9. El chico de la calle.
Estaba en la calle, esperando a Ishtar. Un chico se acercó a mí. No me sonaba de nada.
–¿Tienes hora?
–Sí, son las seis y diez.
–Muchas gracias, bonita.
–Nada.
Miré a otro lado, esperando a que se fuera. Me estaba poniendo nerviosa que me mirara tan atentamente y tan de cerca. Por favor, Ishtar, date prisa.
–¿Qué hace una chica tan guapa como tú en un sitio como este?
Apreté la mandíbula para no pegarle un puñetazo en la cara. ¿Por qué no dejaba las putas frases clichés y me dejaba en paz?
–No te importa.
–Es una lástima que estés tan sola.
¿Y por qué crees que necesito a alguien?
–Gracias por tu consideración –contesté con sarcasmo, dejándole claro que me estaba tocando los ovarios–; pero ya estoy esperando a alguien, así que puedes largarte.
–Vaya, con carácter, me gusta. ¿A tu novio?
–No. –Me quedé callada antes de soltar "a mi novia", ¿y si me pegaba?– No te importa. No te conozco. Lárgate.
Miré a mi al rededor, pensando en si entrar en alguna tienda para que me dejara. Quizá podía entrar en la que tenía detrás y mirar desde la puerta si llegaba Ishtar para salir. No creía que fuera tan idiota de seguirme hasta allí para seguir molestándome.
–Sólo intento ser amable.
–Mira, tío, no vas a conseguir nada conmigo, así que lárgate y déjame en paz, ¿quieres?
–Lo haría encantado, pero he tenido el presentimiento de que haríamos una muy buena pareja.
¿Será capullo?
–Agradezco su consideradísima oferta, pero ya tengo pareja. Largo.
Di un paso hacia atrás, acercándome a la tienda. Aquel muchacho estaba empezando a asustarme seriamente. Era demasiado insistente. ¿Es que no le habían enseñado lo que es un "no" en su vida?
–Tu novio no te merece si te deja ir tan solita por la calle.
–¡Serás machista! –exclamé asombrada por su nivel de idiotez– ¡No necesito ningún hombre que me cuide! ¿Vale? Puedo cuidarme yo solita. Ahora hazme en favor y déjame en paz.
–¿Te gusta hacerte la difícil, eh?
Mi rostro debió reflejar la incredulidad máxima. ¿Cómo se puede ser tan inepto? ¿Es que crees que por tener coño voy a querer algo contigo, o qué? No es ya sólo el hecho de que me gusten las mujeres, es que ninguna persona con un poco de cabeza le seguiría el juego a un tío así.
Para mi mayor asombro, el tío se me besó. Aparté el rostro y apreté el puño dispuesta a lanzarlo contra él, pero él saltó antes hacia atrás al escuchar el amenazante grito:
–¡¿Qué coño te crees que haces?!
El muchacho se volvió, vio la increíble moles de músculo y se alejó corriendo. Ishtar llegó a mi lado.
Mayor fue mi sorpresa cuando me levantó por la camiseta empujándome contra la pared.
–¿Quién coño era ese?
–¡No lo sé! ¡Él me besó!
–¡No soy idiota, Az!
–¡Te digo que ese gilipollas me estaba acosando! ¡¿Quieres soltarme?!
Ishtar se quedó eclipsada por un momento. Me soltó. Miró en dirección al chico, que aún se veía al final de la larga calle.
–Yo lo mato.
La vi dispuesta a salir detrás de él. Me agarré a su brazo con todas mis fuerzas.
–¡No!
–¡O sea que sí lo conoces!
–¡No, idiota! ¡Pero la violencia no es la manera!
–Ishtar apretó la mandíbula. Respiró hondo y lo dejó pasar.
–Está bien. –Me miró– ¿Te ha hecho algo?
–No. Sólo me asustó. Empezó a tirarme y por más que le decía que se largara no me hacía caso. ¿Por qué has tardado tanto? He pasado mucho miedo, joder.
–Az, la próxima vez métete en una tienda, ponte a hablar con cualquier desconocido o llámame, joder. No seas tan tonta de dejarle seguir.
–Sí...
–Siento haber tardado tanto, enana.
Me abrazó. Yo la alejé.
–¿Qué ocurre?
–Él no me ha hecho daño. Tú sí. Déjame, ¿quieres? Me vuelvo a casa.
–¿Qué? ¡No! Lo siento, Azu...
–Yo sí que lo siento. Me duele la espalda. ¿Qué sientes tú? Venga ya, Ishtar, no puedes reaccionar así. Me largo.
Ella se arrodilló ante mí, cogiendo mis manos.
–Por favor, por favor, por favor, Azu, no me dejes... Sabes que estoy intentando cambiar... Me enfado y me dejo llevar por mis impulsos, pero estoy intentando cambiar, de verdad... Por favor... No me dejes. Te amo, no me dejes.
La miré. Suspiré.
–Está bien.
Ishtar se levantó abrazándome.
–Gracias, gracias, gracias.
–No hay de qué... ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
–No lo sé... Ayuda evitar momentos de ira. Pero si supiera cómo erradicarla no necesitaría ayuda, Az.
–Ve al psicólogo.
–No tengo ese dinero, Az.
–Mi madre podría ayudarte.
–Sabes bien que no puede trabajar con alguien cercano a su familia.
–Quizá tenga algún amigo...
–No quiero aprovecharme así del trabajo de alguien, cielo.
–Te lo pagaré.
–No. Ahorraré. Voy a salir de esta, ¿vale? Vamos a salir de esta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro