21. Solo el tuyo, Miller
21.
Día 12
Diciembre 12.
Jayce Adams
—¡Nos vemos!—. Grité desde la entrada de mi casa.
—¿A dónde vas Jayce Adams?—. La voz de mi madre se escuchaba desde la cocina.
—¡Con... ammm... una chica!
—¡No te quiero de madrugada aquí!—. Ya sabía de quién se trataba. Lo ha sabido desde hace 8 años.
Aunque evitamos mucho el tema.
—¡Nos vemos señora Adams!
Crucé el portón de la entrada, por un lado. Tenía planes para hoy con Enot, y creo que todo sería mejor si dejaba mi auto aquí.
(...)
Caminaba por las frías calles, siempre que se acercaban las fiestas todo parecía estar el doble de helado, desde las calles solitarias hasta talvez el viento del sur o norte, no era muy bueno en geografía como ya lo podrán asumir. En mi cabeza solo rondaban dos cosas, seguro Enot no había despertado, llegué a asumir que este clima era demasiado desagradable para salir de la cama. Excepto para personas con motivos tan poderosos como los míos.
A calles de su edificio, solté un respiro. Estaba preparado para sonreír a un lado como cada día, si les soy sincero desde que todo esto empezó me quise obligar a ser más feliz, no me malentiendan, lo soy al menos la mayoría de las veces. Aunque no es difícil aceptar que un ser humano común no suele estar simplemente lleno de felicidad. Algo da vueltas dentro de mi cada vez que mis ojos se cruzan con aquel café claro, con la sonrisa que aparece mucho en sus lindos labios, talvez con aquel rostro que por instinto solo quiero tomar, y jurar amor eterno.
Ya no hace falta fingir ser feliz. Ella ya lo hace, crea en mi ese sentimiento que a veces suelo olvidar que existe. Aunque a mí parecer ella no lo ha experimentado del todo, juro que a veces no sé si le agrado o me odia, o si, simplemente nota mi existencia y la pasa por alto. Las chicas son complicadas, pero solo para aquel que no trata de comprenderlas. No se imaginan la curiosidad que me entra cada que la veo y una pregunta llega a mi mente —¿Por qué no crees en el amor? ¿Qué daño te hizo esté? Seguro no obtendría la respuesta.
No por su parte.
(...)
Luego de insistir un par de veces más, la puerta a mi lado se abrió junto con una chica de cabello recogido y pijama de Wirt y Greg. Recién despertaba, porque sus ojos se veían cansados y ella como un ser humano que necesitaba dormir más.
Cuando sus ojos chocaron con los míos no pude descifrar su mirada, parecía fría y distante, ella era un lago de emociones y usualmente tendrías que nadar para llegar al fondo y sobrepasar las risas, felicidad, algunas veces fingida y la parte que más odiaba "El solo amigos" o eso a penas.
—Pasa.
—Más allá del Jardín ¿Eh?—. Me atreví a hablar, aun cuando un nudo pasaba en mi garganta, quién bien podía ser comparado con una espada filosa.
—¿La conoces?—. Preguntó Intrigada mientras nos adentramos en su casa.
—Si... Mi hermana odia esa Miniserie. Tuvo pesadillas la primera vez que la vio... Es por eso que la dejo todos los sábados en el televisor de la sala de mi casa—. Hablé mientras Enot trataba de contener una risa, y yo empezaba a quitarme el pesado abrigo. —¿Dónde lo pongo?
—Puedes dejarlo cerca de los paraguas, en el perchero—. Lo hice. Ya luego me senté a su lado.
—¿Sabes? Nunca me has mostrado tu habitación—. Miré a las escaleras con cierto recelo.
—Tampoco tú.
—Si quieres te la muestra ahora. Es acogedora—. No me percaté de mis palabras con doble sentido hasta que soltó una risa.
Quise reparar mi error—¡Noo!... Amm.. Yo solo... Amm habló de ir a mi casa.
Yo me daba un golpe internamente, mientras ella seguro moría de risa. Si la tierra pudiera tragarse a una persona ahora mismo, estaría muy agradecido de que fuera a mí.
—Seguro te llevaré un día de estos. Allí tengo buena música—. Enserio mucha.
—Talvez.
—¿Quieres escapar de aquí un rato?—. Le di una media sonrisa.
—Hace un frío de los mil demonios—. Eso lo sé.
—Nunca dije que tuvieras opción.
Me le acerqué, al instante que me miró con expresión nerviosa y empezó a retroceder en el sofá, seguro creía que la cargaría como la última vez. No negaré que era divertido ver nerviosa a Enot, eso no era algo muy usual en ella.
—¿Puedo ir a cambiarme?—. Habló en tono neutro, como si calculará el impacto de sus palabras.
—¿Es necesario?—. Le di una mirada a su pijama, al menos a mí me parecía tierno.
—Mucho—. Se puso de pie y en poco tiempo se perdió por las escaleras de su departamento.
