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15 de julio - El parque de atracciones (Parte 2)
Cuando aparqué el jeep frente a los barracones, ví cómo Matt se acercaba gritando enervado hacia el coche.
—¿Dónde estabas? —me preguntó agarrándome de los hombros cuando salí del todoterreno. Chisté molesta.
—Tom está dormido. No grites.
—¿Qué no grite? Has desaparecido con uno de los chicos, no sé nada de ti desde esta mañana, ¿cómo quieres que no grite? —dijo acercando su rostro al mío. Me encogí de hombros.
—Podías haberme llamado al móvil —respondí encogiéndome de hombros.
—¿A qué móvil? —dijo soltándome y metiéndose la mano en el bolsillo de la sudadera—. ¿A este móvil que olvidaste en el bus? —preguntó mostrándome mi Iphone. «¡Joder! Lo había olvidado».
—Yo... lo siento, Matt —dije avergonzada. «¿Qué más podía hacer? El muy cabrón tenía razón, me había olvidado el móvil y había desaparecido con un niño todo el día»—.
—¡Podría pasarte... pasaros algo y yo no me habría enterado!
Me encogí de hombros y miré por encima del hombro de Matt. Rocco se acercaba con las manos en los pantalones. Las puertas de los barracones se fueron abriendo, algunos chicos y chicas asomaban la cabeza, otros miraban por las ventanas y los más atrevidos salían fuera directamente.
—Oye, no ha pasado nada. Simplemente surgió así —dije posando mi mano en el hombro de Matt para tranquilizarlo. Se revolvió el cabello y me miró sin responder. Le sonreí—. Tom está bien, está dormido. —Continué señalando el coche.
Matt frunció el ceño.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó en un susurro—. ¿Tú estás bien?
«¿Qué narices le pasa?», pensé extrañada. Me encogí de hombros.
—Claro, ¿a qué viene eso? —pregunté sin poder reprimirme. Era la primera vez que Matt me preguntaba cómo estaba y su mirada grave y seria me asustaba.
—Te ha llamado Paco —soltó con la mandíbula tensa. «¡No me jodas!». Traté de arrancarle mi Iphone de las manos. Seguramente Lola se habría puesto de parto, «Imposible, le quedaba un mes para dar a luz», o tal vez... «No, no, no. ¿Y si han cancelado el combate?».
—¡Dámelo! —grité frustrada al no poder conseguir quitarle mi teléfono. Matt me agarró del brazo con fuerza.
—¿Qué hay entre ese desgraciado y tú? —preguntó con rabia. «¿Qué está pasando aquí?».
—Eso no es asunto tuyo —respondí revolviéndome a la vez que alargaba la mano para arrebatarle lo que era mío.
—¿Es tu novio? —inquirió agarrándome de los dos brazos y mirándome a los ojos. Parpadeé con rapidez. «¿Matt estaba celoso?». Fui incapaz de responder—. ¿Ese malnacido te pega?
—Un momento —interrumpió la señora Angus con el ceño fruncido. Eli dejó el diario sobre su regazo y la miró a la espera de su pregunta—. ¿Cómo sabía Matt que Paco la había llamado?
—Porque Dakota olvidó su teléfono —respondió molesto el señor Huang.
—Sigue, Eli —animó el señor Arthur a la chica.
—¿Es que respondió a la llamada de Paco? —preguntó de nuevo la señora Angus, cruzándose de brazos mientras meditaba con la mirada puesta en el diario. Eli se rascó la cabeza.
—No exactamente —explicó la chica cerrando el libro y mirando al corrillo de ancianos—. Matt me contó que...
...Cuando Rocco aparcó el autobús en el parking del museo y todos los chicos salieron, el Iphone de Dakota, que aún estaba en posesión de las manos de Telma comenzó a sonar.
—¿Diga? —respondió la niña.
—¿Hola? ¿Quién eres tú? —preguntó extrañada una voz ronca al otro lado.
—Soy Telma, ¿y tú?
—Eh... Dile a Dakota que se ponga —respondió autoritaria la voz.
Telma frunció el ceño y miró a su alrededor. Dakota no había viajado en el autobús con ellos, y aunque Matt le había dicho que llegaría en otro coche, aún no lo había hecho. La niña se encogió de hombros y salió corriendo en busca del monitor.
—Toma —dijo tendiéndole el teléfono a Matt—. Es un señor.
Matt cogió el teléfono y miró la pantalla encendida con el nombre de Paco escrito en grande en el centro y debajo el botón de llamada en activo. Tragó saliva y se acercó el auricular al oído.
—Soy Matt, dígame —respondió.
—¿Matt? —preguntó extrañado Paco—. ¿Dónde está Dakota?
—Dakota no se encuentra en este momento —respondió Matt serio y con el ceño fruncido.
—¿Cómo que no se encuentra?¿Sabes qué? Me da igual, no es la primera vez que no responde a mis llamadas —dijo Paco ligeramente molesto—. Sólo dile que me llame si no quiere acabar llorando como una perdedora.
—¿Quién cojones te crees para...? —trató de preguntar Matt, pero la llamada se había cortado. Zarandeó la cabeza y miró preocupado a la carretera, deseando que Dakota apareciera cuanto antes.
—Pero ese tipo nunca amenazó a Dakota, ¿por qué pensó Matt que le pegaba? —Observó la señora Parlton cuando Eli terminó su relato.
La chica se encogió de hombros y tensó una sonrisa vacilante.
—Es posible que yo tuviera la culpa de eso —respondió Eli jugando con una esquina del diario.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el señor Huang con el ceño fruncido.
—Verán, yo estaba en casa de mi amiga ese día...
Marie alargó la mano y me tendió mi teléfono que no paraba de sonar.
—¡Es Matt! —dije alegre quitándome las gafas e incorporándome en la tumbona.
—Ponlo en manos libres —rogó Marie sentándose a mi lado. Resoplé mirando al cielo e hice lo que me había pedido.
—Hola, tomattito —respondí feliz de poder oír a mi hermano después de varios días.
—Hola, Matti —saludó Marie con su voz más empalagosa. Llevaba enamorada de mi hermano desde los ocho años—. ¿Cómo te va en el campamento?
—Eh, hola Marie. Bien gracias —respondió seco—. Eli, tengo que contarte una cosa, ¿podemos hablar ahora?
Miré a Marie y esta me devolvió una sonrisa con la que me decía que ni de coña se movería de allí.
—¿De qué se trata? —pregunté.
—Es sobre Dakota —Marie frunció el ceño ofendida y yo me encogí de hombros. «Esta chica nunca aceptará que mi hermano pasa de ella»—. Creo que Paco... Bueno, he hablado con él.
Tragué saliva y me mordí el labio inferior. Haciendo caso omiso a las quejas de Marie, quité el manos-libres y me llevé el auricular de la oreja a la vez que me levantaba y paseaba por el jardín. Matt me contó la extraña conversación que había tenido con él y que, sin despedirse, le había cortado la llamada.
—No sé, ha sido muy extraño —dijo Matt con un resuello.
—Le pega —sentencié seria cogiendo una hoja de uno de los arbustos que tenía a mi lado y tirando de ella hasta arrancarla de su lugar.
—¿Y si nos equivocamos? Tal vez es su entrenador y por eso dijo lo de perdedora—comentó mi hermano.
—Matt, no seas tonto. Ella misma te confesó que salía con Paco—respondí —. Además, en la cena del cuatro de julio, cuando Dakota comenzó a sangrar, C.J le preguntó si había estado con Paco, ¡Y ella no lo negó! —Continué casi gritando por la rabia.
—Hablaré con ella.
—Vaya... —dijo el señor Arthur mesándose el mentón—. Es una situación bastante complicada.
—Sí, y por mi culpa se complicó aún más —respondió Eli avergonzada mirándose la punta de los zapatos. La señora Angus posó su mano en el hombro de la chica.
—No podías saberlo, pequeña —dijo con suavidad y ternura—. Estabais preocupados por ella.
—Sí... —respondió Eli con un suspiro y abriendo el diario.
—¡Joder, Dakota! Es una pregunta sencilla, ¿Paco te pega? —susurró con los dientes apretados. Matt me miraba con gravedad. «¿Eran celos, rabia o temor lo que sentía al mirarme? ¿O todo a la vez?»
—¡Déjala! —gritó Tom metiéndose entre nosotros y empujando con rabia a Matt.
Tras unos instantes en los que Tom amenazaba a Matt con los puños, tratando de protegerme y en los que este alternaba sus ojos verdes entre los del chico y los mío. Todos nos calmamos.
—Tom —dije agarrándolo de los hombros—. Ve con Rocco, es muy tarde.
—Pero... —trató de replicar. Negué con la cabeza.
—No pasa nada. Esto es entre Matt y yo, ¿vale? —respondí con una sonrisa. Luego miré a Rocco—. Llévatelo.
El monitor rechoncho asintió y guió a Tom hasta el barracón. Después de eso, obligó a todos a entrar y meterse en las camas. Mientras tanto, Matt y yo nos mirábamos a los ojos, en silencio. Di un paso hacia él y alargué la mano.
—Dámelo —dije dando un paso hacia él y alargando la mano para reclamar mi teléfono.
—Dakota, por favor —respondió acercándose. Elevé la mano un poco más y, a regañadientes, Matt me entregó mi Iphone. Me di la vuelta, en dirección a mi barracón—. Puedo ayudarte.
Me paré en seco y tomé aire.
—Cuando acepté venir, te dije que me debías un favor y que, cuando te lo pidiera, no podías negarte fuera lo que fuera, ¿lo recuerdas? —dije sin girarme.
—Sí.
Me giré y lo miré seria. Matt pensaba que Paco me pegaba y si aquella falsa sospecha llegaba a mi padre, pondría en peligro a Paco y su familia, de manera que, para evitarle cualquier problema o denuncia, me vería obligada a decir la verdad. Tomé aire de nuevo, necesitaba que Matt se guardara toda aquella historia el tiempo suficiente hasta pensar cómo podría solucionar aquel lío. Me humedecí los labios, dudando si debía o no debía contarle la verdad a Matt. Opté por el silencio.
—Paco no es mi novio, pero lo que hay entre nosotros no es de tu incumbencia —dije soberbia mirándolo directamente a los ojos y señalándole en el pecho con fuerza—. Así que, olvida todas las historias de terror que te has inventado y déjame en paz, ¿te ha quedado claro?
—Pero, Dakota, por favor —respondió lastímero con un extraño brillo en el verde de su iris.
—¿Te ha quedado claro? —repetí apretando la mandíbula. Matt asintió desviando su mirada al suelo, como si fuera un niño pequeño que ha hecho algo malo. Tragué saliva y sentí una extraña punzada atravesarme el corazón. Sabía que Matt trataba, de alguna extraña manera y por alguna razón que no comprendía, protegerme de Paco; pero no estaba preparada para que uno de mis secretos saliera a la luz. Aún no.
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