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17


Había algo en aquella noche; Aletzander no sabía bien qué, pero sentía que debía estar en guardia.

No tenía esa sensación que solía rodearlo cuando sabía que Azmael atacaría; como si estuviesen torturándolo con sus propias sombras, ahogándolo y provocándole sufrimiento durante tiempo indefinido. Entonces él sabía que estaba cerca. Y el miedo lo inundaba, se sentía cobarde y tan débil que todo lo que se le ocurría era esconderse. Tal vez vendría por él y aprovecharía su debilidad para arrancarle el corazón también.

Pero era Aletzander Astadian, era demasiado orgulloso para huir; aunque el temor lo carcomiese, él lo enfrentaría cuando llegase el momento. Era lo que Aletzander se decía a sí mismo, que se lo creyera era otra cosa.

Pero sabía que algo ocurriría esa noche, tenía el presentimiento. Aunque a decir verdad, él no tenía idea de lo que haría entonces.

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Adara podía oír el ulular del viento. Había tomado atajos específicos, teniendo en cuenta que era prohibido andar a esas horas, debido al toque de queda que el rey había implementado. Temía encontrarse con los guardias, así que cruzó el bosque, el cual termina en los campamentos pobres de Edere, una zona ignorada, marginada. Sabía perfectamente que no se encontraría con ningún guardia en los alrededores, después de todo, cuidar a los menos afortunados no parecía ser su obligación y si, decían que lo era: mentían.

Edere era un reino pequeño, pero lleno de riquezas, las cuales eran injustamente repartidas, entre la alta clase y sus simpatizantes, los aduladores. Se enriquecían a costa de los más necesitados y el rey Aletzander no hacía nada. Adara no podía verlo de otro modo, más que como un cobarde, aunque se jactara de ser lo contrario. Se escondía en sus propias sombras e ignoraba el futuro de su pueblo, solo se preocupaba de su corona o de salvar su propio pellejo.

A esas alturas de la noche, Adara se encontraba aún cruzando el bosque, a pasos lentos y cuidadosos, deseando no ser ruidosa, para evitar llamar la atención de cualquier animal que pudiese estar en los alrededores. De repente, oyó un sonido a sus espaldas, algo parecido a unos pasos. Se detuvo y volteó, creyendo que se encontraría con que alguien la había seguido, pero no había nadie. Un escalofrío la recorrió repentinamente, sintió que la temperatura había disminuido considerablemente, como si no hiciese bastante frío ya. Su capa había dejado de ser abrigo suficiente, ella sintió a su cuerpo congelarse en aquel punto, se quedó quieta e incapaz de moverse.

Todo lo que veía eran árboles y la luz de la luna que se colaba entre sus copas. Suspiró y su aliento salió en un hilillo.

Entonces, volvió a oír unas pisadas, intentó aguzar el oído. Miró a su alrededor, en busca de dónde podría provenir el sonido. Cuando volvió a voltear, sintió algo parecido a alguien, respirándole en la nuca.

Adara volvió a sí, tomó su daga y se preparó para atacar, pero al darse vuelta no se encontró con nada.

Fue distinto cuando volteó a la derecha y descubrió una figura observándola en la distancia. Era una silueta oscura y alargada, pero cuando volvió a pestañear, se había ido. Algo o alguien le estaba jugando... Una jugarreta de muy mal gusto. Se sintió, por un momento, como si estuviesen cazándola y estuviese a punto de recibir la estocada final. Tal vez solo lo había imaginado, pensó. Pero entonces, un estallido retumbó en la distancia, un sonido parecido a un trueno, ella miró al cielo y se encontró con la noche estrella, estaba lejos de llover. Entonces, volvió a escuchar aquel sonido, quedó claro que provenía del palacio. Adara sintió un repentino dolor en la cicatriz de su mano, como un ardor que iba aumentando y le hervía la sangre. Nunca había sentido algo como aquello; es todo lo que supo, como si el dolor no fuese suyo sino... De alguien más.


Allí, en medio del bosque, supo que no solo su vida corría peligro: la de Aletzander también y ciertamente ella odiaba que le importase, pero había hecho un pacto; un pacto que la ataba hasta la muerte y ella, no estaba dispuesta a arriesgarse a morir porque no lo había cumplido. Algo ocurría en el palacio y ella debía volver; su lealtad estaba con el rey, obligada o no y a decir verdad: no estaba segura de si eso incluía el protegerlo.

Adara volvió sus pasos y se dirigió al palacio. El frío le rozaba el rostro a medida que intentaba ignorar el dolor, obligándose a sí misma a ir con más prisa. Ignoraba la sensación de que, alguien la estaba observando. Adara no quería sentir miedo, se obligó a concentrarse en sus pasos y en el camino que le esperaba, pero no era solo el sonido de sus propios pasos y los de los truenos en la distancia, lo que la acompañaban. Volteó levemente mientras continuaba corriendo y observó por el rabillo del ojo, una silueta alargada arrastrándose tras ella, a unos metros a distancia. Adara soltó un jadeo, provocado por el susto y aceleró sus pasos, “eso" continuaba tras ella y parecía estar a punto de alcanzarla, el final del bosque parecía estar cada vez más cerca.

Las ramas casi le desgarraban la ropa, oía aleteos de las alas de las aves nocturnas. Sus pasos estaban lejos de ser sigilosos, pero ya no le importaba; de todas formas, más valía ser veloz e inalcanzable que sigiloso y lento. Esa cosa ya la había encontrado. Fue entonces cuando sintió que la tomaban por el tobillo... Aquello estaba lejos de ser solo una sombra. Estuvo a punto de tropezar, pero como aún tenía su daga en la mano, la clavó en la criatura, con la fuerza que el impulso le dio. Adara tenía los ojos casi desorbitados, por la sorpresa de su movimiento; la criatura se alejó dando chillidos estridentes, y la muchacha aprovechó aquello para continuar con su marcha.

No se detuvo hasta sentir que estaba lo suficientemente lejos, su respiración era entrecortada y su corazón le palpitaba con fuerza.

Ella estaba sorprendida por la vista, a varios metros ante ella, el palacio parecía inundado por las sombras, pero era distinto. Esta vez, una tormenta parecía arremolinarse sobre el lugar. Una tormenta hecha de sombras, tan oscuras que la niebla había cubierto los niveles más altos del palacio.

“Aletzander" ella pensó.

Podía oír el sonido de los choques de espadas, pero no fue hasta que se acercó lo suficiente, que pudo apreciar la escena entera: guardias luchando contra lo que parecían ser plebeyos. ¿Qué había ocurrido?. ¿Acaso eran los ederienses rebelándose contra su rey, por fin?. Ella lo dudaba, en realidad, sabía que aquel era un movimiento de Bretha. Desde que se enteró de los intereses de su rey, con la corona de Edere, siempre había esperado algo como eso.

Adara se obligó a idear un plan, no podía acercarse así como si nada, sin esperar que nadie intentara asesinarla. Nada venía a su mente, minutos atrás había estado a punto de ser atrapada por un ente aterrador y ahora, su vida volvía a correr peligro.

Pensó en utilizar su habilidad, pero de nuevo se sintió inútil, al darse cuenta de que temía utilizarlo, aquello aún le era desconocido. Se dijo a sí misma que ya había arriesgado su vida muchas veces, inspiró profundamente y continuó su camino hacia la entrada trasera, intentando ser veloz, llevaba la daga en su mano, no la había soltado antes y tampoco lo haría ahora, aunque el dolor la quemase. Ella era fuerte, sabía lidiar con las molestias; ella era fuerte, no tendría miedo; sería valiente y acabaría con todos. Tal vez ese era el motivo por el que deseaba tan fervientemente llegar a Aletzander, porque nadie más podía destruirlo, aquello ya estaba reservado para ella.

Veía a guardias corriendo, a medida que se acercaba. Hombres vestidos como súbditos, de la clase más baja. Algunos de ellos, luchando contra guardias, armados o únicamente utilizando sus manos para defenderse. Esto era una batalla campal y ella no podía predecir cuál era el lado que estaba ganando; probablemente hubiese luchado con los suyos si no fuese lo que era: la espía del rey, un peón más en su jugada.

