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Aviso
Este capítulo toma escenario antes de los dos últimos capítulos que había actualizado anteriormente, por lo que decidí editar el orden de estos, espero que no resulte confuso, sin embargo puedo decir que me siento más conforme con el resultado🌸
Espero que disfruten de estas actualizaciones.
Pd: las modificaciones más importantes se dieron en el capítulo 6, 7 y 10 (que ahora es el 11)
Ahora sí, los dejo con la lectura
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Las brujas eran odiadas en Edere por varias razones:
La primera, eran capaces de controlar hasta al ser humano con más fuerza de voluntad existente, las más poderosas podían hacerlo solo con la mirada pero inclusive las que se consideraban "débiles" podrían causarte una muerte lenta y dolorosa si así lo querían.
Antes de Edere o los siete reinos, solo había un gran continente: Sverra.
Sverra era una tierra dominada por criaturas inmortales, en años anteriores, hasta los mismísimos demonios convivían entre los humanos, era esta la razón por la que las brujas abundaban, pues estas eran producto de la unión de sangre demoniaca y sangre mortal, claro que, este no era un dato que todos conocieran, al menos tantos años después de aquella época, la información se había perdido entre tantas generaciones.
Se creía que las brujas estaban extintas, pero allí estaba Adara.
Lo mágico era algo normal en Edere, pero algunos tipos de magia eran prohibidos. La brujería, no solo era penada con muerte debido al control que podía llegar a ejercer, sino también por su conección con los entes oscuros.
La última vez que se había acusado de brujería a alguien, había sido a la madre de Aletzander, murió por supuestamente haber contactado a un demonio, supuestamente había hecho un pacto para que Aletzander fuese poderoso, se decía que tenía sangre de demonio en las venas. Pero eso ya no tendría sentido, Adara pensó, entonces no hubiese podido ascender como rey.
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Aletzander se sentía un poco incómodo con Adara, no estaba acostumbrado a tener a alguien alrededor, por más que se viera obligado a atender a personas diariamente.
Pero él sabía lo que debía hacer con ella, había leído varios libros sobre brujería en su tiempo viviendo en la torre, que por cierto, estaba conectada con la biblioteca. Descubrió en aquel entonces, la cantidad de libros prohibidos que se almacenaban allí. A decir verdad, Aletzander se sentía repulsivo al pensar en brujería, había perdido a su madre por eso, sin embargo la curiosidad comenzó a embargarlo después, inclusive accidentalmente encontraba algún artículo sobre brujas en libros de seres mágicos, aunque este tipo de magia era considerada oscura.
Aletzander sabía que el primer paso era explicar a Adara cómo funcionaba su poder, él quería que ella fuese poderosa, aunque no lo suficientemente como para superarlo, aunque sabía perfectamente que esto no lo lograría, no era arrogancia, era el resultado de la decisión de su madre.
Aquel primer día, Adara lucía impacientada, Aletzander sabía perfectamente que ella estaba contando las horas para poder retirarse, probablemente odiando tenerle tan cerca. La emoción de sentirse desafiado lo inundó, pero se controló, a pesar de que sentía cierto gusto al fastidiarla, aquel no era momento.
Aletzander le había ordenado quedarse de pie a su lado mientras mientras recibía a los súbditos, casi siempre consejeros, quienes se mostraban suplicantes con cualquier pedido, por supuesto que el monarca no era fácil de convencer, sin embargo prefería dejarlos con un poco de ilusión.
—¿Disfruta mintiendo? —preguntó Adara.
—Para nada —respondió él con una sonrisa.
No podía negar que se sentía un poco culpable cuando notaba la mano herida de la muchacha, pero terminaba recordándose a sí mismo que aquello era necesario, pues así, sus planes estarían a salvo, no podía darse el lujo de confiar en ella a menos que su vida dependiera de ello, en este caso, la vida de Adara dependía de con quién ejercía su lealtad, si lo traicionaba, moriría. Aletzander no mentía en ese aspecto.
Adara no estaba con él en todo momento, Aletzander también tenía asuntos de confidencialidad que tratar, asuntos que a pesar del pacto que ambos habían hecho, no podría contarle, aún no era el momento y no lo haría hasta que fuese sumamente necesario.
Aletzander intentaba desocuparse a las dos de la tarde, todos los días puntualmente, la citaba en distintas zonas del palacio, dependiendo de su intención. Aquel día, citó en el salón de entrenamiento, varios guardias se encontraban afianzando sus destrezas, Aletzander los observaba desde un palco ubicado sobre ellos,
los guardias que allí practicaban eran en su mayoría novatos, él había creído que aquel sería un buen lugar para poner en práctica las habilidades de Adara también, pues los hombres estarían tan concentrados en la lucha que no repararían en algún movimiento involuntario o al menos no le darían mucha importancia.
Adara apareció a sus espaldas unos segundos después, llevaba el uniforme rojo de la servidumbre pero él había pensado en agregarle algo que la diferencie del resto, puesto que era la única que tenía su consentimiento para acercarse a él y solamente por el trato que los unía.
—¿Has intentado volver a hacer uso de tu habilidad? —preguntó él, prestando atención a la batalla debajo, dos hombres demostrando sus proezas con la espada.
—Lo he intentado pero siempre termino con dolor de cabeza.
—Es porque no te concentras como deberías —dijo con vos severa—, tienes que enfocarte en la persona y en lo que deseas que haga. Pero tampoco debes presionarte, debes quererlo.
—Tal vez ese sea el problema —ella lo miró con frialdad— No tengo tantas ganas de convertirme en una titiritera.
Aletzander la comprendió, sin embargo rechazar aquel poder no era algo que pudiese permitirse, por lo que continuó insistiendo.
—Entonces, hazlo con ellos —dijo él, señalando a un par de guardias que también observaban la contienda. El desafío brillaba en sus ojos. Adara lo miró con confusión, Aletzander supuso que ella estaría pensando en sus opciones, probablemente creyendo que su intención era burlarse—. Tienes que hacerlo —continuó él, el rostro de Adara cambió, ahora lucía contrariada.
Aletzander se hubiese ofrecido como sujeto de práctica pero estaba seguro de que no funcionaría, había algo en él que lo hacía inmune a ciertos tipos de magia, era el resultado del pacto que lo había convertido en lo que era.
—Debería darme un blanco más fácil —dijo ella finalmente.
—No lo lograrás si no confías en ti misma, debes sentirte segura —hizo una pausa—. Escucha, debemos descubrir cuál es tu rango como bruja, así que no perdamos más tiempo.
—¿Rango?
—Sí, existen brujas que son más poderosas que otras, estas son las primerizas. En cambio, están las que necesitan algún tipo de amuleto para poder sobresalir con sus dones, las secundarias —explicó, con un toque de impaciencia—, así que concéntrate en ellos y doblégalos a tu voluntad, solo no hagas que sea demasiado evidente.
—¿Cómo sabe usted todo eso? —prreguntó. Aletzander no parecía tener intención de responder.
— ¿Vamos a empezar o seguiremos perdiendo el tiempo?—él la presionó, tras varios segundos de silencio— Hazlo—dijo con semblante frívolo. Lo único que detenía a Adara de hacerlo es que se lo ordenaba Aletzander, la hacía sentir extraña, sin embargo lo hizo, porque sabía que en algún punto, estaría obligada a hacerlo.
Se concentró en uno de los guardias, este no parecía muy interesado en la batalla que se estaba librando. Ella no sabía lo que quería que él haga, pero pensó en algo muy simple, tal vez bostezar, pensó.
—Adara...
—Lo estoy intentando— ella interrumpió. Aletzander no parecía muy molesto sobre aquello.
Ella solo pensaba en lo que él quería que hiciera, observaba al sujeto minuciosamente, pensó en él como si fuese una marioneta y ella una titiritera.
«Quiero que bosteces»
No lo lograba, Aletzander no se veía tan entretenido a su lado. Pero entonces, no bostezó, el pobre hombre cayó desmayado, sus compañeros se acercaron a él con preocupación e intentaron descubrir lo que había ocurrido. Adara se sintió terrible, llegó a pensar que lo había asesinado.
—Primer rango —dijo Aletzander a su lado, parecía satisfecho.
—¿Se supone que deba alegrarme?
—Por supuesto que sí, poder es poder —fingió una sonrisa. Lo cierto es que solo estaba contento porque aquello le convenía, Adara apartó la mirada de él, ella quería marcharse, pero antes, fijó la mirada en los guardias otra vez, estos ya se disponían a trasladar al muchacho a otro lugar. —Lo llevarán a la enfermería —Aletzander pareció darse cuenta de su preocupación—. Te aseguro que estará bien.
Eso la tranquilizo un poco, sin embargo algo más se le vino a la mente, Adara recordó algo, no se había dado cuenta hasta aquel momento, si los guardias que estuvieron encargados de ella en su tiempo en el calabozo volvían a verla, la reconocerían, sabrían que la bruja no murió, lo que obviamente desataría sospechas sobre el rey.
–¿Qué pasará con los guardias que habían cuidado de mí cuando estaba encerrada? —preguntó a pesar de que ella aún se sentía encerrada.
—Están muertos —dijo él fríamente. Adara lo miró con sorpresa, tampoco esperaba aquella respuesta.
—¿Por qué? —preguntó, en un falso intento de disimular su pánico repentino— ¿Hicieron algo malo?
—Debes comprender, ponían en peligro mis planes, no podía dejarlos vivir, ellos te reconocerían estando en el palacio.
Aletzander no la miraba, pero su semblante era el mismo de siempre.
—No deberías sorprenderte —habló él, su mirada estaba posada en algún punto de abajo, su voz sonaba desinteresada.
—Está tan orgulloso por los males que ha hecho que le aseguro que alguna vez lo perderá todo —Aletzander podía sentir sus palabras, sintió el deseo en ellas.
Entonces ella deseaba su muerte, porque él definitivamente, ya no tenía otra razón para luchar, inclusive aquello lo hacía dudar de vez en cuando. ¿Quería vivir o simplemente le temía a la muerte?
—Aceptaré tus buenos deseos después, por ahora dejaré la práctica en tus manos —dijo él, dejándola sola en aquel lugar.
Sabía que ya se había sembrado su odio desde el primer día, no le importaba, eso era lo que se decía. Pero lo cierto es que comenzaba a sentirse cansado de ser odiado, la gente asumía que a él le agradaba pero no podían estar más lejos de la verdad. Olvidaban que él también tenía algo de humano, aunque ese algo llevaba años estando un poco roto.
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