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29

3 de agosto

La mañana siguiente a la pasarela, George puso el grito en el cielo cuando corrió la funda de su coche favorito y descubrió que el faro delantero derecho estaba hecho añicos. La verdad es que, aunque había tenido mucho cuidado, preferí mentir y decir que había sido yo la causante del desastre antes de contarle que había salido de una fiesta con varias copas de más, había acelerado el motor hasta ponerme a casi ciento veinte kilómetros a la hora por medio de las calles de Los Ángeles y que había descuidado el deportivo en un parking subterráneo de seguridad dudosa sólo porque estaba hecha un lío y que un desconocido lo había roto.

George había optado por no volver a dirigirme la palabra hasta que solucionara el desaguisado. Y, aunque estaba acostumbrada a que mi padre no me hablara cuando estaba molesto, sabía que estaba completamente decepcionado porque era el bólido que quería presentar en la Monterrey Classic Week.

La Monterrey Classic Week es la concentración de coches clásicos de lujo más grande de EEUU y a la que George y yo asistimos desde que tengo uso de razón. Llevaba varios años deseando poder llevar el BMW descapotable ya que era una pieza que había tardado mucho en reparar con sus propias manos y, sin embargo, por mi culpa no podría alardear delante del resto de viejos excéntricos y ricos que asistían. Lo cierto es que estaba hecho polvo.

Dos noches después de a la reprimenda, mientras remojaba mis piernas en la piscina en mitad de la madrugada, pensando cómo podría conseguir el dichoso faro antes de viajar a Monterrey, Matt me dio la maravillosa noticia de que el tío de Rocco tenía un viejo taller mecánico con piezas bastante raras.

—¡Te debo la vida, Rocco! —dije abrazándome al rechoncho amigo de Matt mientras alucinaba con el resultado. Su tío, un señor bajito, con una barriga que le sobresalía del mono de trabajo y un bigote espeso, terminaba de darle brillo al cristal del faro.

—No es la pieza correcta y me ha costado mucho adaptarla, pero al menos servirá hasta que llegue la original —dijo acercándose hasta nosotros y guiñándome un ojo. Asentí alegre.

—¿Cuánto le debo? —pregunté sacando la billetera de mi bolso. Era la primera vez que pagar algo referente a los coches de mi padre me hacía verdadera ilusión.

—El trabajo y el faro reparado serán trescientos —dijo el hombre—. La pieza nueva más su colocación subirá hasta los novecientos dólares, pero tendrás que abonarlo todo hoy. El faro nuevo...

—¿Mil doscientos dólares un puñetero faro? —pregunté interrumpiéndolo—. Estará de coña.

El hombre rió a carcajadas.

—Normalmente no es tan caro, preciosa. Pero he tenido que adaptar un faro para que parezca el original y, para colmo, hacerlo en menos de un día y medio. Mi tiempo tiene un precio, ¿sabes?

—Págale —dijo Matt con una sonrisa burlona cuando lo miré con el ceño fruncido—. Te acaba de salvar el culo.

—El culo es lo que te voy a patear yo a ti como no borres esa sonrisa de capullo que tienes—repliqué sacando la tarjeta de crédito y despidiéndome de todo lo que me quedaba en ella.

—El faro nuevo llegará en un par de semanas —dijo el tío de Rocco cuando me entregó la factura y las llaves del bólido.

Me subí en él, con Matt a mi lado y Rocco detrás. Aunque Matt había tratado de persuadirlo para que nos dejara solos, la verdad es que me sentía en deuda con Rocco, así que decidí darle un paseo en el BMW de mi padre y llevarlo hasta el club donde sabía que estaría Nanako pasando la tarde.

—Así que los ricos os divertís así —dijo mirando a todas partes. Lo miré por encima de la mesa y no pude evitar reírme ante la imagen.

Rocco llevaba una camisera de los Ramones que le iba pequeña por al menos dos tallas, un bañador de R2D2 y los largos rizos negros que coronaban su cabeza se movían a su antojo sólo alejados de su frente por una fina pasada negra. Matt en cambio, contrastaba notablemente con él: llevaba una camiseta blanca de algodón de media manga que le caía liviana, unos pantalones de lino caqui y unas sandalias de cuerpo le daban aquel toque veraniego tan sexi. Me mordisqueé el labio inferior cuando sentí que el calor me subía por las piernas y se alojaba entre ellas.

—¿Es que acaso no has visto nunca una piscina? —preguntó Nanako mordaz escondida tras sus gafas de sol negras. Rocco la miró y le sonrió inocente.

—Claro que sí, pero este lugar es increíble —respondió, luego se acercó sugerente a ella—, pero no tan increíble como tú. Por cierto, preciosa...

—Me llamo Nanako —lo interrumpió altiva.

—Nanako, sí, disculpa preciosa —dijo Rocco ignorando el hecho de que a Nanako le molestaba mucho que la llamaran por cualquier apelativo que no fuera su nombre—. Vaya, eres la primera oriental que conozco que parece una modelo. Casi todas las coreanas que he visto no se te pueden comparar.

—Rocco, todas las coreanas que has visto son dibujos animados —respondió burlón Matt sacándome un par de carcajadas.

—¡Yo no soy coreana! —se quejó Nanako—. ¡Soy americana!

—¿En serio? —pregunté con la única intención de molestar a mi amiga—, ¿y por qué tienes los ojos rasgados?

Aquella pregunta hizo que mi amiga chirriara los dientes y Matt tratara de esconder una sonrisa.

—Eres gilipollas —me respondió Nanako levantándose de su asiento.

