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13

7 de julio (El recuerdo de Eli)

Guardé mi bolsa de deporte en el maletero del bus, subí y me dirigí hasta el final, «como hacía en mis años de instituto», gruñí al dar con un crío despeinado y con cara de pocos amigos sentado junto al cristal. Miré el resto de los asientos y resoplé: todos parecían ya ocupados, de manera que no me quedaba otra que hacer el camino acompañada de ese niño rancio.

—¿Un chicle para el mareo? —pregunté enseñándole la caja. Me miró con asco y se puso unos auriculares de diadema a los que se le salía la espuma de los audífonos. Negué con la cabeza y lo imité, poniéndome los míos; sin embargo, cuando la canción que tenía puesta llegaba a mi parte favorita, Matt me arrancó unos de mis auriculares y me dijo:

—Eres la monitora, no puedes estar escuchando música. —Puse los ojos en blanco y apagué mi reproductor de música, guardándolo en mi bolso de nuevo.

—¿Sabes que hay más de dos horas hasta el campamento? —Matt asintió con una sonrisa pérfida, «el muy cabrón estaba disfrutando como un enano»—, ¿y qué cojones se supone que...?

—¿Campamento? —interrumpió la señora Dorothy golpeando con su bastón el suelo.

—¿Tanto tiempo me he dormido? —preguntó Angus desorientada mirando a la primera anciana.

—Le faltan unas cuantas páginas al diario —dijo Eli pasando la yema de sus dedos por el interior del cuaderno viejo,

—¿Y cómo es que esa muchacha aceptó ir al campamento? —preguntó Arthur.

—Sí eso, ¿qué pasó? —inquirió el señor Huang tratando de disfrazar de rabia su curiosidad—. No es que me interese —Continuó al ver la sonrisa traviesa del resto de los ancianos—, pero esa muchacha es demasiado egoísta para hacer labores sociales.

—¡Vamos, viejo Xun! —exclamó dándole un codazo el señor Arthur—. Tienes tanta curiosidad por saber qué va a pasar como la tenemos todos.

—No es cierto.

—Claro que sí —respondió Dorothy riendo y agarrando el mango de su bastón con las dos manos.

—Eli, —dijo Angus ignorando la discusión entre el resto de los abuelos y captando la atención de la muchacha—. ¿Sabes qué pasó para que Dakota aceptara ir al campamento?

Eli se llevó un dedo hasta los labios y miró las hojas rotas del cuaderno, sonrió y asintió.

—Me acuerdo muy bien de aquel día —respondió con una sonrisa orgullosa—. Aquel día llegué a casa sobre las cinco de la tarde...

Entré en la cocina y dejé mi bolso sobre la mesa, cogí un vaso y mientras lo llenaba, Matt entró resoplando.

—¿Qué te pasa? —pregunté tomándome toda el agua de un sorbo—. Estás colorado, tomatito.

Matt me miró unos segundos, se dejó caer en una silla y se acodó en la mesa con su agenda delante de él.

—Lucy, la nueva monitora, ha encontrado un trabajo y no podrá ir al campamento —soltó revolviéndose el pelo—. Y para colmo este año hemos recaudado menos dinero, así que no podremos llevar a los chicos a dos de las excursiones y mucho menos darle la fiesta de disfraces de despedida.

Me acerqué a mi hermano y le acaricié la espalda. Cerré los ojos y tomé aire.

—Yo iré al campamento —respondí sin poder evitar sonar tan triste como me sentía. Me encantaba ir a aquellos campamentos pero, ese año, los padres de Marie me habían invitado a pasar esa semana con ellos en su casa de campo y estaba deseando ir.

—No —respondió—, me buscaré la vida. Aún tengo tres días para dar con alguna voluntaria.

No me dio tiempo a replicar cuando Dakota entró con un libro en una mano que dejó abierto sobre la encimera. Miré a Matt y reprimí una risita nerviosa al darme cuenta cómo la observaba abrir la nevera y coger una bolsa de guisantes congelados que se llevó hasta el codo.

—¿Qué? —nos preguntó con las cejas en alto en cuanto se percató de nuestra presencia. Sentí cómo el corazón de Matt se aceleraba bajo mi mano que aún tenía sobre su espalda.

