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34

 Madrugada del 12 de agosto.

Entré en mi habitación y descubrí a Eli en su cama. Había cambiado de postura pero seguía sumida en un sueño narcótico que la alejaría del mundo hasta la mañana siguiente. Cogí mi paquete de cigarrillos, una cerveza del minibar y salí al balcón, deseosa de que me diera el aire fresco. Encendí un cigarro, le di un largo sorbo a mi cerveza y me paseé por el balcón pensando en lo que acababa de pasar.

Después de media hora de vagabundear por mis pensamientos y mi alma, me di cuenta de que no resolvería mis dudas si no hablaba a Nanako. Traté de llamarla tres veces, sin embargo, siempre saltaba el buzón de voz. Suspiré y terminé por llamar a C.J.

—Dame una buena razón para despertarme —respondió con la voz pastosa. Le conté todo lo que había pasado en la habitación de Matt y lo confundida que me sentía.

—¿Qué debería hacer? —pregunté mirando por la ventana y comprobando que Eli seguía dormida.

No me fío de ese guaperas con aires de abogado —respondió con rabia en su voz. Fruncí el ceño.

—¿Por qué no? —pregunté molesta y ligeramente arrepentida de haberlo llamado. A diferencia de Nanako, que siempre me daba las razones de porqué debía o no hacer tal o cual cosa, en lo referente a chicos, C.J siempre los insultaba y decía que no eran de fiar.

¡Pues porque no! —respondió aún más molesto.

—¿Por qué te comportas como un crío? —repliqué casi en un grito. Me tapé la boca con la mano y miré por encima de mi hombro, a través del cristal: Eli se removió entre las sábanas y se giró de espaldas a mí.

¡No me comporto como un crío!

—¡Claro que sí! —repliqué bajando la voz hasta susurrar—. Me dices que no te fías de él, pero no sabes darme una razón. ¡Eres como un niño caprichoso!

—¡Joder, Dakota! ¿Cómo puedes ser tan estúpida?

—¿Que yo soy estúpida? —Volví a alzar la voz completamente ofendida. Miré de nuevo hacia Eli. «Dormía como un tronco la jodida».

—Sí, joder, sí. Eres una estúpida incapaz de ver la realidad —se quejó enfadado. Gruñí sin comprender cómo habíamos llegado a ese punto en la conversación.

—No debí llamarte —respondí tajante—. Siento haberte despertado.

Sin darle tiempo a nada más, colgué la llamada y lancé mi teléfono a la tumbona de al lado. Le di una larga calada a mi cigarrillo y antes de que pudiera recostarme, mi teléfono se iluminaba con una llamada entrante. Descolgué cabreada.

—Si vuelves a insultarme, dejaré de hablarte —respondí tajante.

—Lo siento —respondió C.J. Suspiró y aguardó unos segundos—. No quería insultarte, pero me jode que no te des cuenta de...

—¿De qué? —interrumpí impaciente. C.J suspiró cansado.

¿Es que ya no te acuerdas de lo mal que lo pasaste cuando Dylan te dejó? —preguntó. Resoplé y abrí la mano para observar mi colgante—. Porque yo aún recuerdo cómo llorabas y lo que sufriste durante, no sé... ¿años?

—Ya lo sé... —respondí cansada y jugueteando con la estrella de plata entre mis dedos. Los reflejos de la luna le sacaron un haz blanquecino a la pequeña piedrecita del centro.

Si pudieras entender lo que me dolió verte sufrir por aquel malnacido... —susurró—. Es decir, ni Nanako ni yo sabíamos cómo consolarte —agregó.

—C.J —susurré al borde del llanto—, creo que Matt me gusta.

—A ti te gustan todos —respondió con un tono burlón. Sonreí.

—Me refiero a que creo que me gusta de verdad —respondí sincera ignorando el sentimiento de traición hacia Dylan—. Pero tengo miedo.

El silencio se interpuso entre mi amigo y yo.

Dakota... —C.J rompió el silencio que se había interpuesto entre nosotros—, te lo suplico, aléjate de Matt. No quiero que vuelvan a romperte el corazón.

Tragué saliva y me despedí de C.J. Necesitaba pensar, poner en orden mis sentimientos. Sabía que Nanako me aconsejaría algo completamente opuesto a C.J, sin embargo, no podía ignorar su advertencia ante lo que supondría volver a entregarle mi corazón a otro hombre. A otra nueva relación.

Abrí mi mano y acaricié con el pulgar mi viejo colgante. Con el pequeño resplandor que desprendía el cristal de su centro, los recuerdos de mi pasado con Dylan volvieron; todos en orden. Nuestro primer encuentro, el primer beso, la primera vez que hicimos el amor. Luego, unos recuerdos más oscuros y dolorosos acapararon mi mente. Su preocupación, sus silencios, su traición y, por último, aquella vieja carta que había recibido un año después de nuestra ruptura.

No supe el tiempo que había pasado dándole vueltas a todo, sólo recuerdo que cuando me metí en la cama, el reloj de la mesilla de noche que compartía con Eli mostraba las tres y media.

Eli dobló la esquina de la página por la que se había quedado leyendo y se levantó.

—En seguida vuelvo —se disculpó alejándose hacia el bolso que había dejado colgado en el perchero de la entrada del salón de lectura.

—La verdad es que ese Dylan me pone los pelos de punta —respondió el señor Arthur mesándose el mentón mientras miraba de reojo al señor Huang—. ¿Qué sabemos de él?

—Poca cosa —respondió Dorothy encogiéndose de hombros—, lo único que sabemos es que fue su novio y que la traicionó.

—¿Qué creéis que le hizo? —preguntó Angus sentándose al borde de su sillón mientras se agarraba con las dos manos al mango de su bastón. El señor Huang se encogió de hombros.

—Debió ser algo muy feo, porque no ha vuelto a enamorarse —sentenció Dorothy.

—Sería estupendo poder leer los viejos diarios y descubrir esos recuerdos, seguro que así averiguaríamos muchas cosas —dijo la señora Angus interrumpiendo la lectura.

—¿Y qué me dices de esa carta? —Agregó Dorothy con una expresión de misterio en su tez—. Seguro que en esa carta está la respuesta a todo el misterio que Dakota se trae con ese tal Dylan.

Eli se acercó de nuevo y volvió a sentarse en su lugar.

—Dinos, ¿tienes alguna manera de encontrar el resto de los diarios? —preguntó el señor Huang con el creño fruncido mientras se dirigía a la muchacha. Eli negó con la cabeza.

—Los únicos diarios que tengo son los tres que olvidó antes de mudarse a Sacramento —respondió Eli encogiéndose de hombros—. Este es el primero —Agregó levantando el diario.

—¡Qué decepción! —exclamó Angus desviando la mirada hacia sus zapatos. El resto de ancianos resoplaron y sencillamente se hundieron en sus asientos. Eli sonrió y sacó del interior del diario una carta amarillenta y ajada que ella misma había escondido cuando se había acercado a su bolso.

—Pero... Dakota también olvidó esto —respondió con tono triunfal.

Los ancianos la miraron sorprendidos. Angus se llevó las manos hasta los labios, el señor Huang abrió los ojos hasta que Eli pensó que se le saldrían de las órbitas. Arthur soltó una carcajada y le dio un golpe al reposabrazos de su sillón.

—Vamos, lee la carta —dijo Dorothy impaciente mientra con un ademán de su mano instaba a Eli a sacarla del sobre.

La muchacha hizo lo que su público le pedía y sacó con no poca ceremonia, un fajo de folios manuscritos. Se aclaró la garganta y frunció el ceño cuando trató de enfocar la vista. Los folios estaban escritos por ambas caras con una letra apretada y bastante irregular.

—Vaya... a Dylan no le habría venido mal unas cuantas clases de caligrafía —dijo sarcástica.

—Deja de quejarte y lee —farfulló el señor Huang impaciente. Eli levantó la vista unos segundos pero no respondió.

Dakota, mi estrella...

Dakota, mi estrella caída del cielo.

Quiero darte las gracias, mi amor, porque tú me enseñaste a amar. Me diste alas y me enseñaste lo que era querer de verdad. Pero nuestro momento pasó y ahora tengo una nueva vida. Pronto saldré con mis compañeros de división hacia mi nuevo destino. Al igual que mi padre, ahora soy un soldado y me debo a mis obligaciones. Pero no podía partir sin decirte la verdad.

Tú y yo nunca tuvimos secretos, nunca hubo mentiras entre nosotros y no soporto seguir mintiéndote. Supongo que te estarás preguntando porqué te mando esta carta. Lo cierto es que había pensado en llamarte, pero me asusté. Temía que no respondieras sin embargo, con esta carta, puedo liberarme del peso de mis mentiras.

Espero que haya pasado el tiempo necesario para que todo el odio que sentías hacia mí se haya enfriado lo suficiente como para que leas esta carta, pero no para que haya desaparecido del todo. Necesito que me odies, mi estrella, necesito que no sientas nada hacia mí ni hacia nuestro pasado porque lo que voy a decirte sólo te hará más daño. Pero necesito hacerlo, necesito liberarme de este peso y poder seguir adelante, dejando nuestro pasado atrás, como espero que tú ya lo hayas hecho.

Sé que un año no es mucho tiempo y más sabiendo que te destrocé el corazón sin piedad. Sé que lo que hice estuvo mal y que lo que voy a hacer con mis palabras es volver a remover todo aquel dolor. Pero no me arrepiento de nada.

No me arrepiento de haberte roto el corazón porque creí que era lo correcto y lo mejor para los dos. Lo mejor para ti.

Tal vez me equivoqué, espero que no. Pero lo que teníamos era tan grande y tu eras tan frágil, que cuando supe que debía partir con mis padres a Europa no se me ocurrió otra manera de hacerle frente a toda aquella situación.

Quiero que sepas que nunca quise abandonarte. Sé el miedo que eso te daba y el dolor que te acarreó el abandono de tu madre. Estuve contigo cuando decidiste buscarla y seguí a tu lado cuando descubriste todo lo que la rodeaba. Te ví caer de una manera que aún me aterra al recordarlo y, cuando mi padre me dijo que el ejército lo había destinado a una de las bases militares de España, temí que volvieras a hundirte en aquella depresión.

La mera idea de ser yo quien te provocara tal sufrimiento me destrozaba y por eso decidí mentirte. Mi estrella, jamás dejé de quererte y mucho menos empañé nuestro amor engañándote con Margot. Aquellas palabras hirientes que salieron de mi boca solo fueron mentiras con las que protegerte.

Pensé que, si eras tú la que deseaba alejarse, la que me odiaba hasta el punto de no querer volver a verme, todo sería mucho más fácil para los dos y nunca se te pasaría la cabeza pensar que te abandoné.

Con esta carta, mi pequeña estrella, quiero dejarte claro que no me estoy disculpando. No pienso pedirte perdón por mis mentiras y mi manera de actuar porque, hice lo que hice y te dije lo que te dije por amor. Porque te amo más que a nadie en este mundo.

Quiero que sepas que ha transcurrido más de un año desde que rompimos y te juro que no ha pasado un sólo día en que no haya pensado en ti. Te quiero Dakota, te quería entonces y te sigo queriendo ahora. Por favor, no dudes nunca de eso.

Con amor, Dylan. 

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