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26.- No importa el costo.


Ángelo.

Dos días después, todo estaba listo para tomar unas cortas vacaciones en Florencia.

No podíamos alejarnos tanto porque el casino me necesitaba presente, así que unos cuantos días era lo más que podía deslindarme de mis responsabilidades.

Aunque precisamente unas vacaciones familiares no era algo que me hiciera mucha ilusión, si lo era el pasar tanto tiempo posible con Jacob y mis sobrinas, tiempo fuera de salidas a centros comerciales o al parque.

—Fue un milagro que pudiésemos terminar a tiempo —dice Daphne acomodándose en su asiento en el avión.

Acomodo a Lía sobre mis piernas y observo a Daphne mirar hacia los dos niños que se mantienen entretenidos con la pantalla.

—Y es un milagro que estén sentados —admito.

—Eso es porque Antonella les dijo que, si no dejaban de correr, el avión se iba a caer y todos íbamos a morir —Daphne coloca una expresión graciosa en el rostro—. No soy fanática de usar el miedo para hacer obedecer, pero mira, creo que funcionó.

—¡De nada! —expresa Anto desde su asiento.

Sonrío levemente, teníamos programado llegar a Florencia por la noche, nos hospedaríamos en uno de los pocos hoteles que tenían habitaciones intercomunicadas, costaban una fortuna pasar la noche en ellos, pero no podía dejar a los desastres en una habitación que estuviese aparte.

—Realmente nunca pensé que estaría tomando un avión con dos niños, una bebé y una adolescente —confieso—. Mucho menos que estaría por tomar unas cortas vacaciones familiares.

—Bueno, siempre hay una primera vez —expresa con una sonrisa—. Están entusiasmados, incluso Antonella, aunque intente ocultarlo. ¿Verdad Anto?

Un sonido parecido a una afirmación nos hace reír.

—Realmente aprecio que hayas venido, quería también pasar tiempo contigo. ya sabes, entre los desastres y el casino...

Daphne ríe levemente, acomodando su cabello con una de sus manos mientras asiente.

—Sí, es complicado —confiesa colocando una sonrisa suave—. Pero no puedo quejarme.

Extiende los brazos para poder tomar a Lía en brazos, y aprovecho el momento para tomar el celular y revisar si había algún mensaje importante.

Leo las notificaciones en la pantalla superior y abro el par de mensajes que Franco ha enviado.

No he hablado con Antoni desde la discusión en la casa, pero tuve que recurrir a él con una corta llamada para pedirle que estuviese al tanto de los casinos, confiaba en Franco ciegamente, pero incluso él necesitaría de ayuda.

—El trabajo no se trae a las vacaciones —susurra Daphne cerca de mi oído.

—Creo que puedo hacer pequeñas excepciones, ¿no lo crees?

Niega con una sonrisa divertida en el rostro.

—Eres increíble —murmura.

—Dime algo que no sepa —le dedico un guiño y me parece realmente adorable la ligera rojez que se presenta en sus mejillas.

No sería un vuelo largo, sin embargo, luego de un tiempo tenemos que encontrar estrategias que consigan mantener a Bella y a Jacob en sus asientos, y Lía comienza a inquietarse.

—Ahora entiendo porque Lucca odiaba los vuelos —expreso mientras intento que Lía se mantenga lo suficientemente entretenida con la caricatura del celular.

—Hay algo que no he preguntado —dice Daphne ignorando mis palabras.

—¿Qué cosa?

—¿Cuándo son sus cumpleaños? —inquiere.

Me tomo unos segundos para pensarlo, ¿qué clase de tío era que no sabía los cumpleaños de mis sobrinas? Llevaba meses con ellas, ¿qué tal si incluso ya habían pasado?

—No me digas que no lo sabes —reprocha.

—Bien, no lo diré entonces.

—¡Ángelo! —dice golpeando con ligereza mi brazo—. ¿Realmente no tienes idea?

Niego.

—Tal vez deba preguntárselos —me encojo de hombros—. No será difícil.

—Bella cumple en septiembre—la voz de Antonella nos hace voltear—. Lía cumple en diciembre, y yo cumplo en enero. Ahora ya lo sabes.

Nos dedica una sonrisa y una mirada divertida sobre el asiento.

—¿Lo ves? No fue difícil —expreso hacia Daphne—. Y es algo bueno que ninguno ha pasado todavía.

—Bueno, el de Bella será pronto —me recuerda—. Menos de un mes.

Observo a Lía que gracias al cielo ha decidido prestarle atención a la caricatura.

—No soy precisamente fanático de una fiesta llena de niños corriendo por todos lados con exceso de energía, pero algo podemos hacer.

La escucho reír, la miro de reojo y termino riendo con ella.

Vacaciones familiares y planeando fiestas infantiles, ¿Quién lo diría?

La llegada al hotel fue más complicada de lo que imaginamos.

—¡No, no brinques sobre la cama! —exclamo cuando Bella casi se cae del colchón al brincar—. Bajen de ahí, ambos.

Claramente ninguno hace caso y continúan con la divertida tarea de brincar sobre la cama como si la vida les dependiera de eso.

—Bueno, me voy a mi habitación —dice Antonella arrebatándome la tarjeta de la mano—. Suerte con los desastres.

Sale antes de darnos oportunidad de decir algo más, Daphne ingresa y sonríe divertida.

—¿Está es la habitación que se intercomunica con otra? —cuestiona caminando hacia la puerta—. Sí, es esta. Bien, pequeños, esa de ahí es de ustedes. Bajen de ahí y vayan.

—¿Cómo es que te obedecen tan rápido? —inquiero cuando observo a Bella y a Jacob bajar de la cama para ir hacia donde Daphne les indica.

—Ya lo he dicho, tengo el toque —me guiña un ojo acercándose, y toma a Lía de mis brazos—. ¿Antonella se ha ido a su habitación?

—Parece ser que una habitación para ella sola es lo único que deseaba —expreso mirando las maletas—. Comienzo a creer que esto no va a resultar tan bien.

Daphne ríe cuando nota el semblante que coloco al mirar que Bella y Jacob han decidido continuar con los saltos, pero ahora cada uno en una cama distinta.

—Y apenas es la primera noche —dice palmeando mi hombro, y cruzando por mi lado.

Es toda una misión hacer que Jacob y Bella dejen de correr y brincar, llegamos con el tiempo justo para ordenar las cosas de todos y luego, bajar a cenar cerca de uno de los canales que comunican con los ríos de Florencia.

No es un restaurante de lujo ni mucho menos, pero resulta verdaderamente agradable estar al aire libre, compartiendo un momento todos juntos.

Jacob ríe al hablar con Bella, parece que en los pocos días que han convivido ha sido suficiente para crear en ellos una estrecha relación, y ver a mi hijo reír y divertirse, me hace sentir más aliviado de lo que pude haber imaginado.

Luego de la cena, vamos por helados aun cuando insisto es que es demasiada azúcar siendo tan tarde, pero parece ser que estar de vacaciones, justifica el consumo de azucares antes de la hora de dormir.

Cuando volvemos al hotel, los dos niños parecen estar agotados. Así que no es complicado hacerlos dormir, coloco el seguro por dentro de la habitación y luego dejo abierta la puerta que intercomunica las habitaciones.

No hay una cuna para Lía, único detalle que pasamos por alto, así que ella duerme justo en el medio de la cama.

—Procura no aplastar a tu sobrina —dice Daphne mientras se acomoda en uno de los costados de la cama.

Lleva su cabello recogido en un moño descuidado, varios mechones caen por su rostro, pero luce fresca. Se ha colocado un bonito pijama rosa y sonríe en mi dirección.

—Intentaré no hacerlo —bromeo quitándome los zapatos, y acomodándome del otro lado.

Lía duerme profundamente entre nosotros, la miro por un par de segundos antes de elevar la mirada hacia Daphne.

Ella observa a Lía, así que, por algunos segundos, solamente mantengo la mirada en ella. Recorriendo cada facción de su rostro, mirándola sonreír con ligereza y cuando eleva la mirada, encontrándose con mis ojos sobre ella, extiende el gesto un poco más.

—Me miras demasiado —dice suavemente.

—Creo que esa es mi cosa favorita, mia regina.

—Oh, es sorprendente lo romántico que puedes ser —apoyo el codo contra el colchón y sostengo mi cabeza con la mano hecha puño.

Ella extiende el brazo hasta conseguir acariciar el costado de mi rostro, siento las yemas de sus dedos trazar una caricia suave y el contacto me produce una sensación cálida.

—Daph, sé que a veces puedo comportarme como un idiota y probablemente lo seré, pero quiero que sepas que no haré nada para lastimarte, lo sabes ¿verdad? No sería capaz.

—Lo sé —responde con firmeza—. Ya lo has demostrado.

—Te quiero, en serio lo hago. Y la última vez que me sentí de este modo todo acabó terriblemente mal, pero estoy dispuesto a arriesgar todo por ti. Estoy dispuesto a atravesar el peor de los sufrimientos si al final voy a encontrarte del otro lado.

—Shtt, no queremos traernos mala suerte —dice colocando el dedo sobre mis labios—. Yo también te quiero, te lo he dicho y realmente no sé qué resulte de esto, pero yo espero lo mejor, de ti y de mí. No quiero que atravieses sufrimientos, solo quiero que seas feliz y si lo eres conmigo, entonces no pido nada más.

—¿Por qué no pude conocerte antes? —inquiero en un susurro—. Antes de todo el desastre, de todo el dolor. Si tan solo te hubiese visto antes...

—Todo tiene un motivo, Ángelo —susurra de vuelta—. Hace cinco años, dudo que te hubieses fijado en una universitaria.

Se aparta levemente para conseguir acomodarse, pero sigue sintiéndose tan cerca.

—Bueno, puede que tal vez haya podido fijarme en una universitaria de comunicaciones, con el cabello rubio y unos ojos azul preciosos.

Daphne ríe, dejándose caer por completo contra el colchón.

—Todo un romántico, señor Lombardi —musita.

—Solo por usted, señorita Lennox.

Voltea, la forma en la que me mira me hace sentir como en casa. Me hace sentir que siempre debí de haber estado en este lugar.

Y ahora que lo estoy, ahora que he llegado aquí, no planeo irme nunca más.

Tenemos todo un itinerario establecido, que cosas haremos en los tres días que permaneceremos en Florencia, y la primera de ellas, es visitar la playa de Cala Violina.

Daphne camina delante, sosteniendo la mano de Lía que da pequeños pasos sobre la arena de la playa.

Lleva un bonito vestido floreado en color amarillo, y un sombrero que se ondea con ligereza de los bordes.

—Mírala por más tiempo y se dará cuenta de que te tiene comiendo de su mano —Antonella me mira con burla mientras se acomoda las gafas de sol.

—Bueno, no sería algo nuevo, porque ya lo sabe —aseguro con una sonrisa.

Avanzamos sobre la arena y nos detenemos cerca de un muro que proyecta la suficiente sombra como para dejar nuestras cosas.

—Papá, ¿podemos ir al agua ahora? —inquiere Jacob.

—¡Di que sí! —pide Bella formando un mohín.

—Claro que podrán ir, pero necesitan ponerse bloqueador —interviene Daphne dejando a Lía sobre la manta que ha colocado sobre la arena—. Vengan aquí los dos.

Ellos me miran.

—Ya oyeron, necesitan bloqueador.

Ninguno parece demasiado contento de esperar, pero lo hacen de todos modos mientras Daphne toma la botella con bloqueador solar para colocárselos a cada uno.

Lía lleva un bonito bañador de sirena, con una faldita morada que la hace lucir adorable. Antonella parece haber decidido simplemente abandonar sus cosas e ir hacia el mar, y cuando Daphne acaba de colocarles el bloqueador, Bella y Jacob corren hacia la orilla.

—Tengo que ir tras ellos antes de que se ahoguen —expreso quitándome la camiseta.

—Oh vaya, deberíamos venir a la playa más seguido —dice Daphne dándome una mirada traviesa.

—Bueno, tesoro, te dejaré disfrutar de la vista —le dedico un guiño antes de darme la vuelta y casi correr hacia el agua en donde Bella y Jacob se encuentran.

El sol está en su punto más alto, y ni siquiera las gafas oscuras que porto consiguen minimizar los rayos.

Daphne entra al agua con un bañador de dos piezas que la hace lucir más sexi de lo que ya es, y tengo que recordarme que estamos rodeados de niños para retener los instintos que desata en mí.

Y que por la mirada que me dedica, ella sabe bien que provoca.

Colocamos a Lía en uno de los inflables que compramos en la mañana y parece tan encantada que se rehúsa a salir de él.

Pasamos largas horas en el agua, tantas hasta que la piel de los dedos se nos arruga y el hambre nos obliga a salir.

Guardamos nuestras cosas y comemos en uno de los sitios cercanos para turistas y que parece ser el único que no está a rebosar.

—Olvídate de lugares finos por estos tres días —dice Daphne antes de darle una mordida a su hamburguesa—. Son vacaciones, Ángelo.

—Debes disfrutar más la vida —retengo la risa cuando Antonella me señala—. Cuando tú y Daphne sean ancianos, entonces podrán ir a esos aburridos restaurantes de lujo.

Daphne contrario a mí no retiene la risa.

—¿Lo oyes? Debes disfrutar más la vida —la apoya.

—Disfruto mi vida, aunque ninguna de ustedes lo crea —las señalo.

Les doy una rápida mirada a Bella y a Jacob quienes nos ignoran exponencialmente por estar entretenidos mirando la pantalla de la tableta.

—Papá decía que eras un amargado —expresa Antonella divertida—. ¿Es eso cierto?

—Lo que es cierto es que tu padre tenía un extraño concepto de diversión —admito—. Que prefiera vivir casi al borde de un bosque ya es mucho decir.

—Era tranquilo vivir ahí —dice Anto—. No había ruido de autos ni molestas bocinas, teníamos algunos vecinos agradables y no hacia demasiado calor.

La casa de Lucca no había sido vendida, lo consideramos porque nadie vivía ahí y mantenerla limpia era un gasto extra que al final del día no servía demasiado, pero era su hogar, fue su hogar por mucho tiempo así que, mientras pudiera conservarla, lo haría.

—Tal vez podamos ir algún fin de semana —ella me mira con emoción cuando hablo—. Para conocer la tranquilidad del bosque.

Sonríe, lo hace de una forma entusiasta mientras asiente.

—Seguro te gusta, podemos acampar. Bella y yo lo hacíamos cuando era noche de estrellas fugaces —toma una corta inhalación mientras mira a su hermana—. Sería divertido.

—Seguro que sí.

Daphne me sonríe y eleva su pulgar con discreción, cuando acabamos la comida caminamos por el muelle de la playa antes de decidir volver al hotel.

—Me duele la piel —se queja Bella cuando entramos a la habitación.

—A mí también —dice Jacob—. No quiero volver a la playa.

—Buena noticia para ustedes, no volveremos —les informo dejando sus mochilas a los costados de su cama—. Por eso deben escucharme cuando diga que es tiempo de marcharnos.

—¿Podemos pedir pizza? —inquiere mi sobrina.

—Acabas de comer, ¿aún tienes hambre?

—¡Son vacaciones!

—Eso no es excusa para comer más de la cuenta —reprendo—. Aguarda a la cena, entonces decidiremos.

Salgo de la habitación antes de que decida que es buena idea hacerme un berrinche.

—Quiero su vida —expreso hacia Daphne cuando miro a Lía dormir.

—Dormir, comer, jugar —dice ella con una sonrisa—. Yo también la deseo.

La arropa en la cama, colocando un par de almohadas y luego me observa.

—Fue un día fantástico hoy —sonrío, asintiendo levemente mientras saco la ropa sucia para colocarla en una mochila aparte.

—Creo que... —mis palabras se interrumpen por el sonido del celular.

Daphne me lo entrega, en cuanto leo el nombre de Franco en la pantalla resoplo.

—Pensé que me darían más tiempo antes de llamar —Daphne parece divertida mientras se incorpora para entrar al baño.

Deslizo la pantalla del celular para poder tomar la llamada y me aparto de la cama.

—Ángelo, lamento molestarte, pero me temo que hay una situación.

—¿Qué situación? ¿No puede resolverla Antoni?

No, no se trata de los casinos —suspira y eso me deja confundido—. Hoy me llegó una notificación, es un citatorio para el juzgado familiar de...

—Maldición, sabía que Renata no me daría el trabajo fácil —mascullo con molestia—. ¿Qué es lo que quiere ahora?

Un corto silencio se instala en la línea.

—¿Franco?

No es sobre la custodia de Jacob —dice.

Arrugo la frente mientras la confusión me llena.

—¿Entonces...?

Hilary Dorian ha presentado una demanda. Quiere la custodia de las hijas de tu hermano.

Y todo el bienestar que sentí durante todo el día, se esfuma con tan solo escuchar aquella frase.

—¿Una demanda?

—Me temo que sí, y parece ir en serio, Ángelo.

Enfrentar un nuevo juicio por custodia es lo que menos necesitaba ahora. Mucho menos sumergir a las hijas de Lucca en un proceso que solo sería más complicado para ellas.

—¿Qué hay que hacer?

Primero necesito que vuelvas, porque necesitamos tener un plan. He llamado a otro abogado que es excelente en este tipo de casos, pero tienes historial, Ángelo si Hilary lo averigua...

—Entonces no dejes que lo haga —sentencio—. Volveré pronto.

Cuelgo la llamada, sintiéndome de nuevo repentinamente ansioso.

—¿Todo bien? —volteo cuando la voz de Daphne se escucha.

—Tenemos que hacer las maletas, mañana volvemos a casa.

Ella me mira sin comprender del todo.

—¿Puedo preguntar por qué?

Cierro los ojos por unos momentos, a ella no podía mentirle, era imposible hacerlo.

—Porque ahora hay alguien que quiere quitarme a mis sobrinas. Y necesito impedir que siquiera lo intente.

Giro, lanzando el celular a un costado del colchón y miro a Lía dormir, luego volteo hacia la habitación donde aún se escucha la voz de Bella.

No dejaré que me las quite, eso no iba a pasar.

Lo impediría, sin importar el costo, las tendría conmigo. 

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¡Nos leemos mañana!

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