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Ꜥꜥֶָ֢🕌ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo O7

Un Año Más.

El gran salón estaba a punto de estallar, los invitados llegaban y por más que la fiesta estuviera movida, no había espacio para nadie más.

El rey celebraba sus diecinueve años recién cumplidos, la tradición era invitar todo el pueblo y más allá del territorio, para festejar y ofrecer la juventud hacia el rubio y sentir desdicha si él elegía con quien gobernar, pero JungKook no tenía ojos para nadie más que para su castaño y sus padres lo sabían, todo el palacio lo sabía, su padre, dijo que no había porque desobedecer las reglas del linaje, que sólo disfrutará de su fiesta, únicamente esa parte, su pareja ya estaba destinada.

Pero no podía elogiar su propia fiesta con todos los hombres y mujeres presentándoles a sus hijos, venían familias y como patitos le seguían pisándole los talones, insistiendo en hechar un vistazo la descendencia, JungKook fingía una sonrisa de interés. Tenía que hacer creer a los demás su objetivo por encontrar pareja.

Y allí estaba parado junto a las escaleras doradas con una copa de vino en su mano, haciéndo todo por no poner los ojos en blanco cuando vio a su padre sonreírle en modo de disculpa mientras se acercaba a él con un hombre envuelto de telas finas bordadas por hilos plateados y una majestuosa corona de oro puro descansaba en su cabeza azabache.

— Hijo mío, quiero presentarte al rey de Alemania — Su padre palmeó su hombro, incitándolo a saludar.

— Alteza, JungKook — El hombre se inclinó hacia enfrente y luego estrechó su mano con el ojiazul — Mis más gratos deseos, rey. Hoy como todos venimos a ofrecer nuestros hijos, yo especialmente vengo a presentarle a mis dos hijos — Un par de mellizos fue lo que vio, una hermosa chica pelirroja de ojos avellanas y un chico de cabello rizado rojizo con una mirada grisesca.

— ¿Qué te parece, hijo? — Su padre preguntó, sabía que solo seguía la mentira y como todo un pillo solo corrió la mirada en los menores, sonrió forzando sus comisuras y bebió de su copa.

— No había visto nadie con estos rasgos tan... Peculiares.

— Oh, alteza, le puedo asegurar que mis hijos serán una buena compañía, mire — El rey tomó el brazo del chico y le alzó la manga de su prenda, dejando ver su piel pálida con unos lunares plateados — Ambos pueden darle todos los herederos que usted deseé, mi rey.

— La fiesta aún no termina, todavía quedan más por ver — Comentó el rubio sin interés, llevo una vez más la copa de bronce a sus labios viendo la decepción en la mirada avellana de la chica — Le puedo decir de anticipación que sus hijos pueden ser la excepción — Le tendió una reverencia cordial a la familia y camino lejos, quería tomar aire fresco, quería a su bebé.

Por cierto, ¿dónde está?

El pequeñito y bonito TaeHyung no estaba en la fiesta, se había sentido mal desde días atrás y ahora fue el mejor día para que su estómago revolcará desfrenado. Vomitando todo lo ingerido hacia el retrete, sus ojitos lloraban a causa de la irritación que se expandía en su garganta, dañando sus cuerdas vocales de paso, privando de siquiera susurrar.

Dejó caer su cuerpo al piso y se recargó en el borde del escusado, sin importarle la suciedad, limpio sus labios pálidos y tragó saliva intentando humedecer su reseca boca, se sentía tan débil, sin fuerza para levantarse y de lavar sus dientes, nada podía hacer con la cabeza dándole vueltas junto con su visión borrosa por las lágrimas, sus lunares ardían como si pinchazos le dieran en cada manchita opaca que por alguna extraña razón no brillaban.

Chillo al escuchar la puerta llamar, unos golpes tímidos hicieron eco en el interior y TaeHyung cubrió sus oídos.

— Joven TaeHyung, ¿Se encuentra bien? — Murmuró la sirvienta que le ayudó a traerlo desde el salón, movió la perilla intentando ingresar al cuarto de baño — Joven TaeHyung, abra la puerta, déjeme ayudarlo.

— N-no, basta, no hagas eso — Gruñó, su cabeza punzaba con el mínimo ruido. Lloriqueo sabiendo que era mala idea, tenía tanto miedo — No sé que es lo que me sucede y ¿Si muero?

La chica soltó un jadeo nerviosa.

— No joven TaeHyung, no diga eso. Por favor abra la puerta — Suplicó casi al borde del llanto, asalto de nuevo la perilla sin obtener éxito.

— JungKook, lo quiero, tráelo — Alcanzó a decir antes de que metiera su cabeza al inodoro y comenzará otra ronda, se sentía tan fatal.

Oh pequeño TaeHyung.

— Llamaré al alteza, solo si promete abrir la puerta ¿De acuerdo? — Murmuró dejando de golpear la puerta, haciendo que creer al menor que iría.

— Y-ya voy — Caminando dificultosamente en cuatro, quitó el seguro y abrió la puerta, dejando entrar un poco de aire fresco que se mantenía dentro de la habitación.

— Venga, lo ayudaré — Alzó al pequeño niño y lo paró frente al lavabo, le cepillo sus dientes y lengua varias veces, siendo cuidadosa de no lastimar las encías. Luego lo llevo casi en tropezones a la gran cama del rey — Acuéstese y no se mueva.

La puerta se abrió de pronto haciendo que la muchacha saltara y cayera al piso, sus ojos se iluminaron al ver al rubio.

— Gracias a dios, alteza, TaeHyung esta enfermo — Aviso tan rápido pudo, tiro del mayor hacia la cama para luego salir corriendo por ayuda.

JungKook se recostó en la cama, su corazón se estrujo al ver su chiquitín dulzón triste, pálido y sin brillo. Se inclinó repartiendo besos por todo el rostro sin color de su niño, haciéndole sacar una miserable sonrisa.

— Bebé, siento haberte dejado — Froto su nariz contra la melena castaña, aspirando el embriagador aroma, acarició los pómulos de TaeHyung con sus dedos — Dime bonito, dime que hacer para que te sientas mejor.

— JungKook... — Canturreo sin voz, sin vida.

— TaeHyung, tranquilo bebé, traerán a la curandera y te sentirás mejor — Prometió en sus palabras, gimió triste viendo cómo el menor asentía a duras penas.

JungKook se sentó en la cama recargando su espalda en el respaldo mientras acomodaba su dulzón entre sus brazos, dejándolo que se recargue en su pecho. Su mano repartía suaves deslices en la estrecha espalda del castaño y con su otra mano entrelazaban sus dedos, lo arrullaba diciéndole cosas bonitas, diciéndole lo hermoso y valioso que era.

El ojiazul agradeció a todos los dioses existentes al ver como la curandera entraba a la habitación seguida por su madre.

La anciana dio unos golpesillos a la pierna de JungKook, diciéndole que se bajara de la cama y le diera más espacio para trabajar, se acercó al pequeño bebé del rey, inspeccionando toda la anatomía esbelta.

— ¿Síntomas últimamente? — Preguntó de repente, pasando sus manos por el cuello y hombros del chico, capturando el calor corporal debajo del blusón y rozando sus lunares.

— Eh, ha vomitado mucho, sus sentidos están muy sensibles y éste, también su temperatura cambia drásticamente, a veces tiene mucho calor, otras veces tiene frío, luego...

— Está listo — Interrumpió la curandera.

— ¿Listo? ¿Listo para que? — El hombre de la habitación, se encogió de hombros, preguntado a lo que se refería.

— Él está listo para ser tomado, necesita ser poseído por un hombre, su cuerpo quiere fecundar un bebé lo más pronto posible — La mujer empujó al menor hacia la cama, mientras le explicaba lo sucedido.

— Pero eso no puede ser, no pueden entregarse hasta contraer matrimonio — La madre hablo después de quedar en silenció, apretó el vestido en sus manos llenas de joyas preciosas — ¿No hay otra manera?

— Pueden esperar a la ceremonia, aún que no creo que quieran casar al rey con un chico medio moribundo. La boda será en medio año, la transición de TaeHyung comenzó a temprana edad, si su cuerpo quiere entregarse ahora no pueden retenerlo, lo lastimara, miren cómo está TaeHyung lleva pocos días así no quiero imaginar cómo estará en varios meses — Negó varias veces, JungKook miraba preocupado a su madre, mordiéndose el labio.

— Está bien, tomare a TaeHyung ahora, no dejaré que sufra más — Murmuró asegurando sus palabras, movió sus manos espantando como gallinas a las mujeres, las saco de la habitación y tragó saliva, no quería hacerlo, deseaba al pequeñito castaño, más que obvio esta, pero no quería hacerlo suyo así, tenía que ser especial la primera vez de ambos.

— ¿Koo? — Llamó preocupado, giró sobre la cama viendo a su rey gatear a su lado — ¿Que pasa? ¿No me van a curar? — Lloriqueo comenzado a humedecer su vista, quería que el dolor terminara.

— Si, si bebé, lo qué pasa es que yo te voy a curar, pero antes tienes que decirme si quieres o no — Acuno la delicada carita de su niño en su manos, le acarició sus mejillas nuevamente y beso la naricita — ¿Recuerdas esa vez que te prometí contar sobre el amor íntimo de una pareja?

TaeHyung asintió.

— Bueno, hoy quiero decírtelo ¿Quieres escuchar? — Preguntó, tan tímido como su castañito.

— ¿Ahora?

— Tú y yo somos una pareja, nos queremos... — El menor negó.

— Nos amamos — Corrigió orgulloso, JungKook río bajito.

— Si, si, es verdad, lo siento. Nos amamos, bebé, mucho mucho, y cuando son felices quieren que su amor sea más fuerte e indestructible, entregan el alma a esa persona especial — Dejó otro besito en la mejilla del menor, dandole dos más en las comisuras.

— ¿Yo puedo entregarte mi alma y tu la tuya?

— Así es, cariño, pero solo si ambos estamos completamente seguros de pasar el resto de nuestra vidas juntos.

— JungKook, ¿Tú estás seguro de querer estar conmigo por siempre? — Ahora fue TaeHyung quién beso la nariz del mayor, sintiendo sus mejillas calientes.

— No hay que preguntar para decir que sí, pero lo que importa es si tú me aceptas — Mordió su labio.

TaeHyung soltó un chillido cuando una punzada se abrió paso en su cuerpo.

— JungKook, tampoco hay que preguntar.

— Oh dios, bebé, te amo — El rubio se lanzó a los labios del niño, sintiendo la textura envuelta contra los suyos, se alejó con una sonrisa.

Habían dado su primer beso, un toque de labios delicioso.

Lo besó una vez más antes de hundirse bajo las sábanas.


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