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42.- Es lo que tengo que hacer.


Ángelo.

Me dijo que sí, ella dijo que sí, y saberlo se sentía como la mejor de las respuestas, saber que ahora ya no solo sería mi chica, mi novia...sino mi prometida.

Y futura esposa.

Luego del tan emocionante momento en donde Daphne aceptó casarse conmigo, nos tomamos el tiempo de recorrer el precioso jardín en el que nos encontramos,

—¿Sabes cuantas rosas hay aquí? —inquiere Daphne con curiosidad mientras caminamos por el estrecho camino que hay entre los rosales.

—Unas tres mil, como mínimo —expreso.

Nuestras manos se encuentran entrelazadas, ella camina apegada a mi cuerpo mientras mantiene la atención en todas las rosas que nos rodean. En algunos momentos se detiene, inclinándose para acariciar las rosas y admirarlas de cerca.

—¿Alguien sabía de esto? —cuestiona cuando llegamos al final del jardín.

—Todos en realidad —admito—. Incluso tu madre.

Un gesto de sorpresa se apodera de su rostro.

—¿Mi madre sabía? ¿Cuándo...?

—Bueno, pues tengo mis habilidades para conseguir hacer todo sin levantar sospechas —expreso.

La noche comienza a hacerse fría, deben ser cerca de las dos de la mañana y la humedad se siente cada vez más intensa. Daphne se abraza a sí misma, estremeciéndose ligeramente con la brisa fresca que nos golpea.

Me quito el saco, acercándome y colocándoselo sobre los hombros.

—Gracias —las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba mostrando un gesto suave—. Estamos comprometidos.

Un dejo de emoción se escucha en su voz cuando habla.

—Estamos comprometidos —repito y decirlo en voz alta me hace sentir tan bien. Tan afortunado, tan malditamente feliz.

—Todo esto parece una locura, siento que no ha pasado nada de tiempo desde que nos conocemos —mira el anillo reluciente entre sus manos. La joya fue escogida especialmente para ella.

No hay un diseño igual, tiene la inscripción "Mia Regina" grabada en oro blanco en el interior del anillo, y si por alguna razón lo pierde, o se lo roban, tiene un código casi invisible que solo es detectable por alguien experto, como una persona que trabaje en casas de empeño o tiendas de joyería.

—Creo entonces que es la mejor locura que he vivido —admito—. Con gusto acepto que me llamen loco.

El sonido de su risa se escucha, llenándome por completo, abriéndose camino hasta llegar a mi cerebro y grabarse ahí.

—¿Crees...?

El sonido del celular interrumpe sus palabras, hago una mueca mientras tanteo el bolsillo y lo saco.

—Creí que me darían algo más de tiempo —murmuro leyendo el nombre de Franco en la pantalla.

—Puede ser importante —dice mirando el celular.

Deslizo la pantalla y coloco el celular contra mi oreja, Daphne vuelve a tomar mi mano mientras comenzamos a caminar de regreso.

Ángelo, lamento llamar, pero ha ocurrido algo —los llantos de fondo me alarman, reconozco la voz de Bella preguntando si con quien habla es conmigo, y la respiración agitada de Franco me alarma.

—¿Qué pasa, Franco?

—Se los llevó —me paralizo, deteniéndome de manera tan abrupta que Daphne tropieza cuando avanza sin que yo los haga—. Renata se los llevó.

Mi mente intenta procesar lo que acaba de escuchar, intenta entender que rayos ha ocurrido.

—¿Se los llevó? ¿A quiénes? ¿De qué mierda hablas, Franco?

Un suspiro pesado del otro lado de la línea me aterra.

Renata se ha llevado a Lía y a Jacob. No sabemos que pretende, pero agredió a la niñera, la señora Wilson quien abrió la puerta recibió un golpe que casi la dejó inconsciente, hemos llamado a la policía, pero...

Dejo de escuchar, el aire me abandona y suelto el celular.

—¿Ángelo? —Daphne se aproxima, tomándome de los hombros y siento que las piernas me fallan—. ¿Ángelo que te ocurre?

No puedo responder, solo soy capaz de sentir como a cada segundo mi respiración se vuelve tan irregular, que no consigo el oxígeno suficiente.

Daphne toma el celular, permanece cerca de mi cuerpo con la mirada preocupada, le pregunta a Franco que ocurre, y cuando obtiene una respuesta, su rostro palidece.

Ella se los llevó.

Miles de pensamientos aterradores se apoderan de mi mente, el hecho de pensar que Lía está con esa mujer, que Jacob ha vuelto a lado de la mujer que está fuera de control...me aterra.

Me aterra lo que pueda hacerles.

Y me aterra más, el motivo que la orilló a llevárselos.

Volvemos a casa de inmediato, conduciendo muy por encima del límite de velocidad permitido.

—¿Qué mierda ocurrió? —ingreso a la casa con rapidez.

Franco se incorpora y Bella corre hacia Daphne tan pronto la ve.

—No lo sé, Ángelo, llegamos a casa y la puerta estaba abierta —mi amigo parece demasiado angustiado al hablar—. La señora Wilson estaba casi inconsciente en el piso, y cuando Antonella fue a ver a sus hermanas, se encontró con Bella llorando en su habitación.

—¿La niñera? ¿Qué hay de ella?

—La ambulancia se la llevó, tiene una herida seria en la cabeza producida por un golpe —informa—. Y no hay rastro de Jacob ni de Lía.

—¡Ella se la llevó! —grita Bella—. Le dije que no se la llevara tío, pero no me hizo caso, ella gritaba mucho, decía que si no quería que me hiciera daño debía quedarme callada —solloza contra el pecho de Daphne— debí cuidarla...

—No, no —me acerco a ella—. No fue tu culpa, princesa. Nada fue tu culpa.

Las luces se cuelan por las ventanas, varios autos de policía estacionan afuera con rapidez, y me obligo a recomponerme para poder recibirlos.

Los oficiales se presentan, comienzan a hacer preguntas y me desespero.

—¿Sabe de algún motivo por el cual quisiera llevárselos? —inquiere el que creo es el oficial a cargo.

—Tiene muchos —expreso—. No acabamos de la mejor manera, perdió un juicio en mi contra...tiene que encontrarla. Esa mujer no puede estar por ahí con mi hijo y mi sobrina, puede hacerles daño, puede...

—Haremos todo lo posible —dice con seguridad—. ¿Tiene cámaras de vigilancia? ¿Sistemas de seguridad?

Asiento, mi mente es una maraña de pensamientos que no me dejan estar del todo concentrado en las cosas que me dicen.

—Yo se los enseño —Franco interviene, quitándome un poco de presión de los hombros.

Le agradezco con una mirada, y cuando se marchan hacia la sala de seguridad, siento que mi cuerpo pierde fuerzas.

—Tengo que llamar a Russell —murmuro—. Tiene que saber que esa mujer se los ha llevado.

Mis manos tiemblan, apenas y puedo buscar el nombre de Russell entre los contactos. Un toque suave a lo largo de mi hombro me hace apartar la vista del celular, Daphne me observa, no es necesario que diga nada, solamente se apodera del artefacto y se aparta, colocándolo contra su oreja.

Me siento perdido, ansioso, intentando encontrar una razón del porqué sucedió todo esto, como pasé de sentirme el hombre más afortunado de la tierra, a estar tan malditamente asustado.

Desvío la mirada hacia un costado, Antonella es ahora quien abraza a Bella. Jodi se encuentra junto a ellas, abrazando a la mayor por la espalda y, aunque estoy tan asustado como ellas, no deben verme así.

Me recompongo, caminando hacia el sitio en donde se encuentran. Jodi se incorpora tan pronto me ve, Antonella me mira con los ojos húmedos y la rodeo con uno de mis brazos, apegándola a mí.

—¿Por qué se los llevó? ¿Por qué se llevó a mi hermanita?

—No tengo idea, Anto —susurro—. Pero te prometo que vamos a encontrarlos, ella no va a hacerle daño.

—Es solo una bebé —dice y su voz se le rompe—. Es solo una bebé.

—Ven aquí —acaricio su cabello con suavidad, cerrando los ojos por una fracción de tiempo antes de obligarme a mí mismo a abandonar este estado de temor.

Daphne habla con Russell al teléfono, y cuando Franco vuelve con el oficial, me veo en la obligación de apartarme de mis sobrinas, Daph se queda en mi lugar, y Antonella se refugia en ella de inmediato lo que me deja saber que estarán bien.