El televisor estaba encendido, pero ni quiera le preste atención a lo que había en este, de poco a poco empecé a recorrer la sala. Había una estantería al otro lado de esta, con algunos buenos libros entre ellos "Eleonor y Park" "Sabes que vamos a suceder" "Una y media vuelta" pero tomaba en mis manos uno de mis favoritos "Desconocido" amaba esa historia, mi personaje favorito era Adryt además de Jeyck quien no resultó tan idiota como todos creíamos.
Colocaba de nuevo el libro en su lugar y me agache a buscar entre los de la repisa inferior cuando algo en esa estantería llamo mi atención, algo que más bien parecía estar oculto, camuflarse en las sombras, era un gran álbum de fotos con una funda de terciopelo color negra. La intriga asomaba por mis pupilas dilatas, y en mi cabeza había un duelo por un lado la curiosidad me mataba, por el otro estaba mal tomar cosas que parecían tan personales.
Al final no lo hice, y no por elección. Fueron los pasos de Enot en la escalera que me llenaron de nerviosismo, a tal punto que mis manos se volvieron torpes tratando de colocar aquel álbum en su lugar.
—¿Qué haces?—. Con su ceño fruncido me miró. Ahora había arreglado su hermoso y largo cabello con una trenza, llevaba un lindo gorro de lana color rojo, una camisa de cuello de tortuga color negra y unos lindos Jeans azul oscuro.
—Solo... Amm miraba... Tus libros—. Era un desastre con las mentiras, al menos con Enot cerca. Ella paso a mi lado y tomó su abrigo del perchero.
—Los que me has regalado están en el librero de mi habitación. Hace mucho los quería leer—. Admitió con una pequeña sonrisa.
La satisfacción llegó a mi boca con una sonrisa egocéntrica. —No fue tan malo después de todo—. Llegué hasta ella quien me recibió con un golpe en el hombro por mi comentario.
—Cállate pesado.
—¿Con cuál vas a empezar?
—Chico Invisible.
—Bueno, come libros. Si ya estás lista ¿Nos vamos?
—Solo debo avisarle a mi papá.
(...)
Estábamos en la parada del autobús, con el frío llegando a nuestros pies cubiertos, Enot se quejaba por el clima de vez en cuando y yo solo reía ante sus comentarios sarcásticos.
—¿Qué ese maldito autobús no viene hoy?
—Espera un poco más come libros—. Hablé en voz suave, estaba seguro que me gritaría en cualquier momento.
—Esperar cansa—. Bufó molesta, y se cruzó de brazos haciendo un puchero.
—Tu actitud cansa—. Me miró de mala manera.
En eso antes de que ella pudiera reclamar, el autobús apareció para mí suerte. Enot, yo, y algunas personas que esperan el autobús igual que nosotros lo abordamos. Yo pagué con el dinero en efectivo que cargaba y le indiqué a Miller que se sentará en los últimos asientos.
—¿Tardaremos en llegar?—. Dijo al sentarse donde le indique.
—La verdad si—. Baje los hombros restándole importancia.
—El frío me da sueño, al igual que los autobuses—. La miraba con cierto risueño.
Algunas veces, veces en las que Enot olvidaba todo y simplemente empezaba a actuar como ella misma. Cómo simplemente su mejor y única versión, disfrutaba su compañía, de hecho no importaba el momento o el sitio, la come libros siempre sería mi lugar favorito. Así de jodido estaba por ella, y ella ni siquiera lo sabía.
—¿Por qué me dices esto?—. Fruncí el ceño.
—Por si me quedo dormida... Usualmente hago eso—. Admitió en un tono que parecía ser ¿Apenado? Aunque también sarcástico.
—Yo te despierto si eso pasa—. Solo le di una mirada de seguridad, aunque en sus ojos notaba la desconfianza.
—Mi papá confía en ti—. Reí con fuerza, talvez más de la necesaria, pero luego la miré serio. Cómo nunca lo había estado con ella.
—Y tu Miller ¿Confías en mí?
—La verdad no—. Dolió, enserio si, pero volví a sonreír.
—Lo harás.
—Lo dudo.
(...)
Tenía razón. Una hora en el autobús y la come libros cayó dormida. Se veía tan tierna y vulnerable, como jamás la había visto, si soy sincero cada vez que miraba a Enot. Por mi cabeza solo venía la destreza en su mirada, a veces fría, otras ardiendo y unas tantas vacías.
Su mano reposaba en su muslo izquierdo, su boca estaba entre abierta, todo el lado derecho de su rostro apoyado en el cristal de la ventana. Su pecho subía y bajaba con una tranquilidad contagiosa.
En el autobús de pronto comenzó una canción que reconocía muy bien era "Birdy" todo a mi alrededor parecía desaparecer con aquella melodía que llegaba a mis oídos, era como una droga que de pronto inyecta en tu cuerpo una sensación de paz. Solo la miraba a ella mientras mis latidos se sincronizaban con la música cada vez más fuerte.
