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45.- La vida juntos que nos espera.


Daphne

El sonido de mis pasos corriendo hacia el interior del hospital es el único sonido que me concentro en escuchar, estoy casi sin aliento cuando llego, deteniéndome justo frente a Antoni.

—¿Qué paso? —inquiero hacia él, cuando no me responde la desesperación se apodera de mi sistema—. ¿Qué rayos pasó, Antoni? ¡Dime!

—Daph...—los brazos de Jodi me envuelven por detrás—. Tranquila.

—¡Dime que le pasó, maldita sea!

El niega, sacude la cabeza y el semblante angustiado que posee solo me desespera más, me arrastra de nuevo a ese sitio aterrador que hace muchísimo tiempo no visitaba.

—Tiene...tiene un disparo en la pierna —se aclara la garganta al hablar, baja la vista por unos cortos segundos antes de ser capaz de mirarme a los ojos—. Pero eso no es lo grave, Renata...ella...ella lo arrolló con el auto.

El aire me abandona, siento mi cuerpo entero perder las pocas fuerzas que poseo y si no fuese por el abrazo de Jodi, estoy completamente segura de que hubiese caído contra las losas blancas.

—¿Lía y Jacob están bien? —inquiero en un hilo de voz—. Dime que ellos están bien.

—Lo están —murmura—. Los están atendiendo, pero es una revisión de rutina, saldrán pronto.

—¿Y él? ¿Cómo está?

—No lo sabemos, está en cirugía —con cada palabra que dice me siento más desesperada—. Tiene un pulmón colapsado, necesitan...

Dejo de escuchar, la respiración se me corta de manera abrupta mientras mi mente intenta entender todo lo que ha escuchado, mientras intento procesar que esa mujer realmente intentó asesinarlo.

—Daph...Daph —la voz preocupada de Jodi me envuelve—. Hey, tranquila, Daphne tienes que calmarte.

—No puedo —la voz se me rompe—. Por Dios, él puede...él puede morir.

—No —mi amiga me envuelve en un abrazo—. No va a morir, los médicos lo están tratando, saldrá de cirugía y estará bien, no debes preocuparte.

A pesar de que escucho sus palabras, siento algo atravesarme el pecho de manera tan dolorosa que me sofoca, que me arrebata todo el aliento con un solo golpe.

—Daph...—Jodi me envuelve en un abrazo, sus brazos me rodean por completo y encuentro en ese gesto un poco del confort que necesito—. Escucha, esto es jodido, pero debes ser fuerte, él va a necesitarte fuerte.

Sollozo, negándome ante sus palabras.

—Va a necesitarte fuerte, cuando salga de cirugía y vayas con él, necesita encontrar en ti a su soporte, necesitará saber que puede apoyarse en ti. Va a necesitarte.

Él va necesitarme.

—Déjame —la voz de Antoni se escucha mientras se acerca, una mano cálida se posiciona en mi espalda y deja una caricia suave—. Anda, debes ser esa chica fuerte que mi hermano tanto ama.

Tomo una inhalación, respirando tanto aire como me es posible antes de pasar las manos por mis mejillas, tallándome los ojos mientras me incorporo. El brazo de Antoni me rodea, me apega a su cuerpo y reconozco la calidez, es la misma que emana de Ángelo.

—Él va a estar bien —dice en un susurro—. Lo conozco lo suficiente, él va a estarlo.

No sé si lo dice para convencerme, o para convencerse el mismo de que lo que dice es verdad.

—Sí, él va a estar bien —repito limpiando el rastro de lágrimas en mis mejillas.

Consigo recomponerme, aun cuando siento que me rompo por dentro.

—¿Dónde está Lía? ¿Está sola?

—Mi madre está con ella —dice Antoni.

—¿Y Jacob?

Cuando no responde, termino de convencerme sobre que definitivamente no podía dejarme romper por esto.

—Dime la habitación en la que está —pido—. Iré con él.

—Daph...

—Ellos me necesitan ahora —murmuro.

Tan pronto como Antoni me da el número de habitación, me apresuro a llegar hasta donde se encuentra. Jacob es un menor, no debería estar solo en una sala de hospital.

Tan pronto como empujo la puerta de la habitación, Jacob intenta bajarse de la cama, pero la enfermera lo detiene.

—¡Daphne! —dice y noto como el semblante preocupado se va de su pequeño rostro.

—¿Es familia? —inquiere la chica que está con él.

—Soy la prometida de su padre —expreso.

Gracias al cielo no tienen problema en dejarme con él, cuando la chica sale, abro los brazos y Jacob se acurruca contra mi pecho.

—¿Dónde está mi papá? —inquiere—. Estaba herido, y luego mamá...

—Shtt, no tienes que recordarlo —murmuro acariciando su cabello—. Él va a estar bien, los doctores están haciendo su trabajo.

—Daphne, no quiero volver con mamá, quiero quedarme con papá, ¿puedes decirle? Quiero quedarme aquí con él.

—Claro que te quedarás aquí —aseguro—. Estarás con nosotros tanto como tu desees, cariño. Ahora dime, ¿estás bien? ¿Te hiciste daño?

Niega con frenesí, cuando la enfermera vuelve él aún está contra mi pecho, me explica que ha sido una revisión de rutina y que Jacob no tiene ninguna herida, así que podemos irnos.

—¿Iremos a casa? —cuestiona mientras volvemos a la sala de espera. La señora Lombardi ya se encuentra ahí, sostiene a la pequeña en Lía en brazos y una parte de mí se alivia de verla.

La preocupación merma tan solo un poco.

—¡Mamá! —el corazón me da un vuelco porque cada que la escucho llamarme de esa manera, es como si me encontrara en medio de un torbellino de emociones.

No me molesto en comprobar la expresión de Beatrice, solamente extiendo las manos hacia ella y la tomo en brazos.

—Hola, mi amor —dejo un beso en una de sus mejillas y verla sonreír es un destello en medio de la nube gris que está sobre nosotros.

—No deben estar aquí —dice Antoni—. Los llevaré a casa...

—Es demasiado peligroso —murmuro—. Aún no atrapan a Russell.

—Nosotros nos quedamos con ellos —Franco habla por primera vez—. Antoni tiene razón, no deben estar en un hospital, además Antonella y Bella aún están en casa, así que es mejor que alguien esté con ellas, aparte de la niñera, claramente.

Asiento. Jodi toma a Lía, y Franco extiende la mano a Jacob.

—¿Mi papá va a estar bien? —pregunta mirándome—. ¿Lo prometes?

Sonrío, me coloco en cuclillas y asiento.

—Él va a estar bien —susurro—. Ve a casa, ¿sí?

Me incorporo cuando él asiente, me hace un ademán de adiós y los miro salir de la sala. Tomo una bocanada de aire al tiempo que cierro los ojos.

No puedo seguir esperando.

No intercambio palabras con la madre de Ángelo, se me hacía un gesto bastante hipócrita el hecho de que estuviese aquí, luciendo tan preocupada pero cuando su hijo se encuentra bien, cuando más la necesita, ella siempre le da la espalda.

Pasa tiempo antes de que alguien sea capaz de darnos alguna información, intento pensar que es normal, que esas cirugías llevan tiempo y no es en realidad porque algo haya resultado mal en la operación.

—¿Familiares de Ángelo Lombardi? —Antoni es el primero en caminar hacia el doctor, seguido por su madre y luego yo. El doctor con mira, revisa unas cosas en la tablilla que sostiene y luego sonríe con ligereza.

—¿Cómo está mi hermano? —la ansiedad es palpable en el tono de voz del mayor de los Lombardi, la mirada preocupada que le dedica al doctor y la desesperación en todo su cuerpo.

—La cirugía salió bien, hemos podido reparar el pulmón colapsado y curado las heridas internas que tenía. Tiene tres costillas rotas, el disparo en la pierna pudo ser controlado y le hemos colocado una trasfusión sanguínea para que pueda recuperar la sangre perdida por el disparo.

—¿Estará bien?

—Solo sabremos más en cuanto despierte, tiene una contusión seria en la cabeza, su cerebro tiene una leve inflamación que necesita estar bajo vigilancia, pero confiamos en que estará bien. Tenemos un pronóstico alentador.

El alivio cae sobre mí como una cascada, el ritmo de mi corazón disminuye y me siento tan feliz de que él esté bien.

—Pueden pasar a verlo —informa el doctor—. Solo dos personas, por favor.

—Daphne, querida, quédate aquí mientras...

—No —Antoni interviene girándose hacia su madre—. Daphne y yo entraremos, Beatrice.

—Antoni...

—Tal vez puedes volver a casa, Ángelo estará bien, ahora lo sabes —el tono firme con el que le habla a su madre me sorprende—. Mi hermano ahora necesita estar con personas que sí se preocupan realmente por él, como son su futura esposa, y su hermano.

Un aire orgulloso me llena cuando Antoni se refiere a mí como futura esposa de su hermano, con todo lo que había pasado en los últimos días, casi olvido el hecho de que un reluciente anillo ahora se encuentra en mi mano, comprobando el compromiso.

—Vamos, Daphne —la mano de Antoni se envuelve alrededor de mi brazo en un agarre firme, no hace daño, pero es lo suficiente como para hacerme caminar hacia el pasillo.

—¿Qué fue eso? —me atrevo a preguntar cuando hemos avanzado lo suficiente.

—Detesto que se comporte así, tan dura y fría con Ángelo, nunca está cuando él la necesita, y ahora pretende estar a su lado como una madre dedicada, que se joda. Sé que debo respetarla, pero Beatrice siempre ha sido muy dura con él, se supone que es el menor, debería ser el consentido o no sé, pero...ella nunca fue con Ángelo la madre que fue con Lucca y conmigo, y eso me enoja, Daphne. Porque mi hermano no lo merece, a pesar de todo, es el mejor de los tres.

No encuentro que responder, es cierto que la señora Lombardi había cometido demasiadas injusticias con sus hijos, pero no pensé que así fuese siempre. No creí que la mujer que he conocido en los últimos casi ocho meses, fuese la mujer que Ángelo tuvo como madre toda su vida.

—Muero por verlo —dice cuando nos detenemos en la puerta correspondiente—. Pero creo que necesitas un momento con él.

Lo miro agradecida, asiento y tomo el picaporte de la puerta.

—No tardaré.

—Tranquila, toma todo el tiempo que necesites —me sonríe en un gesto reconfortante y me hace un ademán para que ingrese a la habitación.

Lo hago, mi cuerpo se estremece ante el frío que emana del cuarto, ingreso con lentitud, sintiendo mi ritmo cardiaco acelerarse a cada paso.

Mi respiración se corta cuando lo miro sobre la cama, una sensación de fragilidad se apodera de mi cuerpo mientras mi vista se nubla por completo. Una punzada me atraviesa, tan fuerte que solo puedo cerrar los ojos, antes de poder mirarlo otra vez.

Luce frágil, vulnerable, desprotegido. No parece el hombre de armadura indestructible que conocí, no parece ese hombre imponente y autosuficiente.

Un sentimiento de ira cruda me llena el pecho hacia las personas que lo dejaron así, que le hicieron esto.

Amore mío —mi voz brota en un susurro tembloroso.

El sonido de las máquinas es todo lo que se escucha, tomo el borde de la silla que se encuentra a un costado de la cama, y la acerco hasta que topa con el colchón. Una de mis manos toma la suya, no hay calidez, solo una sensación helada que me provoca escalofríos.

—Estoy aquí —me aclaro la garganta—. Estoy aquí.

Mis ojos lo recorren, viendo cada moretón en su cuerpo, los raspones en sus brazos, las heridas del rostro. Tiene una venda rodeándole la pierna izquierda, y una férula en el brazo derecho.

El doctor no mencionó fracturas aparte de las costillas, o tal vez no presté la atención suficiente.

Extiendo la mano hasta pasarla por su cabello, entrelazando los dedos con los mechones suaves y la visión vuelve a ser borrosa.

—Tienes que ponerte bien —suplico—. Tienes que despertar, porque te necesitamos, los desastres te necesitan, Jacob te necesita...yo te necesito con vida.

Mi voz se rompe.

—Así que por lo que más quieras, abre los ojos, amore, por favor —suplico—. No los dejes ganar, no dejes que...que te aparten de nosotros, porque tu familia te necesita.

Ahogo un sollozo, cerrando los ojos con fuerza mientras intento no romperme más de lo que ya lo estoy.

—Estaré aquí cuando despiertes —prometo—. A tu lado siempre, mi sexi italiano.

La voz se me rompe, pero me las arreglo para retener el sollozo.

Él me necesita fuerte, tengo que ser fuerte por él, por nuestras niñas, por Jacob, por nosotros.

Ángelo es siempre el encargado de mostrar fortaleza, el que nos protege, el que nos cuida. El que pone su propia vida en riesgo, para garantizar nuestra seguridad, lo ha dicho siempre, somos una familia.

Así que ahora, es nuestro turno de cuidar de él, de protegerlo, de garantizar que esté seguro a partir de este momento.

—Vamos a cuidar de ti —susurro acariciando su rostro—. Cuidaremos de ti, amore mío. No te preocupes por nada, ¿sí?

Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y me inclino hasta dejar un suave beso sobre su frente.

—Solo te pido que abras los ojos.

Las horas pasan, y esas horas se convierten en días. Sumergiéndonos en una interminable espera de verlo despertar.

—¿Sabes? Al inicio pensé que estar con él era lo peor que nos pudo haber pasado —Antonella observa a su tío—. Me enojé con papá por habernos dejado con él, me enojé con mamá por estar de acuerdo, estaba realmente molesta por la forma en la que se habían ido dejándonos con un hombre que no quería cuidar de nosotras.

Toma una inhalación, enderezando la espalda y volviendo los ojos hacia mí.

—Pero ahora lo entiendo, él es bueno, es realmente bueno —susurra—. Y no quiero que muera, Daphne.

—Hey, no —inclino el cuerpo hacia adelante, quedando un poco más cerca de ella—. Solo es cuestión de tiempo para que despierte. Escuchaste a los médicos, él te lo dijo. Va a ponerse bien.

—Han pasado tres días.

—Necesita tiempo para recuperarse —susurro—. Pero lo hará.

Un corto silencio se instala entre nosotras. Ella mira de nuevo a su tío y yo sigo su mirada, es difícil verlo así, despojado de su fortaleza y autosuficiencia, pero en estas casi setenta y dos horas, me he convencido de que va a despertar. Me lo he repetido tantas veces como es posible hasta que las palabras se grabaron en mi mente.

Va a despertar.

—Ellos ya no volverán a hacernos daño, ¿verdad?

Niego. —Los han atrapado, y lo mínimo que pueden enfrentar son veinte años de cárcel, pero se le sumarán los cargos de intento de homicidio y extorsión.

Un suspiro tembloroso brota de sus labios.

—Su caso es más complicado, porque son estadounidenses que secuestraron a un residente italiano, no están en su país. Aun cuando la embajada quiera intervenir, no conseguirán mucho.

—Merecen mucho más —la amargura tiñe el tono de su voz.

—Lo sé.

La alarma de su celular suena, ella mira la hora y suspira.

—Debes volver a casa —musito antes de que ella hable—. Yo iré esta noche.

Asiente, se incorpora del asiento mirando a su tío una última vez antes de salir en completo silencio. Cuando se ha marchado, apoyo la espalda en el respaldo de la silla, y tomo una profunda inhalación.

Los últimos tres días habían sido demasiado intensos, Renata había dicho todo cuanto sabía de Russell, lo que hizo que él fuera detenido cuando estaba a punto de subir a un avión para volver a San Francisco.

Ahora ambos estaban detenidos, en espera de un juicio. Necesitaban testigos, pruebas, y lo más importante, a Ángelo.

Si Ángelo testificaba, entonces era muchísimo más probable que la condena aumentara y no hubiese posibilidad de fianza o libertad condicional.

Juego con el anillo que está en mi mano, deslizando la joya y sintiendo el material acariciarme la piel.

Al parecer, nuestro momento de felicidad no había durado tanto. Llamé a mi madre, ella ahora estaba también en la casa de Ángelo, Jodi no podía quedarse tanto tiempo en la casa, y con todo lo que ocurría, las niñas necesitaban a alguien más que solo a la niñera.

Me incorporo del asiento, caminando los escasos pasos que me separan de la cama.

La fragilidad amenaza con adueñarse de mi sistema, pero me obligo a no permitirlo, no necesito eso, necesito estar fuerte para el momento en el que despierte, porque lo hará.

—Te echo de menos —susurro acariciando el costado de su rostro, las yemas de mis dedos trazan una línea invisible, siguiendo el contorno de su mandíbula, la barba comienza a hacerse un poco más notoria, y los moretones poco a poco comienzan a desaparecer.

—Las niñas también te extrañan —añado—. Lía te llama, es adorable verla preguntar por ti, y Bella, ha hecho tantos dibujos diciendo que te los mostrará cuando vuelvas a casa, y Antonella...ella ha dejado ver cuánto te quiere.

Mi visión se nubla mientras tomo asiento a un costado, tomo su mano y dejo un apretón firme.

—Ellas te necesitan, yo...yo no puedo hacerme cargo sola. Te necesito a mi lado, sé que confiaste en mí para cuidarlas y lo hago, pero...pero te necesito. Vamos a casarnos, Ángelo, me pediste matrimonio y no puedes abandonarme justo después de pedirme ser tu esposa.

Me limpio las lágrimas, sintiéndome cansada de retener la fragilidad, de ocultar el dolor.

