Navidad
—Más rápido, Max.
El aludido lo vio de reojo desde el asiento del piloto.
—Griffin, estoy en el límite de velocidad permitido. Pronto llegaremos.
Dio un gran suspiró por escuchar el gruñido suave de su amigo. Ayer, Ash se quedó todo el día en el hospital junto con Eiji, y aún si tenía su permiso para quedarse, el pobre Griffin se moría de los nervios por lo sucedido con el padre del japonés que no pudo disfrutar su estancia en su casa. Después de todo, era su hermanito bebé de quien estaban hablando.
Pasado medio día, Ash llamó a Griffin con voz cansada pero encantadora. Le pidió si podrían pasar en el hospital junto con los regalos que estaban en el bonsái navideño.
Además, les mencionó una noticia fantástica: el señor Okumura despertó de su coma a las tres de la mañana y el trasplante de hígado fue un éxito a pesar de las complicaciones que pasaron.
Un milagro de Navidad... así se podría describir todo aquello.
—¡¿Argh, por qué Aslan no me llamó antes?! ¡Si hubiese sabido que el papá de Eiji recobró la consciencia iría de inmediato hacia allá!
—Ocurrió en la madrugada. Además, quizá no te quería angustiar... — vio de soslayo el yeso de Griffin. —, porque, bueno, tienes mucho qué preocuparte por ahora.
—¡Estoy bien!
Max alzó una ceja. No podía mencionar la conversación que tuvo con Ash después del accidente sobre su angustia en no creer poder cuidar a su hermano apropiadamente, tragándose su orgullo y pedirle su ayuda. Los dos padecen los mismos males de sobreprotección el uno al otro.
—Griffin, usas una silla de ruedas porque pierdes el equilibrio por tu sordera en el oído.
—¡Pues tengo la otra pierna y mis manos para arrastrarme!
No quiso seguir con la necedad. La terquedad era propia de los Callenreese.
Al estacionar el auto, Griffin abrió inmediatamente la puerta para ir caminando sin esperar ayuda. Max casi se ahoga en zozobra, rodeó el carro y corrió hacia la puerta del copiloto para retenerlo.
¡Sabía que debía sentarlo en los asientos de atrás para colocar el seguro de niños!
—¡Griffin, si te lastimas Ash me matará!
—¡Pues me internas en el hospital! Ya que estamos aquí.
—¡Dame un respiro, hombre!
Gracias a los cielos Jessica y Michael entendieron sobre la salida con Griffin pero en esos momentos quería pasarla con su familia, tomar cocoa caliente y estar empochado. ¡No estar lidiando con un lisiado!
A la velocidad de la luz, Max armó la silla de ruedas, cargó a un gruñón Griffin, lo acomodó en él y posicionó los paquetes en su regazo. Max supo que necesitaba hacer ejercicio al sentirse fatigado por ese trajín; sin embargo, eso no le impidió en entrar al hospital y observar en la recepción adornos navideños, algunos doctores, enfermeros y personal haciendo una pequeña fiesta por el veinticinco de diciembre y una despedida de una enfermera en conjunta.
—Te vamos a extrañar, Bárbara.
—Mucha suerte en Washington. Te mereces esta oportunidad.
La mujer en cuestión les agradece con lágrimas en sus ojos. No obstante, su sexto sentido vibró por unas miradas raras detrás de ella. Entonces giró su cabeza sutilmente y observó a dos hombres estupefactos.
—¿En qué podemos ayudarlos? — sonrió. —. ¡Ah, lo recuerdo. Usted le dieron de alta no hace mucho, ¿se encuentra bien?
Max palideció.
—¿Ash? Deja de joder...
La enfermera se asustó y todos sus compañeros interrumpieron la celebración por el comentario.
—¿Perdón?
—¿No eres... Aslan...? — Griffin se quedó sin voz al musitar.
¿Será posible que su padre regó hijos por doquier sin ni siquiera saberlo?
—Ahmmm... no.
Griffin sacudió su cabeza. No era el tiempo en escarbar su pasado. Después determinaría si tiene familia perdida.
—Senju Okumura, ¿dónde está?
—Habitación seiscientos dos.
—¡Gracias! — sin embargo, la silla de ruedas no se movió. —. ¡Vamos, Max!
—Ajá... — el aludido contemplaba los melones a Bárbara.
En un golpe ciego, el puño de Griffin impactó contra el pecho de su amigo, haciendo que emitiera un resoplo seco.
—¡Apúrate!
Max se quejó pero le hizo caso a su amigo. Dio en marcha su caminar hasta su destino.
Permanecieron callados durante el camino pero Griffin sacudía su pierna sana y movía los dedos de forma errática por la ansiada espera.
Casi llegando a la habitación, ellos se encontraron con una escena... en particular.
En la fila de asientos, al final de ese pasillo, estaban dos personitas durmiendo, cuajadas y hechas masita, abrazadas de manera cariñosa. Las extremidades de Aslan estaban desplayadas, a excepción de su brazo cruzado sobre los hombros de Eiji, su cabeza ladeada y descansada sobre una cabellera negra; mientras que Eiji, estaba encogido recibiendo el calor del rubio, su rostro apoyado en su pecho y uno de sus brazos presionando ligeramente el torso.
Los dos estaban en un profundo sueño, incluso Max y Griffin que se hallaban en una distancia prudente, podían escuchar los leves ronquidos de Ash y el soplido de la boca de Eiji.
Griffin sonrió débilmente. Seguramente fue una velada exhausta y abrumadora para ambos.
—¿Deberíamos despertarlos? —Max preguntó con cierta ternura.
El otro joven amplió su sonrisa.
—Solo déjame captar el momento. — tomó una fotografía descaradamente.
Por culpa del flash, Ash levantó sus pesados párpados debido al sueño ligero que poseía. Al principio observó borroso pero a medida que se acostumbraba a estar consciente, identificó a las dos siluetas frente a él.
—Griffin... — giró sus ojos hacia él. —. Max, llegaron temprano...
—Todo por el temerario de tu hermano. —se quejó Max y revolvió los cabellos dorados del chico.
Griffin frunció sus labios por el comentario y Ash sonrió.
—Eiji... — sacudió suavemente al japonés para que pudiera saludar a su hermano y al viejo.
—No, no, déjalo dormir —intervino Griffin. —. Míralo, debe estar muy cansado por todo lo que sucedió... aparte que se ve cómodo.
—Se acurrucan como pareja... — murmuró Max en el oído de su amigo.
Sin embargo, Ash lo pudo alcanzar a oír y se sonrojó furiosamente.
—Aslan, ¿el padre de Eiji de verdad recuperó la consciencia?
Transportándose en ese recuerdo, Ash divagó en su mente:
Aún si un solo beso no fue suficiente, continuaron haciéndolo estando dentro del hospital, en el mismo lugar recóndito en que hallaron.
En otras circunstancias, el pasillo crearía un ambiente pesado y tenebroso (bueno, cualquier hospital durante la noche eso proyectaba) pero está ocasión era dulce y nostálgica.
La razón fue abandonada en ambos y abrazaron el entusiasmo de descubrir más del mundo otro mediante caricias a través de la ropa, lenguas en sus cavidades y labios sobre el rostro.
Eiji al suprimir un gemido por sentir una oleada de calor en sus entrañas, se separó de Ash.
—C-Creo que vamos demasiado rápido...
Ese comentario no asustó a Ash.
—¿En serio? — esbozó una mirada cariñosa mientras peinaba el flequillo del japonés y lo hacía a un lado para depositar un beso casto.
Eiji se sonrojó y se sintió mareado.
—Ay Dios... — ocultó su cabeza sobre el pecho del rubio. —. Esto es una locura...
Ash dio una carcajada suave.
—¿Es tu primer beso? — preguntó. El moreno alzó su rostro e hizo una mueca que le confirmó su curiosidad. —. El mío también...
—¿Qué? — Eiji quedó boquiabierto. ¡¿Pero si besaba muy bien como un experto?!
—¿Te ha incomodado?
El japonés se le fue el aliento ante la mirada culpable de Ash.
—No, por supuesto que no — la seriedad en su voz cambió el aura del lugar. —. La verdad no quiero que esto termine.
La mano del rubio fue tomada con convicción y la de Eiji recibió la misma reacción al rato.
—Ni yo.
En eso, Eiji se acurrucó en el hombro del otro chico.
—Debo de confesar que me asusta el poco tiempo que hemos pasado juntos para llegar a este punto... pero fueron los mejores días de mi vida.
Ash sonrió.
—Que curioso — inclinó su rostro hacia el de Eiji. —, porque pienso lo mismo.
Ese fue el punto de partida para iniciar nuevamente con los besos delicados y cortos.
Después se quedaron callados. Las agujas del reloj en la pared marcaban las dos de la mañana. Ya era Navidad y no se dieron cuenta; la embriaguez de los ósculos fue realmente poderosa.
No había necesidad de decirlo, Ash no lo creyó conveniente. El padre de Eiji continuaba en coma, su deseo no se cumplió.
—Eventualmente tendré que regresar a Japón...
Eiji habló con el sonido de un susurro. Ash tensó sus hombros y suspiró profundamente. Le temía y no quería enfrentar la posibilidad que todo lo ellos era una pasión pasajera.
—¿Quieres tener una relación a distancia...? — quiso estar seguro si el japonés estuviera de acuerdo.
Si le decía que no, su corazón no podría aguantarlo.
Sin embargo, Eiji le palpó la mejilla.
—Por un tiempo... — sonrió entre dientes. —. No te desharás de mí tan fácil.
Ash exhaló aliviado, dándole un beso en la palma de la mano.
—¿Por qué dices "por un tiempo"?
De repente, el japonés bajó la mirada, borrando todo rastro de júbilo.
—Ash, quiero seguir estudiando en la Universidad... pero en Estados Unidos.
Eso tomó de sorpresa a Ash.
—Eiji.
La respiración del aludido comenzó a tornarse entrecortada. Le estaba costando articular sus pensamientos.
—Quiero tomar las riendas de mi vida de ahora en adelante... aunque eso signifique dejar atrás a mi familia...
Ash sabe poco de la relación que tiene Eiji con sus padres. Sin embargo, esa declaración hace entrever ciertas ataduras que tiene con respecto a ellos. No es de menos, su padre ha sufrido quebrantos de salud bastante fuertes, quizá la familia de Eiji se unió en ese momento, misma que acabó siendo tóxica para todos.
—Eso no quiere decir que los estés abandonado, Eiji.
—Yo... lo sé, pero se siente de esa manera. Ellos también lo interpretarán así.
—Quizá — le dio un beso en la sien. —. Dale tiempo al tiempo, ellos lo comprenderán.
Eiji asintió vigorosamente, esperando un futuro prometedor y feliz. Quería que ese sueño se hiciera realidad.
—Buscaré becas... trabajaré duro... no me rendiré — sus ojos cristalinos iluminaron la dulzura en Ash.—. Quiero estar a tu lado, no quiero perderte.
—Aquí estaré... no me importa esperarte...
Lo envolvió en sus brazos como si fuera un sello de promesa. Aunque no era necesario, sabía que estarían juntos pase lo que pase.
Porque eran almas gemelas.
Lo acaramelado en ellos no evitó que se sintieran cansados. De a poco fueron durmiéndose en los brazos del otro. La calma del silencio los arrulló y el frío invierno de afuera se colaba en el desértico pasillo provocó que ambos se apegaran más a sus cuerpos.
Aunque la dormida fue menguado, porque claro... hoy era Navidad.
—E-Ei...
El japonés crispó sus músculos aún inconsciente.
—E-E-E...
Ash se puso en alerta de inmediato.
—Eiji, ¿lo escuchas? — lo sacudió un poco para que terminara de despertar.
—¿Q-Qué? — se rascó el ojo.
Ellos dejaron de respirar por aquel sonido susurrante que interrumpió el sosiego de su reposo. Fueron cinco segundos largos, vigilantes y extenuantes.
