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49.- All'infinito

Ángelo.

Un año ha pasado, el tiempo se ha consumido con rapidez y nos ha traído hasta hoy, hasta el momento tan ansiado.

Las cuatro estaciones del año habían trascurrido, llevándose al tiempo consigo y ahora estábamos en el mismo punto, con la nieve cayendo en el exterior, con el clima frío envolviéndonos por completo y la navidad a cinco días de celebrarse.

Hoy es diecinueve de diciembre, el día de nuestra boda.

—¡Date prisa! —apresura Antoni mientras golpea la puerta de la habitación. Ruedo los ojos mientras camino hacia donde se encuentra y abro.

—¿Por qué gritas tanto? —reclamo—. Por si no lo sabes, la boda es hasta dentro de seis horas.

—Lo sé —dice—. Pero tenemos que ir hacia mi casa, llevar tus cosas ahí y preparar todo antes de que las chicas lleguen porque recuerda...

—Es mala suerte ver a la novia antes de la boda —termino la frase antes que él, misma frase que lleva repitiendo desde ayer por la noche —lo sé.

—Bueno, si lo sabes entonces date prisa —advierte señalándome—. Jacob irá con nosotros, el hombrecito debe estar con todos los caballeros.

Sonrío. Antoni y Jacob parecían haber creado una entrañable relación tío/sobrino. Mi hijo adoraba pasar tiempo en casa del tío Antoni, e ir de pesca con él, pasatiempo que mi hermano había adoptado hace unos meses y al que Jacob se había vuelto fanático.

Bella reclamaba constantemente, parecía que mientras más crecía, más quería convertirse en el centro de atención. A sus ocho años había abandonado los berrinches, pero era una experta en la manipulación, tanto que Daphne y yo estábamos preocupados, sin embargo, sus reclamos paraban tan pronto como su tío le decía que debía subirse a un bote.

La señorita finura no sería capaz de hacerlo.

—Hola, futuro esposo —volteo hacia la puerta, Daphne me sonríe de forma emocionada cuando nuestras miradas se encuentran—. ¿Preparado?

—Eso no se pregunta, futura esposa —respondo acercándome—. ¿Antoni te ha apresurado también?

—Jodi —dice rodando los ojos—. Dice que los estilistas vendrán pronto y que debo estar lista cuanto antes.

Coloco las manos en su cintura y la atraigo a mi cuerpo. Nuestros labios se encuentran y sonrío contra sus labios antes de apartarme.

—Sally y mi madre se harán cargo de los desastres —informa—. Antonella se arreglará con las damas y conmigo, y según entendí, Jacob irá con ustedes.

—Exactamente —concuerdo—. No sabes como deseo que estas seis horas se acaben, ya quiero verte en ese bonito vestido y llamarte oficialmente mi esposa.

Ella ahoga un grito y da un par de palmadas que me hacen reír.

—¡Ángelo! —retengo la maldición antes de resoplar con fastidio. Daphne ríe apartándose algunos pasos.

—Te veo en seis horas, futuro esposo —dice empleando un tono coqueto que regresa la sonrisa a mi rostro.

—Te veo en seis horas, futura esposa —sonrío ante el pensamiento de que la próxima vez que nos veamos, será para convertirnos en marido y mujer.

Retrocede lanzando un beso hacia mí y luego se marcha. Apenas han pasado un par de minutos hasta que Antoni vuelve y me repite que debemos darnos prisa.

—Maldición, hermano —dice mientras tomamos lo necesario —parece que quien se casa soy yo.

Las comisuras de mis labios se curvan en una sonrisa mientras sacudo la cabeza ligeramente.

—Eres demasiado desesperado —musito tomando la bolsa en donde el traje se encuentra, me lo cuelgo sobre el hombro sosteniéndolo del gancho y tomo lo demás, la caja de zapatos, el lazo, y los accesorios.

Cuando salimos, pasamos por la habitación de Jacob quien nos mira emocionado cuando nos ve en la puerta, sonrío cuando él toma la bolsa en donde se encuentra su traje y lo cuelga sobre el hombro, como nosotros.

Jacob solía imitar los gestos y actitudes, Daphne decía que era adorable ver como trataba de comportarse igual que yo, en la forma de caminar, cuando interrumpía alguna conferencia y se quedaba en silencio solamente observándome, como si quisiera memorizar cada palabra y gesto de mi rostro.

Una parte de mí consideraba que tal vez, el podría ser el siguiente director de los casinos. Antoni decía que lo tenía todo, pero a sus seis años posiblemente no estaba pensando en los negocios de la familia.

—¿Estás listo hombrecito? —inquiere mi hermano.

—¡Sí!

—Vamos entonces —le hago un gesto con la cabeza para que nos siga, resisto las ganas de ir hacia la habitación y despedirme de Daph porque es seguro que Antoni gritaría hasta quedarse sin voz para apurarme.

Nos montamos en el auto con Joey, quien nos llevará a la casa de Antoni en donde esperaremos a Franco.

Durante el camino mi hermano es el encargado de recordarme todas y cada una de las cosas que debemos hacer, mientras habla, Jacob lo observa con las cejas fruncidas y luego dice:

—Tío, ¿Cómo es que recuerdas todo eso? —no retengo la risa, ganando una mirada de advertencia de Antoni.

—Porque tengo buena memoria —responde él.

—Te pareces a una computadora —dice y parece hablar tan enserio, que esta vez no aguanto la carcajada.

—Si, Antoni, pareces una computadora —lo molesto—. ¿De qué marca eres?

—Eres un imbécil.

—¡Mala palabra! —reprende Jacob y arqueo una de mis cejas, observando a Antoni— tío cuando se dice una mala palabra, hay que pedir disculpas.

Soy consciente de la manera en la que Antoni frunce los labios con evidente desagrado, pero termina sonriendo de manera irónica mientras me mira.

—Lo siento, hermanito —murmura con evidente sarcasmo—. Que conste que esto es solo por tu hijo.

—¿Sabes Jacob? Deberías salir más con nosotros —sugiero—. Porque tu tío Antoni necesita clases de modales.

—Joder... ¡lo siento, lo siento! —exclama cuando Jacob entorna los ojos hacia él.

Mi hermano opta por mantener la boca cerrada en lo que resta del camino y eso me causa cierta diversión. Para cuando llegamos al complejo de lujosos apartamentos, el auto de Franco ya está en el estacionamiento.

—Vaya, hasta que llegan —reprende y luego mira a Jacob—. Hola hombrecito.

—Hola tío Franco —saluda mi hijo mientras camina con gesto seguro hacia las escaleras, mi amigo me mira con una de sus cejar arqueadas y solo puedo encogerme de hombros.

—Es como un mini hombre de negocios —dice divertido mientras ingresamos al lobby.

—Será igual que su padre —respondo con orgullo.

Nos adentramos al elevador y mientras subimos, tomo el celular para enviarle un par de mensajes a Daph. Ella responde que Jodi ha llegado a la casa y que probablemente comiencen con los preparativos.

También tengo un par de mensajes de Bianca, la encargada de logística de los casinos sería también la encargada de organizar la fiesta de la boda. Me envía varias fotos del decorado del inmenso jardín en donde se llevaría a cabo la recepción y me impresiono ante lo increíble que luce.

Tal y como lo deseamos.

—Bueno, pónganse cómodos caballeros —dice Antoni apenas ingresamos.

Hay una mesa justo en el centro con un par de vinos y copas en ella, y como no, también varios jugos de sabores de los cuales Jacob se apodera apenas los ve.

Quedan aproximadamente cinco horas para la ceremonia en la iglesia, pero soy consciente de que el tiempo puede irse más rápido de lo pensado, así que no me confío tanto.

