Hasta La Meta
¡Era el mejor! A mi corta edad ya había ganado cuanto premio otorgara el mundo de las carreras. Había viajado por todo el planeta, había conocido todo tipo de gente. Los hombres me admiraban y las mujeres se morían por mí, pero yo... Yo solo pensaba en «ella»...
¿Se acordará de la promesa que me hizo? ¡Claro que sí! Un amor como el que me confesó en aquella carta no se olvida fácilmente. Aunque pase el tiempo, aunque la distancia sea demasiada, aunque siquiera nos hayamos podido ver ni una sola vez en cinco años, sé que me estará esperando.
✦ ˚ * ✦ * ˚ ✦
—¡El gran Park Jaehyun vuelve a Busan! —exclamó mi mejor amigo al abrazarme—. ¿Te cansaste de la velocidad y la adrenalina?
—Para nada, Jeon..., pero extrañaba mi hogar, a mis amigos... a ella. ¿Cómo está? ¿Por qué no vino? ¿No le dijiste que volvía? —pregunté y Jeon evitó mi mirada, algo nervioso.
Me pareció muy extraño, pero justo en ese momento los reporteros llegaron a la sala VIP del aeropuerto y no tuve tiempo de preocuparme por algo más que no fuera huir de ellos.
—¡Rayos, ¿cómo lo supieron?! Pronto, ve por la puerta de atrás. Ahí está esperando mi hermana en un Mercedes gris —ordenó mi amigo y me empujó un poco—. Yo los despistaré.
Hice lo que me dijo y salí corriendo de allí. La verdad, la parte de los flash y las preguntas insistentes de los paparazzis, era lo que menos me gustaba de ser famoso...
—¡Arranca! —grité al subirme al auto descrito.
—¿Y mi hermano? —indagó la chica, algo preocupada por lo que pude deducir en su tono ya que ni la miré.
—Vendrá después... ¡Vamos a tu casa! O a cualquier sitio, lo importante es salir de aquí —pedí agitado y me volteé hacia ella—. ¿No escuchaste, niñ...?
Me quedé sin habla y confuso. De seguro la que tenía delante no podía ser la chiquilla de trenzas y brackets que yo recordaba, excepto porque... sí lo era. Su sonrisa era inconfundible y más ahora que no tenía nada que me impidiera apreciar su hermosa dentadura. ¡Era ella! La pequeña Misuk, la soñadora que sentada al lado de su árbol de navidad con tan solo catorce años, pidió a Santa que por favor hiciera que me enamorara de ella... Sonreí al recordar esa escena: mi última noche en Busan, cinco años atrás y, la observé por unos instantes. Ella hizo lo mismo, con el ceño fruncido, hasta que rompió el silencio...
—¿Qué me miras?
—Lo mucho que has crecido —respondí actoseguido sin poder quitar la vista de sus brillantes ojos—. Debes tener a medio Busan a tus pies, Misuk.
—¡Cómo si me importara! —Se encogió de hombros y pude notar cierto rubor en sus mejillas, justo antes de acomodarse en su asiento, mirar al frente y pisar el acelerador—. Iremos a mi casa...
✦ ˚ * ✦ * ˚ ✦
—Esta no es tu casa —declaré al bajar del auto, mirando confuso aquel pequeño apartamento a las afueras de la ciudad.
—Claro que sí. Me independicé al cumplir los diesiocho. Pensé que lo sabías. —Me miró y negué, para seguirla después al interior de aquel lugar—. Siéntate. —Señaló el sofá y obedecí—. Tambien tengo un pequeño taller mecánico.
—¡Arreglas autos! —grité de la emoción y después quería que la tierra me tragara—. Oh, lo siento. Acostumbrado a «las maneras de América» me costará un poco adaptarme de nuevo a las estrictas normas de Corea —expliqué realmente avergonzado.
—No te preocupes, tampoco sigo las «estrictas normas coreanas» —mencionó divertida mientras se dirigía a la cocina y preparaba algo que no logré distinguir—. Lo menos que obtendrás de mí son susurros y clichés. Además, eres cinco años mayor que yo, no tienes que disculparte —informó volviendo para ofrecerme un vaso—. Tu favorito, si mal no recuerdo.
—¿Soju y cerveza mezclados? ¡Sí, qué bien me vienen ahora! —Tomé el vaso y me di un buen trago—. ¡Ah, tan refrescante! Gracias, no creí que lo recordaras.
—Recuerdo todo de ti, oppa —susurró y me miró intimidantemente tierna, por un segundo—. Me cambio rápido y nos vamos, ¿ok?
—¿A dónde? —pregunté confuso.
De hecho, creo que la confusión en mi rostro no había desaparecido desde que la vi.
—¡A la famosa carrera de navidad de Busan!... Se hace en tu honor, ¿tampoco lo sabías? —Negué con un puchero—. Creo que tendré que explicarte mucho más de lo que pensé.
—Pero yo no quiero correr, vine a descansar, a pasar la navidad tranquilo y...
—Tú no correrás —me interrumpió—, sino yo... Llevo ganando tres años consecutivos. Media ciudad ha apostado por mí hoy, no puedo decepcionarlos.
—¿¡Corres desde los diesiseis!? ¿Estas loca? ¿Jeon lo sabe? —grité de nuevo y esta vez, me levanté de mi asiento y la tomé de los hombros con fuerza—. ¡Eso es ilegal, niña! Podrías haberte hecho daño, incluso matarte. ¿Cómo rayos tu hermano permitió una cosa así?
—¿Y qué? ¡Tú lo hacías desde los quince! —afirmó con sus iris dilatados y muy negros, mirándome con tanta intensidad que daba miedo—. Siempre quise saber qué se sentía estar en la pista, conocer esa adrenalina que te hizo dejarlo todo y recorrer el mundo sobre cuatro ruedas. Tú fuiste mi inspiración, oppa, nunca pensé que de todas las personas... fueras quien me lo reprochara.
—Porque no deja de ser peligroso, Misuk. Escúchame, no...
—¡No, escuchame tú! —Se safó de mi agarre y se alejó unos pasos—. Ya soy mayor de edad, sé perfectamente lo que hago... Y amo las carreras más que a nada en el mundo. El poco tiempo que soy feliz de verdad es... es justo ese en el que cruzo la meta. —Su voz se quebró y sus ojos se cristalizaron—. ¿Cómo es posible que no me entiendas?
—Te entiendo... Claro que te entiendo. —Bajé mi cabeza y pasé las manos por mi cabello, echándolo hacia atrás, intentando calmarme, resignándome a que por mucho que lo negara, ella tenía razón—. Lo siento... Sé que soy el menos indicado para hablarte de lo peligroso que es esto... Y mucho menos puedo juzgarte cuando sé a la perfección lo que se siente correr... y lo mucho que eso te puede hacer feliz. Solo... solo estaba preocupado por ti... —Tomé de golpe lo que quedaba en el vaso y volví a mirarla—. ¿Quién más irá a la carrera?
—Todo Busan estará allí.
—Bien, pues entonces iré... Necesito ver a alguien.
—Sí, será duro..., pero cuanto antes mejor —gruñó entre dientes y se marchó con rapidez, supongo que a cambiarse de ropa como había dicho antes.
—¿De qué hablas? —pregunté una vez más confuso, pero al parecer, no alcanzó a eschucharme.
Me dejó con la palabra en la boca y ni siquiera rellenó el vaso para por lo menos, entretenerme... ¡Gracias a Dios que no tardó mucho! La vi de reojo entrar al salón y me disponía a continuar nuestra extraña conversación. Pretendía preguntarle a qué rayos se refería con lo último que había dicho, pero no pude articular nada cuando llegó a mi lado. Misuk llevaba unos pantalones ajustados de cuero negro, a juego con una chaqueta del mismo material y una camiseta blanca sencilla. Sus botas de plataforma le daban un aire de corredora profesional y yo tragué en seco al percatarme de que aquella «chiquilla», acababa de llamar mi atención de la manera en que tanto había evitado.
—Si quieres puedes dejar tus cosas aquí y pasar por ellas más tarde —indicó y solo pude asentir—. Ponte esto.
Me extendió un cubre bocas, pero no atiné a moverme. Entonces, se acercó para colocarmelo con suavidad mientras yo recorría con mi vista imprudente todo su rostro y algo más. Su aroma era exquisita y su cabello negro y largo, caía por sus hombros hasta descansar cerca de sus caderas. ¿Por qué demonios la miras así, Jaehyun? ¡Es como tu hermana! Excepto porque... no lo es.
—Y-ya... ya termino yo —tartamudeé y ella se apartó un poco.
—Creo que así no te reconocerán —comentó y me extendió también las llaves de un auto—. Conduce tú, por favor, debo estar descansada para la carrera.
—¿Eh?... Ah, sí, claro. —Las tomé y salimos.
✦ ˚ * ✦ * ˚ ✦
—Jaehyun —emitió bajito cuando detuve el auto frente al circuito—, al margen de lo que pase hoy, solo... solo espero que entiendas que las cosas suceden siempre por una razón y...
—¿De qué hablas ahora, Misuk? Te has pasado toda la mañana demasiado rara.
—Es que... —Bajó la cabeza y palmeó varias veces sus muslos, como reprimiendo algo que quería decir o tal vez, buscando la mejor manera de decirlo—. ¿Sabes? Uno puede estar enamorado de alguien, pero esa persona quiere a alguien más y... alguien más lo quiere a uno y... por eso...
—¡Aish, ya! Sigo sin entender y me está dando dolor de cabeza. ¿¡Podemos entrar de una maldita vez!? —vociferé y ella suspiró.
—¡Está bien! ¡Dejaré que te estampes contra la pared! —chilló también y se bajó con rapidez del auto, para alejarse entre la multitud.
Me quedé por un instante procesando su «advertencia», pero nada cobraba sentido así que me rendí. ¿Para qué intentar entenderla...? Me bajé del auto y busqué entre los cientos de personas a la quería. No fue difícil encontrarla, no había cambiado absolutamente nada... Me acerqué, respiré profundo y recolecté todo el valor posible para hablarle...
—Cuanto tiempo, Siha... Estás...
La morena se volteó asombrada y mis palabras se esfumaron por un instante.
—¡Jaehyun!
—Sí... Sé que debes estar impresionada. No sé por qué Jeon no te dijo que volvía. Quizás quería que te diera la sorpresa o...
—Yo... yo sabía que llegabas hoy... —interrumpió un poco nerviosa, mirando a todos lados—. Solo... no pensé verte aquí... ahora.
—Ah, eso... Bueno, Misuk me trajo.
—Claro, tenía que ser Misuk.
—Lo que tengas que decirme me lo dices a la cara, Siha. —La voz de Misuk logró estremecerme.
—No tengo nada que decirte más allá de lo de siempre: ¡No te metas! ¿O es que ya le fuiste con el cuento? —cuestionó Siha con un tono mucho más fuerte y yo me quedé paralizado en medio de las dos, sin tener ni idea de lo que estaba pasando.
¡Como desde que llegué!
—Claro que no, les advertí que debían resolverlo ustedes. A fin de cuentas, se metieron solitos en este pantano. Él se confundió, sí, pero ustedes no aclararon las cosas a tiempo, ¡por cobardes! —concluyó con su mirada algo triste y se marchó chocando con su hermano que venía llegando, al que ni saludó.
—Jaehyun, yo... necesito hablar contigo —pidió Jeon al llegar a mi lado.
—Claro, no hay problema. —Esbosé una sonrisa tolerante y puse una mano en su hombro, medio abrazándolo—. Por cierto, tu hermana se ha convertido en una hermosa mujer, debes tener mucho cuidado con ella. Lo digo por los hijos de perra que hay por ahí y...
—¡Ja, qué poco la conoces! —espetó Siha en tono despectivo—. Ella no necesita que nadie la cuide. Es una chiquilla infernal que...
—¡Siha! —El alarido de Jeon logró asustarme y su nerviosismo me pareció rarísimo. Todos estaban muy raros, de hecho—. Déjanos solos, por favor —ordenó intentando disfrazar con amabilidad su tono autoritario.
—¡No lo haré! Seré yo quien hable esta vez o presiento que no le dirás nada, como esta mañana.
—Llegaron los reporteros, no tuve tiempo —replicó mi amigo quitando mi brazo de su hombro—. Lo haré ahora.
—¡Me importa un pepino quién rayos vaya a hablar, pero haganlo ya! —avisé un tanto enojado. ¿Qué demonios se traían estos dos entre manos?—. ¡Me están poniendo de los nervios!
Un disparo ensordecedor y los gritos de los aficionados indicaron que la carrera había comenzado. Me sentí un poco mal ya que quería haber estado en la línea de partida para apoyar a Misuk, pero la intriga y el «terror» en las miradas de mis amigos de la infancia, me decían que era más importante escuchar lo que tenían que decir. Repito: Todo era muy extraño desde que había llegado y esperaba que pudieran explicarme lo que sucedía. Mas después de algunos minutos, todavía ninguno abría la boca... Al fin, Siha aclaró su garganta y con todo el ruido que indicaba el fin de la carrera de fondo, soltó de golpe:
—Jeon y yo nos vamos a casar.
—¡Joder, Siha, así no! —gritó Jeon dándose un fuerte golpe de impotencia en la frente.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al instante y luego todo se tornó borroso. Ella seguía hablando, incluso discutía con Jeon, pero sus voces se sentían lejanas. ¿O el que se alejaba era yo? Solo sé que lo único que alcancé a ver, fue a Misuk corriendo hacia mí, asustada, mientras los ojos se me cerraban...
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—Al fin despiertas —susurró Misuk al momento de colocar un paño tibio sobre mi frente. Estaba recostado en el sofá de su apartamento. ¿Cómo rayos había llegado hasta allí?—. Me has dado un susto tan grande, que la alegría de ganar se desvaneció. Pensé que los hombres no se desmayaban.
—Lo siento. Creo que me afectó demasiado el viaje tan largo. Además, llevaba días sin dormir ni comer bien... Pero escuché, ¡no!, «imaginé» cosas muy raras. Porque eso no puede ser, ¿o sí?
—Lo es, Jaehyun. No imaginaste nada, escuchaste bien. —Acarició mi rostro y todo mi cuerpo fue invadido por un escalofrío tras aquel toque—. Siha a estado enamorara de mi hermano prácticamente toda la vida... y él de ella. Tú malinterpretaste las cosas y ninguno de los dos tuvo el valor para decirte la verdad. Los tres eran tan buenos amigos que temían que esa amistad se destruyera y...
—Eso no tiene sentido, Misuk —interrumpí y me incorporé en el sofá—. Ella me envió una carta la noche antes de irme, una hermosa carta donde me decía que estaba enamorada de mí y que me esperaría el tiempo que fuera necesario. ¡He vivido todos estos años gracias a esa maldita promesa! ¿Acaso estoy loco? ¿Vas a decirme que me lo inventé todo? ¿¡Por qué rayos me haría una cosa así!? —grité demasiado alterado.
—¡Siha no envío esa carta, Jaehyun! —también gritó, pero evitando mi mirada—. No sé por qué creíste que fue ella... ¡o sí lo sé! Era evidente que nunca te fijarías en una estúpida adolescente que todavía jugaba con muñecas y creía en Santa Claus.
—Misuk..., ¿qué estás diciendo?
—Que para ti fue mejor creer que Siha, aquella chica hermosa y super desarrollada de tu edad, era la que estaba enamorada de ti, pero no era así... Yo fui quien envió esa carta, yo fui quién prometió que te esperaría, yo fui... Yo soy, quien he estado enamorada de ti toda la vida, Jaehyun. —Sus lágrimas se desbordaron de sus cuencas y se levantó—. Pero sé que no le llego ni a los talones a Siha... ¡Y lamento que mí patética confesión te haya decepcionado!
Iba a marcharse pero la tomé de la mano y confieso que con cierta brusquedad, la jalé hasta hacerla caer en mi regazo. Intentó safarse, la condenada era realmente fuerte y rebelde. Me encantó. Agarré sus muñecas sin llegar a lastimarla, la lancé al sofá, me le subí encima y logré inmovilizarla por completo...
—Jamás vuelvas a repetir una cosa como esa —hablé muy cerca de sus labios. ¡Muy cerca!—. ¿Cómo vas a decepcionarme? No necesitas compararte con nadie: Eres hermosa, perfecta...
—Pero no soy quien quieres.
—¿Quién te dijo eso? —pregunté y junté nuestras frentes, intentando reprimir un poco más las ganas que tenía de besarla, al menos, hasta poder decirle todo lo que sentía—. No sabes la maravillosa noticia que me acabas de dar. ¿No lo entiendes? Siha nunca me gustó realmente, solo... Solo pensaba que era ella la que me había escrito, pero estaba... Estoy... enamorado como loco de la chica que escribió esa carta... De la que la chica que me hizo soportar tantos años alejado de mi familia y de mi hogar. De la chica que me comprendió como nadie lo había hecho... Y esa chica eres tú, Misuk, ¿no?
—S-sí... s-soy... soy yo —balbuceó y un suspiro salió de lo profundo de su garganta cuando me acerqué a su oído—: Parece que has sido una niña muy buena, Santa te cumplió al fin tu deseo —susurré y sentí como su cuerpo se tensó debajo de mí—. ¿Algo más que quieras antes de que acabe navidad?
Sus uñas se clavaron en mis hombros y no necesité palabras. La besé con todas las ganas que había acumulado durante cinco años, con pasión, con demasiada intensidad. No podía estar más feliz porque lo cierto era que, desde que la había visto en la mañana, Misuk me había hechizado con ese contraste tan suyo de ternura y girl power. Realmente me había enamorado de aquella chiquilla... ¡Dos veces! Siha solo había sido un espejismo. El medio que me había servido para mantenerme cuerdo cuando no me había atrevido a aceptar que me había enamorado de una niña de catorce años. ¡Porque era una locura en aquel momento! Nadie lo entendería, nadie lo aceptaría, pero Misuk... ya había crecido. Y descubrir que seguía enamorada de mí después de todo ese tiempo, fue maravilloso... Nos separamos un instante para tomar aire y me miró con sus ojos suplicantes...
—Ten cuidado, yo... yo no...
—Tranquila..., esta noche solo seré Park Jaehyun para ti, no el invicto corredor. Lo haré lo más suave y lento que pueda... Si quieres, claro.
—Por supuesto que quiero..., pero tampoco te estoy diciendo que seas un caracol. Un poco de velocidad y adrenalina no vendría mal. —Su mirada cambió a pícara y me encendí. ¡Qué manera de estar hecha a mi medida esta mujer!
—Bueno, dijiste que contigo lo menos que obtendría serían susurros y clichés, ¿preparada para gritar entonces?
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