19.- Hacer las cosas bien
Daphne
De acuerdo, nada de lo que ocurrió en la habitación de Ángelo estaba planeado, es decir... ¡era mi jefe! Bueno, técnicamente aún lo es.
Jodi lanza un grito emocionado del otro lado de la línea, y me tengo que obligar a guardar la compostura para no gritar con ella también.
—¡Te besó! —exclama—. ¡Y tú lo besaste de vuelta! ¿Qué pasará ahora? ¿Serás la siguiente señora Lombardi?
—Solo fue un beso —le recuerdo—. No significa nada.
—¿Cómo que no significa nada? ¡Claro que significa! ¡Le gustas!
—Dios mío, ni siquiera sé porque te estoy diciendo esto —mascullo.
—Porque soy tu mejor amiga, y necesitas compartir la emoción de que besaste a un sexi hombre millonario —dice y suelto una risa ante el tono que emplea.
Me acomodo en la cama, mirando la hora en el reloj y subo el volumen al monitor para escuchar el momento en el que Lía despierte.
—¿Crees que pueda ponerse algo incómodo entre nosotros? —inquiero—. No quiero enfrentarme a una indiferencia, es decir, no espero que se haya enamorado de mí, pero...sería extraño.
Un corto silencio se instala en la línea.
—No lo creo, es decir, dijo que no sería así —me recuerda—. En todo caso, fue solo un beso, tú lo has dicho.
Muerdo mi labio inferior, cuando estoy por dar una respuesta, el monitor enciende y deja escuchar el sonido característico del llanto de Lía.
—Oh, lo siento, la pequeña ha despertado —informo—. Te llamo más tarde, ¿vale?
Me despido de mi amiga y guardo el celular en uno de mis bolsillos antes de incorporarme de la cama. Las habitaciones no estaban tan apartadas, así que no demoro en llegar, pero cuando lo hago, Ángelo ya está ahí.
Sostiene a Lía contra su pecho mientras le da suaves palmaditas en la espalda. Sonrío levemente, apoyándome contra el umbral.
Somos los únicos en la habitación ya que Bella y Anto se han marchado a la escuela hace una media hora aproximadamente, y se suponía que Ángelo ya debería de estar en los casinos.
—¿Te quedarás en casa hoy? —él voltea, sonríe con ligereza cuando me ve y camina unos pocos pasos hacia mí.
—Aún no tengo que ir a la oficina, he dejado a Franco para hacerse cargo de los pendientes —dice.
Camino hasta la mesa en donde los biberones se encontraban junto con la fórmula para preparar la leche. Un cómodo silencio se instala entre nosotros mientras preparo la mezcla, y tras corroborar la temperatura, se la entrego.
—Has aprendido bien —señalo cuando lo noto darle el biberón a Lía.
—Creo que no me ha quedado más opción —expresa con una sonrisa tirando de sus labios.
Lo observo un poco más, luce más relajado que de costumbre. Meciendo a Lía en sus brazos mientras la mira con ternura.
—¿Estás mejor? —Ángelo eleva la mirada cuando me escucha hablar, no responde de inmediato, parece pensarse bien la respuesta que dará.
—Sí —murmura—. Gracias por escuchar todo.
—No es algo por lo cual se deba de agradecer. Creo que a veces compartir aquello que nos daña, nos libera.
—No podría estar más de acuerdo —Lía se acaba el biberón y parece ser que Ángelo tiene la disposición de encargarse de todo, así que me limito a ir hacia la silla que está a unos cuantos pasos, y simplemente los observo.
Ninguno parece tener la intención de hablar sobre lo que ocurrió la noche anterior, y eso en cierta parte me alivia.
—Y, estás lista —Lía se sostiene de las manos de Ángelo, y le lanza una sonrisa adorable a su tío.
—Tienes más habilidad de la que pensé —admito—. Listo para ser un papá...
Me detengo, Ángelo voltea con ligereza y la ligera sonrisa titubea en sus labios.
—Creo que prefiero quedarme con el papel de tío —expresa sin mirarme—. Me basta con eso.
—¿Nunca hiciste eso con Jacob? —no pretendo ser entrometida, pero la curiosidad en mi sistema me hace hablar más de la cuenta.
—No tuve la oportunidad —confiesa—. Su madre nunca me dejó acercarme, tuve que llevarla con un juez para que me permitieras verlo, tenía cuatro meses cuando pude pasar tiempo con él, con un guardia vigilándonos.
—¿Un guardia?
Deja a Lía sobre la alfombra y suspira.
—Por todo el caso de abuso en mi contra, me consideraban un riesgo para Jacob. Así que se establecieron visitas supervisadas, no podía llevármelo a otro sitio, ni sacarlo de los juzgados. Siempre había un oficial, o alguna trabajadora social conmigo. Así que habrás de suponer que no pude darle el biberón o cambiarle los pañales.
—No imagino lo complicado que debió ser para ti —susurro.
—Lo fue, pero aún tenía que arreglar el desastre que era mi vida. Cuando volví a Italia no me preocupé mucho por él. No me siento orgulloso, pero creo que pude haber estado más tiempo en su vida. Pude luchar más, pero tenía que arreglar todo el desastre antes de si quiera intentarlo.
—¿Ahora siguen las visitas supervisadas?
Niega.
—Parece que solo puedes conseguir un poco de justicia cuando te vuelves un millonario —hay un cierto toque de amargura en su voz—. Solo así conseguí que un juez me escuchara, y podré traerlo para verano.
—Oh, ¿así que lo conoceré?
—Si no has renunciado para entonces, sí.
—Oh, por favor —finjo indignación—. No planeo renunciar, lo dije ayer.
Cuando menciono lo último, Ángelo me dedica una mirada divertida y por alguna razón me cohíbo más de lo que debería.
—En ese caso, si lo conocerás —sonríe levemente—. Le agradarás.
—Claro que sí, le agrado a todo el mundo.
Él ríe, se coloca al lado de Lía en la alfombra y me mira.
—Me gusta esa seguridad —expresa—. Me gusta lo segura que eres.
Por un par de instantes lo miro sin saber bien cómo es que debo responder.
—Ah, ¿sí? —inquiero
—Sí —no parece afectado, me observa y habla con naturalidad. Y la manera en la que me sonríe es suficiente para causar un maldito torbellino.
¿Cómo alguien puede desarmarte con una mirada?
—Y puedes controlar a los desastres, eso es impresionante —añade divertido—. Puntos a tu favor.
—¿Y qué puntos tienes tu que te favorecen?
Él parece divertido con mi pregunta.
—¿Realmente lo preguntas? —arquea una de sus perfectas cejas cuando habla, ríe levemente antes de acomodarse en la alfombra y elevar la mirada—. Mi cuenta bancaria me da el puntaje más alto.
—Cierto, pero a veces debes tener algo más que ofrecer que una cuenta bancaria —camino hasta acercarme, me coloco justo frente a él, dejando a Lía entre nosotros lo suficientemente entretenida con los juguetes como para prestarnos atención.
Ángelo parece pensárselo por algunos instantes.
—Me gustan los animales, pero soy demasiado impaciente como para atenderlos. Soy un compulsivo del orden como has podido darte cuenta, muchas personas dicen que soy un arrogante, pero realmente lo único que hago es demostrar lo que valgo, y lo capaz que soy para realizar mi trabajo. No me gusta tomar decisiones compulsivamente, prefiero razonar todo antes de actuar.
—Bueno, el orden y yo no nos llevamos muy bien —admito—. Y no me gustan los animales, me dan alergia. Soy la persona más sarcástica que podrás conocer, y temo informar que el raciocinio y yo no tenemos la mejor relación. Así que, somos tan diferentes, señor Lombardi.
—Como el agua y el aceite —concuerda con una leve sonrisa—. Pero que sea diferente no significa que no pueda funcionar. ¿Has escuchado algo sobre que los polos opuestos se atraen?
—Oh, ¿te pondrás cursi ahora?
Sacude la cabeza mientras ensancha la sonrisa.
—Solo digo que es bueno saber a qué me estoy enfrentando —admite mirándome de soslayo—. Ya sabes, solo quiero estar preparado.
—¿Preparado para qué?
Sonríe, de una manera encantadora que me roba el aliento.
—Eso usted debería de saberlo, señorita Lennox.
Antes de que pueda dar una respuesta, su celular suena. Una mueca se plasma en sus labios y sospecho que son malas noticias.
—Lo siento, vengo enseguida —se incorpora con prisa, deslizando la pantalla y coloca el celular contra su oreja mientras se marcha de la habitación sin mirarme.
Cuando se ha alejado lo suficiente, observo a Lía.
—Tu tío me está volviendo loca —admito, la pequeña eleva la vista y sonríe—. Es una locura, ¿no es así?
Unos balbuceos es lo que obtengo como respuesta.
—Es un sexi hombre millonario, y yo soy la niñera. ¿Qué clase de cliché es esto?
Suspiro, Lía me entrega algunos juguetes y por mi propia tranquilidad, debería dejar esto a un lado.
Fue solo un beso.
En realidad, fueron dos. Pero ¿qué diferencia hay? En todo caso, solo fue un gesto insignificante. ¿O no?
Un beso, o dos, no significan nada más.
Sí, Daphne, buena suerte intentando convencerte de eso.
Ángelo no vuelve a la habitación de Lía, al parecer le surge algo lo suficientemente importante como para marcharse a su oficina.
Como es de costumbre, recojo a las niñas en el colegio. Antonella como es habitual se coloca los auriculares durante todo el viaje, y Bella por el contrario no deja de hablar sobre el festival que se llevará a cabo en la escuela.
—¡Deben ir! —exige con un mohín.
—Seguro tu tío puede sacar el tiempo —le aseguro—. Cuando no esté ocupado le diremos, ¿de acuerdo?
—¿No va a estar muy ocupado?
—No lo creo, cariño. Pero no sabremos si no preguntamos, así que lo haremos apenas tengamos la oportunidad, tú no te preocupes.
—Gracias, Daphne —corre escaleras arriba cuando ingresamos a la casa, la sigo con algo de rapidez, pero cuidado los pasos porque no quería rodar por las escaleras con Lía en brazos.
La rutina habitual era llegar, la comida, los deberes, un largo rato de juegos, el baño y prepararse para dormir. Todas parecían tener la misma rutina establecida, Ángelo decía que su hermano era exigente con ese tipo de cosas, y ver como las niñas lo hacían sin reprochar, me lo confirmaba.
Seguimos la rutina establecida hasta media tarde, cuando Bella insiste en hablar con Ángelo.
—De acuerdo, vamos —Lía está demasiado inquieta para dejarla en la cuna o en la alfombra así que la cargo conmigo en brazos mientras Bella me sigue por el pasillo.
Cuando nos detenemos frente al estudio de Ángelo, Bella aguarda a mi costado. Dejo un par de toques sobre la madera y cuando la voz de él se escucha al otro lado, ingreso.
—Hola —sonrío levemente—. ¿Tienes tiempo? Bella quiere decir algo.
—Sabe que puede venir cuando lo desee —dice cerrando la computadora. Bella ingresa cuando escucha lo último y sonríe—. ¿Qué ocurre, desastre?
—Mañana hay un evento en la escuela —informa—. Los padres tienen que venir, ¿puedes ir tú?
Ángelo sonríe, se quita las gafas en un movimiento y las deja sobre el escritorio.
—¿A qué hora? —ella rebusca algo en el bolsillo de su vestido y corre hacia su tío, entregándole un papel—. Bueno, es seguro que iré.
—Pero no solo tú —dice.
—¿Y quién...?
—Es para los papás, todos irán con su mamá también —Ángelo y yo compartimos una mirada, entendiendo el rumbo que la conversación toma—. No puedes venir solo.
—¿Quieres que lleve a alguien?
—Quiero que Daphne venga —voltea hacia mí y eso me toma por sorpresa—. Daphne, ¿puedes venir al festival con mi tío?
Intento encontrar una respuesta rápida, ¿no sería demasiado atrevimiento decir que sí? Es decir, entendía el motivo por el que lo estaba pidiendo, pero no sabía si Ángelo estaría de acuerdo.
Cuando no obtiene una respuesta, Bella gira hacia su tío.
—Tío Ángelo, ¿puede venir Daphne?
Él sonríe, de la misma manera en la que lo hizo antes.
—Eso sería estupendo, pero solo si Daphne quiere —responde mirándome—. ¿Qué dices? ¿Quieres acompañarnos?
No debería sentirse de un modo especial, solamente lo acompañaría a un festival escolar, no sería nada más.
—Me gustaría mucho —aseguro.
Bella lanza un grito emocionado, y por alguna razón, aceptar se siente mejor de lo que pensé. Ángelo me mira con una sonrisa, Bella da un par de brincos emocionados y yo solo puedo sonreír, intentando aparentar que no sufriré un colapso aquí mismo.
¿Qué ocurría conmigo?
Tal vez esto sería más que solo una compañía al festival escolar, pero en este punto, no tenía la más mínima idea.
Ángelo.
—¿Esto está al borde de tu paciencia? —inquiere Daphne a mi costado. Está inclinada frente a Lía, acomodándole el bonito sombrero que mi madre le obsequió.
—Son demasiados niños, demasiados gritos y...—me detengo cuando me percato de la mirada que Daphne me dedica.
—Es un festival escolar, ¿qué esperabas?
Me encojo de hombros, el resto de los padres lucen tan relajados que, por una fracción de tiempo, considero que la vestimenta que elegí es demasiado.
—¿Crees que luzco bien? —Daphne arquea una de sus cejas, mirándome con diversión—. Quiero decir, no quiero parecer un hombre arrogante que detesta estar aquí.
—Bueno, técnicamente eso es lo que...
—Daphne —mi voz brota en un sonido de advertencia, lo que causa una risa por su parte—. Estoy hablando en serio.
Ella se aparta del carrito en el que Lía se encuentra, y se coloca frente a mí.
—Si te quitas el traje, queda perfecto —sugiere. No dudo en hacer lo que dice, me quito el saco y lo coloco sobre el carrito de Lía.
Ella se acerca, desabotona las mangas de la camisa y las dobla un poco, el primer botón superior de la camisa está abierto, pero ella abre uno más y acomoda el cuello.
—Mucho mejor.
Sonrío levemente cuando noto su mirada recorrerme, la aparta cuando nuestras miradas coinciden y es gracioso como en momentos como este, toda su seguridad parece esfumarse por completo.
—¡Es hora! —Bella llega corriendo hasta nosotros y toma mi mano—. ¡Tío vamos!
Me arrastra con ella hasta la pequeña terraza de la escuela, cuando llego la maestra me tiende un saco de color verde.
—Esto tiene que ser una broma —mascullo. Bella a mi lado se ha enfundado en el saco de su tamaño y sonríe enseñando los dientes.
—¡Vamos Ángelo! —Daphne me observa divertida desde el otro lado, Antonella ha llegado a su lado y me enfoca con la cámara de su celular.
—Desastre, luego no digas que no te quiero —musito hacia Bella.
Me adentro en el saco y ambos esperamos en la línea que los profesores marcan, el resto de padres se han acomodado a nuestros constados y cuando una especie de bocina suena, solo comenzamos a saltar.
Y vaya que es más divertido de lo que pensé. Bella ríe mientras avanzamos, en el corto trayecto que abarca el recorrido que debemos hacer, le doy rápidas miradas a mi sobrina, evidentemente no tenemos la mejor condición porque, aunque somos rápidos, no ganamos.
—No te pongas triste —Daphne golpea mi hombro—. Tercer lugar también es bueno.
—Que graciosa —respondo—. ¿Crees que tú puedes ganar?
—No lo creo, estoy segura —me dedica un guiño y me entrega el bolso de Lía. La miro caminar junto a Bella porque ahora es el turno de las mamás, ellas ríen por algo que Bella dice y solo puedo permanecer con la mirada fija en ellas.
Daphne cumple lo que dice, y verla abrazar a Bella cuando ambas ganan el juego, reír juntas y disfrutar de ese corto momento, me doy cuenta de que, haga lo que haga, ahora tengo a tres niñas que dependen de mí.
He dejado de ser ese hombre solitario, ahora cualquier decisión que tome las afecta a ellas. Mi vida personal también las incluye.
Es curioso como las decisiones importantes llegan en los momentos menos esperados, Daphne tenía razón, Lucca me había dejado a su familia, me había dejado a lo que más amaba en el mundo.
Y yo debía ser capaz de corresponder a esa responsabilidad. No porque se lo deba, no como un deber u obligación, sino porque deseo hacerlo. Hice las cosas más antes, ahora decido hacerlas bien.
—¿Viste eso? ¡Te dije que ganaría! —Daphne sonríe con entusiasmo cuando llegan a donde estamos.
—Nunca dudé de eso —afirmo obligándome a salir de los pensamientos que me tenían absorto.
—¿Estás bien? —inquiere.
—Sí, solo...solo me he dado cuenta de lo agradable que puede ser esto. Festivales escolares y esas cosas, ¿ya sabes?
Asiente levemente, acomodándose el cabello y me permito mirarla más de lo permitido.
—¿Qué? ¿Por qué me miras de esa manera? —inquiere luego de un rato.
—Porque quiero mirarte —respondo con una sonrisa tirando de mis labios—. Eres muy bonita.
Las palabras brotan sin pensarlas, y ella parece sorprendida.
—Oh, gracias —soy consciente del ligero sonrojo en sus mejillas—. ¿Te has puesto sentimental otra vez?
Rio levemente y niego.
—Daphne, realmente no debe quedarse en un solo beso —me atrevo a hablar, porque joder, era extraño la manera en la que me sentía estando con ella.
Sin necesidad de armadura, sin nada más que solo ser yo mismo. Y tenía tanto tiempo buscando sentirme de esta manera que el hecho de ahora haberlo encontrado, me hacía necesitarlo como nunca antes.
—¿De qué hablas? —susurra.
—Lo que pasó la otra noche, no significa que debe quedarse en un solo beso —ella voltea a los costados.
—Tus sobrinas van a escuchar...
—¿Y qué? Ellas te adoran —le recuerdo—. Que sepan que hubo un beso entre nosotros probablemente les emocione, ¿no crees?
—Ángelo...
—Escucha, Daph, no te estoy pidiendo matrimonio. Solo digo que, si quieres, podemos averiguar que tanto podemos encajar. El agua y el aceite no están peleados, ¿verdad?
—¿Qué te ocurrió que dices todo esto? —pese a la pregunta, está sonriendo—. ¿Qué paso con el Ángelo de armadura?
—Pasó que estoy cansado, Daphne. Estoy harto de huir de todo. Quiero hacer las cosas bien y tener a los desastres conmigo solo me hace desear hacer todo de la mejor forma posible, poder traer a Jacob, hacer todo bien. Y también quiero hacerlo bien contigo.
Parpadea mirándome incrédula.
—No sé lo que ocurre conmigo cuando estoy contigo, pero me siento bien. No tengo la necesidad de colocar armaduras o aparentar algo que no soy. Tú me das seguridad, Daphne, y me gusta sentirme así.
—Ángelo si no funciona, soy la niñera de tus sobrinas y no quiero renunciar porque las cosas se pongan incómodas. Sabes que necesito el empleo y...
—Hey, escúchame —me acerco a ella cuando comienza a hablar con rapidez—. Te prometo que, si no funciona, nada va a ser incómodo entre nosotros, ¿sí? Seguirá normal, no te haré renunciar.
No responde, pero no hay necesidad de hacerlo. Sonríe de una manera encantadora y me olvido de todo, me olvido que estamos en un festival, me olvido que hay padres y niños alrededor, e incluso me olvido de que Antonella también está aquí.
Y solo la beso, en medio de las risas y los juegos, la beso. Y confirmo nuevamente que es la mejor sensación del maldito universo.
Me he quitado la armadura por completo ante ella, y esta vez estaba dispuesto a abandonarla para siempre.
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¡Nos leemos el viernes! Gracias por todo el apoyo <3
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