23. Solo un amigo
23.
Día 13 y 14
Diciembre 13.
Vagaba sola por las calles frías de la ciudad, cuando entre el frío y la soledad de ese día me encontré con Connor. Al parecer los sábados no trabaja, y se le apetecía salir con alguien, digamos que no hablaba mucho con sus amigos y por suerte yo estaba sola. Al menos por los próximos dos días. Y así fue como ambos terminamos en el cine del centro comercial, a punto de ver "Definitivamente talvez" la comedia romántica que Connor había elegido.
—Si me duermo no es mi culpa—. Avisé en voz baja al chico sentado a mi lado, en la sala a oscuras.
—¿De qué hablas?—. Susurro llevando a su boca un par de palomitas que yo había comprado.
—Estas películas me aburren—. Tomé un poco del refresco que él me compro.
—¿Hablas enserio Enot?
—Si, idiota—. Puse los ojos en blanco.
—Ya te han dicho que eres muy grosera a veces—. Dijo divertido.
—Casi todo el tiempo—. Rodé los ojos.
Pude escuchar unos "Shhssssssss" que indicaban que la película estaba por empezar. Guardé silencio junto a Connor que estaba muy concentrado en la gran pantalla frente a nosotros. Recién podía escuchar el proyector, y de a poco aparecían los personajes, y un par de nombres. Pero no logramos ver más, ya que uno de los empleados del cine empezó a sacar a todas las personas.
—¡Jodete, pero acabamos de llegar!—. Exclamé molesta, al salir arrastrando los pies. Eran muchas personas las que al igual que yo gruñían de molestia al abandonar la sala de protección.
Connor solo reía al ver que tire las palomitas en uno de los recipientes de basura.
—¿Quieres ir a comer algo?—. Habló en tono dulce.
—Solo quiero irme a mi casa—. A Connor le pareció mejor no insistir. Y ambos íbamos a cruzar la salida cuando alguien me rodeo con sus brazos.
—¡Cuñada!
—¡Ohh, hola Claris!—. Supe al instante de quién se trataba. Y aún más cuando vi su abrigo rosa y sus pantalones color negro.
—Hola Claris—. Hablo Connor tratando de integrarse.
—¡Connor!—. Chilló de emoción, y le dio un medio abrazo.
—¿Qué haces aquí pequeña?—. La molestia se había perdido al contemplar su lindo rostro.
—He perdido a mi hermano. Pero ya había perdido permiso para ir a tu casa—. La miré ceñuda.
—¿Cómo lo has perdido Claris?—. Ella me abrazo por la cintura y todos empezamos a salir del centro comercial.
—No lo sé. Solo me dijo que esperara que algo importante había surgido—. Su voz era tranquila y hablaba con tanta facilidad. —Lo bueno es que él ya solo tendría que ir a dejarme a tu casa.
Se aferró a mi tiernamente, sus abrazos eran capaz de transmitir toda la felicidad que en su cuerpo habitaba, era una luz en medio de la oscuridad más profunda, era la chiquilla que extrañaría si esto no salía bien.
—Vamos suban—. Connor se dirigió a ambas con una sonrisa, una vez que llegamos a su auto.
Era un VMw de color rojo, el brillo que se reflejaba por todo el auto chillaba a "Auto nuevo", o bien recién lavado. Claris insistió en ir adelante, por lo que yo me recosté en la parte de atrás del auto, sola, con mucho frío porque empezaba a llegar la noche.
(...)
—Tengo que hacer unas cosas. Si puedo vuelvo, para ver alguna película juntos.
Claris y yo bajamos del auto, Connor nos dejó frente a mi edificio. Seguro papá aún no había llegado, así que seguro tendríamos la casa solo para nosotras solas.
—Está bien chico de los recados—. Me di la vuelta sin esperar para ver su reacción, y junto a Claris entramos al edificio que nos recibió con la calidez del aire acondicionado. No tardamos en llegar a mi piso por el elevador, la chica a mi lado daba saltitos al seguirme.
Y como imaginé al abrir la puerta, mi padre aún no había llegado, pero seguro no sería un problema que una chica de 14, hermana del chico que pasaba tanto tiempo con su hija se quedará a dormir.
—¿Quieres algo de comer pequeña?
Antes de cruzar a la cocina le señale la sala, para que mientras buscaba algo de comer para ambas, ella pudiera escoger una película o serie. Claro que primero nos retiramos los abrigos.
—No lo sé. ¿Qué ofreces?—. Bromeó ella. Era como una versión de Jayce, más adorable y simpática.
—Por la mañana hice galletas con chispas de chocolate—. Abrí el microondas mientras tomaba uno de los tantos empaques de palomitas de este, además de dos bolsas de frituras.
