Una valiente con ideales tontos
—Lo siento Quirrel pero es todo lo que sé al respecto—Bajo la cabeza apenada.
—Está bien, de todos modos sigo emocionado por saber qué pasó después de que saliste del hormiguero.
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La caravana exitosamente consiguió recuperar a todos sus miembros, pero la calma fue temporal, pues como bien sabían no podían quedarse quietos tan cerca de la colonia de las hormigas, debían recorrer una gran distancia antes de que las hormigas mandaran más de sus soldados a acabar con ellos.
Con lo que había visto Salvia estaba segura de dos cosas, uno; está banda de viajeros mixta era rara a la vez que algo indescriptiblemente desagradable a sus ojos, la segunda era que habían guerreros con potencial igualmente perturbador.
Si estuviera en su mejor forma, incluso con esas no estaba segura de lograr una victoria exitosa contra alguno de ellos.
Era una ligera preocupación que ligeramente se había acentuado en ella, oculta por un problema más grande, ver al horizonte era más preocupante que cualquier otra cosa a su alrededor.
Siendo honesta, Salvia apenas podía creer que de verdad era libre, su corazón palpitaba fuertemente y su cabeza todavía se sentía preocupada por abrir los ojos y descubrir que seguía entre rejas, era como si su cuerpo estuviera corriendo a la nada y su cabeza aún siguiera atrás preocupada por lo ocurrido.
Aún así el vehículo no se detenía, y ella tampoco, así que al final parecía no valer la pena seguir dándole vueltas a aquellas preocupaciones.
Al menos por un momento las apartaría, pues tenía poner toda su cabeza en otras, seguían avanzado y Salvia no reconocía en nada el sitio, esperado de un lugar que cambia continuamente, pero no tan drásticamente, ella sabía que estaba a muchos días de su tribu, el problema más grande y causa de su inquietud, era la dirección, no había punto de referencia o algo que le indicara por donde podría estar su tribu.
A su izquierda veía al sol lentamente dejando atrás su intenso resplandor amarillo para adoptar sus cálidos colores naranjados, pronto caería la noche, y los bichos en el tablero balbuceaban sobre ello, pero cuya charla fue abruptamente cortada por la forma de distantes estructuras cúbicas en el horizonte.
Malvin dio las órdenes y de inmediato la caravana marcó rumbo a aquellas estructuras de naturaleza y arquitectura desconocida.
Salvia no se veía muy convencida al principio, pero a medida que se acercaban su precaución fue variando entre la curiosidad y el enigma, pues resultó que aquellas estructuras no eran del todo cuadradas, empezaban a ver la ruptura y desgaste de algunas construcciones. Las caídas y derrumbadas paredes de barro, las polvorientas y agrietadas calles, de cuyos restos ahora se podían identificar las farolas rotas de madera, jaulas de lumélulas rotas y el cadáver de un viejo ciervo(ciervo camino) de porte bajo y de patas robustas empujado al rincón de todo, sobre un tablero destrozado. Quizá alguna vez aquellas calles pudieron albergar un tumulto de bichos por sus calles, padres y madres trabajando, niños jugando entre ellos desde sus casas o en las cercanías de sus hogares, pero ahora solo estaban ahí como vestigios de épocas mejores.
Aparte de eso aquella ciudad desgastada desprendía un aire perturbante casi místico, que todos percibieron casi al instante de entrar dentro de la ciudad y observar sus casas carcomidas por el viento y la arena, salvo por el gran ciervo transporte y las farolas, todo era intranquilamente normal, no se veían signos de enfrentamiento, las puertas de madera que chirriaban débilmente seguían en su lugar y casi intactas, las ventanas abiertas, y ni un solo cadáver en las afueras.
Claro que siempre existía la posibilidad de que los saqueadores se lo hubieran llevado todo, de hecho eso era lo que Salvia creía que pasaba aquí, pero sin lugar a dudas también tenía aquel presentimiento de que algo no estaba del todo bien.
