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46.- Un paso a la vez


Ángelo

Mi cuerpo duele, cada centímetro experimenta una sensación dolorosa ante el más mínimo movimiento, pero no me quejo, porque todo parece haberse acabado.

El leve dolor en mi cabeza es tolerable, y además de la sensación de fatiga y sueño que llevo experimentando desde que desperté, no tengo nada más.

Algo bueno, teniendo en cuenta que un auto casi me pasa por encima.

Llevo apenas unas horas despierto, tiempo en donde, pese a mis insistencias, nadie había querido darme más información de la necesaria.

—Necesito saber algo —pido hacia Daphne—. Dímelo.

—El médico dijo que no debíamos darte demasiada información, aun necesitas recuperarte...

—Estoy bien —ella resopla.

—No, no lo estás —dice señalándome—. Llevas poco tiempo despierto luego de estar casi tres días inconsciente, así que perdón si por el momento no quiero hablarte de ese par.

Pasa las manos por su cabello mientras un suspiro pesado brota de ella. Tiene el semblante cansado, y por unos cortos segundos, me reprocho el haber sido tan idiota como para hacerla pasar por esto.

Soy consciente de la forma en la que me mira desde que desperté, la preocupación que aún está en sus ojos aún cuando le aseguro que estoy y estaré bien.

—Sí, tienes razón —cedo porque sé que insistirle no me traerá absolutamente nada bueno, y lo que menos necesito ahora es que esté enojada conmigo—. Lo siento.

—Deberá ser suficiente para ti saber que es probable que pasen muchos años en prisión —susurra acercándose—. Sé que quieres saber, sé que tienes preguntas, pero... ¿podemos no hablar de eso ahora?

Asiento levemente.

—Hablaremos de eso después —susurro—. ¿Cómo están los desastres?

—Bien, te echan de menos —dice sonriendo—. Bella quiere venir, pero un hospital no es un buen sitio. Hay sangre, enfermedades, virus...

Se estremece y sonrío.

—Y Jacob igual pregunta por ti.

—¿Está en la casa? —Daphne asiente—. ¿Nadie ha...?

—Nadie ha venido por él —termina la frase por mí —tuvimos la visita de una trabajadora social, no hemos hablado mucho, pero supongo que volverá. Dijo que lo haría. Y mientras nadie venga con una orden para llevárselo, estará en casa y cuidaré de él.

Toma mi mano mientras habla y el gesto me reconforta.

—Sé que cuidarás de él.

Ella observa nuestras manos entrelazadas y luego eleva la mirada para observarme, permanece en silencio, pero sé que está pensando algo.

—¿Qué ocurre?

—Me dejaste todo —dice con voz suave, no parece enojada, al contrario, luce...sorprendida—. La custodia, acciones, dinero. Ángelo...

—Porque confío en ti —susurro—. Porque si algo me ocurría...—me detengo cuando noto como su cuerpo se pone rígido— si algo me ocurría no confío en nadie más que no seas tú para cuidar de ellas, te ven como su madre, así que, si yo no puedo hacerlo, confío en que tu lo harás.

—Lo haré, te doy mi palabra. Pero por lo que más quieras, no vuelvas a ponerte en riesgo de esa manera, no toleraré pensar que puedo volver a perderte.

—Hey...—tiro de ella hasta conseguir que se acerque lo suficiente a mi cuerpo—. Ven aquí.

—Voy a hacerte daño —dice, pero no se rehúsa a acomodarse a un costado de la cama.

—No me harás daño por acostarte conmigo —murmuro. Su cuerpo se desliza sobre el colchón, del lado del brazo que no tiene la férula, elevo el brazo y ella se acomoda justo en mi pecho, dejo una caricia a lo largo de su cabello y soy consciente como su respiración se vuelve suave.

Permanecemos en silencio, simplemente uno contra el otro y me doy cuenta de lo mucho que la extrañé, lo aterrado que me siento en realidad al considerar que tal vez pude no volver a verla.

—No quise hacerte pasar por eso, jamás te causaría sufrimiento de manera intencional —comienzo a hablar—. Fui a esa bodega por Lía, para sacarla y casi lo conseguimos, si no hubiese salido del auto...

Sacudo levemente la cabeza.

—Los hubiese arrollado a los tres —dice en un hilo de voz—. El oficial dijo que ella realmente deseaba hacerles daño, no sé si deba decirte esto, pero sometieron a Renata a una evaluación psiquiátrica, probablemente sea internada.

—Lo único que quiero es que esos dos se mantengan lejos de nuestra familia, suficiente han hecho.

Antes de que ella sea capaz de darme una respuesta, la puerta de la habitación se abre.

Daphne se aparta con lentitud cuando Beatrice ingresa, mira por un par de segundos a mi chica antes de ser capaz de centrar la mirada en mí.

—Señora Lombardi —Daph saluda acompañando sus palabras con una sonrisa educada.

—Daphne —el sonido de sus pasos resuena contra las losas y una leve sonrisa aparece en sus labios al volver la atención a mí—. Ángelo, me dio mucha alegría saber que estás bien.

—Lo estoy —murmuro—. ¿Qué te trae por aquí? Creí que estarías ocupada.

—¿Qué hago aquí? Vine a verte —dice dejando su bolso sobre la silla que está a unos cuantos pasos de distancia—. Daphne, ¿podrías dejarnos solos?

—Lo que sea que vayas a decir, puedes hacerlo delante de ella —respondo con seguridad.

—Creo que en realidad si necesitan estar solos —ella me mira por unos cortos segundos, y luego sonríe—. Estaré afuera por si necesitas algo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Permanecemos en silencio mientras ella sale de la habitación, cuando lo hace, tomo una inhalación antes de mirar a mi madre.

—¿Vienes a decirme lo mucho que lo he jodido otra vez? —inquiero—. ¿O a reprenderme por casi perder cinco millones de tu herencia?

—Ángelo...

—¿Qué haces aquí, Beatrice? No tengo energías para discutir contigo, y si vienes a reclamar o a repetir lo decepcionada que estás de mí, es mejor que te vayas.

—No vengo a nada de eso —susurra—. Vengo a ver como estás.

Se aclara la garganta, camina hasta donde me encuentro y toma asiento en el borde del colchón, demasiado cerca para mi gusto.

—Estoy bien.

Extiende la mano para intentar tomar la mía, pero en el segundo en el que las yemas de sus dedos rozan mi piel, aparto la mano.

Ella baja la vista, un silencio nos envuelve y deja una sensación incómoda entre nosotros.

Mamá y yo nunca tuvimos una relación cercana, toda mi infancia estuve rodeado de niñeras, nanas o de cualquier persona dispuesta a cuidar de mí por una cuantiosa suma de dinero al mes.

Nada mejoró cuando crecí, ella constantemente estaba de viaje, mi padre sumergido en los negocios así que solo tenía a mis hermanos. Pero conforme el tiempo pasó, ellos también encontraron sus propias ocupaciones.

No tuve los momentos con mis padres como me hubiese gustado, no fueron a ningún partido de la escuela, apenas y llegaron con tiempo cuando me gradué de la universidad.

Los que siempre estuvieron ahí, fueron mis hermanos. Lucca gritando tan fuerte cuando mi nombre sonó en los altavoces, Antoni haciendo fiestas en mi cumpleaños, que rara vez se centraban en mí, pero se le agradecía el gesto, ellos siempre estuvieron conmigo.

Tal vez fue por eso que decidí mudarme a San Francisco, abandonar Italia y conseguir mi propia vida lejos de mis padres, aunque realmente nada resultó como esperaba.

Todo salió tan mal.

—Eres el menor de mis niños —susurra mirándome por un corto tiempo—. Ángelo, pensé que te perdía a ti también.

—Un alivio que siga vivo, ¿no? O tu cargo de conciencia no te dejaría tranquila.

—Hijo...

—Beatrice, basta —cierro los ojos por un par de segundos—. No quiero hacer esto. Estoy cansado, me duele la cabeza, y no quiero...hacer esto.

—Tienes razón, soy una pésima madre —dice ignorando mis palabras—. Y lo siento muchísimo. Lo siento tanto, cielo. Me he comportado de manera tan vergonzosa contigo, he sido por completo una mala madre.

Una triste sonrisa se cuela por mis labios, mi pecho se hunde ante una sensación desconocida, pero me obligo a mantenerle la mirada.

—Una pena que casi tuviera que morir para que te dieras cuenta —cierra los ojos por algunos segundos —tuve que pasar tres días inconscientes para que te arrepintieras, ¿o no? Y déjame adivinar, cuando todo pase y yo vuelva a hacer algo con lo que no estás de acuerdo, serás la misma, la misma mujer tan fría y cruel que has sido siempre.

—Ángelo...

—No es por los últimos años, Beatrice. Lo has sido siempre, toda mi vida ha sido una constante lucha por demostrar que soy capaz, porque te sintieras tan orgullosa de mí como de mis hermanos —mi voz tiembla y me recrimino por eso— una lucha sin fin para que papá y tú voltearan a verme, participé en concursos que odiaba para que Paolo pudiera presumir mis logros, así como presumía los de Lucca, tomé esos estúpidos talleres para que tu hablaras con tus amigas de mí, como lo hacías de Antoni, alabándole todo cuando hacía.

Los recuerdos llegan, colocando el sentimiento tan conocido en mi pecho. Ese que me acompañó gran parte de mi vida. Ahora todo fluye, toda la carga, todas las palabras jamás expresadas, lo que yo mismo me había obligado a olvidar.

—¿Sabes lo jodido que fue darme cuenta que eso no fue suficiente? Que nunca sería suficiente —murmuro—. Así que me rendí, dejé de intentarlo porque al final no valía la pena.

Recuerdo la manera en la que los profesores parecían incrédulos con las bajas calificaciones, con el desinterés por los concursos. Solo entonces me miraron, solo entonces tuve la atención que tanto deseé por años.

—Ni siquiera cuando obtuve una puntuación perfecta para la universidad, fueron capaces de verme. ¿Qué fue lo que Paolo dijo? —ella aparta la mirada avergonzada—. Dijo "Tendré que sobornar al decano para que te admitan, Ángelo. No voy a correr el riesgo de que uno de mis hijos me avergüence al no quedar en la universidad"

—No lo sabíamos...

—Porque pedí que no lo dijeran —rio con ironía—. El decano aceptó miles de dólares por un chico que tenía más que asegurado su lugar en Harvard sin ese dinero.

—Cielo...

—¿Y ahora pretendes que acepte tus disculpas? ¿Ahora que casi muero? —la tristeza se transforma en enojo—. ¿Dónde estuviste cuando todo el maldito mundo estaba en mi contra? ¿Cuándo perdí todo? ¿Cuándo llegué a casa buscando refugio y tú...mi madre...casi me cierra la puerta en la cara?

Muerdo el interior de mi mejilla con fuerza, con tanta que el sabor metálico se apodera de mi boca.

—Fuiste y aún eres una mala madre conmigo, y eso no se arreglará con unas disculpas. Tal vez fui el hijo que no querías, tal vez fui el embarazo que no entraba en tus perfectos planes, ¿no es cierto? Tal vez tu embarazo arruinó un perfecto viaje, pero eso ya no me importa.

—Lo fuiste.

—¿Qué? —mi voz brota en un susurro.

—Tu padre y yo habíamos acordado no tener más hijos. Paolo estaba demasiado centrado en los casinos, y tus hermanos acaparaban gran parte de mi atención, yo tenía planes, quería hacer algo y no depender del apellido de tu padre. Así que dijimos que no queríamos más hijos.

Una sensación extrañaba me envuelve al confirmar que lo que siempre pensé, todas mis sospechas durante años, se estaban haciendo realidad.

—Pero fue un descuido, tu padre se enojó realmente cuando lo supo. Con dos herederos le bastaba, o eso dijo. Pero naciste, y te quiero, Ángelo, lo hago realmente, lo he hecho siempre, pero...—su voz se rompe— llegaste en el momento en el que yo quería ver por mí, y esto me avergüenza, cielo, pero no quería educar a otro niño, mucho menos a tres hombrecitos que dependían de mí. Lo hice sola, y fallé.

—Fallé con Lucca —continúa— al hacerlo tan irresponsable, al ayudarlo en todo cuanto pedía. Fallé con Antoni al permitirle tanta libertad, y fallé contigo...al no demostrarte que eres realmente valioso, fallé al hacerte dudar de ti mismo y ese...cielo...ese es un error que jamás voy a perdonarme.

Me limpio las lágrimas con una de mis manos y aparto la vista.

—Debes irte.

—Ángelo...

—¡Ahora! —ella se sobresalta—. ¡Fuera de aquí! ¡No quiero verte!

La puerta se abre, Daphne ingresa y le basta una mirada para saber que todo va mal...que yo estoy mal.

—Señora Lombardi, creo que debe irse —habla en tono firme hacia Beatrice, ella me mira una última vez y luego se aparta.

—Eres una mujer excelente para mi hijo —dice con firmeza—. Será un placer tenerte en la familia Lombardi.

Tan pronto sale, Daphne me mira con comprensión.

—Ven aquí —ahora es ella quien da el primer paso para acomodarse a mi costado, son sus brazos los que me envuelven como una armadura—. Todo va a mejorar, amore mío.

Cierro los ojos, apegándome a ella, sintiéndome protegido, sintiendo que ella es el sitio en donde recupero mis fuerzas. Sus manos se pierden entre los mechones de mi cabello, impartiendo suaves caricias que consiguen calmar toda la tormenta y el caos que hay en mi interior.

—Dijo lo que siempre he pensado —murmuro cerrando los ojos—. Daph...

—Nada de lo que diga podrá cambiar el increíble hombre que eres —dice apartándose unos escasos centímetros para conseguir mirarme—. Nada de lo que ella diga, o haya hecho en el pasado, va a cambiarte. Fueron sus errores, te afectaron, pero ahora eres alguien distinto, alguien mejor. Ángelo, no debes dudar nunca más de que eres alguien magnifico, alguien increíble, completamente excepcional.

La miro por unos instantes, tiene el cabello de un lado, cayendo como una especie de cascada por uno de sus hombros, mantiene la cabeza levemente ladeada y se apoya con la mano en el colchón.

—Eres demasiado buena para merecerte, mia regina.

Sus comisuras tiemblan y revelan una sonrisa unos escasos segundos después.

—Somos el uno para el otro —dice colocando la mano sobre la mía—. Ahora no debes preocuparte nada más que en recuperarte, ¿de acuerdo?

Asiento, ella deja un apretón en mi mano y sonríe un poco más.

—Recuerda, sus errores no son los tuyos, su pasado no dicta tu futuro —extiende la mano e imparte una caricia suave a lo largo de mi rostro—. Siempre podemos cambiar la flecha del destino, y apuntar a algo mucho mejor.

—Tú y los desastres son mi "algo mejor" —musito con una sonrisa en los labios—. Tomo su mano, mirando el anillo que reluce en ella y sonrío un poco más—. Y nuestra futura familia lo será mucho más.

—Definitivamente lo será.

Ahora soy yo quien se refugia en sus brazos, quien recuesta la cabeza contra su pecho y me siento en el paraíso. Daphne Lennox se convirtió en mi perdición, caí ante ella por completo, pero ella es también al mismo tiempo esa fuerza que me impulsa para salir adelante.

Ella tenía razón, no importan los errores del pasado, ahora solo quería mirar hacia adelante, teniéndola a ella de mi mano. Solo quería asegurar que, después de todo y de tanto, la felicidad aún esperaba por nosotros al final del camino.

(...)

Tres días después me dan de alta en el hospital, un verdadero alivio porque comenzaba a volverme un poco loco.

Volver a casa se siente tan bien, una sensación hogareña se apodera de mi sistema tan pronto como consigo escuchar el sonido lejano de las risas de Jacob y Bella.

Daphne empuja la silla de ruedas en la que me encuentro, la férula del brazo restringe un poco mis movimientos y la herida en la pierna me impide caminar de forma adecuada, pero a pesar de eso, me siento bien.

Más que leves mareos y la sensación de suelo constante, la contusión en mi cerebro no dejó ninguna otra secuela. Teniendo en cuenta que un auto casi me pasa por encima, era algo por lo cual alegrarse.

—Señor Lombardi —el par de guardias de la entrada nos saludan cuando cruzamos por su lado.

Luego de lo sucedido, Antoni había sugerido que debía contratar a un equipo de seguridad, y tomando en cuenta los hechos, ignorarlo hubiese sido algo realmente estúpido.

Así que tomé su palabra, y ahora cerca de diez guardias pertenecientes al equipo de seguridad se encontraban esparcidos por la casa. Un par custodiaba la entrada, Daphne y yo teníamos uno designado y los desastres tenían otro.

Un par más cuidaba la puerta de entrada y los demás vigilaban los jardines delanteros y traseros.

Al parecer, los sistemas de vigilancia y seguridad que poseía no resultaron suficientes.

—¡Papá!

—¡Tío!

