8
1 de julio – La fiesta de Margot (primera parte)
Resoplé molesta porque Matt decidió quedarse y estropearme la noche. «Hasta el momento en que paró el coche frente a la entrada parecía dispuesto a dejarme allí y largarse. Supongo que sólo era mi imaginación deseosa de desembarazarme de él». Subí los últimos peldaños y los ojos de Margot se clavaron en mí. Su sonrisa se ensanchó al descubrir a Matt. Lo miré de reojo y me di cuenta de lo incómodo que debía sentirse. Estaba claro que aquel no era su ambiente y estaba segura que se arrepentía de haberse bajado del monovolumen. «¿Por qué tiene que ser tan cabezota?».
—¿Dakota? —preguntó Margot exagerando una sonrisa tierna—. Has venido, creía que este año no lo harías, después de todo lo que pasó el verano pasado...
—Bueno, hay que levantarse después de cada caída —respondí rechinando los dientes.
—¿Y quién es tu amigo? —preguntó escaneando con la mirada a Matt. No sé por qué, pero eso me cabreó y me alegró a partes iguales.
—Este es Matthew —respondí alargando su nombre porque no recordaba el apellido de Helen. Para mí siempre había sido Helen "la secretaria de George", y como se empeñaba en que la tuteara, nunca se me ocurrió preguntarle por su apellido.
—Matthew Johnson —respondió amable mientras le estrechaba la mano a Margot. Esta le sonrió y ambos se quedaron mirándose en silencio unos instantes que se me hicieron eternos. Resoplé molesta y recargué mi peso sobre un pie.
—Bienvenido, Matthew, espero que te diviertas —le ronroneó mientras separaba su mano y se tocaba una oreja coqueta. «¿Está coqueteando con mi acompañante delante de mis narices?».
—¿Y qué espera? —preguntó con la mirada al cielo el señor Huang, interrumpiendo la lectura—. Ella hace lo mismo, ¿por qué se sorprende cuando se lo hacen a ella?
—Deja de resoplar que pareces un caballo a punto de espicharla —respondió molesta la señora Dorothy mientras golpeaba el suelo con su bastón—. Sigue, preciosa. ¿Qué pasó en la fiesta?
Dejé a Matt en la entrada y me dirigí hacia el patio trasero, donde Margot siempre colocaba una de las barras libres. Me pedí un Cosmopolitan y comencé a pasearme, saludando a todos. Sentía sus miradas burlonas y acusadoras recorrerme. Aunque no se atrevían a hablar directamente conmigo, sabía que recordaban el ridículo que había hecho el año anterior.
Después de dos Cosmopolitan más y cansada de que se burlaran de mí a mis espaldas, salí del jardín y volví a la entrada donde los aparcacoches seguían trabajando. Me adentré entre los numerosos deportivos y di con el coche de Matt. Frustrada, pateé la rueda delantera. «Estúpido Matt», pensé mientras miraba los dos coches que aprisionaban su monovolumen. Sonreí ante la idea que se me pasó por la mente.
***
Después de una hora de pasear sola por el jardín, miré mi copa y me acordé de mi entrenador. Chasqueé la lengua: «Paco iba a matarme cuando se enterase de la cogorza que llevaba». Iba por mi quinta copa y sentía el calor del alcohol subirme por las mejillas y apoderarse de mi albedrío. Me encogí de hombros y relegué a mi entrenador al fondo de mi mente. «Ya me ocuparía de ese problema».
Entré en el salón de juegos y encontré a Matt apoyado en la estantería charlando con Margot. «La muy perra se lo comía con los ojos».
—¿De qué habláis? —pregunté llevándome mi copa a los labios. Sonreí tensa.
—¡Oh! Dakota, estás aquí —dijo Margot fingiendo sorpresa. Aunque en el fondo de sus pupilas podía ver cómo deseaba hacerme arder en el averno por interrumpirla. «Me encanta joderla, ¿lo he dicho ya?» —. Le estaba contando a Matt tu pequeña aventura del año pasado.
—¿Pequeña? —respondió este mordaz mientras me dedicaba una sonrisa burlona.
—Sólo fue un traspiés —dije orgullosa. Un deseo homicida comenzó a alojarse en mi pecho y mis manos. «¿A cuál de los debía golpear primero?».
—Yo no diría que fue un pequeño traspiés, querida. Te diste de lleno con la fuente de chocolate y luego caíste sobre Ginger y su vestido de cuero —se mofó Margot encogiéndose de hombros y mirando pícara a Matt—. Quedaste hecha unos zorros.
—Esa es muy buena —se carcajeó Matt señalándola mientras me miraba divertido. «El muy cabrón se lo está pasando bomba a mi costa».
—Se lo tenía merecido. Si no se dedicara a despellejar animales vivos no le hubiera dolido tanto la pérdida de su vestidito de los cojones —respondí sin poder ocultar mi enfado. Aunque no estaba segura si me cabreaba más el hecho de que se rieran de mí o de que tuve que desembolsar la friolera de cinco mil dólares por estropear un estúpido vestido de cuero natural. «Si existe el cuero sintético, ¿por qué cojones hay que matar animales?».
—¡Oh! Vamos, Dakota, no te pongas así. ¡Estamos en una fiesta! —dijo condescendiente mientras me acariciaba en el brazo. Me aparté forzando una sonrisa—. ¿Por qué no vas a divertirte con el resto de los invitados? —«¿Me está echando?». Miré a Matt ojiplática y este sólo me miró serio un instante, para luego volver a centrar su atención en Margot—. Vamos, Matt, demos un paseo por el jardín.
