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2

Una vez terminada la labor de Adara con la casa Estrevea, esta se dirigió al mercado de Bonmouth en busca de quien ahora consideraba uno de sus peores enemigos.

Carosso era más que su antiguo empleador, fue el hombre que arruinó la vida de Dionysius, convirtiéndolo en un delincuente, convirtiéndolos en delincuentes.

Adara solo tenía diez años cuando le explicaron:

—Tendrás que ser sigilosa, no querrás que te descubran con las manos en la masa. De todos modos, nadie sospecharía de una niña con tu aspecto, podrían incluso tenerte compasión  —decía Carosso con una voz que denotaba burla. A la pequeña Adara le daba asco, más allá de su aspecto era lo que sus gestos transmitían. Todo en él le recordaba a algo podrido y ella no sabía el porqué.

Fueron años trabajando para aquel hombre, finalmente la muerte de Dionysius la hizo retroceder, aquel ya no era un mundo en el que podía seguir perteneciendo. No con aquel peso en la consciencia, era una ladrona pero aquel día se sintió como una asesina.

La diminuta tienda de Carosso “El coleccionista" se encontraba en los suburbios del mercado, lo que significaba que aún le quedaba mucho camino por recorrer. Miró al cielo, ya era de noche, sabía que Elise había terminado con su trabajo hace horas, se sentía aliviada de no tener que preocuparse por un encuentro incómodo con ella, tras unos segundos de cavilación una gota le cayó en el hombro, decidió esconderse bajo el tejado de una de las tiendas cerradas.

Miró alrededor, el mercado parecía desierto, sabía que si continuaba descendiendo se encontraría con puestos que seguían abiertos, teniendo en cuenta que Edere era un reino en el que abundaba gente poderosa, los locales de apuestas y otros entretenimientos ilegales existían por doquier. Con un suspiro decidió continuar su camino.

La llovizna fue minúscula, no había durado más de tres minutos y las gotas caían casi imperceptibles, eso en opinión suya embellecía la noche. Ella odiaba mostrarse sensible así que intentó no alegrarse demasiado por ello.

Casi al llegar a su destino se topó con una tienda que parecía ser nueva.

Manuscritos
Libros en General

Rezaba el pequeño cartón colgado en la entrada del puesto. Una librería, Adara se sorprendió, llevaba años sin visitar una.

Se debatió si debía entrar o no, después de todo Carosso nunca cerraba las puertas de su negocio, sin embargo aquella tienda podría hacerlo en cualquier momento.

Entró sin cuestionarse una segunda vez.

El interior era cálido, el aroma de los libros avejentados impregnaba el sitio, parecía ser la única persona en el lugar. Miró a su alrededor en busca de alguien más.

—¿Puedo ayudarle en algo? —oyó una voz mas no pudo determinar de dónde venía. Adara no respondió.

Repentinamente alguien dio un salto frente a ella, lo que espantó momentáneamente a Adara, llevaba un tomo delgado en la mano. Era una chica y parecía tener la misma edad de Elise.

—Lo siento, estaba arriba —señaló, Adara descubrió que había una pequeña escalerilla que conducía a un segundo nivel —¿Necesitas alguna recomendación?

—Muchas gracias pero ya sé lo que me gustaría leer —respondió con sinceridad —. ¿Tienen una sección de romance?

—Por supuesto, ve al fondo —respondió la otra joven como si estuviera restándole importancia.

Adara asintió y le dio a la muchacha un último vistazo, no la había visto antes, bajó la mirada hacia el libro que sostenía, su corazón dio un vuelco cuando creyó ver un símbolo demoníaco en la portada. Apartó la mirada rápidamente, decidió que preferiría no confirmar nada.

Hizo caso y se dirigió al fondo del recinto, la librería parecía pequeña pero inclusive tenía unas cuantas mesas y asientos disponibles por si querías leer allí. Se sorprendió al ver a un muchacho sentado en el fondo, era evidente que no estaba leyendo, se había quedado dormido.

Adara lo observó con suma curiosidad, no se le veía el rostro, tenía un libro abierto a su derecha y su cabello rubio parecía revuelto. Se reprochó a sí misma, no debería ser de su incumbencia, ella no era una husmeadora como Lady Estrevea creía.

Recorrió la sección de libros románticos y se maravilló al encontrarse con títulos que siempre había querido leer pero que por falta de tiempo no había podido, se dijo a sí misma que esta vez lo intentaría.

Se enfrentó con un dilema al darse cuenta de que no podía decidir entre dos historias, solo le alcanzaba para alquilar una ¿Cuál elegiría?

Todo ocurrió muy rápido. Adara dio un paso en falso, estaba demasiado distraída con su indecisión como para darse cuenta de que había una pila de libros detrás de ella. Todos ellos habían caído y el estrépito que provocaron despertó al individuo dormido. Este lucía confundido, parecía no notar a Adara, ni siquiera se veía despierto del todo, sus ojos estaban entreabiertos y sus labios demasiado apretados como si estuviera enojado, efectivamente, su cabello estaba hecho un desastre, lucía como un muchacho frágil y confundido pero tras descubrir la presencia de Adara su expresión cambió significativamente, frunció el ceño y su mirada se tornó glacial, con aires de indiferencia tomó el libro a su derecha y se marchó, todo eso había ocurrido en menos de dos minutos. Adara sentía que moría de la vergüenza.

Finalmente eligió el libro al azar  confiando en su suerte, debía devolverlo en una semana, se propuso terminarlo en menos días. Necesitaba algo de emoción en su vida, supuso que un libro sería más que suficiente.

Emprendió su camino en busca de Carosso.

Los sonidos propios de burdeles, casinos e inclusive sitios de luchas clandestinas inundaban el lugar, la violencia reinaba en los suburbios.

Sus pasos se detuvieron, finalmente estaba allí. Se preguntó una última vez si eso era lo correcto. No tuvo tiempo para responder, ya estaba adentro.

El anciano Carosso estaba contando sus monedas de oro cuando fue interrumpido.

—Adara, querida ¿Qué te trae por aquí? ¿Estás buscando un trabajo? Casualmente pensaba en ti cuando me propusieron uno hoy...

—No me interesa —lo interrumpió con brusquedad— Y más vale que dejes de ofrecerle tus porquerías a mi hermana o la próxima vez me encargaré de cortarte un dedo —amenazó.

El salón quedó en silencio durante unos segundos, hasta que Carosso soltó unas risas que Adara calificó como venenosas.

—Has trabajado para mí durante años —dijo entre risas —Y crees que voy a temerte —rio más fuerte.

—Puede parecer broma pero no lo es, podría hacerlo si quisiera y lo sabés —todo rastro de diversión se borró del rostro del anciano—. Olvidas que Dionysius era el mejor con la daga, adivina a quién le enseñó.

Carosso se aclaró la garganta, se veía incómodo.

—Es tu hermana la que se ha acercado —repuso con tranquilidad —Supongo que extraña la vida de un criminal.

Adara no pudo contenerse y saltó por la garganta de ese hombre, sus manos apretándola como si deseasen privarle de todo.

—No olvides —dijo furiosa —que eres un anciano débil y mediocre mientras que yo podría matarte si así lo quisiera. Fuiste cobarde durante años, enviándonos a nosotros para completar tu trabajo sucio ¿Quién se fortaleció entonces? ¡El que se escondía no!- lo soltó como si de un saco de papas se tratara.

El viejo parecía asustado, su respiración estaba acelerada en un intento por recuperar el aire del que había sido privado. La misma Adara tenía el corazón latiéndole a toda velocidad, sospechaba que algo así podría pasar pero a decir verdad, volvería a hacerlo con tal de ver el miedo de nuevo en los ojos de aquel hombre.

—Vendré por ti si descubro que has vuelto a hablar con Elise —habló cuando se sintió más calmada.

El anciano la miró con desprecio pero segundos después replicó:

—No me acercaré a tu supuesta hermana pero a cambio te propongo algo que podría dejarte mucho dinero —sus ojos brillaron al pronunciar esa última palabra.

—No me interesa.

—¿Ni siquiera por mil monedas de oro? —el anciano sonrió, notó que Adara parecía repentinamente interesada, al menos confundida.

—Debe haber una trampa en eso —dijo finalmente.

—El pago es grande porque el riesgo también lo es —hizo una pausa dramática —. Si aceptas, tendrías que robar la corona del rey.

—Eso sería condenarse a muerte y yo no pienso morir —respondió sin pensar.

—Bien, tú pierdes —dijo resignado.

No aceptó porque estaba cansada de perder.

—Adiós Carosso —replicó.

—Eras una de las mejores, fue una lástima haberte perdido —Adara lo miró por última vez, parecía realmente apenado pero eso no significaba que ella le creería. Después de todo él era un maestro de los engaños, él le había enseñado a robar, le había enseñado a Dionysius a empuñar una daga, era otro delincuente más pero lo que lo convertía en uno diferente es que jamás se había atrevido a ponerlo en práctica, no con otros que no fuesen inocentes, siempre eran niños o adolescentes de los cuales aprovechar el dolor. Les diría que no estaban solos, ahora él era su familia.

Eran mentiras.

Adara salió sin decir nada más. Un hombre misterioso esperaba ahí afuera, ella revisó sus bolsillos, la daga que Elise le había dado la noche anterior parecía estar lista para ser empuñada.

A la luz tenue de las farolas, ambos cruzaron miradas. Adara contuvo la respiración, había algo en aquel hombre que parecía llamarla, todo en él le resultaba llamativo, demasiado hermoso para ser real.

Pero ella siguió su camino.

"Una mirada no significa nada" se dijo a sí misma.

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