4. En Juego
Drake
La tetera inicio un canto chilloso, que avisó que estaba listo. Lo tomé y eché el agua hirviendo en la taza con mi café puro.
El olor a café recién hecho era uno de las mejores formas de terminar el día, y me tranquilizaba seguir esta rutina sin jodidas interrupciones. Senteé mi trasero en el sofá, dejando la taza de café a un lado, y me concentré en la laptop.
Nada.
No había movimiento aun, y eso estaba dificultando las cosas.
Tecleé sobre la laptop en mi regazo cambiando el ángulo de las cámaras de seguridad en el departamento. El complejo de apartamentos que estaba vigilando era muy grande, eso lo sabía yo más que perfectamente. Gente con dinero vivía por estas zonas, y gente que no quería perder ese dinero me contrataba para hacer mi trabajo.
Una punzada de dolor hizo que arrugara la cara ante la horrible sensación, evitando que me masajeara dejando la laptop a un lado.
El sofá era cómodo, tenía mi café en la mesa y hacia mi trabajo como cualquier otra noche, pero estaba seguro que el dolor de cabeza arruinaba esa armonía en la ecuación.
No había forma de no terminar este trabajo, tenía fecha límite y mi clienta era la peor clasificación de toxica que cabía en mi lista de peores clientes.
No podía. BrillitosdeOro26 me va a asesinar si no hacia mi trabajo el dolor de mierda.
Era difícil enojarse sabiendo que su usuario anónimo era un reflejo de lo que creía que era "Brillitos de Oro" Apostaba que era rubia, si su novio infiel y millonario no la ocultara tan bien y le gustaran tanto las rubias, podría haber sabido quien era ella.
Me abstuve de continuar mi vigilancia, y coloqué la laptop en la mesa al lado del sofá.
Me acosté en el reposando mi cabeza en el brazo, cerré los ojos un momento tratando de buscar tranquilidad en mi cabeza, y neutralizara los efectos negativos.
Me concentré en imaginar un lugar tranquilo, pacifico.
Sonidos de pájaros.
Una cascada. Con sus sonidos bruscos a la vez tan relajantes del descenso y luego, la ruptura contra la superficie de la roca.
Era recuperativo esa cascada, que poco a poco se moldeaba en una forma redonda, hasta aparecer como advertencia una pelota impactando detrás de mis ojos, recordando el vivo momento que aquel golpe produjo sensaciones no agradables, el sofá ya no era tan espacioso al estremecerme y recordar, caí al suelo patéticamente con solo imaginar.
Shock.
—Maldición —escupí frustrado, cerrando con fuerza los ojos mientras me recargaba a los pies del sofá, sentado.
La cabeza comenzó a palpitar como si se tratara de latidos del corazón a toda velocidad, y rechiné los dientes ante la amarga sensación insufrible.
Esto era culpa de él.
¡Mierda!
Oliver tenía toda la jodida culpa, bueno, en parte. La otra culpable era de Sabrina y su terrible anhelo por él. Y también yo, por no mantenerme firme ante ella y sus intenciones inocentes.
Podría haber sido más reacio, incluso detestable. Si ella no me hablara por una semana era algo que podía tolerar antes de verla así. Aceptar darle a través de mí un regalo a mí a Oliver, mi primo, no me hacía diferente de aceptar que acabara igual que las demás.
Estaba más que tranquilo saber que Sabrina estaba feliz por haber aceptado ayudarla, no me revolcaba la conciencia, pero haber estado leyendo en una grada sin daño alguno, esperando a mi primo, no valía tanto para que al final me terminara golpeando un balón.
¡Boom!
La línea de sangre familiar incluso ahora no era impedimento como para no querer joderlo en estos momentos.
Estiré mi cuello en el asiento del sofá, dejando la frustración predominar, mis piernas se estiraban libremente en el suelo. El timbre sonó.
¿No podían joder más?
Esto tenía que ser una broma de pésimo gusto.
Fui hacia allí, sabía quién era incluso antes de mirar por la perilla. Abrí la puerta, dejando espacio libre para que Oliver entrara, fui a la cocina en busca de una bolsa de hielo, o carne.
