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Entre la Danza y la Tormenta

Muchas horas antes de que la tormenta cesara y de que los rayos de luz extendieran su corrupto poder, antes de todo eso Sharik se encontraba luchando sola en mitad de la tormenta.

Aunque ayudada por una mística fuerza que respondía a sus acciones en medio de la sofocante borrasca de piedra y arena, sus movimientos, su fuerza no paraban de mermar segundo tras segundo, el entumecimiento de sus extremidades hacía cada vez más complicado sostener su vuelo.

Por si fuera poco, las irregulares formaciones de hormigas que solo se veían a escasos metros, cada vez se iban agrupando más en una formación de lanzas y escudos bien elevados para su defensa.

—Parece que he abusado mucho de la generosidad de nuestro señor...— Anunció para sí misma con un tono lúgubre.

No se arrepentía, pues con esto se daba cuenta que tomó la decisión correcta al defender a su grupo de este océano de hormigas belicosas. —¡No hay temor, orgullosa Sabio soy y moriré en el dominio de H'a wuha!

Sharik se elevó con un corriente de viento ascendente, escapando por lo alto, todo lo alto que podía, tan alto que la tormenta se difuminaba, hasta llegar al punto donde el rojo de la tormenta y el azul del cielo se juntan. Pero no está escapando, en absoluto, se deja precipitar y empujar por los vendavales una vez más.

Desde esa altura apenas es distinguible el suelo de la bruma, solo los ligeros destellos de las lanzas reflejando la escasa luz que se cuela dan un indicio de que Sharik se aproxima a su objetivo. A mitad de trayecto extiende las plumas de su capa, desacelera un poco, pero aún conserva gran parte de su velocidad de caída.

Cada vez más cerca está el suelo. Los enemigos en tierra no dan aviso de su presencia, aunque muy precavidos siguen con escudos en alto, ninguno sabe en qué dirección huyó la araña, o si se habrá ocultado entre la tormenta esperando para aparecer por la espalda.

Se siembra una gran inquietud entre las hormigas hasta que como una roca lanzada desde lo alto se estrella algo con gran velocidad sobre sus escudos y con el desmoronamiento de su formación, una gran nube de polvo los envuelve a todos.

Desconcertadas, las hormigas giran frenéticamente hacia el centro de su formación, escudriñando el polvo en busca de la araña. El caos se apodera de ellas, empujones y confusión mientras algunas blanden sus armas a ciegas, golpeando por accidente a sus propios compañeros. La tensión es palpable, sus antenas vibran en el aire cargado de incertidumbre. De repente, la niebla se rasga cuando una hoja brillante surge como un relámpago. Un tajo preciso y brutal corta varias cabezas de un solo movimiento, con tal fuerza que, por un breve y aterrador instante para las hormigas, la niebla se disipa, dejando la escena bañada en un silencio escalofriante, con la viva imagen de Sharik fijándose en ellos con sus cinco ojos.

Las hormigas cargan con sus lanzas sobre ella, Sharik hábilmente retrocede, luchando ahora como ellos con la tormenta jugando en su contra.

Su cuerpo ahora se siente muy pesado y definitivamente el veneno en su arma se había drenado por completo.

—¡Vayan a por ella!— Anunciaron las hormigas.

Sharik no estaba tan loca para enfrentar a lo que sin duda era un ejército ella sola, no había forma, se dio la vuelta sin dudarlo y comenzó a correr en dirección contraria, con parte del ejército siguiéndole el paso.

Con el viento golpeando en su dirección tanto la araña como las hormigas por más que intenten no pueden acelerar ni tratar de correr, se embarcan en una tensa persecución a través de la tormenta. Sin embargo, subestimó a su enemigo, una de las hormigas tomó su lanza, esta calló con apenas fuerza a un lado de Sharik, pero como una idea que vieron ingeniosa por su desesperación, el resto comenzaron a seguir su ejemplo, una de ellas logró golpear una de sus patas, lastimándose lo suficiente para tener que prescindir de ella si no quería causar sé más daño.

—Sería patético morir de agotamiento... ¡mientras me persiguen de esta manera tan humillante! —se dijo Sharik entre jadeos, decidida a dar todo lo que le quedaba contra las hormigas que la acosaban sin tregua. Justo cuando se decidía a lanzarse sin tregua, algo interrumpió el sonido constante de la propia tempestad. Al principio, un susurro, tan débil que parecía un eco de su mente, pero pronto se hizo más claro, más insistente.

—¡Sharik!

Se detuvo un segundo, incrédula.

—¡Kyros! —gritó en respuesta, su voz ahogada por el viento y la arena.

—¡Sharik! —La voz de Densan también rompió el caos de la tormenta.

Podía oírlos. Lejanos, pero lo suficientemente cerca como para que existiera esperanza. Si ella gritaba, quizás ellos también la escucharían. Su corazón, que había estado al borde del colapso, dio un vuelco, impulsando su cuerpo a seguir adelante con renovada prisa.

—¡Kyros! ¡Densan! —gritó con todas sus fuerzas, pero la tormenta, como un sudario sofocante, engullía sus palabras.

De repente, una luz débil, apenas visible, apareció a lo lejos. Se movía en línea recta, perpendicular a su posición, como una chispa de esperanza vagando por el vacío. Sharik gritó de nuevo, su voz rasgando el viento mientras luchaba por acercarse. Pero la tormenta, casi como si respondiera a su atrevimiento, la empujó violentamente hacia atrás, recordándole sus reglas inexorables. Las hormigas la rodeaban, cada vez más cerca.

—¡Densan, Kyros! —gritó con desesperación, pero algo cambió. La luz distante empezó a moverse en su dirección. Un destello de esperanza para su alivio.

Apenas segundos después, los vio. Kyros corría hacia ella, dejando tras de sí un destello plateado, llevando a Densan en su espalda, como una fuerza imparable en medio del caos. La velocidad con la que avanzaban era asombrosa, incluso en esta tormenta infernal. Sharik alzó sus piernas, y, con precisión perfecta, Kyros y Densan extendieron las suyas, tomándolas de un tirón.

Kyros, sin perder el ritmo, giró bruscamente, desviándose justo antes de toparse con las hormigas, y con un empujón ágil, lanzó a Sharik hacia adelante, pasando a su enemigo, por un lado.

La adrenalina ardía en sus venas mientras se escapaban.

—¡Están aquí!

—Kyros estaba muy preocupado por ti, tenía toda la razón en venir.

—Cállate o te tiro ahora mismo.

Por supuesto las hormigas no dejarían escapar a tres testigos que podrían advertir de su presencia.

Ahora los tres tendrían que rodear a las hormigas hasta llegar a un lugar seguro, haciendo un esfuerzo extraordinario para no ser tirados hacia atrás —Kyros, baja tu velocidad, si gastas todas tus fuerzas aquí perecerás de agotamiento.

Kyros inmediatamente bajó el ritmo, el brillo plateado que se desprendía de su cuerpo al avanzar se apagó, y de nuevo los tres empezaron a caminar con dificultad. Densan, el menos cansado de los tres, bajó de la espalda de Kyros para colocarse entre la araña y la hormiga, empujando sus espaldas para darles un poco más de apoyo.

La peor parte de la tormenta estaba comenzando, la magnitud de todo su poderío puesta sobre ellos y las hormigas. Y ellas lejos de cansarse de perseguirlos todavía se movían a un ritmo que no tardaría en desgastarlos, intentando mitigar las oleadas de ventisca con los escudos.

Las hormigas mandaban una tropa para intentar cerrarles el paso.

—Son descerebrados implacables— Murmuró con rabia Kyros. —No tienen el más mínimo instinto de autopreservación

—¿Enserio llegan tan lejos como para sacrificar sus propias vidas por algo así?

—Si se los demandó su Reina... Irán a cualquier extremo— Kyros cruje sus mandíbulas con algo de furia.

Sus compañeros lo notan —¿Está todo bien Kyros?

—Si— Responde secamente, agarrando su capucha para defenderse de una poderosa ráfaga de viento —Es solo que es difícil verlo desde afuera como una hormiga sin reina. Me provoca un inquietante desagrado.

Con cada paso al frente el fervor de las hormigas se convertía en una ira cuasi suicida, tratando de llegar a ellos por más que eso les costase. Sin embargo, la ventaja del grupo era suficiente como para que dentro de todo pudieran sentirse a salvo.

De pronto una figura aparece como un relámpago bloqueando el paso. Su capucha y túnica se agitan bruscamente al compás del viento, una inconfundible armadura dorada con detalles de hojas de laurel, aguijón cimitarra en la cadera, con la mano sosteniendo la guardia de su aguijón. Más alta que las hormigas obreras y guerreras de antes. Su figura larga y esbelta, caparazón que incluso en la penumbra de la tormenta recordaba mucho al de Kyros, quien supo identificar su estatus al instante y un escalofrío lo recorrió de arriba abajo.

—Que molestia— Densan desenfundó rápidamente sus aguijones.

—¡Densan, no hagas nada estupido!— Pero a la vez él también desenfunda su aguijón —Él no es un guerrero ¡Es un rey hormiga de plata!

La capucha de la hormiga se levanta y cae, mostrando un penacho de color morado adornando su casco. —Un hermano perdido— Habla el general de las hormigas quien al igual que sus adversarios saca su aguijón y lo extiende con su mano hacia un lado como amenaza de no dejarlos pasar —Descuida, una vez veas a la reina podrás formar parte de nosotros, hallarás la redención de todo pecado, ella sanará tu alma.

El tono del Rey hormiga sonaba realmente amable y se podía llegar a ver a través del casco una mirada relajada mientras se dirigía a Kyros —En cuanto a las dos escorias a tu lado, deberán pagar el precio de estar corrompiendo a uno de nosotros.

—Jamás me arrodillaré ante tu reina, la mía murió tiempo atrás y ahora elijo a quien le debo lealtad.

—Pobre hormiga descarriada, no importa, la luz de su majestad más pronto que tarde te alcanzará.

El rey hormiga se precipita a atacar a Densan, sus movimientos ralentizados por la tormenta hacen bastante fácil para la libélula desviar el ataque y contraatacar con su segundo aguijón, haciendo que su atacante dé un par de pasos para atrás. Pero mientras esto los distraía Sharik advirtió que las hormigas realmente estaban acercándose y empezando a alinearse para rodearlos.

—No queda de otra, tendré que hacerlo— Kyros mencionó con toda seriedad. La araña abrió sus ojos preocupada.

—¿No irás a-?

—Si; cuento contigo para que te encargues del resto.

Sharik asintió, de inmediato Kyros empezó a caminar en dirección contraria.

—¡No huyas!— El rey hormiga se lanzó decidido a interceptar a Kyros con un gran empujón gracias a sus alas, pero Densan y Sharik se interpusieron entre él y su víctima, Sharik tomó su enorme colmillo que golpeó el vientre de su oponente. Este se incorporó con gran velocidad y miró a Sharik y Densan con una mueca de desafío, ya se encargaría después de traer a la hormiga que estaba huyendo.

Kyros sin embargo no estaba huyendo. Retrocedió cuidadosamente, cada paso calculado, manteniendo la distancia justa para que las hormigas no lo alcanzaran en su avance. —Tú puedes...— murmuró entre dientes, enfocando toda su voluntad en lo que estaba por hacer. Bajó las manos con firmeza al suelo, como un depredador a punto de atacar, mientras sus piernas comenzaban a moverse, primero con un leve temblor, luego en una serie de patadas rápidas. Estaba calentando sus músculos, preparando cada fibra de su ser para el momento crítico. Sabía que no podía permitirse correr sin más; la tormenta no lo permitiría. Necesitaba más. Necesitaba impulso. Necesitaba consumir alma.

A medida que sus pies golpeaban el suelo con más y más fuerza, un resplandor plateado comenzó a envolverlo, incrementándose con cada patada. Era el poder de su alma concentrándose, acumulándose, lista para estallar. Las chispas plateadas se arremolinaban en torno a sus piernas, marcando su pistoletazo de salida.

Y entonces, en un destello de luz, Kyros se impulsó al frente. Con un potente estruendo, se disparó hacia adelante, rompiendo la resistencia de la tormenta como un rayo que corta el cielo. La velocidad era cegadora y su cuerpo dejaba una estela plateada a su paso.

El rey hormiga no tuvo tiempo de reaccionar. Un momento estaba levantando su aguijón, listo para atacar a Sharik y Densan, y al siguiente, una fuerza inigualable lo embistió. El impacto fue tan brutal que lo lanzó varios metros por los aires, y cuando intentó incorporarse, lo invadió un dolor indescriptible. Un calor abrasador consumía su cuerpo. Al mirar a su alrededor, sus ojos se llenaron de terror al ver que su capa estaba envuelta en un fuego plateado. Rápidamente el fuego trataba de devorar su cuerpo, envuelto por el pánico el general hizo lo más sensato, desprenderse de su capa, pero el dolor angustioso de ser quemado de dentro hacia afuera aún perduraba.

La tormenta rugía cerrando la estela que Kyros dejó a su paso, pero un segundo rugido tenía más preocupados a Densan y a Sharik, el propio grito de Kyros por su esfuerzo incomparable los tenía angustiados. Y mientras tanto la hormiga daba vueltas alrededor de ellos, embistiendo a sus agresores. Los menos afortunados rápidamente eran envueltos por el mismo fuego plateado, el fuego causaba una reacción violenta en las hormigas, en el interior de su abdomen sus intestinos empezaban a hervir, todas las hormigas alcanzadas por el fuego trataban de apagar el fuego con la arena. Las que no conseguían apagar el fuego plateado eran rápidamente calcinadas y carbonizadas, las que lo conseguían aun así se encontraban en un estado horripilante con vapor saliendo de cada orificio y unión en su exoesqueleto que les causaba un dolor indescriptible, llegando al punto en que algunas no podía moverse.

—¡Retrocedan! — Gritó el general, haciendo lo mismo.

Pero como con eso no bastaría Kyros siguió embistiendo, sólo perceptible casi como un meteorito en llamas.

Las hormigas rápidamente les daban la espalda y trataban de correr de regreso lo más rápido que podían.

Solo entonces Sharik se colocó en posición, Kyros corriendo hacia ella, la bola de fuego ciertamente iba disminuyendo su velocidad, pero eso podría ser debido a que Kyros estaba en su límite. Sharik no se lo pensó mucho, en cuanto Kyros estuvo cerca se arrojó sobre él, derribándolo sobre el suelo y rápidamente echando arena sobre su cuerpo y sobre ella misma.

Densan se apresuró para ayudar, una vez ambos vieron las partículas plateadas desaparecer levantaron a su amigo totalmente inconsciente.

Por ahora estaban medianamente a salvo.

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Ya'Larahmti junta sus manos, su rostro dibujando una sonrisa de victoria.

Dimir no vacila. En un suspiro, se lanza en picada, precipitándose con la furia de una estrella cayendo sobre la tierra.

Y entonces, en un destello cegador, un segundo sol explota en el horizonte, iluminándolo todo con un resplandor que borra las sombras y que sella el destino de la ciudad.

Dimir cae sobre su presa, pero para desconcierto de la vieja polilla es detenida en vuelo y en seco.

Una hormiga más sale de la nada deteniendo el golpe con su cuerpo. Se trataba de una hormiga berserker, de cuerpo grande y mandíbulas imponentes, muy bien acorazado y portando una armadura casi tan bella como la de los reyes hormiga, pero esta sin penacho.

El ataque de Dimir había sido devastador. El filo de su alabarda cortó sin piedad atraves de la mano levantada del Berserker, atravesando exoesqueleto y carne por igual como si fueran papel, cortado en línea recta y destrozando armadura por completo, un golpe así, de haber dado en su objetivo, habría acabado con la reina.

Dimir se apresuró a retroceder, dejando caer el cuerpo del berserker a un lado. Había desperdiciado su oportunidad, y ahora temblaba ante la idea de mirar atrás para contemplar las consecuencias de su lamentable fallo.

Dicha se había sumido en el caos. Todo había estallado fuera de control. La población de termitas y hormigas ahora eran vasallos de la reina. Las hormigas liberaban a las termitas que habían sacado por la fuerza de sus hogares, pero a diferencia de las hormigas, que gritaban y alababan a la reina con fervor, las termitas liberadas no emitían un solo sonido. Sus ojos vacíos, apagados, revelaban la ausencia de una voluntad propia.

Mientras tanto, aquellas termitas que no habían sido extraídas de la ciudad reaccionaban con una violencia desesperada buscando escapar hacia el otro lado de la formación de escorpiones. Su frenesí aumentaba el pánico y la confusión. Los habitantes, atónitos, observaban cómo sus vecinos perdían todo sentido, avanzando sin razón aparente, empujando y lastimando sin miramientos en su intento de ir con las hormigas. Mientras que los invisibles Grimarios festejaban con las cosechas de pesadilla y esencia de inevitable ruina de esta ciudad. El desorden se esparcía como un incendio descontrolado, consumiendo todo a su paso.

Dimir solo podía fijar sus ojos cristalinos con furia hacia la Diosa Reina de las hormigas. Del suelo surgieron seis hormigas berserker como la anterior, todas bien protegidas, y armadas por un arma contundente, probablemente un hueso, con la forma de una guadaña. De la hoja del arma y bajando un poco por el mango sobresalían largos y afilados dientes. Todos ellos levantados detrás de su reina

—Que oportuna, desde que escuché de ti había estado esperando este encuentro, me complace que hayas venido hasta acá.

—Déjate de bromas desgraciada, ¿¡Que no te das cuenta!? Estás jugando con fuerzas más allá de tu control. La esencia de las pesadillas no es algo con lo que ningún ser debería estar jugando.

