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39.- El hombre que debo ser.


Daphne.

Me llamó mamá.

Lía me dijo mamá.

—¿Has...has escuchado? —elevo la mirada, encontrándome con la emoción en los ojos de Ángelo.

—Fuerte y claro —responde sonriendo—. Supongo que...

—Oh Dios...no te molesta ¿verdad? Quiero decir...

—Daph...—Ángelo extiende una de sus manos para tomar la mía— no me molesta en lo absoluto, estás con ella todo el día, la cuidas con tanto cariño que...es inevitable, ¿no es así?

Asiento, vuelvo la mirada hacia Lía quien ahora comienza a quedarse dormida. Mi corazón se estruja con fuerza, ¿es así como se siente cuando los hijos dicen mamá por primera vez?

¿De esta manera se siente querer a alguien con tanta intensidad?

Parpadeo, intentando alejar las lágrimas y solo puedo dejar de mirarla cuando siento la mano de Ángelo acariciar la piel de mis brazos.

—Me dijo mamá —murmuro en un hilo de voz.

Él sonríe, aparta las sábanas y se acomoda de tal manera que queda a mi costado, el sentimiento me llena por completo mientras me apego a su cuerpo, sosteniendo a Lía contra mi pecho. El brazo de Ángelo me rodea la espalda, llegando al costado de mi cintura y afianza el abrazo.

—Solo corresponde al cariño que le das —susurra dejando un beso en mi cabello—. Eres increíble, mia regina, hasta ellas se pueden dar cuenta de eso.

Sabía que algo como esto podía pasar, aunque claramente no esperaba que sucediera tan pronto, quiero decir, cuando la idea de formalizar con Ángelo llegó, supe que mi presencia en la vida de las niñas también se intensificaría.

Cuando él sugirió que probablemente necesitarían una figura materna, no dude en aceptar la responsabilidad. Pero no consideré, que una de ellas pudiera llamarme mamá.

Y eso se siente tan bien, es una de las sensaciones más bonitas que he experimentado jamás, y me gusta sentirme de este modo. Me da tanta felicidad saber que estoy haciendo las cosas bien.

Lo que ocurrió hizo que no quisiera dejar a Lía en la cuna, pero inevitablemente tengo que hacerlo para continuar con el trabajo.

Sally se encuentra en su habitación, jugando con Bella sobre la alfombra y al mirarla, me recuerdo a mí en el mismo sitio.

Es curioso como las cosas cambian y llegan a ser de un modo que ni yo misma pude imaginar.

Dejo a Lía en su cuna y hablo un par de minutos con Bella antes de volver a la habitación. Ángelo se ha ido al estudio, y me ha ofrecido la biblioteca de la casa para que pueda trabajar, dijo que podíamos acondicionarla como estudio, para que tuviese mi propio lugar de trabajo.

Sabía que debía de adelantar el trabajo pendiente, de otro modo las reuniones necesarias para las sesiones de fotos en los casinos serían imposibles de llevarla a cabio.

Cielos, de solo pensar que mi rostro estaría en las gigantescas pantallas de publicidad me generaba un escalofrío. Pensar que Ángelo decidió cambiar el nombre de los casinos, por el sobrenombre cariñoso que emplea para llamarme, es...demasiado.

Pero en cierta parte, me sentía importante. Él me hace sentir importante. Me hace sentir como si todo lo vivido no existiera más, Ángelo Lombardi me da seguridad, me hace sentir protegida, y al mismo tiempo tan fuerte e independiente.

¿Cómo es eso posible?

Supongo que solo sucede cuando tienes a tu lado a la persona indicada, y yo no tenía ni una sola duda, de que el italiano encerrado en el estudio, es mi persona ideal.

Es el hombre con el que deseo estar para siempre.

—Ya has perdido la cabeza —me reprendo cerrando la computadora.

Odiaba admitir que pasaba más tiempo pensando en todas las cosas que han ocurrido en mi vida en las últimas semanas, que en todo el trabajo que debía de hacer.

Pero se ha hecho tarde, y pareciera que mi mente no es capaz de continuar con el trabajo, así que dejo la computadora a un lado, y voy hacia las habitaciones de las niñas.

Bella ya se encuentra en su cama, Ángelo está con ella para cuando llego, leyéndole el habitual cuento para dormir.

Es increíble ver el cambio que ha tenido con ellas, ver la manera en la que ahora parecía desvivirse por sus sobrinas, la manera en la que ha luchado por ellas, tan incansable, tan feroz para protegerlas.

Tal vez el cariño y amor siempre estuvo ahí, solo tenía que permitirse a el mismo demostrarlo.

Le doy las buenas noches a Bella, y luego salgo junto con él de la habitación.

Antonella nos intercepta en el pasillo, y la mirada nerviosa que le dedica a su tío me causa curiosidad.

—Deberías estar dormida —dice Ángelo—. Mañana hay colegio.

—Lo sé, solo quería preguntarte algo —juega con sus manos y baja la vista por un segundo antes de volver a mirar a su tío.

—¿Sí?

—¿Puede venir alguien a cenar? —retengo la sonrisa cuando entiendo perfectamente la intención de la pregunta.

—¿Alguien? ¿Y quién es ese alguien?

—Un amigo —el entrecejo de Ángelo se frunce, entrecierra los ojos hacia su sobrina y Anto sonríe con nerviosismo—. ¿Puede?

—Dile a ese chico, que antes de salir contigo, deberá tener una charla conmigo —el nerviosismo se esfuma de ella.

—¿Qué? —inquiere con indignación—. ¡Tío!

Ángelo sonríe, encogiéndose de hombros.

—¿Realmente crees que voy a tragarme el cuento de que es un amigo? Vamos, Antonella, puede que tu padre creyese eso, pero yo no.

Ella resopla, claramente inconforme.

—¿Puede o no venir a cenar?

—Creo que una cena sería oportunidad perfecta para conocerlo, ¿no lo crees? —intervengo—. Esa charla seguramente se puede dar de manera más amena, sin que el pobre chico termine como alma espantada en el infierno.

Antonella ríe, pero Ángelo no parece convencido.

—No lo sé —dice con desconfianza—. Es demasiado pronto para que estés saliendo con chicos, creí que pasaría tiempo antes de enfrentarme a esto.

Sonrío.

—No va a ser tan malo, entonces... ¿organizo una cena?

A regañadientes Ángelo acepta y cuando Antonella parece satisfecha con la respuesta, nos deja continuar.

Llegamos a la habitación, y él aún continúa farfullando en voz baja mientras se cambia la ropa por un pijama.

—Puedes intentar ser un tío buena onda —sugiero—. No seas tan...intimidante.

—Debo ser intimidante, al chico correcto no le importará que tan intimidante sea. Si en verdad quiere a Antonella, lo soportará.

Me escabullo en la cama, colándome bajo las sábanas y disfrutando de la calidez que me proporcionan. Me acomodo sobre las almohadas, siguiendo al hombre que se mueve por la habitación con el ceño fruncido.

—Y tendré que pasar por esto otras dos veces más —dice—. O quien sabe cuántas veces, porque si no es el indicado, conocerán más chicos y...oh Dios, terminaré asesinando a alguno de ellos si les rompen el corazón.

Me enternezco ante la manera en la que habla, tan preocupado por el hecho de que Antonella esté saliendo con alguien.

—Lo superarás, no será tan malo —prometo. Se acomoda a mi costado, soltando un suspiro resignado y asiente.

—Supongo que no tengo opción, ¿verdad?

Niego, me acerco, Ángelo abre los brazos y me acomodo contra su pecho. Sus brazos se envuelven a mi alrededor y me siento segura, me siento como en las nubes.

—Estás haciendo un buen trabajo —susurro cerrando los ojos—. Esta no va a ser la excepción.

Su mano acaricia mi espalda, impartiendo un suave roce que me reconforta.

—Daph.

—¿Sí?

El silencio se instala entre nosotros, abro los ojos aún contra su pecho, y aguardo a que continúe.

—Quiero una familia contigo —me aparto, elevando la mirada para conseguir observarlo. Nuestra mirada se encuentra y solo distingo sinceridad en sus ojos—. Quiero toda una vida contigo.

Sonrío, extendiendo la mano y acariciando uno de los costados de su rostro.

—La tendremos —prometo.

Sus labios se colocan en mi frente, en un contacto que dura algunos segundos, y luego sus brazos me sujetan con mayor firmeza.

—Voy a hacerte feliz —su voz se cuela por mis oídos mientras cierro los ojos—. Lo prometo.

Sonrío, aun cuando no puede verme.

—Ya lo haces —no tengo que mirarlo para comprobar si me ha escuchado, porque me apega a él de una manera que me hace sentir amada.

Un gesto que, sin necesidad de lenguaje verbal, me deja saber que Ángelo Lombardi me ama tanto, como yo lo amo a él.

Y eso para mí, es más que suficiente.

No me equivoqué al creer que las sesiones de fotografías para los casinos serían un total tormento. Los flashes disparados en mi dirección, las incontables instrucciones que me daban los fotógrafos y los ratos entre maquillaje y peinado, van a volverme loca.

Lo único bueno de esto es que tengo a Jodi conmigo para intervenir cuando los vestidos que el equipo trajo son demasiado...reveladores.

—El señor Lombardi se va a infartar si la ve con eso —señala mi amiga—. Y no de la manera agradable.

—¿Cómo un infarto puede ser de manera agradable? —inquiero con diversión mientras observo mi reflejo en el gran espejo.

El vestido que habían traído es hermoso, deslumbrante, tan sexi y me siento como una divina diosa, pero no es un vestido con el que me gustaría ser vista por las enormes pantallas ni en los anuncios de bienvenida al casino.

—Llamará la atención de los clientes...

—¿Esto es un casino o un club nocturno? —inquiere Jodi con molestia—. Ve a conseguir un vestido adecuado antes de que vaya a decirle a tu jefe que crees que su novia va a conseguir la atención de cientos de hombres, seguro le agrada escucharlo.

La chica sale con rapidez de la habitación, y cuando nos quedamos solas, giro hacia mi amiga.

—No seas tan dura —pido—. Solo hacen su trabajo.

—Con vestidos que claramente no pediste —me recuerda—. Le diste sus especificaciones y no las siguieron.

Me ayuda a quitarme el vestido, me coloco la bata de seda y me dejo caer sobre el sillón, aguardando por una nueva prenda.

Llevábamos cerca de dos horas dentro de uno de los estudios de fotografía que no imaginé que el casino tuviera. ¿Cuántas cosas más había de las cuales no estaba ni enterada?

Aunque al inicio no estaba totalmente convencida de que ser la imagen de los casinos fuese en realidad una buena idea, debía de admitir que ahora mismo comenzaba a disfrutarlo.

La chica vuelve algunos minutos después, con varios vestidos que se asemejan más a lo que pedí desde el inicio.

—Vamos progresando —dice Jodi con una sonrisa mientras toma uno de los vestidos—. Este parece ser el indicado.

Es un bonito vestido marcha Versace, es en color dorado, con hojuelas que relucen a cada movimiento. La tela interior es suave, casi parecida a la seda y a pesar de que es ajustado, en las rodillas tiene un pequeño vuelo que forma una figura impresionante.

Posee un escote no tan pronunciado, una pequeña abertura en forma de V que llega al inicio de mi busto, y los delgados tirantes les dan un aspecto elegante a mis hombros.

—Con el cabello suelto —dice la chica que se encarga de maquillaje y peinado mientras se acerca.

Jodi parece satisfecha así que se aparta. El vestido me da la suficiente movilidad como para caminar sin el riesgo de dar un traspié, y la tela se amolda a mi cuerpo haciéndome sentir cómoda.

Las fotografías comienzan, no tengo idea de cuantas fotografías toman durante la hora siguiente, pero para cuando acaba, estoy segura de que mi visión ha reducido considerablemente.

—Definitivamente no podría ser modelo —murmuro hacia mi amiga mientras salimos de los edificios de los casinos.

—¿Ese es tu auto? —inquiere Jodi mirando hacia el auto que nos espera aparcado en la acera.

—Así es, vamos.

Saludamos al señor Bruno tan pronto subimos, y el trayecto hacia casa comienza. La escases de tráfico nos ayuda a no demorar demasiado, y cuando llegamos a la casa, Jodi parece impresionada.

—Es la segunda vez que vengo —dice mientras bajamos del auto—. Pero sigue siendo increíble. ¿No te pierdes en una casa tan grande?

—He pasado varios meses aquí, así que me he adecuado —admito.

Las risas se escuchan tan pronto abrimos la puerta, Bella voltea y corre hacia nosotros tan pronto me ve.

—Daphne, ¿podemos hacer noche de cine? —inquiere con entusiasmo.

—Tienes colegio mañana —le recuerdo—. Pero tal vez podamos ver un par de películas antes de la hora de dormir.

Sally se acerca con Lía en brazos, un par de palabras claras brotan de sus labios y sonrío, cada día que pasaba parecía que su habilidad verbal mejoraba.

—¿Ha comido? —inquiero hacia Sally.

—Ya comió, le he dado el baño y estaba por tomar la siesta —dice ella con una sonrisa—. Todo al pie de letra, señora Lombardi.

—Daphne —la corrijo—. Solo dime Daphne.

Ella sonríe y asiente, cuando su atención viaja a Bella decido ir hacia la habitación, Jodi me sigue de cerca, sorpresivamente en silencio.

—¿Por qué tan callada? —inquiero hacia ella.

Jodi no responde de inmediato, se limita a seguirme y no es hasta que llegamos a la habitación, que me da una respuesta.

—Solo he estado pensando, en que luces como toda una mamá —dice y sus comisuras se elevan—. Sabes horarios, lo que debe de hacer, y la niñera te llama "señora Lombardi"

—No significa nada —murmuro sentándome al borde del colchón—. Solo hago mi deber.

—No es tu deber, lo haces porque te nace, porque deseas hacerlo —objeta—. Y eso es adorable, Daph. Que quieras a las niñas como tuyas, es algo increíble.

—¿Es una locura quererlas como si fuesen mías?

Mi amiga niega, recibiendo a Lía en brazos cuando se lanza hacia ella.

—No es una locura, es algo completamente normal, Daph. Sería una locura que no las quisieras, tomando en cuenta todo el tiempo que has estado con ellas.

Es increíble cómo puedes encontrarte en situaciones impensables, con personas que nunca pudiste imaginar.

Llevaba menos de un año en esta casa, pero sentía como si las niñas y Ángelo, fuesen parte de mi vida desde hace muchísimo tiempo. Pasamos tres semanas alejados, y eso fue como una eternidad.

—Ya las amo —susurro acariciando el cabello de Lía—. A las tres.

No despego la mirada de ella, es una verdad evidente que las quería, tanto como nunca imaginé, las amaba como si fuesen mis hijas, y a pesar de que sabía lo que Lía dijo, ellas siempre tendrían una madre.

Una madre que seguramente fue maravillosa por el tiempo que estuvo con ellas, no pretendía ocupar su lugar, nunca podría. Pero tal vez, tal vez solo podía ser una pequeña parte, de la gran madre que Jenna fue.

No hay nada que me gustara más que eso, nada que me causara tanta emoción, como saber que después de todo, hice las cosas bien.


Ángelo.

Antoni observa los bosquejos del diseño del nombre del casino, parece mirarlos con demasiado detenimiento, tanto que comienzo a inquietarme de que lo rechace.

A pesar de que yo soy el dueño de los casinos, y el mayor socio por las acciones que Lucca dejó a mi nombre, Antoni es la segunda persona con más acciones, lo que lo convertía en una pieza clave de las decisiones.

—¿Qué piensas? —pregunto cuando ha pasado demasiado tiempo en silencio.

—¿Daphne está de acuerdo con todo esto? —señala las imágenes, y el nombre.

—Lo está, no me hubiese atrevido a hacer tanto si ella no estuviese de acuerdo —aclaro.

Mi hermano asiente, se aleja unos cuantos pasos mirando el resto de las fotografías, y luego me mira.

—Me gusta, creo que es un buen trabajo —sonríe y eso me alivia—. Y tu novia luce como una diosa.

Sonrío mirando una de las fotografías que el equipo de publicidad me había traído. En ella, Daphne está justo en la barra de los casinos, con las piernas cruzadas y una copa de una bebida que estaba seguro jamás probaría.

El labial intenso en sus labios la hacen lucir tan malditamente sexi, y joder, ese vestido ocasionaba que mi entrepierna comenzara a protestar.

—Lo sé —dejo de mirar la foto de mi novia y vuelvo la atención a mi hermano—. Estaba pensando en...

—¿Cómo se te ocurre? —la puerta se abre con brusquedad, no me sorprendo al ver a mi madre enfurecida—. ¿Has perdido la cabeza, Ángelo?

—Hola, Beatrice —respondo con indiferencia—. Estoy bien, ¿Qué hay de ti?

—No te hagas el desentendido —reclama—. ¿Qué pretendes? ¿Cambiando absolutamente todo?

—Me estoy haciendo cargo de mi imperio.

Su rostro enrojece cuando me escucha decir aquello. Lanza su bolso contra uno de los sillones y se acerca, en realidad no imagino lo que hará, así que no preveo la cachetada que lanza contra mí.

Volteo el rostro, sintiendo el escozor en la zona que ha golpeado y me obligo a controlar el sentimiento que lucha por explotar en mi sistema.

—No es tuyo —sisea—. Tu padre y abuelo seguro deben estar revolcándose en su tumba, ¿Qué pretendes? ¿Llevarnos a la ruina?

—Lo que pretendo, Beatrice, es manejar los casinos de la manera en la que a mi mejor me parezca —reto—. Los socios están de acuerdo, Antoni está de acuerdo, así que tu opinión me tiene sin cuidado.

—Sigo sin entender porque Lucca confiaba tanto en ti.

—Por Dios, deja de mencionar a Lucca —Antoni interviene con molestia—. Lucca era un hijo de perra y lo sabes, Beatrice.

—No hables así de tu hermano —reprende—. No te atrevas...

—¡Hablo de él como se me pegue en gana! —grita encarando a mi madre—. Estoy harto de que te la pases alabando a Lucca, no era ningún santo, estaba lejos de serlo. Así que no entiendo cómo es que estás tan cegada como para defenderlo de todo.

El rostro de nuestra madre se contrae.

—Ángelo está haciendo un buen trabajo, y es tu deber como madre reconocer todo el esfuerzo que está haciendo por esta familia. Sin él, todo este imperio no hubiese sobrevivido, ¿has notado que la cantidad en tu cuenta bancaria ha aumentado significativamente en los últimos años?

—Antoni...

—Eso se lo debes a Ángelo, deberías estar agradecida con él en vez de echarle en cara todo cuanto hace —me mira por un segundo antes de volver a hablar—. No solamente tenías un hijo, Beatrice. Tienes tres, pero parece que te has olvidado de ese detalle.

Un silencio se instala entre nosotros, mi madre luce fuera de balance, como si no se esperara nada de lo que Antoni ha dicho. En realidad, no me extraña. Ni siquiera yo esperaba eso.

—Si no hay nada más que quieras decir...

—Esto es una locura —es todo lo que dice antes de ir por su bolso, y salir a prisa de la oficina.

Un nuevo silencio se apodera del espacio, Antoni maldice y se aparta.

