5.- Anhelos.
Ángelo.
—¿Esta niñera si sobrevivió a los tres desastres? —inquiere Franco con curiosidad.
Había pasado una semana desde que Daphne llegó a la casa. Y sorprendentemente, las tres niñas parecen adorarla. Sobre todo, Antonella.
—Parece ser que le va mejor que a las anteriores —expreso—. Se lleva bien con Antonella, y Bella parece acoplarse mejor a ella. Así que creo que puede ser la definitiva.
—Es bueno saber eso, porque de lo contrario estarías en problemas —bromea—. Y no quiero quedarme sin mi mejor amigo.
—Oh, vamos, no te pongas sentimental —objeto, pero con una sonrisa en los labios—. ¿Arreglaste el pago de este mes?
—Con suerte, tal vez podremos apelar —dice con seguridad—. Y librarte de esa obligación.
—Es lo que más deseo —me incorporo de la silla, acomodándome el saco mientras observo la hora en el reloj—. Anto debe de estar por salir del colegio.
—¿Y eso qué?
—Tengo que asegurarme de que Daphne esté ahí para recogerla —informo—. No quiero que vuelva a escaparse.
—Oh, vamos. Está en la edad —Franco se deja caer con descuido sobre el sillón—. No vas a decirme que a tu edad eras un adolescente ejemplar.
—No fingiré que fui un santo, pero no me escapaba toda la noche, al menos tenía la decencia de volver.
Se suponía que el contacto con Daphne era solo para lo necesario, pero lo cierto es que, por alguna razón, yo quería mantenerme al tanto de todo lo que pasaba con las niñas.
Daphne responde que se encuentra justo en la entrada, y algunos minutos después, envía una foto junto con Antonella. Solo en ese momento me permito guardar el celular.
—Y decías que no las querías contigo.
Resoplo con molestia.
—Es complicado. Pero creo que está resultando mejor de lo que esperé. Tenerlas en casa es un desastre, pero puedo con ello. Es mucho mejor que separarlas. Lucca no me lo hubiese perdonado.
—En eso coincidimos. ¿Cómo lo llevas?
Sé a lo que se refiere, me lo pienso por un momento antes de responderle.
—Lo mejor que puedo. Lo echo de menos, pero está pasando. A veces creo que fue buena idea que se mudara tan lejos, porque el no tener contacto con él, sirvió.
—Eso no quiere decir que no te duela, está bien admitirlo, Ángelo. Nadie va a juzgar porque sufras por la muerte de tu hermano.
No respondo, fijo la atención en las carpetas que están frente a mí, pero eso no impide que mis pensamientos se centren en Lucca.
—Ángelo sé qué crees que demostrar sentimientos por alguien es sinónimo de debilidad, pero tu hermano murió y no has hecho nada más que trabajar y trabajar.
—Es lo que debo hacer. Tengo unos casinos que dirigir.
—Sabes que no, sabes que te duele que Lucca esté muerto, así como cuando ocurrió...
—No te atrevas —advierto mirándolo—. Ese tema no está permitido.
—Ángelo...
—Como llevo mis duelos no es tu problema, Franco. Que las hijas de Lucca estén ahora conmigo no hace ninguna diferencia, seguiré siendo el mismo Ángelo que decidí ser cuando volví a Italia. Y nunca más voy a dejar de serlo.
—Va a terminar por matarte —masculla incorporándose.
—Al menos me aseguraré de que nadie pase sobre mí otra vez —elevo el mentón, mostrándome firme—. Y si no tienes nada más que decir, déjame solo. Necesito trabajar.
No pone objeción, me da la espalda y se marcha de la oficina sin mirarme de nuevo.
Cuando me quedo solo, tomo una profunda inhalación antes de apoyarme contra el respaldo de la cómoda silla, y cierro los ojos.
La punzada vuelve, pero como en todas las veces anteriores que se ha presentado, me obligo a mí mismo a dejar de sentirla. No puedo permitirme fragilidad, ni siquiera por Lucca.
Decidí ser alguien diferente cuando volví a Italia, y nada iba a hacerme cambiar de opinión.
Es tarde cuando vuelvo a casa. Dejé de preocuparme por las niñas cuando Daphne aseguró que todas estaban en sus camas así que decidí quedarme un poco de tiempo más en la oficina antes de volver.
La oscuridad me recibe apenas ingreso, me quito el saco y aflojo la corbata mientras camino hacia las escaleras, sin embargo, la luz proveniente de la cocina me detiene.
Es tarde para que la señora Wilson esté ahí, así que cambio la dirección de mis pasos y me dirijo a la cocina.
Daphne está ahí, me da la espalda mientras parece demasiado concentrada en preparar algo.
—Es tarde —se sobresalta cuando escucha mi voz. Gira y solo en ese momento reparo en que tiene una taza de café entre las manos.
—Señor Lombardi —deja la taza sobre las losas antes de mirarme—. No lo escuché llegar.
—¿Las niñas se han dormido?
—Hace bastante rato —informa—. Justo a las nueve.
—Bien.
Retrocedo, dispuesto a marcharme, pero ella me llama otra vez.
—Hay un asunto, respecto a Bella —cierro los ojos por una fracción de tiempo y suspiro—. El director quiere una junta con usted. Dice que la conducta de Bella es "inaceptable" dentro del colegio.
—¿Le explicaste la situación?
—Lo intenté. Pero soy la niñera, lógicamente no quiso escucharme. Dijo que si Bella incurre de nuevo en esa conducta, tendrán que hablar de suspensión y...
—Por favor, apenas y tiene seis ¿Qué tan inaceptable puede ser su conducta? —resoplo con molestia, lanzando un saco contra una de las sillas y me apoyo contra la barra de la cocina.
—¿Quiere un poco de café?
Apenas asiento, ella se da la espalda y me permito mirarla un poco más a detalle. Parece portar una especie de pijama, su cabello se encuentra recogido en una coleta despeinada que se balancea a cada movimiento.
Un par de minutos después, desliza la taza hasta quedar frente a mí. Se posiciona sobre uno de los bancos, así que hago lo mismo.
—Tal vez puede llevarla con algún psicólogo —sugiere—. La pérdida de sus padres fue complicada, debería contar con ayuda para superarlo.
—¿Crees que lo necesite?
—Creo que no ha entendido lo que ocurrió. Llama a su madre, y parece tener la idea de que yo estoy aquí solo mientras ellos vuelven. No soy psicóloga, pero creo que su actitud, es solo un método para hacer que sus padres vuelvan.
—Fue tan repentino, un accidente y ellos murieron —fijo la atención en el líquido caliente—. ¿A qué hora debo ir con el director?
—Sabe que es un hombre ocupado, así que dijo que se presentara a la hora que mejor le pareciera —traza círculos siguiendo el borde de la taza y luego voltea—. Debe hablar con un terapeuta, es lo mejor para ellas.
—Lo tendré en consideración —expreso.
Ninguno habla durante el tiempo que sigue, permanezco en un silencio cómodo simplemente bebiendo café y cuando las tazas quedan vacías, me incorporo.
—No tienes que hacer eso —expreso cuando la miro enjuagar los trastes sucios—. Hay personas que se encargan de la limpieza.
—¿Por qué esperarlos si puedo hacerlo ahora? —se encoge de hombros mientras habla.
—El sueldo no lo incluye.
—Ya es bastante ostentoso —responde con una leve sonrisa. Niego un par de veces antes de tomar el saco, y retroceder con el propósito de ir a mi habitación.
—Buenas noches, Daphne.
—Descanse, señor Lombardi.
—Ángelo —me mira sin entender cuando le respondo, así que me veo en la necesidad de aclararlo—. Solo dime Ángelo.
Sonríe levemente antes de asentir.
—Descansa, Ángelo.
Me despido con una sonrisa, tengo la disposición de ir directamente a mi habitación, pero por alguna razón, termino deteniéndome frente a la de mis sobrinas.
Abro la puerta con ligereza, la lámpara en forma de luna brinda una escasa iluminación, pero perfectamente puedo mirar dormir a Bella y a Lía.
Me acerco hasta las camas que están casi juntas, ambas duermen profundamente, sus respiraciones son suaves y antes de poder darme cuenta, estoy sonriendo.
—No debiste dejarlas, Lucca —susurro acariciando la cabeza de la pequeña—. Van a necesitarte.
Luego voy hacia la puerta que comunica a la habitación de Antonella. La habitación está un poco más iluminada, y me permite ver todo le desorden que hay.
Sin embargo, solo fijo la atención en Anto.
Parecía la más afectada de las tres, creyendo que tenía la responsabilidad de cuidar de sus hermanas, haciendo la figura que solía pertenecer a sus padres. No debía ser tan duro, e intentaba ser tan comprensible como podía, pero a veces era demasiado.
Cuando volteo, mi atención se posa en la fotografía que cuelga de una de las paredes. Es una familiar, en donde aparecen Lucca, Jenna, y las tres hermanas. Ubico el momento, fue para el cumpleaños número quince de Anto.
Me he resistido a mirar fotografías de mi hermano, porque sabía que no iba a tolerarlo. Pero aun sabiendo eso, no dejo de mirar.
Sonríe hacia la cámara, con un gesto cálido mientras abraza a su esposa e hijas. Él siempre fue así, hogareño, cálido, siempre fue feliz.
Odiaba admitir que la razón de nuestro distanciamiento, fue justamente eso. Su familia. Porque él tenía todo lo que yo en un momento deseé. Porque todos parecían obtener todo lo que yo anhelaba, pero la vida se encargaba de negarme.
Y aunque intenté solucionarlo, nada fue lo mismo. Y perderlo me hacía sentir tan culpable, porque ahora es cuando me daba cuenta del tiempo que desperdicié. De todas las horas que pude pasar con él, y ahora solo están en el olvido.
Y ahora tenía que cuidar de sus hijas, y jugar un papel que no quería. Ellas implicaban sacrificios, y yo me prometí a mí mismo no volver a hacer ninguno por absolutamente nadie.
Sin excepciones.
Pero una vez más la vida se encarga de recordarme que mis anhelos, no puede volverse realidad.
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¡Nos leemos mañana! No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí.
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