Dimir no esperó una respuesta, con su mano conjuró siete dagas de luz que volaron en dirección a la reina, ninguno de sus guardias se movió para defenderla, la reina las esquivó con elegantes pasos laterales sin demasiado alboroto. Pero Dimir no era así de simple, no, en cuanto las dagas pasaron de largo estas se detuvieron en el aire y volvieron a lanzarse contra su objetivo, pero inesperadamente la reina hizo algo que dejó a Dimir estupefacta, sus guardias dieron pasos hacia atrás para no estorbar a su majestad, y ella con un sofisticado movimiento se agachó con un giro elegante, quedando en la postura de reverencia formal.

—La enemistad que tengas conmigo en este momento no tiene ninguna relevancia. He buscado durante mucho tiempo una polilla de tu casta, y he de atender asuntos importantes contigo.

—Escuchar cualquier palabra de una lunática como tú sería un desperdicio

Rápidamente Dimir atacó a la reina, desde el momento en que dio el primer paso supo que algo no estaba bien, sus guardias seguían de pie sin hacer nada ¿Tanto era la confianza de su reina?

Ya'Laramti desenfundó un gran aguijón curvo de su cintura poniéndose en guardia, es común que en una pelea quien tenga ventaja sea aquel que pueda alcanzar a su enemigo sin exponer sus puntos debiles, Dimir se dio cuenta rápidamente que esta ventaja la tenía la Reina, su gran altura y brazos largos le daban un alcance que ni con su alabarda sería capaz de compensar, por lo que su única opción sería tomar la iniciativa, acercarse tanto cómo pudiera y aprovechar la diferencia de tamaño.

Dimir estaba confiada en su experiencia en combate, a menudo las reinas hormigas no están versadas en los estilos de lucha, pero mirando la seguridad de su oponente intuía que este no sería uno de esos casos.

Usando un batido de sus alas para acortar la distancia en un santiamén, comenzó dando ágiles y precisas estocadas dadas a la velocidad de un parpadeo, la técnica de la polilla era sólida y precisa, la Reina hormiga de inmediato intentó alejarse del rango de ataque de su rival para tener una mejor posición de ataque.

Pero la polilla, cual hábil cazador no dejaría a su presa alejarse. Usando sus alas para dar saltos ágiles acortando eficientemente las distancias. Siempre con la vista centrada en ella.

Nuevamente, Dimir conjuró las dagas de luz, pero esta vez no se dirigieron directamente hacia Ya'Lahramti. Los proyectiles luminosos se desplazaron detrás de la Reina Diosa mientras ella se retiraba con elegantes pasos hacia atrás. Dimir trazó una estrategia, basado en el patrón de su oponente; lanzarse hacia el frente, forzando a la hormiga a seguir esquivando mientras las dagas se aproximaban por su retaguardia, atrapándola entre dos frentes.

Todo transcurrió en una danza ralentizada ante sus ojos. La reina percibió las dagas acercándose por su espalda con sus antenas, pero su expresión permaneció serena, incluso divertida. Con una gracia deslumbrante, Ya'Lahramti cambió el ritmo de sus movimientos en un parpadeo. En lugar de retroceder, avanzó hacia Dimir, su figura ágil deslizándose con una fluidez y suavidad que parecían casi sobrenaturales. Antes de que la alabarda de la polilla pudiera alcanzar su objetivo, la Reina hormiga se movió a un lado con una elegancia que recordaba a un preciso paso de baile. En ese instante, Dimir escuchó el sonido metálico de las dagas de luz impactando contra el aguijón de la diosa.

Sin siquiera voltear a mirarlos la diosa reina había defendido su retaguardia con su aguijón. Dimir estupefacta se apresuró a tomar distancia de la reina, conocía muchos insectos que tenían una forma de esgrima con pasos estilizados parecidos a un baile, pero nunca uno con una maestría tan profunda.

Respiró hondo, controlando su respiración, estaba sorprendida, pero tenía que mantener su mente serena, purgar todas sus dudas, estaba dispuesta a entregar todo su ser en este combate, tal como en su pasado tortuoso, tenía que luchar con aún más espíritu, con la intención de doblegar a su rival.

Si fallaba en su cometido, su pequeña Adelaida corría peligro, no, mejor dicho, todos corrían un gran peligro, incluso quienes habitaban más allá del desierto de Jade. Tenía que inflarse de ira, volver a despertar a ese demonio de guerra.

Esta vez la sorpresa se la llevó Ya'Larahmti, justo cuando pensaba que había quedado demostrado su dominio percibió la nueva amenaza delante de ella, la polilla esta vez la atacaba desde arriba, irradiando una sed de sangre que no mostraba antes.

El sonido de metal contra metal inundó el ambiente, la Dios reina tuvo que levantar su aguijón para defenderse de la lluvia de ataques que caía sobre ella sin parar ni un segundo. Dimir volando sobre ella ejecutando una contundente lluvia de estocadas decentes y golpes horizontales que tenían la intención de romper la defensa de la hormiga.

Ya'Larahmti bloqueaba los ataques a la perfección, pudiendo reflejar uno a los lados, intentando general una abertura en el ataque de su oponente, pero era inútil, las estocadas de Dimir eran tan ágiles que dejaban poco espacio al pensamiento, y sus golpes ascendentes estaban cargados de una fuerza inmensa, que no se sentían propias de la apariencia antigua de la polilla.

Adicionalmente Dimir empezó a conjurar lanzas de luz en cuestión de un parpadeo para combinar con sus ataques, pero no era suficiente para hacer caer a la reina, por desgracia y Dimir estaba muy enterada que tenía que recurrir incluso al combate sucio. Bajo su cuerpo hasta el suelo, cuando Ya'Larahmti obligatoriamente tuvo que hacer lo misma la polilla invoco un as de luz que segaría parcialmente a la hormiga.

El sonido de la quitina siendo partida alarmó a los guardias, cuando finalmente pudieron observar lo que había pasado vieron a su reina, deteniendo el golpe de la polilla con su aguijón, pero aun así la alabarda de Dimir había logrado golpear su costado superficialmente, la reina miraba a la polilla con una faz de sorpresa y una mueca contenida de dolor. Aun así, negó a sus guardias acercarse.

Cualquier ser habría sucumbido en un santiamén, abrumado por la velocidad y ferocidad de ese ataque...

Dimir se dispone a realizar un ataque descendente, la reina hormiga naturalmente subió su guardia, una tríada de dagas de luz se crean y dispara, justo antes de que el ataque de la polilla tenga lugar, pero cuando Ya'Larahmti corta el primer ataque nota que la polilla no ha realizado su segundo ataque, de hecho, ya no se encuentra en el aire, había realizado una finta y ahora estaba al nivel del suelo lista para atacar con la misma táctica.

Fue tan rápido, el movimiento fue tan rápido que hizo perder el balance a la reina, y un chorro de sangre cayó al suelo empapando la arena. Y con ella cayó Dimir, afligida por un dolor lacerante en su ojo derecho.

Solo en ese momento comprendió lo que había estado ignorando durante toda la batalla. Durante este breve combate la reina solo había usado una mano para bloquear sus ataques, pero todo este tiempo en su cintura había estado descansando un segundo aguijón curvo, fue este el que usó para cortarle el ojo mientras se alcanzaba a defender con su otro aguijón.

—¡Aghhhhhh!— Liberó un grito de agonía.

—Bien, con eso creo que he ganado tu atención— Dimir aún consumida por el dolor no iba dejar de luchar, pero la Reina aprovechó que había bajado la guardia para patear la alabarda de Dimir lejos de su alcance.

—Olvidaré tu agravio vieja polilla. Si me escuchas seguro entenderás.

—Ah....ah...¿Vas a detenerte en esta invasión si te oigo?

—No es como si tuvieras la opción de negarte —dijo Ya'Larahmti con frialdad— Observa a mis guardias, esos dignos y honorables caballeros. Seguramente te diste cuenta de que no intervinieron durante nuestro duelo. Por supuesto, les di instrucciones de mantenerse al margen. Sin embargo, su casta es conocida como el brazo armado más brutal y bárbaro de toda la colonia. Esa fama no es su naturaleza, sino un estigma que han cargado debido a la barbarie traída por las repulsivas reinas.

—No necesitas decir mis pensamientos en voz alta... —se quejó Dimir, irritada.

La reina hormiga ignoró el comentario de la polilla y continuó con su discurso— Polilla, mis hijos... mi pueblo... nuestra raza ha caído en desgracia. Como la Diosa de todas las hormigas, no me cabe duda del decadente estado en el que han caído durante mi ausencia. No busco deleitarme en la conquista, sino traer de nuevo la iluminación a mi gente.

—¿Entonces, detendrás esta invasión? —inquirió Dimir.