—E-E-Ei...
Ash frunció el ceño por ese balbuceo lejano. No parecía ser ningún rechinido de una puerta o el chillido de rata. Se consideró en un espectro pero al ver a Eiji con los ojos llorosos su perspectiva conmutó.
—Otōsan... ¡Otōsan!
Eiji salió disparado de su asiento y corrió hacia la habitación en donde intentaban llamar su nombre. El corazón le latió con más fuerza y sintió sus extremidades entumecidas, no sintiendo la fuerza cuando abrió la puerta.
Adentro estaba oscuro, pero las máquinas emitían un ruido descojonante y lo primero que pudo vislumbrar de su padre, gracias a las luces de la calle, era el brazo alzado de él.
—E-E...
Eiji jadeó con dolor. Rápidamente se hincó ante él y tomó su mano helada, sintiendo la intravenosa en su delgada piel.
—¡¡Otōsan, watashi wa koko ni imasu!!
Los ojos de su progenitor no enfocaban un punto fijo, lo cual alteró a peor el temple del chico.
—E... E...
—¡Sukoshi mattekudasai! —giró su rostro para llamar a Ash pero no lo encontró a simple vista. —. ¡¡Isha ni denwa shimasu!!
Eiji exhaló fuertemente al sentir un toque en su hombro. Al mover sus ojos, ahí estaba Ash a su lado.
Había llamado al personal.
De repente hubo un flojo movimiento de doctores y enfermeras en la habitación que paulatinamente ocuparon la habitación completa.
—Por favor, esperen afuera. —solicitó un enfermero a ambos.
No hubo reacción por parte del moreno, no podía despegar su vista de las atenciones que tenía su padre.
En verdad había despertado.
—Eiji, vamos.
Ash lo tomó de sus temblorosos hombros y caminaron hacia el pasillo. Por la emoción, Eiji cubrió su boca con sus manos mientras sollozaba.
Volviendo a la realidad, Ash suspiró antes de contestarle a su hermano.
—Su padre estuvo consciente el mayor tiempo posible, incluso habló con la mamá de Eiji por teléfono.
Los músculos de Griffin y Max se relajaron como si les hubieran quitado un peso de encima.
—Me alegra. —su hermano posó su mano sobre su pecho.
—¿Y cuál es el diagnóstico ahora? — preguntó Max.
Ash realizó una media vuelta en su cuello y escuchó que tronó.
—Lo chequearán alrededor de un mes para estar seguros que el cuerpo no ha rechazado el hígado.
—¿Y después...? — Griffin se atrevió a cuestionar.
—Ellos tendrán que regresar a Japón.
La pesadez de la tristeza forjó las palabras de Ash. Los hombres lo notaron en un santiamén; era un hecho inevitable.
—Ash.
—No se preocupen. Falta mucho para eso... —sonrió con debilidad. —, así Eiji tendrá oportunidad de visitar mejor Nueva York... quizá su padre se nos una cuando se sienta mejor.
Claramente el rubio disociaba ligeramente el porvenir. La obviedad de que extrañaría al japonés indujo a no presionarlo a hacer más preguntas.
—Así es... — Griffin relajó su rostro.
—P-Por cierto — Ash quiso recobrar la compostura. —. ¿Trajiste lo que te pedí?
El castaño se sobresaltó.
—Ah, sí, aquí tienes.
Le entregó los dos paquetes con sumo cuidado, Ash los recibió, esbozando un gesto agradable mientras que Max veía curioso los regalos, en especial el de la caja grande.
—¿Y esos de quiénes son?
Ash sonrió, culpable.
—Para Griffin y Eiji.
Max resopló.
—¡¿Qué?! ¿No hay nada para el buen Max?
—Te lo daré luego... — sintió que Eiji se movía en sus brazos. Maldito viejo por perturbar los sueños de su amado. —. Vamos, Griffin, ábrelo.
Le entregó el paquete rectangular a su hermano, quien lo recibió alucinado.
—¿Puedo?
—Hey, hoy es Navidad... por supuesto que puedes...
Con toda la inocencia concentrada en sus facciones, Griffin parpadeó ilusionado y luego procedió a romper el papel de regalo con cuidado para no formar retazos de basura. Mientras más lo destapaba, mejor era su expresión de encanto hasta que lo vio sin ninguna restricción: era el libro en físico más deseado que ha añorado: el recopilatorio de poemas de Laynie Browne.
—¿C-Cómo? Pensé que se agotaron...
Por pura inercia, Ash sonrió y estrujó un poco a Eiji durmiente por la emoción.
—No en China.
—¿Offf, qué? —Max se desubicó.
—Es una historia larga... pero lo pude hallar a tiempo... gracias a un amigo, te lo presentaré en estos días.
Hace poco Ash encontró un restaurante chino que servía comida proveniente de los dioses. El hijo del dueño comenzó a hablarme cuando, por metiche, se percató que buscaba el libro en línea; lo ayudó a comprarlo a través de Alibaba China. Comenzaron a entablar una amistad pero no le ha podido hablar estos días al pasar el tiempo con Eiji. Ese chino se llama Shorter.
La estupefacción permaneció y su ritmo cardíaco se alteró, sus manos comenzaron a temblar un poco mientras observó a su hermanito; bien él hubiera podido buscar otra cosa que darle al no haber en existencias los poemas, pero sabía que eso quería desde hace mucho.
Ya con el corazón en la mano, Griffin abrazó a Ash como pudo y fue recibido de la misma manera pero con un solo brazo debido que el otro no lo quería desocupar por Eiji.
—Gracias... — musitó en su oído, apretujándolo más. —. Feliz Navidad...
Ash respiró profundamente los cabellos lacios y cortos de Griffin. Se sentía cálido... se sentía vivo.
Por otra parte, Max sonrió de lado por la escena conmovedora entre los hermanos Callenreese. Hasta podía jurar que podía palpar el cariño que volaba por el aire.
Luego de un rato, se separaron. Griffin intentó secarse las pequeñas gotas formadas en la comisura de sus ojos. Cuando regresen al apartamento le dará su regalo.
En eso el rubio dio una bocanada de aire.
—Oye, Max, necesito un favor. — exclamó aún sintiendo el abrumador afecto de hermandad.
El aludido cruzó sus brazos.
—¿Ahora quieres que haga algo por ti? Ni me diste regalo.
—En realidad... es para Eiji. —musitó.
Tanto Max como Griffin pusieron suma atención.
—¿Qué necesitas? — preguntó más cordial.
Porque, cuando se trataba de Eiji, el panorama cambiaba.
—Quiero que conozca a Ibe.
Eso desubicó un poco a ambos hombres.
—¿Para qué?
Ash se asombraba a sí mismo lo lejos que podía llegar a hacer por ese chico. Es más, quería verlo triunfar y volar por sus propios méritos... solo necesitaba un empujoncito para hacerlo. Eso fue lo que le han enseñado las dos figuras paternas frente a él.
Tras acariciar los cabellos azabaches, Ash mantuvo su gesto risueño.
—Eiji estudia fotografía... — dio una pequeña risotada. —. Digamos que Ibe tiene un fan.
Max repasó la declaración del menor. Simplemente se rascó la nuca, mostrando sus dientes blanco y sus ojos torcidos. Ash estaba demasiado enamorado de Eiji.
—Le hablaré el lunes por la mañana.
—Gracias... te debo una...
—Me debes todos los pañales que te cambie.
—Eras mi niñero, venía con la paga que hicieras el trabajo sucio...
Griffin se rió a carcajadas por el rojo de ira de Max y el de satisfacción de su hermanito.
—En tu cara. — se cubrió sus facciones para evitar que su amigo le fulminara con la mirada.
Por el alboroto causado, Eiji se revolvió en los brazos de Ash y fue despertando de a poco; sus párpados seguían pesados pero al reconocer el timbre de voces cerca de él hizo el esfuerzo en abrirlos.
Al tener un poco más claro la bruma en sus ojos, Eiji sonrió cansado.
—Griffin... Max... hola.
Los susodichos conectaron la mirada con el japonés, incluso Ash le dio un toque suave en su brazo para indicarle que se hallaba presente con él.
El hermano del rubio se compadeció del moreno. En todo su rostro se pintaba las ojeras marcadas, su piel apagada y sus ojos tristes del agotamiento. Por lo mismo, tomó las manos y con sus pulgares palpó el dorso resecó por culpa del frío.
—Eiji, estoy muy feliz cuando supe lo de tu padre — moduló su voz tiernamente. —. ¿Cómo te sientes?
—Griffin... — Eiji se esforzó en esbozar una sonrisa. —. Gracias... me siento... aliviado — frunció el ceño en congoja. —. Perdón por arruinar la cena de anteayer.
—No hay cuidado... necesitabas irte — le dio un apretón en sus manos unidas. —. Feliz Navidad, Eiji.
El moreno cerró sus ojos, encantado que un calor agradable fluyera en su interior.
—Muchísimas gracias... yo... — divagó, había tanto que agradecer que su lengua se trabó. Aunque sabía que no era necesario extenderse en sus alabanzas, ellos lo apoyaron de corazón. —. Feliz Navidad... a todos...
—Feliz Navidad, muchachos.
Por el estrés del caso del padre del japonés y el bonito abrazo entre los hermanos no hubo cabida para Max en expresar las felices fiestas.
Fue por eso que dio unas palmadas en los hombros a los jóvenes, con una sonrisa pícara.
—Gracias, Max... — dijo Eiji con una voz ronca.
—Jessica les invita a comer en nuestra casa — Max se inclinó un poco. —. ¿Quieren venir?
Ash giró su rostro hacia un aturdido Eiji.
—M-Me encantaría... pero mi padre... en un momento hablaré con él.
Max lo comprendió perfectamente.
—Si es así, les enviaré una porción a cada uno. — comentó asumiendo que Ash no vendría. Lo cual estuvo en lo correcto porque el rubio asintió.
—Gracias, viejo. —se sorprendió de sus modales.
Sin embargo, Ash poseía una desesperación que lo exteriorizaba con pequeños golpes en la caja de regalo. Max y Griffin agarraron la indirecta tan directa del rubio: debido a que Eiji despertó, quería formar su burbuja de amor con él... A solas.
Y no es de menos, Griffin quería saber en que iban a parar estos dos. Ash no asistió a la universidad por un día, renunció a sus trabajos (aunque ya tenía el deseo de hacerlo pero el japonés fue su impulso para hacerlo) con el objetivo de permanecer al lado de Eiji. Los celos sobraban en el mayor pero no quería expresarlos, era bueno que su hermanito tuviera un amigo y él lo necesitaba más que a él.
—Bueno, Max, creo que Jessica nos estará esperando.
El hombre notó el pequeño guiño en el ojito azul de Griffin.
—Ah, sí... sí. Nos matará si llegamos tarde — dijo con complicidad. —. En especial por Michael, no me va a perdonar si no paso la Navidad con él.
Ash y Eiji los vieron un poco apenados.
—Les traeremos un poco de comida — Griffin dio un golpecito en la portada de su libro. —. Luego pueden descansar un poco en el apartamento, ahora que el señor Okumura está mejor.
Eiji se ruborizó.
—¡Ah, muchas gracias!
—Por favor, cuídense. —mencionó Max viendo fijamente a Ash.
No les dieron oportunidad de despedirse puesto que Max empujó la silla de ruedas no más decirles lo último y se marcharon sin ver hacia atrás.
Eso fue extraño, en especial para Eiji. Acababan de llegar y se esfumaron sin dejar rastro. Tal vez sintieron lástima por él.
Aún así, Ash no se separó ni un centímetro, su brazo, que prácticamente estaba dormida, seguía rodeándolo por los hombros como si fuera un chicle.
—¿Dije algo malo? — preguntó Eiji, repasando la conversación que tuvieron.
Ash negó con la cabeza.
—Así son ellos... aunque no los culpo; cuando Jessica se enoja, se abren las puertas del inframundo.
—Ay, no seas así con ella. Es buena persona.