La polilla marrón sentada al frente del tablero parecía ser la más incómoda de todos ahí, encogiéndose sobre su cuerpo tiritando fuertemente.
Un leve chillido salió de su boca —No me gusta este lugar... Esta atmósfera es similar a la de las antiguas catacumbas Tumerias de mi libro "Nacido de la Sangre"...— La polilla se encogió su asiento y trató de mirar hacia otro lado mientras balbuceaba —¡Ah! Seremos devorador por mezquinas bestias cubiertas de pelo, babeantes y sedientas de sangre.
—¡No seas tan agorera, llevo veinte años sin incidentes con ratas!— Malvin toma la palabra, contempla la ciudad con un inusual entusiasmo —¡El lugar perfecto para detenernos por hoy!
—Ghy!!— Chillo la polilla.
Tan pronto Malvin dio la orden de detenerse Sharik y Kyros soltaron las riendas de la carroza, cayendo exhaustos en el suelo y dejando salir un suspiro de agotamiento.
—Hey! No les he dicho que puedan descansar aún— Gritó el diminuto pulgón —Busquen una propiedad en la que instalarnos y oculten mi carroza ¡andando! — Aplaudió como forma de dar su orden.
Desgraciadamente no aparecerían las desagradables bestias que la polilla vaticinaba, en su lugar el silencio perpetuo de un sepulcro recibió su arribo a sus abandonadas y arenosas calles. Desgracia era para la Mantis, pues que aquella advertencia de bestias peligrosas y peludas sonaba sumamente tentadora. Pero no saltó ninguna cuando todos bajaron, así que Salvia simplemente se alejó de la caravana con intención de no volver jamás.
Se alejaba del colorido grupo de individuos pues desde un principio no era su intención quedarse, no había necesidad, aquellos bichos eran raros y no quería verse involucrada en sus asuntos, ella tenía su meta que cumplir. Estar con otros insectos, no Mantis, probablemente también la retrasarían, ningún otro bicho era tan dedicado como ellas, las Mantis.
Nadie le estaba prestando atención así que fue sencillo alejarse rápidamente del grupo y empezar a caminar nuevamente al desolador desierto.
O eso es lo que ella pensó que haría, a veces uno espera que las cosas de mayor magnitud sean las cosas que dirijan o cambien su rumbo, pero a veces son las cosas más pequeñas e insignificantes las que pueden cambiar las cosas.
Salvia iba caminando por entre las casas que lentamente iban escaseando al final de la ciudad, cuando se dio cuenta de que algo le estaba siguiendo, como cazadora experimentada y sin titubear agarró una piedra del suelo y la arrojó hacia atrás. En su mejor forma, la piedra hubiera aterrizado perfectamente sobre la cabeza del ser que se acercaba a ella, pero en sus condiciones físicas actuales, al momento de arrojar la piedra dio un pequeño paso que la hizo trastabillar y la piedra cayó en el tejado de una casa cercana.
Aún siendo incapaz de dar en el blanco, darse cuenta de que fue atrapada delató a quien la seguía. Quien resultó ser la torpe y molesta polilla marrón.
—¡Tu!—Entonó con furia Salvia al ver a la polilla.
Con paso feroz Salvia se acercó a la polilla, esta chilló aterrada y sin dudarlo ni un segundo más se levantó del suelo para poder huir.
La polilla para sorpresa de la Mantis, resultó ser muy escurridiza, tan pronto la tuvo cerca la polilla se lanzó al interior de una casa y comenzó a correr, la Mantis persiguió a esta de casa en casa, puede que la polilla no fuera buena corriendo, pero era hábil para escabullirse entre las mesas y recovecos más angostos, librándose de la Mantis casi de milagro un par de veces al salir por los pequeños agujeros en las paredes de las casas, con eso disminuía la desventaja que tenía con respecto a Salvia.
La cual tenía que tirar todos los muebles que se encontraba a su paso con la intención de atrapar a la polilla.
Ambas pusieron todos sus esfuerzos en lograr su objetivo de huir o atrapar, pero más pronto que tarde ambas estarían exhaustas de este interminable juego. Las dos se desplomaron sobre la arena, ambas jadeantes y exhaustas, pero todavía no vencidas, pues en su fatiga todavía ambas trataron de moverse, fue solo por la resistencia al dolor de Salvia que fue capaz de alcanzar a la polilla y tomarla de los pies, acercarla a ella para poder finalmente encararla.
—¡No!— Chilló aterrorizada y lagrimeando la polilla —Por favor no me lastimes— Rogó por piedad.
Lo cierto era que, teniendo a la polilla así de endeble e indefensa no representaba ninguna amenaza, no era fuerte si quiera, aún con su debilitada forma Salvia no tenía problemas en tomarla de su collar de pelo, el cual era como ya había podido sentir antes, estupida y gloriosamente suave.
Esa era una excelente palabra con la que describir a la polilla, suave, tan suave que la pobrecilla parecía que fuese a desvanecerse cual polvo con el más leve roce. No suponía una amenaza, pensó Salvia, a la vez que también olvidaba por qué la había perseguido en primer lugar, ¿había sido por su pelo? Estaba totalmente fascinada con la textura de aquel collar pomposo, era la cosa más fascinante que había tocado en su vida, aquel mágico y mullido collar incluso era algo esponjoso y podía hundir su garra un poco dentro de él. Seguramente la había perseguido con la intención de arrancarle el pelo o algo.
—Ehh...
La confusa voz de la polilla la despertó de sus delirios. Rápidamente soltó de ella y así mismo la polilla se alejó arrastrándose un par de metros antes de detenerse y mirar a Salvia confusa y aterrada.
Salvia se levantó y en eso se dio cuenta de que ya se encontraban en las afueras de la ciudad, convenientemente.
Ya había perdido mucho tiempo con la polilla, sabía que debía partir ya para poder llegar a su hogar antes que las hormigas, no valía la pena gastar sus ya escasas energías en una presa tan indigna.
Caminó un par de metros hacia adelante, antes de detenerse por el segundo par de piernas caminando detrás de ella. Incrédula miró a la polilla marrón parada y temblando frente a ella a una distancia considerable. No concebía la idea de que la polilla podría estar siguiéndola, pero al dar un paso más mirando fijamente a la polilla vio como ella avanzaba a la par.
¿Qué quería ese parásito? Debía matarla antes de que se volviera un problema, pensó, pero de cierta forma el encogimiento de la polilla la hacían descartar la idea de que ella pudiera suponer una amenaza.
—Lárgate ya polilla, me estoy largando de aquí, tú eres débil y deberías estar con el resto de los bichos como tu.— La polilla se estremeció un poco pero con firmeza plantó sus pies en la arena y negó.
—Por los Lords ¿A que se supone que estás jugando?—"Maldita polilla" pensó Salvia, ¿por que era castigada con este energúmeno pegada a ella cual parásito?, Salvia no tenía Dios, pero si había algo que ella pudiera nombrar como castigo divino por su debilidad, seguro sería esto. —No voy a tolerar esto ¡Ya basta!
Salvia se lanzó contra la polilla, esta obviamente retrocedió rápidamente pero está vez no había en donde ocultarse y un pequeño tropiezo provocaría que incluso la débil y fatigada Mantis pudiera alcanzarla y tomarla del collar de su pelo.
—¿¡Qué es lo que quieres!? Desde que tuve la desgracia de toparme contigo no has hecho más que causar problemas— La polilla marrón temblaba y lloraba. —Solo vete ¡lárgate! No quiero saber nada más de ti ¿Entiendes?.
