13
Adara se sentía extraña al recordar su último encuentro con el rey. Llevaba poco tiempo relacionándose con él y aunque sospechaba que tras aquella fachada de frivolidad se hallaba en realidad una persona frágil, no esperó que aquella faceta suya se mostrara tan pronto frente a ella. Supuso que él la odiaría, él probablemente detestaba que Adara lo viera de otra manera, sin embargo aquello no cambiaba nada. Para ella, él seguía siendo un hombre vacío, un hombre sin sentido y sin una dirección a la que apuntar.
Aquel día no volvió a verlo, Cinthya le dijo que era normal en él encerrarse o desaparecer misteriosamente hasta que decidiera reaparecer. A ella no le importaba. A decir verdad, se sentía contenta por no tener que lidiar con su actitud tan indiferente y molesta.
No pudo dormir de nuevo aquella noche pero la razón era distinta. Su marca quemaba, sí, aquella marca que el rey alguna vez había mencionado, marca que se expandía por toda su espalda como si de una constelación se tratara, podía sentir los puntos ardiendo en su piel. El dolor era mínimo al principio, pero este fue aumentando con el correr de las horas, sin embargo aquello no era suficiente para provocar sus lágrimas. Intentó utilizar su don para eliminar ese ardor pero esto parecía provocarle el efecto contrario.
Tomó un paño y lo humedeció con agua, lo frotó suavemente en las zonas que pudo alcanzar. Esto ejerció como un calmante en ella. Al parecer, el dolor disminuiría en el transcurso de las horas. Adara sospechaba que apenas había pasado la medianoche, sin embargo había oído algo en el pasillo, un sonido que puso sus sentidos alerta.
Se colocó la bata celeste que tenía junto a la cama y pegó sus oídos a la puerta. Allí estaban de nuevo, unos pasos que no parecían venir de muy lejos. Adara se debatió entre salir o no, a estas horas el pasillo estaría oscuro, sería peligroso, sin embargo no era normal tener a alguien merodeando por allí a aquellas horas. Podría significar cualquier cosa, si era algo importante ella debía descubrirlo.
Tomó su daga y tras armarse de valor, abrió la puerta. Lo que encontró allí la sorprendió, era Arem.
-¿Arem? -preguntó, este parecía nervioso.
-Lo siento, no pienses mal -intentó sonar relajado-. Simplemente no podía dormir y estaba pensando en dar un paseo.
-¿Por qué te detuviste ante mi puerta entonces?
Arem la miró incrédulo, al parecer no esperaba aquella pregunta. Varios segundos pasaron antes de que volviera a hablar.
-No fue a propósito -respondió con la mirada gacha-. Aún no estaba decidido de si hacerlo o no.
Su voz había sonado suave, casi como un susurro. Adara pensó que aquella excusa era demasiado tonta, probablemente era mentira pero entonces, ambos estarían a mano. Él se veía tan... Humano, allí, con la tenue luz de las antorchas iluminándolos. Arem parecía un muchacho pillado en plena travesura. Y Adara odiaba admitir que se veía tan hermoso. Él siempre le había parecido hermoso.
-Te creeré porque no pienso cometer el mismo error que tú-dijo ella finalmente. Su voz sonaba áspera, como si le hubiese costado pronunciar aquellas palabras.
-No te conozco -dijo él como si fuese lo más obvio del mundo-. Por supuesto que sospecharía -Adara se tensó, él se aclaró la garganta-. Pero ciertamente eso no excusa el comportamiento que tuve por la mañana.
Arem se veía cubierto por una capa de tímidez. A ella no debió sorprenderle, después de todo, él siempre se había mostrado amable, aunque también era cierto que fue diferente con ella, sin embargo él tenía sus motivos para desconfiar.
-Acepto el paseo -dijo ella. El muchacho la miraba sorprendido, pues era casi descabellado aceptar un ofrecimiento que no se le había dado. Por un momento se sintió incómoda de estar bajo su escrutinio pero pronto él la tomó del brazo cuidadosamente y se dirigieron hacia la salida del palacio. Ambos caminaban en total silencio, Adara no se atrevía a mirarlo pero podía sentirlo temblando un poco. Ella no entendió el porqué.
-¿Tienes frío? -preguntó Arem.
-No -respondió inmediatamente -. ¿Y tú?
-Un poco.
-¿Es por eso que estás temblando? -él sonrió tímidamente.
-Claro. ¿Estás segura de que no tienes frío? -insistió.
Adara había aprendido a controlar su propio cuerpo, era definitivamente más fácil que intentar manejar a otra persona. Pero aún no estaba lo suficientemente lista como para controlar la termorregulación de Arem.
-Estoy bien -respondió- ¿Cuál es el motivo de tu desvelo?
-Una joven hermosa -él bromeó. Adara se atrevió a mirarlo, ella no había podido evitar la evidente sorpresa en sus ojos. Arem se veía tímido de nuevo, ella odiaba verlo en esa faceta, lo odiaba porque le resultaba tierno.
-Pues me alegro por ti -dijo, intentando sonar honesta-. El amor es hermoso cuando es correspondido -apartó la mirada. Arem pareció reflexionarlo, ambos caminaban en silencio bajo la luz de la luna. Por algún motivo, Adara se sentía nostálgica. Era extraño no sentirse incómoda, ella ni siquiera sabía que pensaba aquello hasta aquel momento. Arem la miraba con admiración, como si deseara ser su amigo, a pesar de que cada uno de sus encuentros había resultado desastroso.
-¿De dónde eres? -él preguntó. Ella se tomó su tiempo para responder.
-De aquí -dijo-. ¿Y tú?
-¿Qué significa de aquí? -arqueó una ceja- Crecí en el palacio, con mi madre -pareció recordar algo-, mi padre murió cuando era un niño.
-Lo siento -Adara lo miró con incredulidad-. Te comprendo -bajó el volumen de su voz-, yo crecí sin mis padres.
-¿En un orfanato?
-Sí -mintió-, en un orfanato.
Adara estuvo a punto de decir la verdad, pero supuso que aquello solo demostraría su debilidad. Era Adara la que había sido abandonada, Adara era la criminal. Pero ahora estaba interpretando el papel de Aureen, debía hacer su mentira creíble.
-Crecí rodeada de otros niños, a los que consideré mis hermanos -continuó con nostalgia-. Pero ahora ya no están.
-¿Se marcharon del orfanato?
-Se los llevaron -dijo, sonando cortante-. Supongo que creciste como un hijo mimado -él rio.
-A decir verdad, un poco -sonreía-. Mi madre siempre fue una mujer amorosa, me hace sentir afortunado.
Adara pudo sentir la admiración con la que hablaba de su madre. Lo observó, la luz de la luna le favorecía, a su alrededor todo lo que veían eran arbustos podados con formas raras, no se habían alejado demasiado del palacio.
-¿Por qué te convertiste en guardia? -inquirió ella. Arem no parecía contento con aquella pregunta, repentinamente el ambiente se había tornado incómodo, los segundos seguían transcurriendo y la tensión no disminuía.
-Lealtad al rey -respondió cortante-. Volvamos -dijo él.
-Por supuesto -ella fingió una sonrisa. Adara pensó que su reacción había sido muy extraña, casi la misma que tuvo su madre cuando le preguntó sobre el mismo tema.
Ambos se dirigieron de vuelta al palacio. Adara tuvo la certeza de que su conversación pudo haber continuado si ella no hubiese formulado aquella pregunta. Se sintió tonta y a la vez humillada, inclusive cuando no había razón para estarlo.
Arem la dejó en la puerta de su habitación. Sorpresivamente tomó su mano derecha y suavemente, plantó un beso en él. La suave textura de sus labios sobre su piel la hizo estremecer.
Inclinó la cabeza levemente en modo de despedida y se retiró.
Adara se dio cuenta entonces, ya no sentía dolor.
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La labor de Adara recién comenzaba y ella ya se sentía agotada. Se dirigió a la cocina con la intención de saludar a Cinthya, a quien ciertamente, ella ya consideraba una amiga. Pero lo que encontró allí le resultó inesperado.
Sentada en una de las butacas y con el uniforme de la servidumbre, se encontraba la muchacha a la que habían rescatado. Adara se sentía confundida, tanto que ni siquiera pudo saludar, entonces apareció Cinthya a su lado y sutilmente la condujo fuera de la habitación. Estaban en los pasillos pero ambas sabían que nadie podría escucharlas, el palacio estaba casi desierto, como siempre.
-¿Era ella...
-Sí -interrumpió Cinthya- Disculpa por no haberte avisado antes, la verdad es que no sabía qué hacer con ella.
-No entiendo nada -Adara habló casi en un susurro. Cinthya tardó un momento en responder pero cuando lo hizo, su respuesta la dejó helada.
-Ella no tiene a dónde ir, Aureen -habló, su mirada se había tornado preocupada -. No recuerda nada de lo que ocurrió cuando fue atacada pero sí todo lo que pasó antes.
-¿No te parece conveniente?
-No -respondió cortante-. Aureen, es solo una niña. Ni siquiera ha cumplido los dieciséis años. No puedo mostrarme indiferente -pronunció la última oración con un poco de vergüenza.
-¿Entonces? -la presionó Adara. Temía el rumbo de aquella situación, temía que confiaran en la persona equivocada.
-Solo quiero que guardes el secreto -parecía suplicante -. Soy la encargada del personal de servicio así que nadie sospecharía nada si incluyo a una persona más en la labor. El rey ni siguiera nos presta atención, solo necesito saber que cuento contigo.
Adara no quería decirle que aquello le daba un mal presentimiento. Creía que Cinthya estaba siendo algo ingenua, después de todo, apenas conocían a aquella muchacha. Se dio cuenta de que la suspicacia de Aletzander le había resultado contagiosa.
-Cinthya, no puedes confiar tan rápido en una desconocida -habló pacientemente- No sabemos si este era su plan desde el inicio.
-¿Crees que está detrás de Aletzander?
-No, de él no, de la corona -por primera vez, Cinthya la miraba con una especie de burla- No finjas que no sabes que nuestro rey está lleno de enemigos.
Coincidentemente, el rey apareció bajando las escaleras. Dos guardias lo acompañaban a sus espaldas, lucía imponente vestido totalmente de negro. Inclusive si su chaqueta era larga y no se ajustaba del todo a su cuerpo, todo en él resultaba... Llamativo.
Adara y Cinthya guardaron silencio, cuando el rey estuvo cerca, ambas se sumieron en reverencias en señal de respeto. Aletzander solo miró a Adara, quien bajó la mirada nerviosamente. Ella no sabía porqué, pero prefería no mirarlo. Una vez que el monarca se adentró a la sala del trono, ambas retomaron su conversación.
-¿Podrías hacerlo por mí? -insistió Cinthya.
Adara no respondió, se limitó a mirarla con indecisión. No quería perderla como amiga pero tampoco podía tomarse el lujo de confiar, no podía evitar ver lo sospechoso en aquella situación. ¿Por qué Cinthya quería ayudar? Ella sabía que habían otras soluciones para aquel caso.
-Haz lo que quieras, Cinthya -respondió finalmente, parecía resignada-. Pero no le des tu confianza a quien apenas conoces.
Cinthya la miró incrédula, parecía dolida incluso. Adara se apartó y volvió a la cocina, en búsqueda de las botanas del rey. Pues sabía perfectamente que cuando iba a la sala del trono, ella debía estar presente.
Dejó atrás a Cinthya, quien aún parecía tensa. Ciertamente, Adara comenzaba a arrepentirse por haber dicho aquello.
Se detuvo unos segundos antes de ingresar al salón, el rey parecía estar ensartado en una acalorada discusión, aunque ella no tenía idea de con quién.
-Pero ¿Toque de queda? Señor -decía una voz temerosa.
-Hazlo, Príamo -habló el rey, con voz firme-. No quiero excusas.
El hombre asintió, resignado y se marchó. Adara esperó unos segundos más para finalmente adentrarse al salón. Hizo una profunda reverencia, más como una burla personal que como otra cosa. Se ubicó a la derecha del rey, con el cuenco de frutas en sus manos.
-Me alegra verlo, su Majestad -dijo Adara con sarcasmo.
-Lamento no corresponderte -respondió él, era la frivolidad personificada.
El rey despidió a los guardias y Adara y él quedaron a solas, la muchacha frunció el ceño con confusión, pues esto podría ser mal interpretado. Sin embargo, no dijo nada al respecto.
-¿Has logrado averiguar algo más? -preguntó Aletzander.
-No -dijo ella, cortante.
-Mal por ti, entonces no podré cumplir con mi trato.
-Espere -ella lo interrumpió-, anoche Arem y yo conversamos pero no logré sonsacarle nada interesante.
-Entonces, no me des información innecesaria -él arqueó una ceja.
-Aquel no es el punto. Dese cuente, podría intentar ganarme su confianza -Aletzander soltó una risotada, sin embargo lucía complacido.
-Si me permites decírtelo, eres una buena aprendiz.
-No, creame que no somos de la misma calaña -dijo ella, fríamente.
-Tu odio no me molesta -su voz se había tornado tranquila -. Estoy acostumbrado pero es la primera vez que alguien me lo dice en la cara.
Adara no respondió. El ambiente se había tornado incómodo, Aletzander parecía estar en otro sitio, no se veía frágil, para nada. Parecía pensativo, nostálgico. Ella no sacaría provecho de aquello.
-Hay algo que debes saber -él volvió a hablar-. A pesar de que no cumpliste con lo solicitado, necesitaré tu compañía esta noche, así que te daré lo prometido a cambio de eso.
Adara lo miró con suspicacia. Todo aquello sonaba bastante extraño.
-El asesino ha vuelto a aparecer -Aletzander dijo con tranquilidad, sin embargo Adara notó que había algo en aquello que lo tenía mortificado. El cuerpo entero de Adara se puso en tensión-. Esta vez atacó a un niño.
Adara se sintió repentinamente enferma, pensó en Elise y se preguntó cuántas otras víctimas habían sido hasta el momento. Todo aquello se manejaba con muchos misterios, como si debiese mantenerse en secreto. ¿Había alguna forma de proteger al reino de Edere? ¿Qué otras amenazas habían?
-¿Cuándo? -preguntó ella, casi en un susurro.
-Hace dos días -respondió rápidamente.
-¿Por qué no me lo dijo antes?
-Solo lo supe ayer -su voz sonaba tranquila. Adara pensó que probablemente la reacción que tuvo el día anterior se debía a aquello.
-Entonces, dígame lo que debo hacer -ella habló con todo el valor que pudo reunir-. Lo haré.
-No moriremos aún, Adara. Por ahora buscaremos pistas.
Aquella primera oración había conseguido intimidarla, sin embargo prefirió omitirlo.
-¿Y cuál es mi papel en todo eso? ¿Cómo lo haremos?
Aletzander se levantó del trono. Su corona estaba colocada sobre su cabeza en un ángulo extraño, justamente como la primera vez que se habían reencontrado. Se acercó a ella con pasos lentos pero decididos, como siempre hacía cuando se trataba de Adara, como si fuese su presa. Ella le sostenía la mirada, dejando en claro que no se sentía intimidada. Confiaba demasiado en que era lo que él necesitaba, ella sabía que estaba siendo soberbia y sin embargo, no le importaba.
-Iremos a los suburbios de Bonmouth -dijo él, frente a ella. Su voz casi era un susurro-, nos haremos pasar por clientes de la zona y averiguaremos quienes son los traidores a la corona -Adara notó que parecía contener su emoción. El rey no lucía temeroso ante aquello.
-¿No teme por su vida? Su Majestad.
-Para nada -respondió sin pensarlo-. Solo deseo acabar con todo esto.
-No creí que llegaría a importarle lo que ocurriera con su reino.
Aquel comentario pareció picar en el monarca, quien se veía repentinamente molesto. Se apartó de ella con brusquedad.
-Es mi deber.
-Ahora respóndame ¿No cree que alguien podría reconocerlo?
-No, porque ahí es donde entras tú -dijo él, determinado.
-No comprendo.
-Mi querida bruja -dijo él, con una sonrisa sarcástica-, hay mucho de tu don que aún no sabes.
-Entonces explíqueme.
-Por supuesto que lo haré.
¡Holaaaaa!
Desde ahora estaré actualizando dos veces por semana, no es porque me haya quedado sin ideas, simplemente prefiero publicar cuando me sienta cien por ciento segura del rumbo que está tomando la historia, antes de publicar y volver a editar una y otra vez xD
Agradezco mucho que hayan llegado hasta acá, pueden hacerme saber sus opiniones sobre la historia, tanto en comentarios como por mensaje privado💖
No tiene mucho que ver con la historia pero el jueves es mi cumple AAAA y voy a pasar todo el día leyendo o eso espero. ¿Cuál es su lectura actual? Bueno, además de esta jsjs
Me gustaría interactuar más
Idk🌸
Hasta la próxima actualización, que será el viernes. Espero que hayan disfrutado de este capítulo :)
Pd: Cardaaaan jsjsjs
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