31.- Hay elecciones que hacer.
Ángelo.
—¿Un juicio? —Antonella me mira con algo parecido a temor—. ¿Por qué?
Había optado por hablar con ella, es la mayor de sus hermanas y en realidad no sé a qué vaya a enfrentarme al llegar delante del juez.
—Hilary quiere impugnar la tutela que tus padres me cedieron y...
—¡No! —exclama—. ¡No puede hacer eso! Tío no...
—Hey, tranquila —coloco las manos a los costados de su cuerpo—. Todo va a resultar bien, tus padres me dejaron la tutela y no hay nada de malo para preocuparse.
—Si no hay nada de malo, entonces, ¿por qué me estás diciendo esto? —inquiere—. ¿Crees que algo pueda salir mal?
Tomo una inhalación, Daphne me mira y hace un gesto, alentándome a hablar.
—Pasa que hay cosas, Anto, de las cuales fui acusado antes —musito—. Cosas que no son agradables y no quiero que sepas, no sé si Hilary use eso, no sé si se atreva a mentir, así que quiero que sepas esto, que voy a ir a un juzgado y voy a hacer mi mayor esfuerzo para que todo siga igual.
Sus ojos se cristalizan y baja la vista.
—No quiero que tengamos que irnos a otro sitio —dice en un hilo de voz.
—¿Quién dijo que irán a otro sitio? —inquiero—. Te dije que somos una familia, así que como familia que somos, tengo que ir a defendernos.
Ella sonríe con sutileza.
—Confiamos en ti.
Mi corazón da un vuelco furioso tan pronto como ella dice aquello.
—Y no voy a defraudarlas —sonrío hacia ella, intentando aparentarle que todo va bien—. Ahora te dejo para que continúes con tus deberes.
Salgo de la habitación sintiéndome sofocado, Daphne permanece algunos segundos más con ella antes de salir, y tan pronto como lo hace, siento que voy a explotar.
—Tranquilo —susurra tomando una de mis manos.
—¿Cómo puedo estarlo cuando tengo que presentarme mañana a una audiencia? —cuestiono—. Daph esa mujer pudo haber dicho cualquier mentira.
—Ángelo, si hubiese usado lo que temes, alguien de servicios infantiles ya hubiese venido por las niñas —señala—. Sabes bien que una acusación de maltrato y abuso no es fácilmente ignorada, se toman en serio. Si Hilary hubiese usado eso, ellas no estarían aquí.
Intento creer en sus palabras, en que definitivamente no había modo de que Hilary usara lo que ocurrió en San Francisco en mi contra, pero, aun así, era consciente de que había una minúscula probabilidad de que fuese algún as bajo la manga.
—Realmente no quiero perderlas.
—Y no lo harás —dice con una sonrisa cálida—. Necesitas estar tranquilo y pensar positivo.
Deja un apretón en el agarre de nuestras manos, y solo entonces sonrío. Dejo de sostener su mano para abrir los brazos y atraerla hacia mí. Ella envuelve mi torso con sus brazos, y se aferra a mi cuerpo de una manera que me hace sentir tan bien.
—Voy a necesitarte ahí —susurro—. Estarás, ¿verdad?
—Siempre estaré para ti —promete—. Deja de pensar que algo trágico va a pasar, ¿sí? Necesitas estar fuerte.
Se aparta para elevar las manos hacia su pecho y forma dos puños.
—Gracias.
Sonríe, bajando las manos y me dedica una sonrisa suave.
—Dije que estaría para evitar que perdieras la cabeza —eleva uno de sus hombros en un movimiento curioso y luego me dedica un guiño—. Y cumplo lo que prometo.
—No me queda duda de eso.
—Tengo que ir a ver a Bella —dice haciendo un ademán con su mano, señalando la puerta contigua.
Asiento levemente, Daphne retrocede un par de pasos antes de darme la espalda y abrir la puerta para ingresar a la habitación.
Cuando me quedo solo, tomo una inhalación y retengo el aire por un par de segundos antes de soltarlo.
