3. Condones y otras cosas
Todo mí alrededor dejó de importar. Sintiendo aquel característico escalofrió recorrer mi cuerpo, dejándome estática en el lugar.
Miedo.
Era consciente de lo que podría llegar a hacer una persona enojada. Tal vez dejar calva a Adamia cuando tenía once no fue una excelente idea a como parecía en mi mente infantil, pero la rabia no media consecuencias en el instante.
¿Un balonazo de esa magnitud?
Homicidio.
Bueno, estaba exagerando algo, pero han jalado patas por menos.
Tengo que anotar en mi lista no ver más Discovery Investigation. Me estaba comenzando a afectar en paranoia.
De mi cabeza se deslizó una punzada, dolor que no me ayudaba en la situación actual, justo en este preciso momento.
—¿Pensaste que escaparte de aquella fiesta con todos mis repuestos era gracioso? —Su voz hizo eco en el pasillo. Casi de inmediato la reconocí, tranquilizandome.
¿Por qué no lo reconocí al instante?
—Nathaniel, disculpa —Solté tímidamente, no queriendo encararlo —Estaba bajo la influencia de un tranquilizante, no estaba consciente, lo juro por jurar.
Eso era una larga, y vergonzosa historia que prefería enterrar. De preferencia en el hueco más hueco del área 51.
Fue un día lleno de cosas raras, no recuerdo mucho excepto esa sensación de libertad como una paloma, aunque esa palomita estaba robando condones en una fiesta. Fiesta de dicho Oliver, y esos condones eran de Nathaniel.
Si el alcohol te vuelve extremando estúpido, estar dopada te vuelve el doble de eso, pero con medicación. Sientes que estas en un sueño con tanta libertad que no parece real. Y definitiva era real. Estaba haciendo el ridículo en la vida real.
Nunca perdonaré a Ariadna del todo por haberme inyectado Morfina en vez de vitaminas.
¿Quién las confunde? Literalmente las cajas vienen con letras grandes.
En algún momento me escapé de la casa, y terminé en la de mi vecino.
Que mala puta suerte.
Levanté por fin la mirada, enfrentándome a un Nathaniel algo disgustado. Sé que estaba batallando entre ser leal a sus condones, o a mí.
Me observó con ese intenso marrón en sus ojos, finamente dejó caer la cabeza en derrota y cuando la levantó nuevamente tenía una sonrisa inversa plasmada en toda su cara. Si, si, era otro atractivo peli negro en esta escuela, una apariencia que era adictiva para algunas personas. Nathaniel podría ser perfecto en apariencia, entendía si caían por él, el problema era que, era lo que aquí equivale a ser un mujeriego.
Misma fórmula para algunos aquí.
Nath me guiñó el ojo, extendiendo su mano. La tomé como gesto de paz entre los dos. Ya me encontraba más tranquila.
—La mano era para que me entregaras los condones —Bueno, no esperaba mucho de él siendo sincera.
-—No me importa donde los escondiste, necesito que me los entregues —Ladeó la cabeza, cruzando los brazos, esperando - Mis condones de emergencias ya se acabaron, y no tengo dinero.
Descansé mis manos sobre mis caderas, y le eché una mirada recriminatoria.
¿Era enserio?
— ¿Qué? Todas quieren conmigo —Jugó con su ceja, pero acompañado de una risa sabiendo que lo decia de burla. Entendía que a diferencia de Oliver, Nathaniel era más reservado con sus parejas sexuales. No éramos pequeños, a diferencia del tamaño del cerebro de Oliver — Dios me bendijo y yo lo protejo. Necesito esa caja, Muriel —Dijo lentamente.
Torcí mi boca.
¿Es posible gastar una caja entera de condones en una semana? ¿o antes? Tengo siempre esa pregunta con Nath, pero al final nunca lo quiero averiguar, y era mejor quedarme en duda que con la pregunta resuelta gracias a él.
—Promiscuo —Le apunté con el dedo —Uno; ¿Es medicamento bueno ser tan activo? Dos; Dedícate a estudiar, todo el mundo sabe que tienes unas notas terribles...
—Tú sacaste dos en inglés, cuatro en matemáticas básicas y cinco en Educación Física.
—Claro que no ¿Quién te dijo esa mentira? Yo no saqué, espera...—Niego con la cabeza — no direcciónes las cosas hacia mí. Y con los condones, pues Adamia tomó algunos, y los demás, en realidad... —Dejé a la deriva.
Dudé en decirle, si le decía sé que iba desmayar. Lo presentía.
—¿Qué, Muriel? —Insistió.
—Tiempo fuera —Hice un gesto en pausa con mis manos, y señalándole que no se moviera y recogí mi bolso para el escape.
E llegado a la debida conclusión de que si yo, quien me he vengado por el simple hecho de que hayan hurgado en mi pastel. Que huí sin dudar después de que le di un balonazo a un desconocido, sin querer, dejando eso claro. No creía que decirle que había quemado el resto del paquete y echado al inodoro por diversión le resultara tan gracioso como me había parecido.
Pero sí que fue divertido, o lo era desde mi perspectiva dopada.
Cuando hay que enfrentar la realidad, hay que hacerlo de frente, pero creía que tal vez para otro momento seria esa posibilidad. Estoy cansada de este día y Adamia me necesitaba en este instante. Era él o Adamia.