El siguiente par de horas Jacob se entretiene mirando caricaturas en la inmensa pantalla de mi hermano, y nosotros bebemos un poco, pero no lo suficiente, antes de comenzar a prepararnos.

De pronto la habitación de Antoni queda llena de sacos de ropa, cajas de zapatos, y un desastre de ropa que Jacob hizo al chocar contra una pila de camisas mientras corría de Franco.

—Estás listo —le acomodo un poco más el lazo a Jacob y le paso la mano por el cabello— tan apuesto como tu padre.

Él sonríe enseñándome los dientes y se baja del banco con un salto.

—No vayas a ensuciarte, ¿de acuerdo? —pido.

Cuando me aseguro de que no tiene planes de correr por todo el piso de mi hermano, me concentro en mí.

El traje es de un azul marino se ajusta a mi cuerpo de una manera perfecta. El color de la tela es casi brillante, me tomo el tiempo para acomodar el lazo alrededor del cuello y ajustarlo bien para evitar que se mueva.

—A Lucca le hubiese gustado tanto verte así —volteo cuando escucho la voz de Antoni. Está apoyado contra el umbral, con un vaso de vino en la mano.

—Me vio así —le recuerdo.

—No cuenta —dice con una sonrisa—. Quiero decir, le hubiese gustado verte en una iglesia esperando a tu futura esposa.

Permanezco en silencio, acomodándome el pequeño ramillete en el costado izquierdo del pecho.

—Sé que dijiste que no querías que nos pusiéramos sentimentales, pero...—se detiene por algunos segundos mientras se aparta de la puerta— estoy orgulloso de ti, Ángelo.

Tomo una corta inhalación cuando él dice aquello.

—Gracias —susurro—. Significa mucho para mí saberlo.

—Sé que con todo lo que ocurrió y el asunto de Lucca...

—El asunto de Lucca es pasado —lo interrumpo—. No me pasaré la vida resentida con él por mentirme, he dejado de verlo como el hombre intachable y hermano ejemplar, pero no he dejado de quererlo, ni de extrañarlo cada día de mi vida, Antoni. Amo a sus hijas, y las amo como si fuesen incluso mías y me reprocho el no haber convivido con ellas antes, el no haber aprovechado el tiempo con Lucca cuando tuve la oportunidad, pero no puedo cambiar el pasado.

Le doy la espalda a mi reflejo, tomando una inhalación que me impulsa a hablar.

—No puedo cambiar su muerte —mi voz tiembla—. Ni sus errores, no puedo hacer nada más que ser mejor que él, y cuidar de sus hijas. Cuidarlas como Jenna hubiese deseado, como ella lo hubiese hecho de estar en mi lugar.

—Eres mucho mejor que él, mucho mejor que todos nosotros —asegura con una sonrisa—. Es tu momento de brillar.

Antes de que pueda darle una respuesta, el grito de Franco se escucha en la planta baja.

—¡Dense prisa! —reclama con impaciencia—. ¡Se supone que es la novia la que llega tarde, no el novio!

Antoni y yo compartimos una mirada antes de carcajearnos al mismo tiempo, sin embargo, hacemos lo que franco dice.

Bajamos sin perder ni un solo segundo más porque mi querida, amada y futura esposa, espera por mí.

El Santuario San Camillo de Lellis nos da la bienvenida con su impresionante construcción, hay varios autos estacionados sobre la calle con invitados bajando de ellos.

Franco se encarga de bajar con Jacob mientras Antoni y yo caminamos hacia el sitio en donde ya debería de estar.

Con cada minuto que pasaba la hora se aproximaba, y los nervios que hasta ahora había conseguido mantener a raya amenazaban con consumirme por completo.

La madre de Daphne y Sally ya se encuentran en el lugar cuidando de Bella y Lía, mis sobrinas portan exactamente los mismos vestidos y las coronas de flores que traen en el cabello las hace lucir tan adorables.

—Bien, hermano —Antoni palmea mi hombro—. Es hora.

Nos abrimos paso hacia el frente de la iglesia, los arreglos florales que hay por todo el camino dan un aroma fresco, como si en vez de una impresionante construcción, nos encontrásemos en medio de un campo floral.

Tomo una inhalación acomodándome el traje y paso la mirada alrededor. Los invitados han tomado sus lugares, Jacob y Bella se encuentran sentados en una de las primeras filas y los miro por algunos segundos antes de desviar la atención al frente.

Los nervios se disparan en mi organismo mientras me repito que puedo hacerlo, que puedo esperarla aquí y no ir corriendo hacia donde ella se encuentra. El deseo de verla aumenta cada vez más, crece con cada segundo que ella aguarda detrás de la puerta de madera al final del pasillo.

—Iré por tu chica —dice Antoni con una sonrisa cálida—. Y procura no desmayarte.

La risa que me invade al escucharlo hablar logra disminuir tan solo un poco los sentimientos de nerviosismo y ansias por mirarla. El padre se coloca detrás de mí, y entonces lo escucho.

La característica música de la marcha nupcial, al mismo tiempo que las puertas se abren.

Lía es la primera en aparecer es Antonella, va vestida del mismo color de Bella y Lía, un vestido en color rosa, hecho de seda que las hace lucir como de la realeza.

Soy consciente de la mirada que me dedica mientras avanza por la alfombra roja, un "aguanta un poco más" se lee en sus labios mientras se coloca en su sitio. Jodi es la segunda en aparecer y me siento necesitado de verla, de mirarla de una vez.

Cuando su recorrido acaba, me enternezco al ver a Lía. Camina con un encanto natural, dando sonrisas a las personas de su alrededor y algo en mí estalla cuando consigo leer lo que dice el pequeño letrero:

"Tío Ángelo, prepárate. Aquí viene el amor de tu vida"

Mi visión se nubla en el segundo en el que ella aparece, viene del brazo de Antoni, sonriendo de una manera en la que nunca la había visto. Camina con paso seguro, eliminando cada vez más la distancia entre nosotros.

Y Dios, luce tan...sublime. El vestido la hace lucir tan preciosa como no pude imaginar, como toda una diosa.

Conforme se acerca intento grabarme su imagen, intento tatuarla en mi memoria. Mis ojos recorren cada detalle del vestido que tiene puesto, el corsé se ajusta perfectamente a su cintura, los diamantes incrustados destellan con cada movimiento, y la falda voluminosa del vestido tiene rosas bordadas en tonos rosas y pasteles.

La piel de sus hombros queda al descubierto con las mangas caídas y brilla cuando un rayo de luz la golpea, lleva su cabello suelto, libre, y una preciosa corona la deja ver como lo que es: toda una reina.

Me veo en la necesidad de tallarme los ojos para eliminar las lágrimas y recomponerme antes de que ella llegue, porque, Dios santo, es tan bella, y va a ser mi esposa.

La mujer que camina hacia mí, que está cada vez más cerca, que luce tan sublime, tan perfecta, va a ser mi esposa.

Pronto está solo a unos pasos de distancia, tan cerca que no resisto el yo avanzar los pasos que faltan y una risa divertida me deja saber que se ha dado cuenta de eso. Cuando extiende la mano y sus dedos tocan mi piel, creo que en verdad puedo desmayarme.

—Estás preciosa, mia regina —susurro con la voz cargada de emoción—. Tan preciosa como nunca.

—Y tú no te quedas atrás, mi sexi italiano —pronuncia.

El azul de sus ojos reluce mucho más, hay una expresión radiante en ella, la sonrisa de sus labios es sincera, genuina, es como el gesto más bonito que he visto jamás.

Afianza el agarre en mi mano y da un paso hacia adelante, no aparta la mirada de mis ojos mientras ambos giramos hacia el padre, y luego colocamos la mirada al frente, dispuestos a empezar con la unión que perdurará por el resto de nuestras vidas.


