15.- Retos y misterios.
Daphne
En la casa de Ángelo, hay una pared justo al frente de la puerta principal en donde cuelgan varias fotografías familiares. En el tiempo que llevaba trabajando en la casa, no me había tomado el tiempo para mirar con detenimiento cada foto.
Mucho menos la central, en donde los hermanos Lombardi aparecen.
Lucca, Antoni y Ángelo, el parecido físico entre los tres es realmente notorio, sobre todo en los dos menos. Lucca era el único poseedor de cabello rubio y completamente lacio, en la fotografía aparece con gafas y parece varios años mayor, tal vez unos treinta y cinco. Es el que sonríe con más entusiasmo en medio de sus hermanos, y es fácil deducir que también era el más alegre.
Antoni se encuentra del lado izquierdo, el porte más relajado no lo abandona en ninguna de las fotografías, en la gran mayoría aparece con un vaso de cristal con lo que creo es alguna bebida alcoholica o preparado, siempre con una ligera sonrisa en los labios. El cabello es más ondulado que el de Lucca, y es de un color oscuro, la piel bronceada delada que posiblemente es el que mas viajes hace, y según las pocas veces que ha venido a la casa de su hermano, eso solo se puede confirmar.
Y luego estaba Ángelo, con el semblante más serio, pero por mucho el más atractivo. Ángelo no poseía un cabello completamente lacio, pero poseía más risos que Antoni. Era algo así como una extraña combinación que lo hacía lucir extremadamente apuesto, y el cuerpo, vaya que era mucho más trabajado que el de sus hermanos.
Su porte elegante, sin perder el aire de suficiencia y autoridad, siempre vestido con trajes y camisas elegantes y sin una sola sonrisa, o tal vez solo una pequeña en una que otra fotografía.
—Tenemos buenos genes, ¿no es así? —Me sobresalto al escuchar la voz a mi costado.
Antoni me observa con una sonrisa ladeada, luego fija la atención en las fotografías.
—Los tres se parecen mucho —expreso.
—Por desgracia —admite con diversión—. Aunque solo físicamente, en personalidad, los tres somos muy distintos.
—¿Eran muy unidos? —él fija la atención en Lucca.
—Ángelo y Lucca si —admite—. Creo que por ser el mayor, Lucca sentía que debía cuidar de Ángelo. Sobre todo cuando volvió, fue la única persona a la que Ángelo dejó acercarse, a todos los demás nos apartó.
Me mantengo en silencio, considerando si es buena idea dar una respuesta o no.
—Debía de haber un motivo, ¿no lo cree?
—No me hables tan formal —pide con una sonrisa—. No soy como mi hermano que ama las formalidades.
Sonrío levemente.
—Respondiendo a tu pregunta, no tengo idea. Creo que entre hermanos siempre hay uno con el que conectas más, y este caso, Ángelo y Lucca lo hicieron. Yo suelo viajar mucho, no soy aficionado de mantenerme en un solo lugar, así que no pasé mucho tiempo con Ángelo, en cambio Lucca, él siempre hacía todo lo posible por vernos a ambos, pero sobre todo a él.
—Parecen ser muy distintos en personalidad —admito—. Tu hermano es muy cerrado, ¿no es verdad?
—Así es, y por la misma razón me sorprende tanto que se haya abierto contigo.
—¿Qué...?
—Por favor, es evidente que tiene mejor relación contigo que con cualquiera de esta casa —expresa—. Ángelo no suele ser de esa manera, siempre cerrado, frío, autosuficiente.
—Solo somos amigos.
—Y mi hermano no suele ser amigo de cualquiera, menos de mujeres —dice con una sonrisa divertida—. Parece ser la excepción, señorita Lennox. Me sorprende que no haya querido llevarte a su cama.
Mi rostro se calienta y me aparto, dispuesta a cortar la conversación.
—Bueno, soy la niñera de sus sobrinas —le recuerdo—. Creo que tiene respeto por sus empleadas.
Antoni lanza una carcajada, parece demasiado divertido con la respuesta.
—Ángelo no tiene respeto por nada —dice con seguridad—. Por eso le da tantos dolores de cabeza a nuestra madre. Es impulsivo y...
—¿Y te quejas de que no se abre contigo? —inquiero cruzándome de brazos—. Tal vez es justo por esto, porque no dejan de juzgarlo ¿no crees?
Él parece confundido ante mi interrupción.
—Si yo tuviese un hermano que todo el tiempo dice que soy un irrespetuoso e impulsivo, tampoco tendría la confianza para hablar con él —recalco—. Tal vez deberías tomar eso en cuenta.
No sé qué es lo que me molesta más, el hecho de que hable de esa manera de Ángelo, o es porque en realidad ya veo algo más en el menor de los Lombardi. No era un idiota impulsivo, era solo un hombre al que seguramente le hicieron daño por otra persona.
—Que pase buen día
Le doy la espalda, dispuesta a marcharme en el momento en el que un agarre en el brazo me hace detenerme.
—Bueno, ahora entiendo porque lograste ser amiga de mi hermano —dice con una leve sonrisa—. A Ángelo le gustan los retos.
—Yo no soy un reto —respondo con firmeza al mismo tiempo que me libero de su agarre—. Y si me disculpa, tengo cosas que hacer.
No le doy oportunidad de responder, y me apresuro hasta las escaleras. No miro sobre mi hombro mientras subo ni tampoco cuando estoy en el piso de arriba, solamente me concentro en caminar hacia la habitación de las niñas.
—Daphne, ¿hoy podemos ir al parque? —inquiere Bella.
—Ayer fuimos al parque.
—Pero quiero ir otra vez —forma un mohín con los labios que me parece adorable—. Ya hice los deberes.
—¿Tan a prisa?
Asiente con frenesí.
—Daphne, ¿crees que mi tío deje que vengan algunos alumnos para usar la sala de cine? —Antonella aparece con el celular en una de sus manos.
—¿Tienen una sala de cine? —inquiero ignorando la pregunta inicial.
—¿No sabías? —cuestiona—. Es una habitación acondicionada como cine, hay de todo, hasta una máquina para palomitas. Entonces ¿crees que lo permita?
—No tengo idea, ¿por qué no le llamas?
—No quiero molestarlo, ¿podrías llamarlo tú? —me observa con una mirada suplicante, mientras junta las manos.
—Creo que es menos probable que piense que lo molestas tú, a que yo interrumpa algo —le recuerdo—. Tú eres su sobrina, yo solo soy la niñera.
—Y su amiga —me señala y ruedo los ojos.
Antonella parece divertida, pero no insiste más y la miro teclear algo en el celular. Luego abre la puerta que comunica las habitaciones e ingresa a la suya.
—¿Podemos ir al parque? —inquiere Bella.
Lía está de pie en su cuna, sosteniéndose de la baranda.
—Bueno, si has terminado los deberes creo que podemos salir —lanza un chillido emocionado y se lanza a mis brazos—. Oh, cuanto amor.
—¿Puedo llevar la pelota?
—Seguro —expreso—. Alistaré a Lía. Toma tus cosas.
Es sábado por la mañana, así que no creo que Ángelo tenga inconveniente porque saque a sus sobrinas al parque.
El lugar estaba a un par de cuadras, lo suficientemente cerca como para permitirnos ir caminando. Antonella dice que prefiere quedarse en casa, así que Bella se cuelga la mochila de princesas en la espalda y yo tomo la de Lía.
Bajo con ella en brazos, y cuando estamos en el primer piso, voy en búsqueda de la carriola. Acomodo a Lía dentro, colocándole el pequeño cinturón y cuando estamos por salir, alguien ingresa a la casa.
—Oh, qué bueno que están aquí —dice mirando a Bella—. He venido por las niñas, las llevaré a un paseo.
—Ángelo no...
—¿Desde cuánto te tomas tanto atrevimiento? —inquiere con fastidio. Se acerca para intentar tomar una de las manos de Bella, pero esta retrocede hasta colocarse a mi lado—. Ven aquí, Bella.
—No, iremos al parque con Daphne —expresa la pequeña a mi costado.
—Sí, bueno, he venido por ustedes —insiste—. Así que, dame sus cosas las llevaré.
La miro con desconfianza, y sujeto con mayor firmeza el carrito de Lía. Cuando Isabela se inclina para tomarla, retrocedo.
—No tengo indicaciones del señor Lombardi para entregárselas —respondo con firmeza—. Así que no puedo dejar que las lleve.
—Ah, ¿sí? ¿Y desde cuando necesitas indicaciones? Soy la novia de Ángelo, puedo llevarlas cuando...
—Si fuese su madre no tendría inconveniente, pero como evidentemente no lo es, lo siento.
Isabela da un paso en mi dirección.
—Te tomas demasiadas atribuciones con estas niñas —dice con molestia—. Me las llevaré de paseo, Ángelo no tendrá inconveniente, te lo aseguro.
—Bueno, entonces lo llamaré —respondo buscando el celular en mi bolsillo—. Y si él dice que no tiene inconveniente, entonces puede llevarlas.
Me arrebata el celular en un movimiento brusco.
—¿Crees que debo estar pidiendo la autorización de Ángelo? —inquiere con fastidio—. No soy como tú, una simple empleada más. No porque te comportes como la madre de estas niñas harás que Ángelo pose los ojos en ti. Una maldita niñera...
—No le faltes el respeto —Antoni aparece—. Isabela, conoce tu lugar. Mi hermano no está en casa, y si no es suficiente que Daphne te diga que no puedes llevarte a las niñas, lo digo yo.
Bella se apega a mi cuerpo y cruzo una de mis manos sobre sus hombros.
—No tienes permiso para llevarlas, eres una desconocida y la última vez que Lía estuvo contigo, resultó tener una maldita infección. Así que ni sueñes que vas a salir con mis sobrinas.
Ella hace el ademán de responder, pero Antoni continúa hablando.
—Además, según sé, no eres "la novia" de mi hermano, ¿o me equivoco? Así que no te comportes como tal —advierte—. Y más vale que te marches, Ángelo no está en casa así que no tienes motivo para estar aquí.
Una mirada enfurecida es lo que recibimos, lanza el celular en mi dirección y apenas consigo tomarlo, y luego se marcha dando un portazo que sobresalta a Bella.
—Deberías llamar a mi hermano —dice con calma—. Antes de que la Barbie le invente tomo un drama que nunca pasó.
Me dedica un guiño, y desaparece en el interior de la cocina. Me quedo ahí intentando decidir si es buena idea hacerlo o no, antes de poder tomar una decisión, la voz de Bella capta otra vez mi atención.
—¿Vamos al parque? —inquiere como si nada hubiese ocurrido. Sonrío levemente.
Le envío un corto mensaje a Ángelo con un: "Tenemos que hablar, ocurrió algo con tu novia"
Luego vuelvo la atención a Bella y vuelvo a sonreír.
—Vamos.
Ángelo habla con molestia desde el interior de su oficina, Antoni y yo permanecemos afuera, apoyados en la baranda de las escaleras.
—Se enojó más de lo que creí —admito.
—Odia que se tomen atribuciones que no les corresponden —expresa—. Creo que no hay nada en el mundo que deteste más que eso.
Bueno Daphne, es una sorpresa que no te deteste entonces.
Permanezco en silencio, golpeteando la planta de uno de mis pies contra el suelo pulido, en espera de que Ángelo salga.
La puerta se abre de repente, Ángelo me lanza una mirada y hace un gesto.
—Entra —pide haciendo un gesto con la cabeza y luego mira a su hermano—. ¿Por qué todavía sigues aquí?
—Quería asegurarme de que no ibas a enojarte con la persona equivocada —dice encogiéndose de hombros.
Escucho a Ángelo resoplar, luego me observa y su mirada se suaviza.
—Entra, Daphne.
Cuando ambos estamos en el interior del estudio, él abandona la postura firme.
—Realmente agradezco que no hayas permitido que se las lleve —dice—. No tenía idea de que vendría por ellas.
—No tienes nada que agradecer. Solo hice lo que creo que hubieses querido, ellas son mi responsabilidad cuando tú no estás.
—No entiendo por qué, Isabela detesta a los niños —dice apartándose—. Esa faceta de querer acercarse a ellas no se la creo.
Pasa una de sus manos por su cabello y me da la espalda, lleva unos pantalones negros ajustados, y la camisa blanca se amolda a su cuerpo. Tiene las mangas arrolladas hasta la altura del codo y los botones superiores sueltos.
—Daphne, no dejes que mis sobrinas se vayan con nadie más que no sea Antoni o mi madre —dice y me obligo a centrar la mirada en su rostro—. Son las únicas personas que pueden llevárselas sin mi autorización.
—¿Nadie más?
—Nadie más —repite—. Ni siquiera su abuela materna, la reconocerás apenas la veas.
—De acuerdo, no te preocupes.
Me sonríe con ligereza, observa la hora en su reloj y probablemente dirá que debo marcharme ya.
—Los amigos de Antonella están por llegar dice cruzando por mi lado, ¿vienes?
Lo sigo, cuando salimos Antoni ya no está en la casa. Tal y como Ángelo lo ha dicho, al cabo de unos minutos varios autos estacionan afuera, un grupo de jóvenes entran liderados por Antonella.
—Tío Ángelo —saluda—. Son mis amigos, ¿está bien si ordenamos comida?
—Ordena la comida que desees —dice Ángelo—. Solo nada de alcohol por favor. Y no me dejen un desastre.
En un rápido movimiento, Antonella se encuentra abrazando a su tío con entusiasmo.
—¡Gracias! —hace un gesto y luego el grupo de chicos se marchan. Ángelo parece aún fuera de balance por lo que su sobrina ha hecho.
—Eso es normal, Ángelo —murmuro—. Los sobrinos abrazan, lo sabes ¿no?
—Sé que los sobrinos abrazan, solo que no creí que mis sobrinas lo hicieran —admite—. O al menos no la mayor.
—Comienzan a quererte, no eres un monstro sin sentimientos después de todo, eh.
Me mira divertido, una sonrisa se apodera de sus labios y vuelve a mirar la hora en el reloj.
Bella y Lía se han dormido, son cerca de las diez así que debería irme. Y parece que él lo sabe.
—Iré por mis cosas y...
—¿Por qué no te quedas? —inquiere.
—¿Necesitas ayuda con...?
—No, no —interrumpe, se aclara la garganta y fija su atención por completo en mí—. No solo hay una sala de cine, tengo una sala recreativa. Billar, futbolito, un pequeño boliche. Hay comida y bebidas, ¿quieres quedarte?
Parpadeo, por una fracción de tiempo entiendo lo que quiere.
Quiere que me quede a pasar tiempo, con él.
—¿Te gustaría? Puedo llevarte mañana temprano a casa —se ofrece—. ¿Qué dices?
Sonrío levemente.
—Me gustaría.
Sonríe aliviado, su cuerpo se relaja y asiente.
—Entonces, ¿vamos? —señala un punto detrás de él, cuando asiento a modo de respuesta, me da la espalda y comienzo a seguirlo.
A mi hermano le gustan los retos.
Las palabras de Antoni se repiten en mi mente.
Bueno, pues a mí me gustan los misterios. Y Ángelo, era uno de ellos, y no planeaba dejarlo pasar.
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