Porque me duele verlo así, me duele como nunca que el hombre que amo no despierte, no de señales de hacerlo.

—Te amo, Ángelo. Y tenemos toda una vida juntos para vivir, me dijiste que querías que viéramos crecer a los desastres, que ibas a luchar para tenerme en tu vida siempre, así que necesito que cumplas tu palabra, que me demuestres que realmente vas a quedarte a mi lado por siempre.

Sollozo, sintiendo algo rasgarme por dentro de una forma tan dolorosa que me quedo sin aliento.

—No te he dado el sí en el altar —hablo con voz rota—. No me has visto en un bonito vestido blanco, no hemos tenido nuestro baile de novios...hay tantas cosas que nos esperan, mi amor, así que, por favor, no me dejes.

Me inclino contra su cuerpo, cerrando los ojos con fuerza mientras sollozo, mientras suplico en silencio que él reaccione, que despierte y me mire de esa forma tan bonita como solo él es capaz.

—Por favor no me dejes.

Mueve la mano, o creo que lo hace.

Me incorporo, me tallo los ojos deshaciéndome de las lágrimas para conseguir mirarlo y algo en mí se alivia con tanta intensidad que sollozo.

—Nunca...—su voz sale ronca, un susurro débil pero audible— nunca...mía regina.

No abre los ojos, pero no es necesario, me incorporo eliminando la distancia y lo envuelvo en mis brazos.

—Volviste, despertaste —sollozo—. Volviste.

Emite un sonido parecido a una afirmación y arruga la frente, me obligo a apartarme de él para ir por el médico, me encuentro con la enfermera al abrir la puerta y con rapidez le digo que ha despertado.

En menos de un minuto los médicos han entrado, me obligan a apartarme mientras hacen los exámenes y luego, Antoni llega.

La enfermera lo detiene cuando intenta acercarse a su hermano, y cuando me ve, la esperanza se adueña de su rostro.

—¿Despertó? —inquiere—. Daphne dime que despertó.

Asiento, reteniendo el sollozo y sonrío.

—Lo hizo, Antoni, lo hizo —mi voz brota inundada en emoción—. Despertó

Ninguno de los dos dice nada más después de eso, los médicos se apartan y cuando gira hacia nosotros, lo miramos con esperanza de que diga que todo va a estar bien.

—La inflamación del cerebro es ligera, tendrá que estar unos días bajo vigilancia médica, pero todo parece ir en orden. Probablemente esté un poco confundido, así que denle tiempo, no lo saturen de información.

—Gracias —un susurro emocionado brota de mis labios mientras avanzo hacia la cama, Ángelo aún permanece con el ceño fruncido y los labios apretados, como si estuviese tolerando una especie de dolor.

Extiendo la mano, soy consciente de como su frente se relaja, y abre los ojos con ligereza ante la caricia en su cabello.

—Mia regina...—su voz sigue siendo débil, pero es suya, es él, hablándome y llamándome de esa manera que amo tanto.

Coloco las manos a los costados de su rostro y sin dudar me inclino hacia adelante, nuestros labios se encuentran y el alivio que siento, es mucho mayor al que he experimentado jamás.

Porque no es un sueño, ha despertado y está aquí, conmigo.

—Sabía que despertarías —susurro con emoción—. Pero me asusté tanto.

—¿Cómo dejaría sola a mi futura esposa? —inquiere con los ojos apenas abiertos, toma una corta inhalación y me repito que está bien, que es normal que se encuentre en ese estado.

Antoni se acerca, parece tan aliviado como yo de comprobar que su hermano está despierto e intercambian unas cortas palabras, antes de que él diga que llamará a las niñas, dejándome sola en la habitación con Ángelo.

—Quiero verte en ese bonito vestido blanco —habla débilmente, pero esta vez consigue abrir los ojos un poco más—. Deseo tanto que me des el sí, y nunca...nunca voy a dejarte, mia regina.

—No vuelvas a irte —suplico.

—Jamás.

Me mira y toda la carga de preocupación desaparece, todo el miedo, la angustia, todo se esfuma en un chasquido cuando me deja ver el azul de sus ojos otra vez, acompañando su mirada de esa sonrisa ladeada que lo hace lucir tan apuesto.

En ese momento, sé que no se rindió, y que no se rendirá jamás.

Sé que volvió y todos esos planes a futuro, definitivamente van a hacerse realidad. 

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¡Nos leemos mañana miércoles a la misma hora! 

No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí. 

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