—Señor Lombardi, ¿Tiene idea de a donde pudo haberse llevado a los menores? —inquiere mientras sostiene una pequeña libreta en su mano—. ¿Algún sitio?

Niego.

—Ella no vive en Italia, dudo que tenga un lugar escondido donde quedarse. Probablemente intente volver a Londres.

El oficial se aparta, habla por la radio dando algunas indicaciones y luego vuelve.

—Confíe en nosotros, los encontraremos.

Asiento, tomo una inhalación que me da el aire suficiente, y lo retengo por varios segundos.

Los encontraremos, me repito, los encontraremos.

Los oficiales se marchan de la casa después de eso, Russell llega unos quince minutos después y la mirada que me dedica, es completamente entendible.

—Te lo dije —espeta—. Te dije que ella estaba fuera de control.

—Siempre ha estado fuera de control —objeto con impaciencia—. Si me hubieses advertido que ella tenía planes de secuestrar a mi hijo y sobrina, entonces probablemente las cosas hubiesen sido distintas.

—¿Cómo iba a saber yo que planeaba hacer toda esta locura? —inquiere—. La encontrarán, no es tan lista.

—¿Tengo que recordarte que armó todo un caso de abuso en mi contra? Claro que es lista, Russell, y eso la hace peligrosa.

Me paseo por la sala, sintiendo la desesperación apoderarse cada vez un poco más de mí. Pero no lo permito, no le doy ninguna oportunidad para que me domine, no necesito ser un hombre sensible y asustado, necesito encontrarlos.

—¿Tienes idea de a donde pudo haber ido? ¿Familia aquí? —él niega.

—Entiendo que vino por Jacob —dice Russell sacudiendo la cabeza—. Lo que no comprendo, es porqué se llevó a tu sobrina. Si ese hubiese sido su plan, se hubiese llevado a Bella también.

—Imagino que es complicado llevarse a dos niños que se resisten y a una bebé —expreso.

—La policía va a encontrarlos —dice con seguridad—. Probablemente esto no te aliente, pero Renata no le haría daño a tu sobrina. Ella...podrá ser muchas cosas, pero no lastimaría a una bebé.

Lo miro sobre mi hombro, él parece creer sus propias palabras así que, para mi propia cordura, lo considero.

—Espero que no estés equivocado —murmuro—. Realmente espero que no lo estés.

Las horas que le siguen a eso son totalmente desesperantes, gracias al cielo Sally no tiene una herida grave, una pequeña contusión que se curaría con medicamento sin riesgo de secuelas.

La policía habló con ella, intentando encontrar las pistas suficientes como para determinar el destino de Renata.

—No la escuché entrar —dice—. No duermo en la misma habitación que las niñas, tampoco están tan alejadas. Era tarde así que fui a dormir luego de comprobar que todos estuviesen bien.

—¿Escuchó el timbre? ¿Qué alguien había entrado? —Sally niega—. ¿Cómo se dio cuenta entonces que algo ocurría?

—El monitor —responde—. Siempre está encendido, así que escuché cuando Bella despertó, luego la voz de Jacob y se me hizo tan extraño porque tiene habitaciones diferentes, creí que tal vez habían despertado, así que fui hacia la habitación y al llegar, encontré a la mujer.

—¿Dijo algo? —el oficial anota todo cuando Sally dice—. ¿El motivo? ¿A dónde iría?

—Dijo que el señor Lombardi le había arrebatado todo, y que, si podía recuperar, tan solo una pequeña parte, lo haría.

Los oficiales comparten una mirada, es bastante evidente que sospechan de algo, pero no se atreven a decirlo.

—¿Señor Lombardi, podemos hablar un segundo?

Los sigo fuera de la habitación, me cruzo de brazos esperando que me den algo, cualquier información, por más pequeña que fuese, yo necesitaba escucharla.

—Es lo que temíamos —expresa—. Es probable que Renata Davies se haya llevado a su sobrina para solicitar un rescate.

—¿Un rescate?

—Es lo que los secuestradores hacen —explica—. Intervendremos su celular para poder detectar cualquier llamada o mensaje, lo contactará, y cuando lo haga, nosotros estaremos con usted.

Solo puedo asentir, sintiendo como poco a poco el aire me abandona, sintiéndome tan aterrado ante lo que han dicho.

