Toto...
- ¡Iaia!!! ¡Iaia!!!
- ¿Qué pasa???
- ¡Mirá! Este corderito no se mueve - dijeron los más pequeños.
- ¿Estará muerto?, preguntó Luli, la mayor, que se siente muy grande con sus siete añitos.
- ¡Vamos a ver!!!
Nos acercamos al corderito. ¡Era tan flaquito!!!
Tomi y Maia, de uno y dos años, decían:
- Ssshhh, ta con nono
- ¡Nooo, está con hambre!!! - dijo Apita, que siente que es un gauchito que todo lo sabe.
Y Bauti, que es muy fantasioso, agregó:
- Iaia, a mí me parece que lo agarró un monstruo sin dientes. Se lo quiso comer y como no pudo, lo mató.
- ¡Cállese, m'hijo! ¡Acá no hay monstruos! - dijeron Luli y Apa
B- ¡Iaiaaa!
- A ver, a ver... Parece que respira...
- ¡Siii!!! Respira suavecito, dijeron los grandes.
Con suavidad lo levantamos.
El corderito empezó a chuparle los dedos, y ellos se reían mucho.
- ¿Vieron? ¡Tiene hambre!!! - dijo Apa
Y ahí aparecieron Tomi y Maia:
- A memé, iaia, a memé
Preparamos una mamadera con una botella y un dedo de un guante de goma, al que le hicimos un agujerito. ¡El cordero se la tomó toda!
Decidimos criarlo "guacho" y allá marchamos con él para la casa de... tataiaia, como ellos nos llaman; somos un "combo" para ellos.
Todos los días lo alimentamos juntos y el corderito, al que apodaron Toto, es un miembro más de la familia.
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