15. Prometo Extrañarte
15.
Día 5
Diciembre 5
Porqué recordaba risueña la tarde y noche de ayer. Aún en el sofá por la tarde trataba de llevar mis pensamientos a algo más, lo que no fue tan difícil ya que, por alguna razón, en la televisión pasaban la película "Mujercitas" amaba esa película, aún me decía a mí misma que un día me leería el libro, aunque la verdad no era muy fanática de estos clásicos.
Por la mañana mi padre me había aturdido con llamadas y mensajes, diciendo lo mucho que me extrañaba y que mañana por la tarde ya estaría con su pequeña, quiero pensar que un día él va a comprender que su pequeña ya es una adolescente casi mayor. Soñar no cuesta nada.
No fue hasta que mi móvil sonó que mi atención volvió a la realidad y fuera de la dramática escena en el televisor, supuse quien era, ya que había guardado su número luego del incidente de ayer. No quería que me tomara desprevenida ya que ahora, "esto" entre nosotros dos se volvería costumbre, al menos por un tiempo.
Descolgué
—Hola Miller—. Jayce habló carismático, mientras un sonido que no logré descifrar del fondo se intensificaba.
—Oh hola Jayce.
—Ahh este, estuve hablando con mi hermana y se nos ha ocurrido algo—. Reí un poco al escuchar lo de su hermana.
—Oh claro, saluda a Claris de mi parte—. Llegué a ver la chica un par de veces junto a Jayce, en algunos eventos de la secundaria, también sola con sus amigas en los grados menores. Era una niña muy linda, parecía irradiar luz por dónde pasará.
—¡Mierda!—. Escuché que dijo por lo bajo.—Digo, se me ocurrió a mí... Ya no te va creer idiota—. Traté de aguantar la risa al escuchar hablar de esa manera a su hermana.
—¡Hola Claris, no sabía que estabas con nosotros!
—Hola Enot. Jayce piensa que eres linda...— Escuche un par de insultos molestos de Jayce y su hermana alejándose de la habitación, supongo.
—Aun no entiendo el punto—. Dije divertida, al otro lado de la línea.
—Sí, soy un idiota. Ahora te explico. Veras... Pensé en establecer algunas reglas—. Podía jurar que se rascaba la nuca por los nervios ahora mismo.
—¿Reglas?—. Repetí curiosa.
—Pensé en que cada viernes podíamos hacer algo más relajado, diferente a lo que haremos el resto de los días—. Se detuvo un segundo y luego escuché su voz de nuevo. —Podríamos ver películas en tu casa o en la mía. ¿Te parece?
Yo lo pensé.
—Me parece una buena idea. Y está bien en mi casa—. No conozco la suya.
—Bueno y lo segundo es... —. Talvez solo era yo. Pero tenía la sensación de que el chico no sabía si hablar o no.— Bueno, luego de hoy te devolveré por dos días tu libertad, talvez así no te cansas de mi tan rápido—. Soltó una risa nerviosa.
Yo aún procesaba todo, pero no me negaría a eso, necesitaba esos dos días para explicarle a papá por qué Jayce Adams vendría la mayoría de estos días por dos meses. O porque lo veríamos con más frecuencia en el departamento, y mucho tiempo con su pequeña.
—Está bien Jayce—. Suspiré.— Aunque tengo una pregunta.
—Puedes decirla Enot.
—¿Estos días contarán en los dos meses?—. Parecía pensarlo porque la línea se quedó en silencio.
—Así lo parece, según yo es lo más justo...—. Podía escuchar que resoplaba rendido. —Bueno cambiando el tema, ¿Quieres que llevé comida?
Me perdí en mis pensamientos por lo que no respondí al Instante. —No te preocupes, creo que nos arreglaremos con lo de mi casa.
—Bueno. Voy para allá.
(...)
Y efectivamente, al tiempo que bajaba por las escaleras luego de terminar de ponerme el pijama, alguien tocó el timbre. A lo que ignoré, ya que por un segundo pensé que solo se trataba de Alan, y el idiota siempre traía consigo llaves que bien podría usar, tal como yo cuando iba a su casa. Ahí es cuando su ausencia más me dolió, corrí al recordar que seguramente era Jayce el que esperaba en la puerta.
Abrí está y efectivamente el chico de cabello negro despeinado estaba detrás de ella, con una pizza sobre una mano, palomitas similares a las del cine en la otra, muchos chocolates y una sonrisa tierna en los labios.
—Te dije que no trajeras nada.
—No es mi casa Miller, debía aportar con algo—. Que escusa tan barata.
Reí abiertamente como solo lo hacía con mis mejores amigos, y claro con papá.
Eso fue extraño.
—Debiste haber pensado en eso antes. Justo hace unos días.
—No importa. Pero no encontré refrescos. Bueno, más bien no sabía cuales te gustarían.
Tomó asiento en el sofá después de pasar al departamento, mientras yo buscaba mantas en un pequeño armario cerca de la habitación de mi padre, para que poder disfrutar la noche.
—Tomo un poco de todo Adams—. Me senté a su lado encendiendo el televisor.
—Bueno en ese caso...— Saco su celular del bolsillo, escribió algo y lo volvió a guardar, su atención volvió a mí, aunque yo estaba más concentraba en ver al televisor.
(...)
Más tarde cuando al fin habíamos escogido la película "Rumores y mentiras" que por alguna razón yo disfrutaba demasiado, no era mucho muy mi estilo y talvez por eso la disfrutaba, y claro que Jayce no se negaría a verla. Unos 15 minutos después el timbre de la puerta sonó, lo que provocó que ambos nos viéramos al instante.
—¿Quién es?—. Dije, con la leve sospecha de que Jayce sabía.
—Seguramente son los refrescos que ordené.
Puse los ojos en blanco me dirigí al cuarto de papá, aún Jayce me observaba con una sonrisa que solo se extendía, sentado en el sofá sin molestar en moverse.
—La puerta está al otro lado Miller—. Pronunció el divertido.
—¿Enserio Adams?—. Ironicé. —Ya lo sé Jayce, voy a buscar dinero para pagar idiota.
—Pero ya he pagado yo—. Indagó
—Pero si tú no te has movido del maldito sofá Adams.
—Hice una transferencia—. Levantó su costoso celular, como si fuera lo más obvio del mundo. Malditos niños ricos.
Puse los ojos en blanco y me giré, seguramente el repartidor ya estaba cansado de esperar. Lo más extraño es que luego de un par de veces no insistió con la puerta.
—Espera—. Me detuvo en seco frente a la puerta. Lo que logró divertir aún más a Jayce quien me observaba curioso.
Era viernes, pasaban de las 9 y seguramente Jayce había hablado a la tienda más popular de la ciudad, lo que significaba. Abrí la puerta para confirmar sus sospechas.
—¡Connor!—. Grité tan fuerte que asusté al chico.
—¡Enot!, ya van varios días sin verte.
El trabajador joven me abrazo con su brazo libre, justo antes de pasarme a un lado, y dejar los refrescos sobre el mesón de la cocina como la última vez.
—Has estado muy ocupado ¿Verdad?
—Pues... el trabajo no me deja mucho tiempo libre. Quería hablarte, pero la última vez que estuve aquí olvide pedir tu numero—. Confesó apenado.
Y como si lo hubieran invocado, Jayce Adams apareció a mí lado, con el ceño fruncido tratando de disimular su molestia. Cosa en la cual no era muy bueno.
Y a este que mosquito le ha picado.
—Amigo, ¿Cómo estás?—. Dijo yendo hasta Connor y recibiéndole con el amistoso apretón de manos.
—No tenía idea de que estuvieras acompañada—. Se rasco la nuca, nervioso. —Estoy bien Adams, ¿Qué tal Claris, y tus padres?
—Ella está bien. Ellos están bien. No sabía que trabajabas de repartidor.
—Comencé este año al salir de la secundaria. Mi padre insistió. Pero ¿Y tú?
—Qué bueno por ti hermano. Mis padres no quieren que sea parte de algo que no disfruto. Y eso de las propiedades no son lo mío.
Yo solo escuchaba mientras ambos chicos hablaban de más, tal como dos mejores amigas después de un par de meses separadas. Lo que internamente me parecía muy gracioso, además que Connor no perdía la oportunidad de dedicarle sonrisas coquetas, ignorando completamente la evidente molestia de Jayce que cada vez era mas grande.
(...)
Una vez que Connor se fue, yo hace rato había vuelto al sofá por la película, pero también algo vagaba en mi mente, algo que no podía guardarme para sí misma. Así que hablé, al tiempo que Adams caía en el mueble.
—¿De dónde lo conoces?—. Pregunté una vez que Jayce se sentó muy cerca de mi lado.
—Sus padres son muy amigos de los míos, de hecho, lo conozco hace años. Solo no hablamos mucho. O no como antes—. Se encogió de hombros.
—¿Por qué no lo hacen?—. Llevé toda mi atención a él, clavando mis ojos como espinas.
—No lo sé. Supongo que Connor cambio, y yo cambie. Todo cambia con el tiempo—. Extendió ambos brazos en el sofá, podía sentir su calor en mi espalda. Esto se sentía muy familiar. —¿Y tú de dónde lo conoces?—. Preguntó Jayce con el ceño fruncido.
—Hace unas semanas me trajo comida. Se negó a aceptar que yo la pagará, y terminamos viendo películas hasta muy tarde—. La concentración que me podía me parecía graciosa.
—Umm—. Eso fue confuso, ya que luego de su 'Umm' volteó a la pantalla pasando con disimuló su brazo por mis hombros. No entendía su molestia y su muestra de acercamiento tan repentina.
(...)
Terminé por quedarme dormida luego de dos películas más, con la pequeña mesa de vidrio frente al televisor hecha un desastre, por todo lo que habíamos comido y bebido esa noche y parte de la madrugada. No me separé de su lado, solo me apegaba a su fuerte y muy trabajado abdomen, él se sentía como un buen amigo. Tenía una calidez que te brindaba seguridad y cierta paz.
Esa noche Jayce se quedó a dormir conmigo, ambos caímos ante el sueño y el sofá parecía un lugar muy cómodo, no quería apartarse de mi como yo lo vi justo antes de caer ante el sueño. No fui consciente de lo que había pasado hasta la mañana siguiente cuando vi lo limpio de mi casa, y una pequeña nota al lado de un café caliente que seguro había comprado.
«Nos vemos en dos días Miller. Prometo extrañarte»
—Jayce Adams
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