37.- Más que necesario.
Ángelo.
Tenerlas en casa se siente bien, escuchar los pasos apresurados de Bella y su risa entusiasta por estar aquí de nuevo hacen que el corazón se me llene de un sentimiento que conozco bastante bien.
—Bueno, según sé, hay una fiesta que planear ¿o no? —inquiere Daphne a mi costado.
—¡Mi cumpleaños! —dice Bella elevando las manos y sonrío—. ¿Tendré una fiesta, tío?
—Claro que sí, desastre —respondo con una sonrisa—. Solo elige un tema, y tendrás una bonita fiesta de cumpleaños número siete.
Un nuevo grito entusiasta se deja oír y no retengo la risa, Daphne sostiene a Lía entre sus brazos y Antonella nos mira divertida desde el otro lado de la sala.
—Lamento interrumpir este momento de felicidad, pero... ¿llamarás a la agencia de niñeras?
La sonrisa en mis labios titubea, joder, Daphne tenía un empleo ya, uno bastante bueno, haciendo lo que siempre quiso, no sería capaz de pedirle que volviera como niñera.
Y mi mala experiencia con las agencias de niñeras no me daban muchos ánimos.
—¿Agencia de niñeras? —inquiere Antonella con sorpresa—. ¿A caso tú...?
Algo parece activarse en su mente, y luego gira hacia mí con evidente molestia.
—¿La despediste? —parece más enojada de lo que esperé.
—No, bueno, técnicamente...
—Ustedes ya no estaban aquí —interviene Daphne, salvándome de enredarme con las palabras delante de una niña de dieciséis— y pasamos por una situación complicada, así que cuando ustedes se fueron, necesitaba otro empleo.
—¿Ya no cuidarás de nosotras?
—Bueno, lo haré, aunque no podré estar aquí todo el día —murmura ella, me mira por un tiempo y luego vuelve la atención a mi sobrina—. Ya vivo aquí, así que podré cuidarlas cuando esté en casa.
Su repentina molestia parece esfumarse tan pronto como Daphne dice la última frase.
—¿Al menos ayudarás a mi tío a buscar una buena niñera? —inquiere.
—Lo haré, no las dejaremos en manos de cualquiera —afirma con una sonrisa—. Ahora, creo que querrás ir a instalarte, ¿no es cierto?
Ella asiente mientras toma la maleta y nos da la espalda, subiendo con demasiada prisa que me inquieta.
—Bueno, creo que tendremos una larga búsqueda por hacer, ¿no lo crees? —inquiero—. Buscar una niñera no es sencillo.
Ella parece recordar algo, permanece con gesto pensativo y luego me mira, lo que me deja saber que sus pensamientos tenían algo que ver conmigo.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué aceptaste tan rápido que fuera la niñera de tus sobrinas? —cuestiona—. Quiero decir, no parecías alguien que de oportunidades a gente que lo intercepta en los pasillos de un supermercado.
Una leve risa me invade, Daphne deja a Lía en brazos y miro a mi sobrina dar varios pasos de manera más estable.
—Perdí la cuenta de cuantas niñeras pisaron la casa —admito con una mueca—. Ninguna se entendía bien con las niñas, y ni qué decir del desastre que dejaban en mi casa. Así que cuando sugeriste que podrías hacerte cargo, y que sería capaz, no lo dude. Después de todo, necesitaba a alguien.
—Y míranos, felizmente enamorados —eleva uno de sus hombros y ladea la cabeza, sonríe con genuinidad y no puedo evitar la risa que me asalta en ese momento.
—Así es, mia regina —respondo acercándome para tomarla de la cintura y apegarla a mi cuerpo, sus labios se encuentran con los míos en un casto beso antes de que se tenga que apartar para ir detrás de Lía quien ya ha llegado a la mitad de la sala.
Las risas de Bella se escuchan en la planta baja, y es una locura pensar que, con su llegada, la casa parece incluso más iluminada.
Pero es así.
Pasamos el resto del día juntos, terminando de acomodar la ropa de Bella en donde debe ir, y solo las dejo cuando tengo que llamar al colegio, para notificar su regreso.
Me sorprendía la habilidad que tuvo Hilary para conseguir enviar a las niñas a Londres sin que nadie se diera cuenta, fueron dadas de baja en el colegio y ahora me tocaba tratar de convencer al director para que las aceptara de vuelta.
Joder, ¿Cómo esa mujer pudo pensar siquiera que era una buena idea?
Bueno, pensaba que las tendría para siempre, y eso para su desgracia no fue así.
Al final, consigo que las acepten de vuelta en los mismos grupos y sin retrasos, aunque claramente fue oportunidad perfecta para exigir una cuota que era más que sabido que no fue necesaria, pero que tuve que pagar por los desastres.
Apenas he colgado la llamada con el director, cuando la puerta se abre con brusquedad.
—Debes aprender a tocar —espeto arqueando una de mis cejas al ver a Franco ingresar como si fuese su propio estudio—. ¿Tú madre no te enseñó modales?
Él rueda los ojos.
—Mi madre claramente me enseñó todo lo que debía saber, pero esto no amerita modales —dice con una sonrisa—. Me llegó la notificación del juzgado de San Francisco y...
—Podías llamarme, lo sabes, ¿no? ¿Por qué...?
—¡Cristo! ¡Cállate por un segundo y déjame terminar! —exige con molestia.
Hago lo que pide, cerrando la boca y cruzándome de brazos.
—Gracias —dice después de tomar un suspiro—. Me llegó la notificación, Jacob quiere verte.
Me impulso hacia adelante, tomando la carpeta que sostiene entre sus manos y abriéndola con prisa.
—Y se ha estimado que tendrás derechos de visita, el juez fue considerado para que no tuvieras que viajar hasta San Francisco, así que dos semanas enteras al año, y las vacaciones de verano, serán absolutamente tuyas. No puedes solicitar la custodia como deseabas porque evidentemente se han quitado tus derechos paternales, pero creo que el tiempo que se te dio es suficiente, ¿no lo crees?
—¿Renata estuvo de acuerdo?
—Supongo que no hubo mucho que pudiera hacer, ya que es orden directa del juez.
—¿Las vacaciones de verano enteras?
—Según las fechas, es poco más de un mes así que podrás tenerlo unas...seis semanas en total al año, conforme crezca puede irse modificando la duración, pero, para empezar, es muy bueno.
Asiento, a pesar de que me gustaría tener mucho más tiempo con él, esto por el momento me es suficiente.
—Deberías llamarlo —dice Franco—. Seguro le alegrará oírte.
Me dedica una sonrisa y luego, tan rápido como llego, se marcha.
Observo la notificación del juzgado, mi vista viaja por las líneas, leyendo una y otra vez lo que hay escrito sobre el papel.
Él aún quería verme.
¿Puede ser posible incluso que me considerara todavía su padre?
Antes de poder pensar en algo más, tomo el celular y marco el número con marcación rápida, mi corazón late con fuerza contra mi pecho mientras espero por que responda, rogando porque lo haga.
—¡Papá! —el grito emocionado al otro lado de la línea, detiene el tiempo a mi alrededor.
Mi pecho se hunde con emoción, con un jadeo lleno de entusiasmo. Porque me ha llamado papá.
—¿Papá? ¿Estás ahí?
—Hola campeón —me aclaro la garganta—. Lamento no haberte llamado antes.
—Russell dijo que estabas ocupado, ¿ya no lo estás?
—No, ya no —respondo—. ¿Cómo has estado? ¿Cómo te trata tu madre?
—Todo está bien, Russell y yo nos mudamos. Dice que mamá se quedará en otra casa.
Recibir esa información me saca de balance. ¿Russell y Renata no estaban juntos?
—Oh, ¿y tú estás bien?
—Sí, estamos en casa de los abuelos, pero hoy fuimos a ver una casa cerca del colegio. ¿Me visitarás pronto?
La fiesta de Bella llega a mi mente, sería la oportunidad perfecta para traerlo por unos días.
—Justo por eso te llamo, pero antes, ¿Russell está cerca?
Su grito me hace sonreír, llama a Russell un par de veces y luego el movimiento al otro lado de la línea me hace saber que probablemente le ha dado el teléfono.
—¿Ángelo?
—Hola, Russell.
—Supongo que recibiste la notificación del juez —suspira—. Si llamas para arreglar las visitas...
—Es el cumpleaños de una de mis sobrinas, es en dos semanas —informo interrumpiéndolo—. ¿Crees que Jacob pueda venir a Italia?
Él silencio me indica que lo está dudando.
—Ha comenzado la escuela, pero supongo que puedo hacer algo. ¿Te parece si me llamas mañana por la mañana y lo tratamos? Ahora necesito atender unos asuntos.
—De acuerdo.
Parece hablar con alguien, y luego la voz de Jacob se escucha en la línea.
—Debo hacer los deberes —informa—. ¿Puedo volver a llamarte?
—Las veces que tú desees —respondo—. Cuídate, ¿sí?
—Adiós papá.