La mayoría de las cosas en la alacena eran las que Jayce trajo la última vez, el chico era tan asquerosamente rico que nunca nos podíamos acabar todo lo que él compraba, ni con mis ataques de hambre por la madrugada que tenía todos los días de la semana.
—¡Acepto las galletas!—. Chilló con emoción.
—Tranquila—. Metí las palomitas al microondas y me decidí por ir hasta ella, quien buscaba en la gran pantalla una película.
—Esta me gusta—. Comentó, yo me límite pasarle unas frituras y las galletas.
—Qué curioso, también le gusta a mi mejor amigo—. Apartó la mirada del televisor y se fijó en mí, no había ninguna sonrisa. Su boca estaba en una línea recta que me alertó.
—Alan no me cae bien—. Las palabras que salieron de su boca me paralizaron, hubiera jurado que a Claris Adams le agradaba todo el mundo.
—¿Pero por qué?—. Dije con una sonrisa, tratando de eliminar la tensión.
—No lo sé. Supongo que hay varias versiones de una misma historia.
—No te entiendo—. La miré con el ceño fruncido.
—¿Sabes qué? Olvidemos lo que dije. Hay que disfrutar de Antes De Ti.
(...)
—Seguro me quedo dormida a mitad de la película—. Le comenté a Claris, quien observaba la pantalla con una concentración admirable.
—Te puedo contar un secreto cuñada—. Aún me daban ganas de reír por como ella me llamaba.
—Si claro.
—Jayce no me abandono—. Volteé hacia ella confundida.
—Pero entonces... ¿Qué pasó?
—Ammmm... Es que él...ammmm... Solo digamos que es probable que pase los siguientes fines de semana contigo—. Dejando su nerviosismo del principio en el olvido, y me abrazo con fuerza.
—Eso no me molesta. De hecho, será buena la compañía—. Sus ojos brillantes, no sabría decir, pero juraba que a Claris Adams yo le agradaba.
—Te quiero cuñada.
Domingo
14 de diciembre.
Jayce paso muy temprano por su hermana, la cual se negaba a irse, pero termino por hacerlo prometiendo que volvería el fin de semana siguiente. A penas y logré ver al pesado, pero justo ahora eso no importaba. Mi padre y yo miramos el día caer en nuestro parque favorito, al que se va conduciendo al lado contrario del centro de la cuidad, no quedaba a más de unos 20 minutos de nuestro departamento, y era un lugar realmente hermoso.
Como siempre, el clima frío nos llegaba a ambos en soplidos del viento, que movía dramáticamente las pocas hojas de los árboles en aquel hermoso lugar. Les obligaba a caer y estrellarse en el frío suelo de una manera sutil.
—No quiero hablar de esto... Pero tenemos que hacerlo—. Soltó papá, al incorporarse aún sin verme.
—¿De qué hablas papá?—. Lo miré con el ceño fruncido.
—De chicos, cariño.
—No... No papá, no es... Ammmm necesario—. ¿Por qué estaba tan nerviosa?
—Siempre te imaginé con Alan ¿Sabes? Es un chico muy bueno, y ha estado enamorado de ti por mucho tiempo—. Sonrió al verme, y la tensión cedió. Al menos de su lado.
—No entiendo a qué quieres llegar—. Aún mi ceño estaba fruncido.
—Tu sabes que te imaginé con él. Qué ibas a caer y enamorar tanto como yo, o como cualquier ser humano...— Suspiro con fuerza, cerrando sus ojos por segundos. —Pero ya no sé. Talvez ya no sea Alan.
—Papá. Te amo sabes... Pero eso del amor no es lo mío—. No tengo idea porque las palabras salieron con tanta facilidad, y sin embargo algo raro se movía en mi estómago.
Como si no estuviera segura de mis palabras por primera vez.
—¡Ohh señorita Enot!...— Soltó una risa mostrando los dientes. —Algo me dice que está vez si vas a caer, incluso sin paracaídas. Y eso mismo me dice que este, este si es el chico—. Cerro los ojos de una manera nostálgica. —Es el chico para mí pequeña.
—Jayce, es solo un amigo—. Me apresuré a responder.
—Yo no dije ningún nombre querida—. Sentí el rosa en mis mejillas y preferí quedarme callada. —¿Te has puesto a pensar que pasará cuando los 2 meses terminen?
—De hecho no.
—No quiero que nadie lastime a mi pequeña—. Me rodeó con su brazo. —Pero creo que es más posible que tú lo lastimes.
—Oyee—. Le di un pequeño golpe en el estómago y abracé su dorso.
Ambos suspiramos, hundidos cada quien en sus pensamientos. Luchando cada uno con esta realidad que enserio necesitaba relajarse de una maldita vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro