27.- Disculpas y verdades.
Daphne
—¿Por qué tuvimos que volver antes? —Antonella me cuestiona cuando ingresamos a la casa con las maletas.
—Tu tío tuvo que volver a resolver unos asuntos —respondo con una ligera sonrisa—. Ya sabes lo ocupado que es.
—Sí, pero dijo que serían solo tres días para nosotros —reprocha.
Sube con rapidez las escaleras, cargando la maleta tan bien como puede. Suelto un suspiro mientras me encamino detrás de ella.
Ángelo no había querido decir más sobre el tema, se perdió entre llamadas casi todo el vuelo de regreso y para Antonella era fácil deducir que algo ocurría con su tío.
—No te enojes con él —ella voltea cuando me detengo en su puerta—. Es un asunto importante, así que no podía posponerlo.
—¿Tú sabes de que se trata? Seguro que te dijo porque volvíamos tan a prisa.
Sí, claro que me lo dijo.
—No, debe ser muy importante para no poder compartirlo —miento—. Pero no te desanimes, seguro encontramos algo que hacer para que no te aburras tanto en las vacaciones.
Sonríe con ligereza y eso me basta, llevo mis maletas hacia mi habitación y luego bajo por el resto del equipaje.
Jacob y Bella entran arrastrando unas pequeñas maletas. Y Ángelo viene detrás de ellos con Lía en brazos.
—Tengo que reunirme con Franco —informa—. ¿Está bien si te quedas con ellos?
—¿Por qué me preguntas? Es mi trabajo —le recuerdo con una sonrisa—. Ve tranquilo que se quedan en buenas manos.
Sonríe, me dedica un asentimiento antes de entregarme a la pequeña.
—Es seguro que vuelva tarde —informa—. Si necesitas algo, envía un texto e intentaré responder lo más rápido posible.
—De acuerdo —se acerca con rapidez para dejar un corto beso sobre mis labios, y luego se marcha. Giro, mirando a Bella y Jacob correr por las escaleras y me veo en la necesidad de ir tras ellos—. Nada de correr en las escaleras.
Le cambio la ropa a Lía por una mucho más cómoda que el vestido que trae puesto, y luego voy hacia la habitación de Jacob.
Sorpresivamente Bella no se encuentra con él, Jacob se mantiene frente a la cama sacando la ropa de la pequeña maleta.
—Deja eso, puedo hacerlo yo luego —él voltea, me mira por un par de segundos antes de detenerse.
—¿Mi papá tenía trabajo? —inquiere.
—Así es, es un hombre algo ocupado —murmuro acercándome. Baja la vista por algunos segundos y luego continúa sacando la ropa—. ¿Todo bien?
—Mamá dijo que papá estaría ocupado —dice sin mirarme—. Dijo que no tendría tiempo para mí.
—Eso no es verdad —camino hasta acercarme al colchón, coloco a Lía sobre la alfombra y luego miro a Jacob—. Tu padre es un hombre ocupado, sí. Pero claro que tendrá tiempo para ti. Es imposible que él te deje a un lado.
No me responde de inmediato, emite un corto suspiro y luego gira hacia mí.
—¿Eres la novia de mi papá?
Sonrío levemente. No sé muy bien cómo es que debería presentarme ante él.
—Sí —respondo al cabo de unos segundos—. Pero también soy la niñera. Y cuido de tus primas, y de ti.
—Mamá dice que papá es malo, Russell también lo dice. Ninguno quería que viniera aquí, pero yo quiero pasar tiempo con papá. Él no es malo, ¿verdad?
Le doy una rápida mirada a Lía para asegurarme que esté bien y luego paso toda mi atención a Jacob.
—No, pequeño, tu padre en realidad es un hombre maravilloso. Es muy bueno, algo orgulloso y autoritario sí, pero es una buena persona. Creo que lo has visto, ¿no es cierto? Te quiere mucho. Y está muy feliz porque estés aquí con él.
Su rostro cambia, una sonrisa entusiasta se apodera de sus labios mientras parece volver a tener la energía que lo acompaña desde el primer día.
—¿Tú lo quieres mucho?
—Así es, lo quiero mucho.
—Puedo guardar el secreto —dice sonriendo—. No te preocupes.
Suelto una risa, negando levemente y cuando Bella aparece en la puerta, Jacob parece olvidar mi presencia y los dos se marchan.
Tomo una inhalación, mirando a Lía dar pequeños pasos por la habitación. Cuando me mira, sonríe.
