22.- Una noche increíble.
Ángelo
—Odio admitir esto, pero debo decir que eres mucho mejor abogado que yo —murmuro mirando los papeles que Franco me ha entregado hace unos minutos.
—Bueno, en algo tengo que ganarte, ¿o no? —sonrío asintiendo para darle la razón.
—No te emociones demasiado, eh —advierto—. Que un día de estos me dedico de lleno al trabajo legal y te quito el empleo.
—¡Ja! Sigue soñando —musita quitándome las hojas—. No encontrarás mejor abogado que yo en toda Italia, ni siquiera tú eres tan bueno, acabas de admitirlo.
Ruedo los ojos, pero eso no impide que coloque una sonrisa en los labios.
—Entonces todo listo, ¿no? —Mi amigo asiente.
—Solo deberás ir a San Francisco, recoger a tu hijo y venir por tres semanas enteras.
Las semanas habían trascurrido con rapidez, y los dos meses que había tenido que esperar para poder traer a Jacob conmigo estaban llegando a su fin.
No quería hacerme demasiadas ilusiones, pero todo estaba resultando sorprendentemente bien para mí.
Las cosas con Daphne iban de maravilla, mejor de lo que siquiera pude imaginar. Habíamos salido a cenar un par de fines de semana, lejos de las niñas y tomando unas escasas horas para nosotros.
Estar con ella me resultaba refrescante, como si no tuviera que preocuparme por absolutamente nada más que disfrutar el momento que estábamos viviendo. Pasando más tiempo con ella, descubrí todos los encantos que Daphne Lennox parecía tener escondidos.
Como, por ejemplo, que era una experta en el uso del sarcasmo, tanto que en ocasiones no eras capaz de darte cuenta de que en realidad te estaba tomando el pelo. O en la manera en la que se reía sin reparos, con ese sonido tan alegre que brota de ella y la forma en la que echa la cabeza hacia atrás, sacudiendo el cabello con ligereza lo que la hace lucir tan relajada, tan feliz.
Los pequeños momentos a solas se han convertido en algo preciado, sin Bella a nuestro alrededor, o sin Antonella advirtiendo que quiere que nos comportemos, sin absolutamente nada más que nuestra compañía, es completamente magnifico.
No la había llevado a la cama, no había necesidad porque el tiempo que pasábamos juntos, no daba reparo para aquello. Y yo disfrutaba tanto de pasar tiempo con ella, que no sentía la necesidad de tener sexo con Daphne para disfrutar.
—¿Has hablado con tu madre? —inquiere mi amigo, su voz hace que tenga que salir de la maraña de pensamientos que comenzaban a absorberme—. ¿Sabe que Jacob vendrá?
Suspiro, la repentina sensación de bienestar se esfuma por completo.
—No, no lo sabe —admito—. Pero no hay nada que pueda hacer, tendrá que aceptarlo. Además, ella nunca viene a casa. Así que no hay problema con que pueda decir algo imprudente en frente de Jacob.
—¿Seguro?
—¿Por qué no lo estaría?
—Solo digo que tal vez tengas que hablar de eso con ella —expresa—. Amigo, que estés con un niño paseando por Italia va a llamar la atención. Sabes que hay revistas esperando por una buena nota y ver al "líder del imperio Maximous" con un niño, va a ser una grande. Y según sé, no querías que la existencia de Jacob se supiera, no luego de todo es escándalo que su madre hizo.
—Sí, eso era antes. Pero ¿qué clase de idiota sería si pretendo esconder a mi hijo durante toda su vida? Por mucho que me moleste tener la atención de un par de revistas, tendré que tolerarlo.
—A tu madre no va a agradarle.
—A mi madre le desagradan cosas más simples que ver a Jacob —le recuerdo—. Es mi hijo, y es la primera vez que puedo traerlo a pasar tiempo de calidad, verdadero tiempo, conmigo. Así que no me echaré para atrás solo porque Beatrice pueda enojarse. Eso me tiene sin cuidado.
Franco eleva las manos y me observa con una ligera sonrisa en el rostro.
—Vaya, sí que comienzas a comportarte como un hombre y menos como un hijo de perra —dice casi con orgullo.
—Oh, por favor. No seas molesto.
—No soy molesto, solo te digo la verdad —se acomoda el saco y pasa una de sus manos por su cabello—. Bueno, mi trabajo como abogado aquí ha terminado así que, ¿quieres ir por un par de cervezas? Hace tiempo que no tomamos algo.
Cierro las carpetas, asegurándome de no dejar ningún pendiente y me incorporo de la silla.
—De acuerdo, me vendría bien tomar un par de cervezas y luego volver a perder la cabeza entre tanto papeleo.
Ambos bajamos hacia la sala, Daphne ha ido por las niñas así que le envío un corto mensaje diciéndole que estaré fuera por un par de horas y sigo a mi amigo hacia el exterior de la casa.
Franco deja su auto aparcado en la entrada y sube al mío.
—¿Tienes un sitio en mente?
—Claro que sí —dice mirando su celular—. Y va a encantarte.
Cuando lo miro, él entiende perfectamente.
—No te preocupes que no está lleno de chicas y esas cosas —dice entre risas—. Es un nuevo bar con un mirador increíble, se ha convertido en la sensación en internet así que es un buen lugar para beber algo y charlar. Sé que ahora eres hombre ocupado, no te expondré para que tu chica te arranque la cabeza.
Sonrío ante su última frase.
—Porque Daphne Lennox es capaz —dice con algo parecido a alarma.
—Bueno, en realidad no quiero comprobar de que es capaz —aseguro con una sonrisa tirando de los labios.
Pasar varias horas con Franco fue refrescante, mi amigo tenía razón, el bar al que asistimos era impresionante. Un ambiente agradable para hablar de lo que sea y con una vista asombrosa de Milán.
Al quitarnos no pude volver inmediatamente a casa como teníamos planeado, tuve que ir hacia los casinos a resolver un par de situaciones que se nos habían presentado, y la sorpresa fue que habría una visita de un gran empresario ruso para la noche siguiente, visita de la cual yo apenas me enteraba.
—¿Cómo es que nadie me avisó? —inquiero hacia Frank, el gerente de los casinos—. Una visita así de importante debo de saberla.
—Lo siento, señor Lombardi, pero ha estado ocupado últimamente que casi no hemos tenido su presencia aquí. Intentamos llamarlo, pero supongo que ahora tiene otras prioridades.
—No hay prioridades cuando se trata del imperio de mi familia —mascullo con molestia—. Si vuelvo a estar ajeno a otra situación como esta, tendrá que buscar un nuevo empleo.
Un par de hombres entran junto con Bianca, la encargada de logística de todos los casinos.
—¿Está todo listo? —inquiero—. Porque apenas me entero de la visita.
—Todo listo, Ángelo —responde con una sonrisa—. Sabes que siempre me hago cargo. Se han enviado las invitaciones para algunas otras personalidades y se aumentó el personal de seguridad para la noche, y hay medición de entradas.
—De acuerdo —me siento un poco más aliviado de saber que todo está bajo control aun cuando no he sabido nada, así que me permito volver a relajarme.
—Solo una cosa más...—dice mirándome— ¿añadiremos el nombre de la señorita Russo como su invitada?
—No —me incorporo acomodándome el traje—. Añade el nombre de Daphne Lennox. Será mi invitada especial.
Bianca asiente luego de anotar el nombre y después se retira tras asegurar que todo está bajo control.
Franco me espera jugando cartas, parece que mi mejor amigo no entendía que los juegos de azar y él eran enemigos, no había ni una sola partida que pudiera ganar.
—Luego no quiero quejas porque has perdido todo tu dinero —él me mira, señala la torre de fichas que hay frente a él y sonríe.
—Hoy he tenido suerte —dice.
—Bueno, entonces ve a cambiarlas antes de que te confíes demasiado, además, tenemos que volver.
—Eres un aguafiestas.
—Y tú un mal jugador y si no te retiras ahora quedarás en números rojos.
Franco maldice por lo bajo y toma las fichas antes de apartarse para ir hacia el sitio en donde entregaban el efectivo.
Le doy una rápida mirada al lugar, uno de los chicos se acerca con una bandeja con bebidas, tomo una de las copas y se retira, no había demasiada gente a esta hora, a pesar de que la noche comenzaba a caer las horas de juego no estaban aún en su auge.
Franco tarda alrededor de diez minutos en volver. Cuando regresa ambos salimos y nos subimos al auto.
—Así que, ¿mañana será una gran noche para los casinos?
—Espero que si —admito—. La visita de alguien importante siempre atrae la atención, y justo ahora no nos vendría mal.
Tardamos más de lo pensado en volver a casa, cuando lo hacemos y mi amigo se despide asegurando que asistirá mañana, ingreso sintiéndome al fin aliviado de volver a casa.
—¿Las niñas se han dormido? —inquiero hacia la señora Wilson mientras me quito el saco del traje.
—Hace un momento —informa—. La señorita Antonella está en la biblioteca, las dos menores ya dormidas.
—De acuerdo —le agradezco con una sonrisa y camino hacia las escaleras, subo con algo de prisa y en vez de ir hacia mi habitación, me dirijo hacia la de Daphne.
Dejo un par de toques en su puerta, y luego cuando su voz se escucha empujo la madera e ingreso.
—Hola —ella sonríe cuando saludo.
—Hola —deja a un lado el celular y centra toda la atención en mí—. Creí que llegarías más tarde.
—Gracias a Dios no, el casino me ocupó, pero pude librarme —camino hacia ella, me descalzo los zapatos cuando estoy frente al colchón y subo a su lado.
—¿Todo arreglado ahora?
Asiento levemente, Daphne corre las sábanas y me permite acomodarme mejor a su costado.
—¿Qué hay de ti? ¿Cómo fue tu día con los desastres?
—De maravilla, Bella tiene un nuevo papel principal como Clara en la obra del cascanueces, ¿imaginas lo linda que se verá?
—Oh, sí —aseguro con una sonrisa—. Tal vez deba buscar una academia mejor para Bella.
—¿Por qué? Ella está feliz en donde está, tiene a sus amigas y sus profesoras son excelentes, no veo el motivo.
—Hay mejores academias con programas de baile profesionales y...
—Ángelo, es apenas una niña —toma una de mis manos cuando habla—. No debería estar matando su cuerpo con programas de baile profesionales, tiene seis, debe disfrutar su infancia. Si ella lo desea, entonces puedes negociar opciones. No imponer, primero consultar.
—Suenas a una mamá.
—Bueno, alguien debe cuidar de ellas, ¿o no? —sonríe levemente—. Es mi trabajo, por eso estoy aquí.
Me inclino hacia ella, dejando un corto beso sobre sus labios.
—Definitivamente fuiste una buena elección.
Ella ríe pero no dice nada más, es entonces que recuerdo el evento de la noche siguiente.
—Quería preguntarte algo —voltea el rostro hacia mí.
—¿Qué cosa?
—Mañana hay un evento en el casino, viene alguien importante —Daphne asiente con ligereza—. Apenas me he enterado, pero tengo que estar presente, para dar la bienvenida y todo eso.
—Oh, ¿quieres que me quede con las...?
—Quiero que vengas conmigo —la interrumpo—. Quiero que seas mi acompañante, y mi invitada especial.
Por un corto tiempo la sorpresa surca su rostro, se mantiene en silencio como si tratara de encontrar algo para decir, pero no lo hallara.
—¿Quieres que vaya contigo?
—Eso mismo dije.
—Pero... ¿no dices que es alguien importante? ¿Qué haría yo en un evento como ese? No sé jugar nada, y no creo que...
—Daph, quiero que estés a mi lado. No tienes que jugar nada, no es necesario.
—Ni siquiera tengo un vestido para...
—Eso podemos solucionarlo —meto la mano en uno de mis bolsillos, tomando la billetera y la abro. Saco una de las tarjetas de crédito y la extiendo hacia ella—. Mañana me quedo con los desastres y tú ve por un sexi y bonito vestido, ¿te parece?
—No, no me parece —dice negando con frenesí—. Ángelo es...es...
—Nena, solo di que si —de un segundo a otro lanza un grito emocionado y me envuelve en sus brazos—. Vaya, eso fue fácil. ¿Fue por el nena?
Daphne ríe y golpea mi pecho cuando se aparta.
—¿Estás seguro? —asiento.
—Quiero que estés más deslumbrante de lo que ya eres —me inclino y dejo un rápido beso sobre sus labios—. Así que mañana no te preocupes por nada más que no sea encontrar un vestido.
Salgo de la cama y tomo los zapatos con una de mis manos.
—¿Está claro?
Sonríe de forma radiante.
—Más que claro —asegura.
—Oh, y si quieres pasar a la estética y todo eso que hacen las mujeres...hazlo. Tiene suficiente —informo señalando la tarjeta.
Tomo el pomo de la puerta y antes de marcharme, vuelvo a mirarla.
—Descansa, Daph.
—Buenas noches, Ángelo.
Salgo de la habitación con una sonrisa en el rostro, mañana sería una noche más que increíble, de eso no me quedaba ni una sola duda.
Daphne
Jodi me observa con detenimiento.
—¿Qué te parece?
—No tiene nada de sexi —dice—. Es un casino, tal vez deberías de probar con alguno rojo.
Se incorpora del sillón en el que se encuentra y gira hacia la dependienta.
—¿Tendrá algún vestido en color rojo? —inquiere—. De preferencia sin mangas y ajustado, por favor. Que mi amiga debe resaltar esas curvas que tiene.
Sonrío levemente negando con la cabeza, bajo de la pequeña plataforma y me adentro al probador para quitarme el vestido verde esmeralda que había elegido.
—Aún no puedo creer que realmente te dio una tarjeta de crédito —dice Jodi detrás de la cortina del probador.
—Solo fue caballeroso —respondo intentando restarle importancia—. No quiere decir que sea mía, solo es por esta ocasión.
—Por favor, seguramente pronto tendrás hasta una cuenta bancaria a tu nombre.
Me coloco la bata de seda y corro la cortina.
—Lo menos que quiero es que estoy con Ángelo por su dinero, no olvides que soy la niñera de sus sobrinas, no quiero...
Detengo mis palabras cuando la chica regresa con un par de vestidos rojos. Jodi los toma en medio de un grito ahogado y gira.
—Pruébatelos —ordena.
Ruedo los ojos y tomo las dos prendas para después ingresar de nuevo al probador.
El primer vestido que me coloco es demasiado ajustado. Estaba de acuerdo con la idea de la sensualidad, pero esto era demasiado. Y cuando salgo, a pesar de que a Jodi le encanta, concuerda con que tal vez portarlo en un casino no es la mejor opción.
El segundo es más suelto, con el cuello cruzado lo que deja gran parte del hombro al descubierto, tiene unas pocas piedras brillantes en la parte del pecho y la tela suelta que cae en la falda es tan suave que parece seda.
—Creo que me gusta —admito saliendo del probador y subiendo a la plataforma—. ¿Qué opinas?
—Que el señor Lombardi va a irse de espaldas en cuanto te vea —asegura Jodi—. Es completamente espectacular, pero sigue teniendo ese toque elegante.
Giro, mirando la parte trasera del vestido. Los tirantes cruzados le dan un toque elegante a la espalda, y por delante el cruce deja un poco justo el escote, solo lo suficiente para acentuar la zona del pecho.
Sonrío hacia mi reflejo. Sí, este es.
—De acuerdo, entonces compraré este —la chica parece aliviada de no haber perdido su tiempo en vano. Toma el otro vestido que ha sido descartado y cuando entro al probador, Jodi toma el que ha sido elegido.
Pago con la tarjeta que Ángelo me había dado la noche anterior, y salimos de la tienda.
Son casi las cuatro de la tarde y Ángelo debe estar por llegar, habíamos optado primero por pasar a la estética, luego buscamos un par de zapatos adecuados y dejamos la búsqueda del vestido para el final de la tarde, que era lo que más tiempo nos llevaría.
No nos equivocamos, pasamos cerca de dos horas hasta hallar el vestido adecuado. Aún no podía creerme del todo que asistiría a un evento de los casinos "Maximous", y todavía mejor, que iría del brazo de su dueño.
—Oh, tu chico sí que es puntual —dice Jodi cuando llegamos al primer piso del centro comercial.
Sonrío al mirar a Ángelo empujar el carrito de Lía, a su costado Bella sostiene una nieve de chocolate mientras se mantiene absorta mirando un escaparate lleno de juguetes.
—¡Daphne! —Bella corre hacia mí en cuanto me ve.
—Hola, cariño. ¿Qué tal el día con tu tío?
—Ha sido genial —responde ella—. ¿Nos iremos a casa ya?
—Me temo que si —miro a Ángelo cuando habla—. ¿Encontraste todo lo que necesitabas? Oh, ese ligero corte en el cabello me gusta.
—Puntos a tu favor por notarlo —Ángelo mira a mi amiga cuando habla—. Soy Jodi, por cierto.
—Ángelo, ella es Jodi mi mejor amiga —los presento—. Jodi, creo que ya conoces a Ángelo.
—Oh, si ¿Quién no conoce al flamante señor Lombardi? —él no parece molesto con la respuesta de mi amiga, por el contrario, ríe divertido.
—Encantado de conocerte, ¿te llevamos?
—No hay necesidad, pediré un uber —dice mostrándonos su teléfono—. Aún tengo que hacer algunas cosas.
—¿Estarás libre esta noche? Puedes venir al evento del casino si lo deseas, añadiré tu nombre a la lista.
Jodi parece no creer lo que Ángelo dice.
—¿De verdad?
—Sí, mi chica necesitará compañía cuando esos hombres de negocios requieran mi atención.
Algo en mí se revuelve con furia cuando lo escucho llamarme "su chica", pero me las arreglo para fingir que no estoy a punto de sufrir un colapso.
—Sería estupendo que vinieras —intervengo—. Nos divertiremos.
—En ese caso, aceptaré la invitación. Gracias, Ángelo.
—Un placer —ambos se despiden y pronto ya nos encontramos de regreso al auto, con una Bella no tan contenta de que la visita al centro comercial haya sido corta.
Luego de acomodar a Lía en su asiento y asegurarme de que Bella tiene el cinturón y no planea quitárselo, nos podemos en marcha.
—Estoy ansiosa por esta noche —admito—. Nunca antes he entrado a un casino.
—¿De verdad? —Ángelo parece casi incrédulo—. Va a encantarte. Será sensacional.
—No lo dudo. ¿Con quién se quedarán las niñas?
—Mi madre —dice con la mirada fija en la carretera—. Se quedará con ellas toda la noche.
No hablamos demasiado en el camino de regreso, Bella es la única que se mantiene cantando una repentina canción a la que parece haberse vuelto fanática y así trascurren los casi veinte minutos de trayecto.
Tomo a Lía en brazos tan pronto bajo del auto, y Ángelo es el encargado de ayudar a Bella.
—La señora Wilson se encargará de ellas a partir de las cinco —dice Ángelo—. Para que comiences a prepararte.
Sonríe cuando dice aquello, lo hace de una manera entusiasmada que termina por contagiarme.
—No puedo esperar a que llegue la hora —admito aún con Lía en brazos.
—Ni yo —me dedica un guiño—. Estoy ansioso, nena.
Y el escucharlo llamarme de esa manera amenaza con hacerme sufrir un segundo colapso en lo que va del día.
Daphne, ten autocontrol.
Pero con Ángelo Lombardi, esa palabra no existía. Así que no quedaba otro remedio más que convencerme a mí misma, de que no terminaría colapsando antes de que la hora de nuestra "cita" llegara.
Le he mandado cerca de diez fotos a Jodi para asegurarme de que mi aspecto es en efecto como debería ser.
Me encuentro más nerviosa de lo que debería, repasando mi reflejo una y otra vez, así que cuando alguien golpea la puerta y esta se abre, me sobresalto.
—Anto —giro hacia la sobrina de Ángelo—. ¿Qué haces aquí?
—Mi tío está un poco impaciente ahí abajo —informa—. Luces hermosa, Daphne.
Me relajo un poco al escucharla.
—¿Lo crees? —inquiero.
—Definitivamente. Mi tío va a quedarse boquiabierto cuando te vea —asegura—. Estás más que perfecta.
—Bueno, siendo así creo que no haré esperar más a tu tío.
Antonella me acompaña a bajar, me aseguro de tener todo lo necesario en el pequeño bolso y me repito que todo va a resultar bien. Anto se me adelanta, y no entiendo porque hasta que la escucho decir:
—No mires hasta que te diga —cuando llego al borde de las escaleras, ella me hace una seña para comenzar a bajar y no puedo retener la sonrisa al mirar a tío y sobrina discutir.
—Antonella esto es ridí...—las palabras de Ángelo se detienen tan pronto me mira.
No sé muy bien como descifrar la mirada que me dedica, la manera en la que sus ojos parecen iluminarse en cuanto me ve, y la forma en la que sus comisuras tiemblan hasta dejar ver una radiante sonrisa.
—Por Dios, estás hermosa —se acerca cuando llego al final de las escaleras—. Estás completamente sensacional.
—Tú también estás muy guapo —el elegante traje negro y el moño que lleva en el cuello lo dejan más apuesto de lo que ya es.
—Parecen una pareja de súper modelos —dice Antonella—. ¿Puedo tomarles una foto?
Ángelo resopla, pero no pone objeción, su brazo se envuelve alrededor de mi cintura y me apega a su cuerpo, cruzo la mano por su espalda y sonrío hacia la cámara del celular.
—Listo, ahora sí los dejo marchar —apenas y nos da oportunidad de despedirnos, Ángelo me mira y vuelve a sonreír.
—¿Nos vamos? —entrelaza nuestros dedos, no aparta la mirada y a pesar de que luce tan jodidamente intimidante, me siento segura a su lado.
—Vamos, que no puedo esperar —se inclina hacia mí para depositar un corto beso, y luego ambos caminamos hacia la salida de la casa, con el pensamiento de que esta noche, tenía que ser espectacular.
Los casinos "Maximous" eran impresionantes en fotografías, pero estar aquí, justo enfrente, es más asombroso de lo que una imagen puede describir.
Ángelo sonríe hacia muchas personas, responde los innumerables saludos y mantiene conversaciones cortas con varios hombres, pero no suelta mi mano en ningún momento.
Me presenta como "su pareja", y no sé en realidad que significado tenga, pero es mucho mejor que solo ser una invitada. He tenido que tolerar la mirada enojada de más de una mujer que supongo esperaba pasar un momento con Ángelo, y el pensar que tiene tanta atención femenina, me hace arder el pecho tan solo un poco.
Jodi no ha llegado, su último mensaje decía que estaría aquí en quince minutos, pero ya llevaba treinta desde entonces y no parece haber señales de ella.
—Oh, y llegaron —Ángelo habla, captando mi atención—. Ese es el invitado importante.
Señala con el mentón a un grupo de hombres, parece ser un equipo de seguridad completamente amenazante y justo en medio de ellos, dos hombres.
—Puedo esperar aquí —sugiero.
—No, ven conmigo —tira de mi cuerpo, pero el pensar que tengo que estar delante de alguien de tanta importancia me agobia.
—No, en verdad —él parece notar mi estado, porque sonríe con ligereza—. Iré por algo de beber, ¿sí? Estaré bien.
—¿Dejarás que te presente luego? —y la esperanza que veo en sus ojos me doblega.
—Más tarde, sí.
Él parece satisfecho, deja un casto beso sobre mis labios y se acomoda el traje antes de ir al encuentro de aquel grupo de personas.
Cuando lo miro llegar, giro y voy hacia la barra, dispuesta a beber algo que consiga hacerme bajar los nervios.
El chico de la barra parece saber exactamente lo que necesito, y luego de un par de minutos, una bebida rosa y extravagante es dejada frente a mí.
Apenas le he dado un sorbo y disfrutado de su sabor cuando alguien dice mi nombre.
—Vaya, vaya —mi cuerpo se tensa al escuchar la voz—. Daphne Lennox.
Volteo, el familiar rostro a mi costado me genera nauseas, el hombre sonríe con suficiencia y da un paso adelante, yo retrocedo.
—¿Ahora eres una caza fortunas?
Y entonces hago lo único que se me cruza por la mente, lanzarle mi bebida ocasionado con eso, convertirnos en lo último que quería.
Ser el maldito foco de atención.
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¡Nos leemos el miércoles!
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