Sabía que iba a tener un morado intenso dentro de unas horas, solo quedaba rezar para que desapareciera en menos de unos días.
Volví a recostarme encima del sofá, buscando un descanso mientras dejaba vagar a Oliver todo lo que quería. Me coloqué la bolsa en el ojo, relajándome. Sentí su presencia cerca, y no tuve otra opción que enfrentarme a él. Abrí los ojos encontrándolo en el sillón, de frente.
—Te golpearon —su mano se deslizó a su boca, tratando o ni siquiera tratando de tapar su sonrisa divertida detrás de ella.
—¿Enserio? —Respondí, sarcástico — ¿De dónde sacas tan inteligente conclusión?
—Pensé que tenías resistencia ¿No restregabas el buen ADN por parte de la familia Wayne?
Reí sin ganas, limitándome solo a observar el techo. Buscaba encontrar algo en la cabeza, que evitara la muerte prematura.
La mía.
—Veo que la inteligencia te persigue, pero tu corres más rápido —escupí —No soy invencible, mi ADN no evitará una cuchillada en el estómago. ¿Qué esperas de un balón?
Necesito paz, no lo pregunto, lo requiero.
—Bueno, de cualquier forma solo te quería preguntar algo. ¿Porque estabas en la preparatoria? Es raro verte pasar por allí, o cualquier sitio que no sea para comprar cosas, o tu otro trabajo —Dijo, finalmente.
Bufé —Sabes, hay algo llamado teléfono, que por si no lo sabes, sirve para hablar a distancia — aparté la bolsa de hielo, viéndolo otra vez.
Me incorporé, dejando de lado la bolsa en la mesa —De cualquier forma te lo iba a decir para tu bien o mal, Sabrina me envió exclusivamente a darte una caja de chocolates — resoplé— Como si mi dignidad costara eso en este momento.
Odiaba haber hecho tal cosa incluso antes de ir a entregarlos. Éramos amigos por elección propia, familia a través de la sangre y compañeros en los momentos bajos, pero eso no quería decir que lo apoyara en todo lo que hacía. No me interesaba hasta que conocí a Sabrina. Hija del portero de los apartamento, cada que salía ella estaba ahí con su padre, ayudándole y trayéndole cosas necesarias.
No me gustaba en absoluto socializar con los demás, parecía una pérdida de esfuerzo, salud, y una cita segura al psicólogo.
Pero me parecía una buena chica para Oliver. Me acerqué, pudimos establecer algún tipo de vínculo, y los presenté. Sin embargo, no había medido las consecuencias sobre no conocer las relaciones "románticas" de Oliver en ese momento, ahora sabía mejor de lo que mi cabeza aceptaba. Era terrible, pero terrible de lo terrible.
El desorden era una palabra corta a comparación de lo que era Oliver en sus relaciones, y que pobremente había involucrado a Sabrina. Cuando traté de contradecir mis opiniones sobre Oliver a Sabrina, era tarde. Ella ya tenía una idealización demasiado alta para bajar con mis palabras, ella sabía cómo era Oliver, pero no le importaba, poco me iba a escuchar cómo era ahora.
Nadie sabía que Oliver era mi primo que no sea algunas cuantas personas. Él ahora tenía dieciocho y pensaba igual que un niño de quince en plena fase de pubertad.
A pesar de no ser lo suficientemente cercano, sigo cayendo en los recados de Sabrina. La considero un tipo de persona cercana.
—A ver ¿Quién me necesita esta noche?
—Quiero creer que lo ignoras porque no sabes, pero ambos sabemos que no te daría tanto la cabeza para siquiera pensar en los demás por un milisegundo.
— ¿De qué hablas? —Preguntó, parecía que verdaderamente no entendía.
—Es mejor que te vayas alejando de Sabrina —Lo miré directo a ojos. Esperaba algo de emoción, pero solo podía ver una capa ominosa de falta de vida en todo su esplendor.
—Si eso quieres, pues, claro —Se llevó la mano al bolsillo, rebuscando seguramente un cigarrillo, pero le llamé la atención antes siquiera lo sacara.
Sus mañas eran horribles. Su boca desde aquí olía a mierda, y jodida vida libre.
Torció los ojos, disgustado.
Conocía a Oliver como la palma de mi mano, él era un intento de libre expresión y rebeldía que fracasaba con el propio termino. Llevaba las cosas más allá de lo sano. No estaba de acuerdo con sus niñeces y berrinches.
Esto ya no era un asunto simple y superficial, esto se estaba desbordando como una última gota antes del desastre. Cada vez tenía el sentido propio distorsionado, y era peligroso no tenerlo vigilado. Nunca se sabía que tan fuera de sí podría volverse, y el peor de los casos, escapar de mis manos.
Él no le importaba y no le iba a importar quien se le atravesara: Si era casada, comprometida, o demasiado inocente. Estaba yendo de mal en peor.
—Puedes dejar de querer controlar mi vida como si fuera de tu incumbencia —Dijo, echándose con flojera sobre el sillón.
Volví a ponerme el hielo en el ojo, otro momento más.
Continuó —Ella es lo suficientemente madura para ignorar simples sentimientos. Desde un principio le dije que...
Suspiré, interrumpiéndole.
—Te recuerdo que sigue siendo humana; piel y carne encima de huesos frágiles. Por si no te has dado cuenta, siente como tal. No es una máquina programada para complacer un capricho carnal. El tuyo — Me reincorporé, descansando los codos sobre las rodillas. Oliver estaba echado sobre el sillón, mostrando su incomodidad al tema, mientras se mordía la uña del meñique, agresivamente —Algunos pueden ser buenos al quitarse los sentimientos con la ropa, pero otros no, y siempre caen en su propio engaño, mientras los sentimientos no están de acuerdo.
Oliver apartó la mirada, bruscamente. Dejando un mortal silencio en un apartamento ya triste y silencioso. Oliver podía compartir sangre conmigo, pero no quería decir que lo apoyara en cada acción de su vida. Meterse con Sabrina aun sabiendo ya todo, sería demasiado cruel, y él lo sabía. Tendría que usar la lógica y empatía para saberlo. Si no le importaba ya, una parte de su humanidad estaba muriendo con él.
Sabrina me exigía que me mantuviera fuera de este asunto, sin embargo, mientras más tiempo era espectador, más me convencía de que alejarse era la mejor solución para ella que se cegaba por amor, marchitando su propio amor.
De Oliver no se puede obtener nada más, no estaba dispuesto a sentar cabeza de forma responsable, y ver más allá de lo que él quería ver.
Él aún no había madurado en cuanto a relaciones se trataba. Y no era que yo fuera el maduro, pero mantenía algo de moral.
Agaché la cabeza, suspirando en derrota.
Aunque era idiota, igual lo consideraba familia.
— ¿Hiciste lo que te pedí? —pregunté, cambiando de tema.
—Sí, no hay vuelta atrás
Sonreí.
—Bueno, definitivamente aprovecharé esta oportunidad —Declaré. Miré la laptop encima de la mesa que aún mantenía abierta los espacios con cámaras de seguridad. Pero en una esquina, aguardaba pacientemente el siguiente movimiento importante.
Una buena oportunidad que no era bueno desaprovechar.
— ¿Te das cuenta que eres muy rencoroso? — Oliver se estiró en un gesto perezoso. Apoyó su codo encima del reposabrazos del sofá — ¿Qué harás cuando una niña te pise el pie por accidente? ¿Quitarle el chupetín?
—¿Quieres que me sincere, o mienta para ahorrar preocupaciones?
Oliver negó —Mejor nada.
—Eso pensé.
—Y dices que yo soy inmaduro —musitó.
Decidí ignorarlo y quedé atento a la laptop sobre la mesa. Algo, algún movimiento, fuera de sí que podría abrirme paso, a más cosas.
¿Tenía límites?
Como toda persona coherente tendría que tener. Pero se extendían un poco más cuando de trabajo se trataba.
De alguna u otra manera desde el golpe, al salir huyendo sin responsabilizarse de mí, hasta ahora, solo iba a hacer un pequeño paso a una broma. Luego me desharía de lo que estaba haciendo y todo volvería a su lugar. Con algunos conocimientos en el campo informático, no estaba mal vengarse con cosas pequeñas. Algo de paso.
Me lo pensé y no vi tantos puntos contrarios como lo sería no hacer una broma inocente. Además de Oliver que parecía conocer a la chica, y no estar en contra de todo esto.
— ¡Oye! —Exclamó Oliver, captando mi atención — ¿Qué harás exactamente con ella? Con Muriel.
—¿Qué, te importa?
La pregunta vagó entre los dos, se limitó a agachar la cabeza, negando mientras reía.
—Si supieras las cosas no preguntarías —Contestó, acariciándose el mentó con el pulgar —Dime ¿va a ser otro juego donde una broma está de por medio? ¿Ahora vas a hacer que su pantalla falle, harás que su televisor sube y baje el volumen mientras ve una película de terror? —Rió.
Graciosito.
—No —Estaba atento a la pantalla del ordenador hasta que finalmente un movimiento con dos destellos abrió una carpeta completa en segundo plano.
Mi laptop ya no era controlada por mí, el ratón se deslizaba por el escritorio. Silencié a Oliver cuando quiso saber que pasaba. No tenía acceso como tal, solo tenía la vista de un espectador, pero esto era de mucha importancia.
El ratón pasaba por carpetas que no era las mías, era desde la vista del escritorio de ella. Tenía conectado un dispositivo USB, ese era el USB que había diseñado para esta ocasión. Pero otro dispositivo, había otro diferente. Una tarjeta, creía, si tuviera que adivinar.
Otro más de carpetas.
Sentí la presencia de Oliver posarse detrás de mí, pero ya mi atención no se dirigía a él cuando estaba notando algo familiar. En un cierto momento, estábamos detenidos en una carpeta en específico, una llena de imágenes de Nashville, había lugares y sitios que recordaba, no tan claro, pero sabía. Otras cuantas de personas no conocidas, sobre todo chicas.
Me preguntaba si alguna de ellas era Muriel.
¿Cómo se vería?
Abrió algunas cuantas imágenes en pantalla, definitivamente le gustaba fotografiar. ¿Tal vez era fotógrafa, pasatiempo?
—Que aburrido. Me iré a hacer un café.
Iba a responderle, entonces vi una de las imágenes que pasaba en la pantalla, poco a poco en sentimiento familiar era más pesado. Era la misma ruta que guiaba al callejón. Una tras otra se acercaba más y más. Hasta que las fotos dieron un salto de entre la fotografía alegre de una cafeterías por una oscura y sucia. El callejón, podía oler aun el fétido contenedor de basura cercano, y los grandes charcos de suciedad. Podía recordar...
Ese click.
La foto.
Como si necesitara más confirmación, la chica se detuvo en esa foto. Pasó a la siguiente y fue peor. Podía notarme entre la oscuridad, y el cuerpo desmayado del otro tipo. Ella podía ver lo mismo que yo, si antes no sabía de mí, ahora conocía mi existencia.
Sabía lo que había hecho.
Ella.
Ella era la chica de la foto.
Mi manos se movieron en el teclado de forma automática hasta cerrar el comando que abría y permitía ver su laptop desde la mía.
Era ella.
Llevé una mano al pecho. Tomé con mi puño el trozo de ropa encima de ese lugar, notando mi respiración emocionada ante la revelación.
Esta, era un aterrorizante oportunidad.
Ella, ya esto no iba a ser como antes.
Muriel.
Lo siento, pero la vida no es justa ¿Por qué tenías que estar en el momento y lugar equivocado?
Pensé entre jadeos por aire.
Esto era serio.
***
¡Hola.
Ahora ¿qué les pareció el capítulo?
Hoy le tocó a Drake tener su momento, claro que no es tan espontáneo como Muriel, pero tranquilos, tiene su lado que está detrás de su gran orgullo por supuesto.
Bueno si les gusto el capítulo si quieres deja tu valioso voto, comentario, o si quieres seguirme en mi perfil.
Ahora sí, hasta la próxima...
RV Se despide.
Bye <3
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