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30.- El menor de los problemas

Ángelo.

El día de volver a San Francisco llegó y Jacob parecía no querer marcharse de casa.

—¿Volveré pronto? —me cuestiona cuando vamos camino al aeropuerto.

—Claro que sí, apenas tengas vacaciones —aseguro—. Te prometo que haré lo posible para que estés conmigo.

Asiente, aunque mis palabras no parecen convencerlo demasiado. Considero la posibilidad de preguntarle si desea quedarse conmigo, sabía que sería incapaz de luchar por él si Jacob en realidad no deseaba vivir en Italia.

—Jacob —el voltea cuando escucha su nombre—. ¿A ti te gustaría vivir conmigo?

Él parece pensárselo.

—¿Vivir para siempre? —inquiere y sonrío.

—Sí, es decir, pasar todo el año conmigo y viajar con tu madre en vacaciones, ¿eso te gustaría?

—Sí —dice y algo en mí se revuelve con furia—. Pero mamá se pondrá triste, no quiero que se ponga triste.

—Estoy seguro de que tu madre entenderá lo que tú quieres —afirmo—. Y yo también, sabes que quiero lo mejor para ti, ¿no es cierto?

Vuelve a asentir, acompañando el gesto con una pequeña sonrisa.

El resto del camino al aeropuerto él se mantiene entretenido con la tableta, y cuando llegamos, luego de hacer todo el trámite correspondiente, parece demasiado entusiasmado de subir de nuevo al avión privado.

Pasar dos semanas no fue tiempo suficiente, eso solo me haría echarlo de menos con más fuerza que antes, pero no podía arriesgarme a pasar un solo día más en Italia, y arriesgarme a tener una orden de arresto por secuestro.

Pese a las constantes peleas entre Jacob y Bella, mi sobrina pareció demasiado triste por la partida de Jacob, tanto que incluso le obsequió el juguete por el que tanto peleaban.

Hubiese sido un gesto adorable, si luego no hubiese venido a mi pidiéndome que le comprara otro.

Un vuelo de doce horas no es precisamente cómodo para un niño de cinco años, así que no me sorprende que Jacob esté prácticamente aburrido cuando vamos por la mitad.

La comida y los bocadillos parecen ser nuestros mejores amigos, y para cuando aterrizamos, él luce verdaderamente emocionado por ver a su madre.

—¡Cariño! —Renata sale de la casa apenas el auto estaciona. Jacob abre la puerta con prisa y corre hacia su madre.

Me tomo el tiempo para bajar, y luego sacar sus maletas del auto antes de acercarme.

—Ángelo —saluda con una leve sonrisa.

—Renata —le entrego las maletas, Jacob gira hacia mí y le sonrío.

Abro los brazos cuando se acerca, y lo cargo apartándome un poco.

—Voy a extrañarte —dice abrazándose a mi cuello—. ¿No puedes quedarte?

—Me encantaría, pero tengo que volver con tus primas —le recuerdo—. Pero te llamaré, y sabes que puedes llamarme cuando lo desees, siempre responderé.

Lo dejo de nuevo sobre la acera y me hace un ademán de adiós, al mismo tiempo que Russell aparece en la puerta.

Renata voltea, mirándolos por un segundo y solo cuando Jacob ingresa a la casa, vuelve a su postura retadora.

—Supe lo de tu nueva novia —dice—. Te habías tardado, pero ¿una niñera? ¿en serio?

—Un gusto verte, Renata —musito dándole la espalda.

—Hilary Dorian me llamó —me detengo cuando dice aquello—. Parece que está muy interesada en hacerme participe de un juicio por custodia.

Giro, reteniendo el enojo que se abre paso en mi sistema.

—No te metas en esto, no es tu asunto.

—Oh, la seguridad de tres niñas está en juego —dice con fingida compasión—. ¿Cómo podría ignorarlo?

Doy un paso al frente, repitiéndome que debo mantenerme bajo control.

—Mis sobrinas están perfectamente, y cualquier persona que quiera confirmarlo, podrá hacerlo. Mantente alejada de esto, no es tu asunto.

—Quieres quitarme a Jacob —dice—. No creas que no imagino lo que pretendes, quieres llevártelo.

—Es mi hijo, puedo hacerlo si lo deseo.

—Si haces algo para alejarlo de mi lado, le diré la verdad —amenaza—. Le diré que no eres su...

—Cállate —exijo con la mandíbula apretada—. No te atrevas a decirlo.

Ella sonríe, satisfecha con la reacción que está obteniendo.

—Es la verdad, Ángelo. Por mucho que quieras figurar como su padre, lo sabrá en algún momento. Y yo me quedaré con mi hijo, y con todo lo que obtuve de ti. —se acerca un poco más—. La cuestión aquí es, ¿quieres que lo sepa ahora? ¿O cuando sea lo suficientemente maduro para entender lo que ocurrió?

—¿Qué es lo que quieres ahora? ¿No has obtenido lo suficiente?

—Quiero tener la seguridad de que nunca vas a intentar quitarme a mi hijo —masculla—. Lo tuviste dos semanas, y eso es lo máximo que pasará contigo, Ángelo. O le diré que no eres su padre, y estaré encantada de destrozarte de nuevo en los juzgados. Ahora tienes a tres adorables niñas, Jacob no es importante para ti.

—Claro que es importante para mí. Tanto como lo son ellas, así que no toleraré que hagas algo para perjudicarlas. Voy a decirlo una última vez, este no es tu maldito asunto, así que aléjate.

Me alejo, pero no lo suficiente cuando ella vuelve a hablar.

—Si intentas quitármelo, él sabrá la verdad.

Vuelvo sobre mis pasos, repitiéndome que tengo que mantener el control.

—Si lo haces, entonces te demandaré por difamación y daño moral —advierto—. ¿Olvidas que soy abogado? Puedo culparte de perder mi reputación y mi trabajo, oh y seguro mi madre estará encantada de secuenciar la demanda.

Su rostro se contrae con molestia, evidentemente no esperaba una respuesta como esa.

—Decirle la verdad a Jacob va a arruinarte, Renata —aseguro—. No pensaste en eso cuando hiciste todo ese escándalo en la corte, ¿no? No creíste que pudiera considerar a Jacob mi hijo, ni que quisiera pasar tiempo con él. No tomaste en cuenta de que tal vez, yo quisiera luchar por mi hijo.

Retrocedo, elevando el mentón con suficiencia.

—Si haces algo para dañar a mis sobrinas, si te atreves a decir algo, tu amado esposo va a perder todo lo que tiene —amenazo—. Documentos en blanco y con firma, Renata, ¿los recuerdas? Atrévete a hacer algo para lastimar a mis niñas y juro que desearás no haberme conocido.

No responde, la ira explota en su mirada y sonrío.

—¿Quién está atada de manos ahora? —inquiero. — ¿Qué fue lo que me dijiste ese día? "La decisión está en ti" —vuelvo a sonreír y retrocedo unos pasos—. Que pases buen día, Renata.

No me molesto en esperar una respuesta, continúo con mi camino hacia el auto y una vez dentro, cierro los ojos y maldigo.

Hilary parecía en la entera disposición de usar todo cuanto tuviera a su alcance para quitarme a mis sobrinas, usar mi pasado en la corte familiar sería una ventaja para ella.

Un arma que no debería permitir que use. Esperaba al menos que el investigador de los casinos, ese que resolvía todos los asuntos privados cuando alguien intentaba chantajearnos, pudiera conseguir la suficiente información de ella como para no permitirle ni siquiera llegar a juicio.

Decido no quedarme en el hotel de San Francisco y cancelar la reservación. No olivaba que Daphne no estaba en su mejor momento para cuidar de los desastres, así que era mejor que volviera pronto.

Le envió un mensaje a mi chica cuando llego al aeropuerto, contar con un avión privado ahorraba las horas de espera en las salas de abordar, así que apenas llego me basta menos de una hora hacer todo lo necesario, y subir al avión.

Intento avanzar con el trabajo mientras volamos de regreso a Millán, y solo cuando mi espalda y ojos comienzan a protestar por haber permanecido demasiado tiempo frente a la computadora, decido que es momento de dejarlo.

Es un vuelo largo, así que cuando al final llegó a casa, no tengo ánimos de hacer nada más que dormir.

—Hola —Daphne baja las escaleras cuando me escucha llegar. Su voz adormilada me hace sonreír. Son cerca de las tres de la mañana, así que no esperaba encontrarla despierta.

—Hola —respondo caminando hacia ella—. Deberías estar descansando.

—He descansado lo suficiente —admite—. Tú madre fue muy gentil al venir y cuidar de las niñas. No me permitió levantarme de la cama.

Sonrío, abriendo los brazos para recibirla cuando estamos lo suficientemente cerca.

—¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor?

—Los medicamentos han ayudado, estaré completamente bien en un par de días —informa—. ¿Cómo estuvo tu viaje?

—Bueno, la madre de Jacob parecía tener la intención de participar en la demanda de Hilary —Daphne plasma una mueca—. Me ha tocado tener que dejarle en claro que no voy a permitir que haga nada para perjudicarme.

Sonríe, extendiendo una de sus manos para acariciar mi rostro.

—Todo va a salir bien —dice con una sonrisa.

—Eso espero —me acerco para dejar un beso sobre sus labios, luego subimos juntos las escaleras. —Debes ir a descansar, tomaré un baño.

—¿A las tres de la mañana? —inquiere.

