Día 2
9.05 h
Comienza un nuevo día y nuestros héroes parecen haberse levantado como nuevos, preparados para una jornada cargada de trabajo. Salen los dos al mismo tiempo de casa, y la luz del sol les ilumina el rostro.
— Buenos días, me llamo...—saluda Cross enseguida.
— No me toque las narices, Cross —interrumpe el inspector.
— ¿Hoy qué toca, Gutts?
— Tengo que tomar declaración a la madre de la víctima. Quiero que me diga con quién se relacionaba su hija.
— Yo me pasaré por la escena del crimen, como le dije ayer. Quiero verla con mis propios ojos antes de comenzar a investigar.
— Me temo que debo decirle que el cuerpo ya ha sido retirado. Sin embargo, les diré a mis hombres que le dejen pasar.
— Tengo ganas de ver dónde ha muerto. Estas cosas siempre me dan mucho morbo.
— Ah, ¿que no quiere visitar la escena del crimen porque sea útil para su investigación?
— ¡Por supuesto que no, Gutts! ¿Quién se ha creído que soy, un detective serio? Hace mucho tiempo que no veo un charco de sangre y ya tengo ganas.
— Si usted trabajara en mi unidad, Cross, lo habría echado a la calle el primer día.
— Bueno, ya me echaron de la academia, ¿no?
— Y bien que hicieron. Usted es un parásito.
— Y usted un masoquista por aguantar a este parásito. ¿No ha probado a leer 50 sombras de Grey? Conociendo esta faceta suya, le encantaría.
— No pienso leer absolutamente nada que venga recomendado por usted, estúpido. Y menos una recomendación surgida de la distorsionada lógica que utiliza usted.
— Pues hala, quédese usted con su literatura de abueletes. Me voy.
— ¿Quiere que lo lleve?
— No, gracias. Las "dosis de Gutts" tocan por la noche, no por la mañana.
— Pues adiós, imbécil.
Los dos se marchan en direcciones diferentes.
22.16 h
Una noche más, Gutts observa el maravilloso cielo. Para él, aquellas redondas que brillan en la bóveda celeste cambian de posición cada noche. La luz de la Luna le ilumina la cara, y queda maravillado por aquel astro tan magnífico. La paz reina, el bloque de pisos parece vacío, ya no se oye nada. Es un momento de disfrute, ideal para reflexionar. Ojalá no se acabara nunca, desea Gutts.
Pero entonces llega la puta garrapata más pesada de todo el país, con la ropa destrozada y resoplando. Gutts suspira: se le ha acabado la paz. Pero al mismo tiempo, el estado de su vecino le causa gracia.
— ¿Qué le ha pasado, Cross? ¿Se ha peleado con su mujer? —dice Gutts, riendo.
— Me temo que no. Deje que me cambie y le explico la locura que me acaba de suceder.
El detective entra en casa. Después de unos minutos, sale con el pijama y llevando una botella de agua. Se apoya en la barandilla.
— El cabrón del autor de esto ya empieza a meterme en situaciones estúpidas.
— ¿Qué ha pasado? ¿Ya podemos decir que ha comenzado la trama o qué?
— ¡Joder si ha comenzado! No le repetiré la historia, así que escuche bien: como ya sabe, esta mañana he ido a ver la escena del crimen. No sé si ha pasado por allí, pero igualmente le diré que me he topado con un callejón muy estrecho, precintado por todas partes. Me ha sorprendido no ver a sus hombres, pero no me lo he pensado dos veces y he seguido adelante. Allí me he encontrado un gran charco de sangre que se extendía de pared a pared del callejón, manchando incluso éstas. Me he acercado al charco y he tocado el líquido para comprobar si ya se había secado. Pero al agacharme, la sangre ha comenzado a vibrar y se ha comprimido en un punto, dejando limpia la calle. Entonces la sangre ha tomado forma de mujer.
— Cross, váyase a dormir, por favor —le recomienda el viejo, despreciándolo.
— Calle, todavía no he acabado. Como ya debe imaginar, la figura femenina tenía la piel roja. Iba desnuda y, sinceramente, no tenía mal cuerpo. Diría que era una adolescente. Su cabello era muy largo y sus ojos eran azules. Además, olía a sangre menstrual.
— ¿Y me puede usted explicar por qué sabe cómo huele la sangre menstrual? —exclama el viejo inspector, sobresaltado.
— Ya le he explicado un montón de veces que le cogía los tampones usados a mi mujer y me los guardaba para olerlos cada noche. Yo soy como un perro de éstos que busca droga pero en versión sangre menstrual. Sé enseguida cuándo una mujer está en su período gracias al detector de sangre menstrual que es mi nariz.
— Todavía no entiendo cómo su mujer permitió que usted tuviera descendencia. Sufro por su hija.
— Escuche, que nos desviamos del tema. Déjeme continuar. Bien, después de encontrarme aquello, retrocedí. Durante unos segundos me quedé allí plantado observando la figura. Entonces, las manos de la chica se convirtieron en unas garras afiladísimas. Yo, asustado, comencé a correr. Ella no vaciló y enseguida comenzó a perseguirme. Al final he conseguido huir de ella y llegar hasta casa, pero ya ve usted cómo he acabado.
— Mire, hagamos una cosa. Mañana trabajaré durante la mañana y volveré a casa de la mujer, a quien he de seguir haciendo más preguntas. Por la tarde iremos usted y yo a la escena, a ver si lo que me ha explicado no es una alucinación y el charco de sangre ha desaparecido de verdad. Usted quédese aquí y descanse.
— Me parece bien. Mañana Eve tiene fiesta en la escuela. Iré a casa de Clea y me la quedaré por la mañana.
— De acuerdo, quedamos así. Buenas noches —dice Gutts, retirándose hacia la puerta de su casa.
— Gutts, ¿quiere saber algo?—pregunta Cross, cambiando a un tono más melancólico.
— ¿Qué?
— Cada vez que digo "casa de Clea" siento un fuerte golpe en el estómago. Aquello antes era "mi" casa, ¿sabe lo que le quiero decir?
— Sí, Cross. Ya sabe que no puedo decirle mucho. Descanse —dice finalmente Gutts, entristecido por las palabras de Cross.
Ambos se retiran a su piso. Dentro de casa, Cross se plantea llamar a su mujer para avisarle. Al final no lo hace, no se siente con fuerzas para dirigirse a ella sin que los remordimientos lo atormenten durante toda la conversación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro