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3

Adara actuó como si nada hubiese ocurrido el día anterior. Se preocupó al notar a Elise un poco adolorida pues este tipo de situaciones no eran comunes en ella.

—Solo me duele la cabeza, probablemente sea porque llevo días sin dormir bien —dijo restándole importancia al asunto.

—Pues no parecía ser así anoche ¿Ha pasado algo? —la preocupación en Adara era palpable.

—La verdad —guardó silencio un momento, parecía estar pensando en qué decir —Imaginaciones mías nada más.

Adara la tomó de la muñeca.

—¿Qué ocurre? —intentó sonar tranquila pero lo cierto es que comenzaba a abrumar a su hermana, quien se soltó de su agarre con sutileza.

—No es nada ¿Podemos irnos ya? No quiero arriesgarme a perder mi trabajo —replicó con brusquedad.

Sin más palabras que decir, emprendieron su camino. El mayor sueño de Adara era marcharse de aquel reino maldito junto a Elise y vivir en libertad, encontrar algún lugar en donde nadie las conociera, tal vez un pueblo pequeño en el que no importe cuánto dinero tengas en los bolsillos o algún lugar en el que no haya ningún secreto que ocultar. Estaba harta de aquel sitio en el que todos creían conocerlas. Ya no eran las ladronzuelas que fueron hace años e inclusive en aquel entonces, eran muy distintas a lo que todo el mundo decía.

Elise era demasiado emotiva, disfrutaba de las cosas pequeñas y se mantenía entusiasta hasta en los peores momentos, había demasiada bondad en su corazón y secretamente era algo que Adara admiraba pero que en el fondo temía que alguien pudiera aprovechar.

Por su parte, Adara era considerada frívola, eran pocas las cosas que ella consideraba dignas de admirar, prefería mantenerse al margen de cualquier situación que le ocasionase problemas, sin embargo tenía un punto débil: Elise.

Por ella lo haría todo, inclusive sacrificar su propia vida. Ella había llegado a un punto en el que inclusive se cuestionó el valor que esta tenía.

—Te veré más tarde —se despidió Adara.

—Cuídate —respondió su hermana, una sonrisa tenue en su rostro. Adara no quería que se despidieran en malos términos así que la abrazó aunque debió admitir que aquella demostración de afecto le había costado demasiado —También te quiero —susurró Elise mientras la abrazaba. Adara supuso que ya era suficiente, la soltó y sin mirar atrás se dirigió a la casa Estrevea.

Había algo que ella siempre admiraba en aquel lugar: el jardín. Parecía interminable y sin embargo las flores crecían abundantes y en diversidad de colores, una fuente decoraba la entrada del recinto, habían enredaderas que llegaban hasta el balcón, era hermoso. La luz del sol solo resaltaba su belleza.

Un gran alboroto parecía adueñarse de la casa.

—¡Fue un escándalo! Dymas, no puedes imaginarte la vergüenza que sentí ¡Nuestra hija besándose con otra mujer! —exclamaba Lady Estrevea escandalizada— Los demás perderán el respeto hacia nosotros, si el rey llega a enterarse

—Olvídate de eso Concordia — replicó el señor, Adara notó el control en su voz—. Lo que ahora importa es guardar las apariencias, Elian se ha puesto en contacto con... —pero Adara ya no seguía escuchando. Con pasos apresurados se dirigió a la habitación de Celestine, temerosa de lo que podría encontrar. La puerta se encontraba cerrada con el pestillo así que tuvo que golpear dos veces para asegurarse de que la joven la había escuchado.

—¿Adara? —oyó del otro lado.

—Soy Adara —confirmó.

Esperó unos segundos, oyó el frufrú de un vestido del otro lado, supuso entonces que Celestine seguía con el mismo atuendo de la noche anterior.

Se impresionó ante la joven que estaba plantada frente a ella, una Celestine con los ojos rojos y el cabello despeinado, completamente diferente a ayer. Algunas lágrimas continuaban rodando por sus mejillas.

—¿Necesitas algo? —fue lo primero que preguntó al entrar a su habitación, la tomó por los hombros y la condujo hasta su cama. Lloraba desconsoladamente, Adara no sabía qué hacer.

—Ellos nos descubrieron —dijo en medio del llanto —. Agatha y yo... — no fue capaz de terminar la oración, otra oleada de llanto la sacudió.

Adara conocía a Agatha, era la hija mayor de otra familia de aristócratas, sabía que era una de las mejores amigas del joven Elian, prácticamente se habían criado juntos, este era el motivo por el cual a ella le sorprendía. Creía que Celestine la veía como una hermana.

—¿Qué les hicieron? Celestine —preguntó Adara, intentando sonar calmada— ¿Dónde está Agatha ahora? —Celestine cerró los ojos con fuerza como si estuviese conteniéndose.

—Su familia la tiene —replicó — . Creo que están planeando desterrarla ¡Pero ellos no pueden! ¡No deberían! —volvió a llorar.

—Eso no ocurrirá —respondió Adara tras unos momentos de cavilación —. La señorita Agatha es la heredera de la familia Arlein, sin ella no tendrían más legado, perderían su lugar en la aristocracia.

—¡De todas formas le harán daño! —respondió casi con furia —Los odio como no tienes idea ¡Son unos monstruos!

—Encontraremos una solución —replicó con suavidad—, por favor no te atormentes.

Se quedó a su lado hasta que Celestine cayó dormida.

Nunca había pasado tanto tiempo con el resto de la servidumbre, efectivamente el tema de conversación recurrente era lo ocurrido la noche anterior, nadie hablaba siquiera del rey ¿Había ido o de nuevo prefirió mantenerse aislado?

Lo que se decía era que Lady Estrevea se sintió preocupada al no ver a Celestine alrededor así que envió a Elian a su búsqueda, este la encontró en la entrada de un laberinto de setos, con Agatha besándola como si no tuviesen miedo a ser descubiertas.

No quiso opinar del tema, mucho menos que le dieran detalles.

En cambio, recorriendo el mercado, parecía que los temas de conversación eran distintos.

—Le sacaron el corazón —habló una de ellas con certeza.

—No entiendo ¿Por qué apenas se habla de eso entonces?

—Creo que quieren mantenerlo en secreto. Yo solo lo supe porque el muchacho era mi vecino. Hubieses visto cómo estaba su madre ¡Quedó desolada!

Adara apenas comprendía pues escuchó el chisme a medias. ¿De quién estarían hablando?

Al volver a la residencia, revisó la habitación de Celestine una y otra vez, preocupada por cómo se podía sentir.

Horas después, se disponía a servir el té en la sala de reuniones, luego de salir de la habitación, pegó el oído tras la pared y oyó la conversación entre Lord Estrevea y su hijo.

—Te he dicho que Kristoff Braestel está dispuesto a casarse con ella —dijo Elian.

—Es un segundo hijo —replicó Lord Estrevea con disgusto —Inclusive el heredero de esa casa está prácticamente nulo de poder. No pienso casar a mi hija con tan poca cosa.

—No deberías ser tan exigente, teniendo en cuenta la situación —dijo el más joven con voz calmada— Nadie querrá acercarse a ella desde ahora y lo sabes ¿No es más importante salvar la reputación de la familia? Después de todo, Celestine también es una segunda hija, el poder de esta familia depende de mí.

—No lo entiendes, el plan era convertir a Celestine en una reina —parecía decepcionado.

—Era lo que deseábamos pero no lo que iba a pasar —la conversación continuó pero Adara se retiró molesta pues no deseaba seguir escuchando. Confirmó lo que siempre había sospechado: Elian haría lo que fuese por ser el más poderoso, inclusive pisotear a su propia hermana.

Elian era un hombre codicioso, Celestine le había contado sobre su adicción a las apuestas, ella misma había sido testigo de su furia tras una noche de mala racha, esta era la causa por la que Lord Estrevea no confiaba en él del todo. También tenía fama de ser un casanova y era por eso que tantas mujeres lo evitaban, ella incluida.

Celestine parecía más tranquila tras aquellos momentos de sueño. Finalmente probó bocado. Adara estaba preocupada ya que sabía que dentro de poco terminaría su horario de trabajo. Consideró quedarse pero eso quedó descartado tras su encuentro con Lady Estrevea en el salón principal. La gran señora la había mandado a llamar, preocupada, se encaminó al lugar en el que solicitó su presencia.

—Lo sabías ¿No? —preguntó tras unos segundos de silencio. Adara supo a lo que se refería pero prefirió fingir desentendimiento.

—No comprendo, señora —irguió los hombros.

—Mi hija te trata como si fueses más que una sirvienta —Adara no pudo evitar fruncir el ceño — . ¿Vas a negarlo?

—No —respondió tras unos segundos de silencio —. Pero sigo viéndola como mi superior, sé el lugar que me corresponde aquí —le había costado pronunciar esas palabras.

—No has respondido ¿Lo sabías o no?

—No lo sabía, mi señora.

— Entonces vete, no quiero verte nunca más —Adara no comprendió —. Ya no necesitamos de tus servicios —continuó la señora.

Adara le dedicó una mirada cargada de odio. Finalmente ya no había por qué contenerse, ya no tenía motivos para guardarles respeto.

No tuvo el valor para despedirse, se dijo a sí misma que alguna vez volvería encontrarse con Celestine, ella presentía que así sería.

Elise aún no había llegado, no le sorprendió, de todas formas era bastante temprano. No quiso pensar demasiado en todo lo ocurrido así que se puso a leer el libro que había elegido el día anterior, sirvió bastante bien como distracción, pero pasaban las horas y comenzaba a oscurecer, Adara empezaba a preocuparse.

Decidida, tomó su abrigo y se encaminó en la búsqueda de su hermana. Fue cuidadosa en no perderse nada de vista, tal vez Elise había tomado otro camino o estaba encontrándose con alguien.

No quería preocuparse demasiado sin confirmar nada, aún no había llegado al lugar en el que trabajaba Elise, se dijo a sí misma que no debía alarmarse. Las calles parecían desiertas pero casi en la entrada de Bonmouth se encontró con que un grupo de gente se hallaba reunida. Oyó a una anciana murmurar que recién la habían hallado.

¿A qué? O más bien ¿A quién?

Adara se hizo paso entre la gente, el corazón comenzaba a dolerle debido a la fuerza de sus latidos.

Deseó arrancarse el corazón.

Porque allí, con los ojos abiertos y sin vida se encontraba Elise.

Adara se echó a su lado, su visión se tornó borrosa tras la llegada de las lágrimas, su cuerpo entero temblaba y su corazón parecía estar listo para explotar.

Profirió un grito que resonó desde lo más profundo de su alma, no le importó que otras personas la estuvieran viendo, se había olvidado totalmente de ellos. En aquel momento, desde su perspectiva, eran solo ella y el cadáver de su hermana. La tenía sostenida entre los brazos a pesar de la sangre que continuaba manando de su cuerpo.

¿Quién había hecho eso? Ni siquiera era una muerte digna, tenía un agujero en el pecho, a la altura del corazón justo como si se lo hubiesen quitado. Tuvo una sensación de dejavú y recordó haber oído de algo parecido aquella mañana, en aquel mismo lugar.

Adara lloraba desconsoladamente, Elise era lo único que le quedaba y ahora sin ella, ya no tenía nada. La gente a su alrededor susurraba, probablemente preparando el chismerío que harían correr al día siguiente.

La rabia y el dolor se fusionaron en el interior de Adara, allí, con su hermana muerta en brazos, sintió algo cambiando en su interior. Su sangre parecía estar hirviendo y mirando a su alrededor se dio cuenta de que la gente la miraba con miedo. Dos guardias a menos de dos metros de ella parecían paralizados, sus compañeros mirándolos atónitos.

Sin embargo eso no importó, porque segundos después, Adara sintió que su cuerpo se apagaba.

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