Me quedé en el marco de la puerta, acariciándola como la cosa más interesante del mundo, mientras sonreía nerviosamente. No le iba a gustar mi buena acción hacia su salud.
Nathaniel me miraba sin dejar un momento desapercibido, realmente me sentía observada y ya comenzaba a revolverme en mi mismo lugar. Él de verdad esperaba una respuesta de mi parte. Me aclaré la garganta un par de veces y finalmente lo enfrenté.
-Pues...-Susurré, soltando una risa- Los quemé. Espero tengas buena noche, y no se te encienda el pájaro hoy. Bye.
Me despedí, moviendo mi mano mientras corría a toda prisa por el pasillo hasta haber salido de ahí.
Estaba segura que había escuchado sus maldiciones a mi espalda, pero no me digné en verlo por miedo a que me estuvieron persiguiendo.
Esperaba que esto no se hiciera una costumbre.
***
Observé a Adamia con una ceja enarcada desde el marco de la cocina.
Después de medirle la temperatura y darle una pastilla, Adamia comenzó a inquietarse hasta el punto de que jugaba Monopoly con ella misma, en medio de la sala.
Parecía una niña pequeña cuando se enfermaba, con el peso de cargar una familia y casa, trabajar y convivir con niños al ser maestra de primaria, nunca había tenido ese miedo de expresar a su niña interior en algunos momentos débiles.
Estaba preocupada por ella más porque se sentía mal y no quería descansar, quería que se fuera a dormir para finalmente yo hacerlo, pero era muy terca, demasiado terca. Tal vez por eso Dios la había bendecido con una cabellera rojiza, demostrando el fuego que se avecinaba ante su resistencia. Ahora no quería que fuera ese momento, pero ella no pensaba de la misma forma que yo, parecía más viva y enferma que nunca. Quería estar haciendo algo a pesar de que se notaba que le dolía respirar.
No la entendía.
- Creo que algo anda mal contigo -Le dije, asintiendo, como si me confirmara a mí misma lo que pensaba.
-Son tus celos lo que están hablando -Aspiró un moco y volvió a hablar - Solo por eso los voy a ignorar -Contestó, moviendo una pieza para luego rodarse al lado contrario y así seguir la jugada.
-Esto es lamentable -Musité - Adamia ve ahora mismo a dormir, la casa no se va a incendiar si yo estoy a cargo. Ve a bañarte y descansa, aun tienes fiebre. -Respondí, cruzándome de brazos.
Siseó para callarme.
-Me desconcentras, has silencio.
-Tu esquizofrenia no necesita silencio, necesita que te ate y meta en una bañera con hielo —Me ignoró.
El timbre de la puerta se escuchó en ese instante.
Suspiré dejando a Adamia para abrir la puerta.
Sáquenme de esta agonía, por favor.
No estaba exactamente en mis mejores fachadas. Algo tan cómodo como un short viejo con figuritas y una camiseta blanca vieja del hermano de Adamia. Una cola de caballo con mechones cayendo por doquier. Todo un desastre cómodo, pero recapacité que era eso o nada.
Me verían tal cual.
Abrí la puerta encontrándome con la vista peor requerida en este momento. Me tensé al verlo enfrente de mi puerta, peor aún, enfrente de mí. Mis nervios subieron al tope dejándome casi sin respirar en ese momento.
Me quedé viendo al chico parado en la entrada de la casa, en medio de la noche. Él no debería estar aquí. No tiene por qué estar aquí. Ni siquiera lo quiero aquí.
Excelente, salía de una agonía entrando en otra.
¿El día estaba en mi contra hoy?
Dió un paso al frente, pero en cuanto noté sus intenciones de pasar sin ser bienvenido, levanté mis palmas sobre su pecho, deteniéndolo de dar otro. La tela de su camisa no era lo suficientemente gruesa para evitar sentir su piel fría bajo la tela, eso hizo que de inmediato la apartara como si de una chispa de electricidad se tratara.
- ¿Qué quieres, Oliver? ¿Qué haces aquí?
Me era imposible ser amable con él, si estaba lejos de mí era mejor.
¿Tal vez porque se lo merecía?
-Solo vengo a decirte algo muy importante.
- ¿Qué? -Rodé los ojos, molesta con su presencia.
El simple hecho de verlo me desagradaba, remontando escenas que me dolían, y causan nostalgia en partes poco equitativas.
-Se te olvidó esto -Extendió su mano, en su palma había un pequeño Usb. Lo tomé con extrañeza -Nath me lo entregó porque se te cayó mientras huías de él.
- No recuerdo haber llevado algún Usb a la preparatoria -Observé el usb con detalle, se parecía a los míos. Rojo y negro era los colores que escogía para ellos, tenía varios por mi pasatiempo.
Sonrió por un segundo para volver a un plano serio.
- No sé, ve lo que tiene dentro y ve si es tuyo, si no, entonces devuélvemelo mañana y encontraré al dueño.
-Está bien, gracias. Ahora largo -Rió mientras se despedida, y me produjo un malestar por tener el privilegio de haber nacido con risa de señor locutor.
Cerré la puerta, y volví a mirar el usb. Más tarde lo revisaré, pero era extraño...
Adamia estornudó produciendo que las fichas en el monopolio se regaran, comenzó a hipar con ganas de llorar y tuve que correr antes de que hiciera más grande el desastre ante su frustración de adulta estancada, no era hora para que me preocupara por lo mínimo teniendo a Adamia enferma enfrente mío
Más tarde.
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