15
Era la primera vez que veía a Aletzander en esa faceta, ni siquiera había titubeado antes de echar sus sombras sobre él. Todo había sido tan rápido, vio la oscuridad arremolinarse alrededor del cuello del hombre y luego sus ojos se habían vuelto negros, como si las tinieblas los hubiesen inundado, líquido oscuro brotaba de su boca, como si su sangre misma se hubiese contaminado, ella ni siquiera pudo presenciarlo completamente, prefirió apartar la mirada.
No sintió lástima, él probablemente había herido a otras personas en el pasado, todos lo hacen, la diferencia radica en que no todas las heridas dejan cicatriz. Ella no podía permitirse sentir pena por un abusador, no lo haría, pero eso no hacía que aquello fuese menos perturbador.
Aletzander nunca se había visto tan despiadado y cuando volvió a mirarla, ella hubiese jurado que él mismo se había convertido en la encarnación de la oscuridad, como si toda su humanidad se hubiese disuelto, porque la miraba como si aquello no hubiese importado, pensó entonces que tal vez estaba acostumbrado.
—Vámonos —dijo él con frialdad.
—¿Vamos a dejarlo aquí? —ella frunció el ceño. Aletzander miró al cadáver a sus espaldas una última vez, entonces se acercó y lo arrastró hasta uno de los cubículos, cerró la puerta con brusquedad y se sacudió las manos como si se estuviese sacudiendo polvo.
—¿Mejor? —volvió a hablar.
Era evidente que no podían salir como si nada, los compañeros del difunto naturalmente se darían cuenta de que este había tardado demasiado y por supuesto que habían notado que fue tras ella, sospecharían. Claro que descubrirían su cadáver pero si lo hacían, más valía que fuese tarde, cuando ellos ya estuviesen lejos.
—Van a preguntarme por él —dijo Adara.
—No lo harán, porque no podrán verte —dijo él con tranquilidad mientras daba un paso afuera de la habitación.
—No comprendo —ella frunció el ceño de nuevo y él la miró como si hubiese dicho algo demasiado obvio.
—Piensalo, solo te traje por si necesitaba tu don, así que... —dejó la frase sin terminar. Adara lo comprendió todo, pero esto solo despertó temor en ella, aún no confiaba ni lo más mínimo en sus habilidades, dudaba hacerlo bien. Lo que él pedía era demasiado, pues hasta donde sabía, su don no podía hacerla invisible, entonces él se refería a crear una ilusión, pero para que no la vieran tendría que controlar las mentes de cada uno de los presentes, haciéndoles creer que no había nada en donde estaban mirando, al menos si estaban observando en dirección a ella. Ella no se sentía preparada, sabía que no lo estaba.
En un impulso, tomó la manga de Aletzander y él se detuvo, la miró con condescendencia, como si aquello fuese un atrevimiento que esperaba que ella no volviese a tomar.
—No voy a lograrlo —ella dijo.
—Si realmente no lo crees, por supuesto que no lo harás.
—Entonces ideemos otro plan —él rió.
—Idealo tú —respondió con desinterés y se alejó unos pasos.
—Aletzander —dijo y él la miró como si hubiese soltado el peor de los insultos, internamente Adara se sentía triunfal, había dado en el clavo —, usted es el motín más preciado aquí —sonrió fríamente—. Además, no creo que le guste perder a un arma tan valiosa como yo lo soy para usted ¿No? —ella se acercó, era la primera vez que hacía algo como aquello. Parecían estar librando una batalla con sus miradas y ninguno estaba dispuesto a perder.
—De todos modos era broma —él habló y su semblante era serio, aún no había apartado su mirada.
—No me agradan las bromas en momentos inoportunos —ella respondió.
—No hay otra opción, Adara —Aletzander perdió la batalla, pues apartó la mirada—. Debes hacerlo, aunque pensándolo bien, hay otro modo de salir de aquí —fingió estar pensativo—. Muerta, por supuesto.
—Entonces, lo arrastraré conmigo— respondió sin pensarlo dos veces. Dio unos pasos adelante y observó el panorama.
Casi no había iluminación en el sector en el que estaban, por lo que sabía al menos allí, nadie los vería. Sintió a Aletzander detrás de ella, se puso tensa, sabía que él la estaba considerando cobarde pero aquello no era importante en aquel instante. En ciertos momentos, arriesgarse es bueno pero a veces es una total estupidez, más que valentía. Ella prefería salir con vida.
Un grupo se reunía alrededor de algo parecido a una contienda entre dos personas, una de ellas tenía un ojo morado y de su nariz goteaba sangre, ya no llevaba el antifaz puesto y parecía prepararse para otro ataque, no pudo ver a su contrincante porque este se encontraba de espaldas a ella y la multitud obstaculizaba su vista. Se veían entretenidos, era evidente que hallaban disfrute en la violencia. A ella le hubiese gustado agregarle más entretenimiento a la escena. ¿Qué pasaría si descubrían que tenían entre ellos al mismísimo rey al que tanto odiaban? ¿Le darían alguna recompensa? Lo único que recibiría sería la muerte por haber roto el pacto. Miró hacia donde había estado sentada, aquellos sujetos seguían allí, suspiró frustrada.
—¿Tanto miedo tienes? —oyó a Aletzander detrás de ella. Ni siquiera se molestó en responder, prefirió no decir nada por si el plan que comenzaba a formarse en su cabeza no resultaba como esperaba.
—¿Ha conseguido ya todas las respuestas que quería? —preguntó, en cambio.
—Las necesarias —él respondió. Aquella era una respuesta suficiente.
Adara fijó su atención en la barra de tragos, un hombre se encontraba sentado allí, si no podía arriesgarse a hacer cosas grandes, haría algo pequeño que podría causar un gran revuelo, lo suficiente como para aprovechar la distracción y huir.
Notó la botella de vidrio frente al sujeto, casi estaba vacía, ella no sabía si ya había llegado al estado etílico pero no importaba, concentró su atención en él, no fue fácil en un principio, pues todo lo que ocurría alrededor, sumado a la presión que sentía dificultaban que su capacidad fluyera, sentía algo parecido a unas puntadas en su cabeza, se estaba forzando a sí misma y eso le hacía daño.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió Aletzander. Ella no respondió. Entonces observó al hombre tomando la botella y en principio creyó que volvería a llenarse el vaso pero se levantó, parecía confundido mientras dirigía sus pasos hacia la mesa en la que ella había estado sentada, pero él estaba ebrio, no importaría lo que dijese, nadie le creería si dijera que alguien lo había obligado. Los hombres en la mesa lo miraban curiosos, Adara se sintió un poco culpable por lo que haría a continuación, pero pensó entonces que si estaban allí no era porque habían sido buenos y de todas formas, le importaba más su propia vida en aquel momento.
El hombre estrelló la botella contra la cabeza de uno de los que se hallaban sentados, uno de sus compañeros se levantó apresuradamente para socorrerlo y el otro fue tras el sujeto borracho, eran el centro de atención ahora, no se permitió ver lo que ocurría con todos ellos sino que se dirigió a la salida, supuso que Aletzander la seguiría y fue tras unos segundos que oyó sus pasos tras ella. Llegar hasta la puerta no fue fácil, mucha gente se interponía en su camino, reunidos alrededor para presenciar la golpiza. Ella empujó y fue escurridiza, no le importaba cómo lo estaba haciendo Aletzander, a él tampoco le había importado cómo lo haría ella. Podía oír el sonido de los puños impactando contra el cuerpo del hombre, podía oírlos pidiendo más, siempre querían más de todo lo que era malo, nunca era suficiente, algo en ellos estaba descompuesto. Algo en Aletzander y en ella se había roto hace tiempo también.
Adara había llegado a la puerta, pero entonces sintió a alguien estirándola del brazo y repentinamente estaba contra la pared, el hombre del parche que había visto al llegar la tenía atrapada y le gritaba cosas ininteligibles mientras la sacudía, teniéndolo tan cerca descubrió que sus ojos eran verdes y parecían los de un gato, él no era humano. Ella estaba tan sorprendida que ni siquiera supo cómo reaccionar, aunque su primer instinto fue patearle las partes bajas, él la tenía prácticamente paralizada. Estaba segura de que si continuaba con aquello, serían el nuevo foco de atención, sin dejar de mencionar que probablemente no le esperaba nada agradable.
Entonces, varias gotas de sangre fueron a parar a su rostro, estaban en sus labios y no se sentía asqueada. Ella ni siquiera había notado la daga que atravesaba la garganta de aquel tipo, era su propia daga pero alguien más la había empuñado. Aletzander estaba detrás de él y sin el mínimo cuidado, sacó el arma de donde la había enterrado, el hombre cayó al piso y ambos corrieron a la puerta, nadie parecía haberlos notado, después de todo estaban en la oscuridad, además de que la paliza continuaba y no tenían tiempo que perder.
La puerta parecía estar atorada pero consiguieron abrirla, eran bruscos, eran salvajes, tenían el poder de la adrenalina con ellos.
Una vez afuera, corrieron hasta que sintieron que estarían a salvo, incluso si creían que nadie los había visto no podían permitirse estar seguros. Más valía desconfiar, desconfiar hasta de sus propias suertes.
Se detuvieron frente al sitio en el que se habían encontrado al principio de la noche: la librería. Desconocían la hora, pero no importaba, de todos modos había mucho de lo que hablar. Aletzander fue el primero en decir alguna palabra.
—Un áureo —dijo, su respiración aún estaba entrecortada. Adara lo miró confundida —. Lo que te atacó — aclaró —, también los conocen como mascotas demoníacas —agregó con una sonrisa de lado. Ella esperó un momento antes de responder.
—Nunca he visto nada como aquello —dijo, tenía sus manos en las rodillas, en una posición que denotaba su cansancio. Estaban bajo el tejado de la librería y apenas había luz, solo la luz de la luna iluminaba sus rostros.
—¿Has logrado averiguar algo? – Aletzander preguntó. Adara estaba apoyada en la pared, se arrancó el antifaz en un movimiento brusco, él también se había quitado el suyo
—¿Está usted bien? —ella preguntó sarcásticamente, claro que realmente no le importaba— Sea como sea, no me importa y gracias por preguntar si estoy bien también.
—No hay por qué fingir —él respondió —. A ninguno de los dos nos interesa, así que por qué no ir al grano. Ella rió y sacudió la cabeza como si no terminara de creer aquello
—Es cierto —dijo sin mirarlo. Guardó silencio un momento y entonces continuó —Eleus —dijo— ¿Sabe quién es?
Aletzander volvió a fruncir el ceño, parecía intentar recordar.
—No —fue cortante— ¿Qué ocurre con él?
—Ya sé quiénes son sus enemigos —dijo ella, en cambio. Cuando se atrevió a alzar la mirada, se encontró con que él la miraba sorprendido, como si el hecho de que ella lo supiese lo hubiese asustado —. El rey de Bretha quiere su corona —dijo ella. Raramente él pareció repentinamente aliviado, ella supuso que aquel no era el secreto que guardaba— ¿No le preocupa?
—En lo absoluto —respondió sin dudar.
—¿No es ese el motivo por el que estoy aquí? —esa pregunta pareció descolocarlo. Adara se acercó a él con pasos lentos, cuando lo tuvo cara a cara, se dio cuenta de que tenía algunas gotas de sangre en el rostro, en un impulso se atrevió a llevar su mano a las orillas de sus labios, donde una gota estaba escondida, notó que él se había tensado, tenía la mandíbula apretada y ella pudo observar más de cerca sus rasgos. Se la quitó con cuidado y pudo sentir la suavidad de su piel. Era un rey, todo lo suyo debía ser bello pero su interior estaba contaminado, incluso en aquel momento lo sabía. Cuando alejó su mano, se encontró con que no podían apartarse las miradas. Ella se preguntaba en qué estaba pensando, por qué aquel instante parecía tan íntimo y por qué él no decía nada. ¿En qué momento su conversación se había convertido en aquello?
—No —respondió con la voz ronca—. Es mucho peor que eso.
—Entonces, dígame —él apartó la mirada.
—Ahora no.
—Estuve a punto de ser herida dos veces esta noche —alzó la voz, ella estaba consciente de que lo estaba tuteando y no le interesaba, creía que eso le daría más realismo a su molestia. Se apartó unos pasos y luego, casi en un susurro dijo— Haz que todo lo ocurrido esta noche valga la pena. Ya estoy cansada pero no lo suficiente como para no oír lo que tengas que decirme.
—No sé a qué te refieres —su voz sonaba frívola, de nuevo
—Zamael —ella lo miró molesta— ¿Quién es? —Aletzander frunció el ceño, al parecer había hallado el tema del que tanto evitaba hablar.
—Lo sabrás en su momento —respondió en voz baja.
—Ahora es el momento —contraatacó— Tenemos un trato, me prometiste darme cualquier información del asesino, no me hagas escupirte a la cara —Aletzander la miró incrédulo, inclusive Adara no podía creer que había dicho eso ¿Lo hizo? Tras unos segundos de silencio, él rió por lo bajo, ella se sentía confundida por aquella reacción, no la había tomado en serio. Debería.
—La oveja se ha rebelado —él dijo, en sus ojos brillaba algo parecido al desafío— Lo sabrás Adara —continuó— Pero aún no.
—Zamael desea tu corona, es lo que aquel sujeto dijo —habló sin disimular su ira— Zamael está tras de ti ¿Es a él a quien temes?
—No sabes nada, Adara —él sonaba frustrado.
—¡Entonces, dime! —ella gritó. Ambos guardaron silencio, estaba oscuro y no parecía haber nadie alrededor, ella comenzaba a temblar de frío pero ignoraba aquel detalle, había mucho por saber, demasiado. Mientras Adara odiaba no saber nada, Aletzander detestaba tener que decirlo todo. Estaban atrapados en la misma burbuja ahora.
—Zamael —él dijo finalmente— Es el demonio con el que mi madre hizo el trato —Adara lo miró incrédula, él ni siquiera pudo sostenerle la mirada, pero continuó— Ahora quiere matarme para quedarse con el reino.
—Eso no tiene sentido —ella dijo, él sonrió de lado.
—Ojalá fuese así pero tiene todo el sentido del maldito mundo.
—¿Es él el asesino? —ella preguntó, sonaba desesperada— Respóndeme ¿Es él quien mató a mi hermana?
El silencio de Aletzander era suficiente respuesta para ella. Él era un cobarde, ni siquiera podía mirarla.
Adara sentía las lágrimas en sus ojos ¿Elise murió por culpa de aquel bastardo?¿Por culpa de ese maldito rey? No podía evitar culpar a Aletzander Astadian.
—Mi hermana murió por tu culpa y lo sabías —soltó en voz alta—, es por eso que no querías decírmelo —intentó controlar el temblor en su voz—. Ni siquiera tiene sentido. ¿Por qué la mataría?
—Los demonios disfrutan la muerte —lo oyó susurrar.
—¡Entonces debió matarte a ti! —Adara no pudo evitar el grito de frustración que brotó de su garganta. Se sentía estúpida, claro que ella no había confiado en él, lo odiaba y entonces lo odiaba más que nunca porque fue por él que mataron a su hermana y la hacía sentir como si estuviese caminando sobre trozos de cristal, no quería sentirse como la víctima. Ella quería empujarlo al vacío, quería verlo caer y romperse en mil pedazos antes de tocar el fondo.
—Todo es por tu culpa —controló las lágrimas. Volvió a mirarlo, no se molestó en ocultar su rabia. Él seguía sin mirarla, haciendo que se enfureciera aun más. Ella no pudo controlar sus impulsos, entonces lo empujó contra la pared y lo agarró del cuello de su abrigo, él la miraba con los ojos demasiado abiertos, había logrado sorprender al hombre más odiado del reino, había logrado asustar al rey. Ella era más pequeña que él pero estaba furiosa, lo tenía tan cerca que clavarle la daga no sería nada para ella, pero él se recuperó tan pronto como ella lo atacó y entonces la había empujado, no lo suficientemente fuerte como para tirarla en el suelo pero sí para liberarse. La miraba con frialdad de nuevo, repentinamente parecía el mismo ser que había asesinado aquella misma noche, el rey de las sombras.
—Eres despreciable —ella le gritó.
—Es bueno que me odies —su voz era áspera.
—Lo será hasta que te mate.
—Si no lo logran otros primero —respondió él, su semblante era completamente serio, entonces la dejó sola. Ella prefirió no seguirlo, lo que menos deseaba era tenerlo cerca, lo odiaba demasiado. Se había aliado con la causa de todos sus problemas, su hermana había muerto porque él seguía vivo y eso era injusto, él no merecía aquella oportunidad, no más que Elise. Él le mintió en su propia cara, sintió que se había burlado de ella.
Cuando él estuvo lo suficientemente lejos, se permitió llorar de furia, porque comenzaba a sentirse cansada y sabía que la historia recién había comenzado, no sabía lo que pasaría pero no creía en un buen final. Hizo un trato con el causante de la muerte de sus hermana, si lo que le había prometido era venganza, entonces tendría que castigarlo a él también, pero estaba obligada a darle lealtad y lo odiaba tanto, tanto que lo maldecía en voz baja. Su marca había comenzado a dolerle de nuevo.
No había por qué contenerse, ya nadie la estaba viendo.
Nadie la veía, solo algo.
Esta sección es únicamente para decirme feliz cumpleaños porque mi cumple fue el jueves pasado xD💖
HEEEY!!!
En verdad, shippeo a Zander y a Adara *compulsivamente* siento mucha tensión mientras los escribo, bueno, perdonen por stanearlos, incluso si son mi propia creación :')
Pd: no sé si los links del capítulo anterior funcionaron pero por si no lo hicieron, la canción es Control de Halsey <3
Bueno ¿Qué les pareció este capítulo?
¿Qué opinan de Adara? ¿Y de Aletzander?
Estuve haciendo Picrews de ellos😭💖
Les muestro
Adara Luccard
Aletzander Astadian
También hice uno de Arem porque algunas personas me dijeron que les agrada😹💖
A mí igual, en realidad es un personaje muy importante <3
¡Todos lo son!
Gracias por llegar hasta acá otra vez, eso quiere decir que esta historia te está gustando (eso espero) y siendo sincera, el hecho de que alguien disfrute leyéndola es lo más importante para mí💖
Pd: No sé pero cada vez que miro el Picrew de Aletzander, me da algo, es tan lindo JAJAJA
Ay, siento mucha vergüenza también porque estuve mirando mis borradores de capítulos anteriores y encontré varias faltas ortográficas y YA NO PUEDO EDITARLOS por la competencia, perdonen😞💔
No soporto pensarlo jsysusys pero desde ahora seré más quisquillosa con eso, es que antes escribía los capítulos prácticamente dormida así que ni cuenta me daba o andaba confundida.
Hasta la próxima actualización, probablemente sea el domingo💖
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