16.- Armadura
Ángelo.
Había olvidado lo que era pasar una noche divertida con un amigo, en el sentido de eliminar el alcohol y los clubes, solamente pasándola bien en casa.
Daphne es agradable, sabía que lo era, pero pasar tiempo con ella en la sala recreativa solo me hizo darme cuenta de cuan agradable resultaba estar en su compañía.
—Así que, ¿abogado? —inquiere mientras se acomoda en el sillón que hay en la sala. Lleva la mano hasta el recipiente con palomitas acarameladas que recién salían de la máquina.
—Sí, tuve un despacho jurídico en San Francisco, pero no resultó muy bien —admito.
—¿Por qué?
—Asuntos personales —me aclaro la garganta—. ¿Has pensado en donde quieres trabajar?
Ella suspira, niega levemente y aparta la mirada.
—Intenté encontrar trabajo antes de venir aquí, pero parece que nadie está dispuesto a contratar a una chica sin experiencia —murmura.
—¿Recién te gradúas? —la curiosidad me invade, el querer saber más de ella—. ¿Qué edad tienes?
—Me gradué hace un año, tengo veinticuatro años —responde—. ¿Y tú...?
—Veintisiete —respondo—. Cualquiera podría pensar que estudiaste algo relacionado con pedagogía, eres buena con los niños.
—Bueno, en realidad solo soy buena con tus sobrinas —admite—. Los niños en general parecen detestarme.
Le da un sorbo a la lata de soda y ríe ligeramente.
—Es un milagro que ellas no lo hagan.
—Bueno, podemos decir que estamos en el mismo sitio —admito—. Tampoco soy muy bueno con los niños, mi paciencia no da para tanto.
—Sí, eso me queda bastante claro.
Ambos reímos, adopto una postura más relajada y me apoyo contra el sillón.
—Lamento el mal rato que Isabela te hizo pasar —me disculpo—. Antoni me dijo lo que ocurrió.
Ella se encoge de hombros, en un gesto para restarle importancia.
—No importa, realmente me trae sin cuidado —admite—. Solo no iba a permitir que las llevara, ¿dijo para qué?
—Solamente para darles un paseo —resoplo—. Pero Isabela detesta a los niños por completo, odia lo que traen consigo, así que el hecho de que solo quiera "un paseo", no me lo creo en lo absoluto.
—Tal vez solo quería impresionarte —ella se encoje de hombros otra vez—. Ya sabes, llamar tu atención y esas cosas. Y creo que lo consiguió, ¿o no?
Sonrío levemente.
—Solo para dejarle claro que no la quiero cerca de mis sobrinas. Nuestra relación es una cosa, pero no creo que sea buena idea que se involucre con mis niñas.
Daphne me observa de una forma extraña.
—¿Qué?
—Dijiste "mis niñas" —dice con una sonrisa—. ¿Quién diría que el gran Ángelo Lombardi tiene un corazón? Parece que esa armadura no es tan fuerte después de todo.
—¿Qué puedo decirte? Se han ganado mi cariño. Creo que puedo permitirme quitar la armadura en algunas ocasiones.
—Deberías hacerlo más seguido, porque merece la pena —me mira de una forma sincera, como si entendiera exactamente de lo que habla—. Ellas valen la pena.
—Claro que lo valen —concuerdo—. Lo valen completamente.
Asiente levemente, permanecemos un rato en silencio hasta que un bostezo sale de ella. Son cerca de las dos de la mañana, y es sorprendente lo rápido que ha pasado el tiempo sin darnos cuenta.
—Creo que deberías ir a descansar, mañana temprano te llevaré a casa, ¿de acuerdo? —ambos nos incorporamos.
—No hay necesidad, puedo tomar un taxi y...
—Te quedaste porque yo te lo pedí, lo justo es que yo te lleve a casa —interrumpo—. Y no acepto un no por respuesta.
—Bien, de acuerdo, sé que no podré ganar una discusión contigo así que, me veré en la obligación de aceptar.
—No te quejes tanto, mi auto te encantará —aseguro.
Salimos de la sala y me aseguro de apagar todas las luces, cuando atravesamos la sala, el sonido de risas viene hacia nosotros.
Parece que el grupo de amigos de Antonella apenas se marchará. Daphne y yo vamos hacia la cocina a dejar los platos que hemos utilizado, y para cuando volvemos, los chicos se han ido.
—Daphne ¿te quedarás? —inquiere Anto.
—Me iré mañana temprano —responde ella con una sonrisa—. ¿Qué tal la noche de cine?
—Estupenda, todos estuvieron encantados, tío. Gracias —Anto sonríe hacia mí.
—Me alegra escuchar eso, tal vez otro día puedas invitarlos a la piscina.
—¿De verdad? —inquiere—. Eso sería estupendo. Ahora, estoy muerta así que iré a dormir, que descansen.
Nos da un ademán de adiós efusivo, y sube prácticamente corriendo las escaleras.
—Bueno, si permitirle traer a sus amigos a la casa es tu manera de acercarte, creo que funciona más que la ida al centro comercial —Daphne me observa divertida.
—Tengo que encontrar métodos desesperados —admito—. Lo importante es que funcionan.
Subimos las escaleras en silencio, la oscuridad y silencio de la casa nos envuelven por completo mientras llegamos a la segunda planta.
—Fue agradable el tiempo en la sala —dice con una leve sonrisa—. Gracias.
—No me agradezcas, creo que era buena idea divertirnos un poco —me encojo de hombros intentando restarle importancia—. Es tarde, descansa.
—Tú igual —eleva la mano y permanezco en el pasillo hasta que la pierdo de vista, solo entonces voy hacia mi habitación.
Me cambio de ropa y voy hacia el baño de la habitación para lavarme los dientes, cuando he hecho lo necesario vuelvo a la cama y mi cuerpo se siente aliviado al contacto con el suave colchón.
Reviso el celular, varios mensajes de Isabela se leen en la pantalla, pero los ignoro. Detestaba como el infierno que las personas se tomaran atribuciones no correspondidas, e Isabela es una de ellas. Nunca tuve mayor problema con que viniera a casa a la hora que quisiera, pero ahora es diferente.
Ahora mis sobrinas están aquí, e Isabela Russo no era precisamente la mejor compañía ni figura "materna" que deseaba para ellas.
Tenía que resolver eso.
Apago el celular y lo dejo sobre la mesita de noche, me aseguro que el monitor de la habitación de Bella y Lía esté encendido, y solo entonces me dispongo a descansar.
No ha pasado mucho tiempo, cuando la puerta de la habitación se abre. Está oscuro, pero consigo ver a la pequeña figura que avanza a pasos lentos hacia mí.
—¿Bella?
—Tío, ¿puedo dormir contigo? —inquiere en un susurro.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
Cuando está lo suficientemente cerca, noto que trae abrazado a un oso afelpado, se talla los ojos y miro la rojez en ellos.
—Oh, principessa, ¿Qué ha pasado?
—Tuve una pesadilla —dice en un hilo de voz y formando un mohín.
—Ven aquí —abro los brazos y ella no duda en eliminar la escasa distancia que hay entre nosotros—. Ya ha pasado, solo fue un mal sueño.
Espero que se acomode a lado de la cama, pero se termina acurrucando en mi pecho. Por inercia, cierro los brazos y la apego.
—Buenas noches, tío Ángelo —dice suavemente.
—Descansa, desastre.
Acaricio su cabello hasta que su respiración se vuelve completamente suave. Sonrío levemente y me acomodo con suavidad para no moverme demasiado.
Daphne tenía razón, valía la pena quitarse la armadura por ellas. Porque si había alguna persona por las que me permitiría bajar la guardia, serían ellas.
Solamente ellas.
A la mañana siguiente Bella aún permanece contra mi cuerpo. Tengo que salir con la mayor lentitud posible para evitar despertarla.
Voy hacia el baño para lavarme la cara y me coloco una ropa más presentable, es temprano así que no creo que Daphne se haya marchado aún, pese a eso, intento no demorarme demasiado tiempo.
La casa como es habitual está silenciosa un domingo por la mañana, la señora Wilson se encuentra preparando el desayuno para cuando bajo, y junto a ella está Daphne.
—Buenos días —saludo captando la atención de ambas, pero sobre todo la de Daphne.
Soy consciente de la manera en que me mira y retengo la sonrisa, la había atrapado mirándome en más de una ocasión, me causaba gracia la manera en la que intentaba ser discreta, pero terminaba fracasando, aunque ella creyese que pasaba desapercibida.
Y no me molestaba en lo absoluto, porque yo también la miraba. Cuando jugaba con Bella en el jardín, en la piscina con ese bonito sostén negro, no era ciego. No podía hacer nada para evitar mirarla.
—Buenos días, señor —la señora Wilson me entrega una taza de café—. ¿Va a desayunar?
—¿Quieres que te lleve? —inquiero hacia Daphne—. ¿Has desayunado?
—Ya lo hice —responde con una ligera sonrisa—. Si no es molestia...
—Para nada —interrumpo—. Señora Wilson desayunaré cuando vuelva.
Salimos de la cocina, y espero abajo mientras Daphne sube por sus cosas a su habitación, son cerca de las ocho de la mañana y no tenía ningún pendiente para realizar, así que decido pasar el día en casa.
Además de que el domingo, era el único día en el que podía pasar tiempo con las niñas sin tener pendientes en la mente.
Era exclusivamente de mis sobrinas.
—Listo —dice acomodando su bolso en uno de sus hombros—. ¿Nos vamos? Tengo que...
—Oh, maldición, que bueno que estás en casa —Franco ingresa a paso apresurado, elevo una de mis cejas mientras lo observo con intriga.
—Buenos días para ti también amigo —saludo con sarcasmo—. ¿Qué te trae a mi casa un domingo temprano?
—Es algo serio —me tiende la carpeta que sostiene en la mano y la tomo—. Te dije que esos imbéciles no aceptarían tan fácil el acuerdo.
Abro la carpeta, al inicio imagino que debe tratarse de algún asunto de los casinos, pero conforme avanzo con la lectura, me doy cuenta de lo equivocado que estoy.
Es un nuevo citatorio al juzgado familiar de San Francisco.
—¿Qué quiere ahora?
—El abogado Benson me ha llamado, están investigando tus finanzas. Te ha acusado de dar menos dinero del que corresponde.
Una palabrota abandona mis labios al mismo tiempo que siento la rabia explotar dentro de mi pecho.
—Quiere apelar el hecho de que Jacob venga a Italia, dice que es tu manera de librarte de pagar la pensión —continúa—. Debemos ir a San Francisco esta noche, Ángelo. Porque los muy idiotas apenas envían el citatorio, si no vas usarán eso a su favor.
—Eso es lo único que le interesa a esa mujer, el maldito dinero —espeto con molestia—. No tengo más opción que hacerlo, ¿verdad?
Él niega.
—Prepararé todo, necesitaré los informes financieros, la cantidad es la correspondiente pero no dudo que quieran usar algo en tu contra.
—Prepara y solicita lo que necesites —autorizo—. Sabes que tienes libertad de hacerlo. Nos vamos esta noche.
Mi amigo asiente, se despide de Daphne de manera rápida y cuando se marcha, giro hacia ella.
—Lamento eso, vamos...
—Puedo quedarme —ofrece—. Parece que estarás bastante ocupado.
—No, Daphne —niego con prisa—. Es tu día libre, suficiente haces trabajando todos los días.
—Ángelo, ambos sabemos que no tienes cabeza para cuidar de ellas —extiende una de sus manos hasta tomar la mía, el tacto me toma por sorpresa, pero no me aparto—. Llamaré a mi madre y le diré que nos veremos la próxima semana.
—Te daré un día en el trascurso de la semana —prometo.
—De acuerdo —toma la correa de su bolso y sonríe—. Estaré aquí así que si necesitas hacer algo...
Claro que tenía que hacer algo, un viaje de improviso a San Francisco me obligaba a ir al casino para dejar todo en orden, tal vez debería llamar a Antoni para que se hiciera cargo por un par de días.
—No sé mucho sobre lo que ocurre, pero realmente espero que todo resulte bien —sonríe, un gesto que, en estos momentos, parece más bonito de lo que creo que es.
—Gracias, Daphne.
—Coloca la armadura —dice haciendo un ademán de fuerza con sus brazos—. Esta vez merece que te coloques la mejor.
Es mi turno de sonreír. Es la primera vez que alguien me dice algo como eso. No soy capaz de decir nada, ella retrocede aún con la sonrisa en los labios y hace un gesto con la mano, indicando el piso de arriba.
—Iré a ver si han despertado.
—Bella está en mi habitación —le informo—. Durmió conmigo.
Parece un tanto sorprendida, pero no dice nada más. Asiente y me da la espalda, cuando ha subido algunos escalones, la llamo.
—Daphne —se detiene casi de inmediato y voltea—. Gracias.
—Es un placer.
No dejo de mirarla hasta que se pierde en el piso superior, solo entonces sacudo la cabeza y suspiro.
¿Qué rayos ocurre conmigo?
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¡Se viene lo bueno! En los dos capítulos siguientes se descubrirá todo el misterio que envuelve a Ángelo así que...¡estén pendientes! ¿Cuáles son sus teorías?
¡Nos leemos el lunes!
No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí.
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