Me bebí mi copa de un sorbo y los vi marcharse agarrados del brazo. Margot me había dejado en ridículo, Matt se había reído de mí y encima, seguro que esa noche, terminarían montándoselo en su cama de dosel antes de que todo el mundo se marchase a casa. Rechiné los dientes y fui directa a la barra que había al otro lado de la sala. Sin embargo, las manos de Stellan Goldman, uno de tantos tíos que suelo llamar sólo cuando quiero sexo «y no tengo otra opción», me agarraron del codo, obligándome a parar y girarme.
—¿Dakota? ¡Joder! Te he visto desde la puerta y no me lo creía. ¡Has venido! —dijo arrastrando las palabras y pasándome un brazo por los hombros. «No era yo la única que estaba acabando con las reservas de alcohol de Margot».
—Sí, ¿por qué no iba a hacerlo? Siempre vengo al cumpleaños de Margot —respondí tirando de su mano y abriéndonos paso hasta el bar. Le señalé las botellas—. ¿Me sirves un vodka?
—Por supuesto, bombón —respondió servicial. Mientras sacaba un vaso y desenroscaba la botella me miró de arriba a abajo con descaro. Sonreí y puse las manos en mis caderas.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunté coqueta.
—Sabes que sí —respondió pasándome un brazo por la cintura y acercándome a él. Luego, llevó el vaso hasta mis labios y me dio de beber—. Estás increíble, bombón. Para relamerte.
—Pensaba que tú y Margot... —dije quitándole el vaso de las manos y mirándolo a los ojos. Nanako me había contado, que había rumores con respecto a Margot y Stellan. Aunque por parte de ella no estaba la cosa muy clara, ya que todo el mundo sabe que Stellan no es precisamente hombre de una sola mujer.
—Eso es agua pasada, bombón. —«Vaya, vaya... así que hubo algo entre ellos»—. Ahora estoy solo de nuevo. ¿Quieres pasear entre los arbustos un rato? —preguntó acercando sus labios a mi oído y acariciando el lóbulo de mi oreja con la punta de su nariz. «Este tío sabe cómo ponerme cachonda». Me bebí el resto de mi copa de un sorbo y asentí, dejando que me guiara por la casa.
Sin embargo, antes de llegar a la puerta del jardín, Stellan me agarró por la cintura y me empotró contra la pared. «¡Joder, que ostia!». Pensé cuando me golpeé la cabeza contra la pared. Pero no me dio tiempo a mucho más cuando la lengua con un ligero sabor a whisky de Stellan comenzó a explorar mi boca. Sus manos recorrieron mis caderas lentamente hasta llegar a mi trasero, donde clavó sus dedos y me acercó hasta él. Puse mis manos en su pecho y traté de apartarme.
—¿Ves lo que haces, Dakota? —preguntó jadeante a la vez que restregaba su erección contra mí—. Me pones a mil, bomboncito.
Comencé a besarle subiendo por la curva de su cuello a la vez que sus manos se agarraban más fuertes a mis nalgas, restregando así con más ahínco el bulto de sus pantalones contra mí. En el instante que le mordí la oreja, mis ojos se clavaron en los verdes de Matt, que se paseaba solo por el pasillo directo hacia nosotros. Sin poder controlar mis impulsos, le sonreí malévola y me concentré en besar a Stellan de la manera más lasciva que conocía. Cuando volvía mirarlo, había desaparecido. Fruncí el ceño y me aparté de mi acompañante.
—¿Vamos al jardín? Quiero tomar el aire —dije una vez corroboré que mis ganas de follar con Stellan habían desaparecido de la misma manera que Matt.
—Claro, bombón —dijo Stellan jadeante. Luego levantó un dedo con el que me acarició el labio inferior—. Dame unos segundos, ¿vale? Nos vemos fuera.
Asentí y salí con un sabor agridulce en la boca. Tal vez se debiera al sabor de los labios de Stellan, tal vez al extraño sentimiento que me recorría desde el momento en que había llegado a aquella fiesta. No me importaba la razón, lo único que quería era evadirme de todo durante un rato, de manera que volví a la barra. Me hice con un par de canapés de salmón y otro Cosmopolitan. Me paseé por el jardín durante más de quince minutos completamente sola, sintiendo los cuchicheos y las miradas burlonas de nuevo.
Me desplomé en uno de los sofás de estilo chill out que habían dispuestos al lado de la piscina. Eché una ojeada a todo el jardín, parando mi mirada en ciertos conocidos. Sabía que recordaban mi bochornoso comportamiento del verano anterior y estaba más que segura que ese era el tema central de las conversaciones que se generaban a mi paso por entre los invitados.
Aquello hizo que la sangre comenzara a hervir por mis venas. Sabía que Margot me había vuelto a invitar para reírse de mí, porque ya me lo habían dicho tanto Nanako como C.J. Una parte de mí deseó haberles hecho caso y haber rehusado la invitación; sin embargo, otra parte de mí, «esa parte que siempre termina dominándome», hizo que aceptara. Bufé y saqué mi Iphone, desbloqueé la pantalla unos instantes, medité si hacer aquella llamada o no. Me mordí el labio inferior unos instantes, el alcohol se había apoderado de mi albedrío y la sangre me fluía caldeada por el cuerpo; pulsé el botón y me vengué de Margot.
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