Algo en mi me hizo acercar mi mano a su muslo, donde la suya reposaba hace ya un buen rato. De poco a poco y con nerviosismo lleve las yemas de mis dedos y toda mi mano debajo de la suya. Cuando al fin logré tomarla, Enot comenzó a moverse, lo que me dio ganas de quitar mi mano e hizo sudar mi frente, pero no tardó en quedarse quieta y entrelazar su mano con la mía.
Yo solté un suspiro sonoro, como si en todo ese tiempo no hubiera logrado respirar bien, sonreí a boca cerrada cuando volvió a moverse, está vez llevando su cabeza a mi hombro, para dejarla ahí. Ella me hacía sentir como un crío, lleno de nervios, sonrisas por accidente y ese brillo en mis ojos que seguro ella notaba todo el tiempo.
(...)
—No voy a ir allí—. Protestó
—¡Vamos come libros!
—Eso puede quebrarse—. Señaló en suelo y yo puse los ojos en blanco.
—Es seguro. ¡Mira!—. Di un brinco en el lago congelado.
Mi familia y yo disfrutamos salir mucho en las fiestas. A todos los lugares que podrías imaginar, claro que este año me perdería la mayoría lo que en verdad no me importaba. Este era uno de los lugares más hermosos, estaba en las afueras de la cuidad, muy lejos de todo contacto humano. Los lagos se congelaban por el frío de las montañas, lo que hacía un perfecto lugar para pasear en el hielo o caer sobre la fría capa de agua congelada.
—¡No hagas eso idiota!—. Su voz estaba nerviosa y me dieron ganas de molestarla.
—Hablas de esto—. Volví a saltar en la superficie helada un par de veces. Ya luego me empecé a acercarme a ella.
—Sino vienes te cargo. Y creo que el hielo no aguantaría.
—Eres un pesado.
—Solo el tuyo Miller.
Al final la convencí porque se empezó alejar de la superficie y poner los pies en el frío hielo. Estaba muy concentrada en no caer, hace dos años cuando conocimos este lugar eso fue lo último de lo que me preocupe. Lo que terminó en muchas caídas y mi madre toda una noche preguntando si no me había roto algo.
—¡Jayce lo estoy haciendo!
Volteé hacia ella, y, efectivamente estaba logrando arrastrarse con facilidad en aquel hielo. No parecía ser la primera vez que ella hiciera esto, estaba emocionado al ver la felicidad en el rostro de la chica a unos metros de mí.
—¿Te cuento un secreto?—. Ella me miró de inmediato borrando la sonrisa.
—Si claro Adams—. Me gustaba escuchar mi apellido con su voz. Era como darle un nuevo punto de vista dónde esté era hermoso. Y su hilo de voz suave lo hacía eterno en mi cabeza.
—La primera vez que vine aquí me caí muchas veces—. Ella sonrió sin disimuló. —Pero ahora soy muy bueno—. Hice un giro en mi lugar, haciendo que ella aplaudiera por un corto segundo.
—También puedo hacer eso—. Era determinada, tenía que admitirlo.
Trato de girar, pero de alguna forma no pudo. Abrí los ojos atónitos al ver que ella empezaba a caer de poco a poco, corrí desde mi lugar mientras me deslizaba entre el lago. Solo nos separaban unos metros, pero la rapidez en la que caía lo hacía ver cómo mucho más.
—¡Joder!—. Solté con alivio, había logrado caer al suelo y dejar mi brazo en su espalda, haciendo que su cuerpo no golpeara con el frío lago.
—Gracias—. Susurró, podía sentir el latir de su corazón rápido. Y ver el lindo lunar en su sien.
—Jamás dejaré que algo te pase estando a mi lado Miller.
Apoye con cuidado mi mano en su rostro, estaba frío. Talvez ya era hora de volver a la cuidad, empezaba a anochecer y podía ser muy peligroso estar en un bosque tan tarde.
—Escuchas...—. Yo solo oía el suave silbido del viento y los árboles danzar. —La paz de este lugar—. Dijo en un hilo de voz.
—Es cierto—. Se recostó por un segundo en mi pecho, seguro desde allí podía escuchar mi corazón acelerarse.
—Las estrellas son hermosas...— miraba al cielo, y yo la miraba a ella con la misma admiración. Si ella quisiera bien podría ser mi cielo o mi todo.
Depende de ti, come libros.
—Creo que ya es hora de irnos Enot—. La ayude a levantarse, y ambos fuimos con cuidado hasta salir del hielo. Y mientras caminamos a la parada del autobús ella soltó una pregunta.
—Eres mi amigo ¿Cierto?—. Un golpe en el rostro dolía menos que escuchar eso.
—Por ahora—. Dije bajo.
Esperaba que ese sentimiento se convirtiera en algo más.
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