La polilla aún lidiando con su miedo a la mantis, logró con dificultad volver a enfrentar la mirada llena de resentimiento y furia de la feroz guerrera. —Tu...— Trato de decir con voz tenue y débil —Tu...sufriste mucho ¿verdad?— La iracunda mirada de la Mantis fue abruptamente detenida por el desconcierto —Lo arruine aquella vez...— La polilla la miró con melancolía —Sufriste demasiado ahí abajo, y fue por mi culpa.
Salvia notaba como mientras hablaba la mirada de la polilla iba deteniéndose en cada una de las cicatrices que ahora esta portaba en su cuerpo, las miraba con cierta culpa y compasión por ella. A pesar de todo el miedo que se posaba en el rostro de la pequeña y débil criatura, la lastimosa mirada de la polilla le reflejaba a la Mantis un sentimiento al cual le habían enseñado a renegar, la compasión.
Cierto era que ella había teñido compasión por otros antes, pero desde que decidió abrazar los valores de su tribu estaba convencida de que aquella compasión era un insulto sobre el orgullo de cualquier Mantis. Pues la compasión era aquel sentimiento de lástima y tristeza sobre el adversario, si mostrabas compasión al enemigo entonces no sólo estabas aplastando su honor, estabas cometiendo sacrilegio contra el espíritu de la lucha en sí. Y si la polilla sentía compasión por ella, ella entonces estaba siendo menospreciada por un ser mucho más débil, indigno incluso de ser una presa.
Desplazada al vergonzoso puesto de las criaturas más débiles. No solo eso, si no que fue la compasión por otros lo que la orilló a este punto. —No necesitó tu compasión— decía a la vez que alzaba una garra para atacar la frente de la polilla.
—¡Alto!— Gritó una tercera voz con firmeza.
—¿Y ahora que?— Volteó a ver a la intrusa.
Acercándose desde la ciudad, avanzaba a marcha firme, casi militar, la polilla blanca, constante pero sin prisa, la polilla se acercaba a ellas con mirada fría plantada sobre la Mantis, probablemente sólo quería transmitir seguridad pero esto la Mantis lo malinterpretó como una clara provocación a la lucha.
La estoica postura de la polilla se contraponía a la agazapada y huidiza postura de la Mantis. Podría estar colérica pero como Mantis era hábil para juzgar la fortaleza del adversario, no entendía bien el cómo, pero aquella polilla desprendía un Aura intimidante, su postura y la forma de sostener su alabarda daba a entender que sabía cómo usar un arma. Pero también como Mantis y como bien lo dictaban sus costumbres, no importaba cuanta duda tuviera, debía atacar a su enemigo, así que eso hizo.
—¡Alto!— gritó la polilla marrón tratando de evitar el conflicto inútilmente.
La batalla no duraría mucho —Mantis no he venido aquí a luchar...— La polilla esquivó a la Mantis dado un paso a la derecha, con tal simpleza que resultaba humillante para la Salvia.
Salvia gruñó y volvió a tratar de enfrentar a la polilla saltando sobre ella, pero una vez más se vio superada por su rival, quien se movió de manera grácil hacia un lado y luego golpeó en la espalda de la Mantis con el lateral de la hoja de su alabarda.
Salvia cae al suelo sabiendo que no podrá enfrentar a la polilla, la punta de la alabarda descansaba sobre su espalda, a un movimiento de enterrarse en su pecho.
—Termina lo que has venido a hacer...— Retó Salvia, con el amargo sabor de la derrota en sus fauces y haciéndose a la idea de que esta podría ser su tumba.
—Como te dije antes, no venía con intención de luchar contigo, Mantis— Salvia se giró de manera agresiva —¿¡Entonces qué quieres!?— A pesar de que la voz y postura de Salvia decían que estaba lista para pelear, lo que realmente quería y deseaba era irse rápido de ese lugar, pero por el honor de las Mantis no podía retirarse de una batalla que no hubiera ganado o perdido definitivamente así sin más.
