas que debo resolver yo solo, Henry. —dice José.
       Henry lo miró intrigado, curioso y con falta de comprensión a lo que él le decía.
       —Bueno si... necesitas con quién hablar, aquí estoy amigo. —dice.
       José asintió en silencio, a la vez que introducía sus manos en los bolsillos de los pantalones.
       —Gracias. —dijo.

       Andrea y Manuel caminaban tomados de la mano con los dedos entrelazados, luego de unos pocos metros se detuvieron delante de la puerta de la casa de Andrea, ella se volteo quedando de frente con Manuel.
       —Gracias por acompañarme hasta mi casa. —dice Andrea.
       —Sana y salva. —contestó Manuel, luego desvío la mirada pensativo. —Bueno... más salva que sana. —agregó.
       Los dos soltaron unas risas nerviosas, aligerando el ambiente, luego ella se acercó más a él, colocando su mano izquierda en su pecho, acercando su rostro al de él y sus labios a los de él, los dos se daban besos mientras que Manuel la abrazaba.
       —Tienes que irte, debemos descansar. —dice Andrea.
       —Lo sé... pero no quiero irme, quiero quedarme aquí así, solo un rato más. —dice extasiado.
Andrea suelta un suspiro. —Yo también, no quiero que la noche termine. —dice sintiéndose igual.
       Los dos sonríen y vuelven a besarse.
       —Pero tenemos que descansar, tú tienes que descansar, tenemos que hablar con Eduardo mañana y tú más. —dice Andrea.
       —Tienes razón... tengo muchas preguntas que hacerle. —dice Manuel soltando un suspiro. —Bien, me voy, descansa. —agregó.
       —Tú también. —contestó Andrea mostrando una sonrisa.
       Manuel se acerca a ella dándole un último beso, tomándola de la mano, luego se separa y se aleja mientras que sus brazos se extendía sin que sus manos se soltaran, hasta que en un punto sus manos se fueron separando por partes hasta el último dedo, Manuel dió dos pasos hacia atrás y luego se volteo, alejándose de ella, Andrea sacó de sus bolsillos la llave, la introdujo en el cerrojo, abrió la puerta, entró y cerró, Manuel volteo hacia atrás dando un último vistazo, notando que Andrea ya no estaba, luego volvió a mirar hacia al frente, luego miró a sus alrededores y al percatarse que no había nadie cerca, usó su velocidad y se fue corriendo del lugar. La puerta de la casa de Andrea se abrió y ella se asoma observando y buscando, salió por completo, percatandose que no había ninguna persona cerca y tampoco Manuel, cerró la puerta detrás de ella, siguió observado su alrededor sin ver nada más que las casa con las luces de su interior apagadas, luego comenzó a levitar y alzó el vuelo yéndose, mientras volaba se dirigía en dirección hacia la autopista Caracas-LaGuaira, pasando luego por allí, la sensación de nervios la invadieron nuevamente, su piel se erizó y su corazón se aceleró, a medida que seguía, los síntomas aumentaban, los nervios se intensifican hasta que ella se detuvo, miró hacia abajo viendo un puente una parte de la barra de seguridad estaba rota y había algo en el puente que no podía detallar, descendió y al aterrizar vio más de cerca, vio que era una persona, ésta volteo y la miró exaltado, Andrea lo miró extrañada con el entrecejo fruncido.
       —¿Henry? —preguntó intrigada.
       —¿Andrea...? —preguntó él de la misma manera. —¿Qué haces aquí? —agregó.
       —Vine porque sentí algo muy fuerte aquí cuando llegamos, y tú no deberías estar aqui. —contesta.
       —Yo también sentí algo hacia ésta dirección cuando llegamos y tú tampoco deberías estar aquí. —dijo Henry.
       —Bueno, no importa, ¿Encontraste algo? —pregunta ella con curiosidad.
       —Sí... y no es nada bueno. —contesta Henry señalando hacia el voladero.
       Andrea se acercó, echando un vistazo hacia abajo, viendo un carro en el fondo, prendido en llamas.
       —No hay que ser científico para no saber lo que pasó. —dice Henry.
       —¿Se coleo? —dice Andrea cómo una pregunta capciosa.
       —No... esto fue provocado y si yo tengo está sensación, entonces algo sobrenatural lo provocó. —dice Henry.
       —Y aún no sabemos que fue. —dice Andrea.
       De pronto los nervios la invaden y siente como su piel se eriza, ella aspira y frota su mano izquierda con el antebrazo derecho, Henry la mira extrañado, frunciendo el entrecejo.
       —¿Estás bien? —preguntó.
       —No, me siento muy nerviosa y tengo la piel de gallina, es como me pasó allá con ese espectro. —dice Andrea.
       —Si, que percibiste su presencia. —dijo Henry.
       Andrea asiente, mientras se sigue frotando.
       —¿Sientes que hay algo aquí? —preguntó Henry.
       —Sí. —contesta ella.
       —Chicos. —dice la voz de un hombre detrás de Henry.
       Henry se voltea y dando dos pasos hacia atrás, Andrea se pone en alerta, los dos ven a quien les habló de pronto, siendo Arioch quien se les apareció.
       —Que sorpresa verlos por acá. —dice mientras camina hacia ellos, con las manos dentro de los bolsillos del sobretodo.
       —¿Qué hiciste? —pregunta Henry.
Arioch se detuvo, desvío la mirada confundido. —Yo no hice nada. —contestó.
       —Tú lo haces todo Arioch, no, más bien haces que otros hagan las cosas por tí. —dice Andrea.
Arioch la señala. —Eso sí es verdad. —dice. —Asi que con eso claro, sabrán que el carro encendido allá abajo, no lo hice yo personalmente. —agregó.
       —¿A quién le diste poderes ahora? —preguntó Henry.
       —Eso no te lo puedo decir, van a tener que venir mañana para que la vean personalmente. —dice Arioch.
       —¿La veamos? ¿Es mujer? —pregunta Henry curioso.
       —Sí, una mujer muy interesante, si quieren pueden investigar sobre ella, no se aparece comúnmente en ésta autopista o pueden conocerla mañana mismo. —dice. —Y luego saber la otra sorpresa que les tengo preparado. —agregó.
       —¿Qué sorpresa? —pregunta Andrea.
       —Eso no lo puedo decir o sino ya no sería sorpresa. —contesta Arioch.
       —¿Por qué nos dices estás cosas? ¿Por qué parece que nos quieres revelar lo que haces? —pregunta Henry reprochante.
       —Ya se los dije, voy dos pasos delante de ustedes, no tengo ningún problema en decirles lo que yo haga. —dice Arioch.
       —Bueno, entonces, hay que evitar las sorpresas. —dice Henry.
       En eso él da un salto despegando el vuelo yendo directo hacia Arioch, con la mano derecha empuñada y el codo hacia atrás, una vez cerca se dispone a propinarle un golpe, pero Arioch lo esquiva moviéndose hacia la derecha, levanta la mano izquierda empuñada y le propina un fuerte golpe a Henry en la espalda y éste cae en el pavimento, Andrea levanta los brazos y de sus manos expulsa un fuerte chorro de agua hacia Arioch, de pronto y sorpresivamente, este aparece detrás de ella sin que lo noté.
       —Lindo truco. —dice Arioch vacilante.
       Andrea se exalta y detiene el chorro de agua, voltea y con la mano derecha le lanza un puñetazo, pero este lo bloquea tomándola del antebrazo, Andrea halo con fuerza, safandose de él, se coloca de frente con él y se le va encima con la mano izquierda empuñada, ella le propina un golpe, pero Arioch la esquiva moviéndose a la derecha, luego ella sigue propinando un golpe con la derecha y Arioch se mueve hacia la izquierda, Andrea dió una vuelta y levantó la pierna izquierda para propinarle una patada directo a la cara, pero éste la bloquea y la toma del tobillo, en eso una esfera de energía blanca fue directo a Arioch, al tocarlo explotó, soltando a Andrea, aprovechando de alejarse de él, del denso humo de la explosión, Arioch sale caminado ileso, sin un rasguño, Andrea y Henry se sorprenden y se enojan a la vez.
       —Andrea, juntos. —dice Henry.
       —¡Ahora! —exclama ella.
       Los dos fueron hacia él y comenzaron acribillarlo de golpes, pero era inútil, Arioch las lograba esquiva y bloquear sin problema, en una oportunidad Arioch esquiva un golpe de Henry, agachándose, luego bloquea uno de Andrea, luego otro de Henry, seguido de otro de Andrea y en ese momento con la mano derecha empuñada le propina un golpe en el rostro a Henry, Andrea le fue a propinar un golpe con la mano izquierda y Arioch la bloqueo con su antebrazo derecho, rápidamente sostuvo el brazo de Andrea y con su mano izquierda empuñada le propinó una fuerte golpe en el abdomen a Andrea, soltando su brazo y haciéndola volar y cayendo al suelo, deteniéndose por la barra del puente, Henry se le fue encima a Arioch con el codo derecho hacia atrás y la mano empuñada, directo a propinarle un golpe en el rostro, pero Arioch se percató rápidamente y tomó a Henry de la muñeca, con el puño justo enfrente de su rostro, Arioch halo a Henry y con la mano derecha lo tomó del cuello y Henry lo tomó a él del antebrazo, Arioch lo alzó y se volteo llevando a Henry con él y lo mantuvo en el aire, Henry sentía como la respiración se le dificultaba, pero no perdía la respiración por completo, Andrea se levantó y comenzó a correr hacia ellos, Arioch soltó la muñeca de Henry y extendió el brazo hacia su izquierda, con la mano abierta, de pronto Andrea se detuvo, un dolor intenso la dominaba por todo el cuerpo y gritaba de dolor y desesperación, cayendo de rodillas afligida.
       —Ya... déjala. —dice Henry con dificultad.
       Levanta la mano derecha apuntando hacia Arioch, pero este comenzó a apretar el cuello, causándole dolor y trancando su respiración, Henry solo soltaba gritos ahogados, Arioch lo mira, luego mira a Andrea y luego vuelve a mirar a Henry.
       —Aguirre tenía razón... esto es interesante. —dice.
Arioch acerca a Henry hacia él. —Mañana, vengan y sabrán lo que les espera. —dice.
       Lo aleja, lo suelta y Henry cae al suelo, intentando desesperadamente respirar, luego Henry levanta la cabeza y Arioch ya no está frente a él, busca a su alrededor y ya no lo ve, luego mira a Andrea y ella está sosteniendose con los brazos, con la respiración agitada, Henry se levanta aún intentando recuperar la respiración, con su mano entre el cuello y el torso, éste comienza a caminar hacia Andrea.
       —Andrea... ¿Estás bien? —pregunta con dificultad al hablar.
       Henry se acercó a ella, se inclinó y la ayudó a levantarse.
       —¿Cómo te sientes? —preguntó.
       —El dolor era sofocante, pero ya estoy bien. —dijo Andrea.
       —Vamonos de aquí. —dijo Henry.

       Arioch el demonio se encuentra en la puerta de un cuarto oscuro, viendo a las afueras pensativo.
       —Ha sido usted muy hábil mi Señor... —dice una voz masculina, suave y relajada que provenía desde el fondo del cuarto. —Los Elegidos de Dios han caído en las trampas, son cómo peces que buscan la carnada en los anzuelos. —agregó.
       Arioch se mantuvo en silencio, pensativo y calmado.
       —Prepara todo para la noche. —dice Arioch. —Este plan va a dar un gran paso. —agregó.
       —Lo que usted diga, mi Señor. —dijo la voz.
       Luego solo se escucharon pasos que se alejaban.

       Llegó la mañana siguiente, Andrea y Henry descendieron en la entrada de la casa de Eduardo, caminaron hacia la puerta, Henry tocó, del otro lado unos pasos se acercaron, abrieron la puerta, lo primero que vieron fue al mismo Eduardo delante de ellos, éste los miró inexpresivo.
       —Entren. —dijo.
       Andrea y Henry entraron detrás de él, Henry cerró la puerta y caminaron hasta la sala de estár.
       —Llegaron temprano. —dice Eduardo.
       —Necesitamos hablar algo contigo. —contesta Andrea.
       —Yo igual, persibí algo anoche. —dice Eduardo.
       —Sobre eso te queremos hablar. —dice Henry.
Eduardo se volteo mirándolos, frunciendo el entrecejo intrigado. —Los escucho. —dijo.
       —Henry y yo... percibimos algo anoche cuando llegamos a Caracas de regreso. —dice Andrea.
       Eduardo frunció más el entrecejo entrecerrado los ojos. —¿Percibieron? ¿Tú, ahora percibes cosas? —preguntó.
       —Bueno... en realidad yo sentí la presencia de algo sobrenatural... —dice Andrea.
       —Y yo algo que pasó, obviamente. —dijo Henry interrumpiendo a Andrea.
Eduardo mira a Andrea con curiosidad. —Entonces ¿Tú sientes la presencia de los seres? —preguntó.
       —Sí, ahora... puedo... —contesta Andrea.
       —¿Cuándo pasó? —preguntó Eduardo interrumpiendo abruptamente.
       —Anoche... pasó cuando sentí la presencia del espectro. —dijo Andrea.
Eduardo la miró sin decir nada, solo asintió. —Okey... cuénteme, ¿Qué pasó anoche? —preguntó.
       —Como te dije, Henry y yo percibimos algo anoche... —dijo Andrea.
       —¿Encontraron algo? —preguntó Eduardo.
       —Bueno... —dice Andrea volteando a ver a Henry.
Éste cruza miradas con ella. —Al llegar encontré un carro en llamas al fondo del voladero del segundo puente de la autopista Caracas-La Guaira. —dijo.
       —¿En la Caracas-La Guaira? —preguntó Eduardo confundido.
       —Sí. —contestó Henry.
       —¿Saben quién lo hizo? —preguntó Eduardo.
       —No, no lo sabemos. —contesta Henry.
Eduardo desvía la mirada pensativo, luego se voltea hacia la izquierda y da un paso, llevando su mano derecha detrás a la nuca. —En un caso, solo existe un espectro que se aparecería en ese lugar, que lo dudo. —dice Eduardo.
       —Eso no es todo. —dice Andrea. —Nos encontramos con otra cosa. —agregó.
Eduardo volteo y la miró. —¿Qué más se encontraron? —preguntó intrigado.
       Andrea y Henry cruzaron miradas, misteriosos.
       —¡Hablen! ¿Qué encontraron? —dice Eduardo impaciente.
       —Arioch, se nos apareció allá. —dice Henry.
       —¿Arioch? —dice Eduardo haciendo eco. —Y ¿Qué pasó? —agregó.
       —Él nos confirmó que quien provocó que el carro se fuera por el voladero fue un espectro. —dijo Henry.
       —¿Les dijo quién? —pregunta Eduardo con mucha intriga.
       —No... solo que si queríamos saber quién es, tenemos que ir está noche. —dice Henry.
Eduardo frunce el entrecejo, confundido. —¿Por qué les diría eso? —preguntó.
       —No se... le preguntamos lo mismo y nos dijo que no le importaba contarnos sobre su plan, porque aún así él está dos pasos delante de nosotros. —contesta Henry un poco alterado.
       —¿Les ha contado algo de su plan? —pregunta Eduardo.
       —Solo nos dice lo que pasa, lo que ha pasado, que su plan es vernos a nosotros divididos. —dice Henry.
Eduardo desvía la mirada pensativo. —Pero aún así, ese no es todo el plan. —dice. —Los quiere ver divididos, los distrae peleando contra estos espíritus, ha provocado las muertes de tres brujos de luz... pero también la de civiles. —dijo.
Eduardo se da media vuelta y camina por la habitación, alterado y estresado. —Hace lo mismo y a la vez cambia lo que hace, lo que quiere es confundirnos... es como si su plan fuera evidente, pero hay algo que falta. —agregó, luego volteo y miró a Henry y a Andrea. —Y... ¿Les dijo algo más? —preguntó.
       —No... no nos dijo más nada salvó que luchamos contra él. —dice Henry.
       —Y por lo visto no ganaron, otra vez. —dice Eduardo. —En fin y ¿Cómo están Manuel y José? —preguntó.
       —Están bien... solo que... ellos no participaron. —contesta Henry.
Eduardo los miró desconcertado. —Ya va... ¿Solo ustedes dos se enfrentaron contra Arioch? —preguntó confundido.
Andrea lo miró y asintió. —Sí. —contestó.
Eduardo soltó un profundo suspiro exasperante. —¡Pero, ¿Cómo es posible que lo enfrenten ustedes dos solos?! —exclamó alterado.
       En ese momento tocaron a la puerta y los tres dirigieron la mirada hacia ella, escucharon la voz de Manuel del otro lado de la puerta.
       —Llegaron Manuel y José... —dice Eduardo, luego miró a Andrea y a Henry y estos cruzaron miradas con él. —Ésta conversación no terminará aquí, hablaremos luego de ésto y no les diremos nada a ellos, por ahora. —dijo.
       Luego pasó entre ellos y caminó hacia la puerta, la abre y delante de él ve a Manuel acompañado de José.
       —Buenos días Eduardo. —dice Manuel.
       —Hola. —dijo José inexpresivo.
       —Hola... —dice Eduardo. —Pasen. —agregó inclinando la cabeza.
       Los dos entraron a la casa, Eduardo cerró la puerta y siguió detrás de ellos, José y Manuel se unieron con Henry y Andrea.
       —Hola... —dijo Manuel.
       —Hola. —contestó Andrea.
       —Hola muchachos, ¿Cómo están? —dice Henry.
       —Bien... —dice Manuel. —Llegaron temprano. —agregó mirando a Andrea.
Andrea cruzó miradas con él, sonriéndole. —Queria preguntarle a Eduardo sobre el poder que ahora tengo. —dice.
       —Comprendo... —dice Manuel.
       Eduardo pasó por un lado y se colocó de frente con ellos.
       —Ahora cuéntenme... ¿Qué pasó anoche? —pregunta.
       José y Manuel miran a Henry y a Andrea también, Henry estaba distraído con la mirada perdida, de pronto comenzó a sentirse incómodo, seguido de una sensación de ser observado, haciendo que subiera la mirada hacia Eduardo cruzando miradas con él, dándose cuenta del silencio que acaparaba toda la habitación, luego miró a su alrededor viendo como todos lo miraban, luego miró a Eduardo y soltó un profundo suspiro.
      —Okey... estábamos en camino hacia donde percibí que pasaron las cosas, pero cuando estábamos cerca nos detuvimos por Andrea. —dijo Henry.
       —Ese fue el momento en que percibí la presencia del espectro. —siguió Andrea.
       —Claro... entiendo... es obvio, tú tienes ese poder, así como Henry y Manuel tienen el poder de percibir las cosas después de que pasaron, tu puedes percibir la presencia de los espectros. —dice Eduardo.
Henry frunció el entrecejo desconcertado. —Es verdad. —susurro y volteo a mirar a Manuel, pensativo.
       —¿Qué pasó después? —preguntó Eduardo.
Henry volteo rápidamente mirando a Eduardo. —Bueno... terminamos confiando en lo que nos dijo Andrea y nos quedamos, fue ahí donde se nos apareció Juan Machete. —dijo.
       —Lo imaginé. —dijo Eduardo.
       —Pero no fue todo lo que apareció. —dice José.
       —¿De qué hablas? —pregunta Eduardo.
       —El Silbon también llegó al lugar. —dijo Manuel.
       —¿Qué pasó? —preguntó Eduardo.
       —No solo llegó para salvar a Juan Machete. —dice Manuel. —Sino que hasta tiene poder de velocidad. —agregó.
Eduardo se estremecio al escuchar. —¿Cómo? ¿Es un velocista? —preguntó haciendo eco.
       —Sí... Declan nos dijo que tuvo los poderes por el hechizo que me hicieron cuando me secuestraron. —dijo Manuel.
Eduardo lo miró frunciendo el entrecejo extrañado. —¿Declan? —preguntó.
       —Declan llegó allá y nos ayudó con los espectros. —contestó Henry.
       —Okey... —dijo Eduardo.
       —Declan dijo que ese día estaba atado por un hechizo, me dijo que ese era un hechizo de Sangre. —dice Manuel.
Eduardo trago grueso. —Es cierto. —dice Eduardo. —Ese era un hechizo de Sangre, el hechizo se llama Amarre Infernal y es un hechizo poderoso aunque se vea sencillo. —agregó.
       —Declan dijo que puede que eso fue lo que me quitó mis poderes y los transfirió a ese espectro. —dice Manuel.
       —Ciertamente ese hechizo de Sangre puede hacer eso... —dice Eduardo.
       —Espera, espera... —dice José interrumpiendo. —Lo que no entiendo es, ¿Cómo saben sobre ese hechizo? Si éste brujo... Antón, murió y según tú, el libro está en el Vaticano —pregunta dudoso.
       —Sabemos porque en esos tiempos, Antón no solo hechizó brujos para que lucharán en la guerra... —dice Eduardo. —Antón también tuvo brujos como esclavos, pero a esos no los hechizaba, los dejaba concientes, los usaba como sirvientes, pero sus esclavos no duraban mucho, los que les mostraban un mínimo de rebeldía les hacía un Amarre Infernal, luego lo hacía con uno de sus soldados y la energía que consumía del esclavo, lo expulsaba en el otro... y hacia trabajar al brujo hasta que moría. —siguio. —Cuando la guerra terminó y Antón murió, aún quedaban esclavos vivos, los que quedaron fueron liberados, les enseñaron a los suyos sobre algunos hechizos de Sangre, pero no los practicaban, temían convertirse en él, cuando la Legión trabajó con los brujos, Yanneth nos contó a Julián y a mí sobre esos hechizos, por esa razón sabemos cosas... no todo, pero algo al cual tener conocimiento. —agregó.
       —¿Hay alguna forma de resolverlo? —preguntó Manuel.
