Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Recuérdame

Después de tres años en este hospital ya devería estar acostumbrado. Las extensas guardias me hacían parecer una gran ojera ambulante..., ¡pero amaba lo que hacía! Los niños eran mi debilidad y ayudar a sanarlos, mi pasión. Me enfoqué tanto en mi trabajo, que prácticamente no tenía vida fuera de él y mis compañeros se aprovechaban de eso.
      Todos sabían que no diría que no, ni siquiera en plena noche de Navidad. De todas formas, no tenía nada que hacer. Me negué al contacto con las personas, la familia..., el amor. Desde que «la» perdí, me cerré a todo lo que no fuera mi especialidad como pediatra. Y estas fechas sencillamente me recordaban que «ella» no estaba, que jamás volvería a verla... Por eso trabajaba más, para intentar no pensar en el inmenso dolor que me provocaba su ausencia. Porque a pesar de que los recuerdos de su rostro, su piel, su voz, se hacían cada vez más borrosos debido a los medicamentos que, me administraron después de despertar del coma que había sufrido por culpa de aquel maldito accidente, la tristeza de mi alma no cedía.
     —¡Por favor, ayúdeme! —gritó una chica que entró como loca a mi consulta, con un niño de unos cinco años en brazos.
     —Claro. Intente calmarse y dígame qué sucede —respondí en tono suave y pausado, como indicaban los psicólogos que debía hacer en estos casos.
      —Es que... no lo sé. La niñera dijo que estaba normal y de pronto se cayó al suelo. Ya hace un rato y sigue sin reaccionar —explicó con voz temblorosa—. Estoy desesperada, se lo suplico, dígame que mi bebé estará bien —concluyó con los ojos empañados por las lágrimas y sin apartar la vista de su pequeño.
     Tomé al pequeño en brazos y lo recosté en la camilla de revisión, sin decir palabra. Enseguida noté que su pulso y respiración estaban bien. Mis diagnósticos prematuros solían ser acertados la mayoría de las veces y, con rapidez, sospeché lo que pasaba.
     —No se preocupe, solo está dormido —avisé. Me volteé a mirarla y por primera vez, sus ojos se encontraron con los míos.
     Su expresión cambió como si hubiera visto un fantasma. Su rostro, hermoso por cierto, se veía confuso, lleno de incredulidad, pero en medio de todo aquello, yo solo pude ver lo mucho que se me parecía a ella...
     No puede ser Taehoo, no sigas viendo fantasmas donde no los hay.
     —¿T-tae? —tartamudeó negando con la cabeza como si temiera la repuesta que le daría.
     —¿Me... me conoce?
     —No puedo creer que te encuentre en el día y en el lugar menos pensado yo, yo... Ya había perdido las esperanzas —continuaba balbuceando, mirando a todos lados como si tuviera delirio de persecución—. ¡Gracias, Dios...! Pero primero dime, ¿qué es lo que tiene mi hijo? ¿Cómo que solo está dormido?
      Por un momento arrugué mi entrecejo y me quedé observándola, a la espera de una explicación coherente. Sin embargo, ella no parecía querer decirme nada hasta que no obtuviera las respuestas en cuanto a la condición de su hijo.
      —Bueno, necesitaré hacer algunas pruebas para confirmarlo..., pero... —mencioné resignado a responder sus dudas cuanto antes y así poder obtener la aclaración de las mías—, estoy un noventa por ciento seguro de que su hijo sufre de Narcolepsia.
      —¿Qué es eso? ¿¡Es grave!? ¿Tiene cura? —volvió a gritar alterada.
      —Se le conoce como la enfermedad del sueño, es muy rara y aunque no tiene cura... —Puse una mano en su hombro, a manera de consuelo ya que con cada una de mis palabras su rostro iba mostrando más dolor—, con el tratamiento adecuado podrá llevar una vida normal.
      La chica rompió en un llanto demasiado fuerte, mientas el pequeño ni se inmutó de su sueño. Sus lágrimas corrían sin cesar por sus mejillas y por primera vez en mi vida, me sentí realmente mal por el dolor de alguien que no fuera yo mismo. A pesar de mis extensos estudios, no atiné a reaccionar sereno y seguro como acostumbraba. Todo lo que era Kim Taehoo se desmoronó cuando vi a aquella mujer llorar, pero, ¿por qué? ¿Por qué causó ese efecto en mí?
      —Por favor no se asuste así. —Intenté de nuevo calmarla—. Le prometo que su hijo va a estar bien. Si quiere puedo mostrarle de lo que trata su condición y...
      Me quedé sin habla cuando me abrazó por la cintura y levanté mis manos para no tocarla, mientras sentí las suyas entrelazarse con fuerza detrás de mi espalda. Aquello me descolocó terriblemente.
       ¡Rayos, ¿qué es esto que siento?!
       —Te creo, pero no es por eso que estoy así. Bueno, en parte sí, pero... ¡Ay, Tae, tengo mucho miedo! —Sollosó y las gotas de lagrimas mojaron mi camisa, estremeciendo mi pecho.
        —Ya le dije que va estar bien. No sé qué más decir. —Mis manos fueron bajando lentamente y se posaron en su cabeza y el comienzo de su espalda. Quería aliviar de alguna forma su aflicción, cosa que no había hecho nunca antes con ningún familiar de mis pacientes, puesto que era considerado antiprofecional, pero en aquel momento, lo necesitaba—. Ni siquiera es algo con consecuencias graves, solo... solo a veces tendrá mucho sueño y le será difícil resistirse, pero...
     —No he dejado de buscarte, te lo juro —me interrumpió y no podía entender por qué se atrevía a tutearme—. Intenté con todas mis fuerzas encontrarte, pero no tenía ni los medios, ni el dinero. Me estaba matando el estar sin ti. Tae, yo...
      —Señorita, me está preocupando —la interrumpí porque un nudo extraño se estaba formando en mi garganta y no podía o... no quería ilusionarme de nuevo—. Le pregunté si me conocía y...
      —¡Por supuesto que te conozco! —dijo levantando su mirada y viéndome con una ternura inigualable—. Te conozco demasiado... Jamás podría olvidar a mi primer y único amor, pero... al parecer, tú sí.
     Estoy seguro de que mis pupilas se dilataron insofacto y me aparté mirándola aterrado. Su rostro ciertamente me pareció familiar desde el mismo momento en que entró por la puerta, pero me era imposible creer que fuera ella. No podía ser, la vida me estaba jugando una mala pasada. Quería verme sufrir una vez más y no lo iba a permitir...
      —¿De qué está hablado? No la conozco y no entiendo por qué se dirige a mí de esa manera —articulé al tiempo que caminaba hacia atrás, intentando alejarme de ella lo más que pudiera.
      —¿Cómo es posible que no me reconozcas? —Volvió a acercárseme—. ¿Qué fue lo que te dijeron? ¿Qué te hicieron para que me olvidaras?
      —En serio, si se sigue comportando así tendré que llamar para que le asignen otro médico —balbuceé con verdadero miedo y ella ya estaba otra vez encima de mí.
      —No sé por qué rayos no me recuerdas, pero no puedo imaginar lo difícil que ha sido para ti. —Suspiró agitada mientras su mano acarició mi rostro y aunque quise apartarme, me derretí ante aquel tacto—. Había perdido las esperanzas... y resulta que estabas más cerca de lo que jamás pensé.
      —Creo... creo que necesita terapia. Se está confundiendo de persona, yo no soy quien usted piensa, yo...
      —Shh... —Me calló poniendo su dedo índice en mis labios—. Yo no estoy confundida, Taehoo. Yo no te he olvidado y a pesar de que he sufrido demasiado tu ausencia, recordarte ha sido lo único que me ha dado las fuerzas para seguir adelante. Eso... y nuestro hijo que...
      —¡Ey, ey, ey, pare ahí! —grité apartándola de manera brusca, aunque tratando de no lastimarla—. Ahora sí que no tengo dudas: ¡usted está completamente loca!
      —No lo estoy, escúchame, por favor —pidió en tono afligido y comencé a huir de nuevo, esta vez, rodeando la mesa al tiempo que ella casi corría detrás de mí—. Apuesto a que algo debes recordar, un rostro, una voz..., la noche del accidente con aquel maldito trailer sin frenos. ¡No pueden habértelo quitado todo!
      Sus últimas palabras me hicieron congelarme. Nadie sabía del trailer pues el conductor se había dado a la fuga y al despertar del coma tres años después, me pareció estúpido mencionarlo. Pero aquella última imagen no se había ido de mi mente por más medicamentos que tomara... Solo la única persona que iba conmigo... y que supuestamente había muerto en aquel accidente, solo ella y yo, sabíamos con exactitud con qué habíamos chocado.
      —¿Cómo... cómo sabe que fue un trailer? —pregunté todavía petrificado y ella aprovechó para acercarse de nuevo.
      —Porque también estaba allí... Yo era la que iba a tu lado en el asiento del copiloto. —Sus lágrimas volvieron a salir y las mías también ganaron la batalla por desprenderse de mis cuencas—. Fue por mí que lo dejaste todo, Tae. Por mí y por el hijo que comenzaba a crecer en mi vientre. Te enfrentaste a tus padres, pero ellos no lo entendieron. No me querían a tu lado, les parecía poca cosa para ti y aquella noche decidiste... «decidimos» huir lejos de todo y de todos, pero...
      —Ocurrió el accidente —terminé de decir por ella, en un tono muy bajo, todavía sin poder estar seguro de todo lo que estaba escuchando.
       —Me dijeron que al despertar me odiarías —continuó, mirándome con tanto dolor, que era imposible pensar que estuviera mintiendo—. Que quedarías paralítico y que me culparías de todo, mas eso nunca logró apartarme de tu lado, lo juro. Sin embargo, descubrí que habían pagado a un clandestino para que me hiciera un aborto y entonces sí tuve que escapar. ¡Debía salvar a nuestro hijo! Nunca imaginé que me costaría tanto volver a encontrarte. No sé cómo rayos hicieron para que desaparecieras así.
      —Me llevaron a Inglaterra, estuve en coma tres años y al despertar, se dieron cuenta de que había perdido parte de la memoria. Me dijeron que ella...
       —¡Qué yo, Tae!... ¡Soy yo!
       —Qu-que... que mi novia... había muerto. —No podía decir que era ella, no todavía. Me negaba a creer que mis padres fueran tan malditos, que hubiesen sido capaz de tanto, hasta de querer... de querer... asesinar a mi bebé. Era algo muy delicado y no podía aceptarlo tan fácil. Aún así, me permitiría explicarle cómo habían sucedido las cosas después de ese accidente, darle los datos que supuestamente le faltaban. No podía hacerme ningún daño con eso. ¿O sí? —Después de recuperarme del todo, quise volver a Corea con el pretexto de ejercer la carrera, pero en el fondo me negaba a creer del todo en ellos, así que decidí que la buscaría. Como «estaba muerta», no pudieron oponerse. Desde entonces me he sentido vigilado todo el tiempo, pero me las he arreglado para buscarla hasta debajo de las piedras, sin embargo, no he podido encontrarla.
      —No vas a creerme, ¿cierto? —Sollosó otra vez con su intensa y dolida mirada fija en mí.
      Sus ojos estaban muy rojos y también me dolía. Sentía que había algo en ella que era real, pero tenía tanto miedo, tantas dudas. Era tan parecida a lo poco que recordaba y a la vez, tan distinta. También estaba el hecho de que ese niño que ahora dormía en la camilla de revisión de mi consulta, podría ser mío...
     ¡Quería tanto creer que lo era!
     —Quiero hacerlo, de verdad quiero, pero... ¿cómo puedo saber que estás diciendo la verdad? Podrías haberme investigado. No sé, soy un buen partido: millonario y soltero. ¿Sabes cuántas chicas han venido con todo tipo de cuentos tratando de acercarse a mí?
      —Pudieron borrarte lo que había aquí... —Acarició con suavidad mi sien y, con su tacto, los pelos se me pusieron de punta. Como si mi piel recordara su toque, algo que yo no podía—. Pero nunca... lo que hay aquí. —Su mano bajó a mi corazón y este se aceleró de manera indescriptible, anhelando mucho más que aquel simple rose—. Voy... a devolverte todo lo que te quitaron.
      Se acercó muy lento, quizás, hasta con un poco de miedo, pero esta vez no intentaría apartarme. Quería saber si de verdad podía devolverme todo. ¡Dios, ¿podría ser posible?! Sus labios rosaron los míos, suave, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Cerré los ojos fuerte cuando sentí un tenue segundo beso y mis manos exploraron su cintura, mientras las de ella recorrieron desde mi pecho hasta entrelazarse detrás de mi nuca.
      No puedo explicar lo que sentí. Las sensaciones que se apoderaron de todo mi ser fueron tan intensas, que me fue imposible parar. Tomé el mando y profundicé más mi lengua dentro de su boca: tenía el mismo sabor a fresas con nata. El exquisito aroma a frutos secos de su cabello y la suave textura de su tersa piel, también me invadieron y me resultaron familiares... Ella tenía razón, por más que lo intentaron no pudieron arrebatarme algo que solo yo poseía, y eso era la esencia de la mujer que amaba. Nadie más que yo la conocía con tanta perfección, y nadie que no fuera ella sería capaz de hacerme vibrar de aquella manera.
      ¡Era ella!
      —¡Eres tú! —afirmé separándome un poco de su boca solo para continuar dejando húmedos besos sobre su frente, mejillas y labios, una y otra vez—. ¡Te extrañé tanto!, aún cuando no podía recordarte del todo, te extrañé tanto, mi vida.
     —Prométeme... que nada nos va a volver a separar, Tae.
     —No pudieron con nosotros, mi amor. Solo... solo hicieron que nos amáramos más. —Volví a fundir nuestros labios en un beso apasionado y la abracé tan fuerte, que podría haberle roto las costillas, pero ella no se quejó. Sonrió en medio del beso y yo paré un instante para que tomáramos aire.
      —Estás más hermoso que hace seis años —comentó y sonreí avergonzado—. Ha pasado tanto tiempo que temía que al encontrarte, ya tuvieras alguien más.
       —Eso nunca, solo he amado y amaré a una sola persona en toda mi vida. —Ella negó y yo abrí mucho mis ojos, confuso—. ¿Cómo que no? ¿No me crees?
       —No es eso, no dudo que me ames —carcajeó con picardía—, pero estoy segura que ahora existe una personita que amarás demasiado, incluso más que a mí.
       —No te entiendo... yo...
       —¡A tu hijo, Tae! —Soltó otra risita y mis ojos se cristalizaron—. Tienes... Tenemos un hijo, ¿recuerdas?
       ¡Dios, es cierto, tengo un hijo!
       Miré al pequeño en la camilla, con la vista nublada por las lágrimas de la emoción. Estaba despertando, no sé si lo había logrado el ruido que habíamos armado antes o que, simplemente, la crisis de Narcolepsia comenzaba a ceder. Por primera vez en mi vida tuve miedo de tomar a un niño entre mis brazos.
     ¡Rayos, esta Navidad ha traído consigo demasiadas primeras veces!
