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El rey Aletzander tenía muchos enemigos, tantos que ni siquiera él llevaba la cuenta pero que pronto recordaría.
En la lista se encontraba Erasmus Caeren, quien no solo reinaba en Bretha sino también compartía un vínculo sanguíneo con Aletzander, era su tío.
Se recordó, allí, sentado en el desgastado trono de Bretha, que este le había robado la corona, Augustus estaba a punto de entregarle el reino cuando fue notificado de su fallecimiento, una muerte que, según muchos decían, no había sido natural. Él no lo dudaba, por supuesto. Había subestimado a ese engendro, ahora tenía la oportunidad de recuperar lo que debía ser suyo, porque Aletzander no lo sabía pero él había descubierto su secreto, no dudaría en sacar provecho de ello.
Uno de sus súbditos se presentó ante él con una reverencia.
—¿Alguna noticia? —preguntó Erasmus, su tono dejando entrever su molestia por la interrupción.
—El informante de Edere ha llegado —dijo con la voz temblorosa.
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