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31. Debieron ser muchas

31.

Día 22

Diciembre 22

—¡Mierda, me asustaste! ¡¿Qué siempre estás aquí o qué?!

Bajé las escaleras tan rápido como pude, estando a punto de caer en más de una ocasión mientras corría en mi pijama, ya que mi cerebro aún no había despertado. Los gritos de Nora me hicieron abrir los ojos, lo que no era la forma más hermosa de empezar el día, sino se trata de un ladrón o un asesino en serie voy a golpear a esa chica.

—¿Y ahora qué pasa?—. Hablé tan suave que mi voz hasta fue una melodía tranquilizante.

—¡Buenos días come libros!—. Jayce estaba sonriente en la barra de la cocina con dos vasos de cafés frente a él.

—¿Siempre hace eso?—. Preguntó Nora

—Desde que el señor Miller le dio una llave, si—. Indagué.

—¿Enserio hizo eso? Seguro vio ese "algo" en él—. Se carcajeo, enserio esa chica puede ser...

—Eres una idiota Nora—. Tomé asiento frente a ellos.

—Me gusta como hablan como si yo no estuviera aquí—. Bromeó Jayce.

—¡Un buenos días para ti pesado!—. Hablé emocionada cuando me extendió el café, y no cualquiera. Uno del café del local de Claris.

Quien se había ido muy temprano, se tomaba muy enserio lo del trabajo la pequeña. No como el ojiazul frente a mí.

—También te envío esto—. Extendió una pequeña bolsa, que abrí al instante.

—¿Entonces si era verdad eso de que trabaja en un café?—. Cuestionó Nora con media sonrisa, mientras yo sacaba el contenido de la bolsa marrón de papel.

—No solo eso Harris...— Comí con mordisco de mi dona de chocolate y se la extendí a mi amiga para que hiciera lo mismo. —Ella es la dueña.

—¡¿Enserio?!—. Yo solo asentí con superioridad.

—Creo que ella bien podría darte trabajo—. Bromee

—¿Miller me das de tu café?—. Nora hizo un puchero, ni siquiera escucho lo que le dije.

—Si claro—. Giré el café hacía ella, pero Jayce tomo el otro café y lo dejó frente a ella.

—Ese es solo de Enot—. Miró desafiante a Nora y tuve ganas de echarme a reír.

—Como sea—. Nora sonreía.

Al terminar mi café me puse en pie para ir a mi habitación, ya que le había prometido a Nora que iría a dejarla a la parada del autobús. Pero no logré avanzar, ya que de pronto mis pies abandonaron el suelo. El idiota de Adams me había subido a su hombro, y por mi cabeza solo paso el hecho de estrellarme contra el suelo.

—Vamos come libros. Quiero mostrarte un lugar.

—¡Joder bájame pesado! ¡Mierda! ¡Jayce idiota, como no me bajes te mato!—. Tenía más miedo del que quería admitir, y mis gritos y pataleos era suficiente para demostrarlo.

—¡Oh! sí que vas a caer, pero no en el suelo—. Nora susurro aquello, a penas lo pude escuchar. Aunque no entendí que significaba.

—¡Nora ayúdame! —. Tenía mi propio cabello castaño en la boca.

—Más vale que le hagas caso—. Nora hablo mientras tomaba tranquilamente el resto de su café. —Alan recibió un puñetazo en la cara la última vez que hizo eso.

—¡Si iré contigo! ¡Pero joder bájame!—. Definitivamente mi voz salió como un ruego.

Pero solo así el pesado me bajo. Y me di cuenta que ni siquiera nos habíamos movido del mismo lugar, y que seguro parecía una loca desquiciada en su hombro. No era mi culpa, era mi reacción ante el miedo.

—Bueno ¡Vamos come libros!—. Una risita nos hizo voltear a ambos al mismo tiempo en dirrección a Nora.

—¿Te dice así por lo de la biblioteca o lo de tu cumpleaños?—. Jamás tuve tantas ganas de golpear a alguien como a Nora en ese instante.

—¿Qué pasó en tu cumpleaños?—. Jayce me miraba con una sonrisa pícara a tan solo unos pasos.

Le dedique una mirada de "Te voy a matar" y ella se encogió de hombros. Y sí que extrañarían a Nora, tanto como a Alan.

—Una estupidez. Necesito ir con Nora al autobús, ella se va hoy.

—Nos podemos ir en mi auto, y luego te llevo al lugar que quiero mostrarte.

—¡Perfecto!—. Gritó Nora y corrió escaleras arriba.

—Nos esperas aquí—. Caminé lento y cautelosa, temiendo que me volviera a subir a su hombro.

(...)

—¡¿Así conduce siempre?!—. La rubia tenía los ojos abiertos y se aferraba a mi asiento, podía ver su temor y angustia en aquel color verde. Y yo solo tenía ganas de echarme a reír.

—Creo que hoy vamos muy lento pesado—. Volteé hacia él, y en sus labios había una sonrisa de complicidad.

—Pues habrá que acelerar come libros, no queremos que Nora pierda el autobús—. Y así fue como Jayce piso el acelerador y Nora me miró con como si quisiera partirme en dos.

—¡Cómo me muera iré detrás de ti Enot! Y tú Jayce tampoco te vas a salvar de mi—. Reí con su amenaza aun cuando hasta los pies le temblaban, y cerraba los ojos con fuerza sin soltar mi asiento era capaz de implantar miedo.

—Pero si mueres y vamos en el mismo auto ¿Eso no significa que también moriríamos?—. Y ella se quedó callada.

—Eres un idiota—. Bufó la chica.

—Es un pesado—. Corregí yo.

—Y llegamos señoritas—. Anuncio Jayce.

Y era cierto. Se podía ver una vez que bajamos del auto la estación de autobuses, dónde un señor de unos 40 años estaba atendiendo a un chico y una chica, ya luego ambos avanzaban a las pequeñas bancas donde usualmente se esperaba el autobús. Hasta entonces cayó a mí el hecho de que Nora Harris, mi mejor amiga, estaba a punto de irse de nuevo.

—Iré a comprar el boleto. Esperen aquí—. La miré con nostalgia alejarse. Y seguro el pesado lo noto.

—Podrás hablar con ella. No te preocupes.

—No creo. Hace rato le robaron su móvil—. Él solo me miró, ya luego embozo una sonrisa que me dejó confundida.

—Te aseguro que lo hará—. Mi ceño estaba fruncido a más no poder.

—El autobús llegará en 10 minutos—. Anuncio Nora llegando a nuestro lado con su pequeño ticket de autobús.

—Te voy a extrañar idiota—. Me lancé a sus brazos.

—Enot no me hagas esto en plena parada de autobús. No quiero llorar aquí.

—¡Hey Nora!—. A veces olvidaba por completo al pesado.

—Ummm.

—Quiero que tengas esto...— Él sacó de su abrigo color negro un iPhone de un color gris y se lo extendió a mi amiga. —...Solo quiero que hables con la come libros, ¿Okey?

—¡Oh, no! Yo no puedo aceptar tu teléfono Jayce—. La sorpresa en el rostro de la chica era digna de admirar.

—Por favor—. Suplico él. —Ella necesita a su amiga.

Y juro que no lo pude evitar, nunca sabré de donde salió aquel gesto. Fui hasta él y lo envolví en mis brazos, podía sentir su tonta sonrisa, además de sus suspiros profundos y su corazón acelerarse. Él le estaba dando su teléfono de quién sabe cuánto a mi amiga, solo para que ella pudiera hablar conmigo. Solo para que yo fuera feliz.

—Ya ha valido la pena—. Dijo, dando un pequeño beso en mi cabeza.

Nora tomo el teléfono y lo contempló antes de guardarlo en su pequeña maleta con mucho cuidado. Y los tres charlamos esperando que el autobús por fin llegará, lo que para mí gusto fue demasiado rápido.

—¡Oh, Enot Miller!—. Nora me miró a punto de llorar con sus ojos verdes, y los míos ardieron.

—¡Cómo no vuelvas en unas semanas voy y te traigo del cabello!—. Amenacé.

—¡Cómo le rompas el corazón a este chico te golpeó!—. Me señaló con la mirada a Jayce. Él cual se encargaba de que el autobús no se fuera sin Nora.

—¡Te voy a extrañar mucho!

—Yo más—. Lloriqueo antes de alejarse de mi hombro, solo para verme a los ojos y romperme una vez más.

Le dio un corto abrazo a Jayce y le susurro un... —Cuídala.

Al cual él respondió. —Lo haré.

La chica subió al transporte, ambos vimos el autobús alejarse y las ganas de llorar me invadieron. Pero al ver los ojos azul cerúleo de Adams me obligue a tragarlas y dedicarle una sonrisa sincera.

—¿Y a dónde me querías llevar?

—Ya lo verás.

(...)

Fueron unos 15 minutos de nuevo en el auto, con la radio apagada y nosotros en silencio. Estaba seguro que Jayce estaba demasiado distraído, su mirada estaba en la carretera, pero sus ojos estaban vacíos. Era como si sus pensamientos trataran de consumirlo.

Mi móvil vibro en la parte trasera de mi pantalón. Y lo saqué al instante de su lugar, sacando a Jayce de sus pensamientos. Cuando desbloqueo la pantalla estaba de fondo la imagen de mis dos amigos junto a mí de más pequeños, todos sonriendo abrazados en posiciones ridículas. Y en cuanto al mensaje, era del pesado. Tarde un segundo en darme cuenta que se trataba de Nora desde ahora su teléfono.

Te tiene registrada como "Come libros" (la futura mamá de mis hijos).

Borra eso Nora Harris

Es jodidamente tierno.

Ya te estoy extrañando

Y yo a ti. Futura novia de Jayce Adams

Eres una idiota.

Tu no aceptas la realidad

Cuando apagué el móvil me di cuenta que Jayce me miraba con una expresión que no pude descifrar, además que cuando sus ojos se toparon con los míos aparto la vista de inmediato. Justo ahora quisiera saber que pasa por su cabeza, que lo tiene así, tan apagado y poco animoso.

—¿Pasa algo?—. Preguntó él

—Nada. Solo era Nora—. Tenía muchas ganas de reír

—Bueno ya llegamos—. Lo ignoré y giré para ver de qué se trataba el lugar desde la ventana.

Era un parque, pero no cualquiera. Era el parque junto a la escuela donde Jayce y yo nos conocimos hace más de 7 años. Donde conocí al chiquillo callado y de ojos de un azul extraño, dónde él me aclaro que sus ojos eran de un azul cerúleo. El parque junto a la escuela donde el rechazo mi amistad, y juró que no quería verme de nuevo.

—¿Recuerdas nuestras aventuras?

—Hay cosas que no se olvidan—. Le respondí con ironía y bajé de su auto. No entendía cómo podía estar tan tranquilo, muchos de los recuerdos de aquí no eran muy buenos.

—Ven, quiero mostrarte algo—. Entrelazó su mano con la mía.

No me dejó responder porque me llevo entre los árboles que crecían a un lado del parque. Los que se movían con suavidad por el viento frío de diciembre. De poco a poco, y por un pequeño camino nos apartamos de los juegos del lugar, los sube y baja, el tobogán y los columpios quedaban atrás.

—¿Recuerdas lo que te prometí hace años? La casa en el árbol para más aventuras.

—¿Cómo aún recuerdas eso?—. Era sorprendente que aún con los años no olvidará aquel febrero. En mi cabeza era bastante borroso, aunque lo malo siempre estaba presente.

—Mi padre y yo pasamos todo un mes haciendo aquella casa de juegos—. Se encogió de hombros.

Pude ver en la cima de uno de los árboles frente a nosotros la pequeña casa. La madera parecía desgastada y ahora era mucho más pequeña. Claro que cuando él me dijo sobre la casa de niños lo tome como broma, no creía que en realidad fuera a pasar. Por lo que mi sorpresa en aquel momento solo se podría comparar con la de recibir un buen libro.

—¿Quieres entrar?—. Suave, su voz era tímida y suave. — Después de todo la hice para ti.

—Claro—. Olvidé todo resentimiento hacía él cuando empecé a subir los escalones de madera. Que en verdad solo eran trozos rectangulares.

Cuando llegue a la cima había una cesta llena de balones, juguetes de niños, dos lindas ventanas que daban una linda vista a la ciudad. Pero lo que más llamó mi atención de aquel acogedor lugar fue una pared llena de lo que parecía ser frases y nombres.

—¿Qué es?—. Señale aquello al arrastrarme porque era muy pequeña, y quedar frente a ello.

—Es... —Suspiro y se apoyó en sus rodillas. —Con Marcus escribimos cosas para todas las chicas que nos parecían lindas. O nos llamaban la atención, a veces eran nombres u otras cosas.

—Debieron ser muchas. La pared está casi llena. Aunque no entiendo nada de este lado—. Señale el lado derecho con mi dedo acusador. Tenía una linda caligrafía.

—Las de Marcus sí. Es muy enamoradizo...— Sonrió al hablar de su amigo. —Lo mío es sobre solo una chica.

—¿Y por qué tu lado está tan lleno?

—Porque escribí de ella durante muchos años—. Soltó con toda tranquilidad.

Me tense por un momento. Pero no quería hacer el ambiente incómodo, por lo que trate de seguir la conversación.

—¿Qué dice aquí?—. La verdad que moría de la curiosidad por saber que decía en una de las tantas frases. Principalmente la de un color rojo, de esencia bastante llamativa y letra demasiado grande que se encontraba en medio del resto.

—Miller is my preferred possibility—. Abrí un poco la boca por su pronunciación perfecta, y su acento tan familiarizado con el inglés, aunque aún no sabía que significaba, o porqué tenía mi apellido.

Reí mucho con Jayce, él era un buen chico. Uno con el que todo parecía ser más especial de lo que debería. Alguien con quién hacer algo tan tonto como leer nombres y frases de niños de 12 años dedicados a las niñas bonitas que les gustaban era muy divertido, alguien por el cual bailar en la lluvia y caminar por las vías del tren a las 2 de la mañana podía ser algo de otro mundo. 

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