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21 de agosto - El spa (Parte 2).
Después de quedar con Rocco en que me recogería al día siguiente para ir a ver a Tom y sus abuelos y hablar tratar de hacer que el chico entrara en razón, me despedí de mi amigo gordinflón y me desplomé sobre la tumbona. Miré a Nanako que se sentó a mi lado con la mirada perdida en las burbujas del jacuzzi que aún seguía en funcionamiento.
—¡No me lo puedo creer! —dije incrédula.
—Sí, es increíble que un crío de doce años sea capaz de...
—Lo increíble es que te hagas la tonta —la interrumpí fingiéndome horrorizada. Nanako negó con la cabeza—. Venga ya. No puedes engañarme, lo sabes, ¿verdad?
—No sé de qué me hablas —respondió resuelta mi amiga mientras se levantaba de la tumbona y se acercaba a la mesita donde estaba la fruta y las botellas de agua. Cogió una botella y le quitó el tapón para beber de ella.
—No te hagas la mosquita muerta. Te gusta Rocco, ¿no es cierto?—pregunté riéndome. Mi amiga negó mientras bebía—. ¿Y qué significa eso de que estabas muy guapa? ¿Cuándo te ha visto guapa y no me he enterado?
—Eres idiota, ya sabes que yo siempre me arreglo cuando salgo —respondió fingiendo normalidad—. Se referirá a cualquiera de esos días en que hemos salido contigo y con Matt. La última vez, en el parque de atracciones, por ejemplo, llevaba mi vestido Gucci de flores. Seguramente se refería a ese día. —Continuó encogiéndose de hombros—. Lo cierto es que me sienta genial ese vestido.
Fruncí el ceño y la miré unos instantes, tratando de recordar ese día.
—La última vez que tú y yo fuimos a un parque de atracciones teníamos once años —solté y luego abrí los ojos de par en par—. Vamos, no me jodas. ¿Has salido con Rocco? —Mi amiga se encogió de hombros y me miró con una risita tonta. «No me lo podía creer! ¡Era verdad!»—. ¿Es en serio? Pero... ¿Cuándo narices ha pasado eso?
Me recoloqué en la tumbona y me abracé al cojín que había en el reposacabezas, a la espera de que mi amiga comenzara con su historia. Nanako miró al cielo unos segundos. «Cómo le gusta hacerse de rogar a la jodida».
—No me dejarás en paz hasta que te lo cuente, ¿verdad? —preguntó con una ceja en alto.
—Es lo malo de que seamos amigas —respondí resuelta—. La confianza da asco y si yo te cuento mis mierdas, tú me tienes que contar las tuyas. Ahora, explícame en qué momento se te cruzaron los cables y te liaste con Rocco. Porque no es precisamente tu tipo. —Continué más calmada y tratando de molestar a Nanako hasta que me dijera la verdad, ya que sabía desde que éramos niñas, que mi amiga no soltaría prenda sino conseguía molestarla. Nanako me miró con el ceño fruncido.
—No se me cruzó nada, simplemente pasó —respondió escueta.
—Y una mierda —solté de pronto—. Ambas sabemos que huyes de los tíos como Rocco, así que, dime la verdad... la tiene como una columna romana, ¿verdad? —pregunté picajosa para incordiarla—. Y yo que me había decidido por Matt y resulta que el que merece la pena es el gordinflón.
—¡No hables así de Rocco! —respondió con su voz aguda y chillona. «Y ahí estaba. Había conseguido molestarla y en cuestión de segundos comenzaría a soltarlo todo»—. Es un buen tío, ¿vale? —Continuó desviando la mirada hacia sus pies desnudos y bajando el tono hasta casi susurrar—. Es cierto que físicamente no es mi tipo y tampoco tiene una carrera, pero es divertido y sobretodo, es auténtico.
—¿Auténtico? —pregunté con una ceja en alto. «Esa era una expresión nueva en Nanako; y eso que tenía miles de expresiones diferentes en cuanto a hombres se refería».
—Sí, Dakota, sí. Auténtico —respondió levantándose y paseándose por la terraza. Observé cómo se dibujaba una sonrisa sincera en su rostro—. Al principio no me hacía gracia. La verdad es que me caía fatal. Pero, cuando te dije que debías darte una oportunidad de enamorarte y salir con Matt, comencé a pensar en mí. —Nanako suspiró y le dio un sorbo a su botella de agua. Luego se apoyó en la barandilla con los codos y yo la seguí, apoyándome de la misma manera a su lado. Los Ángeles se extendía bajo nosotras con sus luces y ruidos característicos de la noche californiana—. Empecé a pensar que, yo también suelo salir con tipos superficiales que sólo quieren pasar una noche de sexo despreocupado, y que ya era hora de pasar de esos tíos.
