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30

4 de agosto.

Estaba en mi dormitorio buscando qué ponerme cuando Eli entró y de un golpe cerró la puerta tras ella.

—Vaya, ¿alguien se ha levantado de mal humor hoy? —pregunté con una ceja en alto y una leve sonrisa mientras abría el cajón de mi ropa interior.

—No estoy enfadada —respondió avergonzada.

—No es eso lo que dice el portazo que has dado —dije sacando un conjunto de encaje rojo que me encantaba. Se lo enseñé y sonreí olvidando todo—, ¿te gusta?

—Es muy bonito —respondió distraída. La escruté unos instantes y luego con un ademán de mi cabeza le señalé la orilla de la cama. Eli se sentó con un suspiro y yo comencé a vestirme—. ¿Qué ha pasado? ¿Alguna chica te ha levantado el novio? Podemos vengarnos de ella si quieres.

—No es nada de eso —respondió jugueteando con la borla de uno de mis cojines. Lo abrazó unos segundos y luego se tapó el rostro con él. Fruncí el ceño y, después de ponerme el sujetador, se lo arranqué con fuerza. «Allí estaba pasando algo y algo me decía que no me iba a gustar»—. ¿Qué narices está pasando?

—Alguien me ha dicho que mi hermano y tú... ya sabes —respondió con una sonrisa que le nacía en la oreja derecha y moría en la otra. Tragué saliva y comencé a sentir el palpitar de mis mejillas. «¿Cómo se había enterado?».

—¿Quién te ha contado esa tontería? —pregunté tratando de disimular lo mejor que podía. Me giré y abrí mi armario en busca de algo de ropa que ponerme. Sabía que Matt confiaba en su hermana, sin embargo, dudaba que lo hiciera hasta ese punto, y más si él también estaba de acuerdo en no publicar nuestra situación hasta estar seguros de que todo iba bien.

—Tengo mis fuentes —respondió.

—Eli, a tu hermano le gusta tomarte el pelo y si de paso, con sus bromas puede joderme el día... —respondí fingiendo indiferencia y encogiéndome de hombros. Tal vez veía aquello como una forma por parte de su hermano de reírse de ambas, se olvidaría del tema.

—No es una broma porque Rocco nunca miente con esas cosas —respondió interrumpiéndome y luego se llevó las manos a la boca rápidamente.

La miré ojiplática.

—¿Has dicho Rocco? —pregunté con la mandíbula prieta y acercándome a ella. Eli lo negó y se escondió de nuevo tras el cojín de borlas—. Voy a matarlo —susurré buscando mi teléfono con la mirada. Pero, cuando fui a echar mano de él, Eli se me adelantó y se lo llevó al pecho.

—¿Entonces es verdad? —preguntó humedeciéndose los labios. Tragué saliva e hice presión con dos de mis dedos sobre el arco de mi nariz. No respondí—. ¿Dakota?

Resoplé y volví a mi tarea de buscar algo de ropa. Eli se quedó en silencio y volvió a sentarse.

—Hemos salido un par de veces —respondí en un susurro al comprobar que no podría librarme de la chica—, pero... —Me dí la vuelta y, ya con mi tarea de vestirme completada, me senté en la orilla de la cama, con la mirada perdida en el suelo—. No somos novios.

—¿Os habéis peleado? —preguntó ligeramente preocupada.

—No, no nos hemos peleado —respondí sonriéndole. En los ojos verdes de Eli había un poco de Matt y eso me tranquilizaba. Le acaricié el pelo con ternura—. Es sólo que... es más difícil de lo que parece.

—¿Estás enamorada de Matt? —preguntó ceñuda. Me encogí de hombros.

—No lo sé.

—Mi hermano sí está enamorado de ti —respondió casi en una reprimenda.

—Yo no estoy tan segura —respondí molesta al recordar que el día anterior había visto cómo recibía varios mensajes de Margot. Aunque Nanako me había dicho que, al ser Margot la organizadora de la boda y Matt el padrino, sus mensajes estarían relacionados con la boda, evento que se celebraría en mi casa en pocas semanas. Sin embargo, aunque aquello tenía sentido, mis miedos por ser herida de nuevo tomaban el control y me animaban a alejarme de él.

—Pero yo sí —respondió Eli con una seguridad que me atravesó el corazón y me hizo replantearme de nuevo mis ideas. Tras eso, soltó el cojín y me miró a los ojos—. Dakota, mi hermano no es lo que parece, y tiene un problema con las chicas.

—¿Qué clase de problema? —pregunté preocupándome rápidamente por Matt.

—Matt tiene la manía de darlo todo en una relación y olvidarse de él mismo —respondió. Fruncí el ceño sin comprender y Eli pareció entenderme, porque continuó hablando—: Lo que quiero decir es que Matt no sirve para rollos de una noche.

—O sea, que tu hermano quiere una relación seria y duradera, ¿no? —respondí pensativa. Una mezcla de miedo y tranquilidad se coló en mi estómago. Eli asintió.

—Pero hay más —dijo desviando la mirada hacia sus manos y jugueteando con una de sus muchas pulseras de cuentas—. Matt suele hacerse ilusiones con rapidez y eso hace que meta la pata y las chicas se asusten y lo dejen.

—¿Qué quieres decir? —pregunté.

—Si Matt ve que su relación va bien, termina haciendo alguna tontería que lo estropea todo.

—¿Qué clase de tonterías? —pregunté molesta por el misterio que la chica que estaba dando al tema de su hermano—. ¿Es que acaso le ha pedido matrimonio a alguien a los dos días de conocerla?

—No, pero a la última novia le pidió que se mudara con él a los seis meses de conocerla —respondió llevándose una mano hasta la frente y chasqueando la lengua fastidiada.

—¿Qué? —pregunté levantándome de un salto. La confusión y los celos por el tema de los mensajes de Margot desaparecieron sólo para transformarse en un pánico irracional ante la idea de comenzar una relación con Matt.

—¡Dakota! No te asustes, ¿vale?

—¿Qué no me asustes? ¿Pero te estás oyendo? —solté ligeramente histérica y dándo vueltas por la habitación como si de un león enjaulado me tratara—. ¿Qué cojones se le pasa a tu hermano por la cabeza? ¿Seis meses y ya quería vivir con ella?

Eli se encogió de hombros y yo suspiré. Esperé unos minutos y me senté de nuevo en la cama completamente confusa por toda la información que estaba recibiendo.

—Matt es un romántico empedernido —respondió con una leve sonrisilla. Negué con la cabeza.

—Está loco —dije sonriendo y tratando de bajar la tensión que se acumulaba en el ambiente.

—Lo sé, por eso quería decirte que lo pienses muy bien —respondió Eli ahora mucho más preocupada que hacía unos segundos. Me tomó de las manos y clavó sus ojos verdes en los míos—. Dakota, Matt es el mejor novio y te hará la chica más feliz del mundo, pero si no quieres comprometerte con él de la misma manera que él lo hará contigo, es mejor que rompas con él ahora.

—No es que no quiera, es que... —respondí humedeciéndome los labios y desviando la mirada hacia nuestras manos entrelazadas—. Tengo que pensarlo.

Eli asintió y se levantó dejándome con mis pensamientos y me confusión. Sin embargo, antes de salir se giró y me dijo:

—Si no lo quieres díselo ahora. No le rompas el corazón de nuevo —susurró.

El sonido del picaporte al cerrarse la puerta dio el pistoletazo de salida para que mi mente comenzara a bullir. Los sentimientos, los miedos y las ilusiones comenzaron a enfrentarse unas contra otras dentro de mi cabeza, provocándome un dolor bastante molesto casi al instante. Me tumbé bocarriba y solté todo el aire que había estado conteniendo.

«¿Qué debía hacer?». Sin embargo, no me dio tiempo a reflexionar demasiado cuando mi teléfono comenzó a sonar. Al ver quien era, la sangre me comenzó a hervir.

—¡Voy a matarte! —dije cuando descolgué la llamada.

—¿A mí? ¿Qué he hecho yo? —preguntó Rocco.

—No te hagas el tonto conmigo, chaval. Eli ha confesado que has sido tú quien le ha dicho que Matt y yo estamos juntos —sentencié molesta—. Te voy a arrancar los rizos uno a uno, ¿me has oído?

—Yo... yo... lo siento. Pero, estaba preocupada por su hermano y quería saber quién era la chica y... —Rocco balbuceaba avergonzado. Era tal la tristeza que desprendía su voz que me ablandé. Suspiré y dejé caer los hombros—. Lo siento, Dakota. De verdad que lo siento.

—Está bien —dije rendida a su voz. No podía enfadarme con él por mucho tiempo, sabía que Rocco era más inocente de lo que parecía y que, si se lo había dicho a Eli, había sido sin mala intención. A fin de cuentas, no podía negar que la información que me había dado la hermana peuqeña de Matt, me serviría para poner orden en mi corazón. Me masajeé un poco la sien y decidí cambiar de tema—. ¿Para qué me has llamado?

—Pues... ha pasado algo y necesito consejo —respondió nervioso.

—¿Por qué no llamas a Matt? Lo lógico sería que le pidieras consejo a alguno de tus amigos —respondí extrañada.

—Es mejor que Matt no se entere —respondió serio y en ese instante, la noche en la que Tom se perdió en el campamento vino a mi mente. Recordé entonces que Rocco recurrió a mí y no a Matt porque temía que este se enfadara con él y el chico.

—¿Qué cojones ha pasado? —pregunté más preocupada de lo normal.

—¿Podríamos vernos esta tarde en el centro infantil y lo hablamos?

—Dakota no debería salir con Matt —dijo el señor Arthur interrumpiendo la lectura. Eli dejó el libro sobre el regazo y esperó a que la discusión comenzara con una sonrisa maliciosa.

—¿Y por qué no? —preguntó la señora Angus molesta.

—Pues porque le está engañando con Margot —respondió rápidamente Arthur.

—Yo no lo creo —respondió Angus con un golpe de su bastón—, si Eli dice que es un buen chico, yo le creo. Estoy convencida de que es sincero.

—¿Y los mensajes? —preguntó Arthur ceñudo.

—Pues... no lo sé —respondió agitada la señora Angus—. Serán por temas de la boda, como dice la amiga china de Dakota.

—¡No es china! —respondió el señor Huang molesto—. Es japonesa.

—¿No era americana? —preguntó confusa la señora Dorothy, que no sabía a qué conversación prestar atención.

—¿A quién le importa eso? —preguntó Arthur molesto—. El tema es que Dakota no debería salir con Matt, le romperá el corazón.

—Pues debería —sentenció el señor Huang con un golpe sobre el reposabrazos de la izquierda—. Esa muchacha debería probar de su propia medicina y saber lo que es que jueguen con ella.

Los ancianos siguieron discutiendo bajo la sonrisa de Eli y la mirada confusa de Dorothy. La anciana frunció el ceño cuando sus ojos cansados se clavaron en el rostro de la chica que leía.

—Un momento —dijo, pero al ver que nadie le hacía caso se levantó y le quitó el bastón a Angus para amenazar con él al resto del corrillo de ancianos—. He dicho que os calléis.

—¿Qué haces, vieja loca? —preguntó Arthur cuando Dorthy le asestó con el bastón en la cabeza.

—Devuélveme mi bastón —dijo la señora Angus alargando las manos, pero Dorothy se abrazó al báculo y negó con la cabeza.

—¿Es que no os dais cuenta, vejestorios? —preguntó la anciana, luego se sentó de nuevo y señaló a Eli que reía escondida tras el diario—. ¡La niña lo sabe todo! En vez de discutir, ¿por qué no le preguntáis y listo?

—¿Yo? —preguntó Eli señalándose el pecho fingiendo sorpresa.

—Sí, sí. Tú sabes cómo acaba la historia, así que dinos, ¿engañaba Matt a Dakota o no? —preguntó Dorothy con el convencimiento en la sangre de que Eli sabía algo. La chica chasqueó la lengua y suspiró.

—Vale, os contaré lo que pasó aquella tarde, pero nada más —respondió cerrando el diario y cruzándose de piernas.

—¡No! Cuéntanos el final —ordenó la anciana enfadada.

—Si le cuento el final ahora, ¡no podré seguir leyendo y no tengo más libros! —replicó la chica mostrando las palmas de las manos. La anciana chasqueó la lengua.

—No le hagas caso a esta vieja cotilla —dijo el señor Arthur con suavidad—, no sabe disfrutar del misterio de las historias.

—Lo siento, pequeña —respondió la señora Dorothy avergonzada—. Me gana mi curiosidad. No volveré a molestar.

Eli asintió y le acarició una mano a la señora Dorothy como señal de que no estaba molesta con ella. Tras eso, comenzó su relato.

Aquella tarde Matt me acompañó a comprarme algo de ropa para la pelea de gallos, C.J no sólo me había invitado, si no que había conseguido colarme entre los participantes. Así que, aquella noche no sería solo la primera vez que entrara en una discoteca de manera oficial, sino que sería mi primera batalla de gallos y estaba muy nerviosa. Lejos de sentirme cómoda con mi ropa habitual, decidí que lo mejor era comprarme unos vaqueros nuevos con efecto gastados y un top nuevo que me dieran un aire diferente. Elegí un par de conjuntos y me los llevé al probador, seguida de cerca por mi hermano.

—¿Puedes sujetarme esto? —pregunté tendiéndole mi bolso por la rendija de la puerta del probador.

—Claro —respondió absorto en la pantalla de su teléfono. Me puse de puntillas y miré tratando de descubrir con quién se enviaba mensajes desde hacía más de una hora—, ¿es una chica? —pregunté sin poder ver nada. Matt se guardó el teléfono en el bolsillo.

—Tal vez —respondió divertido.

—¿Tienes novia? —pregunté.

—No, no tengo novia —dijo con la mirada al techo. Luego me dio un golpe con mi propio bolso—, anda, entra y terminemos de una vez. Quiero irme.

Saqué la lengua y le hice burla. Matt odiaba llevarme de compras y, aunque se lo había pedido a Dakota, esta se había negado porque decía que le había surgido un problema importante. Entré en el probador, cerré la puerta y comencé a desnudarme. Después de probarme dos de los conjuntos, enviar a mi hermano por un par de conjuntos más y conseguir que llamara a la dependienta para que me ayudara a combinar la falda que había elegido con algún top, oí una voz femenina gritar el nombre de mi hermano.

—¡Matt! ¡Por fin te encuentro! —dijo aquella voz. Pegué la oreja a la puerta y presté atención—. Llevo dando vueltas por este centro comercial algo más de quince minutos. ¿Qué haces aquí?

—Mi hermana tenía que comprarse algo de ropa —respondió Matt.

—¡Qué lindo! Ya sabía yo que eras un amor con las chicas —respondió melosa. Fruncí el ceño, molesta por el tono de voz que aquella chica usaba con mi hermano—. Quería decirte que mañana estaré en el Way to haven, Margot ha organizado una fiesta allí y quería darte el pase. Será una noche increíble.

Me agaché para tratar de ver el rostro de aquella desconocida que estaba invitando a mi hermano a una fiesta privada. Mi hermano se quedó mirando una especie de tarjeta dorada que la chica le había tendido. Estaba rojo y se revolvía el pelo nervioso, «como siempre que habla con una chica guapa». Chirrié los dientes al mirar a la desconocida. Aunque estaba de espaldas a mí, pude ver que tenía una figura envidiable, unas piernas largas y una melena negra como la noche peinada en bucles elegantes. Vestía una falda corta y estrecha hasta lo imposible, un precioso bolso de charol a juego con unos zapatos de salón altísimos. Movió la cabeza para apartarse el pelo de manera coqueta y luego se acercó un poco más a Matt.

—¿Qué me dices? ¿Querrás acompañarme? —le susurró casi al oído.

—Me encantaría —respondió mi hermano con una sonrisa en los labios—, pero no creo que sea buena idea.

Mia dejó caer los hombros y chasqueó la lengua.

—¿Es por esa chica? ¿Dakota? —dijo Mia con un tono ligeramente molesto. Matt asintió y se sonrojó desviando la mirada hacia un lado.

—Deberías decírselo —respondió Mia tajante—, no está bien que la engañes.

—Esto no es... es decir, sí es una mentira pero... —trató de excusarse Matt aturdido. Me senté en un rincón del probador incapaz de seguir observando cómo mi hermano engañaba a Dakota antes de comenzar siquiera su relación. Sentía una punzada en el pecho de vergüenza y dolor. Aquel al que estaba escuchando no podía ser mi hermano, el hombre que se dejaba el alma cuando se enamoraba. «¿Cómo podía hacerle algo así a una chica? ¡Él, que tanto había sufrido siempre por amor!». Me agarré a mis rodillas y traté de aguantar las lágrimas de rabia que empezaban a resbalar rebeldes por mis mejillas. Durante unos minutos siguieron conversando, pero estaba tan sumida en mis pensamientos y en la conversación que había tenido con Dakota que no pude prestar más atención.

—¿Entiendes por qué no puedo contarle la verdad? —preguntó Matt con un aire triste.

—La verdad es que no, pero tú mejor que nadie sabrás lo que haces —respondió la chica con aire suficiente y ligeramente molesta—. Lo único que te pido es que si quedamos, te presentes. ¿Entendido? Hoy te lo dejaré pasar porque estás con tu hermana, pero la próxima vez no seré tan benevolente.

—De acuerdo, tienes razón. Tenía que haberte avisado, lo siento —respondió Matt—. ¿Nos vemos en otro momento?

—Te mandaré un mensaje cuando me quede sola —respondió Mia y sin más, se marchó.

Enfadada por todo lo que había oído, pensé en salir y enfrentarme a mi hermano. Matt no sólo le rompería el corazón a Dakota, si no también me lo estaba rompiendo a mí. «¿Cómo podría creer en el amor, si mi hermano era capaz de jugar así con los sentimientos de una mujer? ¿Cómo no esperar que me hicieran lo mismo?». Quería decirle algo, gritarle, golpearlo, sin embargo, la decepción me trajo a la mente la imagen alegre de Rocco cuando me contó que Matt se había enamorado de Dakota. Algo me hizo recular en mi decisión y, en cuanto toqué el pomo de la puerta, me detuve. Si le decía a Matt algo con respecto a Dakota, sabría que Rocco me lo había contado y por lo tanto también podría causarle problemas. Tragué saliva y negué con la cabeza confusa: si defendía a Dakota, podría estropear la amistad entre Rocco y Matt, y si me callaba, estaría permitiendo que mi hermano jugara con los sentimientos de Dakota y terminase por romperle el corazón. En aquel instante, mi teléfono comenzó. Miré el número y me tranquilicé: C.J podría ayudarme a solucionar aquel embrollo.

Tras terminar de contar aquel recuerdo, Eli esperó a que los ancianos dijeran algo.

—Lo sabía —dijo el señor Arthur chasqueando los dedos—. Ese Matt no es trigo limpio.

—Vaya... —dijo desilusionada la señora Angus—. No me esperaba que ese chico hiciera algo así. Pobre Dakota.

—¡Por fin probará de su propia medicina! —dijo el señor Huang alegre.

—¡Eso no está bien, señor Huang! Aunque Dakota sea una desvergonzada no se merece que jueguen con sus sentimientos —se quejó la señora Dorothy.

El silencio se hizo entre el corro de ancianos que se miraban entre molestos y decepcionados. Eli carraspeó.

—¿Qué les parece si seguimos leyendo y averiguamos qué pasó después?

... Me tumbé bocarriba y solté todo el aire que había estado conteniendo.

«¿Qué debía hacer?». Sin embargo, no me dio tiempo a reflexionar demasiado cuando mi teléfono comenzó a sonar. Al ver quien era, la sangre me comenzó a hervir.

—¡Voy a matarte! —dije cuando descolgué la llamada.

—¿A mí? ¿Qué he hecho yo? —preguntó Rocco.

—No te hagas el tonto conmigo, chaval. Eli ha confesado que has sido tú quien le ha dicho que Matt y yo estamos juntos —sentencié molesta—. Te voy a arrancar los rizos uno a uno, ¿me has oído?

—Yo... yo... lo siento. Pero, estaba preocupada por su hermano y quería saber quién era la chica y... —Rocco balbuceaba avergonzado. Era tal la tristeza que desprendía su voz que me ablandé. Suspiré y dejé caer los hombros—. Lo siento, Dakota. De verdad que lo siento.

—Está bien —dije rendida a su voz. No podía enfadarme con él por mucho tiempo, sabía que Rocco era más inocente de lo que parecía y que, si se lo había dicho a Eli, había sido sin mala intención. A fin de cuentas, no podía negar que la información que me había dado la hermana peuqeña de Matt, me serviría para poner orden en mi corazón. Me masajeé un poco la sien y decidí cambiar de tema—. ¿Para qué me has llamado?

—Pues... ha pasado algo y necesito consejo —respondió nervioso.

—¿Por qué no llamas a Matt? Lo lógico sería que le pidieras consejo a alguno de tus amigos —respondí extrañada.

—Es mejor que Matt no se entere —respondió serio y en ese instante, la noche en la que Tom se perdió en el campamento vino a mi mente. Recordé entonces que Rocco recurrió a mí y no a Matt porque temía que este se enfadara con él y el chico.

—¿Qué cojones ha pasado? —pregunté más preocupada de lo normal.

—¿Podríamos vernos esta tarde en el centro infantil y lo hablamos? 

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