Daphne.

La cuenta regresiva ha llegado a su fin, estamos aquí justo ahora frente al altar escuchando al padre dirigir la ceremonia.

Él habla, pero lo cierto es que por más que me esfuerzo no puedo centrar la atención en él, no consigo hacerlo por mucho que lo intente.

No he dejado de sentirme nerviosa desde esta mañana y la sensación no ha disminuido aún cuando ya nos encontramos aquí, aún cuando tengo a Ángelo sosteniendo mi mano de una manera tan firme que me hace sentir segura.

Es como si una parte de mí no se creyera del todo que nos estamos casando, que estoy portando un precioso vestido de novia, y estamos a punto de ser marido y mujer.

Ha sido un año de larga espera, un año en donde en más de una ocasión pensamos adelantar la fecha porque ninguno quería seguir esperando, pero lo conseguimos, fuimos tan pacientes como nunca antes y ahora estamos aquí, en nuestra maravillosa e increíble boda.

Me siento como en una especie de cuento de hadas en donde yo soy la protagonista, en donde nuestro final feliz ha llegado después de un largo tiempo, y creo que puedo despertar en cualquier segundo.

¿Es así como se siente ser extremadamente feliz?

El hombre frente a nosotros sigue hablando, lo hace de una manera fluida, alegre, y cuando nos mira, me obligo a prestar atención porque sé que el momento ha llegado.

Antonella se acerca con los anillos, Ángelo me sonríe mientras repite exactamente las palabras que el padre dice.

—Ángelo, ¿Aceptas a Daphne como tu esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de tu vida hasta que la muerte los separe?

Su mirada se ilumina de una forma preciosa, mientras asiente y desliza el anillo por el dedo indicado.

—Sí, acepto —su voz brota cargada de emoción mientras una sonrisa se apodera de sus labios.

—Daphne, ¿aceptas a Ángelo como tu esposo, para amarlo y respetarlo, para estar con él en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de tu vida hasta que la muerte los separe?

Él sigue sonriendo, haciéndolo de una forma tan radiante y en ese instante, en ese momento tan sublime y magnífico...

Le doy el sí, para el resto de mi vida.

—Sí, acepto —las palabras brotan de forma segura, sin ninguna duda.

—Por el poder que la iglesia me confiere, yo los declaro, marido y mujer —un estallido de gritos y aplausos nos envuelve—. Puede besar a la novia.

Ángelo no lo duda, su firme mano se posiciona en la parte trasera de mi espalda, inclina el cuerpo hacia adelante apoderándose de mis labios y me sostiene contra él.

Es un contacto de segundos, pero se siente tan bien, se siente tan bien como nunca lo imaginé. Nos hemos besado muchísimas veces, pero ahora, ahora todo se siente absolutamente mágico.

Cuando se aparta, una sonrisa preciosa me recibe.

—Hola, esposa.

La palabra causa un mar de emociones en mi sistema, un torbellino de sensaciones magnificas que me hacen creer que puedo perder la cabeza. Mi corazón se acelera de una forma inigualable mientras yo respondo:

—Hola, esposo.

Si creí que la iglesia estaba decorada de manera tan increíble, el jardín en el que se llevaría a cabo la recepción lo supera por mucho más.

—Por Dios —ahogo un grito mientras Ángelo me conduce hacia el interior, una de sus manos está en la parte baja de mi espalda mientras entramos. Hay un camino de luces que guían exactamente hacia el centro, varias carpas se encuentran distribuidas por el inmenso espacio, la música suave que suena dota al lugar de un ambiente casi mágico.

—¿Y bien? ¿Qué opinas? —inquiere.

—Que es precioso —respondo—. Todo es tan bonito.

Su mano se entrelaza con la mía mientras hacemos nuestra entrada, la atención pasa inmediatamente a nosotros.