—Caminaba cerca y no pude evitar escuchar un poco de su...charla, el caso es que vine a ofrecerte algo Mantis— La polilla blanca se aproximó a la polilla marrón mientras hablaba, sin dudar le extendió la mano, pero la polilla marrón la rechazó y se alejó de ambas con la cabeza hundida en su collarín.
La polilla blanca no insistió —Puedo hablar con el jefe de la caravana para que te dejemos lo más cerca de tu tribu que nos sea posible— Dijo con una simpleza que dejó confundida a la Mantis.
—No he pedido su ayuda, no la necesito.
—¿Segura?
—Si.
La respuesta fue firme y no dejó lugar a duda, pero la persistencia de la polilla fue incluso más fuerte.
—Piénsalo mejor Mantis, las hormigas te buscan, la caravana puede moverse durante varios días a gran velocidad por el desierto, y puede cuidarse sin problemas, ¿pero tú, en tu estado?— El comentario iba sin ánimos de ofender, pero Salvia notó en la mirada belicosa de la polilla el mismo atisbo de compasión que presintió en la mirada de la polilla marrón. Aquel mismo insulto, aquel que no comprendía, se supone que sus cicatrices en batalla debían de reflejar su fortaleza ante el castigo, no provocar miradas compasivas que buscarán consolarla, ¡no estaba inválida, era fuerte y estaba siguiendo el código de honor de las Mantis, estaba en su derecho de llamarse a sí misma fuerte!.
Pero de nada servía gritar ello en silencio, su cuerpo bien reflejaba los estragos que había causado en ella el hormiguero.
—Solo me retrasarán — Salvia levantó la voz como última salida a su desesperación— Ustedes los bichos débiles necesitan ayuda, ¡pero yo no!
La polilla le dio un vistazo de pies a cabeza —¿Te parezco débil?— Dijo azotando su alabarda contra el suelo y levantando una columna de arena. Estaba claro que no lo era.
—Te repito, estás siendo buscada por hormigas, no podrás enfrentar, ni huir de ellas, ¡al mismo tiempo que tratas de recuperar fuerzas!— Reprochó la polilla. —Si no aceptas esta ayuda terminarás muerta...— La polilla hizo un gesto de advertencia, pasando uno de sus dedos a lo largo de su cuello.
Quizá haya sido su debilitamiento mental, o su miedo incomprensible y creciente hacia la polilla de pálido color, pero Salvia interpretó aquel gesto como una declaración explícita de que sería asesinada por ella. Pensándolo dos veces es probable que la polilla quisiera algo, y por eso estaba tan interesada en llevársela consigo. A cómo estaban las cosas la Mantis tenía dos opciones, morir luchando o vivir otro día y quizá tener una oportunidad de regresar a casa, a cambio de quizá un favor futuro, que quizá después de recuperarse podría ser capaz de oponerse.
Salvia no quería decir nada, así que solo bajo las garras para expresar su disconformidad pero aprobación ante la oferta de la polilla.
—Me alegra de que hayas recapacitado— La polilla dio la vuelta dándole la espalda a la otra polilla y a la Mantis. —Todavía hay que encontrar un refugio para la noche —Suspiró con agobio— Andando que es gerundio...
Salvia empezó a caminar detrás de la polilla blanca, pero se detuvo un momento para observar el torpe incorporar de la polilla marrón.
—¿Y qué piensas hacer?— Reclamo lanzándole una mirada fulminante a la polilla. En realidad Salvia no esperaba una respuesta, tampoco quería una, sólo sentía muy dentro de ella, la necesidad de desahogarse por lo qué pasó.
La polilla se quedó estupefacta y muda ante la confrontación directa.
—...— El silencio se prolongó hasta que la Mantis dejó de ver a la temblorosa polilla y decidió seguir andando, en ese momento y entre dientes la polilla pronunció —Te compensaré...—Atorándose al final de la frase, sus palabras no encontraron salida y tras un segundo de silencio continuó con una voz más decidida— De alguna manera lo haré.
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