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24 de agosto - La boda (Parte 2)


—Estás increíble, princesa —preguntó George cuando entré en la biblioteca y me acerqué a él—, ¿te gustan los cambios del vestido?

—Me encanta —respondí dando una vuelta para enseñarle cómo me quedaba. Helen había mandado a arreglar el vestido de novia que me había probado a escondidas, de forma que Alessandra lo había teñido de azul oscuro y lo había modificado para que pareciera un vestido de fiesta y no de novia. Mi padre asintió y se restregó las manos. Sonreí y me acerqué a recolocarle la pajarita.

—Relájate —dije con la mirada puesta en lo que estaba haciendo—, es una boda, no van a castrarte.

—Muy graciosa —bufó golpeándose en las caderas con las manos. Negué con la cabeza y mi padre capturó mis manos—. Princesa... —Comenzó a decir preocupado.

Lo miré a los ojos con una sonrisa.

—Hemos hecho las paces —lo interrumpí con una sonrisa para que se tranquilizada—. No será fácil, George, pero lo voy a intentar.

Mi padre me abrazó, hundiéndome en su pecho cálido mientras sus labios me regalaban un beso tierno en la cabeza.

—Siempre serás la princesa de mi reino, Dakota —susurró a mi oído—. Nadie te apartará de mi lado, ¿me oyes? —Me separé de él secándome una lágrima mientras asentía más tranquila. Luego me agarró por la barbilla y me regaló otro beso—. Te quiero, mi pequeña.

—Y yo a ti, papá —respondí sin poder ocultar una sonrisa y mis lágrimas.

—Vamos, deja de llorar o se te correrá el maquillaje —dijo pasándome su pañuelo—. No quiero que las fotos se estropeen, ¿sabes cómo se pondría Helen?

—Tiene mal genio —solté con una carcajada mientras me limpiaba el rostro.

—¿Está listo el novio? —preguntó Margot entrando por la puerta de la biblioteca. Mi padre asintió y la seguimos hasta el arco con flores que había en el jardín trasero donde el reverendo nos esperaba para oficiar la ceremonia. Nos colocamos a la izquierda del arco, separándonos del resto, había varios jarrones llenos de flores que nos llegaban hasta la cintura.

En cuanto todos los invitados se sentaron, la banda que Margot había contratado comenzó a tocar Angel de Sarah McLachlan para dar la entrada a la novia. Cogí a mi padre de la mano y miré hacia la puerta por la que Eli, seguida de un par de amigas de Helen salieron. Sonreí a mi nueva hermana cuando llegó hasta nosotros y se colocó en su puesto.

Al cabo de unos instantes, salió Margot y asintió. Se alejó hacia un rincón y entonces vi a Helen agarrada al brazo de su hijo mayor. Tragué saliva y mi sonrisa se borró al sentir cómo todo cambiaría en cuestión de unos minutos. Ccerré con fuerza mi agarre sobre la mano de mi padre. «Tenía miedo».

Cuando quise darme cuenta, Matt y Helen habían llegado hasta nosotros. Mi padre me tomó de las manos y me miró feliz. Entonces, lo supe, todo saldría bien. Asentí y le di un beso. Matt hizo lo mismo con su madre. Solté las manos de mi padre para que pudiera tomar las de Helen. En cuanto se posicionaron en el centro del arco, Matt y yo nos alejamos hacia el lado opuesto a Eli y el resto de las damas de honor. El reverendo esperó a que la canción terminara para empezar con la misa.

Mientras éste hablaba sobre el amor y los caminos que se encuentran para unirse en uno sólo. Mi mente divagó hasta un amor que ya no volvería a sentir. Cerré mi mano izquierda sobre mi colgante, y me mordí el labio inferior. Suspiré al ver a mi padre sonreírle a Helen. Y cuando otra lágrima caía por mi mejilla, los dedos de Matt se enredaron a los de mi mano derecha.

Miré nuestras manos unos instantes y luego a sus ojos verdes. Me sonrió y yo le respondí con un apretón. Me centré de nuevo en mi padre y en la ceremonia, pero los ojos verdes de Eli estaban fijos en nuestras manos, me mordí el labio inferior, incómoda, y solté a Matt. Eli nos miró unos segundos con lo que me pareció rabia y tristeza, aunque no podía decirlo exactamente. Ya que no estaba segura de si me miraba a mí, a su hermano o a Rocco que estaba sentado en la esquina de la primera fila, justo a nuestro lado.

—Yo os declaro: marido y mujer —sentenció el reverendo mientras cerraba su biblia—. Puede besar a la novia.

Todos los invitados saltaron en vítores y aplausos mientras mi padre y Helen se besaban con suavidad.

***

Sobre las once de la noche y una vez que Margot despejó la zona de baile, comenzó a sonar Somethin' stupid de Frank y Nancy Sinatra. Le di el último a mi copa y me acerqué tambaleante con el resto de invitados para presenciar el primer baile de los recién casados.

Helen se abrazó al cuello de George y apoyó la cabeza en su pecho, mientras que mi padre escondía su rostro en la curva del cuello de esta. Se movían lentos, al vaivén de la canción. En cuanto terminó el primer estribillo se separaron. Helen se acercó a su hijo mientras que mi padre alargó una mano hacia mí. Sonreí, le di mi copa a una señora que había a mi lado y que no conocía de nada, «seguro que era familia de Matt y Eli» y salí corriendo hacia mi padre. Me encogí en su abrazo y le susurré el resto de la canción al oído mientras bailábamos. Los recuerdos de mi niñez me asaltaron: días de lluvia rodeados de la música favorita de mi padre mientras me enseñaba a bailar sobre sus zapatos. Aquellos días en los que, a pesar de la falta de mi madre y la mentira de mi padre, era feliz.

—¿Estás borracha? —me preguntó George con una ceja en alto cuando trastabillé al dar una vuelta. Me encogí de hombros y sonreí ebria.

—Un poquito —admití. Mi padre negó con la cabeza—. Procura no pasarte demasiado, no quiero que tengas... resaca, ¿entendido? —me regañó poniendo un extraño énfasis en la palabra resaca. Asentí—. Te quiero, princesa —me susurró de nuevo. «Nunca me cansaría de oír aquellas tres palabras salir de los labios de mi padre».

—¿Me permite bailar con mi nueva hermana? —La voz de Matt nos interrumpió en los últimos acordes de la canción. Mi padre se separó de mí y asintió entregándome a Matt. Mi sonrisa se borró de golpe. «¡Ahora era su hermana!». No estaba muy segura de lo que sentía en aquel momento por Matt. «Aunque, para ser francos, ¿alguna vez lo había tenido claro?». Matt me agarró por las caderas y yo pasé mis manos por detrás de su cabeza—. Estás preciosa.

Sonreí avergonzada, sintiendo cómo se me acaloraban las mejillas.

—Tú también estás muy... guapo —respondí arrastrando un poco las palabras. Debía admitir que a aquellas alturas de la boda ya me había tomado el equivalente a dos botellas de vino tinto y dos copas de champán y tres margaritas, en el lapso entre la tarta y el baile. Apoyé mi cabeza en el pecho de Matt y aspiré su aroma. Seguimos bailando unos instantes.

—Dices que estoy loco —tarareó Matt en un susurro al ritmo de la música—, sí lo estoy, lo estoy por ti. —Continuó apoyándose sobre mi mejilla. Sentí mi corazón acelerarse—. A veces, sentado en la oscuridad deseo que estés aquí, eso me vuelve loco —Continuó cantando. Sentía su aliento mezclarse con el mío. «Dylan...». Sabía que tenía sus labios muy cerca de los míos, tan cerca que sólo necesitaba elevar mi rostro unos centímetros para besarlo. Abrí los ojos y miré de soslayo a nuestro alrededor. C.J. me observaba serio desde la distancia, recordándome con su presencia el dolor que había vivido en el pasado—, pero tú eres la que me hace perder la cabeza así.

Me separé de Matt con un movimiento brusco.

—¡Basta! —le dije separándome de él con un movimiento brusco—. Deja de hacerme esto.

—¿Qué se supone que te estoy haciendo? —preguntó Matt extrañado ante mi reacción.

—Pues, esto —respondí dando un paso atrás—, deja de cantarme al oído, deja de... —tomé aire—, deja de intentar enamorarme.

Sin dejar que Matt me respondiera salí corriendo hacia el interior de mi casa. Entré en mi dormitorio y me quité los zapatos. Estaba completamente confundida, sentía que el corazón se me iba a salir por la boca. Cerré los ojos y me dejé caer en la orilla de la cama. La cabeza comenzó a darme vueltas sin parar, los recuerdos iban y venían, se mezclaban entre ellos, deformándose. «Habían vivido tantas sensaciones en un único día que me sentía mareada». Zarandeé la cabeza y repetí mi mantra para tratar de calmarme. Unos golpes en mi puerta me asustaron.

—¿Dakota? —Eli abrió la puerta y metió la cabeza por el hueco—, ¿estás bien?

—Pasa —dije asintiendo. Eli entró y se sentó a mi lado.

—Te he visto salir corriendo, ¿qué ha pasado? —preguntó preocupada.

—Nada... bueno, ha pasado algo, pero... —Me dejé caer sobre la cama, el alcohol no me dejaba pensar y el remolino de contradicciones de mi interior tampoco ayudaba mucho—, nunca imaginé que Matt pudiera hacerme algo así —solté sin pensar. Sólo deseaba desahogarme.

—Lo siento —respondió Eli y me cogió de las manos. Me incorporé mirándola a los ojos—. Matt no es malo, de verdad. Y estoy segura de que no quería hacerte daño... —respondió al borde del llanto. La miré con el ceño fruncido—. Matt te quiere, lo sé, conozco a mi hermano. Por favor, Dakota, tienes que darle otra oportunidad.

Fruncí el ceño y me mordí el labio inferior. Pensando en lo que Eli me decía. «¿Y si el miedo a que yo le rompa el corazón es el que le hace actuar así? ¿Y si ese miedo es el que le hace necesitar la seguridad y la estabilidad de una relación seria?». Chasqueé la lengua y acuné el rostro de Eli, secando sus lágrimas con mis pulgares.

—Lo voy a pensar, ¿vale? —respondí y me levanté tirando de ella—, volvamos a la fiesta.


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