—He pasado poco más de veinticuatro horas de vuelo así que necesito una ducha —digo arrugando la nariz—. No me demoro, te alcanzo en unos minutos.

Ella asiente, riendo levemente mientras va hacia su habitación. Cuando la miro entrar tomo una inhalación y me dirijo hacia mi propia recámara.

Intento no demorarme demasiado porque el cansancio parece hacerse mayor a cada segundo que transcurre. Espero a que el agua esté lo suficientemente caliente como para permitirme entrar bajo la regadera, y todo mi cuerpo parece sentirse aliviado al contacto con el agua.

Me demoro más de lo que planee, así que cuando voy hacia la habitación de Daphne, ella está envuelta en las sábanas, y luce profundamente dormida así que me tiendo a ir hacia mi habitación, pero las ganas que tengo de estar con ella son mayores así que termino por escabullirme al costado libre de la cama, con tanta suavidad como puedo.

—No quería despertarte —me disculpo cuando Daphne abre los ojos.

—No importa —dice acercándose, abro los brazos y ella se acomoda justo sobre mi pecho, la siento acomodarse y sonrío levemente cuando parece haber encontrado una posición cómoda.

Dejo un beso sobre su cabello, y luego cierro los ojos. Sintiéndome bien de estar aquí.

Sintiéndome bien de estar en casa.

A la mañana siguiente, un cuerpo saltando sobre nosotros funciona como alarma.

—¡Es tarde! —Bella grita con impaciencia mientras nos despoja de las sábanas—. ¡Vamos a llegar tarde a la escuela!

Escucho a Daphne maldecir y mirar el reloj.

—Ay no, la alarma no sonó —dice en un quejido, cuando intenta incorporarse, la detengo.

—Creo que puedo hacerme cargo —aseguro antes de soltar un bostezo—. Nada de presiones dijo el doctor.

Ella resopla.

—Pero perfectamente puedo atender a Lía —dice saliendo de la cama.

No puedo hacer nada para detenerla así que solo sigo a Bella hasta su habitación. Daphne se encarga de Lía mientras yo tomo el uniforme de Bella y me aseguro de que esté presentable.

El desayuno ya está listo cuando todos bajamos y Antonella parece ser la única que no tiene prisa alguna.

Apenas y tenemos el corto tiempo para hacer que estén listas y subirlas al auto para que consigan llegar a tiempo al colegio.

—¿Aún en pijama? —Mi hermano aparece en la sala con una sonrisa en el rostro. 

No esperaba la visita de Antoni en casa, debía admitir que no hemos hablado como me gustaría, y que se presente sin avisar, no ayuda mucho.

—Iré arriba —informa Daphne mirándome por un par de segundos.

—Un gusto verte, cuñada —Antoni sonríe y a Daphne se le enciende el rostro.

—Igual, Antoni —dice dándonos la espalda para subir las escaleras.

Cuando ya está lo suficientemente lejos, me giro hacia mi hermano.

—¿A qué debo tu visita? —inquiero.

Él sonríe, se quita el saco y lo deja sobre uno de los respaldos de los sillones antes de ir a la cocina.

—¿Ahora vas a ignorarme? —insisto.

—Bueno, ¿qué quieres que te diga? Si digo la verdad, que es que quise venir a visitarte dirás que no me crees.

Ruedo los ojos con fastidio.

—Hablo en serio —mascullo—. ¿Qué quieres?

Antoni se detiene frente a la nevera y la abre, toma una lata de soda y la destapa, el sonido al escaparse el gas es todo lo que suena mientras ambos permanecemos en la cocina.

—Mamá me contó lo de la demanda —dice dejando la lata a un lado—. Y quise venir a hablar contigo. ¿Estás bien?

—Sí, es decir, tengo casi todo a mi favor —le informo.

—¿Casi todo?

—El asunto de San Francisco —Antoni hace una mueca—. Hilary habló con Renata, parece que está intentando hacerla testigo en el juicio, para intentar dejarme como persona no apta para el cuidado de las niñas.

—Eso es una mierda, eres el más apto para cuidar de ellas —dice con seguridad—. Siempre supe que esa mujer estaba detrás del dinero de nuestra familia, encontró su oportunidad ahora.

Algo parece activarse en mi mente cuando mi hermano habla.

—Eso es.

—¿Qué?

—Ella cree que Lucca dejó todo a nombre de sus hijas, y no fue así —musito—. Todo está a mi nombre, acciones, el dinero, los fondos, ninguna de ellas puede hacer uso de eso, hasta los veintiuno, y en todo caso la primera en poseerlo sería Antonella.

Mi hermano sonríe.

—Que es a la que menos quiere —dice y resopla—. ¿Qué harás entonces? Mamá dijo que al parecer quieren un acuerdo.

—Es un acuerdo de mierda. Quiere que le ceda la custodia de Bella y Lía y promete dejar todo el asunto de Jacob atrás. Pero sabes bien que no podemos confiar en ella, además, parece que está empecinada en creer que Lucca no trataba a Jenna de la mejor manera.

—¿Cómo?

—Dijo que Jenna en realidad planeaba irse y dejarlo. Algo así como huir de casa porque Lucca no era precisamente un buen esposo, ¿puedes creerlo?

Antoni parece recordar algo.

—¿Ahora qué piensas?

—Lucca dijo que Jenna y él estaban teniendo problemas, y que ella quería irse un tiempo a Londres, con su madre. Fue una de las últimas discusiones que tuvieron, porque ella quería llevarse a las niñas, a las tres.

—¿Jenna si quería irse?

—Ángelo... ¿crees que Hilary pueda tener razón sobre Lucca?

La incredulidad me invade.

—Como la mierda que no, conocíamos a nuestro hermano, Antoni. ¿Cómo puedes siquiera considerarlo? Lucca amaba a Jenna y a sus hijas, no vas a creer en las palabras de una mujer que va detrás de una herencia millonaria.

Antoni eleva las manos.

—Bueno, en todo caso sabes que, si necesitas algo, cualquier cosa, puedes llamarme —dice—. Lo digo en serio.

Lo miro por un par de instantes.

—Lo agradezco —Antoni asiente, toma de nuevo la lata de soda y le da un largo trago—. Y perdón por el puñetazo.

—No, yo dije un par de idioteces, me lo merecía —sonríe y se aparta de la barra—. Tengo unos asuntos que resolver, solo vine a ver como estabas.

Asiento, ambos salimos de la cocina y cuando él atraviesa la puerta de la entrada, se detiene.

—Lo digo en serio, Ángelo. Si necesitas cualquier cosa, llámame.

—Lo haré, lo prometo.

Solo cuando digo aquello se marcha, lo miro subir al auto y permanezco en la entrada hasta que sale de la casa.

Tomo una inhalación y vuelvo adentro. La pregunta de Antoni, a pesar de ya contar con una respuesta, sigue dando vueltas en mi mente.

No había forma de que Lucca no fuese el hombre que todos conocíamos, Antonella lo sabría, Bella se hubiese dado cuenta.

Si mi hermano fuese todo aquello de lo que se le acusa, sus hijas no lo amarían tanto.

Y decido quedarme con ese pensamiento y no darles ninguna oportunidad a los cuestionamientos internos de surgir, porque justo ahora, eso es lo que menos necesito.

—Estás muy tenso —dice Daphne ingresando al estudio—. ¿Todo en orden?

—Tengo demasiado trabajo —suspiro apartando la mirada de la computadora.

—Bueno, a mi parecer estás de este modo desde que tu hermano se marchó —dice y me mira con detenimiento.

Detestaba que Daphne pudiera darse cuenta con facilidad cuando alguien no estaba siendo del todo sincero.

—¿Quieres hablar sobre eso? —toma asiento en una de las sillas que están frente al escritorio, apoya los codos sobre la madera y sostiene su barbilla con las manos.

Me tomo unos momentos para responder, considerando si esto es buena idea o no.

—¿Alguna vez te has preguntado si las personas que conociste, no eran en realidad del modo que parecían ser?

—Bueno, las personas tienen diferentes modos de actuar, dependiendo de las circunstancias, pero creo que siempre hay una conducta predominante, una que no importa la situación, se deja ver.

—¿Puede ser posible que alguien pareciera ser la persona más increíble, pero en realidad no lo fuese?

Daphne parece pensárselo.

—Creo que muchas veces eso ocurre cuando idealizamos a las personas. Cuando las admiramos o queremos tanto, que no nos permitimos ver su apariencia real, sino que nos convencemos con que la imagen mental que tenemos de ellos, es así.

Un silencio se instala entre nosotros, uno que no sé cómo romper.

—¿Tienes esa duda de Lucca? —No me atrevo a decirle que si de inmediato.

Era ridículo dudar mi hermano ahora, él siempre fue bueno, siempre fue mi ejemplo a seguir, se suponía que Lucca era el mejor de los Lombardi.

—Daph, ¿qué pasa si mi hermano no fue en realidad la persona que yo creo que era?

Ella intenta responder, pero la puerta del estudio se abre con rapidez, tanta que los dos volteamos hacia ahí.

Franco ingresa, con papeles en mano los cuales deja caer con brusquedad delante de mí.

—Tienes una orden del juez, para presentarte en dos días a una audiencia —dice y el pulso se me dispara—. Hilary quiere impugnar la tutela testamentaria de tus sobrinas.

Y en ese instante sé que los cuestionamientos sobre mi hermano, son ahora el menor de mis problemas. 

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¡Nos leemos el miércoles!

No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí. 

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