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20.- No es diversión.


Ángelo.

Franco me observa con un dejo de incredulidad.

—Así que, ¿están saliendo?

—No como tal, pero algo así.

Él sacude la cabeza, como si de esa manera pudiera comprender.

—¿Algo como lo que tenías con Isabela?

—No, algo mejor.

Mi amigo se rasca la parte trasera del cuello.

—¿Estás seguro?

Asiento.

—Hablando de Isabela, tengo que llamar al banco para cancelar las cuentas y las tarjetas de crédito —Franco ríe y lo observo—. ¿Qué te parece gracioso?

—Que Isabela Russo va a volverse loca —dice entre risas—. Cuando se dé cuenta de que has cancelado las tarjetas y de que ahora estás queriendo algo "bien" —hace comillas con los dedos cuando dice la última palabra.

—No lo creo. La última vez que hablamos le dejé claro que no quería seguir viéndola.

—Amigo, todo esto es tan extraño —admite con un gesto pensativo—. ¿Realmente quieres algo formal? Ángelo...

—Escucha, Franco, no es como que le haya pedido matrimonio a Daphne. Ella me gusta, ¿sí? Lo hace realmente y solo hemos decidido ver que puede resultar, sin presiones.

—Así que... ¿estás dispuesto a intentarlo otra vez?

—Ella no es Renata —le recuerdo—. Ella no me haría algo como eso, Daphne es distinta y por eso mismo he decidido que no dejaré que...

La puerta se abre con brusquedad, Antonella aparece y sé que el momento que estaba esperando, ha llegado.

—Uh, alguien viene de mal humor —Franco se incorpora dedicándome una mirada divertida—. Me iré, te llamaré si hay algún pendiente y...suerte con lo que vaya a pasar.

—Adiós.

Cuando mi amigo se ha marchado, giro hacia mi sobrina.

—¿Qué manera de entrar es esa?

—¿En serio? —inquiere con molestia—. ¿Con nuestra niñera? ¿Besarla en medio de nuestra escuela?

—Anto...

—¡Debes respetarla! ¿Planeas llevártela a la cama también? ¡Ella no...!

—No me hables en ese tono —advierto incorporándome—. Hablo en serio Antonella, baja la voz. Que no soy tu hermano para que me hables así.

—Queremos a Daphne, nos gusta que esté aquí y no por tu calentura voy a tolerar que...

—Detente —endurezco el tono de mi voz—. Cuida como me hablas, Antonella. Y cuida tus palabras.

Luce más molesta de lo que pensé que estaría.

—¿Tuvo que ser ella? Nuestra niñera, tío. Daphne es una buena persona, y no queremos que nos deje...

—Hey, nadie va a dejarlas —me veo en la necesidad de interrumpirla cuando comienza a hablar con prisa—. Y no debería de aclarar esto, pero no planeo solo llevármela a la cama, estoy intentando hacer las cosas bien.

—No te creo.

—Bueno ese no es mi problema. Es mi vida personal, en la cual no debes de intervenir.

Resopla con molestia, sonrío levemente cuando sus mejillas adoptan un color rojo, igual que Lucca cuando se enojaba demasiado.

—Anto, Daphne me gusta de verdad. Y bueno, besarla en tu escuela probablemente no fue la mejor idea, pero no puedes reclamarme por eso.

¿Realmente le estoy dando explicaciones a mi sobrina de dieciséis? ¿Qué pasa conmigo?

—Y más vale que te acostumbres, eh.

—Solo...procuren ser silenciosos —dice y retengo la risa—. Que no quiero despertar a media noche y escuchar como procrean a mis futuros primos.

En este punto, me es incontenible retener la carcajada. Ella parece olvidar la molestia porque termina riendo junto conmigo.

—De acuerdo, si pasa prometo que seremos silenciosos.

Ella arruga la nariz y vuelvo a reír.