Eduardo lo miró en silencio. —Creo que lo que hizo Antonio al día siguiente... fue lo mejor que se pudo hacer. —contestó Eduardo.
       —¿No puede haber alguna forma para recuperar mis poderes? —preguntó Manuel un poco alterado.
       —Es brujería de Sangre Manuel, ningun brujo es capaz de practicarla, ni siquiera los de Oscuridad. —dice Eduardo. —Querer que se aplique ese hechizo a esa cosa y a tí para que puedas recuperar tus poderes... —dijo haciendo una pausa. —Lo siento, pero no, no me arriesgaré a que te pase algo peor. —agregó.
       Manuel lo miró desconcertado, lo que escuchó le quitó las palabras, un sentimiento desmotivador lo invadió, desvío la mirada hacia abajo, Andrea volteo a mirar a Manuel, le fue imposible no sentir empatía por él, Henry y José se mantuvieron en silencio dentro de un ambiente incómodo.
Manuel soltó un largo suspiro, asintiendo. —Esta bien... entiendo. —dice.
       —Manuel... —dice Andrea.
       —Está bien... está bien, lo entiendo. —dijo Manuel interrumpiendo.
       —Muchachos... —dice Eduardo. —Retomamdo la conversación, necesito decirles algo... anoche sentí la presencia de otro espectro, está cerca y tienen que prepararse. —dijo.
       En ese momento escucharon que tocaron la puerta, todos llevaron su atención hacia ella extrañados.
Henry volteo y miro a Eduardo. —¿Esperas a alguien? —preguntó.
       —No. —contesto Eduardo.
       Luego él paso entre los muchachos yendo hacia la puerta, al llegar se detuvo.
       —¿Quién es? —preguntó.
       —Señor Eduardo, somos Declan y Fergus, ¿Podemos hablar? —dijo una voz grave y amenazante.
       Eduardo frunció el entrecejo extrañado, abrió ligeramente la puerta asomando el ojo izquierdo, bajó la mirada y vio que eran los dos duendes frente a su puerta, luego terminó de abrir por completo.
       —Que extraño... normalmente no tocan la puerta. —dice Eduardo con ironía.
       —No venimos con motivos de investigación. —dice Fergus. —El Rey Rory solicita su presencia y la de Los Elegidos en el castillo. —dijo.
       Eduardo y los muchachos miraron extrañados a los duendes.
       —¿Nuestra presencia? —preguntó Henry retóricamente.
       —¿Para qué nos necesitan? —pregunta Eduardo.
       —Esa pregunta se las responderá el Rey en persona... así que porfavor, debemos irnos. —dice Fergus.
Eduardo lo miro seriamente. —Está bien. —dice.
       —Muy bien, ahora acerquense, nos teletransportaremos a La Puerta. —dice Fergus.
       —Aquí no. —dice Eduardo. —Pasen, lo harán adentro, evitemos exponernos a las personas. —agrego.
       —Está bien. —contesta Fergus.
       Los duendes pasan a la casa, Eduardo cerro la puerta, luego los tres se acercaron a los muchachos.
       —¿Cómo nos teletransportamos? —pregunta Eduardo.
       —Bien, unos coloquen sus manos en mi hombro y otro en los de Declan, el resto lo haremos nosotros. —dice Fergus.
       Manuel, Andrea y Eduardo colocaron sus manos en los hombros de Declan, mientras que Henry y José colocaron las suyas en las de Fergus, luego Fergus y Declan posicionaron sus manos, la izquierda delante de la derecha, las dos apuntando de lado contrario a la otra, los dedos índices, los del medio y anulares de cada mano estaban extendido, pero separados en continuidad, los meñiques y pulgares tenían las puntas juntas, formando un círculo, la misma manera que lo hizo Declan la noche anterior.
       —Teleportation. —dijeron los dos al mismo tiempo, luego Eduardo y los muchachos sintieron cómo una presión en sus pechos aumentaba, pequeñas chispas de luz aparecieron alrededor de ellos y solo en cuestión de un segundo aparecieron en La Puerta al reino de los duendes en medio de los árboles en el Ávila, la presión en los pechos de disipó y veían las chipas caer lento.
       —¿Ya llegamos? —preguntó Manuel estremecido.
       —Hemos llegado. —dijo Fergus.
       —Que rápido. —dijo José.
       En ese momento un pequeño niño de ojos azules salió de detrás de un árbol y caminó hasta ellos.
José se inclina y se acerca a Henry. —Es el niño mal criado. —dice.
       —Eamonn, el Rey ordenó la presencia de estos humanos en el castillo, debemos pasar. —dice Fergus.
       Eamonn los miró en silencio a cada uno, inexpresivo, luego da unos tres pasos hacia atrás de espaldas, estira su brazo derecho hacia atrás y con el dedo del medio tocó lo que se vio como una sábana translúcida que onduló desde donde tocó el dedo hasta los bordes, y el portal se iluminó, de un hermoso brillo azulejo, Eamonn se movió hacia la izquierda abriendo paso a los demás, éstos comenzaron a caminar hacia el portal, a medida que se acercaban Eamonn y José cruzaron miradas sin expresión y sin palabras, Fergus y Declan cruzaron primero el portal, seguido de Manuel, Andrea, Eduardo y Henry, solo fue hasta que José paso de frente con Eamonn, éste aparto la mirada y luego  cruzó por el portal, ya del otro lado, entraron a un denso y oscuro bosque, notaron un sendero entre árboles a los lados estos árboles cubrían hasta lo más mínimo, sin poder tener una visión de algo más allá y sus ramas y hojas cubrían toda posible luz que llegara a entrar, todos caminaban por el sendero, en un momento José volteo hacia el portal notando que éste también estaba entre dos árboles que se cruzaban, luego volteo al frente, más adelante vieron una luz brillante.
       —Hemos llegado. —dice Fergus.
Llegaron al final del sendero, saliendo del denso bosque, la luz del día los encandiló y delante de ellos había una entrada, un arco hecho de cortezas delgadas, del cuál pequeñas ramas salían de ella con hojas en las puntas, a los lados del arco estaba formada un muro hecho de ramas y hojas que ocultaba lo que había del otro lado, arriba del arco en la punta circular había algo escritos, “Bienvenidos al Reino Ávila”... cruzaron el arco y del otro lado vieron hermosas y medianas casas de madera con chimeneas, humo saliendo de éstas, duendes en cada rincón, todos del mismo tamaño, pero de distintas formas el piso hecho de piedras circulares, una gran utopía y más allá de las casas a lo lejos se veía el castillo, una fortaleza hecha de concreto, una gran fachada y tres torres de techo puntiagudo, la torre del medio era la más alta entre las tres.
       —Sean bienvenidos a nuestro reino, el Reino Ávila. —dice Declan.
       —¡Wao! —exclama Manuel. —Esto es increíble. —dice.
       —Es hermoso. —dice Andrea.
       —Nuestro reino fue creado por nuestros amigos brujos, es una especie de dimensión paralela, dentro de su mundo. —dice Declan.
       —Increíble. —dijo Henry.
       —Solo es magia. —dice Eduardo.
       —Exacto. —dijo Declan.
al caminar veían calles, distintas casas y puestos ambulantes con frutas, hortalizas y vegetales, duendes atendiendo tales puestos, pero a dónde ellos pasaban muchos de ellos los veían sorprendidos, otros estremecidos y murmuraba entre ellos.
       —¿Por qué nos miran así? —pregunta Henry.
       —Saben quienes son ustedes y más aún, saben quién es Eduardo. —dice Declan. —Lo miran  más a él. —agrego.
       —Demonos prisa, el Rey nos está esperando. —dice Fergus.

       Dentro del Templo Católico, en el confesionario se encontraba Julián, el confesionario está hecho de madera, en el medio una pequeña habitación individual con una silla y en ella se encontraba Julián, una puerta de pico triangular, a los lados paredes de madera de medio pico triangular, del otro lado de cada pared hay posa rodilleras y pequeños estantes a media estructura, seguidos de otras paredes de madera de medio pico triangular, a los lados de las paredes de la pequeña habitación hay ventanas con pequeños agujeros en forma de flores de cuatro pétalos, tapadas con cortinas moradas de tela gruesa del lado de Julián, del otro lado de la ventana a su derecha había un joven arrodillado, confesándose.
       —... no te preocupes hijo mío, Jesús busca de los pecadores para que se arrepientan y puedan ir a la vida eterna, por lo tanto yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, de Hijo y del Espíritu Santo. —dice Julián.
       —Amén. —contesta el joven. —Adios padre, muchas gracias. —agrego.
       —Dios te bendiga, hijo. —contesta Julián.
       Julián escucha que el joven se levanta y se aleja, en ese mismo instante otra persona ocupó el lugar.
       —Perdóneme padre porque he pecado. —dice la voz de un hombre.
       —Cuentame hijo, ¿Qué sucede? —pregunta Julián.
       —Padre, me siento en un dilema... —dice el hombre. —Es que estoy dentro de un grupo de la iglesia y... tengo un amigo en ese grupo, éste amigo mío cometió una falta grave y ahora está escondido... siento que lo estoy encubriendo, pero también quiero ayudarlo y no se que hacer. —siguio el hombre con un tono preocupante. —me siento en un dilema, no sé si deba decir dónde está o si debo protegerlo y no decir dónde está... —agrego.
       —Tranquilo hijo, comprendo y entiendo por lo que estás pasando. —dice Julián.
       —¿E... en serio, padre? ¿Me entiende? ¿Acaso usted a pasado por lo mismo? —pregunta el hombre.
       —Pasé por una situación similar, tambien con un amigo. —dice Julián.
       —Y... ¿Qué hizo usted padre? —preguntó el hombre.
       —Elegí proteger a mi amigo, supiera o no dónde esté... pero es difícil cuando sabes sobre una situación tan delicada... aún así la amistad es importante, pero también es importante hacer lo correcto. —dice Julián.
       —Y usted... ¿Quiere hacer lo correcto? —pregunta el hombre.
       —Si pudiera, lo haría. —contesta Julián.
       —Entonces hágalo padre... diga dónde está Eduardo. —dice el hombre.
Julián frunció el entrecejo confundido. —¿Qué...? en ningún momento te mencioné su nombre. —dijo.
Luego del otro lado se escuchó una suave risa nerviosa, pero a la vez irónica. —Eres muy persuasivo. —dice el hombre.
       Julián movió rápidamente la cortina viendo por la ventana, mirando al hombre del otro lado, reconociendo que era Rubén.
       —¿Rubén? —preguntó Julián retóricamente.
       —Hola. —contesta.
       —¿Qué hacés en mi confesionario? ¡¿Qué te pasa?! —exclama Julián.
       —¿Qué me pasa? —pregunta Rubén haciendo eco. —Me pasa que no quieres hacer lo correcto. —dice.
       —No me vengas con eso. —contesta Julián.
       —Fueron tus palabras. —dice Rubén.
       Julián se calló, lanzando una mirada asesina.
       —¿Dónde está? —pregunta Rubén.
       —No lo sé. —contesta Julián.
Rubén golpeó ferozmente el estante. —¡Deja de mentir! —exclamo replicante.