—Que preciosa eres, ven aquí —abro los brazos y ella camina con algo de prisa, pero sin detenerse, la recibo en brazos cuando ella se lanza y ríe cuando dejo varios besos en una de sus mejillas—. Eres todo dulzura, estoy segura de que tu madre estaba orgullosísima de presumirte.
Ella emite algunas palabras y eso solo me hace sonreír un poco más. Cuando salgo de la habitación de Jacob, me encamino hacia la de Bella.
Una rápida mirada me basta para saber que los niños están bien así que los dejo jugar en la habitación. La música de Antonella comienza a escucharse levemente a través de las paredes, y todos parecen haber encontrado algo que hacer.
Mi celular suena cuando me encuentro a mitad de las escaleras así que termino de bajar para dejar a Lía sobre el suelo quien parece harta de estar entre mis brazos, y la sostengo de una sus manos mientras tomo el celular y respondo sin mirar bien de quien se trata.
—Daphne —la voz de mi madre se escucha al otro lado.
—Hola mamá —saludo—. ¿Qué ocurre?
—Cariño, ¿has estado pagando la cantidad correspondiente de la hipoteca? —cierro levemente los ojos mientras suspiro.
—Solo el interés —musito—. Es demasiado aportar al capital.
Un corto silencio se instala en la línea.
—¿Por qué? ¿Ha pasado algo? ¿Te han llamado del banco?
—Ojalá hubiese sido eso, cielo. Tenemos que ponernos al día con todos los pagos que tu padre adeudó, o de lo contrario, tendremos que desalojar la casa.
Me detengo, retengo la respiración al tiempo que cierro los ojos con fuerza. No podía ser cierto.
—¿Daphne?
—No pueden desalojarnos, hemos pagado el interés, mamá no pueden...
—Pagar el interés sin cubrir parte de la hipoteca no sirve de nada, Daph. No hemos cubiertos los pagos adeudados y el banquero dijo que han esperado suficiente tiempo.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —inquiero sintiendo que la respiración me falta.
—Cuatro semanas, o la casa pasará inmediatamente a la venta.
Eso se siente como un maldito balde de agua fría, como una brisa tan fría que congela.
—He intentado pedir un préstamo en el trabajo, pero el historial crediticio no nos ayuda, cielo. Me comunicaré con un consultor de vivienda para pedir su ayuda, no quiero que te preocupes demasiado, ¿sí? Voy a resolverlo.
—Mamá...
—Vamos a salir de esta, cielo. Siempre lo hacemos, ¿recuerdas?
Mis ojos arden y me aclaro la garganta, obligándome a hablar con firmeza.
—Hablaré con Ángelo —es lo primero que se me ocurre decir.
—No, no harás eso —dice mi madre con seguridad—. Él es tu jefe y posiblemente tu pareja, no quiero que la gente a su alrededor comience a hablar de ti, no voy a tolerar que manchen tu imagen, Daphne. Se bien como es ese mundo, así que no les daré la oportunidad de que especulen que es una relación basada en el interés.
—Es mucho dinero, no podremos...
—No te preocupes por eso, te llamé solo para que estés al tanto ¿sí? No quiero que te preocupes.
Intento responder, pero el llanto de Lía me saca del trance. ¿en qué momento fue que solté su mano?
—¡Lía! —un grito aterrado brota de mis labios cuando la miro cerca del escalón que comunica a la cocina, y en cuanto veo la sangre, sé que estoy en problemas.
—¿Un descuido? ¿Qué estabas haciendo? —Ángelo camina con molestia delante de mí, sostiene a Lía en brazos mientras salimos de la sala de urgencias.
—Estaba en una llamada, yo...
—¿Qué tan importante era para que la descuidaras por tanto tiempo? —me encojo cuando eleva la voz—. Recibió tres puntos, ¿te parece que eso es algo leve?
—Ángelo yo...
—Que seas mi pareja no te limita de tus responsabilidades como la niñera de mis sobrinas —espeta con molestia.
Continúa su camino, y yo me quedo ahí procesando sus palabras.
—No intento limitar mis responsabilidades —objeto cuando subimos al auto—. Lo siento, fue cuestión de segundos, Ángelo.
Él no responde y resoplo. Luego del accidente, apenas y tuve tiempo de colgar la llamada y pedirle al señor Bruno que nos llevara a urgencias, pero claramente al no tener ningún parentesco con Lía, tuve que llamar a Ángelo.
Lo que realmente no esperaba, es que llegara tan enojado gritándole a medio mundo, incluyéndome en la lista.
Lía se mantiene contra el torso de su tío, la gasa en la frente me hace sentir de nuevo tan culpable, ninguno de los dos habla durante el camino de regreso y el espacio se envuelve en un silencio incómodo.
Cuando llegamos a la casa, dudo en si es buena idea seguirlo hacia la habitación. Antonella nos recibe tan pronto bajamos del auto y la mirada de reproche que ella también me dedica, solo empeoran mi estado.
Ángelo no se aparta de Lía hasta que ella duerme, y cuando se asegura que todo está en orden en la habitación, solo entonces parece querer hablar conmigo.
—¿Debería exigirte que no utilices el celular cuando estés en horas laborales? —inquiere.
—Sabes bien que siempre estoy al pendiente de ellas —objeto—. Fue una llamada de mi madre, fue algo importante yo...
—Bueno pues la próxima vez asegúrate de no tener a Lía contigo —reprende.
—¿Qué ocurre contigo? —reclamo—. Ángelo me estoy disculpando, no intento negar mi culpabilidad porque sé que debí de estar más al pendiente de Lía, pero...
—¡Es que no hay excusa! —grita y retrocedo—. ¡Tienes un solo trabajo, Daphne! Cuidar de mis sobrinas, ¿quieres que comience a cuestionarme si eres buena en eso? ¿Debo buscar otra niñera que no permita que mi sobrina se rompa la frente?
Su mirada es hielo puro, doy un par de pasos hacia atrás intentando comprender cada palabra que ha dicho.
—Si deseas buscar otra niñera no soy quien para negarte eso —murmuro sintiendo la opresión en el pecho— si quieres despedirme por el incidente de hoy, entonces hazlo, asumo la consecuencia.
—Ganas no me faltan —cruza por mi lado, dedicándome una fría mirada y yo me quedo a mitad del pasillo.
Intentando no dejar que toda la presión, termine de desbordarse en mi interior.
Ángelo.
Intento mantener la concentración en los documentos digitales que se muestran en la pantalla, pero fracaso terriblemente.
Suelto una palabrota mientras cierro la laptop y me incorporo, dispuesto a abandonar el estudio.
Tenía más de una cosa en la cabeza, el asunto de la demanda de Hilary, los problemas del casino que parecían incrementarse cada vez más, y el incidente con Lía habían dejado un dolor punzante en mi cabeza.
Es tarde, pero decido ir hacia la habitación de Jacob, no espero ver a Daphne ahí, así que aguardo en la puerta.
—¿Mañana podremos ir al parque con papá? —pregunta.
—Puede ser, tal vez debes preguntárselo —responde ella con suavidad.
—Está ocupado, no quiero molestarlo. ¿No puedes preguntarle tú, Daphne?
—Sería imposible que lo molestes, pequeñín. Pero si tengo la oportunidad, lo preguntaré, ¿de acuerdo?
No escucho una respuesta por parte de Jacob.
—Descansa —susurra ella.
—Buenas noches, Daphne —me aparto de la puerta cuando sus pasos se escuchan. Permanezco de pie apoyando contra la baranda del segundo piso mientras aguardo porque ella salga.
Parece sorprendida de verme ahí.
—Aún no se duerme, por si quieres decirle algo —dice y soy consciente de que apenas me mira.
—Lo haré —cruzo por su lado sin decir nada más. Jacob ya se encuentra con los ojos cerrados, pero tan pronto escucha la puerta, voltea con prisa—. Hola, campeón.
—Papá —dice con una leve sonrisa.
—Lamento que nuestras vacaciones se hayan tenido que acortar —me disculpo sentándome en el borde del colchón—. Realmente lo siento. Pero te recompensaré, ¿de acuerdo?
—¿Cómo con ir al parque mañana?
—Sí, justo como eso —acomodo la manta sobre su cuerpo y me incorporo—. Descansa campeón.
—Buenas noches papá —dejo un beso sobre su frente y me aparto.
Cierro la puerta con suavidad y luego me marcho, Bella parece estar dormida, así que tras asegurarme de que todo está en orden, bajo hacia la cocina.
No se me hace extraño encontrar a Daphne ahí, preparándose un poco de café. El recuerdo de nuestra discusión se me instala en la mente, no quería hablarle de ese modo, no lo merecía.
—Te debo una disculpa —ella me mira sobre su hombro—. Por lo de esta tarde.
—No me debes nada, tienes razón —dice sin voltear—. Es mi trabajo cuidar de ellas y creo que no lo estoy haciendo del todo bien.
—Soy un idiota, Daph, no quise decir eso —me disculpo— no quise decir que no las cuidaras bien, porque me consta que lo haces. No voy a despedirte por...
—Oh, bueno, gracias por aclararlo —dice con molestia encarándome—. Porque realmente estaba preocupada por mi empleo.
Resoplo. Ella vierte el líquido en una de las tazas y hace el ademán de marcharse, la detengo justo cuando cruza por mi lado y la hago retroceder.
—Siéntate.
—No soy una niña para que me des ordenes —reclama.
—Daphne solo siéntate —repito con impaciencia—. No dudo de que eres increíble con los desastres, sé que lo eres. Nunca quise poner en duda eso, es solo que tengo tantas cosas en la cabeza ahora que no pienso con claridad lo que digo. Pero no dudo de ti.
—Nunca he pensado en limitar mis responsabilidades con tus sobrinas solo porque estemos saliendo —asegura—. Pero si eso es lo que tú crees, tal vez...
—Ni siquiera lo digas —mascullo—. No lo he pensado. Estaba enojado, ¿sí?
—¿Esa es tu excusa para decir que tienes tantas ganas para despedirme? —reclama—. Considerándolo, tal vez deba presentar mi renuncia.
La tomo del brazo con firmeza cuando hace el ademán de marcharse otra vez.
—Daphne, lo siento.
Ella suspira, deja la taza a un lado y me mira por varios segundos.
—¿Puedes perdonarme?
Su mirada se suaviza, aunque el recelo continúa ahí.
—Si quieres despedirme, dilo. Te juro que no habrá resentimiento.
—No quiero despedirte. Fue impulso del momento. No quiero a nadie más cuidando de los desastres y con todo lo que ocurre, te necesito cerca.
—¿Para desquitar tu enojo conmigo? No gracias, paso.
Sonrío levemente.
—Claro que no, mia regina, te necesito conmigo para que no termine perdiendo la cabeza. Para recordarme a mí mismo que aún soy capaz de tener cosas buenas en mi vida. Así que ¿tu mi perdoni, tesoro?
—No hables italiano que es mi debilidad —dice sonriendo—. Pero puedo aceptar las disculpas. Así que, estás perdonado.
Coloco una mano en su cintura, atrayéndola hacia mí, pero antes de que pueda conseguir plantar mis labios sobre los de ella, Daphne coloca la mano y empuja mi rostro hacia atrás.
—Pero quiero una explicación del mal humor —exige.
—Realmente no quiero hablar sobre eso —admito en una mueca—. Pero tendré que hacerlo, ¿verdad?
—Verdad.
Niego levemente, manteniendo la sonrisa en mis labios y suspiro.
—La abuela materna de las niñas quiere la custodia, dice que Jenna nunca estuvo de acuerdo con que las tuviera bajo mi cuidado, y que un hombre tan ocupado como yo, no puede hacerse cargo de tres niñas. Pero es ridículo lo que pretende, quiere la custodia de las dos menores, no la de Anto.
—¿Cómo puede hacer eso? —inquiere—. ¿Pretende separarlas entonces?
—Es lo que quiero evitar, no planeo separarlas. Pero Hilary tiene otros planes, y Franco está preocupado porque use los antecedentes del juicio de custodia de Jacob a su favor.
—¿Por qué?
—Fui acusado de abuso y maltrato, Daph. Los cargos jamás se quitaron, ante los juzgados familiares fui un hombre abusivo antes, si Hilary se entera de eso y lo presenta ante la corte...
—Pueden poner en duda tu capacidad para cuidar de las niñas.
Ese es mi principal temor. Parecía que los fantasmas del pasado amenazaban con volver.
—Luchar por demostrar lo contrario nos sumergiría en una batalla legal, y si el juez piensa que los desastres corren peligro o están siquiera en riesgo, pueden cederle la custodia. Y no quiero perderlas, Daph.
Sonríe con suavidad, llevando una mano hacia mi rostro.
—No vas a perderlas, porque eres increíble. Y lo bueno siempre pesa más, Ángelo.
Ojalá tuviese razón, porque sabía que, si Hilary Dorian usaba esa arma, sería muy poco probable salir vencedor.
Y sabía lo que perderlas me haría, sabía que enfrentar una nueva batalla y perderla, acabaría conmigo más rápido de lo que yo mismo me atrevo a admitir.
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