—Tengo que sacarme esa imagen de la mente —asegura—. Ahora, habla con Bella y dile que deje de decirle a todo mundo que su niñera y su tío son novios.

Me da la espalda quitándome la oportunidad de decir algo más, realmente no imaginé que el único inconveniente con lo que sea que pretendía con Daphne, que ni yo sabía en realidad a que quería llegar, fuesen mis sobrinas.

Me recuerdo que tengo que llamar al banco, porque las tarjetas de Isabela seguían funcionando y era algo que debía detener. No le mentí a Franco al decir que con ella todo había acabado.

Aunque no esperaba que con Daphne todo sucediera tan a prisa, de hecho, no lo tenía siquiera en consideración.

Pero ocurrió. Y no podía quejarme sobre eso.

Era extraño la manera en la que todo había sucedido, como si de pronto hubiese creado una necesidad por experimentar de nuevo esas sensaciones que aparecían cuando estaba con Daphne.

Me reprocho a mí mismo el ser tan malditamente cursi ahora.

Cuando estoy por llamar al banco, la puerta del estudio se abre con brusquedad por segunda ocasión.

—Tienes que hablar con tu sobrina —Daphne me mira casi con súplica—. Y debes de hacerlo ya.

—¿Por qué?

—¡Porque no deja de decirle a todo el mundo que tú y yo somos novios! —exclama—. Les ha dicho a todas sus amigas que su tío y niñera son novios, ¿Cómo crees que me siento cuando esas elegantes señoras se acercan a preguntar?

Retengo la risa lo más que puedo.

—No te preocupes por ellas, Daph —avanzo algunos pasos—. No le des importancia.

—Eso no importa, importa que debes de hablar con bella —exige—. Ángelo, debes de hacerlo.

—Es una niña, tiene seis ¿qué se supone que le diga?

—La verdad, que no somos novios —dice con obviedad—. He intentado explicárselo, pero se rehúsa a escuchar palabras mías. Así que es tu deber ahora aclarar eso, porque es tu culpa.

Arqueo una de mis cejas.

—¿Mi culpa?

—Fuiste tú quien me besó en medio de su escuela —reta.

—No vi que te molestara tanto en ese momento —respondo divertido. Me acerco y ella retrocede, lo que en cierta parte me causa gracia—. ¿Por qué te alejas?

—Porque tus sobrinas pueden entrar y no quiero darles más material para que sigan esparciendo la noticia de lo que hacemos —asegura—. Así que mantén tu distancia.

—Esto debe de ser una broma.

—Noup —recalca las últimas dos letras—. Al menos no hasta que hables con tu adorado desastre.

Abre la puerta del estudio, y se marcha arrebatándome la oportunidad de protestar.

—Esto tiene que ser una broma —musito.

Oh, no, Ángelo. Está muy lejos de ser una broma

Al final tuve que emplear técnicas ridículas para convencer a Bella de no seguir diciendo que Daphne y yo éramos una pareja.

—No fue tan complicado, ¿o sí? —pregunta mientras se acomoda a mi costado en el sillón.

—¿Bromeas? Esa niña tiene habilidades manipuladoras de las cuales debemos preocuparnos —Daphne ríe ante mi respuesta—. No te rías, hablo en serio. Ahora entiendo porque Lucca terminaba haciendo todo lo que Bella decía. Es un pequeño demonio.

—Oh, no le digas así —reprende dándome un pequeño golpe en el hombro—. Es una adorable niña.

—Podemos poner en duda eso de adorable. Que de eso no tiene absolutamente nada.

Ella vuelve a reír con más fuerza, y me permito observarla en ese momento. Me mira al mismo tiempo y por una fracción de segundo nuestras miradas se encuentran.

—He notado que me observas mucho —dice mirándome con curiosidad—. ¿A qué se debe?

—Al mismo motivo por el cual tú me miras —objeto—. No creas que no me he dado cuenta de esas miraditas que me lanzas. Sé distinguirlas perfectamente.

—Eres un hombre apuesto, ¿acaso puedes culparme por querer mirarte un poco? —juega con un mechón de su cabello, en un gesto que aparenta ser inocente, pero está lejos de estarlo.

—Puedes mirarme todo lo que quieras, aunque te aseguro que podrías disfrutar más si me vieras sin...

—¡Tengan respeto! —el grito de Antonella nos sobresalta, se encuentra al borde de las escaleras y me observa con molestia.

—¿Veramente? ¡Accidenti, questo è intollerabile!

—¡Eh, sin maldiciones! —reprende Daphne—. Tu italiano es tan sexi pero no maldigas.

—¿Lo ves? Ella si es respetuosa —objeta Antonella—. Gracias, Daphne.

Antonella se coloca los audífonos y vuelve a subir hacia su habitación, cuando me aseguro que no puede escuchar, vuelvo la atención a Daphne.

—Creo que somos los únicos italianos que no hablan su idioma en su propia casa —musito—. Estado en Italia.

—Nada raro, hay más gente de las que crees —afirma ella—. ¿Ahora ves a lo que me refiero? Debes guardar distancia, y cuidar esas palabras.

Resoplo con fastidio.

—No puedes pedirme eso, Daph. Estamos en la misma casa, ¿guardar distancia? No va conmigo.

—Pues tendrá que estarlo porque...

—¡Cancelaste las cuentas de banco! —el sonido de los tacones resonando por la casa me hacen maldecir, y esta vez Daphne no pone objeción.

Me incorporo, acomodándome la camisa mientras camino hacia Isabela.

—¿Realmente lo hiciste? ¿Cancelaste todo? —reclama.

—Estábamos juntos, así que por eso tenías las tarjetas —le recuerdo—. Cuando se acabó, también eso. Por favor no me armes un escándalo aquí.

—¿Así? ¿Sin más? —se cruza de brazos mientras me mira con molestia—. ¿Pretendías que un "no podemos seguir viéndonos" sea suficiente para mí?

—Por Dios, ¿qué quieres entonces? —la impaciencia se deja escuchar en mi voz —. Se acabó, Isabela. Ahora tengo otras prioridades.

—Sí, como acostarte con la maldita niñera ¿no es cierto?

—Más respeto —exijo—. Y no eres nadie para cuestionar lo que tengo o no que hacer.

Isabela se libera de mi agarre y me esquiva, intento detenerla, pero es más hábil y un par de instantes ya se encuentra frente a Daphne. Ella no parece inmutarse, eleva el mentón con suficiencia y la postura firme deja saber que no le teme.

—Resultó bien para ti, ¿no es cierto? De cuidar de las niñas a la cama de Ángelo, pero créeme cuando digo que no va a tomarte en serio, se va a casar de ti.

—Me tiene sin cuidado lo que digas —Daphne da un paso al frente—. Realmente no me importa.

—Pues debería, porque te lo dice la chica que estuvo tres años con Ángelo, y a la que desplazó porque una niñera dejó que la llevara a su cama con facilidad. ¿A caso te prometió un aumento? Debes de ser muy buena para que decidiera dejarme.

—Isabela...—intento hablar, pero Daphne me interrumpe.

—No me importa, Isabela. No me importa en lo absoluto todo lo que tengas por decir. Pero no voy a tolerar que me faltes el respeto, ¿escuchas? No pienses que te dejaré insultarme.

—Eres una...

—¡Suficiente! —me interpongo entre ellas—. Largo de mi casa, si tenías una duda con respecto a esto, pues está aclarada, Isabela, se acabó. Y las tarjetas de crédito sin límite también.

—Tres años, Ángelo. ¿Y me cambias por ella?

—No había sentimientos, te lo dije. Fui claro desde el inicio, y fui claro después de eso, lo sabes bien. No intentes plantarte como la víctima solo porque cancelé las tarjetas.

Me observa con molestia y se aparta.

—Cuando encuentre a otra para divertirse, va a dejarte —fija la atención en Daphne—. Eso es lo que Ángelo hace, para evitar que lo dejen a él.

Se da la vuelta con rapidez, y sale de la casa de la misma manera como en la que ha entrado.

—Vaya, realmente fue intenso.

—No es verdad —me giro hacia ella, Daphne arruga la frente—. Lo que dijo de último no es verdad, yo no...

—Hey, no tienes que aclararme nada —dice con una leve sonrisa—. No creo que seas nada de lo que ella dijo.

Me siento solo un poco más aliviado al escucharla decir eso, porque no quería que dudara de esto.

No quería que ella dudara de mí.

—Esto no es por diversión, Daphne. No eres diversión para mí.

—¿Entonces qué esperas de esto, Ángelo?

—Espero lo mejor, Daph. En realidad, no sé ni siquiera que vaya a resultar, pero no quiero que seas solo para un rato, quiero que seas algo duradero, quiero que te quedes conmigo. Y por eso quiero asegurarme de hacer las cosas bien, no quiero dar pie a errores, no puedo permitírmelo.

—No todo tiene que ser tan perfecto, señor compulsivo de la perfección —dice tomando una de mis manos—. No puedes pretender que hagamos todo bien, pero si queremos que funcione, si queremos que esto en verdad dure, debemos estar dispuestos a cometer errores y aprender de eso. Ahí está lo importante, Ángelo, en aprender, no en ser perfectos.

Llevo una de mis manos hacia el costado de su rostro, por Dios, ¿Cómo era posible sentirme de esta manera en tan poco tiempo?

—Esto es una locura, Daphne —susurro—. Estamos locos.

Se necesita mucha locura, para soportar tanta realidad.

—Alicia en el país de las maravillas —respondo reconociendo la frase—. Una aficionada a la lectura.

—Solo en mis ratos libres —responde acercándose más a mi cuerpo—. Yo sé que esto no es solo un rato de diversión para ti, de lo contrario jamás hubiese accedido. Porque merezco lo mejor, Ángelo.

—Y prometo poner mi mayor esfuerzo para entregártelo —aseguro.

Sonríe con ese gesto tan encantador. Coloca las manos sobre mi pecho y se coloca en puntillas hasta alcanzar mis labios.

—Esto definitivamente es una locura —dice cuando se aparta.

Y no podría estar más de acuerdo con ella.

Daphne.

Jodi me observa con curiosidad mientras sostiene la taza de café entre sus manos.

—Así que, ¿es oficial?

—No tanto, pero es serio —aseguro.

Me había tomado el día que me correspondía, Ángelo insistió en que no le parecía justo que trabajara en mis descansos, así que se ofreció a traerme a casa, y dijo que sería él quien pasaría por mí al día siguiente.

—Debo de admitir que estaba emocionada, pero ahora, ¿estás segura de lo que él tiene por ofrecer? Daph, no quiero que seas solo un rato para alguien, mereces más.

—Jodi, Ángelo no es solo para un rato —le aseguro. Parecía que todos tenían la impresión de que así era, aunque estaba lejos de serlo.

—No quiero decir que esté mal, si tú quieres solo diversión, está perfecto, pero...—se detiene por un par de instantes, adoptando un gesto más serio—. Daph, es un hombre que seguramente está acostumbrado a divertirse, ¿crees que esté buscando algo formal? Porque eso es lo que tú buscas, no estás para ratos, cariño.

Sé que no lo dice con mala intención, Jodi sería incapaz de hacerlo. Pero su sinceridad es algo que agradecía de ella.

—Sé que estás preocupada, pero te puedo asegurar de que él está siendo sincero —respondo—. No me atrevería a hacer algo como esto, si no confiara en él. Me aseguró que no es solo diversión, y realmente creo en él.

—En ese caso...—se detiene por unos segundos y luego lanza un chillido emocionado—. ¡Estás saliendo con un sexi millonario!

Suelto una leve risa mientras observo a mi amiga emocionarse.

—¿No tiene un hermano, o un mejor amigo? —inquiere elevando las cejas varias veces en un gesto gracioso—. Ya sabes, al que le puedas hablar de su fascinante mejor amiga.

Rio con más fuerza al escuchar su sugerencia.

—Tiene un hermano, y un amigo que es abogado —Jodi me toma de los hombros y vuelve a gritar—. Aunque realmente no sé si están solteros, creo que puedo averiguarlo.

Ambas estallamos en risas cuando termino de hablar.

—No esperaba menos de mi mejor amiga —responde con diversión dedicándome un guiño.

El resto del tiempo que Jodi permanece en casa, hablamos de todo lo que se nos ocurriese en el momento. Cuando se marcha, mi madre sale de la habitación.

—Así que, ¿sales con tu jefe? —inquiere cruzándose de brazos—. ¿Cuándo planeabas contarle a tu madre?

—Planeaba hacerlo mañana —le aseguro—. Pero creo que ya has escuchado lo suficiente.

Ella asiente, camina hasta detenerse frente a la mesa del comedor, y me hace un gesto para que tome asiento frente a ella.

—¿Realmente tendremos esta charla? —inquiero—. Mamá, soy lo suficientemente adulta para tomar mis decisiones. Y saber los riesgos.

—Lo sé, cariño —sonríe con comprensión—. Pero debes de saber que los hombres como el señor Lombardi, suelen estar acostumbrados a tener todo cuanto desean. No dudan en mostrar un lado falso para conseguir sus propósitos. No dudo que sea un buen hombre, solo debes tener en cuenta que no debes seguirlo con ojos cegados por lo que sea que te haya dicho.

—No es así, él no es alguien que mienta para conseguir algo. Créeme cuando digo que ha dicho muchas cosas, excepto una mentira.

Mi madre sonríe con más alivio.

—Tienes razón, no eres una adolescente —concuerda—. Pero se prudente, cariño. ¿Sí?

—Puedes estar tranquila, te aseguro que no tienes absolutamente nada de qué preocuparte.

Ella asiente, se despide con un beso en mi mejilla y se marcha. Cuando me quedo sola, tomo una larga inhalación antes de encaminarme hacia mi habitación.

¿Por qué todos parecían tener dudas sobre lo que estaba haciendo? ¿Realmente era todo muy apresurado? ¿Tanto como para dudar?

Me dejo caer sobre la cama soltando un suspiro. El recuerdo de las palabras de Ángelo se cuelan en mi mente, no habíamos convivido por años, o por largos meses, pero me bastaron un par para darme cuenta que Ángelo Lombardi podría ser muchas cosas.

Podía ser un arrogante, un perfeccionista, un compulsivo del orden, pero no un mentiroso.

Y eso me bastaba para confiar lo suficiente en él.

El sonido de mi celular capta mi atención, la pantalla encendida revela el nombre de Ángelo y sonrío al ver la foto adjunta.

Es una foto de él con Lía en brazos, y Bella justo detrás de su hombro.

"Pasa bonita noche, Daph. Nosotros te echamos de menos aquí"

Permanezco algunos segundos más mirando la fotografía, antes de responder.

"Me alegra saber que sobrevives a los desastres. Yo también los echo de menos, nos vemos pronto"

Envío el mensaje y apago la pantalla del celular, una sonrisa se filtra en mis labios y sacudo levemente la cabeza.

El misterio que Ángelo Lombardi representaba, no estaba resulto del todo. Pero justo ahora, eso no me importaba demasiado. 

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¿Veramente? ¡Accidenti, questo è intollerabile! = ¿De verdad? ¡Maldición, esto es intolerable! 

¡Gracias por todo el apoyo! Nos leemos mañana :)

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