Capítulo 5
Part. 1/2
Vivir en Amoral por tanto tiempo tuvo sus ventajas, más allá de escribir guiones teatrales y tener sexo desmedido con cada linda dama, estaban los secretos y cotilleos que surgían cuando la cerveza y el vino se entremezclaban en la sangre de la clientela, las palabras salían solas y descubría todo el palabrerío político y dramático de los nobles de cada reino en Freevalburgo, pero sobre todo, conocía detalles de enemigos que nisiquiera sabía que tenía, como por ejemplo, los Exiliados.
La realeza los llamaba piratas, pese a que la mayoría de ellos vivían en el mar o cuevas, pero solo eran antisociales, rechazados, seres que se dedicaban a alborotar a las masas, robar y exigir derechos. Huérfanos provenientes de la prohibida hibridación humana con criaturas de luz, una prole que no podía ser eliminada en el nacimiento por las leyes continentales.
Y he aquí el resultado de ello.
Thea, la supuesta capitana, había cruzado sus brazos bajo su pecho, alzó su mandíbula en una tentativa de alivez tras la dramática presentación que le había otorgado Basilius.
—¿Eres capitana de una nave? —pregunté sin ocultar mi sorpresa.
—Eso fue lo que dijo Basil —Ella arqueó una de sus cejas —, ¿Qué te parece tan sorpréndete?
Había demasiadas cosas sorprendentes que podrían servir como respuesta. La mujer frente a mí no contaba con las características usuales que se solía ver entre piratas, se veía como una humana corriente del otro mundo, lo que no concordaba con su posición. Usualmente los piratas —sin inportar su sexo— eran bastante altos, gruesos de cuerpo y tendían a tener deformaciones al alcance de la vista, a veces tenían mas ojos, mas bocas u otras extremidades distintas a los humanos, ella no contaba con nada de eso, o al menos, no era capaz de verlo.
—Considerando tu actitud y otros aspectos... —La ojee de arriba a abajo aprovechando el momento para deleitarme con sus curvas pronunciadas —Cualquiera esperaría que un capitán o capitana fuera menos irreflexivo y que su apariencia se viera más como alguno de tus secuaces.
Su disgusto fue evidente, la forma en la que hizo una línea recta con los labios lo decía todo.
—Lamento desilusionarte, pero soy la capitana.
—Umj.
—Créeme o no, me da igual —aseguró.
—Fingiré que te creo —dije de lo más pasivo.
—No tienes por qué, simplemente no me importa, soy quien soy, mientras que tú... Tú solo eres un elfo inmundo.
—Un hermoso elfo querrás decir.
Gruñó algo a lo bajo que no logré escuchar mientras me miraba asesina.
—Ya cállate de una maldita vez —advirtió haciendo un puño con sus manos.
—Y ahí está, te importa tanto lo que pienso de ti que no eres capaz de controlar tus impulsos salvajes —seguí guiñándole un ojo.
—Escucha elfo, no podría importarme menos lo que pienses o no de mí, no estoy para convencerte.
¿Por qué tenía que llamarme de esa forma? No es que no fuese un elfo, pero su entonación descalificativa se me hacía cada vez más persistente y molesta.
—¿Sabes? Pocos tienen el honor de llamarme Elysian, pero por las próximas coaliciones entre ambos te lo concederé, ya que es posible que te cueste decir alteza o príncipe...
Jadeó una risa burlesca e hizo una falsa reverencia.
—Le agradezco los honores, su excelentísima alteza real, es solo que... —Su mirada felina se dirigió a mi despectivamente —Aquí no eres ningún príncipe, tu nobleza poco me importa, así que acostúmbrate, elfo.
Apreté la mandíbula, su existencia me refrescaba todas las razones por las que no toleraba a los humanos, sobre todo a los híbridos.
—Tampoco tienes que ser grosera —bufé.
—Tú me provocaste, cariño, eso te enseñará a saber quien manda de aquí en más.
Divisé entre los dos grandulones y la mediana mujer, ya me estaba acostumbrando a verlos de cabeza, aunque mi percepción de la realidad se estaba distorsionado.
—No me culpes por dudar de tu jerarquía, según los dibujos de criminales Exiliados, el capitán de la tripulación 14 es un hombre muy corpulento, con tentáculos en la cara, creo que se llamaba... —Entrecerré los ojos —¿ Tarrence?
Los hombros de Thea se tensaron ligeramente y algo en su expresión cambió, pero aquello desapareció tan rápido que no tuve oportunidad de identificarlo.
—¿Esa boca tuya no tiene límites, cierto? Hablas y hablas como un loro —Me encogí de hombros.
—Solo te hice una pregunta inocente.
—No responderé a un simple elfo.
—No soy un simple elfo. Soy el pri...
—No me importa —cortó —, ya sé que eres Elysian Morthe, hijo segundo, príncipe de Feir y no recuerdo qué más.
—Da igual, de todas formas no creo que seas la capitana, solo una impostora con gran ambición.
—Si lo soy —refutó moviendo la cabeza de forma chistosa —, he sido encomendada para proteger mi tribulación y la sagrada nave 14.
—¿Desde cuándo?
—Hace dos semanas —respondió casi al instante, eso me causó gracia.
Intenté retener la risa que se formulaba en mis comisuras, ella estaba cediendo a mi juego más viejo; joderle la paciencia.
—Entonces, llevas dos semanas siendo capitana... —Hice una línea recta con mis labios y dije, irónico; —eso es impactante, pronto te saldrán canas.
Thea dio los pasos que le faltaban para estar a centímetros de mi y volvió a clavar su sable en mi cuello, su perfecta dentadura blanca amenazó con arrancarme la carne de un mordisco insano.
—No estás en condición de burlarte de mí —señaló la cuerda —. No toleraré escucharte más, así que mantente callado o te cortaré la lengua.
—Calma, gatita, necesito mi lengua para más que hablar.
—¡Basil! —gritó, como si él no estuviera a dos pasos de ella.
—Si, señora.
—Duerme a este imbécil, su voz me causa arcadas.
Abrí los ojos en exceso.
—¡Hey, espera, no, no, no! —exclamé, sacudí mi cuerpo de un lado a otro —Prometo que me quedaré callado, por favor.
Puso los ojos en blanco y alzó una mano deteniendo a sus hombres.
—Una palabra más y ya sabes lo que vendrá.
Me limité a quedarme en silencio, no podía darme el lujo de permitir que me durmieran otra vez o peor, que me cortaran la lengua, ya conocía el alcance de los suyos y no había por qué provocar más.
Exhalé con pesadez, la sangre en mi sien se había secado y ya no sentía mis piernas, ser inmortal no me eximía de ese tipo de malestares.
Luego de un rato los dos grandulones se marcharon y su capitana se tardó más de lo aceptable encendiendo una simple fogata, tiró unas maldiciones al viento antes de darse por vencida, tenía que admitir que me tembló la boca para soltar alguna burla, pero me resistí.
Al momento mi mente me recordó la piedra lunar, se había caído de mi bota cuando intenté soltarme de este martirio. La busqué con la mirada, aún estaba tirada, mis raptores pasaron de ella, lo cual era señal de que desconocían su valor.
«Necesito bajar de aquí» pensé al tiempo que un sutil rayo de sol cegaba mi visión. Amanecía.
La cueva en la que descansaban mis compañeros no debía estar muy lejos de aquí y a estas alturas deberían haberse dado cuenta de que no estaba con ellos, podría gritar para llamar su atención, pero no era una buena opción, estos piratas no se veían intimidados ante mi posición, lo que les otorgaba la libertad de matarme si daba un paso en falso.
Volví a ver a la mujer, se había puesto en pie al ver a uno de sus compinches salir de entre la arboleda.
«Si tan solo tuviera mi cuarzo...».
—¿Encontraste a Orit? —preguntó al instante.
—Si, Belacor lo tiene, se quedó atrás cazando algo para comer —respondió Basilius.
Él me miró de reojo y Thea hizo lo mismo, estaba seguro de que ellos tenían una conversación ultra secreta de miradas y susurros sobre mi persona.
—Haremos lo que ordene, mi señora, pero honestamente no confío en el stulte —¿Stu qué? —Además, no creo que esté solo.
—Tampoco yo —Se volvió a verme, gracias a la bendita luz del día pude reconocer el grisáceo tinte de tus ojos, contrastaba bien con la mata de rizos blanquecinos que ahora estaban atados en una coleta desajustada, algunos resortes caían en su cien dándole un aspecto despreocupado —. ¿Dónde están tus guardianes?
De pronto veía a dos mujeres idénticas hablarme, ya me estaba dando malestar esto de estar de cabeza, me preguntaba cómo podían los murciélagos permanecer así por tanto tiempo.
—Estoy solo.
—No te sirve de nada mentir —farfulló parándose frente a mi.
—Digo la verdad.
—Un príncipe solo en la selva más peligrosa del continente, sin soldados que lo protejan.
»Los de tu calaña suele creer que todos los no nobles son zopencos ¿Te parezco tan idiota para no deducir que estas acompañado? —Sus preguntas no esperaron una respuesta —, si me dices dónde están tus compañeros y por qué están aquí voy a considerar bajarte de allí.
Achiqué los ojos buscando alguna mentira en ellos, pero no podía darme el beneficio de la duda, si seguía colgado de aquí moriría
Entre nuestra amena charla me di cuenta de que tenía un tatuaje en el hombro, no se veía completo por su chaqueta de cuero a medio poner, pero los indicios de algo que parecía una rosa se dibujaban sobre su hermosa piel morena.
Ella hizo un gesto para llamar mi atención de vuelta.
—Bien, vine con otros dos soldados —mentí con seguridad. «Jamás dije nada de decir toda la verdad» Ella esperó a que siguiera hablando —, ¿Para qué viniste tú?
Puso las manos en jarras.
—Que no se te olvide que el que está colgado de cabeza en un árbol eres tú, por ende, yo hago las preguntas y tú las respondes.
Estiré los labios haciendo una mueca.
—¿Siempre eres así de intransigente? —La burla en mi tono era evidente, pero era obvio que su reacción no sería de risas —, bien, bien, ya no haré más preguntas, gatita. En realidad estoy aquí por... Una bestia.
—¿Una bestia? —repitió sin ocultar el asombro.
—Si. Un dragón, su sangre y piel son muy valiosas para los elfos, sirven para nuestras armas y tratamientos medicinales.
Sus labios redondos se torcieron, no me creía ni una palabra.
—Él rey de los elfos no es tan estupido como para mandar a su único hermano hasta aquí solo por un... dragón —dijo con evidente ironía, me dio la espalda y ante mi silencio dejó las carcajadas —, y menos sabiendo que no tiene herederos.
»¿O si lo es?
—Tienes razón —declaré, eso la hizo voltear a verme por lo que subí «bajé» rápidamente la mirada —. Él no lo sabe, vine por cuenta propia. Después de la pérdida del primer hijo de la reina, el erudito de mi reino dijo que había una imposibilidad de que volviera a engendrar, la leyenda dice que el sacrificio de un dragón y un ciervo blancos ayuda con la fertilidad... Esa es nuestra única esperanza.
«No soy tan malo después de todo».
Su expresión de incredulidad era un poema, sus labios redondos se fruncieron levemente y sus cejas formaron una curvatura chistosa.
—Eso es lo más estupido que he escuchado en mi vida.
Maldita sea esta mujer.
—Juro por los cuatro dioses que así es —«perdóneme, dioses» —, soy testarudo y un alma aventurera, he hecho muchas estupideces sin razón, pero estar aquí para mi no lo es.
Se quedó en un silencio breve, sentía su mirada traspasar cada poro de mi piel.
—Me quedan claras tus aventuras, hay un rumor sobre lo qué haces en Amoral.
—Mi fama me precede.
—En fin... Es absurdo, ¿No es más fácil que tu hermano cambie de esposa o que tú seas rey? —murmuró desganada, ella se volvió a voltear para dirigirse a su compañero.
—No creo que sea absurdo, el rey profesa un amor profundo por su esposa y jamás la remplazaría, ni tendría concubinas, o haría algo que le hiciera daño, es el efecto de amar de verdad.
Thea exhaló, pero no dijo nada, al menos no en ese instante.
El otro compañero de la pirata apareció al fin, en sus manos tenía a una criatura. Era un llwynofly, un zorro con alas. Nunca había visto uno de cerca, pero era diminuto, su pelaje rojo contrastaba con las puntas blancas de sus alas y tenía unos ojos saltones como los de Khaz.
—Aprecio tu intento, pero sé que estás mintiendo —Thea tomó al pequeño ilwynofly entre sus manos —. El rey de Elfaire está al borde de la muerte, ¿cierto? según mis cuervos lo hechizaron y dudo que un simple ciervo blanco o un dragón sea la solución para deshacer el mal —completó astuta. Acariciaba el pelaje de su criaturita con suma tranquilidad —. Debería matarte ahora mismo por tu embuste, pero seré razonable y aprovecharé monetariamente cada instante del martirio que representará tenerte cerca.
Por todos los demonios.
—Bien, me descubriste, pero no tenemos que ir a los extremos... Déjame ir y prometo que...
—Ash, ya vas de nuevo —Se alejó.
—¡Al menos bájame de aquí, dijiste que lo harías!
—Dije que lo consideraría, pero mentí así como tú lo hiciste.
—Por favor, ya no siento las piernas —supliqué —, tú también mentirías si estuvieras colgado de cabeza a metros del suelo.
—¿Vas a decirme la verdadera razón por la que estás aquí? ¿Qué es lo que buscas, por qué y para qué ?
Cerré la boca mientras debatía lo que debería o no decirle, estaba seguro que si me quedaba más tiempo en esta posición moriría por algún derrame, sería una muerte humillante.
Tomé aire antes de contarle una versión menos específica de mi misión, en la que remplacé a las mouras por otro tipo de poderes míticos. Aquello pareció tener un ápice de función, porque Thea asistió y dijo:
—Perfecto. Bájenlo.
...
Stulte: entupido o idiota /"grandísimo idiota"
"Estúpidamente".
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