—Vamos, preciosa... digo, Nanako —se apresuró Rocco mirándome molesto. Estaba más que claro que le había gustado mi amiga y que estaba más que dispuesto a tratar de cortejarla—. No te enfades. Por favor, —lloriqueó señalando la granizada a medio terminar que tenía delante—, quédate. Prometo que no diré nada más que pueda molestarte.

Nanako lo miró unos instantes y su rabia pareció aplacarse. Dibujó una sonrisa lastimosa y se sentó. Acto seguido me taladró con la mirada.

—La culpa no es tuya, eh...

—Rocco —respondió el muchacho completamente avergonzado.

—Sí, eso... Mi madre es japonesa y mi padre era de origen coreano, por eso te has confundido —dijo suave. Aunque en el fondo yo sabía que mi amiga seguía molesta.

—¿Y a qué te dedicas? —preguntó interesado el muchacho.

—Esto es un muermo —se quejó el señor Huang interrumpiendo la lectura.

—¿Por qué es un muermo? Es divertido ver cómo el gordinflón le tira los trastos a la estirada —respondió el señor Arthur. Luego se dirigió a Eli—. Sigue bonita, ¿al final se la liga o qué?

—¡Oh! No seas pesado, Arthur —se quejó la señora Angus—, Eli, lo importante de esto es, ¿se ha aclarado ya Dakota? ¿Están juntos o no?

—¡Claro que están juntos! —sentenció la señora Dorothy con un golpe de su bastón en el suelo—. Dejó a ese tal Robert en la fiesta, ¿no es cierto? Eso es porque están juntos.

—Yo no creo que esté enamorada —sentenció el señor Huang con el ceño fruncido.

—¿Y por qué no va a estarlo, viejo pesado? —preguntó molesto Arthur dirigiendo al anciano oriental una mirada reprobatoria.

—Porque las mujeres enamoradas no se lanzan a los brazos de otros hombres —sentenció.

—Dakota está hecha un lío —dijo Angus comprensiva.

—La pobre extraña mucho a ese tal Dylan. —La secundó la señora Dorothy.

El silencio invadió la sala de lectura solo roto por algún suspiro triste. Eli continuó leyendo.

—¿Y a qué te dedicas? —preguntó interesado el muchacho.

—Estudio publicidad en Standford —respondió Nanako ignorándome cuando le sonreí traviesa.

La conversación continuó y todos contamos nuestros proyectos.

—No puedo creer que no aceptes ir a Stanford —le dijo Rocco a Matt jugueteando con el resto de su bebida.

—¿Por qué no quieres ir a Stanford? —pregunté apoyándome en la mesa. Matt se encogió de hombros.

—Mi madre está aquí, mi hermana y todos mis amigos. No se me ha perdido nada en San Francisco —respondió indiferente mirando la pantalla de su teléfono móvil. No pude evitar curiosear y me incliné ligeramente hacia él, sólo para conseguir que la sangre me hirviera en las venas.

—Bueno, yo creo que sí que se te ha perdido algo allí —respondió Nanako con su voz cantarina mientras me dedicaba una mirada malévola. Me mordí el labio inferior con furia y negué con la cabeza. Creo que Nanako entendió que no era el momento de bromas. Sin embargo, antes de que pudiera pedirle a mi amiga que me acompañara al baño para poder contarle mi descubrimiento, C.J apareció rodeado de su grupo de amigos.

Nos sonrió alegre y se colocó detrás de mi amiga y yo, pasándonos sus brazos musculados por los hombros.

—Mi bombón oriental —dijo regalándole un beso a Nanako en la mejilla. Rocco frunció el ceño y su expresión celosa me hizo sonreír—. Y mi bombón de melocotón —Continuó dándome un beso tierno en mi hombro. Suspiré con una sonrisa exasperada.

—Menos zalamerías, C.J, ¿qué quieres? —preguntó Nanako desembarazándose del brazo de mi amigo. C.J frunció el ceño y me abrazó por la cintura apoyando su cabeza en mi hombro.

—¿Estás borracho? —pregunté con una ceja en alto acariciándole el antebrazo.

—Puede —respondió arrastrando la palabra y sonriéndome. Luego miró a Rocco y le estrechó una mano—. Soy C.J.

—Soy Rocco —respondió ligeramente aturdido por el comportamiento de mi amigo.

—Me caes bien, Roquito —respondió con una sonrisa ebria. Luego miró a Matt y sus ojos se endurecieron, lo señaló con un dedo mientras cerraba su agarre a mi cintura—. Y tú... tú no me gustas, blanquito —tartamudeó tambaleándose.

—C.J, deja en paz a Matt y dinos, ¿qué cojones quieres? —preguntó Nanako molesta.

—Eh, eh, tranquila —respondió—, he venido a invitaros a un concierto de rap. Mis amigos —dijo señalando al grupo que lo había acompañado y que se habían acercado hasta la barra—, y yo hemos organizado una pelea de gallos en el Rooster Joint este sábado por la noche.

—Suena bien —dije alegre sonriéndole a Matt. Este me miró serio y luego centró su atención en C.J—. Yo iré. ¿Puedes darme una invitación para Eli? —pregunté al recordar que a la hermana de Matt le encantaba el rap.

—Eli ya está en la lista de invitados y de los participantes —respondió orgulloso y dedicándole una mirada extraña a Matt. Este no respondió.

—Está bien, apúntame —respondió Nanako desganada.

—De acuerdo, —respondió C.J sacando su Smartphone y desbloqueando para llamar—. ¿Perro Azul? Soy C.J... sí, apunta cuatro más en la lista.

Todos vimos cómo C.J desaparecía en la barra bajo las risas de sus amigos. Sonreí unos segundos, sin embargo, cuando miré de nuevo a Matt, volví a descubrirlo observando la pantalla encendida de su teléfono, donde volvía a ver de nuevo aquel nombre. 

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