—Solo contigo es un amor. — le tembló el labio superior.
Eiji no insistió más. Simplemente se acomodó mejor en el pecho de Ash y suspiró.
—Aunque me sentí feo al rechazar la invitación... sí tengo que hablar con mi padre...
Ash rápidamente supo de qué iría la conversación en solo apreciar lo compungido en el rostro de Eiji. Luego de mucho tiempo, le confesaría a su padre su deseo de continuar su carrera pero en otro país, donde las oportunidades podrían abundar mejor que en Japón.
—Puedes hacerlo. —le otorgó un beso en su frente.
La ternura en su mirar brilló en él, haciendo que estirara su cuello para besarlo en la barbilla.
—Por cierto, ¿qué es esa caja que tienes ahí? — la señaló, indiscreto.
Eso fue suficiente para Ash en recobrar la compostura al sentarse correctamente y deshacer el abrazo para ubicar a Eiji frente a él.
Entre una gran bocanada de aire y sus brazos bien extendidos, Ash le entrega el paquete envuelto de papel dorado brillante de estrellas y una moña blanca y esponjosa.
—Para ti.
Le tomó unos cuantos segundos en procesar. La caja le era familiar.
—¿Qué?
—Feliz Navidad, Eiji.
La sonrisa de Ash lo mató; se puso nervioso porque sus emociones les estaban jugando una mala pasada.
Ya sabía que Ash le tenía un regalo y se lamentó mucho en no haberle comprado uno.
—P-Pero... yo no te tengo ninguno...
—Me puedes dar besos, no me quejo.
—Waaa.
Eiji sintió un mareo. Esto era demasiado. No supo cómo hallar los labios de Ash por lo borroso de su vista, cuando se percató, ya estaba llorando.
En eso, Ash dio una risita al recibir los escuetos besos en su rostro.
—Tranquilo, no pasa nada... — expresó tras limpiarle el camino de lágrimas en su cara con sus pulgares. —. Ábrelo.
—¡De acuerdo!
La fatiga que domó sus sentidos se esfumó y llegó la curiosidad pura a reemplazarlo. Junto con sus dedos crispados de ansiedad, Eiji levantó la tapa y ladeó su rostro al contenido.
De repente, el tiempo se detuvo para Eiji. Todo su cuerpo se tensó y sus ojos se abrieron de par en par.
Justamente ahí dentro estaba la cámara fotográfica que empeñó.
Aún con el shock encima, Eiji pudo levantar su rostro y casi se quiebra al vislumbrar el risueño gesto de Ash.
—Un fotógrafo necesita su cámara... no podía dejar que se empolvara la tuya en ese mugriento lugar.
Eiji se llenó de lágrimas y sus manos temblaron aún más, provocando que el objeto chocara suavemente en el cartón.
—A-Ash...
Lo ama con todo su ser.
El rubio lo guió hacia sus brazos y lo arrulló sus sollozos con deleitosas caricias encima de su ropa.
—Feliz Navidad, Eiji.
La eufórica contentación lo consumió. Parecía irreal encontrarse, conocerse y enamorarse de una persona extraordinaria como Ash.
Quizá ahora decirle que era el verdadero Santa Claus no sonaba descabellado.
—Feliz Navidad... — su amor ardía en su corazón. —. Te amo...
Ash quedó hipnotizado, perdiéndose en la mansedumbre de aquellas amenas sílabas.
—Yo también te amo.
Y así ambos sonrieron genuinamente antes de fundir sus labios.
N/A: así termina este pequeño caos del fic navideño. Lamento si el final fue algo abrupto y no poder desarrollar a Bárbara u hondar la relación entre Ash y Eiji y los demás personajes pero fue escrito con mucho amor. ❤️❤️❤️❤️
Muchas gracias a todos por llegar hasta aquí 🥺❤️✨ espero que hayan disfrutado esta historia distinta a lo que acostumbro a hacer 🥺❤️ les deseo una feliz navidad y próspero año nuevo a todos. Luchen por sus deseos para este próximo 2022.
Fuerza, audiencia ❤️✨🔥
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