Relámpagos grises, casi negruzcos sobre ellos, Adara se sentía perdida y temerosa, aunque solo lo admitiese por unos segundos y a nadie más que a ella misma. Unos pasos más y estaría dentro del palacio, pero ciertamente aquello había sido demasiado fácil; no se sorprendió cuando un hombre la detuvo y le colocó la daga contra la garganta, era uno de los plebeyos. Adara reaccionó rápidamente y le clavó la daga en el muslo, el sujeto soltó un grito y la soltó, pero logró hacerle un leve corte, del que un hilillo de sangre brotó. Adara ni siquiera profirió un lamento, estaba demasiado concentrada en salir de allí, pero el panorama dentro del recinto tampoco era muy diferente.

Adara había sido afortunada, en realidad: un poco más de fuerza y la hubiese degollado.

Cuerpos tendidos en el suelo y sangre, fue todo lo que vio una vez adentro. Adara contuvo la respiración, todo lo que allí había eran destrozos, incluso en la tenue luz de las antorchas pudo notarlo.

Oyó unos pasos acercándose y rápidamente se pegó a la pared, en la zona más oscura, esperando no ser vista. Los sujetos se alejaron rápidamente, dirigiéndose hacia la batalla. Adara salió de su escondite y se dirigió al salón principal.

Sintió alivio cuando vió a dos guardias saliendo de la sala del trono, pero esto cambió cuando uno de ellos disparó al otro y Adara tuvo que controlar un jadeo de sorpresa. Se escondió tras la pared, de nuevo. Sintió pánico cuando oyó los pasos del guardia acercándose, pero este no la notó.

¿Qué significado tenía aquello?. Aquella noche prometía más sorpresas.

Adara corrió presurosa hacia las escaleras, volteando a cada momento, por si había alguien a sus espaldas. El sonido de las armas y gritos de batalla hacían eco; justo en aquellos momentos, las escaleras parecían interminables, Adara deseó poder terminar con aquello.

Finalmente llegó a la habitación de Aletzander, abrió la puerta sin problemas, pero todo lo que se encontró allí fueron más cuerpos tendidos: muerte. El rey no estaba allí, Adara pensó entonces que las sombras venían del punto más alto del palacio; Aletzander estaba allí: a varios niveles más arriba de ella.

Adara gruñó frustrada y subió los escalones con velocidad, no había tiempo para temer tropezar; el dolor en su cicatriz aumentaba con cada paso, fue así como supo que estaba cerca. En cierto punto, se sintió tentada de soltar su daga, aquello quemaba y se preguntaba si Aletzander lo sentía también de aquella forma. ¿Por qué sentía eso?, y ¿por qué estaba segura de que tenía que ver con él?

Llegó al último nivel, solo había una puerta cerrada: la que tenía frente a ella. Pero al parecer, ella no había sido la primera en descubrir el escondite, dos sujetos vestidos como plebeyos, se encontraban allí en estado de ensoñación, o al menos eso era lo que parecía. Tenían los ojos abiertos, aunque completamente negros, pero por el movimiento de sus vientres, Adara supo que continuaban respirando.

Ella se dio cuenta de que habían sombras arremolinándose sobre la perilla de la puerta, como si ella misma lo supiera, la empujó con la mano en la que tenía la cicatriz. Ese segundo que duró pareció eterno, por el dolor extra que le provocó, pero entonces: tenía a Aletzander a solo unos metros de distancia.

La oscuridad se mezclaba con la luz de las lámparas y confundía la visión de Adara. Pero logró divisarlo, parado en el balcón: con las manos extendidas hacia el cielo y su cabello revoloteando salvajemente. Parecía controlado por sus sombras, más que ser maestro de ellas.

Se alivió un poco cuando lo oyó decir:

—¿No piensas hacer nada? Bruja —Adara contuvo la respiración.

A su alrededor, los muebles se hallaban destrozados, el suelo descuidado, como si aquella habitación hubiese sido abandonada hace tiempo.

—¿Qué demonios está ocurriendo? —fue lo único que a Adara se le ocurrió responder. Oyó la risilla ronca de Aletzander, como respuesta.

—Han venido a buscarme, y todo lo que hallaron es el infierno —él respondió, Adara se sorprendió, al no encontrar atisbo de deleite, en el tono de su voz. Sus manos se retorcían como si estuviese dirigiendo una obra musical, más que dirigir a sus sombras, las cuales se movían acorde a sus diligencias—. Solo haz algo —dijo antes de que un trueno resonara. Adara casi había olvidado lo poderoso que podía ser.

Ella sacudió sus pensamientos y se acercó al balcón. Ella no podía ver nada, allí abajo pero sabía que Aletzander sí que podía hacerlo.

—Son invasores —Aletzander dijo, con la voz ronca. Su rostro se encontraba fruncido con concentración, un rayo cayó y ella supuso que tendría como destino a uno de los atacantes.

—¿De dónde?

—No sientas compasión de ellos, son de Bretha.

La manera tan fría en que lo había dicho, provocó en Adara un escalofrío. Ella recordó haberle advertido sobre ellos, él los había subestimado, tal como la subestimaba a ella.

—No es tiempo de reclamos, Adara —él dijo. Él tenía los ojos cerrados, pero cuando finalmente los abrió: eran rojos, más rojos y brillantes de los que eran normalmente. Prácticamente brillaban en la oscuridad, la nariz le estaba sangrando levemente y la cicatriz en la mano de Adara parecía estar palpitando, aquello era imposible y lo sabía pero era como si le estuviesen dando puntadas. Ella lo entendió entonces, era Aletzander utilizando su poder, era él quien le provocaba aquello.

—Te diré un secreto, pero a cambio debes darme algo —continuó él, su voz era aun más ronca —. Mi poder proviene de un demonio y funciona igual que el de él —explicó con prisa —, solo que sigue siendo el poder de un demonio, en el cuerpo de un humano. Necesito un sacrificio para mantener mi poder, Adara, me estoy quedando sin reservas, todo lo que necesito es que me ofrezcas tu dolor — Adara lo miró incrédula, aquella era una parte que desconocía —. Por favor —suplicó.

Ella ya tenía el dolor de la cicatriz consigo, sin embargo eso no parecía ser suficiente. En un impulso, Adara se hizo un corte a lo largo del brazo, aunque la euforia del momento provocó que hubiese sido más brusca con eso de lo que debería. Aletzander volvió a cerrar los ojos y aspiró con la nariz. La sangre comenzaba a brotar del brazo de Adara, aquella iba siendo una noche sangrienta.

Aletzander parecía haberse fortalecido, al punto de que la oscuridad iba bajando cada vez más. Pronto alcanzaría a los invasores de abajo, aunque Adara temía que también afectase a los guardias.

La oscuridad se movía velozmente y los relámpagos caían con furia. Las manos de Aletzander controlaban la niebla a su alrededor, había comenzado a lloviznar, ella no sabía si aquello era producto del poder del rey o no, pero la batalla parecía continuar.

Aquella había sido su tarea en todo aquello, ser el sacrificio para el rey. Adara se apoyó contra la baranda, riendo prácticamente a carcajadas mientras observaba al rey controlar la escena.

—El Rey de las Sombras —ella dijo con sarcasmo. Se dio cuenta de que su visión comenzaba a nublarse.

Aletzander continuaba concentrado, al parecer su dolor había sido más que suficiente para él.

—Siento todo lo que sientes —ella dijo. Aletzander la miró de reojo, pareció saber de lo que ella hablaba, sin embargo no respondió.

Adara había comenzado a cerrar los ojos, cuando notó una silueta a espaldas de Aletzander. Había querido avisarle, había querido enterrar su daga en él, pero no encontró fuerzas para nada más que un titubeo.

Lo último que hizo Adara antes de cerrar los ojos, fue haber deseado que él cayera.





















¡HOLA!
Lo siento, he estado muy ocupada y con ciertas ideas que ordenar, pero siento que ha valido la pena. Ya estoy preparando el próximo capítulo, siento que les debo una actualización doble jsjsjs, pero veremos.

Besties, oigan esta canción y presten mucha atención a la letra, me encanta y realmente siempre me pone creativa💖

Es Greek God de Conan Gray

Es extraño, pero hace una semana nada más descubrí que se puede hacer esto jsjsjs.

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