—Nada —respondí sonriéndole. Dakota se sentó en un taburete de la isla de la cocina y siguió leyendo mientras se restregaba la bolsa helada por la piel enrojecida de su brazo. Miré a Matt y le reí traviesa; mi hermano captó rápidamente la idea que se paseaba por mi mente porque sus labios dibujaron un no silencioso mientras negaba visiblemente.

—Ni lo pienses —me susurró agarrándome del brazo, pero hice oídos sordos y me deshice de él acercándome a Dakota.

—Oye, Dakota —dije apoyándome a su lado—. ¿qué harás la semana que viene?

—No lo sé —respondió sin levantar la vista de su libro—. Supongo que leer, dormir, tomar el sol... ¿por qué?

—¿No tienes que entrenar? —pregunté para asegurarme de que no tenía ninguna obligación. Desde que nos habíamos mudado, me había dado cuenta de que sus entrenamientos eran una obligación que nunca se saltaba por muy cansada que estuviera.

—No. Siempre descanso unos días antes de... —Dakota se calló antes de terminar la frase y me miró con el ceño fruncido—. ¿Qué quieres? ¿A qué viene tanta curiosidad?

—A nada —respondió Matt molesto—. Eli, deja de molestarla. Ni ella querrá venir ni yo quiero que venga.

—¡Cállate, Matt! —le grité.

—¿De qué va esto, Eli? —preguntó Dakota mirándome directamente a los ojos. Tragué saliva.

—En tres días Matt se irá con los chicos de la asociación en la que trabaja como voluntario al...

—¿Al campamento infantil para niños en exclusión social? —preguntó mirándolo de reojo. «Vaya, a Dakota no se le pasaba una». Asentí.

—Sí, exacto. —respondí y continué—: Lo que pasa es que la monitora que iba a ir nos ha fallado y sin una chica que pueda ocuparse de las niñas, no se podrá llevar a cabo el campamento y...

—Déjalo, Eli —replicó mi hermano interrumpiéndome.

—¡Cállate, Matt! —gritamos Dakota y yo a la vez.

—Resumiendo —dijo Dakota impaciente—. Quieres que yo vaya al campamento, ¿no es cierto?

—¡Exacto! —respondí. Dakota frunció el ceño y desvió la mirada hacia la ventana, meditando. Pasaron unos instantes que se me hicieron eternos.

—Te lo he dicho, Eli —replicó Matt cogiendo su smartphone y desbloqueando la pantalla—. Estaba claro que...

—¡Lo haré! —respondió Dakota interrumpiendo a mi hermano. La miré sin poder reprimir una sonrisa orgullosa.

—¿En serio? —pregunté y sin darle tiempo a responder me abracé a ella—. ¡Gracias! ¡Gra... —No terminé de hablar cuando se deshizo de mi abrazo y me interrumpió.

—Iré al campamento como voluntaria pero no os saldrá gratis —respondió levantando un dedo—. Me debéis un favor muy, muy grande.

—¿Y qué favor es? —preguntó exasperado Matt. Dakota se encogió de hombros y sonrió traviesa.

—Aún no lo sé. Pero cuando necesite vuestra ayuda, sea lo que sea, no podréis negaros, ¿entendido?

Asentí y Matt resopló desplomándose sobre su silla y pulsando el botón de llamada de su teléfono.

—¿Rocco? Tenemos monitora para el campamento —le dijo al auricular mirándome con rabia—. Apunta su nombre, Dakota Campbell. Sí. Sí. ¿Pero qué...? ¡No!

Matt salió de la cocina y siguió con la conversación en el salón, dejándome sola con Dakota. Le sonreí y la abracé de nuevo.

—Muchas gracias —le susurré.

—¡Vaya, vaya! ¿Y ese abrazo? —La voz de mi madre nos sorprendió a las dos. Dakota le sonrió y se encogió de hombros.

—Cosas de hermanas —respondió sonriéndole a su padre que entraba siguiendo los pasos de mi madre.

—Dakota irá al campamento infantil —respondí orgullosa.

—¿En serio? —preguntó George mirando a su hija sorprendido.

—Hay que hacer cosas por la familia, ¿no? —respondió Dakota y dejó que George le diera un beso en la frente—. Estoy orgulloso de ti, princesa.

—Odio cuando te vuelves un sentimental, George —respondió fingiendo una mueca de asco y separándose de su padre.

—Me alegra mucho que quieras ayudar a esos chicos —dijo mi madre pasando al otro lado de la isla y cogiendo una botella de agua fresca del refrigerador que le tendió a George—. Será una experiencia muy enriquecedora—. Puse los ojos en blanco, porque sabía que ahora llegaría el discurso aburrido sobre la importancia de ayudar al prójimo que siempre soltaba y que yo ya me sabía de memoria. Mi madre se dio cuenta de mi reacción y chasqueó la lengua—. Está bien, no soltaré el rollo de la buena fe —dijo dejando caer los hombros. Dakota sonrió y me guiñó un ojo. Le sonreí.

—Dime, Helen, ¿cómo va los preparativos para la boda? —preguntó Dakota, sorprendiéndonos a todos de nuevo. Era la primera vez que preguntaba por la boda. George balbuceó algo y mi madre sonrió ampliamente.

—Pues, hoy hemos estado con la organizadora —respondió mi madre—. Margot tiene unas ideas increíbles.

—¿Margot? ¿Margot Perry? —preguntó con los ojos abiertos. Miré a mi madre con reproche sin embargo ella desvió la mirada hacia George.

—Bueno, cariño —dijo el padre de Dakota—. Sé que no os lleváis bien, pero es muy buena en su trabajo y le han cancelado algunos eventos después del incidente con inmigración. Su padre es un buen cliente y...

—Vale, vale —respondió tratando de serenarse—. No es mi boda, no es asunto mío —dijo metiéndose su libro bajo el brazo y cogiendo la bolsa de guisantes—. Voy a mi cuarto.

Dakota salió de la cocina y yo tras ella. Atravesamos el comedor y entramos en el salón, donde Matt leía sentado uno de los sillones. Agarré a Dakota del brazo y soltó un grito de dolor.

—¡Lo siento! —me disculpé al percatarme que le había cogido del brazo lesionado.

—Tranquila —dijo llevándose la bolsa de guisantes de nuevo al codo—, estoy bien.

—Oye —dije mirando la punta de mis zapatos—, perdona a mi madre. Hablaré con ella para que no contrate a Margot, sé que no os lleváis bien y...

—¡No! —respondió interrumpiéndome—. Es decir, Helen tiene razón. Margot es muy buena en su trabajo y... —La voz de Dakota se rompió con un suspiro—. Mejor me voy a seguir leyendo, ¿vale?

Dakota desapareció por el pasillo y yo me senté al lado de mi hermano, que me pasó un brazo por los hombros y me revolvió el cabello.

—Matt, ¿qué piensas de Dakota?

—Que es una princesita relamida, pero que tiene buen gusto en cuanto a novelas de terror —respondió en una carcajada burlona con su mirada aún entre las páginas de su libro. Le di un golpe en el abdomen.

—No me refiero a eso, sino a las lesiones —dije removiéndome en mi lugar hasta poder mirar a mi hermano a los ojos—. Desde que vivimos con ella siempre tiene algún moretón o una lesión, ¿te has fijado? —Matt asintió dejando su novela cerrada en su regazo y mirando ahora a la puerta que daba al pasillo por el que ella había salido. «¿Mi hermano está leyendo a Poe? Pero si odia las novelas clásicas» pensé extrañada al leer el título de su libro. Zarandeé la cabeza y continué hablando—: C.J mencionó a un tipo, pero no me acuerdo bien de...

—Paco.

—¡Sí, ese! —dije dando un bote.

—Es un tío con el que sale— respondió encogiéndose de hombros.

—¿Cómo sabes eso?

—Me lo dijo ella —balbuceó nervioso.

—¿Crees que está bien? —pregunté.

—No lo sé —respondió en un suspiro que unido a su mirada me dio a entender que sentía por Dakota algo más que preocupación. Solté una carcajada—. ¿Qué?

—Te gusta Dakota —sentencié.

Matt se levantó de un salto.

—No digas tonterías —balbuceó—. Es una cría patética y malcriada que necesita madurar —respondió antes de salir del salón, dejándome sola. Negué con la cabeza observando como desaparecía por el pasillo. 

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