—Eso fue...

—Alguien tenía que decírselo —expresa—. Me tiene harto con su alabanza hacia Lucca, por Dios, ella debería saber que lo que hacía era horrible.

—¿A ti te consta? —inquiero—. ¿Realmente estas seguro?

—Creo en lo que Jenna dijo mientras lloraba como nunca antes la había visto —dice con el semblante mortificado—. Nunca lo encaré, hacerlo hubiese sido una locura, tener a nuestros padres en contra, pero cuando Jenna presentó la demanda, y la retiró, fui con ella.

Me mantengo en silencio, intentando escuchar todo lo que tenga por decir.

—Dijo que nunca le ganaría a un Lombardi —continúa —y que quería asegurarse de que sus hijas no sufrieran ningún daño.

Una nueva ola de decepción me invade y me siento un completo imbécil por nunca haberme dado cuenta de eso.

—¿Cómo es que fue capaz de mantener todo oculto? —inquiero—. No tengo el valor para decirles que su padre en realidad era un maldito, después de todo es nuestro hermano, ¿no es cierto?

—Que sea nuestro hermano, no quiere decir que tenemos que justificar todas sus acciones —objeta—. Pero tal vez sus hijas no deben de saberlo, tal vez es mejor que lo recuerden como el hombre que fue con ellas, no como el que le hacía pasar un infierno a su madre.

Tomo una inhalación, reteniendo el aire en mis pulmones y luego dejándolo salir.

—¿Crees que esto es una locura?

Antoni sonríe, se acerca hasta palmear mi hombro y niega.

—Eres el mejor director que los casinos han tenido hasta ahora, no es una locura, aun cuando lo parece.

Sonrío.

—Por cierto, no he recibido mi invitación para el cumpleaños de Bella. Nuestra sobrina me ha dicho que le harás una fiesta gigantesca.

Echo la cabeza hacia atrás siendo incapaz de retener la risa.

—Esa niña no sabe mantener la boca cerrada —mi hermano ríe con fuerza, caminando hacia la salida.

—Es su principal cualidad —admite—. Hazme llegar la invitación, o me sentiré muy ofendido.

Asiento, cuando abre la puerta y está por salir, lo llamo.

—¿Si?

—Lamento haber sido un hermano de mierda por tanto tiempo —su sonrisa titubea—. Por solo ver a Lucca, por no confiar en ti.

—Nunca me molestó la relación que formaron —admite—. Él solo quería cuidar de ti, al igual que yo. Teníamos el mismo objetivo, pero ahora creo que ya no necesitas a nadie para cuidarte las espaldas.

Su sonrisa vuelve a tomar fuerza.

—Ya eres feliz, eres ese hombre que Lucca y yo queríamos que fueras, y estoy seguro de que, a pesar de todo, él está feliz por eso, todos estamos orgullosos de ti, hermanito.

Tiene tiempo sin llamarme de esa manera, tanto que el hecho de que lo haga ahora, se siente tan bien.

Sale por completo y cuando la puerta se cierra, me dejo caer contra mi silla sin ser capaz de dejar de sonreír.

Antoni tiene razón, ahora soy feliz. Ahora me siento de la manera en la que siempre he esperado sentirme.

Tengo una familia, una chica a mi lado a la que amo tanto, tres niñas a las que quiero con toda el alma, y estoy aquí, haciendo lo que me hace feliz.

Tengo todo lo que necesito, y tal vez más.

Solo esperaba que esa felicidad, me durara para siempre.

Miro la fotografía de Daphne, sintiendo algo explotar en mi pecho.

—Voy a garantizarnos ese felices para siempre —murmuro como una promesa—. Lo juro, mia regina.

Y con eso, tomo el teléfono fijo y marco, tenía un par de llamadas por hacer.

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¡Nos quedan seis capítulos para el final! ¡Estoy tan emocionadaaaaa! No se me confíen tanto, que aún nos faltan cosas por saber o.o 

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