Mi corazón se contrae en un movimiento salvaje, el sentimiento de alivio me llena el cuerpo entero, consiguiendo una sonrisa en mis labios.
—Adiós, campeón.
Cuando la llamada se cuelga, bajo lentamente el celular.
Me ha llamado papá, Dios, él sigue llamándome papá.
—¿Interrumpo? —la voz de Daphne se cuela por mis oídos, trayéndome de vuelta a la realidad.
Sacudo la cabeza levemente mientras elevo la vista, ella se asoma por la abertura de la puerta, sonríe cuando nota que la miro e ingresa, cerrando la madera detrás de ella.
—No —respondo—. ¿Qué ocurre?
—Nada —camina hasta llegar a una de las sillas frente al escritorio, pero le hago un gesto para que rodee el mueble.
Me impulso levemente hacia atrás, tomando una de sus manos y atrayéndola hacia mí.
Ella ríe mientras acomoda su delgado cuerpo sobre mis piernas, se remueve con ligereza y me obligo a no pensar en la leve molesta de mi entrepierna.
—¿La silla es sufrientemente fuerte para nuestro peso?
—Es suficientemente fuerte para tolerar el peso de hacer otras cosas, más que sentarse —golpea mi hombro cuando capta lo que quiero decir.
—Hablo en serio.
—Yo también.
Ríe levemente, sacudiendo la cabeza y adopta una postura más cómoda, relajándose contra mi cuerpo. Lleva unos pantalones cortos, lo que me permite acariciar la piel de sus piernas mientras la miro, esperando que hable, o haga algo más.
—¿Franco trajo buenas noticias?
—Lo hizo, Jacob aún desea verme, así que me han dado algunas semanas para poder estar con él.
Noto como su mirada se ilumina, y las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba.
—Eso es grandioso, amore —acaricia el costado de mi rostro, su gesto me envuelve en un sentimiento cálido que cuando aparta la mano, inmediatamente me encuentro extrañándolo.
—Lo sé —murmuro.
Un corto silencio se instala entre nosotros, y pronto, la duda de algo que no había considerado se siembra en mi mente.
—¿Qué es lo que piensas ahora? —inquiere ladeando la cabeza.
—Nada —le sonrío intentando restarle importancia, pero evidentemente ella no va a dejarlo pasar, y lo sé por la mirada que me dedica en ese instante.
Tomo una inhalación, como si de esa manera pudiera armarme de valentía para hablar y decir lo que estoy pensando.
—Nunca consideré que mis sobrinas necesitarían de una figura materna, sobre todo Bella y Lía —su mirada cambia, y parece comprender de inmediato—. Son pequeñas, y necesitan educación, una crianza, y yo...
—Lo sé —una sonrisa suave se desliza por su rostro—. Sé lo que significa estar contigo, sé que estar juntos, vivir en tu casa, y hacer lo que estamos haciendo ahora, conlleva poder ser una figura materna para esas niñas.
—Daph...
—Ángelo, te conocí cuando ellas ya estaban en tu vida, no puedo pretender que sean ajenas para ti. Ni siquiera Jacob, aún con todo lo que sucedió, tú sigues en sus vidas, y yo estoy en la tuya, lo que me hace parte de sus vidas también.
Vuelve a extender la mano, trazando una caricia suave a lo largo de mi rostro mientras su mirada adquiere un brillo que no estaba ahí antes.
—Y estoy dispuesta, a ser lo que ellas necesiten.
Algo se retuerce en mi interior con tanta fuerza que me arrebata el aliento, de una manera feroz, me deja ver con claridad a la increíble mujer que se encuentra sentada sobre mí, mirándome de una manera en la que nunca nadie lo ha hecho.
—Son nuestras niñas —murmura con dulzura—. Y estoy dispuesta a hacer cualquier cosa que ellas necesiten, sé que tienen una madre, siempre la tendrán. Pero si tu pregunta es, si estoy dispuesta a poder convertirme en lo más cercano que pueden tener a una mamá...
Se detiene, colocando ahora ambas manos a los costados de mi rostro.
—La respuesta es sí —un estallido de emociones poderosas se produce en mi interior—. Para ti la respuesta siempre va a ser sí.
La distancia se vuelve inexistente, pronto sus labios se encuentran apoderándose de los míos en un movimiento sincronizado, con una sintonía sorprendente. Daphne se mueve, consiguiendo colocar ahora ambas piernas a los costados de mi cuerpo, me inclino hacia atrás,
Mis manos abandonan la piel de sus piernas y tanteo por debajo de la silla hasta conseguir la palanca que mueve el respaldo y tiro de ella.
—Te amo, mi sexi italiano —dice apartando sus labios de los míos, apenas tengo tiempo de reaccionar antes de sentir sus labios contra mi mandíbula, dejando un camino de besos hasta que llega al cuello.
Sus manos se colocan en el cuello de la camisa, y abre los botones con una rapidez sorprendente.
Las yemas de sus dedos recorren la piel de mi torso y cuando mueve las caderas hacia adelante, rozando mi entrepierna, suelto un gruñido.
—Daph...
Mis manos se colocan detrás de ella, y la atraigo hacia mi cuerpo consiguiendo que el roce se intensifique, en un movimiento instintivo elevo las caderas y el bulto en mi pantalón la hace jadear.
—Daph...—mis palabras se interrumpen cuando se apodera de mis labios—. Daph la silla...
—Dijiste que era lo suficientemente fuerte —murmura divertida.
—En realidad no estoy seguro —hago una mueca—. Así que...sujétate.
—¿Qué?
Coloco las manos en sus piernas, apegándola a mí y me incorporo, Daphne ahoga un grito y se aferra a mi cuello. La sostengo con firmeza y ella afianza el agarre en sus piernas contra mi torso.
Salimos del estudio y atravieso los pasillos hasta nuestra habitación. Tan pronto ingresamos, camino hacia la cama y Daphne ríe cuando la dejo sobre el colchón.
—¿Segura que están dormidas? —inquiero—. Tal vez deba insonorizar nuestra habitación.
Una carcajada brota de ella y eleva la espalda de la cama, extendiendo las manos para tomarme de la camisa, y dejarse caer otra vez. Me acomodo entre sus piernas, ella se deshace del camisón que trae con rapidez, y no me es muy difícil desaparecer el pantalón.
Me deshago del cinturón, y sus manos se apoderan de mi pantalón, abriendo la bragueta con una habilidad que me enloquece.
Me pierdo en ella, disfrutando cada parte de su cuerpo, cada centímetro de su piel.
—¿Estás segura de que quieres hacerlo ahora? —inquiero en un jadeo.
—Sí —dice removiéndose contra la cama—. La respuesta siempre va a ser sí.
Sonrío, tomándola de las piernas y acomodándome entre ellas. Daphne sonríe, su mirada brilla y eleva las caderas.
El tiempo se esfuma, se reduce a nada cuando nos hacemos uno, todo se detiene mientras hago a Daphne Lennox mía, completamente mía.
Me quejo cuando el sonido de la alarma se escucha a mi costado, joder, es demasiado temprano.
Daphne si embargo, no opina lo mismo.
—Lo siento, olvidé apagarla —entrecierro los ojos por la luz, tomándome un tiempo para adaptarme a ella y conseguir mirarla.
Lleva puesto unos pantalones negros de tiro alto y un top blanco que deja a la vista su cintura perfecta.
Se coloca un blazer negro y acomoda su cabello, sonrío de lado mientras la miro moverse por la habitación.
—¿Quieres que te lleve al trabajo? —inquiero.
—Las niñas aún duermen —dice—. Y debo hacer una parada a la farmacia.
—¿A la farmacia? —me mira con obviedad, como si mi pregunta no fuese necesaria—. ¿Qué?
—No usamos protección ayer —dice.
—Oh —ella ríe y sacude la cabeza
—Tenemos suficientes desastres como para traer otro, ¿no lo crees?
—Sí, creo que si —admito—. Tal vez podemos esperar que Lía crezca y...
Lanza algo contra mi cuerpo obligándome a cubrirme, nuestras risas se escuchan y cuando vuelvo a mirarla, ella ya está tomando su bolso.
—Ciao ciao, amore.
Deja un beso contra mis labios, y sonríe antes de apartarse.
—Te amo, ve con cuidado —me responde con otra sonrisa antes de salir de la habitación.
Me tomo mi tiempo para quedarme en cama, aproximadamente unos veinte minutos después, al fin me atrevo a abandonar la comodidad de mis sábanas y bajar a la cocina.
La señora Wilson ya tiene el desayuno listo, y no me sorprende ver a Antoni apoderándose de mi comida.
—Hasta que despiertas —dice en un tono de fingida molestia.
—Quiero disfrutar de mis días libres —admito sirviéndome un poco de café en una de las tazas—. ¿Qué te trae por aquí?
—¿Cuándo regresas?
—¿Qué?
—A los casinos —aclara—. ¿Cuándo regresas?
Le doy un sorbo a la taza de café, escogiendo las palabras que diré.
—No sé si quiero volver —Antoni deja el sándwich a medio morder, como si no entendiera lo que acabo de decir.
—¿Qué?
—No sé si quiero volver a los casinos.
Es difícil descifrar lo que quiere decir la expresión en su rostro. Deja su sándwich sobre el plato, y le da un trago a su vaso de jugo antes de conseguir decir algo.
—¿Estás diciéndome que no sabes si quieres volver a dirigir los casinos?
—Eso es exactamente lo que quiero decir.
Se incorpora, pasa las manos por su cabello y luego gira, encarándome. Tiene el rostro serio, y su cuerpo está tenso.
—¿Este fue algún truco de tu parte? ¿Pedirme temporalmente que me haga cargo para luego desatenderte? —inquiere con molestia—. Ángelo sabes bien que no planeo formar parte de los casinos, eso no va a cambiar porque tú hayas decidido no continuar.
—No fue ningún truco, pero después de lo que pasó con Beatrice...
—Ángelo, ¿realmente vas a dejar que lo que ella opine influya en tus decisiones? —inquiere suavizando su tono—. Te esforzaste más que nadie para conseguir tener el puesto, mejoraste tus habilidades y te convertiste en la persona apta para estar al frente, mamá no sabe absolutamente nada de cómo es dirigir un imperio, lo sabes bien.
—No se trata de eso, Antoni. Yo...
—¿Entonces qué? Siempre quisiste ser el líder, siempre...
—No —lo interrumpo—. Nunca quise serlo, luché tanto por el puesto porque era la única manera de demostrarle a papá que era digno de su respeto, para que volteara a verme, para que me diera un poco de su atención.
Antoni retrocede, como si no hubiese esperado esa respuesta.
—Lo hice porque parecía que era lo que debía hacer, no fue lo que realmente quería. Y luego, cuando murió no tuve más opción que continuar, que seguir haciendo lo que papá hubiese deseado. Pero ambos sabemos, que él no me deseaba a cargo, él no me quería a mí al frente.
—Ángelo...
—Y he pasado los últimos cinco años de mi vida, haciendo algo que no me hace feliz. Viajando y poniendo mi mayor esfuerzo en esos casinos, intentando mantener "el imperio Maximous", defendiendo un puesto que nunca debió ser mío.
—Pero ahora lo es, ahora es tuyo y nadie puede arrebatártelo —murmura—. Paolo lo sabía, sabía que si te colocaba al frente harías el mejor trabajo posible, era consciente que tan pronto te convirtieras en el líder, lo superarías. Era tan consciente como Lucca, que tú eres el mejor.
—No, yo...
—Ángelo, te hiciste cargo de tres niñas a las que apenas y tolerabas, y has aprendido a amarlas, soportaste años de chantajes de esa mujer, toleraste que tu apellido fuese pisoteado, que tu reputación se arruinara, y no te rompiste. Seguiste firme, con la frente en alto. Continuaste pisando fuerte y haciendo temblar el suelo bajo tus pies, y cuando tuviste que defender a tu familia, lo hiciste sin pensar.
Sacudo la cabeza, apartándome un poco.
—Eres el mejor de los Lombardi —susurra con sinceridad—. Y no hay nadie mejor que tú para dirigir los casinos, lo has hecho al modo de papá, tal vez es hora de que lo hagas a tu manera.
—¿Qué quieres decir?
—El imperio de nuestra familia, el imperio de Paolo, tal vez es momento de que lo vuelvas tuyo —sonríe—. Lo mereces.
Palmea mi espalda, se apodera de nuevo de su Sándwich y se aleja unos pasos.
—No renuncies solo porque alguien opina que no eres suficiente —dice con firmeza—. Lo eres, Ángelo. Eres más que suficiente, y completamente necesario para esta familia.
Se marcha, lo miro caminar hacia la salida y me quedo ahí, recordando sus últimas palabras.
"Tal vez es momento de que lo vuelvas tuyo"
Lo considero, los desastres, Daphne, la familia que tengo ahora y la que quiero formar, ellos merecían más que un imperio, y yo podía dárselos.
Continúe al frente porque era lo que todos esperaban que hiciera, me hice cargo de las hijas de Lucca, porque todos esperaban que asumiera la responsabilidad, pero ahora, ahora no quiero seguir haciendo lo que la gente espera de mí.
Quiero hacer lo que deseo.
Merezco hacer lo que me hace feliz.
Tomo el celular, marcando el número de Franco y mi amigo responde casi al instante.
—¿Pasa algo?
—Prepárate, amigo. El imperio Maximous necesita unas pocas modificaciones.
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