—Necesito llamar a Franco —musito caminando hacia el estudio.
—¿Qué crees que pase? —inquiero—. Quiero decir, además de las preguntas rutinarias.
—Es probable que pidan registros médicos, evaluaciones, y todas esas cosas —informa—. No solicitan la presencia de tus sobrinas, eso es algo bueno.
—Porque solo es la audiencia.
—Aun así, si sospecharan algo solicitarían su presencia para evaluarlas. Mientras eso no ocurra, tú mantente tranquilo. Déjame el trabajo duro a mí.
Suspiro con pesar.
—¿Qué tal si al llegar ahí me encuentro con algo para lo cual no estoy preparado?
—Escucha, Ángelo, sabes tan bien como yo que en las audiencias no puedes establecer nada seguro, no podemos confiarnos de un resultado, o de que todo va a salir como planeamos. Eres abogado al igual que yo, y eres consciente de que nada está establecido.
Mi amigo me mira con seriedad, probablemente como nunca lo he visto.
—Y te diré lo mismo que dije cuando estuvimos en San Francisco, haré mi mayor esfuerzo para librarte de esto
—Gracias, Franco —le sonrío con sinceridad. Él me devuelve el gesto y se incorpora.
—Esta vez tienes muchas cosas a tu favor. Así que no te preocupes, déjame el trabajo pesado a mí y tú solo concéntrate en no alterar a tus sobrinas, ¿quieres?
—De acuerdo, eso haré —aseguro.
Cuando mi amigo se marcha, tomo una larga inhalación antes de apoyar la espalda por completo en el respaldo del asiento.
Volteo hacia la fotografía que fue tomada en el evento escolar, una leve sonrisa se cuela por mis labios al mirar a mis sobrinas sonreír a la cámara, incluso Lía pareció querer cooperar para la imagen.
Luego miro la de Lucca, que está justo a su costado.
—Vaya lío en el que me has metido, ¿eh? —extiendo la mano para tomar la foto—. Aún hay cosas que no resuelvo sobre ti, pero hay algo que tengo seguro, y es que amabas a tus hijas.
Fijo la atención en su rostro, mirándolo a detalle. Como si de esa manera pudiera sentirlo cerca.
—No tengo dudas de que las amabas, y confiaste en mí para cuidar de ellas. Así que no voy a defraudarte hermano. Nunca luché por nada en mi vida, pero esta vez no haré las cosas igual, voy a cuidarlas, lo juro.
Regreso la fotografía a su sitio, mirándola por un par de instantes más antes de incorporarme, y abandonar el estudio.
Por el resto de la tarde intento mantener mi mente despejada, lejos de cualquier tipo de pensamiento que pudiera aumentar mi estado de ansiedad.
Antoni me llamó esa noche, dijo que estaría presente en el juicio al igual que nuestra madre, y no sabía si en realidad eso me sería de ayuda, o solamente aumentaría mi estado de ansiedad, sin embargo, no lo digo y solo me limito a agradecerle el apoyo, después de todo sabía que su única intención era ser de ayuda.
—¿Me lees un cuento más? —inquiere Bella cuando cierro el libro de princesas, ya se encontraba en cama y debería estar durmiendo, sin embargo, no podía hacerlo sin antes escuchar un cuento para dormir.
—Me temo que ya es tarde —respondo mirando el reloj—. Y mañana debes ir al colegio.
—Solo una más —dice y forma un adorable mohín con sus labios—. Por favor.
—Ni aunque me mires así —sentencio incorporándome.
Tomo los bordes de la manta y la cubro, luego extiendo la mano para apagar la lámpara de su costado y cuando la oscuridad casi total nos envuelve, me inclino para dejar un beso en su frente.
—Buenas noches, desastre —acaricio su cabello y me aparto.
Cuando estoy en la puerta, ella me llama.
—Te quiero, tío Ángelo —dice mirándome desde su cama, una sonrisa aparece en sus labios, apenas visible por la tenue luz de la lámpara en forma de hada.
Permanezco de pie mirándola, algo en mí se revuelve con fiereza. Con tanta fuerza que creo que puede desbordarme.
—Yo también te quiero, Bella —respondo en un susurro suave, lo suficientemente fuerte para que me escuche, pero no demasiado para despertar a Lía, quien ya duerme en su cuna.
Cuando no me da una respuesta, salgo de la habitación y la cierro con suavidad. Al hacerlo, apoyo la frente contra la madera al mismo tiempo que cierro los ojos.
Joder, quería pensar que todo resultaría bien, que esta vez tenía todo a mi favor, pero, ¿qué pasa si no es así?
—No debes pensar en eso —me reprendo apartándome de la puerta.
Sé que es imposible conseguir dormir en mi habitación, se sentía demasiado solitaria y lo que menos necesito ahora es comerme la cabeza con los cuestionamientos sobre el día de mañana.
Así que voy hacia el único sitio que me garantizaba mantener mi cordura.
Voy con Daphne.
—Te estaba esperando —susurra cuando abro la puerta.
—Creí que dormías —murmuro acercándome hacia la cama.
Ella palmea el costado libre de la cama y es suficiente para que decida escabullirme a su lado.
—¿Bella se ha dormido? —cuestiona.
—Estaba por hacerlo, sabes que ama los cuentos para dormir.
Se acomoda contra mi pecho, y el solo hecho de tenerla tan cerca, me hace sentir mejor.
—¿Sigues pensando en la audiencia de mañana? —No respondo, porque no quiero darle una respuesta afirmativa, aunque claramente al guardar silencio le estoy confirmando exactamente lo mismo—. Cariño...
—Es imposible no hacerlo, Daph —suspiro—. La última vez que estuve en un juicio parecido, nada resultó bien para mí.
Se aparta, fija la mirada en la mía y niega.
—Eso no —dice—. No es la misma situación, sí, tal vez esa mujer tiene información que no te favorece, pero son mentiras, Ángelo. Eres un hombre diferente ahora, más fuerte, más inteligente. Sabes bien que cartas jugar, sabes qué movimiento hacer, y las niñas te adoran. Cualquier persona que les pregunte se dará cuenta de eso, ellas son felices, son felices aquí, contigo.
Extiende una de sus manos para conseguir acariciar mi rostro.
—Eres un hombre diferente —susurra con dulzura—. Y no estás solo. Las mentiras siempre salen a la luz, cariño. Tal vez esta es la oportunidad que has estado esperando, para demostrarle a todos que se equivocaron contigo, para recuperar a Jacob, para hacer eso que tanto deseas. Tal vez esta es la oportunidad que esperabas, para dejarle ver a todos a ese hombre que eres en realidad.
—Oh, wow —musito siendo incapaz de decir algo más—. Realmente te amo.
No me doy cuenta de lo que pronuncio, hasta que el sonido de mis palabras nos envuelve, hasta que ella eleva las cejas, sorprendida ante la declaración, pero no me arrepiento, no lo hago en lo absoluto.
—Realmente te amo, mia regina —susurro colocando las manos a los costados de su rostro, no lo pienso ni un segundo, me inclino hacia ella eliminando la corta distancia y atrapando sus labios entre los míos.
El sentimiento explota en mi pecho, el roce de nuestros labios consigue eliminar todo rastro de duda, de dolor, de incertidumbre. Me lleva al sitio al que solo Daphne consigue hacerme llegar.
Solo soy capaz de apartarme cuando el aire nos falta, y la mirada iluminada que posee solo me hace querer besarla otra vez.
—Y yo te amo a ti —susurra y eso es más de lo que puedo tolerar.
Porque nunca antes me he sentido así, tan amado, nunca antes me he sentido tan importante para alguien. No he sentido jamás la clase de amor que siento por Daphne Lennox.
Mis manos se apoderan de sus caderas mientras giro para acomodarme sobre ella, Daphne envuelve los brazos alrededor de mi cuello y me apega a ella, como si quiera sentirme mucho más cerca.
En un acto instintivo, mis manos contornean su silueta, viajando por debajo de la tela y deleitándome de la suavidad de la piel. Daphne suelta un jadeo cuando mis manos llegan a los costados de sus pechos, y ejerzo presión con el pulgar justo en el centro de los mismos.
—Ángelo...—susurra.
—Lo sé —murmuro contra sus labios—. Sé que dijiste que no ibas a acostarte conmigo.
Ella sonríe, de un modo travieso, juguetón.
—Bueno, puede ser que tal vez he cambiado de opinión. —Me toma unos segundos reaccionar ante sus palabras, y cuando lo hago, solo vuelvo a besarla.
Me quito la camisa en un movimiento rápido, Daphne muerde su labio inferior y el solo gesto consigue hacer que la presión en mi entrepierna aumente.
—¿Estás segura? —inquiero antes de apoderarme de sus labios, un sonido afirmativo brota de sus labios mientras abandono su boca y me apodero del cuello, Daphne jadea cuando mis manos se colocan en sus pechos, y eleva las caderas en un movimiento –involuntario o no- que me arrebata el autocontrol.
Son segundos en los cuales todas las prendas desaparecen de nuestros cuerpos y acaban en el suelo.
—Las niñas...—dice ahogando el gemido cuando llevo la mano a su entrepierna—. Ángelo...
—Seremos silenciosos —prometo.
Muevo la mano de manera suave, deleitándome del sonido de su voz al pronunciar mi nombre. La beso de nuevo cuando me es imposible seguir lejos de ella.
Me tomo el tiempo para recorrerla, para conocer y explorar cada parte de su cuerpo, para deleitarme de ella tanto como me es posible. Besando cada centímetro, rozando y tratando de grabarme la sensación de mis manos contra su piel desnuda.
Disfruto tanto de ella, tanto como para llevarme al límite.
—Espera —dice con la respiración agitada, la miro extender el torso y abrir el cajón.
—¿Tienes condones? —inquiero arqueando una de mis cejas.
—Hay que estar preparados, ¿o no? —sonrío, tomando el empaque de sus manos para abrirlo y no perder más el tiempo.
Daphne abre las piernas, permitiéndome acomodarme de ellas de una manera perfecta, y entonces cuando estoy en la posición idónea, empujo las caderas.
Gime, ahogando el sonido con una de sus manos y cierra los ojos.
Muerdo mi labio con fuerza, reteniendo la exclamación que deseo soltar porque, aun en estado de placer, no olvido que los desastres duermen demasiado cerca como para conseguir escuchar todo.
Me sostengo sobre ella, encontrando el ritmo perfecto para hacerme sentir una corriente de placer recorrerme las venas. Aprieta las piernas, sujetándome entre ellas, pero no lo suficiente como para impedir mis movimientos.
Su pelvis se eleva, y pronto ambos nos movemos a una sintonía extraordinaria.
—Oh, Daph... —gruño moviéndome contra ella, balanceando las caderas a un ritmo en sintonía, disfrutando de la sensación que me produce al entrar en ella.
—Ángelo —dice mi nombre en medio de un sonido de placer, con los ojos cerrados y las manos aferradas a las sábanas, y esa imagen, esa sola imagen me arroja al límite.
Continúo tanto como me es posible, prologando el éxtasis tanto como puedo. Sintiendo descargas de placer a cada segundo, experimentando un nuevo grado de locura.
Su cuerpo se contrae, aumento la fuerza de mis movimientos y ella no retiene el gemido esta vez, arquea la espalda y sus uñas se clavan en mi piel.
Sé que es el momento cuando mi cuerpo entero se tensa, cuando me siento incapaz de seguir resistiendo y la explosión de placer que se produce, nos consume a ambos.
Nuestras respiraciones agitadas llenan el ambiente, me deshago del condón y tan pronto me dejo caer al costado de la cama, vuelvo a mirarla.
—Mía regina, eso fue...—Daphne me mira en silencio— eso fue completamente exquisito.
El sonido de su risa envuelve el ambiente mientras se acerca.
—Fue mejor de lo que imaginé —admite colocándose sobre mi pecho, su mano traza una caricia suave a lo largo de mi torso—. Es impresionante en todos los sentidos, señor Lombardi.
Sonrío, acariciando su espalda desnuda mientras dejo un beso sobre su cabello.
—Te amo, Daph. No deseo que te vayas nunca —cierro los ojos, sintiéndome repentinamente cansado—. No te vayas nunca.
Y el sonido de su voz, prometiendo que no lo hará, me parece el sonido más glorioso jamás escuchado.
Y sé, que de tener que atravesar todo lo pasado con tal de estar así con ella, de este mismo modo, lo haría sin dudar.
Porque con Daphne no importan las heridas del pasado, con ella me siento listo, listo para amar, para ser amado, listo para pensar a futuro, para retomar todos los anhelos que un día abandoné.
Con ella los sueños cobran sentido otra vez, y ahora quiero todo si es con ella. Y así, con Daphne entre mis brazos, reúno la valentía para decir que, sin duda alguna, ella es la mujer de mi vida.
Franco habla a mi costado, repitiéndome cosas que ya sé.
—Deja de hablar —pido casi en un quejido—. O harás que termine de perder la cabeza.
—Solo quiero asegurarme de que sabes todo lo que debes hacer —dice.
—No eres el único abogado aquí.
Me toma del brazo, deteniendo mi andar.
—Hoy, ahora, en esta sala —dice y señala las puertas de madera—. Yo soy el abogado y tú un cliente, un hombre que quiere a sus sobrinas. Olvida las formalidades legales y muéstrate como lo que eres, un tío que adora a sus niñas.
Sonrío de medio lado.
—De acuerdo, hoy solo tú serás el abogado —Franco sonríe con satisfacción y continuamos con el camino hacia la sala.
Al ingresar, intento mantenerme fuerte, intento pensar que todo va bien, que tengo todo de mi lado. Camino hacia el sitio que se nos ha designado, y cuando hemos tomado asiento, volteo sobre mi hombro.
Solamente permiten la entrada a unas pocas personas, y me siento aliviado de ver a Daphne ingresar.
Me sonríe de una forma dulce que me permite tener un poco de calma. Estudie leyes, estaba acostumbrado a estar en juzgados, se suponía que esto no debería afectarme.
Pero hay una gran diferencia entre ser la defensa, y ser el acusado.
Cuando el juez entra y se hacen todos los protocolos necesarios, me obligo a mí mismo a aparentar tranquilidad. A conservar el autocontrol para no dejar en evidencia que estoy temblando hasta los huesos.
Soy el primero en pasar al estrado, Franco repite que sea sincero y que no omita ningún detalle, pero que cuide mis palabras.
—Señor Lombardi —el abogado de Hilary se coloca frente a mí—. Según sabemos usted estaba dispuesto a ceder la custodia de sus sobrinas, ¿es eso cierto?
—Lo es.
—Y parece ser que la persona a la que quería cedérsela, era a la señora Dorian —añade—. ¿Por qué?
—Es la abuela de las niñas, en ese momento creí que era lo ideal.
—Así que usted considera que mi cliente, la señora Dorian, es quien debe tener a las niñas.
—No. No lo creo.
—Pero acaba de decir lo contrario.
—Usted preguntó por qué quería ceder la custodia, le respondí que en ese momento lo consideraba ideal, ahora ya no lo considero más así.
—¿Qué lo hizo cambiar de opinión?
—Los términos que la señora Dorian quería. Para mi separar a mis sobrinas nunca fue una opción.
Él continúa con sus preguntas, y parece frustrado de no obtener nada de todos sus cuestionamientos.
Cuando vuelvo a mi lugar, Franco sonríe con ligereza.
—Excelente, no obtuvo nada —asegura en un susurro.
Intento no cantar victoria antes de tiempo, el juez me dirige un par de preguntas más y luego es el turno de Hilary.
—Señora Dorian, ¿Cuándo fue la última vez que visitó a sus nietas? —inquiere Franco.
—Hace dos semanas —expresa.
—¿Y antes de eso? —ella lo duda—. ¿Tiene más de dos meses?
—Sí.
—Y si le interesan tanto sus nietas, ¿por qué presentarse hasta ahora? ¿Por qué no impugnar la tutela desde el momento en el que el señor Lombardi canceló la cesión?
Hilary se remueve en el asiento.
—Porque apenas estaba procesando la muerte de mi hija, me tomé un tiempo para asegurar mi bienestar, antes de poder entrar en este proceso.
—Así que no se sentía lista para cuidar de ellas.
—Ahora lo estoy —responde con firmeza—. Por eso estoy haciendo esto.
—Según lo que sabemos, usted deseaba la custodia de las dos menores ¿cierto? —Franco da un par de pasos al frente—. ¿Sigue opinando igual?
—No, creí que Antonella deseaba quedarse con su tío, así que solicité la custodia de las dos menores porque el señor Lombardi es un hombre ocupado, Bella tiene cinco y Lía apenas un año de edad, requieren de una total atención.
—¿Así que ahora quiere a las tres?
—El señor Lombardi dijo que eran las tres o ninguna, y tiene toda la razón —aprieto los puños por debajo de la mesa—. Las quiero a las tres. Son mis nietas.
Tengo que hacer uso de mi autocontrol para no gritarle que deje de ser una hipócrita. Era evidente que no quería a Antonella.
Las preguntas continúan, luego vienen los cuestionamientos sobre su educación, sobre los registros médicos, y toda una serie de preguntas relacionadas con el estilo de vida de las niñas.
Todo parece estar a mi favor, tanto que comienzo a aliviarme.
—No parece haber ningún signo de alarma con la crianza actual de las menores —dice el juez mirándonos—. La educación, salud y estilo de vida de las niñas parece ser el mismo al que estaban acostumbradas con sus padres, lo que me hace deducir que el señor Lombardi está haciendo un buen trabajo.
Sonrío levemente.
—Eso...
—Señoría, si me lo permite —el abogado de Hilary se incorpora, interrumpiendo al juez.
—Señor Tyson, espere su turno para intervenir.
—Señoría, no puede catalogar a un hombre que ha sido acusado de abuso y maltrato en un pasado, como un buen tutelar para las menores Lombardi.
Mi cuerpo entero se tensa, retengo la respiración por un corto tiempo antes de atreverme a mirar al juez.
—¿Tiene manera de sustentar esas acusaciones?
El hombre toma un par de carpetas y camina hasta dejarlas frente al juez.
—Declaraciones de la ex esposa del señor Lombardi, actualizaciones del juicio y antecedentes —dice y las náuseas me invaden.
—Su señoría, esas acusaciones nunca fueron probadas —interviene Franco—. Quedaron en suposiciones.
—Señor Lombardi —el juez parece ignorar a Franco—. ¿Fue acusado de abuso y maltrato hace cinco años?
La garganta se me cierra, la boca se me seca y por una fracción de tiempo, me siento aterrado.
—Sí, su señoría —respondo—. Pero...
—¿Y según dice aquí, mantuvo contacto con su hijo con visitas supervisadas?
—Sí.
—Se le acusó de agresión a una mujer embarazada, violencia doméstica y...—el juez se detiene y cierro los ojos porque sé exactamente lo que sigue— abuso sexual hacia su ex esposa.
—Pruebas circunstanciales, no hubo ni una sola evidencia del maltrato —Franco adopta un tono firme—. Ningún examen médico confirmó las acusaciones de la señora Davies, no hubo testigos de la violencia, ni reportes a la policía.
—¿Cómo un hombre con todas esas acusaciones puede ser apto para el cuidado de tres niñas? —inquiere el abogado de Hilary—. Es un riesgo.
—No soy ningún riesgo para ellas —espeto con firmeza—. Nunca se comprobaron las acusaciones, su señoría. No...
—Señor Lombardi...
—No hubo ni una evidencia más que la palabra de Renata Davies, no hay forma de...
—Señor Lombardi guarde silencio —exige el juez y Franco me hace un gesto para que aguarde—. Dadas las últimas acusaciones, y siendo inconclusas, me imposibilita dar una sentencia definitiva, así que abriremos un proceso de revisión de la custodia tutelar.
No, no, no.
—Señor Lombardi, estará bajo investigación durante las próximas cuatro semanas.
—¿Investigación?
—Para descartar las acusaciones presentadas y tener la absoluta seguridad de que las menores no están bajo ninguna situación de riesgo.
—Su señoría...
—Deberá presentar un examen y evaluación psicológica que nos asegure que su salud mental es la adecuada, evaluaremos a las niñas y determinaré si es apto para su cuidado.
El aire me falta, me sumo en un agujero de angustia que no me deja respirar.
—Mientras tanto, las tres niñas estarán bajo el cuidado de la señora Dorian, deberá entregarlas esta noche para...
—¡No! —exclamo—. Su señoría, no hay ninguna prueba de lo que se me acusa. Ellas están bien conmigo, lo juro, ellas...
—Señor Lombardi, si no tiene nada que ocultar, aguarde por las pruebas, consiga sus testigos y nos vemos en un mes. Podrá verlas dos veces por semana en un horario fijo.
—No, es que no pueden quitármelas —susurro aterrado—. ¡No pueden quitármelas!
Franco me sostiene, pero estoy tan desesperado que forcejeo con él.
—Su señoría, por favor...
—Se levanta la sesión —un jadeo me arrebata el aire y me siento perdido.
—No...—me aparto sintiéndome sofocado—. Franco...
—Un mes, solo un mes —dice—. Es solo por precaución, no quiere decir que lo estén dando por hecho. Conseguiremos todo lo que piden y demostraremos que eres inocente.
Volteo hacia Daphne, la sala comienza a despejarse así que no lo dudo. Camino hacia ella, abriéndome paso entre las personas hasta conseguir llegar.
—Daph...—un susurro tembloroso brota de mis labios y me aferro a su cuerpo.
—Todo va a estar bien —susurra y la dulzura me envuelve—. Cariño, todo va a estar bien, es solo un mes.
Se aparta, colocando las manos al costado de mi rostro y me hace mirarla.
—Las verdades siempre salen a la luz, ¿recuerdas?
Asiento, aunque no lo creo en lo absoluto, la única pregunta que podía hacerme, una y otra vez es:
¿Cómo voy a decírselos?
No creí volver a pasar un momento tan amargo como este. No creí que pudiera sentir de nuevo el dolor de la cuchilla atravesarme.
—¡No quiero! —Bella llora mientras niega con frenesí.
Hilary aguarda por ella, junto con una mujer de lo que creo es servicios infantiles para asegurarse de que dejo que se marchen.
—Serán como unas vacaciones —murmuro colocándome en cuclillas—. Podrás ver nieve, y estoy seguro de que tu abuela tiene muchas cosas por mostrarte.
—No quiero ir —dice y se abraza a mi cuerpo—. Quiero quedarme aquí contigo.
—Bella...
—Me portaré bien, no haré berrinches, lo juro —su voz me parte el corazón—. Haré mis deberes, seré una niña buena.
—Tú ya eres una niña buena —aseguro intentando no desmoronarme frente a ella—. Eres completamente maravillosa. Solo serán algunas semanas, y volverás a tu casa en el bosque, esa que te gustaba mucho.
—¿Nos visitaras?
—Seguro que si —prometo—. Pórtate bien, desastre. ¿quieres?
Se abraza a mi cuerpo y esto se siente peor de lo que es, solo será un mes, cuatro semanas para poder asegurarme de tenerlas conmigo siempre.
Cuando me aparto, miro a Antonella.
—Te hice una promesa, ¿la recuerdas? —ella asiente—. Somos una familia, y las familias luchan.
Sus ojos se cristalizan y vuelve a asentir, elimina con rapidez los pasos que nos separan y me abraza.
—Cuídalas —pido—. Y sabes que puedes llamarme tanto como quieras.
—Prométeme que no será para siempre —pide en un hilo de voz.
—Te prometo que no será para siempre —se abraza a mí con más fuerza y la daga se retuerce con más furia contra mi pecho.
Cuando Daphne se acerca con Lía en brazos, no dudo en tomarla.
—Y tú, no llores demasiado, ¿eh? —dejo un beso en una de sus mejillas y ella me sonríe—. Te echaré de menos, muchísimo.
La apego a mí, repitiéndome que esto no es para siempre.
—Mi pequeño desastre, no dejaré que las aparten de mí.
Antonella la toma en brazos, y las tres me miran una última vez antes de ir hacia la mujer que las espera afuera.
Las miro caminar hacia el auto, el corazón me da un giro doloroso cuando las miro subir y alejarse, el silencio en el que la casa se sume entonces me desgarra.
—Ángelo...—la voz de Daphne se cuela por mis oídos, y me obligo a recomponerme, me obligo a volver a armarme porque no tolero que me vea de este modo.
—Si quieres volver a casa...
—No —susurra acercándose—. Me quedaré aquí, contigo.
Mi visión se nubla y muerdo el interior de mi mejilla con fuerza. No soy capaz de mirarla, no puedo hacerlo.
—¿Qué tal si las perdí para siempre? —mi voz se quiebra—. Daph....
No habla, no dice nada simplemente me abraza y eso es suficiente para arrebatarme toda la fortaleza de la cual era poseedor.
—Está bien —dice mientras me aferro a ella—. Está bien, amor.
Somos una familia, y las familias luchan.
Lo que le dije a Antonella vuelve a mi mente, no debía perder ni un segundo, debía recuperarlas.
Me aparto, limpiándome las lágrimas y Daphne parece desconcertada.
—Ángelo...
—Solo hay una forma de recuperarlas —respondo recuperándome—. Solo hay una manera, Daph.
—¿Cuál?
—Tengo que volar a San Francisco —espeto dándole la espalda—. Tengo que hacer aquello que debí de haber hecho hace años.
—¿Qué...? —no termina de hablar, me sigue por las escaleras y también a la habitación mientras saco las maletas—. Ángelo no se trata de uno o de otro.
—¿Y de qué se trata? —inquiero—. Dime, Daphne, ¿de qué se trata? Por su maldita culpa ahora estoy a nada de perderlas, por su culpa Hilary se llevó a mis niñas, todo estaba bien, ¡tenía todo a mi favor! —grito.
—¡No significa que tengas que hacer a un lado a Jacob!
—¡Esto no tiene nada que ver con Jacob! —grito de vuelta—. Se trata de que mientras no lo arregle, mientras no ponga un alto, ellos siempre tendrán un arma para usar contra mí, para usarme a su antojo, para manejarme como un maldito títere. Ella siempre exigirá y exigirá más dinero, ¡nunca va a conformarse! Y mientras no diga la verdad, mientras no lo haga, va a seguir teniendo poder sobre mí.
—Piénsalo bien, Ángelo...
—Hay sacrificios que se tienen que hacer por la familia —musito—. Tengo que hacer una elección, Daph. Y las elijo a ellas.
Suspira, no me mira con reproche, solo parece preocupada.
—Jacob tiene que saber la verdad y se lo diré de la mejor forma posible. Y espero que lo entienda y no termine odiándome por eso, pero si no lo hago, voy a perderlas.
—Entonces iré contigo —responde con firmeza—. No vas a enfrentar esto solo.
Detengo mis movimientos para mirarla.
—Iré a hacer las maletas, y no se te ocurra dejarme, Ángelo Lombardi.
Sonrío, acercándome y envolviéndola entre mis brazos.
—Gracias —susurro.
Se aparta, dedicándome una sonrisa y luego sale de la habitación.
Había sacrificios que hacer, elecciones que tomar. Y yo he hecho la mía.
Un mes, mis niñas, solo esperen por mí un mes.
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No puedo prometer que habrá capítulo mañana, aunque haré todo lo posible porque así sea.
¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
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