—Nos hacemos mayores, Nanako —respondí. Mi amiga soltó una risa amarga.
—La verdad es que me apetecía conocer a alguien sincero... a alguien auténtico —dijo con la mirada puesta en el vacío que se abría bajo nuestros pies—. Las mujeres siempre soñamos con el día que conozcamos al tío adecuado, pero el tío perfecto nunca va a llegar si no nos ponemos a buscarlo. Y, sé que el tío perfecto no es el más rico o el más sexi de la fiesta; es el tío que te completa. Ese es el adecuado y he decidido dar con él. ¿Me entiendes?
—Creo que sí —respondí mirando al horizonte. Guardé silencio unos instantes—. ¿Y cómo sabes que Rocco es el tío adecuado? —pregunté curiosa. Esta vez, me pregunta no tenía intención de incomodarla, sino que estaba cargada de sincera curiosidad. «Esperaba que su respuesta me ayudara a saber si Matt sería también el tío adecuado para mí».
—No lo sé —dijo al cabo de unos segundos—. Y eso es lo mejor.
—No te comprendo.
—¿Qué sientes cuando estás con un tío que has conocido en una discoteca y con el que sabes que sólo vas a pasar una noche o tal vez dos? —preguntó mirándome.
—Nada, no siento nada —dije sincera encogiéndome de hombros.
—Exacto. No sientes nada porque en el fondo sabes que no llegarás a nada. Que no hay nada, sin embargo, cuando estoy con Rocco siento que tal vez pueda nacer algo —explicó con un brillo extraño en sus ojos—. No digo que esté enamorada, ni mucho menos. Pero, me siento bien con él, me hace reír y me presta atención de una manera que el resto de los tíos no me han prestado y eso hace que esa seguridad de que nunca va a pasar nada, desaparezca.
—Entonces, ¿me estás diciendo que sientes algo por Rocco? —Nanako asintió sonrojada—. ¿Y qué sientes?
Mi amiga sonrió y volvió a perder la mirada en las luces de Los Ángeles.
—No lo sé. A veces muchas cosas y otras veces no siento nada —respondió.
—¿Alguna vez te he dicho que eres de lo más rarita? —pregunté divertida. Nanako soltó una carcajada.
—No dejas de recordármelo —respondió con una sonrisa. Luego, el silencio se interpuso sólo interrumpido por el ruido de la calle—. ¿Y tú qué? ¿Le darás una oportunidad a Matt?
—No lo sé —suspiré. Y en ese mismo instante, la extraña sensación que me había asolado el día anterior y de la que me costaba deshacerme volvió a asolarme. Aunque sólo era una imagen leve y borrosa, su simple existencia me confundía. El día anterior había ido con Nanako al Whater Grill, para almorzar con su madre, quien había pasado la mañana en la oficina de uno de los abogados de la revista. Cuando seguí al maître y a Nanako entre las mesas del local hasta la nuestra, me pareció ver de lejos un chico rubio con un traje de chaqueta azul marino. Fruncí el ceño y me puse de puntillas, sin embargo, había demasiada distancia entre nosotros. Una mujer alta y morena se había interpuesto en mi campo de visión y guió al enchaquetado rubio hasta la terraza del local, quedando oculta su identidad entre los arbustos que decoraban los parterres. Gruñí molesta porque la única manera que tenía de salir de la duda acerca de si aquel chico era Matt o no, era acercarme hasta él.
Como la curiosidad no me dejó comer tranquila, salí a la terraza unos instantes antes de marcharnos, pero no había allí rastro de ninguno de los dos.
—¿Sigues pensando en lo del restaurante? —preguntó Nanako. «Esta tía leía las mentes, no podía tener otra explicación». Me encogí de hombros.
—Ya te he dicho que dejes de pensar en eso. Matt no es de los que mienten, es de los que se enamoran —dijo mi amiga con una sonrisa dulce.
—Tienes razón —respondí—. Siempre tienes razón. —Agregué sepultando mis dudas en el fondo de mi corazón, bajo mi coraza de titanio.
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