—Eso depende de tu respuesta, Polilla —respondió Ya'Larahmti —Fui la primera hormiga de todas, tengo el poder de iluminar las mentes de todas ellas, bajo mi reinado no hay conflictos absurdos, ni descontento alguno, todas ellas viven en armonía. Un día, al observar la similitud entre nosotras y las termitas, comprendí que ellas también eran dignas de recibir mi don. Sin embargo, no fue lo mismo, sus mentes se perdían en el proceso. Y entonces surgió una idea.

La reina hizo una pausa, estudiando el rostro de Dimir, antes de continuar— Escuché las leyendas de vuestra Deidad patrona polilla, vuestra creadora posee el poder que me falta, con él podré entregar mi bendición a todas las demás razas fuera de mi liderazgo ¡Solo entonces alcanzaremos la utopía ideal! ¡Un mundo sin conflictos, de perfecto y absoluto orden!

Dimir le lanzó una mirada perpleja a la diosa. —Quiero que lo imagines, la diosa de los sueños amparando a una diosa terrenal, nuestro gobierno será justo y absoluto, ni siquiera el dios que tanto temes será capaz de hacernos frente, iluminaré nuestro mundo con luz para todas, no mas sombras.

—Debido a mi estatus divino no puedo entrar al dominio de otra Deidad, y todos mis súbditos poseen mi sello mental, por eso requiero tu ayuda polilla, para tener una audiencia con vuestra Deidad.

Dimir sin embargo no tenía otra expresión en su rostro que no fuera una emoción negativa; desprecio, irá, desdén.

—Así que eso es todo lo que buscas, el poder de doblegar las voluntades de otros.

—¿Qué hay de malo con eso? No te das cuenta de que es el único camino viable, la manipulación, el engaño, las traiciones y los intereses son una constante en el día a día, algunas veces los insectos se aniquilan mutuamente por ligeras diferencias ideológicas, estúpidas e infantiles cuestiones. Yo tengo la solución a todos esos problemas y más, traeré una era de compasión y orden absolutos.

Dimir no pudo evitar soltar una risa amarga, a pesar de que la sangre seguía brotando de su herida, ya se había acostumbrado al dolor. Con esfuerzo, levantó la cabeza y clavó su mirada en Ya'Larahmti.

—Tú... Radiance, ninguna de ustedes jamás entenderá —dijo con una voz firme—. No pueden encarcelar a los insectos en una prisión de luz cómoda y vacía, desprovista de razón o espíritu y llamar a eso paraíso. Los insectos debemos, sin la intervención divina, madurar y forjar nuestros propios destinos. Sí, puede que sea difícil. Sí, puede que nos equivoquemos miles de veces en él proceso, pero esa misma dificultad es la que nos da una razón para vivir. Sin nuestros errores, sin la capacidad de aprender de ellos, no somos nada.

La mirada de Dimir no titubeaba, a pesar del dolor, refleja una convicción inquebrantable, mientras Ya'Larahmti ahora la miraba con desdén.

—Además... corriste con mala suerte, Radiance, o como suelen conocerla el resto; la diosa polilla, la diosa de los sueños, cayó en el olvido hace mucho tiempo. Y yo fui una de las muchas que le dio la espalda.

A su respuesta sólo le siguen unos segundos de silencio, Ya'Larahmti la mira contemplativa y ciertamente decepcionada.

Finalmente suspira —Esto fue una completa pérdida de mi tiempo, supongo que debimos comenzar por ese punto ¿No te parece?

De pronto la Reina saca ambos aguijones. El rechinar de sus filos al cruzar hiela la sangre de Dimir en un santiamén pues se dio cuenta que esto no sería como antes, ella tuvo su oportunidad y ahora era el turno de la reina hormiga.

Dimir se lanzó por el suelo a recuperar su alabarda, en ese instante la reina realizó un salto en el aire, ligero y elegante como era en todos sus movimientos. Aún sin tener alas su cuerpo se desplazó por el aire como movido por un par de alas invisibles, dando un giro mortal que tenía la intención de rebanarla en cachitos, por suerte supo cómo esquivarlo bien.

De inmediato Dimir lanzó un contraataque en forma de dagas de luz, entonces Ya'Larahmti desapareció de la vista de su oponente para sorpresivamente aparecer por encima de ella. El golpe falló, pero la reina no paró ahí, de inmediato empezó a desaparecer, un segundo después del otro tratando de sorprender a su enemiga desde múltiples ángulos.

Sudaba por mantener ritmo a la batalla, pese a que estaba acostumbrada a pelear con enemigos ágiles la Reina estaba lejos de solo moverse rápido, sus ataques eran escurridizos pero contundentes, y su forma de moverse hacían difícil leer la trayectoria de sus golpes.

La técnica de la diosa era implacable y parecía que sus ataques golpeaban con más fuerza a medida que la lucha se extendía, Sin temor apareció con su espalda expuesta delante de Dimir, un error que sería fatal para cualquiera, pero a una velocidad pasmosa bajo sus aguijones dando tres golpes diagonales en cuestión de segundos. Seguidamente volvió a desaparecer cuando después de bloquear sus golpes Dimir vio una mínima abertura para atacar.

Apareció por un costado dando primero un golpe, cruzando ambos aguijones como si fueran tijeras, Dimir consiguió esquivar el ataque, pero Ya'Larahmti no perdió el ritmo, la siguió de cerca dando varios giros elegantes y mortales.

—Huye todo lo que quieras polilla, solo retrasas lo inevitable.

Las palabras de la reina resonaron fuertemente en Dimir, no veía cómo podría salir de este encuentro, incluso con su experiencia en batalla no encontraba la forma de superar a la hormiga. Ya'Laharamti aprovechó este momento de duda para desvanecerse, pero esta vez apareció de frente, dando otro giro mortal, sin embargo, que apareciera enfrente de ella le dio tiempo para reaccionar, bloqueando con éxito los giros.

Pero algo más pasó, sintió claramente el peso de los golpes, pero notó que habían caído más golpes de los que ella había percibido, se sintió confundida, pero su cerebro finalmente procesó lo que había pasado en un momento y la dejó realmente preocupada, pues de hecho si había sido capaz de ver aquellos golpes, o, mejor dicho, había conseguido ver el destello de la hoja, más no el movimiento del aguijón o el de las manos dé Ya'Larahmti.

Al darse cuenta del peligro, Dimir intentó retroceder lo más rápido posible, pero fue inútil. En un parpadeo, Ya'Larahmti volvió a deslizarse hacia ella con la gracia de una bailarina, pero esta vez su danza fue mucho más agresiva. Los movimientos de la diosa hormiga eran un torbellino elegante y peligroso, cada paso marcaba un golpe, cada giro cortaba el aire con precisión. Dimir no pudo seguir la mayoría de los cortes, a ese punto estaba peleando a puro instinto. Solo sintió el escalofrío que recorría su cuerpo cada que un espadazo impactaba.

Cortes superficiales aparecieron en su piel, como cicatrices dejadas por una tormenta de cuchillas invisibles. La polilla trató de aferrarse a su alabarda, pero entonces sintió el peso de la pérdida. Su mano derecha. Vio cómo la cabeza de su arma caía al suelo, seguida de su mano cercenada, mientras el horror se apoderaba de su rostro.

Ya'Larahmti le devolvió una mirada de satisfacción y júbilo. En ese instante Dimir comprendió que la hormiga se había estado divirtiendo con ella. ¿Qué es lo que haría ahora? Estaba claro que no era rival para un ser como la hormiga, de hecho, nadie en la ciudad lo estaba, solo podía imaginar la clase de carnicería que está criatura era capaz de desatar...

Enfrentarla y ganar tiempo a costa de una muerte segura, oh huir y tratar de salvar la vida de sus compañeros.

La imagen de su pequeña Adelaida voló por su mente, esa dulce y juguetona sonrisa de su querida niña, tiñéndose con desagradables imágenes de ella estallando en llantos, sola y dejada de lado como en el día en que la encontró.

En ese momento lo tuvo claro. Arrastró la cabeza de su alabarda y la tomó con su única mano ahora disponible, alzándose decididamente. Ya'Larahmti la miró con una mueca de victoria.

En ese momento decisivo, Dimir sólo pudo pensar en una promesa que se hizo a ella misma; "No abandonaré a Adelaida". Su pelaje ligeramente gris brillaba con un fulgor cándido pues tenía la intención de concentrar todo su poder mágico, por un momento su aspecto recordó al de una polilla totalmente blanca y radiante, al tiempo en que desaparecía pilares de luz empezaron a caer como relámpagos apuntando a la hormiga.

Ya'Larahmti trato de esquivarlos como lo había hecho con las dagas de luz muchas veces antes, pero no podía ver desde donde se generaban los ataques hasta que ya estaban por pegarle.

Cuando todo terminó se dio cuenta de que Dimir había aprovechado la oportunidad para escapar.

Algo molesta por haber malgastado su tiempo miró hacia la ciudad, contemplándola con seriedad.

—La hora del juicio ha llegado para los pecadores— Se dirigió a su guardia personal bajando con su séquito detrás de ella. —Incluso con contratiempos el destino sigue en marcha.

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