Ante el hecho de que Renata considere nunca llamar, y llevarse a mi hijo y sobrina para siempre.

—Al fin se han dormido —Daphne camina hasta donde me encuentro, extendiendo hacia mí una pequeña taza de té—. Toma esto, te ayudará a relajarte.

—No ha llamado —murmuro—. Ya debe de haber llamado.

—Tranquilo, no hacemos nada cayendo en desesperación.

Cuando mueve la mano para acomodarse el cabello, el anillo en su dedo reluce.

—Se supone que deberíamos estar celebrando nuestro compromiso —mascullo—. Se supone que los desastres deberían estar felices, Daph, nada de esto debe de estar pasando.

—No, no debe —coloca la mano sobre la mía en un agarre firme que me devuelve un poco de tranquilidad—. Pero está pasando, y no podemos hacer nada más que confiar en que la policía va a hacer su trabajo y van a traerlos a casa. Ellos van a volver a casa.

Le doy un sorbo al té, el sabor a manzanilla se instala en mi boca, doy un sorbo un poco más largo y luego la dejo a un lado.

—He llamado a mi madre —dice de pronto—. Y Antonella ha reparado en el anillo apenas me acerqué, ambas están felices por nosotros.

Extiendo la mano, tomando la que tiene el anillo y acaricio la piel.

¿Cómo es que hace unas horas estábamos felices celebrando nuestro compromiso y ahora estoy en medio de una angustia al no saber el paradero de Jacob y Lía?

Todo esto es una mierda.

—Van a encontrarlos —dice cuando no tengo una respuesta—. Van a hacerlo, cariño. Y esto no va a ser nada más que un trago amargo.

Quiero creerle, quiero creer en lo que dice, en que si van a volver. Pero una parte de mí, la pesimista, repite que Renata es capaz de todo.

Me recuerda lo mucho que ella me detesta, y que no dudaría en hacer cualquier cosa, con tal de lastimarme.

Y lo está logrando.

Al llevárselos de esa manera, al mantenerme en la maldita incertidumbre, al hacerme vivir un maldito infierno.

No doy una respuesta, y ella tampoco me presiona para que hable. Solamente permanecemos en el estudio en medio de un silencio abrumador.

El oficial dijo que llamaría tan pronto como tuvieran algo, un par de agentes se quedaron en la sala con computadoras y rastreadores, en espera de una llamada, de un mensaje, de cualquier cosa que indique el paradero de Renata.

Pero las horas pasan, y no hay nada.

Antoni viene a la casa junto con Beatrice, y realmente quiero decirle a nuestra madre que se marche porque no planeo discutir con ella, sin embargo, otros son sus planes.

—Te lo dije, ¿o no? —suelto un suspiro cuando mi madre ingresa al estudio—. Te dije que la relación con ese niño iba a costarnos muchísimo.

—No culpes a mi hijo por esto.

—¡Ni siquiera es tu hijo! —grita con molestia—. ¡No lleva tu sangre! ¡No tiene los apellidos!

—¡Eso no es tu puto problema, Beatrice! —bramo—. Me tienes harto con toda tu mierda así que vete, no quiero verte ahora, no quiero que estés en mi casa.

—Sabes que digo la verdad, sabes que el origen de todos tus problemas fue ese niño. No intentes jugar al santo conmigo, con tu madre. No intentes hacerme creer que no sabes que, gracias a él, toda su vida se arruinó.

Aprieto los puños al punto que mis nudillos se tornan blancos por la fuerza.

—Te dije que tu relación con Jacob iba a destruirte, te habías librado, recuperaste a las niñas, pero tenías que traerlo a tu vida otra vez, tenías que volver a ser ese hombre paternalista con un niño que ni siquiera es tuyo. Con un niño al que solo han utilizado para joderte, ¿y ahora qué? ¡Ahora esa mujer se llevó a Lía! ¿De quién es la culpa, Ángelo?

—No intentes culparme de esto, deja de buscar en mí al responsable de todas las desgracias, porque no lo soy.

—¡Claro que lo eres! ¡Todo esto ocurre gracias a ti! —dice señalándome—. Tú padre tenía razón, nunca serás capaz de tomar decisiones acertadas, todas tus acciones traen consecuencias para la familia.

La ira estalla en mi pecho de tal manera que me abruma, siento una especie de tira de espinas rodearme el corazón y presionar. El pecho se me hunde, la razón se apaga, y estallo.

—No voy a tolerar de nuevo que me culpes —mascullo—. No voy a permitir que vengas a mi casa y me acuses de algo en lo cual no tengo responsabilidad. Estoy harto de ti, de la mala madre que has sido todos estos años.

Su rostro se contrae, la rabia llena su mirada, pero no la dejo hablar.

—¿Qué mujer defiende a su hijo antes que a una chica que era maltratada? ¿Quién pone en duda la palabra de su propio hijo? —me acerco, Beatrice se endereza en una postura erguida—. Eres una mala madre, Beatrice. Lo eres completamente y estoy seguro de que todos tus hijos lo saben, ahora, quiero que te largues de mi casa porque tengo que buscar a mi niña y no tengo tiempo para perder contigo.

—No...

—Largo, ahora —respondo con los dientes apretados—. U olvidaré que eres mi madre y te sacaré yo mismo de aquí.

Permanece unos segundos en silencio, mirándome con decepción, pero no me afecta. Hace tiempo que dejó de tener importancia para mí.

Tan pronto se marcha, libero el aire que me encontraba reteniendo hasta este punto. Camino hasta detrás del escritorio, y dejó caer mi cuerpo contra la silla. Apoyo el codo en la madera y sostengo mi frente con la palma de la mano.

La pantalla de la computadora enciende, el celular también lo hace y volteo, es una notificación de un nuevo correo, uno que proviene de una dirección que conozco bastante bien.

Lo abro enseguida, sintiendo el corazón latir al punto cercano de explotar.

Todo se detiene, todo se paraliza en el segundo en el que leo el mensaje escrito, uno claro, conciso, que detalla exactamente cuáles son sus intenciones.

"Si quieres recuperar a Lía, ven a Mirabella 209, no te atrevas a jugar conmigo. No quiero a la policía, o la dulce Lía jamás despertará. Estoy siendo buena con ella, Ángelo, no me obligues a ser inhumana y acabar con su corta vida"

Te estaré esperando.

R.

La respiración se me corta, las naúseas me invaden mientras leo el mensaje una y otra vez. Mirabella 209 es una bodega abandonada en el norte de Silicia, un lugar peligroso del cual se hablaba constantemente.

El lugar perfecto para esconderse porque la policía jamás iba ahí.

Y ahora mi sobrina estaba ahí, mi niña está en manos de una mujer que no dudará en hacerle daño, así que, contrario a lo que realmente deseo hacer, decido hacer lo que pide.

Tomo el celular, marco el número de Franco y él responde prácticamente al instante.

—¿Tienes noticias?

—Ven a casa, te necesito.

No podía decir más porque la policía se enteraría, y por experiencia, sé que Renata cumplirá su promesa de dañar a Lía si no hago exactamente lo que pide. Me encierro en el estudio, gracias al cielo Daphne no viene porque soy plenamente consciente de que a ella no puedo ocultarle nada.

Franco llega cerca de quince minutos después, y en cuanto me mira, sabe que algo va mal.

—¿Qué ocurre?

—Necesito que hagas algo por mí.

—Lo que sea.

—Necesito que hagas una nueva tutela testamentaria —la confusión invade su rostro mientras sacude la cabeza.

—¿Una nueva tutela testamentaría? ¿Para qué?

—Tengo que ir por Lía, y si algo me sucede, necesito saber que mis niñas van a estar bien.

Franco parece incrédulo, intenta replicar, pero lo detengo.

—Necesito que la hagas.

—¿A nombre de quién?

Solo hay una persona en la cual confío con los ojos cerrados.

—Necesito que hagas un documento en donde especifiques que, si algo me ocurre, las acciones, dinero y todos mis bienes, así como la tutela y custodia de las niñas, pasa inmediatamente a Daphne Lennox. 

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Hola, hola, ya me han preguntado cuantos capítulos le faltaban a esta historia y ya los tenía establecidos, sin embargo, surgieron unas cosillas que me hicieron modificar la estructura, y la alargaré un poco, así que es probable que sean cerca de 50 capítulos incluido el epílogo, (y tal vez algún extra) 

Así que...¡estén pendientes! Que lo bueno apenas comienza. 

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