     —¿Puedo? —pregunté señalando al niño.
     —No tienes que preguntar... es tuyo.
     Alcé al pequeño que se talló los ojos con sus manitas repetidas veces y me miró muy asombrado, haciendo tiernos pucheros y ladeando su cabecita de un lado a otro, como si intentara... ¿reconocerme? No podía ser, pero para mi sorpresa, soltó un sonoro «¡papá!» y se colgó de mi cuello, dándome el abrazo más inesperado y más dulce de toda mi vida. Fue tanto lo que sentí que no sabría explicarlo y, solo me limité a abrazarlo, dejando salir tambien un río de lagrimas de mis cuencas.
      —¡Viste, mami!, Santa cumplió mi deseo: me devolvió al fin a mi papi —gritó el niño sin dejar de abrazarme.
      —¿Cómo es posible que sepa quién soy?
      —Le he mostrado una foto tuya que atesoraba. Te conoce prácticamente desde que nació. Cuando preguntaba donde estabas le decía que habías ido a trabajar muy lejos y, como cumple en navidad, siempre le pedía a Santa que le permitiera una vacaciones a su papá que trabajaba demasiado.
      —Eres una madre maravillosa. —Su sonrisa se hizo presente de nuevo, esta vez, acompañada de un pequeño rubor en sus mejillas.
      ¡Dios, ella también estaba más hermosa que hacía seis años! Y por culpa de mi maldita familia me había perdido todo ese tiempo al lado de la mujer que amaba, y de mi hijo. No lo vi nacer, crecer, no escuché sus primeras palabras. No pude apoyarlos ni ayudarlos en los momentos difíciles, que seguro fueron muchos... Y ellos tampoco me tuvieron a mí... Pero a partir de ahora no me separaría de ellos ni por un instante. Recuperaría el tiempo perdido, ¡empezando desde ya! Decidido tomé el teléfono del escritorio y sin soltar a mi hijo, marqué el número de la recepción del hospital...
      —Señorita Park, necesito que manden otro médico a la consulta tres. Voy a tomarme el resto de la noche libre... Ese no es mi problema, llevo tres años sin tomarme unas vacaciones, ¿no cree que me las merezco ya? —Sentí su réplica del otro lado de la línea pero colgué con rapidez.
     —¿Puedes hacer eso? —indagó asustada—. ¿No perderás el trabajo o algo así?
     —Puede que me gane un regaño del director, pero no se atreverá a echar a uno de sus mejores pediatras. Y si lo hace, tengo muchas ofertas de buenos hospitales esperándome —dije y besé su frente para después empujarla con suavidad hacia la salida—. Además, era el único doctor que no tenía con quien pasar la navidad, cuando les diga que al fin tengo familia, sé que se alegrarán por mí.
      Ambos caminamos y yo no podía, ni quería, ocultar mi felicidad. Los recuerdos no estaban completos, pero estaba seguro de que irían llegando poco a poco, y si no, crearíamos nuevos y mejores, pero jamás permitiría que nos volvieran a alejar. Lucharía contra mi familia y el mundo si era necesario.
     —Papá... —La voz de me hijo sonó como canción angelical en mis oídos—. Como ya Santa cumplió mi deseo, ¿puedo pedir otro o solo es uno por año?
     —Pide cuantos quieras, mi príncipe. Yo me encargaré de convencer a Santa para que te los traiga.
     —Entonces, ¡quiero un hermanito! —gritó feliz y mis mejillas se sonrojaron al instante, podía sentirlas a punto de explotar.
     —Amor —susurró ella tan sexy en mi oído que, «ciertos lugares» de mi cuerpo que desde hacía mucho tiempo no despertaban, se removieron inquietos dentro de su prisión de tela—, ¿también olvidaste cómo se hacen los bebés?
     —No, eso lo recuerdo a la perfección. ¡Camina!, que habrá que cumplirle el deseo al niño cuanto antes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro