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18

Cuando Adara abrió los ojos, ya había amanecido. Era extraño porque, luego de tanta oscuridad, finalmente el rey había permitido la luz del sol.

Ella estaba recostada, en una habitación en la que no había estado antes. Miró a sus costados, no era la única allí, habían otras personas: hombres y mujeres, descansando. Algunos, con los ojos cerrados y otros, al igual que ella: despiertos, confundidos.

Adara no habló, solo examinó su brazo. Una venda le cubría la parte inferior del brazo. Su cicatriz había dejado de doler, pero su cabeza era lo que la torturaba ahora.

Intentó rememorar la noche anterior. Sombras, cadáveres, ojos rojos... Sangre.

¿Aquella herida autoinfligida había sido un sacrificio para Aletzander?. Él le debía una explicación.

En la distancia, se oyó el abrir de una puerta. Segundos después, apareció una figura conocida ante ella. Era Arem.

-Hola -saludó, nervioso. Adara no habló, lo miró confundida; después de todo, aún no le había perdonado la ofensa anterior -. ¿Cómo te sientes?

Adara tardó unos segundos en responder, parecía escrutarlo mientras tanto. Él se veía desaliñado, con la camisa blanca arrugada y fuera de los pantalones. No llevaba el uniforme de guardia, lo que sorprendió a Adara, puesto que se suponía que estaba en horario de trabajo. Se veía ojeroso y tenía un semblante preocupado.

-Confundida -finalmente respondió. Su voz sonó ronca pero habló con sinceridad. Arem suspiró cansado, bajó la mirada y se sentó al pie de la cama. Adara se preguntó el motivo de su aparente tormento, aunque realmente no era tan difícil imaginarlo, después de todo, la noche anterior estuvo a punto de terminar en la muerte de su amado rey.

-Fuiste atacada por los invasores -soltó finalmente -. Estabas intentando proteger al rey, te interpusiste en el camino de uno de ellos, así que te hirieron.

Adara sabía que aquello era mentira, pero comprendió que no sería favorecedor decir la verdad.

-¿Qué ocurrió? -ella preguntó, porque realmente no lo había entendido.

-Brethenses -Arem respondió sin cavilaciones. Su voz había sonado dura, con un deje de resentimiento-. Buscaban derrocar al rey.

-Parecían plebeyos...

-No -él la interrumpió -, son simpatizantes del rey .................., probablemente él los envió disfrazados de ederenses, para poder confundir al rey -Arem rió -, como si a él le importara su pueblo.

Adara guardó silencio. Había visto a Aletzander utilizando su poder contra ellos, no sabía si su intención era proteger a sus súbditos o simplemente defender su corona... Pero al menos no se había escondido. De hecho, durante un momento sintió que estaba viendo al verdadero Rey Aletzander: el muchacho que lucharía con su pueblo, el rey que probablemente él quería ser. Aunque eso es algo que ella nunca sabría, no había manera de sonsacarle cosas a Aletzander, mucho menos si se trataban de sus pensamientos.

-Ví a guardias asesinando a sus propios compañeros -su garganta estaba seca, deseó poder beber un poco de agua.

-Muchos de los atacantes estaban disfrazados de nosotros -él respondió, volviendo a bajar la mirada. Aquello parecía avergonzarle -. Algunos resultaron ser infiltrados -la miró. Adara vio dolor en sus ojos, entonces entendió que él había tenido que lidiar con la muerte de algunos de sus compañeros, personas que habían entrenado con él. Tal vez alguno de ellos había llegado a ser su amigo -. Maté a uno de ellos.

Adara tomó una profunda respiración. No había nada que pudiese decir para reconfortarlo, ella realmente no sabía, sobre todo porque si había aprendido algo, era que las palabras no servían en este tipo de ocasiones. Y vaya que ella había perdido mucho.

-Lo siento mucho, Arem _dijo finalmente. Él asintió, le sonrió tenuemente.

-Aún te debo una disculpa -parecía repentinamente avergonzado -Yo...

-No quiero hablar de eso -dijo Adara, cortante. Arem volvió a asentir. Se veía resignado; ella realmente se sintió un poco culpable, pero en el fondo, sentía vergüenza de tener que hablar de eso.

-El rey está abajo -dijo él, con tono formal de nuevo -. Me ha mandado a verte, me alegro de que estés bien... Mamá se pondrá contenta también -sonrió.

Adara se sintió avergonzada de nuevo, pues había olvidado preguntar por Cinthya, más bien, la había olvidado por completo, entonces prefirió no decir nada.

Sintiendo lo incómodo que se había tornado el ambiente, Arem se fue, dejándola sola con sus dudas.

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Aletzander odiaba sentirse endeudado, pero Arem le había salvado la vida. Si no hubiese sido por él, le habrían arrancado el corazón, probablemente ni siquiera hubiese podido pelear, antes de tener una espada atravesándole el pecho.

Pero la llegada de Arem fue tan oportuna, oh, ciertamente él lo había salvado y aquel era el motivo de su molestia: ahora le debía algo a quien consideraba un secreto enemigo. Y quién sabe, tal vez era una estratagema para ganarse su confianza de nuevo.

Los pasos de Aletzander resonaban sobre la grava, llevaba algunos rasguños leves en los brazos, pues había tenido que forcejear con quienes se habían colado en su habitación. Estuvo a punto de sonreír al recordar el exquisito desenlace que les había dado.

Un guardia lo acompañaba, fingiendo hacer de guía, como si él no conociese a la perfección los calabozos, ubicados en el subsuelo. Casi nada había cambiado allí, continuaba siendo un lugar oscuro y con aire tétrico, olía a tierra mojada y los barrotes eran grasientos.

Aletzander recordó; se recordó a sí mismo gritando que lo sacaran; se recordó a sí mismo pidiendo auxilio y recordó el silencio absoluto que obtuvo como respuesta. Era solo un niño, un niño que acababa de descubrir sus poderes, un niño que comenzaba a sentirse maldito.

Su padre había sido tan cruel de enviarlo allí, fue el primer día, cuando sus poderes finalmente se habían manifestado.

Unos segundos después, el guardia se detuvo abruptamente. Era el final de aquel pasillo, el guardia llevaba una antorcha consigo, pero esta apenas iluminaba el lugar. Aletzander esperó pacientemente, mientras el sujeto frente a él buscaba la llave correcta que pudiese abrir la celda. Un minuto después, la celda se abría ante él, Aletzander observó al guardia, deseando que este captase el mensaje. No dio ningún paso hasta que este se hubo retirado. Una vez que estuvo solo, entró; había una lamparilla en lo alto de una de las paredes, un sujeto yacía acurrucado contra la pared frente a él. Aletzander lo observó con repentina furia, le molestaba la comodidad de aquel hombre, odiaba que pareciera tan tranquilo cuando él había venido a atormentarlo. ¿Cómo podía ser capaz de dormir?

Aletzander se acercó y sin el menor cuidado, lo tomó del cuello de la camisa, golpeando su cuerpo contra la pared. El sujeto soltó un grito de sorpresa, sus ojos parecían estar a punto de salirse de sus órbitas, parecía joven, no mayor de treinta años. Tenía múltiples cortes en el rostro y rastros de sangre en la ropa. Estaba vestido como plebeyo.

—Ya no pareces tan valiente —la voz de Aletzander sonaba tensa—. ¿Qué pasa? Se supone que sabías a lo que te arriesgabas cuando intentaste asesinarme —el hombre lo miró asustado, Aletzander disfrutaba de su miedo, tampoco estaba dispuesto a ocultarlo, así que no le importó soltar una risotada. Inclusive cuando reía se veía tan escalofriante, todo en él gritaba que era una amenaza.

Y él lo demostraría. Golpeó la cabeza del sujeto contra la pared de cemente, se oyó algo parecido a un crack. No tuvo reparo en lo que el hombre podría sentir, él había querido convertir a Aletzander en víctima, así que... ¿Por qué no hacerlo al revés?. Podría resultar divertido.

—Podría regalarte unas horas más de vida —soltó Aletzander. Su voz sonaba áspera, él se veía tan poderoso. Se preguntaba si el sujeto le temía o si era más bien la idea de la muerta lo que lo aterrorizaba —. Solo debes responder algunas preguntas.

El hombre pareció estremecerse, Aletzander casi podía oír los latidos de su corazón. Pero de repente, parecía haber recuperado un poco de calma.

—Dime... ¿Responderás? —Aletzander presionó. El sujeto tragó saliva y respondió.

Había sido tan fácil... La decepción golpeó a Aletzander, ya que él esperaba un poco más de resistencia. Lo soltó bruscamente, el sujeto cayó al suelo y se vio repentinamente aliviado. No debería.

Aletzander fingió pasear por el cubículo, observó detenidamente. Habían algunos clavos en las paredes, cadenas sueltas también. Tal vez podría usarlas si aquel hombre en cuestión no cooperaba. Oh, por supuesto que lo haría.

Aún de espaldas al sujeto preguntó:

—¿Quién te envió? —extrañamente sonó desinteresado.

Todo lo que obtuvo por respuesta fue silencio. Volteó, la luz de la lamparilla lo iluminaba tenuemente. Pudo verlo cerrando los ojos, sus labios se movían pero no podía oírlo, tal vez estaba lanzando una plegaria.

—¿Y bien? —repitió y esta vez sí pudo oírlo con claridad, estaba hablando en otro idioma... Era la lengua de Bretha —. Habla —Aletzander se acercó y le pateó en el pecho. El hombre gruñó de dolor y el rey volvió a repetir su pregunta —¿Quién te envió, bastardo? —alzó la voz, mientras mantenía su pie derecho sobre el pecho del hombre.

Aletzander podía sentirlo temblando. En verdad lo hacía, aquello solo lo impulsaba a continuar, seguro de que pronto lograría extraerle alguna palabra.

—Si tan solo hablaras... —habló suavemente — Harías las cosas más fáciles para los dos —soltó al sujeto y se acuclilló junto a él.

El hombre continuaba tembloroso, pero de alguna manera logró pronunciar algunas palabras:

—Si lo hago... —dijo lentamente — ¿ppppromete no matarme?

Aletzander rió inmediatamente y sacudió la cabeza en un gesto de incredulidad. Comenzaba a sentir frío allí adentro, aquello comenzaba a ser molesto.

—No puedo prometerlo porque la muerte siempre fue tu destino... ¿No? —preguntó sarcásticamente. Se levantó y dio unos pasos alrededor de él, como si estuviese observando desde cuál ángulo se veía más débil. Tal vez se atrevería a atacarlo en aquel mismo instante —. ¿Qué más da si te mato ahora o en cien días?. Te aseguro que si te quedan mil días de vida, sufrirás en cada uno de ellos —sonrió con malicia —. La muerte es la alternativa más piadosa que puedo darte.

—Por favor, señor —el hombre comenzó a chillar —. Por favor, me convertiré en su siervo.

—No soy un Dios —Aletzander pronunció las palabras con voz ronca — y de todas formas, prefiero ser un demonio —dijo y de sus manos brotó la oscuridad.

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Aletzander se sentía satisfecho, mientras se dirigía a su despacho. Él había hecho todo el trabajo sucio, finalmente había logrado su cometido y ahora sabía, había confirmado que los atacantes eran de Bretha.

Habían venido por su corona, porque eso significaba tener al reino. Si lo mataban, el trono se quedaría vacío; libre para ser ocupado por cualquiera, sería otro el que gobernara en su lugar. Aletzander no lo permitiría, morir a manos de un demonio legendario tenía más dignidad que ser asesinado por un corrupto ambicioso.

Como si él no lo fuera... ¿Realmente lo era?.

Aletzander ingresó a su despacho, no se sorprendió cuando se encontró a Arem sentado en el sillón frente a su escritorio. Rodó los ojos mientras cerraba la puerta y se dirigió a tomar asiento.

—Arem —habló mientras daba unos pasos —, me gustaría decirte que tu visita es una agradable sorpresa —sonrió.

—Oh, podrías hacerlo si realmente quisieras —lo oyó susurrar.

—¿Qué quieres? —fue directo al grano. Arem bajó la mirada y guardó silencio durante unos segundos, hasta que las puntas de sus dedos golpearon suavemente la superficie de madera del mueble, el tintineo de sus dedos era todo lo que se podía escuchar. Aletzander observaba atentamente.

—¿No piensas ir a ver a Adara? —dijo finalmente.

—¿Por qué lo haría? —Aletzander fingió desinterés.

—Bueno... —Arem habló con voz ronca— Esa chica arriesgó su vida por ti.

Aletzander soltó una risa áspera.

—Claro —el rey mantenía su sonrisa maliciosa —. Pero ¿por qué iría a verla si tú ya lo hiciste por mí?

Los ojos de Arem se abrieron sorprendidos y el placer de haberlo molestado fue un premio para Aletzander. Realmente no lo había sabido, pero su reacción había sido suficiente confirmación.

—¿Cómo está mi súbdita? —frunció el entrecejo en un gesto de falsa preocupación y se llevó una mano al mentón, como si estuviese esperando una respuesta.

—Aletzander —Arem susurró, su mirada se había tornado amenazante —, no le hagas daño.

—Eso también lo harás tú por mí —Arem se movió rápidamente y tomó a Aletzander del cuello de la camisa. El rey solo había reído, sorprendido por su astucia pero no por la acción, había encontrado algo divertido en su atrevimiento — Esto es absurdo, Arem. ¿Ella en verdad te importa?

—¿En verdad lo crees?

—Por supuesto que no lo hago —Aletzander se soltó de su agarre, había recobrado la seriedad —. No confío en ti.

—¿Y te importa si le hago daño?

La pregunta resonó en la habitación. Por algún motivo que Aletzander desconocía, aquel cuestionamiento no le resultó fácil de responder, él no sabía... Había algo en aquello que comenzaba a molestarle, imaginar a Arem jugando con ella...

—Para nada —respondió Aletzander, tras un largo silencio.
Su mirada transmitía desinterés, frivolidad. La misma máscara de siempre.

—Bien —Arem soltó, su mandíbula estaba apretada —. Te salvé la vida anoche, deberías confiar en mí.

—No lo hago — Aletzander respondió automáticamente.

—Es una pena —dijo Arem, tras una última mirada, se retiró.

Aletzander se quedó solo, él llevaba tanto tiempo estando solo.


















Oigan, no puedo creer que tardé tanto en publicar este capítulo, prometo que ya no va a pasar. Sobre todo porque me encanta escribir esta historia, pero últimamente he estado muy ocupada, sin embargo, ya estoy preparando el próximo capítulo🌸💓

Lo 100to, espero que les guste este cap

Oigan esta canción, me encanta jaja

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