—¡Tío! ¡Daphne! —Ángelo suelta mi mano para recibir a Jacob, Bella corre hacia nosotros y extraño a la pequeña niña que podía cargar. ¿Cómo había crecido tanto en un año?

—Hola, desastre —saluda mi esposo.

Casi quiero gritar al poder llamarlo de esa manera, mi esposo.

—¡Mamá! —Lía corre hacia donde nos encontramos, el vestido que lleva se ondea con cada paso y me inclino con ligereza apartándome de Bella para poder tomar al menor de nuestros desastres en brazos—. ¡Eres una princesa!

—Claramente es una princesa —dice Ángelo rodeando mi cintura con uno de sus brazos—. ¿Y que hay de tu tío?

—¡Un príncipe! —dice y ambos reímos.

—Tú también eres una princesa, corazón —murmuro dejando un beso en su mejilla que la hace reír.

La organizadora se acerca en ese segundo, nos sonríe mientras mantiene una especie de cuaderno entre sus manos.

—Señores Lombardi, es hora de su baile de novios.

Como si sus palabras pudieran invocar el momento, la pista del centro se enciende. Las luces blancas iluminan el camino de flores azules y rosas, que nos guían hasta el centro.

Bianca toma a nuestros niños, Ángelo les dice algo que no consigo entender y ellos se apartan hacia donde Antoni se encuentra a varios metros.

Cuando la música del vals suena, Ángelo gira hacia mí.

—Señora Lombardi, ¿me haría el honor de bailar esta pieza conmigo?

Mi corazón da un vuelco furioso, la visión se me nubla ante la emoción de verlo tan apuesto, extendiendo una de sus manos hacia mí.

—Será un entero placer —respondo colocando la mano sobre la suya.

Con un agarre firme nos conduce hasta el centro, todo desaparece, es como si de cierta manera una burbuja hubiese sido creada a nuestro alrededor.

Él coloca la mano en mi cintura, apegándome a él. Yo posiciono la mano derecha sobre su hombro, y fijo la atención en su rostro.

No deja de sonreír, incluso con los labios juntos su sonrisa ladeada lo hace lucir tan apuesto.

A pesar de lo frío del ambiente, su cercanía me resulta cálida, tan cálida como siempre. Nos movemos al compás de la música, a un ritmo lento, suave y en determinado punto, dejo descansar mi cabeza contra su hombro.

—Ti voglio tanto bene, tesoro.

All'infinito —respondo—. Sempre all'infinito.

No sé en que punto alguien ha encendido luces de bengala, en el momento justo en el que la música acaba, nuestros desastres están a pocos pasos de distancia sosteniendo las luces, y los destellos dorados nos hacen sentir el momento tan mágico, tan extraordinario.

—All'infinito —repite—Siempre hasta el infinito.

Y justo ahí, sé que lo que he encontrado en Ángelo, no será comparado nunca más en la vida con otra cosa tan maravilloso.

Sé que lo amo, que estoy tan perdida en él. En lo que significa, en la manera en la que me hace sentir, sé que, a partir de ahora, ambos vamos por nuestro algo mejor.

Tenemos nuestra familia, tenemos a nuestros desastres, nos tenemos a nosotros. Y eso es suficiente.

O bueno, casi.

Porque siempre se pude ir por más, por mucho más, y nuestra familia no se reduciría simplemente a nuestros desastres actuales, y eso solo lo descubriríamos algunos meses más tarde.

Por ahora, en este preciso momento, teníamos lo suficiente para poder decir que nuestro final de cuento de hadas, nos ha alcanzado.

Un cliché en la vida real, un cliché que sin duda, estaba lejos de terminar. 

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¡Se nos acaba, se nos acaba! T-T. 

¿Quién más se emocionó tanto como yo? Nuestro sexi italiano se nos casooooó. 

Muchas gracias por tanto apoyo, no se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí. 

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