Bella y Jacob aparecen, mis labios se curvan hacia arriba en una sonrisa radiante. Ambos sonríen enseñando los dientes y Antoni los detiene antes de que puedan lanzarse contra mí.

—Tío Antoni —Jacob se queja y aquero una de mis cejas. Menos de una semana ¿y ya formaron una relación tío/sobrino? —solo quiero saludar a papá.

—Bueno, hombrecito, entonces con menos entusiasmo —advierte.

Sonrío con diversión cuando Jacob y Bella refunfuñan y caminan hacia mí con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Me extrañaron?

—¡Sí! —exclaman ambos pareciendo olvidar su reciente molestia.

—¿No le dieron muchos dolores de cabeza a su tío Antoni?

Ambos niegan con un gesto inocente y la risa de Daphne se escucha detrás de mí.

—Venga, denme un abrazo —pido invitándolos a venir con el brazo que tengo libre.

Jacob es el primero en acercarse, sonríe antes de envolver sus pequeños brazos alrededor de mi cuello. Retengo el quejido de dolor que amenaza con brotar de mis labios cuando me inclino hacia adelante, porque las costillas rotas son verdaderamente dolorosas.

Pero sentirlo abrazarme de esa forma se siente bien. Y cuando bella lo hace también y luego deja un beso contra mi mejilla, me siento afortunado de poder verlos de nuevo.

—Yo igual los extrañé —admito.

Cuando elevo la mirada, veo a Antonella de pie en las escaleras. Una sonrisa tira de sus labios mientras se acerca.

—¿Tú no vendrás a darme un abrazo? ¿O ya estás lo suficientemente grande como para eso?

Una sonrisa se cuela por sus labios, un poco más entusiasta que la anterior. Sus pasos rápidos bajando las escaleras hacen eco en la casa y un par de instantes después, la tengo abrazada contra mí. El dolor en las costillas se vuelve insignificante cuando me abraza, cuando me alegro de tener la oportunidad de abrazarlas otra vez.

—Te extrañamos mucho —dice apartándose—. Nunca te vuelvas a poner en riesgo.

Las comisuras de mis labios suben un poco más porque es exactamente lo mismo que Daphne me ha pedido, no ponerme en riesgo.

—Si alguna de ustedes lo está, entonces lo haré —murmuro— porque son todo para mí, Anto. Y quiero que no les quede ni una sola duda.

—Hace mucho tiempo que las dudas desaparecieron —asegura.

Me abraza de nuevo justo cuando el pequeño pero tierno grito se deja escuchar.

Lía camina hacia mí, Sally la sostiene de uno de los brazos mientras los pasos rápidos e inestables de mi pequeña sobrina se dirigen hasta donde me encuentro.

Sonrío con un poco más de entusiasmo y cuando ella lanza un chillido emocionado, me olvido definitivamente del dolor porque solo puedo mirarla.

—Hola, princesa —Daphne la toma en brazos, detesto tener la férula ahora mismo porque eso me impide cargarla. Sin embargo, está lo suficientemente cerca como para permitirme acariciar los bonitos risos que le cubren la frente.

—Bueno, después de la bienvenida nos disculpamos, pero tengo que llevar a mi novio a descansar.

—Futuro esposo —corrijo.

Daph rueda los ojos, pero no aparta la sonrisa de los labios y repite:

—Futuro esposo.

Por razones evidentes no puedo ocupar la habitación que solíamos ocupar en el piso de arriba. Así que acondicionamos la de huéspedes para que pudiéramos estar ahí durante el tiempo de la recuperación.

Daphne me ayuda a pasar a la cama, tolero el dolor en las costillas mientras me acomodo sobre el colchón y suelto un suspiro aliviado cuando la comodidad del mismo me recibe.

—He estado pensando —digo cuando ella aparta la silla de ruedas y se coloca en el borde el colchón—. Se que probablemente digas que no es necesario, pero creo que podemos hacer una fiesta de compromiso.

—¿Una fiesta? —una de sus cejas se eleva en un perfecto arco—. ¿Piensas en fiestas ahora?

Me encojo de hombros, o bueno, de un hombro porque el otro está inmovilizado y sonrío.

—Con mayor razón, ¿no lo crees? —inquiero—. Aunque claro, prefiero que la férula haya desaparecido para entonces. Solo digo que tal vez podemos dejar de pensar en lo que ocurrió, y celebrar como se debe el hecho de que vamos a casarnos.

Su mirada se ilumina cuando digo lo último, me fascina la manera en la que su mirada parece brillar, en la que el azul de sus ojos resalta mucho más que antes.

—No lo sé, tenemos cosas que...—gruñe cuando mira la forma en la que la observo— no me mires así que es demasiado para mi débil corazón.

—Piénsalo, planear una bonita fiesta, comprarte un lindo vestido, tendremos a los desastres y a Jacob...

La puerta de la habitación se abre y retengo la maldición cuando miro a Franco.

—Esto se está haciendo costumbre —nos sonríe avergonzado.

—Lo siento, solamente traigo esto —eleva los papales—. Me pediste que hiciera todo para que Jacob pudiera ser tu hijo legalmente, así que he llenado las fórmulas, pero antes será el juicio de Renata y Russell, y eres el principal testigo, así que el juez probablemente te llame a declarar.

Resoplo, sintiendo el repentino entusiasmo esfumarse.

—¿Cuánto tiempo?

—Será en tres semanas el juicio, así que debemos darnos prisa.

—Bien, pero por favor la próxima vez toca la maldita puerta —reclamo—. O le diré a mis guardias que no te dejen pasar.

Franco resopla.

—Cada día que pasa te vuelves más amargado, checha, Daph —dice señalando a mi chica— no vaya a ser que te lo contagie.

Franco ríe con fuerza cuando lanzo contra él uno de los almohadones.

—Tres semanas, así que prepárate. Volveremos a destrozarlos en la corte

Hace un ademán de despedida, y luego se marcha sin disculparse por entrar así a la recámara, y considero realmente pedirle a Jay, el guardia, que no vuelva a dejarlo pasar. Sin embargo, el pensamiento de los juicios que vienen, me hace sentir repentinamente agotado.

Miro a Daphne, entiende el significado, pero aun así lo digo:

—Tenemos que planear esa fiesta de compromiso.

—Y quedan dos meses para el cumpleaños de Lía —señala.

—Una fecha de boda que pensar —añado.

Ambos sonreímos.

—Sí, definitivamente hay cosas mejores que pensar que en esos juicios —murmuro—. Pronto todo va a acabar y te prometo que podremos disfrutar tanto como deseemos. Lo juro.

Se acomoda a mi costado, subiendo las piernas y sonríe.

—Lo estoy disfrutando justo ahora, señor Lombardi —sus labios se apoderan de los míos mientras siento la electricidad recorrerme por completo.

—Oh —interrumpo el beso cuando lo recuerdo—. Y necesitamos buscar lugares para la luna de miel.

Una risa brota de ella mientras se acomoda, y niega levemente.

—Una cosa a la vez

—Una cosa a la vez —repito—. ¿Qué tal si comenzamos con que vuelvas a besarme? Y de ahí pasamos a...

Golpea mi pecho y no aguanto la risa.

—Ni porque tienes un brazo inmovilizado y un disparo en la pierna puedes hablar seriamente, ¿no es verdad? —coloca la mano en mi pecho y se acerca con ligereza hasta apoderarse de mis labios por segunda ocasión.

Nos apartamos ante el grito de Bella y Jacob, ambos ingresan corriendo a la habitación y me quejo cuando ambos saltan sobre la cama y mueven el colchón abruptamente.

—¡Niños! —reprende Daphne—. ¡Bajen de ahí!

—¡Auch! ¡Bella! —reprendo cuando brinca cerca de la pierna inmovilizada y Jacob tira de uno de mis brazos para captar mi atención.

—¿Puedo dibujar ahí? —inquiere señalando la férula.

—¡Yo también quiero!

—No, ninguno va a dibujar —sentencio.

Me miran molestos, y luego ocurre. Echo la cabeza hacia atrás cuando Bella llora y Daphne, en vez de lucir molesta luce...divertida.

—Eché de menos esto.

—Yo no, ni por un segundo —me sincero, pero al final termino riendo con ella.

Un paso a la vez, había dicho, y por ahora, nuestro primer paso era acallar el llanto que los dos desastres en la habitación, habían hecho en menos de un minuto.

Ya luego podríamos ocuparnos de lo demás. 

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Lamento la hora, pero lo prometido es deuda así que...¡espero que hayan disfrutado del capítulo! Y ahora sí puedan respirar tranquilas <3

¡Nos leemos el viernes! 

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