Parte 2/2
La mayoría de piratas no tenían poderes ni dones especiales, pero aún así utilizaban magia, o más bien, trucos y polvo de hadas, esa era una de esas informaciones que el circo Amoral brindaba y lo acababa de confirmar. Basilius sacó un diminuto frasco con pequeñas partículas blancuzcas en su interior, lanzó un poco sobre el tronco de uno de los árboles próximos a mí, de inmediato el lugar en el que estaban sujetas las raíces que me ataban se hicieron visibles y se aflojaron hasta dejarme caer al suelo con una delicadeza que no esperaba.
El alivio que sentí al ser "libre" fue glorioso.
Tardé unos minutos en recomponerme del todo, pero en cuanto estuve más dispuesto me paré, antes asegurándome de recoger la piedra lunar con disimulo y metérmela en los bolsillos. Cuando estuve de pie Basilius le extendió una larga soga a la mujer pirata.
—Por si pensabas alejarte de mí —avisó haciendo un nudo firme en mis manos y piernas.
—Así que... Me quieres cerca —dije en un intento de parecer seductor, pero solo gané que Thea hiciera esa curiosa expresión curvando las cejas hacia arriba.
—¿No pierdes una oportunidad, cierto? —puso los ojos en blanco.
Me encogí de hombros. Miré las rocas y madera regadas en el suelo, víctimas de la poca sutileza de Thea.
—Por cierto, cuando quieras hacer una fogata intenta buscar rocas más firmes, un poco de acero y sílex es suficiente para tener una llama decente.
—Lo mío son las aguas, no la supervivencia terrestre —alegó sin mirarme —. Basil, ya deberíamos irnos de aquí, si sigo viendo estos árboles por más tiempo voy a colapsar.
—Si, mi señora, recogeré nuestras cosas.
Una alarma se encendió en mi cabeza, hasta ahora no había visto rastro de mis compañeros, lo cual era bastante preocupante. Los días estaban contados para llegar a la cueva de las mouras y perder el tiempo con estos exiliados no me servía de nada. Lo peor era que no podía hacer mucho, escapar sería un suicidio, estaba rodeado, Belacor estaba delante de mí agarrando mi soga y Thea hombro a hombro conmigo, ella aún tenía el pequeño zorro entre sus manos, lo envolvía como a un recién nacido.
«Debe haber algo que pueda hacer».
Basilius terminó de tomar todas las cosas y comenzamos a alejarnos.
Me aclaré la garganta.
—Sé que me dijiste que me callara y no hiciera preguntas, pero ¿Cómo lograste tener un ilwynofly? Dicen que son muy desconfiados —Thea entrecerró los ojos sin decir nada—, es que me gustan los animales, más si son criaturas de luz, de hecho, tuve un conejo cuando era niño, tenía tres ojos y sin cola.
—Seguro era un mutante —murmuró Basilius tras nosotros.
Le regalé una mirada degradante.
—No es bueno ofender a los difuntos.
—Muertos son muertos —restó importancia.
—De hecho el elfo tiene razón —La sorpresa debió reflejarse a través de mi cara, por los repentinos parpadeos de Thea —, soy incapaz de imaginar la muerte de Orit, y peor, que alguien se burle de él. Fue un obsequio, Tarrence lo encontró cerca del mar hace unos años —miraba a la criaturita con un destellado distinto a lo que había mostrado desde que nos cruzamos —, es especial.
—¿Por qué?
—Porque yo lo digo y ya —respondió a secas.
Bufé, aún no quería callarme, necesitaba buscar una forma de liberarme y recuperar tanto mi cuarzo canalizador como mi daga. Ambos nos quedamos en un silencio que no me molesté en respetar.
—Toda esta situación de prisionero es nueva para mi y me intriga saber ¿Qué es lo que quieres de mí?
—Ya te lo dije. Quiero divertirme y ganar oro.
Chasquee la lengua.
—Hay tantas formas de divertirse, pero elegiste la más agresiva.
—Y no has visto ni un céntimo de mi agresividad —Hice una mueca ante sus palabras —¿Qué?
—Deberías dejarme ir —declaré.
—¿Y perderme de tu hermosa decapitación? Ni de chiste —bufó.
Su mascota, Orit, trepó hasta llegar a su hombre.
—Eres muy graciosa, te lo concedo, pero créeme que sería lo mejor para ambos si llego sano y salvo a mi castillo, incluso podemos hacer un trato para que alardees con tus compinches.
Sus mejillas se hincharon en una sonrisa maliciosa.
—La capacidad que tienes para decir estupideces es anormal —abrí la boca para decir algo, pero ella movió las manos en un claro "callate" —. Permíteme adivinar qué dirás ahora "Te ofreceré toneladas de oro, mujer, porque soy un príncipe y me limpio el culo con diamantes" —hizo su voz más gruesa y alzó el mentón, en una decepcionante imitación.
Basilius y ella se echaron a reír, Belacor no hizo lo mismo, lo que me hacía pensar que no le causaba gracia o era incapaz.
Apreté los dientes haciendo lo imposible por permanecer calmado .
—Si prefieres oro está bien, gatita —Me hice más hacia la humana —, es más, podríamos olvidarnos de esta extraña enemistad y aliarnos —Por alguna razón Thea pareció entre confundida e indignada, así que seguí hablando —. Olvidaré que me colgaste de un árbol, me drogaste, me diste una paliza, me pusiste un arma en el cuello, pero sobre todo que me señalaste con el dedo.
»Ambos desconocemos esta selva y sería bueno salir con vida de aquí, no tenemos que ser amigos, solo estar juntos hasta que logremos nuestros objetivos.
—Puede que nuestros objetivos no estén alineados.
—Y puede que si, ¿buscas oro, perlas, diamante... magia? Todo eso está en Pirithias.
—Nunca afirmé que iría a Pirithias —recordó, sellé mis labios —, pero así es.
—Perfecto. Mis súbditos no son marineros y hay un gran río de por medio, podrías ayudarnos a cruzarlo.
Nuestros pasos disminuyeron a medida que hablábamos.
—¿Un río? —Me extrañó su sorpresa, pero asentí.
—¿Tienes una de esas botellas imposibles, las que tienen barcos, no? —No esperé que respondiera —Con ella podríamos atravesar el río y ahorrarnos una larga caminata para rodearlo.
Thea arqueó una de sus cejas.
—¿Tú cómo sabes lo de las botellas imposibles? —preguntó ignorando todo mi argumento.
—Sé muchas cosas, pero eso no importa,m ahora, aliémonos.
—¿Y yo qué ganaría con eso?
—En medio del peligro, más es mejor, y como dijiste tienes más conocimientos del agua que de la vida en la tierra, mis soldados son exploradores, expertos en este tipo de cosas. Además tengo un libro con las bestias de la selva y cómo matarlas...
Me miró sobre el hombro dudosa.
»Me necesitas tanto como yo a ti, Thea, ¿por qué resistirnos?
—Si lo dices de esa forma parece otro tipo de propuesta.
Alce la comisura de mis labios y pasee mis ojos rápidamente por sus labios.
—Si quieres que lo sea no me resistiré, gatita.
Hizo una mueca.
—Eres un cerdo —masculló al tiempo que se adelantaba en el camino.
No obtuve una respuesta, pero tenía la esperanza de que la diera pronto y que esta fuera positiva. No podía darme el lujo de tener piratas merodeando cerca cuando ya tenía a los Ents, druidas, sirenas y ogros a mi alrededor, ni mencionar a las criaturas que aún desconocía.
Si tenía que unirmeles, lo haría, luego me encargaría de ellos.
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