       Los dos se vieron sin decir otra cosa, pero sus miradas agresivas hablaban por ellos, luego Rubén se levantó del confesionario y se fue.

       Declan, Fergus, Eduardo y los muchachos entran a la cámara del Rey, una habitación enorme, el suelo hecho de cerámica blanca con un mosaico de rosas rojas, en el medio de la habitación hay una alfombra roja larga y ancha que comienza desde un metro y medio delante de la puerta hasta donde empieza el primer escalón que sube al trono del Rey, la pared de la izquierda tiene tres grandes ventanas, abajo cinco sillas de madera en fila con distancia de dos metros en cada una, en la pared de la derecha están colgadas un escudo de hierro en él está pintado un árbol frondoso, debajo dos hojas de trigo que suben a los lados del árbol y una corona encima del árbol, a un lado dos espadas cruzadas de modelo colonial, debajo también cinco sillas de madera en filas con la misma distancia de separación, frente a ellos está el Rey Rory sentado en su trono de oro y cojines rojos incrustados en el asiento y el respaldar, al lado del Rey está otro duende de pie, éste de piel blanca sin barba, vestía con camisa manga larga y pantalones de malla, la camisa constaba de tres botones dorados, zapatos de tela gruesa, roja con la punta enroscada y sombrero de cono, a medida que se acercaban, notaban que éste duende es de ojos oscuros y cabello negro y con una sonrisa en el rostro, el trono está sobre una superficie rectangular de tres escalones. Una vez cerca del trono Declan y Fergus se hincaron en una rodilla y agacharon la cabeza en reverencia.
       —Majestad. —dicen en coro.
       —Levantaos, caballeros. —dice el Rey.
       Declan y Fergus se levantan, luego se acercan al pie del escalón cada uno en los extremos de la alfombra y se voltearon de frente a Eduardo y los muchachos, luego Eduardo también se hinca en una rodilla y agachó la cabeza en reverencia, los muchachos lo miraron confundidos y se miraron entre ellos, Eduardo volteo y los miró, éstos cruzaron miradas con él, Eduardo les hizo seña desviando la mirada hacia abajo he inclinando la cabeza, luego los muchachos también se hincaron he inclinaron sus cabeza en reverencia.
       —Levantaos. —dice el Rey.
       Eduardo y los muchachos se levantaron, mirando al Rey los cinco sentía intriga y confusión a la vez.
       —Sean bienvenidos a nuestro reino, Eduardo, Elegidos, quiero presentarles a mi leal consejero. —dice abriendo la mano con la palma hacia arriba, señalando al duende a su lado. —Su nombre es Ciarán. —agrego.
Ciarán se inclina, haciendo una reverencia. —Es un placer conocer a los Elegidos de Dios y al humano que nos defendió en el pasado, y si me permiten doy gracias a la Naturaleza por darme una larga vida, para poder conocerlos a vosotros en persona. —dice sonriendo con ternura.
       —Es un placer. —dice Andrea.
       —Mucho gustó. —dice Manuel.
       Ciarán mostró otra sonrisa risueña al mirarlos.
       —Solicité vuestra presencia por dos motivos, la primera es conversar sobre los acontecimientos recientes, tengo entendido que mí segundo caballero real Declan, ha luchado en colaboración con los Elegidos. —dice el Rey. —¿Estoy en lo correcto? —preguntó.
       —Es correcto, majestad. —contesta Eduardo.
       —Tambien tengo entendido que, aunque los Elegidos han luchado y ganado victoriosamente contra los espíritus errantes... han ocurrido bajas antes de dichas batallas, sobre ciertos brujos de Luz. —dice el Rey. —¿También estoy en lo correcto? —preguntó.
Eduardo lo miró con seriedad. —Tambien está en lo correcto, majestad. —contesta.
       —Majestad, quiero decirle... —dice Henry.
       —¡Cuida tus modales, niño! —exclamó Fergus amenazante, interrumpiendo abruptamente.
       —Tranquilo Fergus. —dice el Rey. —Continúe, porfavor. —agregó dirigiéndose a Henry.
       —Está en lo correcto al decir que estos brujos murieron, pero... es difícil intentar anticipar los movimiento de Arioch, dado que los espectros son distracciones para nosotros. —dice Henry.
       —Comprendo y entiendo lo que usted me dice, Elegido... por esa razón, es que voy al segundo motivo. —contesta el Rey. —Encontramos en dónde se esconde el demonio. —dijo.
       Eduardo y los muchachos se estremecieron.
       —¿Qué...? —pregunta Eduardo, interrumpiendose a sí mismo.
       —Pero... ¿Cómo? —pregunta Henry.
       —Eso no es importante. —contesta el Rey.
       —¿Dónde se encuentra? —pregunta Eduardo.
       —En el mausoleo. —contesta el Rey.
       —¿El mausoleo? —preguntó Eduardo extrañado. —¿Habla del mausoleo del doctor Knock? —preguntó.
       —Es correcto Eduardo. —contesta el Rey.
       —Pero, ¿Por qué se escondería en un mausoleo? —pregunta Manuel.
Eduardo cerro los ojos con fuerza a la vez que suelta un quejido. —Porque ese es su siguiente movimiento. —dice.
       —¿De qué hablas? —pregunta Henry.
       —En ese mausoleo están los cadáveres que el doctor Knock momificó... —dice Eduardo. —Los va a devolver a la vida. —agrego.
       Los muchachos se estremecieron al escuchar lo que dijo.
       —Con más razón, debemos anticiparnos. —dice el Rey.
Eduardo miro al Rey frunciendo el entrecejo. —¿Piensa ir a buscarlo? —preguntó.
       —Asi es Eduardo, ordené preparar a mi ejército he ir a luchar. —contesta el Rey.
       —Con todo respeto majestad, si ya tiene planes de ir a buscarlo con un ejército... —dice Eduardo. —¿Por qué nos llamó? —preguntó.
el Rey miró a Eduardo seriamente. —Porque, aunque pienso que los Elegidos en realidad no han hecho nada, para solucionar estos estragos... vosotros también los estáis buscando y necesitaremos de sus habilidades para ganar esta batalla. —dice el Rey. —La verdad no me contenta hacer esto con vosotros, pero cómo le dije antes Eduardo... no pienso arriesgarme a perjudicar a mi pueblo. —dijo. —Espero que lo entienda. —agrego.
Eduardo cruzaba miradas con el Rey, luego asintió. —Sí, majestad, lo entiendo muy bien. —dijo.
       —Bien... —dijo el Rey. —A media noche llevaremos a cabo el ataque, les sugiero que se preparen. —añadió.
       Eduardo y los muchachos quedaron desconcertados, luego Eduardo miró al Rey, se inclino hacia delante haciendo una reverencia, se dió media vuelta y comenzó a caminar, pasando entre los muchachos, éstos lo vieron y le siguieron.
       —Eduardo... Eduardo, espera... —dice Henry acercándose al trote. —¿Qué vamos hacer ahora? —pregunta.
       —Ya oyeron al Rey, prepararnos. —contesta Eduardo.
       Llegaron a la puerta de la cámara, Eduardo tomó la perilla de la gran puerta de la derecha, halo, abrió y salió, los muchachos salieron detrás de él, siguieron por la derecha en el pasillo.
       —Espera, Eduardo... ¿Piensas hacerle caso a ese Rey? —pregunta José.
       Eduardo se detiene y los muchachos también, éste se voltea viendo a José, con el entrecejo fruncido.
       —No quiero hacerlo, pero tuvo razón en cosas que dijo... —dice Eduardo.
       —Entonces estás de parte de él. —dice José interrumpiendo con un tono arrogante.
       —No dije eso. —contesta Eduardo.
       —No, claro que no. —dijo José sarcásticamente a la vez que se alejó con tres pasos hacia atrás.
       —Eduardo no olvides que también percibiste la presencia de algo anoche. —dice Henry enfático.
Eduardo lo miró seriamente. —No se me ha olvidado, también pienso en eso. —dice un poco alterado.
       —¡Hey! —exclama Andrea. —Muchachos busquemos opciones, en vez de estar discutiendo. —dijo.
       En eso todos quedaron en completo silencio.
       —Lo que yo creo, es que si es verdad que ellos saben dónde está, entonces no podemos desaprovechar la oportunidad, tenemos que anticipar. —dice Eduardo.
       En eso se escuchó una de las puertas abrirse, éstos voltearon y vieron a Declan saliendo de la cámara del Rey y caminó hasta ellos.
       —Que bueno que siguen aquí. —dice. —Necesitamos hablar. —agrego.
       —Declan, ¿Tú encontraste dónde se esconde Arioch? —pregunta Henry.
       —No, yo no sabía nada de esto, también estoy sorprendido como ustedes. —contesta Declan.
       —¿El Rey tenia a alguien más buscándolo? —pregunta Eduardo.
       —No que yo sepa, no se de dónde obtuvo la información. —contestó Declan. —Él nos llamo a Fergus y a mi y nos ordenó buscarlos a ustedes, nada mas. —dijo. —Creo que es mejor que salgamos de aquí y hablemos fuera del castillo. —agrego.
       En eso todos prosiguieron el camino por el pasillo, al final doblaron hacia la derecha y bajaron por unas escaleras.

       Dentro de un sótano, se encontraba Julián, sentado en una silla de madera, leyendo el diario sobre la mesa, junto al diario había un gran frasco de vidrio, lleno de agua bendita, sumergida en ella estaba la daga, el frasco estaba sellado con una tapa de aluminio enroscada, Julián aparta la mirada del diario y se deja caer sobre el respaldar, llevándose las manos a la cara, rozando de arriba hacia abajo a la vez que suelta un suspiro, se estruja los párpados de los ojos con sus dedos y luego los aparta, lleva la cabeza hacia atrás mirando el techo, pensativo, luego se levanta, cierra el diario, se da vuelta camina hasta el bombillo y lo apaga quedando todo completamente oscuro, Julián busca en los bolsillos de su traje y saca una linterna, la enciende y camina hacia las escaleras y las sube, arriba oprime el botón en el techo abriendo el compartimento, la luz del otro lado entro desde la derecha, apagó la linterna y cuando el compartimento termino de abrirse, Julián salió, se dirigió hacia el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús detrás del escritorio, lo tomó y lo bajó, oprimio el botón en la pared, el compartimento se comenzó a cerrar y volvió a colgar el cuadro, luego se dirigió a la puerta, la abrió y salió.
       —Señorita Beatriz, ¿Tengo algo pendiente para el día de hoy? —pregunto Julián a la vez que cerraba la puerta.
       —Justo ahora tiene una importante reunión, jefe. —contesta la voz de un hombre.
       Julián se estremecio y se confundió al mismo tiempo, volteo y vio a Rubén sentado en la silla detrás del escritorio.
       —¿Dónde está...? —pregunta Julián.
       —¿Beatriz? —contestó Rubén, interrumpiendo abruptamente. —Tranquilo, le dije que fuera a la panadería, ella está bien. —agrego.
       —¿Ahora que quieres? —pregunta Julián.
       —Que bueno que lo preguntes porque, quiero preguntarte si, ¿Sabes algo sobre lo que paso anoche en Guárico, cerca de la hacienda de la Macarena? —dice Rubén.
       Julián frunció el entrecejo extrañado.
       —No, ¿verdad?... me lo imaginé. —dice Rubén. —Dejame informarte que en el lugar hay muchas marcas de una posible batalla, cosa extraña porque han aparecido marcas de batallas en distintos lugares últimamente y estoy comenzando a alterárme porque no se a que se debe. —dijo.
       —Si vienes aquí a preguntarme sobre si se algo sobre eso, de una vez te digo que no sabía nada. —contesta Julián.
Rubén lo miro y asintió, apartando la mirada. —Lo supuse... —dijo mirando a Julián. —Y supongo que, ¿Tampoco sabes sobre el carro que se cayó anoche por el voladero de la autopista Caracas-La Guaira? —pregunta.
       —¿Eso que tiene que ver? —preguntó Julián retóricamente, frunciendo el entrecejo extrañado. —No es raro que se caigan carros en esa autopista. —agrego
Rubén desvía la mirada asintiendo con incrédulidad. —Tal vez tengas razón. —dice.
       Se levanta y camina hacia Julián y se coloca de frente con él.
       —Tal vez ya estoy enloqueciendo, no se, pero... —dice sarcásticamente, interrumpiendose a sí mismo. —Estan pasando cosas muy extrañas Julián, y me están obstinado cómo no tienes idea, porque tengo a los altos mandos de la Legión llamándome todos los días preguntándome sobre lo que está pasando aquí y no se que decirles... —dice un poco alterado. —Y no he visto que tú hagas tus tareas extracurriculares cómo ex miembro de la Legión... —dijo con sarcasmo. —Ya me tengo que ir, pero si llegas a descubrir algo... se buen ex compañero y notifícame, adiós. —agrego.
       Luego Rubén paso por un lado de Julián, yendo hacia la puerta, Julián se quedó parado y soltó un profundo suspiro exasperante.

       Eduardo, Declan y los muchachos, están fuera del castillo, caminando por el reino.
       —El Rey no nos da motivos, ni nos explica porque nos da las órdenes. —dice Declan. —Nosotros solo acatamos y yá. —agrego.
       —¿Crees que sea verdad? —pregunta Henry.
       —Yo no me confiaría, pero... hay que aprovechar. —dice Declan.
       —Nosotros no tenemos suficiente tiempo. —dice Eduardo.
Declan volteo mirando a Eduardo confundido. —¿Qué quieres decir? —preguntó.
       —Que hay otro problema. —contesta Eduardo.
       —¿Otro problema? —pregunta Declan frunciendo el entrecejo extrañado.
       —Hay otro espiritu errante.—contesta Eduardo.
       —Pero Eduardo, sabes que son solo distracciones. —dice Declan.
       —Lo se. —contesta Eduardo. —Pero no podemos dejar a esa cosa vagando. —agrego.
       —¿Qué sugieres? —pregunta Declan.
       Eduardo guardo silencio de pronto, mirándolos a todos.
       —Dividamonos. —dice Andrea.
       En ese momento todos la miraron.
       —¿Dividirnos? —pregunta Eduardo confundido.
       —Unos vayan a luchar contra esta cosa, mientras que otros nos quedamos con ellos. —dice Andrea estirando el brazo, señalando el castillo.
       —No estoy seguro. —dice Eduardo.
Manuel lo mira sorprendido. —¿Por qué? —pregunta.
       —Es buena idea. —dice José.
       —A no ser que logren vencer a ésta cosa lo suficientemente rápido para poder llegar a pelear contra Arioch... —contesta Eduardo. —Entonces pueden hacerlo, pero sabemos cuál es la realidad. —agrego.
       —¡Coño, Eduardo! —exclamo José reprochante. —¡Puedes confiar en nosotros por lo menos una vez! —replico.
       Eduardo mira a José callado, luego desvía la mirada, se volteo dando cuatro pasos alejándose de ellos, José soltó un bufido exasperante, Henry camino detrás de Eduardo hasta alcanzarlo.
       —Eduardo... escucha... —dice Henry parándose frente a él. —La idea no es tan descabellada, se puede intentar... —dijo.
       —¿Es que no lo comprendes todavía? —pregunta Eduardo de forma capciosa. —No es bueno que ustedes se separen... si un par de ustedes llega a necesita al otro par, capaz después sea demasiado tarde. —agrego.
       Andrea mira a Henry y a Eduardo hablando apartados, sin lograr escuchar lo que dicen, Manuel se acerca a José.
       —José... porfavor debes calmarte un poco. —dice Manuel.
       —Manuel... —dice José histérico. —Llevamos literalmente un mes metidos en esto, desde que comenzamos a entrenar y ya me siento obstinado de todo ésto, solo quiero que se termine. —replico.
       —José, te comprendo, se lo que estás sintiendo, tampoco es fácil para mí, pero hay que intentarlo, lo que somos, lo que tenemos es un don de Dios, fuimos elegidos por él... —dice Manuel.
        —No Manuel... —dice José interrumpiendo abruptamente. —Solo tú piensas que esto es un don... —siguió. —Para mi esto es una maldición y lo que estamos haciendo es nuestro castigo. —agrego.
       José apartó la mirada, impotente, luego de un momento, Eduardo y Henry regresaron con los demás.
       —Haremos lo que dijo Andrea. —dice Eduardo.
       —¿En serio? —pregunto ella.
       —Sí, Henry y José irán con el espíritu errante, Manuel y Andrea se quedarán aquí. —dice Eduardo.
Declan levanta la mano. —Ahm... disculpa... —dice un poco apenado. —Yo voy con Henry y José, tal vez pueda ayudar. —dijo.
Eduardo lo miro seriamente, pensativo. —Esta bien. —dijo.
       Luego todos quedaron en un silencio incómodo.

       Las horas pasaron, hasta que se hizo de noche, todos se mantuvieron dentro del castillo, Declan, Manuel y Andrea van caminando por un pasillo.
       —Me di cuenta de que todos los habitantes aquí son duendes... hombres. —dice Andrea.
Declan desvía la mirada pensativo. —Sí... —dice.
       —Entonces... ¿Ustedes no tienen duendesillas? —pregunta Andrea con curiosidad.
       —¿Duendesillas?—pregunta Declan extrañado. —¿Hablas de duendes con una apariencia como la tuya? —pregunta.
       —Exacto. —contesta Andrea.
       —No, solo existe un género de duendes. —dice Declan.
       —Entonces... ¿Cómo se reproducen? —pregunta Manuel.
       —Bueno... entre nosotros no practicamos acto sexual, como lo conocen ustedes los humanos. —dice Declan.
       —¿Cómo nacen? —pregunta Andrea.
       —Okey... —dice Declan. —Nosotros somos creados por la Naturaleza, ella nos forma, luego de eso prácticamente... nacemos igual que ustedes y tenemos un periodo de crecimiento... hasta el tamaño que ya conocen. —dice Declan.
       Luego en una esquina doblaron hacia la derecha y allí, entraron a otro pasillo, a la izquierda la pared tenía ventanas grandes y anchas de punta triangular, pero no tenían vidrios, de frente se encontraron con Eduardo, Henry y José, que venían en sentido contrario.
       —Hola. —dice Manuel mostrando una sonrisa.
       Eduardo mirándolo asintió, Henry le devolvió la sonrisa.
       —¿Cómo les va? —preguntó.
       —La verdad muy informativo. —contesta Manuel.
       —La naturaleza de los duendes es muy interesante. —dice Andrea.
       —Si, son todos de un mismo sexo y nacen de forma extraña, gran cosa. —dice Eduardo sarcásticamente. —Necesito saber, ¿Están listos? —pregunta.
       —Sí Eduardo, estamos listos. —contesta Andrea.
Eduardo la mira y asiente. —Bien. —dice.
       En ese momento de la esquina detrás de Manuel, Declan y Andrea, salió Fergus, viéndolos.
       —Por fin los encuentro. —dijo caminando hacia ellos.
       Todos dirigieron su atención hacia él, Fergus llegó hasta ellos deteniéndose en frente.
       —Las tropas están listas, el Rey ordena que se preparen, se acerca la hora. —dice, luego se dió vuelta y se fue doblando otra vez por la esquina.
       —Bien, este es el momento, nos tenemos que ir. —dice Declan.
       Luego todos por la misma dirección que Fergus doblando por la esquina.
       —Primero iremos donde está la tropa. —dice Declan.
       —Dejando que nos vean. —dice Eduardo.
       —Exacto... —contesta Declan. —Después Henry, José y yo nos escaparemos sin que se den cuenta. —dijo.
       —Nosotros nos quedaremos, así que mas les vale volver a tiempo. —dice Eduardo, de forma insolente.
       Todos bajaron por unas escaleras hasta llegar al jardín del castillo, atravesaron siguiendo un camino ondulado, al salir de allí doblaron hacia la derecha encontrándose con la tropa más adelante, se acercaron a la multitud, duendes llevaban sus trajes azules parecidos a los abituales, pero sin los botones, llevaban bordado el símbolo del escudo de la cámara del Rey, la tela de éste traje estaba reforzado de un material tan grueso y fuerte; llevaban espadas enfundadas colgadas de una correa en la cintura, iban en todas direcciones, otros intentaban domar unos caballos, a lo lejos vieron al Rey observando a la multitud, no traía su capa encima ni la corona, llevaba una correa en la cintura con una espada envainada, Fergus hablaba a gritos, dando órdenes, Eduardo y los muchachos notaron que el Rey los encontró con la mirada, luego éste es interrumpido por Ciarán acercándose a murmurarle algo en el oído.
       —Rapido, está distraído. —dice Eduardo.
       Declan, Henry y José, se apartaron, dándose vuelta, alejándose de los demás, caminando aceleradamente a pasos agigantados, ellos regresaron al jardín.
       —¿Cómo vamos a salir? —preguntó José.
       —Pongan sus manos en mis hombros. —dice Declan.
       Henry y José colocaron sus manos en cada hombro.
Declan junto las manos. —Teleportation. —dijo.
       En ese momento los tres se teletransportaron a La Puerta dentro del bosque, Henry y José miraron a su alrededor confundidos.
       —¿Dónde estamos? —pregunta Henry.
       —En La Puerta que sale al Ávila. —contesta Declan.
       —¿Por qué estamos aquí y no afuera? —pregunta José.
       —La Puerta no me permite salir usando magia, puedo acercarme, pero se debe cruzar de la forma tradicional. —contesta Declan.
       Los tres cruzaron La Puerta, saliendo a la montaña, luego bajaron apresurados, una vez lejos de La Puerta se detuvieron.
       —Bien, sus manos en mis hombros. —dice Declan.
       Henry y José, volvieron a colocar sus manos en los hombros de Declan.
       —¿Recuerdas dónde ir? —pregunta Henry.
       —Sí. —contesta Declan, luego junta las manos. —Teleportation. —dijo.
       Luego los tres se teletransportaron y llegaron al segundo puente de la autopista Caracas-La Guaira, luego Henry caminó de prisa hacia la barrera del puente dónde chocó el auto, echando un vistazo al voladero, pero allí vio que el auto ya no estaba, luego se alejó dando dos pasos hacia atrás, José y Declan llegaron más atrás.
       —Henry, ¿Qué pasó? —pregunta Declan.
       —Es que... sentí la fuerte sensación de lo que pasó y quería ver si encontraba algo. —dijo.
       —Entonces de verdad aquí pasó algo. —dice José.
       —Exactamente. —dice una voz detrás de ellos.
       Los tres se voltearon y vieron del otro lado de la carretera a Arioch.
       —Es él. —dice Declan.
       —¿Creí que vendrían los cuatro? —dijo Arioch retóricamente.
       —Nosotros seremos suficientes. —contesta José con arrogancia.
Arioch miró a Henry, ignorando por completo a José. —Anoche cuando te dije que vinieran... me refería a que vinieran los cuatro. —dice.
       Henry se estremecio, su corazón comenzó a acelerarse, tragando grueso, José frunció el entrecejo confundido y miró a Henry.
       —¿Anoche? —pregunto.
       Henry cruzo miradas con él, sin saber que decir.
       —¿Qué quiso decir con eso? —pregunta José.
       Henry lo seguía mirando sin decir nada, desvío la mirada y José miró a Arioch de vuelta.
       —¡¿Qué es lo que pasa?! —exclama José irritado.
       —José... —dice Henry.
       José clavó su mirada en Henry.
       —Anoche... me encontré con él. —dice.
       —¿Cómo que se encontraron? —pregunta José. —¿Acordaron...? —siguio.
       —No... nada de eso. —contesta Henry.
       —Entonces explícame, porque no estoy entendiendo. —reprocho José.
       —Anoche vine porque sentí algo cuando llegamos a Caracas, después que me despedí de tí, lo de anoche me guío hasta aquí, y conseguí un carro prendido en fuego al fondo del voladero. —dice Henry. —Luego él llegó... —dijo señalando a Arioch. —Tuvimos una corta conversación. —agrego.
       —¿No nos pensabas decir algo de eso? —pregunta José.
       —José no creo que sea el momento de hablar de esto. —dice Henry.
       —¿No crees que estás olvidando algo? —dijo Arioch.
Henry le lanzó una mirada amenazante. —No... no olvidó nada. —contesta Henry.
       —¿Estas seguro? —pregunta Arioch retóricamente. —Porque yo no olvido nada y... recuerdo que no estabas solo anoche. —dijo.
       Declan y José miraron a Henry extrañados, mientras que Henry miraba a Arioch fijamente.
       —Yo recuerdo que estabas bien acompañado, si... ¿Cómo se llama la chica que está con ustedes? —dice Arioch con ironía.
       —¿Andrea? —pregunta José.
       —¡Claro!... Andrea... —dice Arioch.
José miró a Henry. —¿Estuviste aquí con ella? —preguntó.
       —Ella llegó porque percibió la presencia de algo o alguien aquí, eso fue todo. —contesta Henry algo alterado.
       —¡¿Qué coño te pasa...?! —exclama José alterado, callandose a si mismo, desviando la mirada y volviendo a ver a Henry. —Luego hablaremos de esto. —dice.
       Luego los tres miraron hacia donde está Arioch y éste ya no estaba.
       —Perfecto. —dijo José sarcásticamente.
Henry miró a José por unos segundos. —José, esto todavía no se termina... —dice.
       —Callate... —contesta José interrumpiendo y señalandolo sin verlo. —Simplemente no se que... coño... les pasa a ustedes. —dice volteando a mirar a Henry. —Omiten cosas y como dije antes, ya estoy arto de todo ésto. —dijo. —Si llega a aparecer la cosa que sea que está por aquí, la mataré, iremos con los demás y todo esto terminará. —agrego con énfasis.
       Luego un silencio peculiar invadió el ambiente, de pronto los tres sintieron una sensación extraña, cómo si alguien los viera, los vellos de Henry se erizaron, su corazón se aceleró, volteo a mirar a José y este cruzo miradas con él, luego los dos se voltearon lentamente, pero no vieron nada, había mucha oscuridad a lo lejos, Henry se volteo de nuevo y no vio nada del otro lado de la carretera, pero justo en eso tuvo la sensación de que había algo a su izquierda, entonces comenzó a voltear, encontrándose con un velo de novia, sin lograr distinguir el rostro del otro lado, Henry soltó un grito ahogado, congelado ante lo que vió, la miró por unos segundos, su corazón latía tan rápido que temía sufrir un infarto a la vez sentía que pasaron minutos mirando el velo. De pronto aquel espectro soltó un fuerte grito, haciendo retroceder a Henry, José lo atajo tomándolo de la espalda.
       —¡¿Qué paso?! —exclamo José. —¿Y ese grito? —preguntó.
Henry volteo y miro a José. —¿No la viste? —preguntó alterado.
       —¿Ver qué? —pregunta José.
       Henry miró hacia donde vio el espectro, pero no había nada.
       —Habia una mujer con vestido de novia ahí, ¿No la viste? —dijo Henry.
       —No, no vi nada. —dice José.
Henry miró a Declan. —Declan... —dice.
Declan movió la cabeza en negación. —Tampoco ví nada. —dice.
       Henry los miraba confundido, preguntándose... ¿Por qué ellos no la vieron?... no entendía lo que pasaba, luego José miró más allá de Henry, frunciendo el entrecejo.
       —¿Qué es eso? —preguntó.
       Henry se volteo rápidamente, viendo a lo lejos un faro de carretera, su luz titilaba con rapidez y dónde alumbraba, estaba la silueta de una mujer con un vestido de novia, blanco, parada en plena carretera, Henry, Declan y José quedaron estupefactos ante lo que veían, luego en cuestión en uno de esos parpadeos, el espectro desapareció, la luz del faro quedo fija, luego el faro que ilumina dónde ellos están, se apagó y en cuestión de segundos se volvió a encender, apareciendo el espectro delante de ellos, volteada a la derecha, los tres se alarmaron, luego el espectro levantó las manos, tomo el velo y lo levantó, descubriendo su rostro, pero ninguno de lo tres podía verla bien, solo su mejilla derecha, su piel blanca, luego el espectro comenzó a levitar, elevándose unos tres metros, luego se volteo lentamente, Henry, Declan y José, veían cada característica de su rostro, con labios negros y delgados, sus ojos eran tan blancos que solo la pupila se notaba, un rostro inexpresivo y una mirada perdida, los tres la miraban confundidos, de pronto ella abrió un poco los brazos y con ellos las manos, de pronto una extraña brisa comenzó a ondear el vestido, al igual que el velo se levantaba y su cabello negro y lacio y de forma sorpresiva con un fuerte grito, sus ojos se pusieron completamente negros, con venas formadas alrededor a la vez que expulsó una fuerte onda, empujando a los tres ferozmente cayendo en el pavimento, estos se levantaron buscando al espectro, cuando la vieron, el espectro levantó los brazos, formando dos esferas de energía en sus manos y con ferocidad extendió los brazos expulsando dos ráfagas de energía hacia ellos Henry y José rápidamente alzaron el vuelo, Henry hacia la derecha y José a la izquierda, Declan comenzó a correr hacia atrás, el espectro dejo de expulsar la ráfaga, transformándose en un humo negro, yendo rápidamente hacia Henry, se colocó justo en frente de él, deteniendolo al instante, tomando a Henry de los hombros, lo empujó hacia atrás, comenzando a caer en picada hasta arremeterlo con fuerza contra el pavimento, en eso Henry un poco adolorido la miró, con sus ojos completamente negros, el espectro abrió la boca, estirando la mandíbula de una manera inhumana, soltando un fuerte grito, de pronto José llegó a ellos propinando una fuerte patada al espectro haciéndola volar lejos.
José miró a Henry. —¿Estás bien? —preguntó.
       —Si... estoy bien. —contesto Henry.
       José asintió, luego en ese momento el espectro regresó rápidamente llevándose a José por delante, saliendo del puente, el espectro lo empujaba, José echo la cintura hacia atrás, recogiendo las piernas y con fuerza le propinó una patada al espectro, empujándola con fuerza logrando zafarse de ella, después José extendió el brazo derecho con la mano abierta formando en ella una esfera de energía verde y rápidamente la expulsó, al chocar con ella éste explotó, el espectro salió del denso humo de la explosión, luego sorpresivamente salió José, directo al espectro con el brazo derecho hacia atrás y la mano empuñada, le propinó un fuerte golpe al espectro en el rostro, volandola lejos, cayendo de regreso al puente, José fue hacia ella cayendo en picada, el espectro de La Novia se transformó en un humo negro apartándose rápidamente, José cayó en el pavimento, se levantó mirando hacia todas direcciones, buscándola.
       —¿Dónde está? —preguntó.
       Henry y Declan también la buscaban con la mirada, de pronto ella apareció detrás de José, éste sintió como una sensación escalofriante recorrió su espalda, erizando sus vellos.
       —¡José, detrás de ti! —exclamó Henry.
       José se volteo estremecido, viendo el rostro pálido de aquella Novia y sus ojos escalofriantes fijos en él, el espectro levantó su brazo izquierdo, rodeando a si misma, le propinó una fuerte bofetada a José, alejándolo de ella, Declan desenvaino su espada y corrió hacia ella, blandio la espada por la mitad del cuerpo del espectro, pasando de largo, Declan al voltearse vio que no le hizo nada al espectro, ésta seguía pulcra y en pie, La Novia levantó la mano izquierda en dirección a Declan y de ésta expulso una fuerte onda expansiva que choco contra Declan llevándolo por delante, Henry miraba al espectro con detalle, observando que ella mantiene su mirada penetrante, fija en el horizonte, en silencio emanando una sensación tan escalofriante que Henry titubeaba, un extraño miedo lo invadió, impidiéndole caminar o moverse, completamente congelado solo la miraba, de pronto el espectro se transformó en el humo negro yendo hacia arriba, Henry la persiguió con la mirada y de forma sorpresiva aquel miedo se disipó, Henry comenzó a caminar hacia donde estaba el espectro, se detuvo a medio camino observando a todas direcciones, pero no la hallaba, levantó la mirada al cielo y no la encontró, luego bajo la mirada poco a poco delante de él, viendo a lo lejos las luces de los faros iluminando un pequeño tramo de la carretera, la sombra de las montañas que rodean, luego llevó su mirada a la derecha, viendo aquel horizonte oscuro, después volteo a la izquierda.
       —¡¿Por qué no me llevas?! —grita el espectro de sorpresa, con una aguda voz femenina espeluznante, acercándose a él con pasos agigantado y los brazos extendidos hacia delante para agarrarlo.
       Henry aterrorizado dió pasos hacia atrás, levantó su mano derecha, expulsado una esfera de energía amarilla hacia ella, pero el espectro se transformó en el humo negro evadiendo la esfera siguiendo ésta de largo, Henry tropezó y cayó, levantó la cabeza buscando la esfera, ubicandola lejos de él, levantó la mano y la empuñó haciendo que la esfera explotara, Henry se levantó rápidamente buscando una vez más al espectro, de pronto el humo negro se acercó, transformándose de nuevo en la mujer con vestido de novia propinandole un golpe en el rostro, Henry se alejo y el espectro lo siguió dispuesta a propinarle otro golpe, Henry levantó su brazo derecho y expulsó una llamarada de fuego que quemó al espectro, haciéndola retroceder soltando gritos de dolor, Henry siguió y con los antebrazos en llamas le propinó un golpe en el rostro al espectro con la derecha, luego siguió con la izquierda, seguido con otro golpe en la costilla, haciendo que ésta se inclinaría hacia delante, tomándola de la cabeza, jalando y arremetiendo contra su rodilla, el espectro se levantó del golpe, Henry iba hacia ella con el brazo derecho hacia y la mano empuñada, fue a propinarle un golpe y justamente en el momento que iba a tocarla, se volvió a transformar en el humo negro, moviéndose rápidamente detrás de Henry, ahí volvió a su forma original, tomó a Henry de la cabeza y con fuerza lo abalanzó y lo arremetio contra el pavimento, Henry se levanta ayudándose con las manos, levanta la cabeza y de pronto recibe una fuerte patada en el mentón que lo empujó hacia atrás, callendo de espalda, Henry se llevó la mano izquierda a la boca, cubriéndose, con la otra mano se ayudo arrastrándose hacia atrás solo dos pasos y se detuvo, aparto la mano de su boca soltando un escupitajo de sangre, luego miró al espectro frente a él, ella baja la cabeza despacio clavando su mirada escalofriante en Henry, él cruzó su mirada con la de ella, hizo un trago grueso de saliva, el espectro levantó su mano izquierda apuntando a Henry, de ésta formó una esfera de energía roja, de pronto una mano rápidamente tomó al espectro desde la derecha por el mentón y otra se posicionó en la nuca, rápidamente le torcieron el cuello al espectro, la esfera se desvaneció, la cabeza trono tan fuerte que la cabeza quedó mirando hacia atrás, Henry se estremecio, el cuerpo del espectro cayó de rodillas y luego hacia delante, Henry vio el cuerpo en el suelo estupefacto, luego levantó la mirada y vio a José frente a él.

       Eduardo en el reino de los duendes entre el bullicio de las tropas, está sentado sobre un cajón de madera con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas, con la cabeza inclinada y la frente apoyada en las manos, con los ojos cerrados, Manuel y Andrea se acercaron a él.
       —¿Lograste percibir algo? —pregunta Andrea.
Eduardo abrió los ojos a la vez que se separaba de sus manos, volteando a mirarla. —No... no logro percibir nada. —dice.
       —Yo tampoco logro percibir ni a Henry ni a José y tampoco a quien se estén enfrentando. —dice Andrea.
       —Creo que es esa Puerta, ese portal mágico obstruye que podamos percibir lo de afuera. —dice Eduardo.
       —Eduardo, tu puedes ver lo que percibes ¿No?... ¿Qué viste? —pregunta Manuel.
       —Tengo sospechas. —dice. —Y si el lugar que ví, es el que creo puede que el espectro sea... La Novia de la Guaira. —siguió.
       —Y... ¿Esa quién es? —pregunta Manuel.
       —Hace aproximadamente setenta años, cuando aún no existía la autopista Caracas-La Guaira, la única vía de comunicación era la carretera vieja... una joven llamada María José Cárdenas estaba por casarse, el día de la boda, ya vestida de novia y lista para ir al altar, fue a tomar un taxi que la llevara hasta Caracas. El taxi se descompuso y María decidió pedir a algún viajero que la ayudara. Con suerte alguien se detuvo y se ofreció a llevarla, pero el tipo estando borracho, tuvieron un accidente en una curva y murieron los dos. Desde entonces contaban los conductores que en las noches ella se aparecia en la carretera pidiendo que la lleven. Se dice que si la llevas, al pasar por el lugar del accidente, ella dice, “Aquí me maté yo” y desaparece. Provocando terror y accidentes en los conductores borrachos. Se cuenta también que si el conductor está sobrio, le deja unas flores donde iba sentada. Por otro lado si se le niega llevarla, se aparece más adelante preguntando “¿Por qué no me llevas?”, produciendo en la mayoría de los casos graves accidentes. —dijo Eduardo.
       —¿Entonces, piensas que es ella? —pregunta Andrea.
       —Es el único espíritu errante que se me viene a la mente. —dijo Eduardo. —Pero hay algo que me parece extraño. —agrego.
       —¿Por qué? —pregunta Manuel.
       —Porque el lugar que ví es la autopista, y ella solo se aparece en la carretera vieja. —dijo Eduardo pensativo.
       En ese momento Fergus llegó agitado.
       —El Rey solicita verlos ahora. —dice reprochante.
       Eduardo lo miró, Manuel y Andrea cruzaron miradas, luego Fergus se dió vuelta y se fue, Eduardo, Manuel y Andrea lo siguieron, pasando entre los duendes ellos tres lograban ver al Rey en dónde estaba sentado junto con Ciarán a medida que se acercaban, hasta que llegaron quedando frente a frente con el Rey.
       —Llevo un rato queriendo saber, ¿Dónde están Declan y los otros dos Elegidos que faltan? —pregunta el Rey.
       —Están en una misión. —contesta Eduardo.
       —¿Qué misión? —pregunta.
       —Majestad, otro espíritu errante causo otra tragedia, ellos fueron para... —dice Eduardo.
       —Solo falta media hora para que las tropas salgan. —dice el Rey interrumpiendo abruptamente. —Y ellos acuden a otra distracción. —agrega con ironía.
       —Majestad, se lo que implica, pero no podemos dejar a ese espíritu merodeando, se que ellos podrán vencerlo rápido y volver solo pido un poco de su paciencia porfavor, ellos volverán. —dice Eduardo.
       El Rey guardo silencio por unos segundos. —Las tropas ya están listas, les daré el tiempo que resta, si ellos no llegan, igual mis tropas y yo saldremos por el demonio. —dice.
       Eduardo asintió, se dió media vuelta y se alejo, Manuel y Andrea lo siguieron.

       Henry se levantó rápidamente mientras veía a José estupefacto, éste cruzo miradas con él sin decir una palabra.
José rodeo el cuerpo sin quitar la mirada en Henry, se detuvo frente a él. —Se acabo. —dijo, aparto la mirada y siguió.
Henry frunció el entrecejo extrañado, siguiendo a José con la mirada. —Yo no lo creo. —dice.
       José se detuvo y se volteo mirando a Henry.
       —Opino lo mismo. —dice Declan acercándose a ellos.
José lo vé. —¿Qué...? ¿Por qué? —pregunta confundido.
       —José, sabes perfectamente que de esta forma jamás van a morir. —dice Henry caminando hacia él.
       —Tú mismo lo escuchaste... —reprocha José señalando el cuerpo. —El cuello le trono. —agrego.
       —Eso no significa que esté muerta. —replica Henry.
       —¿Entonces no está muerta? —reprocha José cómo una pregunta capciosa.
       —José tampoco es para que te pongas así. —dice Henry.
       —Es que si me estás diciendo que no está muerta, entonces voy y la termino de matar. —contesto José sacasticamente.
       Éste va hacia el cuerpo de La Novia y al mirar se detiene repentinamente estupefacto, Henry y Declan se voltearon, Henry miró a José y luego delante de él, viendo a La Novia de pie frente a ellos con la cabeza hacia atrás, todos estaban estupefactos, sin decir una palabra, en eso La Novia se dió vuelta lentamente quedando de espaldas, la mirada perdida y la boca un poco abierta, de pronto el espectro los miró, José, Henry y Declan se estremecieron, llevando sus cabezas un poco hacia atrás de la sorpresa, luego el espectro levantó sus manos tomando con la izquierda el lado izquierdo de la cabeza y con la derecha el otro lado y comenzó girar, con cada movimiento sus huesos tronaban con fuerza, tanto que los demás lo podían escuchar, el espectro completó la vuelta de su cabeza y la enderezó, luego ella comenzó a levitar, elevándose en el aire, Henry, José y Declan la siguieron con la mirada hasta que se detuvo lo suficientemente lejos de ellos, justo en ese momento ella comenzó a retorcer su cuerpo, sus huesos sonaban con cada brusco movimiento, su piel se oscureció, sus extremidades se estiraron, al igual que sus dedos y sus uñas se afilaron, su cuerpo cambio rotundamente y se encorvó, luego se volteo soltando un fuerte grito chillón, mostrando un rostro oscuro y alargado, de ojos grandes y negros, su boca se abría de una forma inhumana y después de eso ella fue hacia José en picada, éste al darse cuenta rápidamente da un salto hacia atrás esquivando al espectro, ésta cayó con fuerza sobre el pavimento levantando escombros, polvo y un denso humo, Henry, José y Declan observaron atentos, de pronto de aquel humo salió el espectro corriendo en cuatro patas hacia Henry, éste rápidamente extendió sus brazos con las manos abiertas expulsando dos llamaradas de fuego y antes de que pudieran tocar al espectro ésta se transformó en el humo negro y rápidamente se movió y se colocó de cabeza encima de él volviendo a su forma anterior, lo tomó de la cabeza, lo abalanzó hacia arriba y lo lanzo lejos, luego el espectro se volvió a transformar en el humo negro moviéndose rápidamente hacia José, volvió a su forma anterior y le propinó un golpe en el rostro a José volandolo lejos, luego se dirigió hacia Declan quedando de frente con él, lo tomó de la cabeza y soltó un grito chillón, Declan miró los grandes y profundos ojos negros del espectro y rápidamente desenfundó su espada y la clavó en el costado haciendo que ella detuviera su grito, bajo la cabeza mirando la hoja de la espada clavada en ella y la mano de Declan sosteniendo el mango de la espada, subió la cabeza y lo miró, luego movió su mano derecha hacia la nuca lentamente y aparto la otra, lo sostuvo con fuerza y lo alzó haciendo que soltara la espada, luego con fuerza lo arremetio contra el pavimento, seguido de cuatro veces más, lo soltó, tomó el mango de la espada y la saco de su costado, colocó la espada con la hoja hacia abajo dispuesto a clavarla en Declan, pero justo en ese momento una esfera de energía chocó contra ella explotando al instante haciendo que ella soltara la espada y ésta voló lejos, el espectro volteo y vio a Henry yendo rápidamente hacia ella con el brazo derecho hacia atrás y la mano empuñada, Henry le propinó un fuerte golpe en la cara volandola lejos, cayó y se arrastró, al detenerse se levantó, se inclino un poco tomando impulso para alzar el vuelo y en ese momento dos montículos de pavimento la tomaron de las muñecas, el espectro volteo y vio a José con los brazos extendidos y tensos hacia ella, bruscamente las bajo y los montículos bajaron, halando los brazos hacia atrás, Henry comenzó a caminar hacia La Novia con pasos agigantados y ella soltando un grito chillón expulsó una fuerte onda expansiva, rompiendo los montículos de concreto, José se estremecio se agachó y enterró sus manos en el concreto y tapó sus pies formando dos pequeños montículos, baja la cabeza y la onda choca contra él moviendolo un poco, Henry se detuvo de pronto, se dió la vuelta y comenzó a correr al llegar donde estaba Declan tirado, lo tomó, lo levanto y alzó el vuelo alejándose de la onda, ésta se disipa, José levanta la cabeza y lo primero que ve es al espectro frente a él, en eso ella extiende su brazo derecho con la mano abierta hacia José, de ésta formó una esfera de energía roja y la expulsó, explotando al chocar con José. Henry se detuvo y se volteo, notando que la onda expansiva se había disipado, viendo al espectro dónde estaba José cubierto con un humo negro denso, Henry se estremecio, luego miró a Declan inconsciente, lo puso boca arriba y le comenzó a dar bofetadas.
       —Declan despierta... vamos, Declan despierta... —dice insistente. —¡Despierta! —exclamo al darle una fuerte bofetada.
       Declan despertó, Henry sonrió aliviado, Declan lo miró y luego desvío la mirada quedando estupefacto soltando un grito ahogado, Henry se extrañó y curioso volteo viendo justo frente a él el rostro oscuro y tétrico del espectro, mirándolo fijo con esos grandes y profundos ojos negros.

       Eduardo se encuentra angustiado e inquieto.
       —¿Qué están haciendo?... ¿Por qué tardan tanto? —susurra Eduardo impaciente.
       —Eduardo... —dice Andrea al mirarlo. —Tienes que calmarte, ellos vendrán. —dijo calmada.
       Eduardo desvía la mirada soltando un suspiro exasperante, en eso Manuel mira al Rey y ve que éste se levanta moviendo los labios diciéndole algo a Fergus, luego se da vuelta y comienza a caminar.
Manuel le da unas palmadas en el brazo a Eduardo. —Algo pasa. —dijo.
       Eduardo se volteo.
       —¡Ah moverse, rápido! —exclamo Fergus a gritos, luego va detrás del Rey.
       —¿Que...? —dice Eduardo.
       A pasos agigantados va hacia el Rey, Andrea y Manuel lo siguen detrás.
       —Majestad... majestad... —dice Eduardo acercándose. —No puede irse todavía. —dijo.
       —Ya paso el tiempo Eduardo, aguarde suficiente. —dijo el Rey. —Le dije que si no llegaban a tiempo me iría con mis tropas. —recalco.
       —Majestad, con todo respeto, tal vez deba aguardar un poco más mientras... —dice Ciarán.
       —¡Ciarán! —exclama el Rey en voz alta, interrumpiendo abruptamente.
       —Si, majestad... —dijo Ciarán bajando la cabeza.
       —Como dije antes... —dice el Rey volteandose a mirar a Eduardo. —Ya aguarde suficiente. —enfatizó.
       Luego él Rey se volteo y con ayuda de otros duendes al hacer un soporte entrelazando sus brazos, apoyó su pie subiendo hasta montarse en un caballo, igual hicieron con Fergus.
       —Majestad, con todo respeto... —dice Andrea.
       —Elegida... —dice el Rey interrumpiendo abruptamente y sin mirarla. —Con todo respeto... —siguió, volteando a mirar a los tres indiferente. —Si vosotros queréis, podéis venir y atacar éste problema desde la raíz... o podéis seguir perdiendo el tiempo aguardando hasta que ellos lleguen. —dijo. —Vosotros decidís. —agrego.
El Rey echó andar su caballo. —Ciarán, tú te quedas en el castillo. —dijo.
       —Como ordene majestad. —contesto Ciarán inclinándose haciendo una reverencia.
       Detrás del Rey iba Fergus en su caballo mientras que Eduardo, Andrea y Manuel los veían alejarse, Eduardo alterado se llevó la mano a la cabeza.
       —Eduardo... por más que ahora no me guste darle la razón al Rey, creo que deberíamos ir con ellos. —dice Andrea. —No podrán solos contra Arioch, nos necesitan... —dijo. —Si Henry, José y Declan logran matar a ese espectro, nos buscarán, no hay de que preocuparse. —agrego.
       Eduardo soltó un suspiro y asintió.
       —Ahm... disculpen... —dice Ciarán acercándose. —Si me permiten, pienso que la señorita tiene razón, mi Rey es muy orgulloso, pero hasta yo sé que sin ustedes... esa batalla terminará con un derramamiento de sangre de mi pueblo. —dijo con preocupación.
       —Está bien. —dice Eduardo. —Vamos con ellos. —agrego.
       En eso Eduardo, Andrea y Manuel se fueron siguiendo a las tropas.

       Henry cayó en picada junto con Declan, antes de llegar a la base de una de las montañas que rodean la autopista, Henry lanzó a Declan, cayendo éste sobre el pavimento y Henry arremetido sobre la montaña levantando polvo y tierra del fuerte golpe, formando un agujero en la montaña, en eso el espectro cayó encima de Henry y éste soltó un grito ahogado, luego ella comenzó a propinarle golpes en el rostro repetidas veces. Declan se levantó apoyándose de sus brazos, con la respiración agitada se volteo viendo el brutal escenario, luego viendo hacia el otro lado buscó con la mirada hasta que a lo lejos después del puente encontró su espada, respiró profundamente y comenzó a correr hacia la espada. Henry seguía recibiendo golpes del espectro tanto que de su boca escupía sangre, moretones y rasguños se habían formado, sentía que su cuerpo se debilitaba creyendo que no iba a poder continuar la lucha, pero en eso, en sus pensamientos se cruzó el rostro de Andrea, seguido el de José y por último Manuel y de reojo veía el oscuro y tétrico rostro del espectro y un sentimiento de enojo lo invadió, empuñando sus manos y éstas se encendieron en llamas, en un momento de oportunidad Henry extendió sus brazos y expulso dos llamaradas de fuego al espectro haciéndola retroceder, quejándose de dolor, Henry se levantó y expulsó otras dos llamaradas de fuego haciéndola retroceder más, de pronto Declan por detrás blandio su espada prendida en llamas, cortando el antebrazo izquierdo del espectro, ésta soltó un fuerte quejido de dolor, se volteo viendo a Declan, éste llevó su codo derecho hacia atrás con el mango de la espada sujeta con las dos manos, las extendió y apuñaló al espectro en el abdomen atravesándola, ella grito con furia, Declan sacó la espada, el espectro le propinó una bofetada con la mano que le quedaba y lo mando a volar, el espectro miró a Henry, en eso dos pequeños montículos de concreto sostuvieron al espectro de los pies, ella bajo la mirada y las vió, luego un montículo se levantó sosteniendo la muñeca de la otra mano, luego se levantó otro desde atrás sosteniendola de la cintura, ella miraba confundida, luego levantó la mirada hacia la izquierda y allí estaba José en el aire, con sus brazos extendidos y tensos.
       —¡Henry apúrate! —exclamó a gritos.
       Henry levantó los brazos hacia los lados con las manos abiertas en éstas formó dos esferas de energía amarillas, luego las extendió hacia delante uniendo las dos esferas y soltando un feroz grito expulsó una gran ráfaga de energía que chocó con el espectro desintegrándola en pocos segundos al igual que los montículos, la ráfaga se disipó y Henry tenía la respiración agitada, de pronto el antebrazo cortado del espectro comenzó a moverse con los dedos comenzó a correr hacia Henry, dió un salto hacia su cara, Henry confundido quedó inmóvil, pero antes de que la mano llegara a él una esfera de energía verde choco con el antebrazo viviente y explotó desintegrandolo al instante, Henry levantó la mirada y vio a José con el brazo izquierdo extendido y la mano abierta, comprendiendo que fue él quien lo salvó, soltando un suspiro de alivio.

       Las tropas del Rey Rory junto con Eduardo, Andrea y Manuel ya estaban del otro lado de La Puerta.
       —Sostenerte del duende que tengáis más cerca. —dice el Rey.
       Eduardo, Andrea y Manuel miraron al Rey con desdén, luego colocaron sus manos en los hombros de los duendes delante de ellos, todos los duendes juntaron las manos haciendo el símbolo de teletransportación.
       —Teleportation. —dijeron en coro.
       Instantáneamente todos se teletransportaron a otro lado de la montaña sobre un camino en subida.
       —¿Dónde estamos? —preguntó Andrea.
       —Cerca del mausoleo. —contesta Eduardo.
       En eso las tropas, el caballo del Rey y el de Fergus comenzaron a caminar y los otros tres los siguieron, fueron poco metros lo que caminaron hasta llegar a un pequeño espacio, delante de ellos se encontraba un mausoleo, su estructura es cuadrada de cinco metros de altura hecha de concreto, sus cuatro columnas sobre salen un metro del tejado con punta triangular, con una ventana al lateral, la puerta en frente y otra ventana arriba de ésta, a la derecha hay unas escaleras que suben a un segundo piso, un porche seguido de otras escaleras amplias, en cada lado hay posa manos de concreto con un metro y medio de altura, el de la izquierda sube desde las escaleras hasta la estructura y el lado derecho sigue con las segundas escaleras. Había completo silencio en el lugar, los únicos sonidos reconocibles eran el movimiento de los árboles y el roce de las hojas, las pisadas de los caballos, sus bufidos y el rechinar de las armaduras, todo era claro bajo la luz de la luna, Eduardo, Andrea y Manuel caminaron entre los duendes hasta llegar al Rey, lo único que no podían ver era el oscuro interior del mausoleo.
       —Hay demasiado silencio. —comentó el Rey.
       —Es muy raro.—dijo Eduardo.
       De pronto dentro de aquel oscuro interior del mausoleo comenzaron a salir decenas de criaturas extrañas, delgadas hasta los huesos, piel tan seca y de color grisáceo, algunas con ropas de la colonia estropeadas y otras completamente desnudas, ojos undidos y sin vida se lanzaron hacia ellos, los caballos se levantaron en dos patas relinchando, el Rey, Fergus y los demás duendes desenfundaron sus espadas.
       —¡Adelante! —exclamo el Rey con un fuerte grito.
       De pronto algunas de estás mismas criaturas aparecieron detrás de las tropas tomando a los últimos duendes llevándolos al interior del bosque.
       —¿Qué son estas cosas? —pregunta Andrea alterada.
       —Son Momias. —contesta Eduardo a la vez que intoduce sus manos de dentro de su palto sacando dos cuchillos afilados, en su mano derecha sostuvo una con la hoja hacia abajo y la de la otra mano de la forma tradicional y se lanzó al ataque.
       Andrea extendió sus brazos expulsando dos chorros de agua hacia cuatro de estas criaturas, Manuel comenzó a usar su velocidad corriendo por el lugar golpeando a las criaturas que se atravesaban, el Rey y Fergus blandían sus espadas contra las criaturas al igual que los demás duendes, pero así como unos vencían, otros caían por las brutales manos de las criaturas y se escuchaban gritos de sufrimiento de duendes en lo profundo y oscuro del bosque.

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